LA
CELESTINA
b)
Contenido de Celestina
c)
Comentario crítico
sobre la Celestina
_______________________________________________
Natural
de Toledo y de origen converso[1]
y familia criptojudía[2],
Fernando de Rojas (La Puebla 1476-8 abril 1541) es conocido por haber hecho sus
estudios de Derecho en la universidad de Salamanca, donde permaneció desde 1494
hasta 1502. Allí encontró el capítulo I de Celestina[3],
que decidió continuarlo con 15 capítulos más, a lo largo de sus vacaciones
estudiantiles de 1497[4].
Regresado a La Puebla de Montalbán en 1502, contrae matrimonio en 1503,
y en 1525 sufre un proceso inquisitorial contra el padre de su mujer. En 1527 ve
como su obra única y preferida, La
Celestina, es traducida al francés[5],
tras las traducