Forja
Por
San Josemaría Escrivá de Balaguer
PRÓLOGO
Aquella
madre -santamente apasionada, como todas las madres ¡a su hijo pequeño le
llamaba: su príncipe, su rey, su tesoro, su sol. Yo pensé en ti. Y entendí
-¿qué padre no lleva en las entrañas algo maternal?¡que no era ponderación
el decir de la madre buena: tú... eres más que un tesoro, vales más que el
sol: toda la Sangre de Cristo! ¿Cómo no voy a tomar tu alma -oro puro- para
meterla en forja, y trabajarla con el fuego y el martillo, hasta hacer de ese
oro nativo una joya espléndida que ofrecer a mi Dios, a tu Dios?
1.
Hijos de Dios. -Portadores de la única llama capaz de iluminar los caminos
terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse
oscuridades, penumbras ni sombras.
-El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine... De
nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por
senderos que llevan hasta la vida eterna.
2. ¡Dios es mi Padre! -Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora
consideración.
- ¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda
la divina locura de su Corazón.
- ¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi
camino.
-Piénsalo bien. -Tú eres de Dios..., y Dios es tuyo.
3. Padre mío ¡trátale así, con confianza!-, que estás en los Cielos,
mírame con compasivo Amor, y haz que te corresponda.
--Derrite y enciende mi corazón de bronce, quema y purifica mi carne
inmortificada, llena mi entendimiento de luces sobrenaturales, haz que mi lengua
sea pregonera del Amor y de la Gloria de Cristo.
4. Cristo, que subió a la Cruz con los brazos abiertos de par en par, con gesto
de Sacerdote Eterno, quiere contar con nosotros ¡que no somos nada!-, para
llevar a "todos" los hombres los frutos de su Redención.
5. Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. Apriétanos fuerte!,
estrújanos!, que perdamos toda la miseria terrena!, que nos purifiquemos, que
nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre!
--Y luego, lánzanos lejos!, lejos, con hambres de mies, a una siembra cada día
más fecunda, por Amor a Ti.
6. No tengas miedo, ni te asustes, ni te asombres, ni te dejes llevar por una
falsa prudencia.
La llamada a cumplir la Voluntad de Dios -también la vocación- es repentina,
como la de los Apóstoles: encontrar a Cristo y seguir su llamamiento...
--Ninguno dudó: conocer a Cristo y seguirle fue todo uno.
7. Ha llegado para nosotros un día de salvación, de eternidad. Una vez más se
oyen esos silbidos del Pastor Divino, esas palabras cariñosas, "vocavi te
nomine tuo" -te he llamado por tu nombre.
-Como nuestra madre, El nos invita por el nombre. Más: por el apelativo
cariñoso, familiar. -Allá, en la intimidad del alma, llama, y hay que
contestar: "ecce ego, quia vocasti me" -aquí estoy, porque me has
llamado, decidido a que esta vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos
rodados, sin dejar rastro.
8. Vive junto a Cristo!: debes ser, en el Evangelio, un personaje más,
conviviendo con Pedro, con Juan, con Andrés..., porque Cristo también vive
ahora: "Iesus Christus, heri et hodie, ipse et in saecula!"
¡Jesucristo vive!, hoy como ayer: es el mismo, por los siglos de los siglos.
9. Señor, que tus hijos sean como una brasa encendidísima, sin llamaradas que
se vean de lejos. Una brasa que ponga el primer punto de fuego, en cada corazón
que traten...
-Tú harás que ese chispazo se convierta en un incendio: tus Ángeles -lo sé,
lo he visto- son muy entendidos en eso de soplar sobre el rescoldo de los
corazones..., y un corazón sin cenizas no puede menos de ser tuyo.
10. Piensa en lo que dice el Espíritu Santo, y llénate de pasmo y de
agradecimiento: "elegit nos ante mundi constitutionem" -nos ha
elegido, antes de crear el mundo, "ut essemus sancti in conspectu eius!"
-para que seamos santos en su presencia.
--Ser santo no es fácil, pero tampoco es difícil. Ser santo es ser buen
cristiano: parecerse a Cristo. -El que más se parece a Cristo, ése es más
cristiano, más de Cristo, más santo.
--Y ¿qué medios tenemos? -Los mismos que los primeros fieles, que vieron a
Jesús, o lo entrevieron a través de los relatos de los Apóstoles o de los
Evangelistas.
11. Qué deuda la tuya con tu Padre-Dios! -Te ha dado el ser, la inteligencia,
la voluntad...; te ha dado la gracia: el Espíritu Santo; Jesús, en la Hostia;
la filiación divina; la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra; te ha
dado la posibilidad de participar en la Santa Misa y te concede el perdón de
tus pecados, tantas veces su perdón!; te ha dado dones sin cuento, algunos
extraordinarios...
- -Dime, hijo: ¿cómo has correspondido?, ¿cómo correspondes?
12. No sé qué te ocurrirá a ti..., pero necesito confiarte mi emoción
interior, después de leer las palabras del profeta Isaías: "ego vocavi te
nomine tuo, meus es tu!" -Yo te he llamado, te he traído a mi Iglesia,
eres mío!: que Dios me diga a mí que soy suyo! Es como para volverse loco de
Amor!
13. Fíjate bien: hay muchos hombres y mujeres en el mundo, y ni a uno solo de
ellos deja de llamar el Maestro.
- Les llama a una vida cristiana, a una vida de santidad, a una vida de
elección, a una vida eterna.
14. Cristo ha padecido por ti y para ti, para arrancarte de la esclavitud del
pecado y de la imperfección.
15. En estos momentos de violencia, de sexualidad brutal, salvaje, hemos de ser
rebeldes. Tú y yo somos rebeldes: no nos da la gana dejarnos llevar por la
corriente, y ser unas bestias.
-Queremos portarnos como hijos de Dios, como hombres o mujeres que tratan a su
Padre, que está en los Cielos y quiere estar muy cerca ¡dentro!¡de cada uno
de nosotros.
16. Medítalo con frecuencia: soy católico, hijo de la Iglesia de Cristo! El me
ha hecho nacer en un hogar "suyo", sin ningún merecimiento de mi
parte.
- ¡Cuánto te debo, Dios mío!
17. Recordad a todos -y de modo especial a tantos padres y a tantas madres de
familia, que se dicen cristianos- que la "vocación", la llamada de
Dios, es una gracia del Señor, una elección hecha por la bondad divina, un
motivo de santo orgullo, un servir a todos gustosamente por amor de Jesucristo.
18. Hazme eco: no es un sacrificio, para los padres, que Dios les pida sus
hijos; ni, para los que llama el Señor, es un sacrificio seguirle.
-Es, por el contrario, un honor inmenso, un orgullo grande y santo, una muestra
de predilección, un cariño particularísimo, que ha manifestado Dios en un
momento concreto, pero que estaba en su mente desde toda la eternidad.
19. Agradece a tus padres el hecho de que te hayan dado la vida, para poder ser
hijo de Dios. -Y sé más agradecido, si el primer germen de la fe, de la
piedad, de tu camino de cristiano, o de tu vocación, lo han puesto ellos en tu
alma.
20. Hay muchas personas a tu alrededor, y no tienes derecho a ser obstáculo
para su bien espiritual, para su felicidad eterna.
-Estás obligado a ser santo: a no defraudar a Dios, por la elección de que te
ha hecho objeto; ni tampoco a esas criaturas, que tanto esperan de tu vida de
cristiano.
21. El mandamiento de amar a los padres es de derecho natural y de derecho
divino positivo, y yo lo he llamado siempre "dulcísimo precepto".
- -No descuides tu obligación de querer más cada día a los tuyos, de
mortificarte por ellos, de encomendarles, y de agradecerles todo el bien que les
debes.
22. Como quiere el Maestro, tú has de ser -bien metido en este mundo, en el que
nos toca vivir, y en todas las actividades de los hombres- sal y luz. -Luz, que
ilumina las inteligencias y los corazones; sal, que da sabor y preserva de la
corrupción.
-Por eso, si te falta afán apostólico, te harás insípido e inútil,
defraudarás a los demás y tu vida será un absurdo.
23. Una ola sucia y podrida -roja y verde- se empeña en sumergir la tierra,
escupiendo su puerca saliva sobre la Cruz del Redentor...
-Y El quiere que de nuestras almas salga otra oleada -blanca y poderosa, como la
diestra del Señor-, que anegue, con su pureza, la podredumbre de todo
materialismo y neutralice la corrupción, que ha inundado el Orbe: a eso vienen
-y a más- los hijos de Dios.
24. Muchos, con aire de autojustificación, se preguntan: yo, ¿por qué me voy
a meter en la vida de los demás?
- ¡Porque tienes obligación, como cristiano, de meterte en la vida de los
otros, para servirles!
-¡Porque Cristo se ha metido en tu vida y en la mía!
25. Si eres otro Cristo, si te comportas como hijo de Dios, donde estés
quemarás: Cristo abrasa, no deja indiferentes los corazones.
26. Duele ver que, después de dos mil años, haya tan pocos que se llamen
cristianos en el mundo. Y que, de los que se llaman cristianos, haya tan pocos
que vivan la verdadera doctrina de Jesucristo.
- Vale la pena jugarse la vida entera!: trabajar y sufrir, por Amor, para llevar
adelante los designios de Dios, para corredimir.
27. Veo tu Cruz, Jesús mío, y gozo de tu gracia, porque el premio de tu
Calvario ha sido para nosotros el Espíritu Santo... Y te me das, cada día,
amoroso ¡loco!¡en la Hostia Santísima... Y me has hecho hijo de Dios!, y me
has dado a tu Madre.
-No me basta el hacimiento de gracias: se me va el pensamiento: Señor, Señor,
tantas almas lejos de Ti!
-Fomenta en tu vida las ansias de apostolado, para que le conozcan..., y le
amen..., y se sientan amados!
28. Algunas veces -me lo has oído comentar con frecuencia- se habla del amor
como si fuera un impulso hacia la propia satisfacción, o un mero recurso para
completar de modo egoísta la propia personalidad.
--Y siempre te he dicho que no es así: el amor verdadero exige salir de sí
mismo, entregarse. El auténtico amor trae consigo la alegría: una alegría que
tiene sus raíces en forma de Cruz.
29. Dios mío: ¿cómo puede ser que vea un Crucifijo, y no clame de dolor y de
amor?
30. Pásmate ante la magnanimidad de Dios: se ha hecho Hombre para redimirnos,
para que tú y yo ¡que no valemos nada, reconócelo!¡le tratemos con
confianza.
31. Oh Jesús..., fortalece nuestras almas, allana el camino y, sobre todo,
embriáganos de Amor!: haznos así hogueras vivas, que enciendan la tierra con
el divino fuego que Tú trajiste.
32. Acercarse un poco más a Dios quiere decir estar dispuesto a una nueva
conversión, a una nueva rectificación, a escuchar atentamente sus
inspiraciones -los santos deseos que hace brotar en nuestras almas-, y a
ponerlos por obra.
33. ¿De qué te envaneces? -Todo el impulso que te mueve es de El. Obra en
consecuencia.
34. Qué respeto, qué veneración, qué cariño hemos de sentir por una sola
alma, ante la realidad de que Dios la ama como algo suyo!
35. Aspiración: ojalá queramos usar los días, que el Señor nos da, sólo
para agradarle!
36. Deseo que tu comportamiento sea como el de Pedro y el de Juan: que lleves a
tu oración, para hablar con Jesús, las necesidades de tus amigos, de tus
colegas..., y que luego, con tu ejemplo, puedas decirles: "respice in
nos!" ¡miradme!
37. Cuando se ama mucho a una persona, se desea saber todo lo que a ella se
refiere.
--Medítalo: ¿tú tienes hambre de conocer a Cristo? Porque... con esa medida
le amas.
38. Mienten -o están equivocados- quienes afirman que los sacerdotes estamos
solos: estamos más acompañados que nadie, porque contamos con la continua
compañía del Señor, a quien hemos de tratar ininterrumpidamente.
-¡Somos enamorados del Amor, del Hacedor del Amor!
39. Me veo como un pobre pajarillo que, acostumbrado a volar solamente de árbol
a árbol o, a lo más, hasta el balcón de un tercer piso..., un día, en su
vida, tuvo bríos para llegar hasta el tejado de cierta casa modesta, que no era
precisamente un rascacielos...
-Mas he aquí que a nuestro pájaro lo arrebata un águila -lo tomó
equivocadamente por una cría de su raza- y, entre sus garras poderosas, el
pajarillo sube, sube muy alto, por encima de las montañas de la tierra y de los
picos de nieve, por encima de las nubes blancas y azules y rosas, más arriba
aun, hasta mirar de frente al sol... Y entonces el águila, soltando al
pajarillo, le dice: anda, vuela!...
-¡Señor, que no vuelva a volar pegado a la tierra!, que esté siempre
iluminado por los rayos del divino Sol –Cristo- en la Eucaristía!, que mi
vuelo no se interrumpa hasta hallar el descanso de tu Corazón!
40. Así concluía su oración aquel amigo nuestro: "amo la Voluntad de mi
Dios: por eso, en completo abandono, que El me lleve como y por donde
quiera".
41. Pide al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y a tu Madre, que te hagan
conocerte y llorar por ese montón de cosas sucias que han pasado por ti,
dejando ¡ay!¡tanto poso... -Y a la vez, sin querer apartarte de esa
consideración, dile: dame, Jesús, un Amor como hoguera de purificación, donde
mi pobre carne, mi pobre corazón, mi pobre alma, mi pobre cuerpo se consuman,
limpiándose de todas las miserias terrenas... Y, ya vacío todo mi yo, llénalo
de Ti: que no me apegue a nada de aquí abajo; que siempre me sostenga el Amor.
42. No desees nada para ti, ni bueno ni malo: quiere solamente, para ti, lo que
Dios quiera.
- Sea lo que fuere, viniendo de su mano, de Dios, por malo que a los ojos de los
hombres parezca, con la ayuda del Señor, a ti te parecerá bueno y muy bueno!,
y dirás, siempre con mayor convencimiento: "et in tribulatione mea
dilatasti me..., et calix tuus inebrians, quam praeclarus est!" -en la
tribulación me he gozado..., qué maravilloso es tu cáliz, que embriaga todo
mi ser!
43. Es preciso ofrecer al Señor el sacrificio de Abel. Un sacrificio de carne
joven y hermosa, lo mejor del rebaño: de carne sana y santa; de corazones que
sólo tengan un amor: Tú, Dios mío!; de inteligencias trabajadas por el
estudio profundo, que se rendirán ante tu Sabiduría; de almas infantiles, que
no pensarán más que en agradarte.
--Recibe, desde ahora, Señor, este sacrificio en olor de suavidad.
44. Hay que saber entregarse, arder delante de Dios como esa luz, que se pone
sobre el candelero, para iluminar a los hombres que andan en tinieblas; como
esas lamparillas que se queman junto al altar, y se consumen alumbrando hasta
gastarse.
45. El Señor -Maestro de Amor- es un amante celoso que pide todo lo nuestro,
todo nuestro querer. Espera que le ofrezcamos lo que tenemos, siguiendo el
camino que a cada uno nos ha marcado.
46. Dios mío, veo que no te aceptaré como mi Salvador, si no te reconozco al
mismo tiempo como Modelo.
--Pues que quisiste ser pobre, dame amor a la Santa Pobreza. Mi propósito, con
tu ayuda, es vivir y morir pobre, aunque tenga millones a mi disposición.
47. Te has quedado muy serio cuando te he confiado: a mí, para el Señor, todo
me parece poco.
48. Ojalá pueda decirse que la característica que define tu vida es "amar
la Voluntad de Dios".
49. Cualquier trabajo, aun el más escondido, aun el más insignificante,
ofrecido al Señor, lleva la fuerza de la vida de Dios!
50. Siente la responsabilidad de tu misión: te está contemplando el Cielo
entero!
51. Dios te espera! -Por eso, ahí donde estás, tienes que comprometerte a
imitarle, a unirte a El, con alegría, con amor, con ilusión, aunque se
presente la circunstancia -o una situación permanente- de ir a contrapelo.
-Dios te espera..., y te necesita fiel!
52. Escribías: "yo te oigo clamar, Rey mío, con viva voz, que aún vibra:
ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur?¨ -he venido a
traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?"
-Después añadías: "Señor, te respondo -todo yo- con mis sentidos y
potencias: ecce ego quia vocasti me!¨ ¡aquí me tienes porque me has
llamado!"
--Que sea esta respuesta tuya una realidad cotidiana.
53. Has de tener la mesura, la fortaleza, el sentido de responsabilidad que
adquieren muchos a la vuelta de los años, con la vejez. Alcanzarás todo esto,
siendo joven, si no me pierdes el sentido sobrenatural de hijo de Dios: porque
El te dará, más que a los ancianos, esas condiciones convenientes para hacer
tu labor de apóstol.
54. Gozas de una alegría interior y de una paz, que no cambias por nada. Dios
está aquí: no hay cosa mejor que contarle a El las penas, para que dejen de
ser penas.
55. ¿Es posible que lleve Cristo tantos años -veinte siglos- actuando en la
tierra, y que el mundo esté así?, me preguntabas. ¿Es posible que aún haya
gente que no conozca al Señor?, insistías.
--Y te contesté seguro: tenemos la culpa nosotros!, que hemos sido llamados a
ser corredentores, y a veces, quizá muchas!, no correspondemos a esa Voluntad
de Dios.
56. Humildad de Jesús: qué vergüenza, por contraste, para mí -polvo de
estiércol-, que tantas veces he disfrazado mi soberbia so capa de dignidad, de
justicia!... -Y así, cuántas ocasiones de seguir al Maestro he perdido, o no
he aprovechado, por no sobrenaturalizarlas!
57. Dulce Madre..., llévanos hasta la locura que haga, a otros, locos de
nuestro Cristo.
-Dulce Señora María: que el Amor no sea, en nosotros, falso incendio de fuegos
fatuos, producto a veces de cadáveres descompuestos...: que sea verdadero
incendio voraz, que prenda y queme cuanto toque. LUCHA
58. Elección divina significa ¡y exige!¡santidad personal.
59. Si respondes a la llamada que te ha hecho el Señor, tu vida ¡tu pobre
vida!¡dejará en la historia de la humanidad un surco hondo y ancho, luminoso y
fecundo, eterno y divino.
60. Siente cada día la obligación de ser santo. ¡Santo!, que no es hacer
cosas raras: es luchar en la vida interior y en el cumplimiento heroico,
acabado, del deber.
61. La santidad no consiste en grandes ocupaciones. -Consiste en pelear para que
tu vida no se apague en el terreno sobrenatural; en que te dejes quemar hasta la
última brizna, sirviendo a Dios en el último puesto..., o en el primero: donde
el Señor te llame.
62. No se ha limitado el Señor a decirnos que nos ama: sino que nos lo ha
demostrado con las obras, con la vida entera. -¿Y tú?
63. Si amas al Señor, "necesariamente" has de notar el bendito peso
de las almas, para llevarlas a Dios.
64. Para quien quiere vivir de Amor con mayúscula, el término medio es muy
poco, es cicatería, cálculo ruin.
65. Esta es la receta para tu camino de cristiano: oración, penitencia, trabajo
sin descanso, con un cumplimiento amoroso del deber.
66. Dios mío, enséñame a amar! ¡Dios mío, enséñame a orar!
67. Debemos pedir a Dios la fe, la esperanza, la caridad, con humildad, con
oración perseverante, con una conducta honrada y con costumbres limpias.
68. Me has dicho que no sabías cómo pagarme el celo santo que te inundaba el
alma.
--Me apresuré a responderte: yo no te doy ninguna vibración: te la concede el
Espíritu Santo.
--Quiérele, trátale. -Así, irás amándole más y mejor, y agradeciéndole
que sea El quien se asienta en tu alma, para que tengas vida interior.
69. Lucha para conseguir que el Santo Sacrificio del Altar sea el centro y la
raíz de tu vida interior, de modo que toda la jornada se convierta en un acto
de culto -prolongación de la Misa que has oído y preparación para la
siguiente-, que se va desbordando en jaculatorias, en visitas al Santísimo, en
ofrecimiento de tu trabajo profesional y de tu vida familiar...
70. Procura dar gracias a Jesús en la Eucaristía, cantando loores a Nuestra
Señora, a la Virgen pura, la sin mancilla, la que trajo al mundo al Señor.
--Y, con audacia de niño, atrévete a decir a Jesús: mi lindo Amor, bendita
sea la Madre que te trajo al mundo!
-De seguro que le agradas, y pondrá en tu alma más amor aún.
71. Cuenta el Evangelista San Lucas que Jesús estaba orando...: cómo sería la
oración de Jesús!
-Contempla despacio esta realidad: los discípulos tratan a Jesucristo y, en
esas conversaciones, el Señor les enseña -también con las obras- cómo han de
orar, y el gran portento de la misericordia divina: que somos hijos de Dios, y
que podemos dirigirnos a El, como un hijo habla a su Padre.
72. Al emprender cada jornada para trabajar junto a Cristo, y atender a tantas
almas que le buscan, convéncete de que no hay más que un camino: acudir al
Señor.
-¡Solamente en la oración, y con la oración, aprendemos a servir a los
demás!
73. La oración –recuérdalo- no consiste en hacer discursos bonitos, frases
grandilocuentes o que consuelen...
-Oración es a veces una mirada a una imagen del Señor o de su Madre; otras,
una petición, con palabras; otras, el ofrecimiento de las buenas obras, de los
resultados de la fidelidad...
-Como el soldado que está de guardia, así hemos de estar nosotros a la puerta
de Dios Nuestro Señor: y eso es oración. O como se echa el perrillo, a los
pies de su amo.
--No te importe decírselo: Señor, aquí me tienes como un perro fiel; o mejor,
como un borriquillo, que no dará coces a quien le quiere.
74. Todos hemos de ser "ipse Christus" -el mismo Cristo. Así nos lo
manda San Pablo en nombre de Dios: "induimini Dominum Iesum Christum"
-revestíos de Jesucristo.
-Cada uno de nosotros ¡tú!¡tiene que ver cómo se pone ese vestido del que
nos habla el Apóstol; cada uno, personalmente, debe dialogar sin interrupción
con el Señor.
75. Tu oración no puede quedarse en meras palabras: ha de tener realidades y
consecuencias prácticas.
76. Orar es el camino para atajar todos los males que padecemos.
77. Te daré un consejo, que no me cansaré de repetir a las almas: que ames con
locura a la Madre de Dios, que es Madre nuestra.
78. La heroicidad, la santidad, la audacia, requieren una constante preparación
espiritual. Darás siempre, a los otros, sólo aquello que tengas; y, para dar a
Dios, has de tratarle, vivir su Vida, servirle.
79. No dejaré de insistirte, para que se te grabe bien en el alma: piedad!,
piedad!, piedad!, ya que, si faltas a la caridad, será por escasa vida
interior: no por tener mal carácter.
80. Si eres buen hijo de Dios, del mismo modo que el pequeño necesita de la
presencia de sus padres al levantarse y al acostarse, tu primer y tu último
pensamiento de cada día serán para El.
81. Has de ser constante y exigente en tus normas de piedad, también cuando
estás cansado o te resultan áridas. Persevera! Esos momentos son como los
palos altos, pintados de rojo que, en las carreteras de montaña, cuando llega
la nieve, sirven de punto de referencia y señalan, siempre!, dónde está el
camino seguro.
82. Esfuérzate para responder, en cada instante, a lo que te pide Dios: ten
voluntad de amarle con obras. -Con obras pequeñas, pero sin dejar ni una.
83. La vida interior se robustece por la lucha en las prácticas diarias de
piedad, que has de cumplir -más: que has de vivir!¡amorosamente, porque
nuestro camino de hijos de Dios es de Amor.
84. Busca a Dios en el fondo de tu corazón limpio, puro; en el fondo de tu alma
cuando le eres fiel, y no pierdas nunca esa intimidad!
--Y, si alguna vez no sabes cómo hablarle, ni qué decir, o no te atreves a
buscar a Jesús dentro de ti, acude a María, "tota pulchra" -toda
pura, maravillosa-, para confiarle: Señora, Madre nuestra, el Señor ha querido
que fueras tú, con tus manos, quien cuidara a Dios: enséñame -enséñanos a
todos- a tratar a tu Hijo!
85. Inculcad en las almas el heroísmo de hacer con perfección las pequeñas
cosas de cada día: como si de cada una de esas acciones dependiera la
salvación del mundo.
86. Con tu vida de piedad, aprenderás a practicar las virtudes propias de tu
condición de hijo de Dios, de cristiano.
--Y junto a estas virtudes, adquirirás toda esa gama de valores espirituales,
que parecen pequeños y son grandes; piedras preciosas que brillan, que hemos de
recoger por el camino, para llevarlas a los pies del Trono de Dios, en servicio
de los hombres: la sencillez, la alegría, la lealtad, la paz, las menudas
renuncias, los servicios que pasan inadvertidos, el fiel cumplimiento del deber,
la amabilidad...
87. No te crees más obligaciones que... la gloria de Dios, su Amor, su
Apostolado.
88. El Señor te ha hecho ver claro tu camino de cristiano en medio del mundo.
Sin embargo, me aseguras que muchas veces has considerado, con envidia -me has
dicho que en el fondo era comodidad-, la felicidad de ser un desconocido,
trabajando, ignorado por todos, en el último rincón... Dios y tú!
--Ahora, aparte de la idea de misionar en el Japón, viene a tu cabeza el
pensamiento de esa vida oculta y sufrida... Pero si, al quedar libre de otras
santas obligaciones naturales, trataras de "esconderte", sin ser ésa
tu vocación, en una institución religiosa cualquiera, no serías feliz. -Te
faltaría la paz; porque habrías hecho tu voluntad, no la de Dios.
--Tu "vocación", entonces, tendría otro nombre: defección, producto
no de divina inspiración, sino de puro miedo humano a la lucha que se avecina.
Y eso... no!
89. Contra la vida limpia, la pureza santa, se alza una gran dificultad, a la
que todos estamos expuestos: el peligro del aburguesamiento, en la vida
espiritual o en la vida profesional: el peligro -también para los llamados por
Dios al matrimonio- de sentirse solterones, egoístas, personas sin amor.
--Lucha de raíz contra ese riesgo, sin concesiones de ningún género.
90. Para vencer la sensualidad -porque llevaremos siempre este borriquillo de
nuestro cuerpo a cuestas-, has de vivir generosamente, a diario, las pequeñas
mortificaciones -y, en ocasiones, las grandes-; y has de mantenerte en la
presencia de Dios, que jamás deja de mirarte.
91. Tu castidad no se puede limitar a evitar la caída, la ocasión...; no puede
ser de ninguna manera una negación fría y matemática.
--¿Te has dado cuenta de que la castidad es una virtud y de que, como tal, debe
crecer y perfeccionarse?
--No te basta, pues, ser continente -según tu estado-, sino casto, con virtud
heroica.
92. El "bonus odor Christi" -el buen olor de Cristo es también el de
nuestra vida limpia, el de la castidad -cada uno en su estado, repito-, el de la
santa pureza, que es afirmación gozosa: algo enterizo y delicado a la vez,
fino, que evita incluso manifestaciones de palabras inconvenientes, porque no
pueden agradar a Dios.
93. Acostúmbrate a dar gracias anticipadas a los Ángeles Custodios..., para
obligarles más.
94. A todo cristiano se debería poder aplicar el apelativo que se usó en los
comienzos: "portador de Dios".
--Obra de modo tal que puedan atribuirte "con verdad" ese admirable
calificativo.
95. Considera qué pasaría si los cristianos no quisiéramos vivir como
tales..., y rectifica tu conducta!
96. Contempla al Señor detrás de cada acontecimiento, de cada circunstancia, y
así sabrás sacar de todos los sucesos más amor de Dios, y más deseos de
correspondencia, porque El nos espera siempre, y nos ofrece la posibilidad de
cumplir continuamente ese propósito que hemos hecho: "serviam!", te
serviré!
97. Renueva cada jornada el deseo eficaz de anonadarte, de abnegarte, de
olvidarte de ti mismo, de caminar "in novitate sensus", con una vida
nueva, cambiando esta miseria nuestra por toda la grandeza oculta y eterna de
Dios.
98. Señor!, dame ser tan tuyo que no entren en mi corazón ni los afectos más
santos, sino a través de tu Corazón llagado.
99. Procura ser delicado, persona de buenas maneras. No seas grosero!
--Delicado siempre, que no quiere decir amanerado.
100. La caridad todo lo alcanza. Sin caridad, nada puede hacerse.
- Amor!, pues: es el secreto de tu vida... Ama! Sufre con alegría. Enrecia tu
alma. Viriliza tu voluntad. Asegura tu entrega al querer de Dios y, con esto,
vendrá la eficacia.
101. Sé sencillo y piadoso como un niño, y recio y fuerte como un caudillo.
102. La paz, que lleva consigo la alegría, el mundo no puede darla.
--Siempre están los hombres haciendo paces, y siempre andan enzarzados con
guerras, porque han olvidado el consejo de luchar por dentro, de acudir al
auxilio de Dios, para que El venza, y conseguir así la paz en el propio yo, en
el propio hogar, en la sociedad y en el mundo.
--Si nos conducimos de este modo, la alegría será tuya y mía, porque es
propiedad de los que vencen; y con la gracia de Dios -que no pierde batallas-
nos llamaremos vencedores, si somos humildes.
103. Tu vida, tu trabajo, no debe ser labor negativa, no debe ser "antinada".
Es, debe ser!, afirmación, optimismo, juventud, alegría y paz.
104. Hay dos puntos capitales en la vida de los pueblos: las leyes sobre el
matrimonio y las leyes sobre la enseñanza; y ahí, los hijos de Dios tienen que
estar firmes, luchar bien y con nobleza, por amor a todas las criaturas.
105. La alegría es un bien cristiano, que poseemos mientras luchamos, porque es
consecuencia de la paz. La paz es fruto de haber vencido la guerra, y la vida
del hombre sobre la tierra -leemos en la Escritura Santa- es lucha.
106. Es nuestra guerra divina una maravillosa siembra de paz.
107. El que deja de luchar causa un mal a la Iglesia, a su empresa sobrenatural,
a sus hermanos, a todas las almas.
--Examínate: ¿no puedes poner más vibración de amor a Dios, en tu pelea
espiritual? -Yo rezo por ti... y por todos. Haz tú lo mismo.
108. Jesús, si en mí hay algo que te desagrada, dímelo, para que lo
arranquemos.
109. Hay un enemigo de la vida interior, pequeño, tonto; pero muy eficaz, por
desgracia: el poco empeño en el examen de conciencia.
110. En la ascética cristiana, el examen de conciencia responde a una necesidad
de amor, de sensibilidad.
111. Si algo no está de acuerdo con el espíritu de Dios, déjalo enseguida!
-Piensa en los Apóstoles: ellos no valían nada, pero en el nombre del Señor
hacen milagros. Sólo Judas, que quizá también obró milagros, se descaminó
por apartarse voluntariamente de Cristo, por no cortar, violenta y
valientemente, con lo que no estaba de acuerdo con el espíritu de Dios.
112. Dios mío, ¿cuándo me voy a convertir?
113. No esperes a la vejez para ser santo: sería una gran equivocación!
--Comienza ahora, seriamente, gozosamente, alegremente, a través de tus
obligaciones, de tu trabajo, de la vida cotidiana...
-No esperes a la vejez para ser santo, porque, además de ser una gran
equivocación -insisto-, no sabes si llegará para ti.
114. Ruega al Señor que te conceda toda la sensibilidad necesaria para darte
cuenta de la maldad del pecado venial; para considerarlo como auténtico y
radical enemigo de tu alma; y para evitarlo con la gracia de Dios.
115. Con serenidad, sin escrúpulos, has de pensar en tu vida, y pedir perdón,
y hacer el propósito firme, concreto y bien determinado, de mejorar en este
punto y en aquel otro: en ese detalle que te cuesta, y en aquél que
habitualmente no cumples como debes, y lo sabes.
116. Llénate de buenos deseos, que es una cosa santa, y Dios la alaba. Pero no
te quedes en eso! Tienes que ser alma -hombre, mujer- de realidades. Para llevar
a cabo esos buenos deseos, necesitas formular propósitos claros, precisos.
--Y, después, hijo mío, a luchar, para ponerlos en práctica, con la ayuda de
Dios!
117. ¿Cómo haré yo para que mi amor al Señor continúe, para que aumente?,
me preguntas encendido.
--Hijo, ir dejando el hombre viejo, también con la entrega gustosa de aquellas
cosas, buenas en sí mismas, pero que impiden el desprendimiento de tu yo...;
decir al Señor, con obras y continuamente: "aquí me tienes, para lo que
quieras".
118. Santo! El hijo de Dios deberá exagerar en virtud, si cabe en esto
exageración..., porque los demás se mirarán en él, como en un espejo y,
sólo apuntando muy alto, se quedarán ellos en el punto medio.
119. No te avergüence descubrir que en el corazón tienes el "fomes
peccati" -la inclinación al mal, que te acompañará mientras vivas,
porque nadie está libre de esa carga.
-No te avergüences, porque el Señor, que es omnipotente y misericordioso, nos
ha dado todos los medios idóneos para superar esa inclinación: los
Sacramentos, la vida de piedad, el trabajo santificado. *
- -Empléalos con perseverancia, dispuesto a comenzar y recomenzar, sin
desanimarte.
120. Señor, líbrame de mí mismo!
121. El apóstol sin oración habitual y metódica cae necesariamente en la
tibieza..., y deja de ser apóstol.
122. Señor, que desde ahora sea otro: que no sea "yo", sino
"aquél" que Tú deseas.
--Que no te niegue nada de lo que me pidas. Que sepa orar. Que sepa sufrir. Que
nada me preocupe, fuera de tu gloria. Que sienta tu presencia de continuo.
--Que ame al Padre. Que te desee a Ti, mi Jesús, en una permanente Comunión.
Que el Espíritu Santo me encienda.
123. "Meus es tu" -eres mío, te ha manifestado el Señor.
-¡Que ese Dios, que es toda la hermosura y toda la sabiduría, toda la grandeza
y toda la bondad, te diga a ti que eres suyo!..., y que tú no le sepas
responder!
124. No puedes admirarte si sientes, en tu vida, aquel peso del que hablaba San
Pablo: "veo que hay otra ley en mis miembros que es contraria a la ley de
mi mente".
--Acuérdate entonces de que eres de Cristo, y vete a la Madre de Dios, que es
Madre tuya: no te abandonarán.
125. Recibe los consejos que te den en la dirección espiritual, como si
viniesen del mismo Jesucristo.
126. Me has pedido una sugerencia para vencer en tus batallas diarias, y te he
contestado: al abrir tu alma, cuenta en primer lugar lo que no querrías que se
supiera. Así el diablo resulta siempre vencido.
-¡Abre tu alma con claridad y sencillez, de par en par, para que entre -hasta
el último rincón ¡el sol del Amor de Dios!
127. Si el demonio mudo -del que nos habla el Evangelio ¡se mete en el alma, lo
echa todo a perder. En cambio, si se le arroja inmediatamente, todo sale bien,
se camina feliz, todo marcha.
--Propósito firme: "sinceridad salvaje" en la dirección espiritual,
con delicada educación..., y que esa sinceridad sea inmediata.
128. Ama y busca la ayuda de quien lleva tu alma. En la dirección espiritual,
pon al descubierto tu corazón, del todo ¡podrido, si estuviese podrido!-, con
sinceridad, con ganas de curarte; si no, esa podredumbre no desaparecerá nunca.
-Si acudes a una persona que sólo puede limpiar superficialmente la herida...,
eres un cobarde, porque en el fondo vas a ocultar la verdad, en daño de ti
mismo.
129. Nunca tengas miedo a decir la verdad, sin olvidar que algunas veces es
mejor callar, por caridad con el prójimo. Pero no te calles jamás por desidia,
por comodidad o por cobardía.
130. El mundo vive de la mentira; y hace veinte siglos que vino la Verdad a los
hombres.
-¡Hay que decir la verdad!, y a eso hemos de ir los hijos de Dios. Cuando los
hombres se acostumbren a proclamarla y a oírla, habrá más comprensión en
esta tierra nuestra.
131. Sería una falsa caridad, diabólica, mentirosa caridad, ceder en
cuestiones de fe. "Fortes in fide" -fuertes en la fe, firmes, como
exige San Pedro.
--No es fanatismo, sino sencillamente vivir la fe: no entraña desamor para
nadie. Cedemos en todo lo accidental, pero en la fe no cabe ceder: no podemos
dar el aceite de nuestras lámparas, porque luego viene el Esposo y las
encuentra apagadas.
132. Humildad y obediencia son condiciones indispensables para recibir la buena
doctrina.
133. Acoge la palabra del Papa, con una adhesión religiosa, humilde, interna y
eficaz: hazle eco!
134. Ama, venera, reza, mortifícate -cada día con más cariño ¡por el Romano
Pontífice, piedra basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres,
a lo largo de los siglos y hasta el fin de los tiempos, aquella labor de
santificación y gobierno que Jesús confió a Pedro.
135. Tu más grande amor, tu mayor estima, tu más honda veneración, tu
obediencia más rendida, tu mayor afecto ha de ser también para el Vice-Cristo
en la tierra, para el Papa.
-Hemos de pensar los católicos que, después de Dios y de nuestra Madre la
Virgen Santísima, en la jerarquía del amor y de la autoridad, viene el Santo
Padre.
136. Que la consideración diaria del duro peso que grava sobre el Papa y sobre
los obispos, te urja a venerarles, a quererles con verdadero afecto, a ayudarles
con tu oración.
137. Haz tu amor a la Virgen más vivo, más sobrenatural.
--No vayas a Santa María sólo a pedir. Ve también a dar!: a darle afecto; a
darle amor para su Hijo divino; a manifestarle ese cariño con obras de servicio
al tratar a los demás, que son también hijos suyos.
138. Jesús es el modelo: imitémosle!
--Imitémosle, sirviendo a la Iglesia Santa y a todas las almas.
139. Al contemplar la escena de la Encarnación, refuerza en tu alma la
decisión de "la humildad práctica". Mira que El se abajó, tomando
nuestra pobre naturaleza.
--Por eso, en cada jornada, has de reaccionar inmediatamente!, con la gracia de
Dios, aceptando -queriendo¡ las humillaciones que el Señor te depare.
140. Vive la vida cristiana con naturalidad! Insisto: da a conocer a Cristo en
tu conducta, como reproduce la imagen un espejo normal, que no deforma, que no
hace caricatura. -Si eres normal, como ese espejo, reflejarás la vida de
Cristo, y la mostrarás a los demás.
141. Si eres fatuo, si te preocupas sólo de tu personal comodidad, si centras
la existencia de los demás y aun la del mundo en ti mismo, no tienes derecho a
llamarte cristiano, ni a considerarte discípulo de Cristo: porque El marcó el
límite de la exigencia en ofrecer por cada uno "et animam suam", el
alma misma, la vida entera.
142. Procura que "la humildad de entendimiento" sea, para ti, un
axioma.
-Piénsalo despacio y... ¿verdad que no se comprende cómo puede haber
"soberbios de entendimiento"? Bien lo explicaba aquel santo doctor de
la Iglesia: "es un desorden detestable que, viendo el hombre a Dios hecho
niño, él, sin embargo, quiera seguir pareciendo grande sobre la tierra".
143. En cuanto tengas a alguno a tu lado -sea quien sea-, busca el modo, sin
hacer cosas raras, de contagiarle tu alegría de ser y de vivir como hijo de
Dios.
144. Grande y hermosa es la misión de servir que nos confió el Divino Maestro.
-Por eso, este buen espíritu ¡gran señorío!¡se compagina perfectamente con
el amor a la libertad, que ha de impregnar el trabajo de los cristianos.
145. Tú no puedes tratar con falta de misericordia a nadie: y, si te parece que
una persona no es digna de esa misericordia, has de pensar que tú tampoco
mereces nada.
--No mereces haber sido creado, ni ser cristiano, ni ser hijo de Dios, ni
pertenecer a tu familia...
146. No descuides la práctica de la corrección fraterna, muestra clara de la
virtud sobrenatural de la caridad. Cuesta; más cómodo es inhibirse; más
cómodo!, pero no es sobrenatural.
--Y de estas omisiones darás cuenta a Dios.
147. La corrección fraterna, cuando debas hacerla, ha de estar llena de
delicadeza ¡de caridad!¡en la forma y en el fondo, pues en aquel momento eres
instrumento de Dios.
148. Si sabes querer a los demás y difundes ese cariño -caridad de Cristo,
fina, delicada ¡entre todos, os apoyaréis unos a otros: y el que vaya a caer
se sentirá sostenido -y urgido¡ con esa fortaleza fraterna, para ser fiel a
Dios.
149. Fomenta tu espíritu de mortificación en los detalles de caridad, con
afán de hacer amable a todos el camino de santidad en medio del mundo: una
sonrisa puede ser, a veces, la mejor muestra del espíritu de penitencia.
150. Que sepas, a diario y con generosidad, fastidiarte alegre y discretamente
para servir y para hacer agradable la vida a los demás.
--Este modo de proceder es verdadera caridad de Jesucristo.
151. Has de procurar que, donde estés, haya ese "buen humor" -esa
alegría-, que es fruto de la vida interior.
152. Cuídame el ejercicio de una mortificación muy interesante: que tus
conversaciones no giren en torno a ti mismo.
153. Un buen modo de hacer examen de conciencia:
--¿Recibí como expiación, en este día, las contradicciones venidas de la
mano de Dios?; ¿las que me proporcionaron, con su carácter, mis compañeros?;
¿las de mi propia miseria?
--¿Supe ofrecer al Señor, como expiación, el mismo dolor, que siento, de
haberle ofendido tantas veces!?; ¿le ofrecí la vergüenza de mis interiores
sonrojos y humillaciones, al considerar lo poco que adelanto en el camino de las
virtudes?
154. Mortificaciones habituales, acostumbradas: sí !, pero no seas monomaníaco.
--No han de limitarse necesariamente a las mismas: lo constante, lo habitual, lo
acostumbrado -sin acostumbramiento¡ debe ser el espíritu de mortificación.
155. Tú quieres pisar sobre las huellas de Cristo, vestirte de su vestidura,
identificarte con Jesús: pues que tu fe sea operativa y sacrificada, con obras
de servicio, echando fuera lo que estorba.
156. La santidad tiene la flexibilidad de los músculos sueltos. El que quiere
ser santo sabe desenvolverse de tal manera que, mientras hace una cosa que le
mortifica, omite -si no es ofensa a Dios ¡otra que también le cuesta y da
gracias al Señor por esta comodidad. Si los cristianos actuáramos de otro
modo, correríamos el riesgo de volvernos tiesos, sin vida, como una muñeca de
trapo.
-La santidad no tiene la rigidez del cartón: sabe sonreír, ceder, esperar. Es
vida: vida sobrenatural.
157. No me dejes, Madre!: haz que busque a tu Hijo; haz que encuentre a tu Hijo;
haz que ame a tu Hijo... con todo mi ser! -Acuérdate, Señora, acuérdate.
158. Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos pierden claridad,
necesitamos ir a la luz. Y Jesucristo nos ha dicho que El es la Luz del mundo y
que ha venido a curar a los enfermos.
--Por eso, que tus enfermedades, tus caídas -si el Señor las permite-, no te
aparten de Cristo: que te acerquen a El!
159. Por mi miseria, me quejaba yo a un amigo de que parece que Jesús está de
paso... y de que me deja solo.
--Al instante, reaccioné con dolor, lleno de confianza: no es así, Amor mío:
yo soy quien, sin duda, se apartó de Ti: ya no más!
160. Suplica al Señor su gracia, para purificarte con Amor... y con la
penitencia constante.
161. Dirígete a la Virgen, y pídele que te haga el regalo -prueba de su
cariño por ti- de la contrición, de la compunción por tus pecados, y por los
pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, con dolor de Amor.
-Y, con esa disposición, atrévete a añadir: Madre, Vida, Esperanza mía,
condúceme con tu mano..., y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi
Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos.
-Continúa sin miedo: Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa
María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu
Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús.
162. Madre mía del Cielo: haz que yo vuelva al fervor, al entregamiento, a la
abnegación: en una palabra, al Amor.
163. No me seas comodón! No esperes el año nuevo para tomar resoluciones:
todos los días son buenos para las decisiones buenas. "Hodie, nunc!"
¡Hoy, ahora!
-Suelen ser unos pobres derrotistas los que esperan el año nuevo para
comenzar..., porque, además, luego... no comienzan!
164. De acuerdo, has obrado mal por debilidad. -Pero no entiendo cómo no
reaccionas con clara conciencia: no puedes hacer cosas malas, y decir -o pensar
¡que son santas, o que carecen de importancia.
165. Recuérdalo siempre: las potencias espirituales se nutren de lo que les
proporcionan los sentidos. ¡Custódialos bien!
166. Pierdes la paz ¡y bien lo sabes!-, cuando consientes en puntos que
entrañan descamino.
-¡Decídete a ser coherente y responsable!
167. El recuerdo, imborrable, de los favores recibidos de Dios debe ser siempre
impulso vigoroso; y más aún en la hora de la tribulación.
168. Hay una sola enfermedad mortal, un solo error funesto: conformarse con la
derrota, no saber luchar con espíritu de hijos de Dios. Si falta ese esfuerzo
personal, el alma se paraliza y yace sola, incapaz de dar frutos...
--Con esa cobardía, obliga la criatura al Señor a pronunciar las palabras que
El oyó del paralítico, en la piscina probática: "hominem non habeo!"
¡no tengo hombre!
-¡Qué vergüenza si Jesús no encontrara en ti el hombre, la mujer, que
espera!
169. La lucha ascética no es algo negativo ni, por tanto, odioso, sino
afirmación alegre. Es un deporte.
-El buen deportista no lucha para alcanzar una sola victoria, y al primer
intento. Se prepara, se entrena durante mucho tiempo, con confianza y serenidad:
prueba una y otra vez y, aunque al principio no triunfe, insiste tenazmente,
hasta superar el obstáculo.
170. Todo lo espero de Ti, Jesús mío: conviérteme!
171. Cuando aquel sacerdote, nuestro amigo, firmaba "el pecador", lo
hacía convencido de escribir la verdad.
-¡Dios mío, purifícame también a mí!
172. Si has cometido un error, pequeño o grande, vuelve corriendo a Dios!
--Saborea las palabras del salmo: "cor contritum et humiliatum, Deus, non
despicies" -el Señor jamás despreciará ni se desentenderá de un
corazón contrito y humillado.
173. Dale vueltas, en tu cabeza y en tu alma: Señor, cuántas veces, caído, me
levantaste y, perdonado, me abrazaste contra tu Corazón!
-Dale vueltas..., y no te separes de El nunca jamás.
174. Te ves como un pobrecito, a quien su amo ha quitado la librea ¡sólo
pecador!-, y entiendes la desnudez sentida por nuestros primeros padres.
--Deberías estar siempre llorando. Y mucho has llorado; mucho has sufrido. Sin
embargo eres muy feliz. No te cambiarías por nadie. Tu "gaudium cum
pace" -tu alegría serena, desde hace muchos años, no la pierdes. La
agradeces a Dios, y querrías llevar a todos el secreto de la felicidad.
--Sí: se comprende que muchas veces hayan dicho -aunque nada te importe el
"qué dirán"¡que eres "hombre de paz".
175. Algunos hacen sólo lo que está en las manos de unas pobres criaturas, y
pierden el tiempo. Se repite a la letra la experiencia de Pedro: "Praeceptor,
per totam noctem laborantes nihil cepimus!" -Maestro, hemos trabajado toda
la noche, y no hemos pescado nada.
-Si trabajan por su cuenta, sin unidad con la Iglesia, sin la Iglesia, ¿qué
eficacia tendrá ese apostolado?: ninguna!
--Han de persuadirse de que, por su cuenta!, nada podrán. Tú has de ayudarles
a continuar escuchando el relato evangélico: "in verbo autem tuo laxabo
rete" -fiado en tu palabra, lanzaré la red. Entonces la pesca será
abundante y eficaz.
-¡Qué bonito es rectificar, cuando se ha hecho, por cualquier motivo, un
apostolado por cuenta propia!
176. Escribes, y copio: " Domine, tu scis quia amo te!¨ ¡Señor, Tú
sabes que te amo!: cuántas veces, Jesús, repito y vuelvo a repetir, como una
letanía agridulce, esas palabras de tu Cefas: porque sé que te amo, pero estoy
tan poco seguro de mí!, que no me atrevo a decírtelo claro. Hay tantas
negaciones en mi vida perversa! Tu scis, Domine!¨ ¡Tú sabes que te amo! -Que
mis obras, Jesús, nunca desdigan estos impulsos de mi corazón".
--Insiste en esta oración tuya, que ciertamente El oirá.
177. Repite confiadamente: Señor, si mis lágrimas hubieran sido
contrición!...
--Pídele con humildad que te conceda el dolor que deseas.
178. Cuánta villanía en mi conducta, y cuánta infidelidad a la gracia!
--Madre mía, Refugio de pecadores, ruega por mí; que nunca más entorpezca la
obra de Dios en mi alma.
179. Tan cerca de Cristo, tantos años, y... tan pecador!
--La intimidad de Jesús contigo, ¿no te arranca sollozos?
180. No me falta la verdadera alegría, al contrario... Y, sin embargo, ante el
conocimiento de la propia bajeza, resulta lógico clamar con San Pablo: "
qué hombre tan infeliz soy!"
--Así crecen las ansias de arrancar de raíz la barrera que levanta el propio
yo.
181. No te asustes, ni te desanimes, al descubrir que tienes errores..., y qué
errores!
--Lucha para arrancarlos. Y, mientras luches, convéncete de que es bueno que
sientas todas esas debilidades, porque, si no, serías un soberbio: y la
soberbia aparta de Dios.
182. Pásmate ante la bondad de Dios, porque Cristo quiere vivir en ti...,
también cuando percibes todo el peso de la pobre miseria, de esta pobre carne,
de esta vileza, de este pobre barro.
--Sí, también entonces, ten presente esa llamada de Dios: Jesucristo, que es
Dios, que es Hombre, me entiende y me atiende porque es mi Hermano y mi Amigo.
183. Vives contento, muy feliz, aunque en ocasiones notes el zarpazo de la
tristeza, e incluso palpes casi habitualmente un sedimento real de pesadumbre.
--Pueden coexistir esa alegría y esa congoja, cada una en su
"hombre": aquélla, en el nuevo; la otra, en el viejo.
184. La humildad nace como fruto de conocer a Dios y de conocerse a sí mismo.
185. Señor, te pido un regalo: Amor..., un Amor que me deje limpio. -Y otro
regalo aún: conocimiento propio, para llenarme de humildad.
186. Son santos los que luchan hasta el final de su vida: los que siempre se
saben levantar después de cada tropiezo, de cada caída, para proseguir
valientemente el camino con humildad, con amor, con esperanza.
187. Si tus errores te hacen más humilde, si te llevan a buscar con más fuerza
el asidero de la mano divina, son camino de santidad: "felix culpa!"
¡bendita culpa!, canta la Iglesia.
188. La oración ¡aun la mía!¡es omnipotente.
189. La humildad lleva, a cada alma, a no desanimarse ante los propios yerros.
--La verdadera humildad lleva... a pedir perdón!
190. Si yo fuera leproso, mi madre me abrazaría. Sin miedo ni reparo alguno, me
besaría las llagas.
--Pues, ¿y la Virgen Santísima? Al sentir que tenemos lepra, que estamos
llagados, hemos de gritar: Madre! Y la protección de nuestra Madre es como un
beso en las heridas, que nos alcanza la curación.
191. En el sacramento de la Penitencia, Jesús nos perdona.
--Ahí, se nos aplican los méritos de Cristo, que por amor nuestro está en la
Cruz, extendidos los brazos y cosido al madero -más que con los hierros- con el
Amor que nos tiene.
192. Si alguna vez caes, hijo, acude prontamente a la Confesión y a la
dirección espiritual: enseña la herida!, para que te curen a fondo, para que
te quiten todas las posibilidades de infección, aunque te duela como en una
operación quirúrgica.
193. La sinceridad es indispensable para adelantar en la unión con Dios.
--Si dentro de ti, hijo mío, hay un "sapo", suéltalo! Di primero,
como te aconsejo siempre, lo que no querrías que se supiera. Una vez que se ha
soltado el "sapo" en la Confesión, qué bien se está!
194. "Nam, et si ambulavero in medio umbrae mortis, non timebo mala"
-aunque anduviere en medio de las sombras de la muerte, no tendré temor alguno.
Ni mis miserias, ni las tentaciones del enemigo han de preocuparme, "quoniam
tu mecum es" -porque el Señor está conmigo.
195. Al considerar ahora mismo mis miserias, Jesús, te he dicho: déjate
engañar por tu hijo, como esos padres buenos, padrazos, que ponen en las manos
de su niño el don que de ellos quieren recibir..., porque muy bien saben que
los niños nada tienen.
--Y qué alborozo el del padre y el del hijo, aunque los dos estén en el
secreto!
196. Jesús, Amor, pensar que puedo volver a ofenderte!... "Tuus sum
ego..., salvum me fac!" -soy tuyo: sálvame!
197. A ti, que te ves tan falto de virtudes, de talento, de condiciones..., ¿no
te dan ganas de clamar como Bartimeo, el ciego: Jesús, hijo de David, ten
compasión de mi.
--Qué hermosa jaculatoria, para que la repitas muchas veces: Señor, ten
compasión de mí!
- -Te oirá y te atenderá.
198. Alimenta en tu alma el afán de reparación, para conseguir cada día una
contrición mayor.
199. Si eres fiel, podrás llamarte vencedor.
--En tu vida, aunque pierdas algunos combates, no conocerás derrotas. No
existen fracasos -convéncete-, si obras con rectitud de intención y con afán
de cumplir la Voluntad de Dios.
--Entonces, con éxito o sin éxito, triunfarás siempre, porque habrás hecho
el trabajo con Amor.
200. Estoy seguro de que El acogió tu súplica humilde y encendida: Oh, Dios
mío!, no me importa el "qué dirán": perdón, por mi vida infame:
que yo sea santo!... Pero sólo para Ti.
201. En la vida del cristiano, "todo" tiene que ser para Dios:
también las debilidades personales, rectificadas!, que el Señor comprende y
perdona.
202. ¿Qué te he hecho, Jesús, para que así me quieras? Ofenderte... y
amarte.
--Amarte: a esto va a reducirse mi vida.
203. Todos esos consuelos del Amo, ¿no serán para que yo esté pendiente de
El, sirviéndole en las cosas pequeñas, y poder así servirle en las grandes?
--Propósito: dar gusto al buen Jesús en los detalles minúsculos de la vida
cotidiana.
204. Hay que amar a Dios, porque el corazón está hecho para amar. Por eso, si
no lo ponemos en Dios, en la Virgen, Madre nuestra, en las almas..., con un
afecto limpio, el corazón se venga..., y se convierte en una gusanera.
205. Di al Señor, con todas las veras de tu alma: a pesar de todas mis
miserias, estoy loco de Amor!, estoy borracho de Amor!
206. Dolido de tanta caída, de aquí en adelante -con la ayuda de Dios- estaré
siempre en la Cruz.
207. Lo que perdió la carne, páguelo la carne: haz penitencia generosa.
208. Invoca al Señor, suplicándole el espíritu de penitencia propio del que
todos los días se sabe vencer, ofreciéndole calladamente y con abnegación ese
vencimiento constante.
209. Repite en tu oración personal, cuando sientas la flaqueza de la carne:
Señor, Cruz para este pobre cuerpo mío, que se cansa y que se subleva!
210. Qué buena razón la de aquel sacerdote, cuando predicaba así:
"Jesús me ha perdonado toda la muchedumbre de mis pecados ¡cuánta
generosidad!-, a pesar de mi ingratitud. Y, si a María Magdalena le fueron
perdonados muchos pecados, porque amó mucho, a mí, que todavía me ha
perdonado más, qué gran deuda de amor me queda!"
-Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me sea
preciso morir por Ti, ya no te abandonaré.
211. Lázaro resucitó porque oyó la voz de Dios: y enseguida quiso salir de
aquel estado. Si no hubiera "querido" moverse, habría muerto de
nuevo.
-Propósito sincero: tener siempre fe en Dios; tener siempre esperanza en Dios;
amar siempre a Dios..., que nunca nos abandona, aunque estemos podridos como
Lázaro.
212. Admira esta paradoja amable de la condición de cristiano: nuestra propia
miseria es la que nos lleva a refugiarnos en Dios, a "endiosarnos", y
con El lo podemos todo.
213. Cuando hayas caído, o te encuentres agobiado por la carga de tus miserias,
repite con segura esperanza: Señor, mira que estoy enfermo; Señor, Tú, que
por amor has muerto en la Cruz por mí, ven a curarme.
-Confía, insisto: persevera llamando a su Corazón amantísimo. Como a los
leprosos del Evangelio, te dará la salud.
214. Llénate de confianza en Dios y ten, cada día más hondo, un gran deseo de
no huir jamás de El.
215. Virgen Inmaculada, Madre!, no me abandones: mira cómo se llena de
lágrimas mi pobre corazón. ¡No quiero ofender a mi Dios!
--Ya sé, y pienso que no lo olvidaré nunca, que no valgo nada: cuánto me pesa
mi poquedad, mi soledad! Pero... no estoy solo: tú, Dulce Señora, y mi Padre
Dios no me dejáis.
-Ante la rebelión de mi carne y ante las razones diabólicas contra mi Fe, amo
a Jesús y creo: Amo y Creo.
216. Con la gracia de Dios, tú has de acometer y realizar lo imposible...,
porque lo posible lo hace cualquiera.
217. Rechaza tu pesimismo y no consientas pesimistas a tu lado. -Es preciso
servir a Dios con alegría y con abandono.
218. Aparta de ti esa prudencia humana que te hace tan precavido, perdóname!,
tan cobarde.
-¡No seamos personas de vía estrecha, hombres o mujeres menores de edad,
cortos de vista, sin horizonte sobrenatural...! ¿Acaso trabajamos para
nosotros? No!
-Pues, entonces, digamos sin miedo: Jesús de mi alma, trabajamos para Ti, y...
¿nos vas a negar los medios materiales? Bien conoces lo ruines que somos; sin
embargo, yo no me conduciría así con un criado que me sirviera...
-Por eso, esperamos, estamos seguros de que nos darás lo necesario para
servirte.
219. Acto de fe: contra El no se puede! Ni contra los suyos!
--No lo olvides.
220. No te desalientes, adelante!, adelante con una tozudez que es santa y que
se llama, en lo espiritual, perseverancia.
221. Dios mío: siempre acudes a las necesidades verdaderas.
222. No vas peor. -Es que ahora tienes más luces para conocerte: evita hasta el
más pequeño asomo de desánimo!
223. En el camino de la santificación personal, se puede a veces tener la
impresión de que, en lugar de avanzar, se retrocede; de que, en vez de mejorar,
se empeora.
-Mientras haya lucha interior, ese pensamiento pesimista es sólo una falsa
ilusión, un engaño, que conviene rechazar.
--Persevera tranquilo: si peleas con tenacidad, progresas en tu camino y te
santificas.
224. Sequedad interior no es tibieza. En el tibio, el agua de la gracia no
empapa, resbala... En cambio, hay secanos en apariencia áridos que, con pocas
gotas de lluvia, se colman a su tiempo de flores y de sabrosos frutos.
-Por eso, ¿cuándo nos convenceremos?: qué importancia tiene la docilidad a
las llamadas divinas de cada instante, porque Dios nos espera precisamente ahí!
225. Ten picardía santa: no aguardes a que el Señor te envíe contrariedades;
adelántate tú, con la expiación voluntaria. -Entonces no las acogerás con
resignación -que es palabra vieja-, sino con Amor: palabra eternamente joven.
226. Hoy, por vez primera, has tenido la sensación de que todo se hace más
sencillo, de que se te "descomplica" todo: ves eliminados, por fin,
problemas que te preocupaban. Y comprendes que estarán más y mejor resueltos,
cuanto más te abandones en los brazos de tu Padre Dios.
- ¿A qué esperas para conducirte siempre ¡éste ha de ser el motivo de tu
vivir!¡como un hijo de Dios?
227. Dirígete a la Virgen -Madre, Hija, Esposa de Dios, Madre nuestra-, y
pídele que te obtenga de la Trinidad Beatísima más gracias: la gracia de la
fe, de la esperanza, del amor, de la contrición, para que, cuando en la vida
parezca que sopla un viento fuerte, seco, capaz de agostar esas flores del alma,
no agoste las tuyas..., ni las de tus hermanos.
228. Llénate de fe, de seguridad! -Nos lo dice el Señor por boca de Jeremías:
"orabitis me, et ego exaudiam vos" -siempre que acudáis a Mí,
siempre que hagáis oración!, Yo os escucharé.
229. Todo lo refiero a Ti, Dios mío. Sin Ti -que eres mi Padre-, ¿qué sería
de mí?
230. Déjame que te dé un consejo de alma experimentada: tu oración -tu vida
ha de ser orar siempre- debe tener la confianza de "la oración de un
niño".
231. Presentan a Jesús un enfermo, y El le mira. -Contempla bien la escena y
medita sus palabras: "confide, fili" -ten confianza, hijo.
- Eso te dice el Señor, cuando sientes el peso de los errores: fe! La fe es lo
primero; después, dejarse llevar como el paralítico: obediencia interior y
sumisa!
232. Hijo, por tus propias fuerzas, no puedes nada en el terreno sobrenatural;
pero, siendo instrumento de Dios, lo podrás todo!: "omnia possum in eo qui
me confortat!" ¡todo lo puedo en Aquél que me conforta!, pues El quiere,
por su bondad, utilizar instrumentos ineptos, como tú y como yo.
233. Siempre que hagas oración, esfuérzate por tener la fe de los enfermos del
Evangelio. Debes estar seguro de que Jesús te escucha.
234. Madre mía! Las madres de la tierra miran con mayor predilección al hijo
más débil, al más enfermo, al más corto, al pobre lisiado...
- ¡Señora!, yo sé que tú eres más Madre que todas las madres juntas... -Y,
como yo soy tu hijo... Y, como yo soy débil, y enfermo... y lisiado... y feo...
235. Nos falta fe. El día en que vivamos esta virtud -confiando en Dios y en su
Madre-, seremos valientes y leales. Dios, que es el Dios de siempre, obrará
milagros por nuestras manos.
- ¡Dame, oh Jesús, esa fe, que de verdad deseo! Madre mía y Señora mía,
María Santísima, haz que yo crea!
236. Una firme resolución: abandonarme en Jesucristo, con todas mis miserias. Y
lo que El quiera, en cada instante, "fiat!" ¡sea!
237. Nunca te desalientes, porque el Señor está siempre dispuesto a darte la
gracia necesaria para esa nueva conversión que necesitas, para esa ascensión
en el terreno sobrenatural.
238. Dios sea bendito!, te decías después de acabar tu Confesión sacramental.
Y pensabas: es como si volviera a nacer.
- Luego, proseguiste con serenidad: "Domine, quid me vis facere?"
-Señor, ¿qué quieres que haga?
- -Y tú mismo te diste la respuesta: con tu gracia, por encima de todo y de
todos, cumpliré tu Santísima Voluntad: "serviam!" ¡te serviré sin
condiciones!
239. Narra el Evangelista que los Magos, "videntes stellam" -al ver de
nuevo la estrella-, se llenaron de una gran alegría.
- -Se alegran, hijo, con ese gozo inmenso, porque han hecho lo que debían; y se
alegran porque tienen la seguridad de que llegarán hasta el Rey, que nunca
abandona a quienes le buscan.
240. Cuando ames de verdad la Voluntad de Dios, no dejarás de ver, aun en los
momentos de mayor trepidación, que nuestro Padre del Cielo está siempre cerca,
muy cerca, a tu lado, con su Amor eterno, con su cariño infinito.
241. Si el panorama de tu vida interior, de tu alma, está oscuro, déjate
conducir de la mano, como hace el ciego.
--El Señor, con el tiempo, premia esta humillación de rendir la cabeza, dando
claridad.
242. Tener miedo a algo o a alguien, pero especialmente a quien dirige nuestra
alma, es impropio de un hijo de Dios.
243. ¿No te conmueve oír una palabra de cariño para tu madre?
--Pues al Señor le ocurre igual. No podemos separar a Jesús de su Madre.
244. En momentos de agotamiento, de hastío, acude confiadamente al Señor,
diciéndole, como aquel amigo nuestro: "Jesús: Tú verás lo que haces...:
antes de comenzar la lucha, ya estoy cansado".
- -El te dará su fuerza.
245. Si no hay dificultades, las tareas no tienen gracia humana..., ni
sobrenatural. -Si, al clavar un clavo en la pared, no encuentras oposición,
¿qué podrás colgar ahí?
246. Parece mentira que un hombre como tú -que te sabes nada, dices- se atreva
a poner obstáculos a la gracia de Dios.
- Eso es lo que haces con tu falsa humildad, con tu "objetividad", con
tu pesimismo.
247. Dame gracia para dejar todo lo que se refiere a mi persona. Yo no debo
tener más preocupaciones que tu Gloria..., en una palabra, tu Amor. ¡Todo por
Amor!
248. "Oyendo esto -que ha venido a la tierra el Rey-, Herodes se turbó, y
con él toda Jerusalén".
- Es la vida cotidiana! Esto mismo sucede ahora: ante la grandeza de Dios, que
se manifiesta de mil modos, no faltan personas -incluso constituidas en
autoridad- que se turban. Porque... no aman del todo a Dios; porque no son
personas que desean encontrarle de veras; porque no quieren seguir sus
inspiraciones, y se hacen obstáculo en el camino divino. *
-Estáte prevenido, sigue trabajando, no te preocupes, busca al Señor, reza...,
y El triunfará.
249. No estás solo. -Ni tú ni yo podemos encontrarnos solos. Y menos, si vamos
a Jesús por María, pues es una Madre que nunca nos abandonará.
250. Cuando te parezca que el Señor te abandona, no te entristezcas: búscale
con más empeño! El, el Amor, no te deja solo.
-Persuádete de que "te deja solo" por Amor, para que veas con
claridad en tu vida lo que es suyo y lo que es tuyo.
251. Me decías: "me veo, no sólo incapaz de ir adelante en el camino,
sino incapaz de salvarme ¡pobre alma mía!-, sin un milagro de la gracia. Estoy
frío y –peor- como indiferente: igual que si fuera un espectador de mi caso¨,
a quien nada importara lo que contempla. ¿Serán estériles estos días?
- Y, sin embargo, mi Madre es mi Madre, y Jesús es -¿me atrevo?¡ mi Jesús! Y
hay almas santas, ahora mismo, pidiendo por mí".
- -Sigue andando de la mano de tu Madre, te repliqué, y "atrévete" a
decirle a Jesús que es tuyo. Por su bondad, El pondrá luces claras en tu alma.
252. Dame, Jesús, Cruz sin cirineos. Digo mal: tu gracia, tu ayuda me hará
falta, como para todo; sé Tú mi Cirineo. Contigo, mi Dios, no hay prueba que
me espante...
- -Pero, ¿y si la Cruz fuera el tedio, la tristeza? -Yo te digo, Señor, que,
Contigo, estaría alegremente triste.
253. No perdiéndote a Ti, para mí no habrá pena que sea pena.
254. A nadie niega Jesús su palabra, y es una palabra que sana, que consuela,
que ilumina.
- -Para que tú y yo lo recordemos siempre, también cuando nos encontremos
fatigados por el peso del trabajo o de la contradicción.
255. No esperes por tu labor el aplauso de las gentes.
-¡Más!: no esperes siquiera, a veces, que te comprendan otras personas e
instituciones, que también trabajan por Cristo.
--Busca sólo la gloria de Dios y, amando a todos, no te preocupe que otros no
te entiendan.
256. Si hay montes, obstáculos, incomprensiones, trapisondas, que satanás
quiere y el Señor permite, has de tener fe, fe con obras, fe con sacrificio, fe
con humildad.
257. Ante la aparente esterilidad del apostolado, te asaltan las vanguardias de
una oleada de desaliento, que tu fe rechaza con firmeza... -Pero te das cuenta
de que necesitas más fe, humilde, viva y operativa.
- Tú, que deseas la salud de las almas, grita como el padre de aquel muchacho
enfermo, poseído por el diablo: "Domine, adiuva incredulitatem meam!"
¡Señor, ayuda mi incredulidad!
- No lo dudes: se repetirá el milagro.
258. Qué bonita oración, para que la repitas con frecuencia, la de aquel amigo
que pedía por un sacerdote encarcelado por odio a la religión: "Dios
mío, consuélale, porque sufre persecución por Ti. Cuántos sufren, porque te
sirven!"
- ¡Qué alegría da la Comunión de los Santos!
259. Esas medidas, que toman algunos gobiernos para asegurarse de la muerte de
la fe en sus países, me recuerdan los sellos del Sanedrín en el Sepulcro de
Jesús.
- -El, que no estaba sujeto a nada ni a nadie, a pesar de esas trabas,
resucitó!
260. La solución es amar. San Juan Apóstol escribe unas palabras que a mí me
hieren mucho: "qui autem timet, non est perfectus in caritate". Yo lo
traduzco así, casi al pie de la letra: el que tiene miedo, no sabe querer.
- -Luego tú, que tienes amor y sabes querer, no puedes tener miedo a nada!
¡Adelante!
261. Dios está contigo. En tu alma en gracia habita la Trinidad Beatísima.
- -Por eso, tú, a pesar de tus miserias, puedes y debes estar en continua
conversación con el Señor.
262. Has de orar siempre, siempre.
- -Has de sentir la necesidad de acudir a Dios, después de cada éxito y de
cada fracaso, en la vida interior.
263. Que tu oración sea siempre un sincero y real acto de adoración a Dios.
264. Al traerte a la Iglesia, el Señor ha puesto en tu alma un sello indeleble,
por medio del Bautismo: eres hijo de Dios. -No lo olvides.
265. Dale muchas gracias a Jesús, porque por El, con El y en El, tú te puedes
llamar hijo de Dios.
266. Si nos sentimos hijos predilectos de nuestro Padre de los Cielos, que eso
somos!, ¿cómo no vamos a estar alegres siempre? -Piénsalo.
267. Cuando daba la Sagrada Comunión, aquel sacerdote sentía ganas de gritar:
ahí te entrego la Felicidad!
268. Agiganta tu fe en la Sagrada Eucaristía. ¡Pásmate ante esa realidad
inefable!: tenemos a Dios con nosotros, podemos recibirle cada día y, si
queremos, hablamos íntimamente con El, como se habla con el amigo, como se
habla con el hermano, como se habla con el padre, como se habla con el Amor.
269. Qué hermosa es nuestra vocación de cristianos ¡de hijos de Dios!-, que
nos trae en la tierra la alegría y la paz que el mundo no puede dar!
270. Dame, Señor, el amor con que quieres que te ame.
271. Aquella mañana -para superar la sombra de pesimismo que te asaltaba-
también insististe, como haces a diario..., pero te "metiste" más
con tu Ángel. Le echaste piropos y le dijiste que te enseñara a amar a Jesús,
siquiera, siquiera, como le ama él... Y te quedaste tranquilo.
272. A tu Madre María, a San José, a tu Ángel Custodio... ruégales que
hablen al Señor, diciéndole lo que, por tu torpeza, tú no sabes expresar.
273. Llénate de seguridad: nosotros tenemos por Madre a la Madre de Dios, la
Santísima Virgen María, Reina del Cielo y del Mundo.
274. Jesús nació en una gruta de Belén, dice la Escritura, "porque no
hubo lugar para ellos en el mesón".
--No me aparto de la verdad teológica, si te digo que Jesús está buscando
todavía posada en tu corazón.
275. El Señor está en la Cruz, diciendo: Yo padezco para que mis hermanos los
hombres sean felices, no sólo en el Cielo, sino también -en lo posible- en la
tierra, si acatan la Santísima Voluntad de mi Padre celestial.
276. Es verdad que tú no pones nada de tu parte, que en tu alma todo lo hace
Dios.
- -Pero que, desde el punto de vista de tu correspondencia, no sea así.
277. Ejercítate en la virtud de la esperanza, perseverando -por Dios, y aunque
te cueste¡ en tu trabajo bien acabado, con el convencimiento de que tu esfuerzo
no es inútil ante el Señor.
278. Cuando en tu lucha diaria, compuesta ordinariamente de muchos pocos, hay
deseos y realidades de agradar a Dios de continuo, te lo aseguro: nada se
pierde!
279. Piensa, porque es así: qué bueno es el Señor, que me ha buscado, que me
ha hecho conocer este camino santo para ser eficaz, para amar a las criaturas
todas y darles la paz y la alegría!
- -Este pensamiento ha de concretarse luego en propósitos.
280. Sabes que no te faltará la gracia de Dios, porque te ha escogido desde la
eternidad. Y, si te ha tratado así, te concederá todos los auxilios, para que
le seas fiel, como hijo suyo.
-Camina, pues, con seguridad y con correspondencia actual.
281. Pido a la Madre de Dios que nos sepa, que nos quiera sonreír..., y nos
sonreirá.
- Y, además, en la tierra premiará nuestra generosidad con el mil por uno: el
mil por uno, le pido!
282. Practica una caridad alegre, dulce y recia, humana y sobrenatural; caridad
afectuosa, que sepa acoger a todos con una sincera sonrisa habitual; que sepa
comprender las ideas y los sentimientos de los demás.
- -Así, suavemente y fuertemente, sin ceder en la conducta personal ni en la
doctrina, la caridad de Cristo -bien vivida- te dará el espíritu de conquista:
tendrás cada día más hambre de trabajo por las almas.
283. Hijo, te decía seguro: para pegar nuestra "locura" a otros
apóstoles, no se me ocultan los "obstáculos" que encontraremos.
Algunos podrán parecer insuperables..., mas "inter medium montium
pertransibunt aquae" -las aguas pasarán a través de las montañas: el
espíritu sobrenatural y el ímpetu de nuestro celo horadarán los montes, y
superaremos esos obstáculos.
284. " Dios mío, Dios mío! Todos igualmente queridos, por Ti, en Ti y
Contigo: y, ahora, todos dispersos", te quejabas, al verte de nuevo solo y
sin medios humanos.
--Pero inmediatamente el Señor puso en tu alma la seguridad de que El lo
resolvería. Y le dijiste: Tú lo arreglarás!
- -Efectivamente, el Señor dispuso todo antes, más y mejor de lo que tú
esperabas.
285. Es justo que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo coronen a la Virgen
como Reina y Señora de todo lo creado.
- ¡Aprovéchate de ese poder! y, con atrevimiento filial, únete a esa fiesta
del Cielo. -Yo, a la Madre de Dios y Madre mía, la corono con mis miserias
purificadas, porque no tengo piedras preciosas ni virtudes.
- ¡Anímate!
286. Quiero prevenirte ante una dificultad que quizá puede presentarse: la
tentación del cansancio, del desaliento.
- -¿No está fresco aún el recuerdo de una vida -la tuya- sin rumbo, sin meta,
sin salero, que la luz de Dios y tu entrega han encauzado y llenado de alegría?
- -No cambies tontamente esto por aquello.
287. Si notas que no puedes, por el motivo que sea, dile, abandonándote en El:
Señor, confío en Ti, me abandono en Ti, pero ayuda mi debilidad!
- Y lleno de confianza, repítele: mírame, Jesús, soy un trapo sucio; la
experiencia de mi vida es tan triste, no merezco ser hijo tuyo. Díselo...; y
díselo muchas veces.
-No tardarás en oír su voz: "ne timeas!" ¡no temas!; o también:
"surge et ambula!" ¡levántate y anda!
288. Me comentabas, todavía indeciso: cómo se notan esos tiempos en los que el
Señor me pide más!
- -Sólo se me ocurrió recordarte: me asegurabas que únicamente querías
identificarte con El, ¿por qué te resistes?
289. Ojalá sepas cumplir ese propósito que te has fijado: "morir un poco
a mí mismo, cada día".
290. La alegría, el optimismo sobrenatural y humano, son compatibles con el
cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas -porque tenemos corazón-,
con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica.
- El, "perfectus Deus, perfectus Homo" -perfecto Dios y perfecto
Hombre-, que tenía toda la felicidad del Cielo, quiso experimentar la fatiga y
el cansancio, el llanto y el dolor..., para que entendamos que ser
sobrenaturales supone ser muy humanos.
291. Te pide Jesús oración... Lo ves claro.
- -Sin embargo, qué falta de correspondencia! Te cuesta mucho todo: eres como
el niño que tiene pereza de aprender a andar. Pero en tu caso, no es sólo
pereza. Es también miedo, falta de generosidad.
292. Repite con frecuencia: Jesús, si alguna vez se insinúa en mi alma la duda
entre lo que Tú me pides o seguir otras ambiciones nobles, te digo desde ahora
que prefiero tu camino, cueste lo que cueste. No me dejes!
293. Busca la unión con Dios, y llénate de esperanza ¡virtud segura!-, porque
Jesús, con las luces de su misericordia, te alumbrará, aun en la noche más
oscura.
294. Así discurría tu oración: "me pesan mis miserias, pero no me
agobian porque soy hijo de Dios. Expiar. Amar... Y –añadías- deseo servirme
de mi debilidad, como San Pablo, persuadido de que el Señor no abandona a los
que en El confían".
- -Sigue así, te confirmé, porque -con la gracia de Dios- podrás, y
superarás tus miserias y tus pequeñeces.
295. Cualquier momento es propicio para hacer un propósito eficaz, para decir
creo, para decir espero, para decir amo.
296. Aprende a alabar al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Aprende a tener
una especial devoción a la Santísima Trinidad: creo en Dios Padre, creo en
Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo; espero en Dios Padre, espero en Dios
Hijo, espero en Dios Espíritu Santo; amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a
Dios Espíritu Santo. Creo, espero y amo a la Trinidad Beatísima.
- -Hace falta esta devoción como un ejercicio sobrenatural del alma, que se
traduce en actos del corazón, aunque no siempre se vierta en palabras.
297. El sistema, el método, el procedimiento, la única manera de que tengamos
vida -abundante y fecunda en frutos sobrenaturales- es seguir el consejo del
Espíritu Santo, que nos llega a través de los Hechos de los Apóstoles: "omnes
erant perseverantes unanimiter in oratione" -todos perseveraban
unánimemente en la oración.
- -Sin oración, nada!
298. Mi Señor Jesús tiene un Corazón más sensible que todos los corazones de
todos los hombres buenos juntos. Si un hombre bueno (medianamente bueno) sabe
que una determinada persona le quiere, sin esperar satisfacción o premio alguno
(ama por amar); y conoce también que esta persona sólo desea que él no se
oponga a ser amado, aunque sea de lejos..., no tardará en corresponder a un
amor tan desinteresado.
- -Si el Amado es tan poderoso que lo puede todo, estoy seguro de que, además
de terminar por rendirse ante el amor fiel de la criatura (a pesar de las
miserias de esa pobre alma), dará al amante la hermosura, la ciencia, y el
poder sobrehumanos que sean precisos, para que los ojos de Jesús no se manchen,
al fijarse en el pobre corazón que le adora.
- -Niño, ama: ama y espera
299. Si con sacrificio siembras Amor, también recogerás Amor.
300. Niño: ¿no te enciendes en deseos de hacer que todos le amen?
301. Jesús -niño, Jesús- adolescente: me gusta verte así, Señor, porque...
me atrevo a más. Me gusta verte chiquitín, como desamparado, para hacerme la
ilusión de que me necesitas.
302. Siempre que entro en el oratorio, le digo al Señor -he vuelto a ser niño-
que le quiero más que nadie.
303. Qué estupenda es la eficacia de la Sagrada Eucaristía, en la acción -y
antes en el espíritu- de las personas que la reciben con frecuencia y
piadosamente.
304. Si aquellos hombres, por un trozo de pan -aun cuando el milagro de la
multiplicación sea muy grande-, se entusiasman y te aclaman, ¿qué deberemos
hacer nosotros por los muchos dones que nos has concedido, y especialmente
porque te nos entregas sin reserva en la Eucaristía?
305. Niño bueno: los amadores de la tierra cómo besan las flores, la carta, el
recuerdo del que aman!...
- -Y tú, ¿podrás olvidarte alguna vez de que le tienes siempre a tu lado... a
El!? -¿Te olvidarás... de que le puedes comer?
306. Asoma muchas veces la cabeza al oratorio, para decirle a Jesús: ...me
abandono en tus brazos.
- -Deja a sus pies lo que tienes: tus miserias!
- -De este modo, a pesar de la turbamulta de cosas que llevas detrás de ti,
nunca me perderás la paz.
307. Reza seguro con el Salmista: " Señor, Tú eres mi refugio y mi
fortaleza, confío en Ti!"
- Te garantizo que El te preservará de las insidias del "demonio
meridiano" -en las tentaciones y... en las caídas!-, cuando la edad y las
virtudes tendrían que ser maduras, cuando deberías saber de memoria que sólo
El es la Fortaleza.
308. ¿Tú piensas que en la vida se agradece un servicio prestado de mala gana?
Evidentemente, no. Y hasta se llega a concluir: sería mejor que no lo hiciera.
-¿Y tú consideras que puedes servir a Dios con mala cara? No! -Has de servirle
con alegría, a pesar de tus miserias, que ya las quitaremos con la ayuda
divina.
309. Te asaltan dudas, tentaciones con facha elegante.
--Me gusta oírte: se ve que el demonio te considera enemigo, y que la gracia de
Dios no te desampara. Sigue luchando!
310. La mayor parte de los que tienen problemas personales, "los
tienen" por el egoísmo de pensar en sí mismos.
311. Parece que hay calma. Pero el enemigo de Dios no duerme...
- ¡También el Corazón de Jesús vela! Esa es mi esperanza.
312. La santidad está en la lucha, en saber que tenemos defectos y en tratar
heroicamente de evitarlos.
- La santidad –insisto- está en superar esos defectos..., pero nos moriremos
con defectos: si no, ya te lo he dicho, seríamos unos soberbios.
313. Gracias Señor, porque -al permitir la tentación- nos das también la
hermosura y la fortaleza de tu gracia, para que seamos vencedores! Gracias,
Señor, por las tentaciones, que permites para que seamos humildes!
314. No me abandones, Señor mío: ¿no ves a qué abismo sin fondo iría a
parar este pobre hijo tuyo?
- -Madre mía: soy también hijo tuyo.
315. No se puede llevar una vida limpia sin la ayuda divina. Dios quiere nuestra
humildad, quiere que le pidamos su ayuda, a través de nuestra Madre y Madre
suya.
- Tienes que decir a la Virgen, ahora mismo, en la soledad acompañada de tu
corazón, hablando sin ruido de palabras: Madre mía, este pobre corazón mío
se rebela algunas veces... Pero si tú me ayudas... -Y te ayudará, para que lo
guardes limpio y sigas por el camino a que Dios te ha llamado: la Virgen te
facilitará siempre el cumplimiento de la Voluntad de Dios.
316. Para custodiar la santa pureza, la limpieza de vida, has de amar y de
practicar la mortificación diaria.
317.¡ Cuando sientas el aguijón de la pobre carne, que a veces ataca con
violencia, besa el Crucifijo, bésalo muchas veces!, con eficacia de voluntad,
aunque te parezca que lo haces sin amor.
318. Ponte cada día delante del Señor y, como aquel hombre necesitado del
Evangelio, dile despacio, con todo el afán de tu corazón: "Domine, ut
videam!" ¡Señor, que vea!; que vea lo que Tú esperas de mí y luche para
serte fiel.
319.¡ Dios mío, qué fácil es perseverar, sabiendo que Tú eres el Buen
Pastor, y nosotros -tú y yo...¡ovejas de tu rebaño!
- -Porque bien nos consta que el Buen Pastor da su vida entera por cada una de
sus ovejas.
320. Hoy, en tu oración, te confirmaste en el propósito de hacerte santo. Te
entiendo cuando añades, concretando: sé que lo lograré: no porque esté
seguro de mí, Jesús, sino porque... estoy seguro de Ti.
321. Tú, solo, sin contar con la gracia, no podrás nada de provecho, porque
habrás cortado el camino de las relaciones con Dios.
- -Con la gracia, en cambio, lo puedes todo.
322. ¿Quieres aprender de Cristo y tomar ejemplo de su vida? -Abre el Santo
Evangelio, y escucha el diálogo de Dios con los hombres..., contigo.
323. Jesús sabe bien lo que conviene..., y yo amo y amaré siempre su Voluntad.
El es el que maneja "los muñecos" y, si es un medio para nuestro fin,
a pesar de esos hombres sin Dios que se empeñan en poner obstáculos, me dará
lo que pido.
324. La fe verdadera se descubre por la humildad.
- "Dicebat enim intra se" -decía aquella pobrecita mujer dentro de
sí: "si tetigero tantum vestimentum eius, salva ero" -con sólo que
toque la orla de su vestidura, quedaré sana.
- ¡Qué humildad la suya, fruto y señal de su fe!
325. Si Dios te da la carga, Dios te dará la fuerza.
326. Invoca al Espíritu Santo en el examen de conciencia, para que tú conozcas
más a Dios, para que te conozcas a ti mismo, y de esta manera puedas
convertirte cada día.
327. Dirección espiritual. No te opongas a que, con sentido sobrenatural y con
santa desvergüenza, revuelvan en tu alma, para comprobar hasta qué punto
puedes ¡y quieres!¡dar gloria a Dios.
328. "Quomodo fiet istud quoniam virum non cognosco?" -¿cómo podrá
obrarse este prodigio, si no conozco varón? Pregunta de María al Ángel, que
es reflejo de su Corazón sincero.
- Mirando a la Virgen Santa, me he confirmado en una norma clara: para tener paz
y vivir en paz, hemos de ser muy sinceros con Dios, con quienes dirigen nuestra
alma y con nosotros mismos.
329. El niño bobo llora y patalea, cuando su madre cariñosa hinca un alfiler
en su dedo para sacar la espina que lleva clavada... El niño discreto, quizá
con los ojos llenos de lágrimas -porque la carne es flaca-, mira agradecido a
su madre buena, que le hace sufrir un poco, para evitar mayores males.
- -Jesús, que sea yo niño discreto.
330. Niño, pobre borrico: si, con Amor, el Señor ha limpiado tus negras
espaldas, acostumbradas al estiércol, y te carga de aparejos de raso y sobre
ellos pone joyas deslumbrantes, pobre borrico!, no olvides que
"puedes", por tu culpa, arrojar la hermosa carga por los suelos...,
pero tú solo "no puedes" volvértela a cargar.
331. Descansa en la filiación divina. Dios es un Padre ¡tu Padre!¡lleno de
ternura, de infinito amor.
--Llámale Padre muchas veces, y dile -a solas- que le quieres, que le quieres
muchísimo!: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo.
332. La alegría es consecuencia necesaria de la filiación divina, de sabernos
queridos con predilección por nuestro Padre Dios, que nos acoge, nos ayuda y
nos perdona.
- -Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene
abajo, no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas.
333. La mayor muestra de agradecimiento a Dios es amar apasionadamente nuestra
condición de hijos suyos.
334. Estás como el pobrete que de pronto se entera de que es hijo del Rey! -Por
eso, ya sólo te preocupa en la tierra la Gloria -toda la Gloria- de tu Padre
Dios.
335. Niño amigo, dile: Jesús, sabiendo que te quiero y que me quieres, lo
demás nada me importa: todo va bien.
336. -Mucho he pedido a la Señora, me asegurabas. Y te corregías: digo mal,
mucho he expuesto a la Señora.
337. "Todo lo puedo en Aquél que me conforta". Con El no hay
posibilidad de fracaso, y de esta persuasión nace el santo "complejo de
superioridad" para afrontar las tareas con espíritu de vencedores, porque
nos concede Dios su fortaleza.
338. Ante el lienzo, con afanes de superación, exclamaba aquel artista: Señor,
quiero colorearte treinta y ocho corazones, treinta y ocho ángeles rompiéndose
siempre de amor por Ti: treinta y ocho maravillas bordadas en tu cielo, treinta
y ocho soles en tu manto, treinta y ocho fuegos, treinta y ocho amores, treinta
y ocho locuras, treinta y ocho alegrías...
- Después, humilde, reconocía: eso es la imaginación y el deseo. La realidad
son treinta y ocho figuras poco logradas que, más que dar satisfacción,
mortifican la vista.
339. No podemos tener la pretensión de que los Ángeles nos obedezcan... Pero
tenemos la absoluta seguridad de que los Santos Ángeles nos oyen siempre.
340. Déjate conducir por Dios. Te llevará por "su camino",
sirviéndose de adversidades sin cuento..., y quizá hasta de tu haraganería,
para que se vea que la tarea tuya la realiza El.
341. Pídele sin miedo, insiste. Acuérdate de la escena que nos relata el
Evangelio sobre la multiplicación de los panes. -Mira con qué magnanimidad
responde a los Apóstoles: ¿cuántos panes tenéis?, ¿cinco?... ¿Qué me
pedís?... Y El da seis, cien, miles... ¿Por qué?
- -Porque Cristo ve nuestras necesidades con una sabiduría divina, y con su
omnipotencia puede y llega más lejos que nuestros deseos.
- El Señor ve más allá de nuestra pobre lógica y es infinitamente generoso!
342. Cuando se trabaja por Dios, hay que tener "complejo de
superioridad", te he señalado.
- Pero, me preguntabas, ¿esto no es una manifestación de soberbia? ¡No! Es
una consecuencia de la humildad, de una humildad que me hace decir: Señor, Tú
eres el que eres. Yo soy la negación. Tú tienes todas las perfecciones: el
poder, la fortaleza, el amor, la gloria, la sabiduría, el imperio, la
dignidad... Si yo me uno a Ti, como un hijo cuando se pone en los brazos fuertes
de su padre o en el regazo maravilloso de su madre, sentiré el calor de tu
divinidad, sentiré las luces de tu sabiduría, sentiré correr por mi sangre tu
fortaleza.
343. Si tienes presencia de Dios, por encima de la tempestad que ensordece, en
tu mirada brillará siempre el sol; y, por debajo del oleaje tumultuoso y
devastador, reinarán en tu alma la calma y la serenidad.
344. Para un hijo de Dios, cada jornada ha de ser ocasión de renovarse, con la
seguridad de que, ayudado por la gracia, llegará al fin del camino, que es el
Amor.
- Por eso, si comienzas y recomienzas, vas bien. Si tienes moral de victoria, si
luchas, con el auxilio de Dios, vencerás! No hay dificultad que no puedas
superar!
345. Llégate a Belén, acércate al Niño, báilale, dile tantas cosas
encendidas, apriétale contra el corazón...
-No hablo de niñadas: hablo de amor! Y el amor se manifiesta con hechos: en la
intimidad de tu alma, bien le puedes abrazar!
346. Hagamos presente a Jesús que somos niños. Y los niños, los niños
chiquitines y sencillos, cuánto sufren para subir un escalón! Están allí, al
parecer, perdiendo el tiempo. Por fin, han subido. Ahora, otro escalón. Con las
manos y los pies, y con el impulso de todo el cuerpo, logran un nuevo triunfo:
otro escalón. Y vuelta a empezar. Qué esfuerzos! Ya faltan pocos..., pero,
entonces, un traspiés... y hala!... abajo. Lleno de golpes, inundado de
lágrimas, el pobre niño comienza, recomienza el ascenso.
- Así, nosotros, Jesús, cuando estamos solos. Cógenos Tú en tus brazos
amables, como un Amigo grande y bueno del niño sencillo; no nos dejes hasta que
estemos arriba; y entonces ¡oh, entonces!-, sabremos corresponder a tu Amor
Misericordioso, con audacias infantiles, diciéndote, dulce Señor, que, fuera
de María y de José, no ha habido ni habrá mortal -eso que los ha habido muy
locos- que te quiera como te quiero yo.
347. No te importe hacer pequeñas niñadas, te he aconsejado: mientras esos
actos no sean rutinarios, no resultarán estériles.
- -Un ejemplo: supongamos que un alma, que va por vía de infancia espiritual,
se siente movida a arropar cada noche, a las horas del sueño, a una imagen de
madera de la Santísima Virgen.
-El entendimiento se rebela contra semejante acción, por parecerle claramente
inútil. Pero el alma pequeña, tocada de la gracia, ve perfectamente que un
niño, por amor, obraría así.
-Entonces, la voluntad viril, que tienen todos los que son espiritualmente
chiquitos, se alza, obligando al entendimiento a rendirse... Y, si aquella alma
infantil continúa cada día arropando la imagen de Nuestra Señora, cada día
también hace una pequeña niñería fecunda a los ojos de Dios.
348. Cuando seas sinceramente niño y vayas por caminos de infancia -si el
Señor te lleva por ahí-, serás invencible.
349. Petición confiada de hijo pequeño: querría una compunción como la
tuvieron, Señor, quienes más te hayan sabido agradar.
350. Niño, dejarás de serlo, si alguien o algo se interpone entre Dios y tú.
351. No debo pedir nada a Jesús: me limitaré a darle gusto en todo y a
contarle las cosas, como si El no las supiera, lo mismo que un niño pequeño a
su padre.
352. Niño, dile a Jesús: no me conformo con menos que Contigo.
353. En tu oración de infancia espiritual, qué cosas más pueriles le dices a
tu Señor! Con la confianza de un niño que habla al Amigo grande, de cuyo amor
está seguro, le confías: que yo viva sólo para tu Gloria!
- Recuerdas y reconoces lealmente que todo lo haces mal: eso, Jesús mío
-añades-, no puede llamarte la atención: es imposible que yo haga nada a
derechas. Ayúdame Tú, hazlo Tú por mí y verás qué bien sale.
- Luego, audazmente y sin apartarte de la verdad, continúas: empápame,
emborráchame de tu Espíritu, y así haré tu Voluntad. Quiero hacerla. Si no
la hago..., es que no me ayudas. Pero sí me ayudas!
354. Has de sentir la necesidad urgente de verte pequeño, desprovisto de todo,
débil. Entonces te arrojarás en el regazo de nuestra Madre del Cielo, con
jaculatorias, con miradas de afecto, con prácticas de piedad mariana..., que
están en la entraña de tu espíritu filial.
- -Ella te protegerá.
355. Suceda lo que suceda, persevera en tu camino; persevera, alegre y
optimista, porque el Señor se empeña en barrer todos los obstáculos.
- -Oyeme bien: estoy seguro de que, si luchas, serás santo!
356.¡ Los primeros Apóstoles, cuando el Señor los llamó, estaban junto a la
barca vieja y junto a las redes rotas, remendándolas. El Señor les dijo que le
siguieran; y ellos, "statim" -inmediatamente, "relictis omnibus"
-abandonando todas las cosas, todo!, le siguieron...
- Y sucede algunas veces que nosotros -que deseamos imitarles- no acabamos de
abandonar todo, y nos queda un apego en el corazón, un error en nuestra vida,
que no queremos cortar, para ofrecérselo al Señor.
- -¿Harás el examen de tu corazón bien a fondo? -No ha de quedar nada ahí,
que no sea de El; si no, no le amamos bien, ni tú ni yo.
357. Haz presentes al Señor, con sinceridad y constantemente, tus deseos de
santidad y de apostolado..., y entonces no se romperá el pobre vaso de tu alma;
o, si se rompe, se recompondrá con nueva gracia, y seguirá sirviendo para tu
propia santidad y para el apostolado.
358. Ha de ser tu oración la del hijo de Dios; no la de los hipócritas, que
han de escuchar de Jesús aquellas palabras: "no todo el que dice Señor!,
Señor!, entrará en el Reino de los Cielos".
- Tu oración, tu clamar " Señor!, Señor!" ha de ir unido, de mil
formas diversas en la jornada, al deseo y al esfuerzo eficaz de cumplir la
Voluntad de Dios.
359. Niño, dile: oh, Jesús, yo no quiero que el demonio se apodere de las
almas!
360. Si has sido elegido, llamado por el Amor de Dios, para seguirle, tienes
obligación de responderle..., y tienes también el deber, no menos fuerte, de
conducir, de contribuir a la santidad y al buen caminar de tus hermanos los
hombres.
361. Anímate!..., también cuando el caminar se hace duro. ¿No te da alegría
que la fidelidad a tus compromisos de cristiano dependa en buena parte de ti?
- Llénate de gozo, y renueva libremente tu decisión: Señor, yo también
quiero, cuenta con mi poquedad!
362. Dios no te arranca de tu ambiente, no te remueve del mundo, ni de tu
estado, ni de tus ambiciones humanas nobles, ni de tu trabajo profesional...
pero, ahí, te quiere santo!
363. Con la frente pegada al suelo y puesto en la presencia de Dios, considera
(porque es así) que eres una cosa más sucia y despreciable que las barreduras
recogidas por la escoba.
-Y, a pesar de todo, el Señor te ha elegido.
364. Cuándo te decidirás...!
- Muchos, a tu alrededor, llevan una vida sacrificada por un motivo simplemente
humano; no se acuerdan esas pobres criaturas de que son hijos de Dios, y se
conducen así quizá sólo por soberbia, por destacar, por conseguir una vida
futura más cómoda: se abstienen de todo!
- Y tú, que tienes el dulce peso de la Iglesia, de los tuyos, de tus colegas y
amigos, motivos por los que merece la pena gastarse, ¿qué haces?, ¿con qué
sentido de responsabilidad reaccionas?
365. Oh, Señor!, ¿por qué me has buscado a mí -que soy la negación-,
habiendo tantos santos, sabios, ricos y llenos de prestigio?
- -Tienes razón..., precisamente por esto, agradéceselo con obras y con amor.
366.¡ Jesús, que en tu Iglesia Santa perseveren todos en el camino, siguiendo
su vocación cristiana, como los Magos siguieron la estrella: despreciando los
consejos de Herodes..., que no les faltarán.
367. Pidamos a Jesucristo que el fruto de su Redención crezca abundante en las
almas: todavía más, más, más abundante!, divinamente abundante!
- Y para esto, que nos haga buenos hijos de su Madre bendita.
368. ¿Quieres un secreto para ser feliz?: date y sirve a los demás, sin
esperar que te lo agradezcan.
369. Si actúas -vives y trabajas- cara a Dios, por razones de amor y de
servicio, con alma sacerdotal, aunque no seas sacerdote, toda tu acción cobra
un genuino sentido sobrenatural, que mantiene unida tu vida entera a la fuente
de todas las gracias.
370. Ante el inmenso panorama de almas que nos espera, ante esa preciosa y
tremenda responsabilidad, quizá se te ocurra pensar lo mismo que a veces pienso
yo: ¿conmigo, toda esa labor?, ¿conmigo, que soy tan poca cosa?
-Hemos de abrir entonces el Evangelio, y contemplar cómo Jesús cura al ciego
de nacimiento: con barro hecho de polvo de la tierra y de saliva. Y ése es el
colirio que da la luz a unos ojos ciegos!
- Eso somos tú y yo. Con el conocimiento de nuestra flaqueza, de nuestro
ningún valer, pero -con la gracia de Dios y nuestra buena voluntad¡ somos
colirio!, para iluminar, para prestar nuestra fortaleza a los demás y a
nosotros mismos.
371. Le decía un alma apostólica: Jesús, Tú verás lo que haces..., yo no
trabajo para mí...
372. Dios Nuestro Señor, si perseveras en la oración con "perseverancia
personal", te dará los medios que necesitas, para ser más eficaz y para
extender su reinado en el mundo.
- -Pero es necesario que permanezcas fiel: pide, pide, pide... ¿Piensas que te
comportas así?
373. Por todos los caminos honestos de la tierra quiere el Señor a sus hijos,
echando la semilla de la comprensión, del perdón, de la convivencia, de la
caridad, de la paz.
- -Tú, ¿qué haces?
374. La Redención se está haciendo, todavía en este momento..., y tú eres
¡has de ser!¡corredentor.
375. Ser cristiano en el mundo no significa aislarse, al contrario! -Significa
amar a todas las gentes, y desear encenderlas con el fuego del amor a Dios.
376. Señora, Madre de Dios y Madre mía, ni por asomo quiero que dejes de ser
la Dueña y Emperatriz de todo lo creado.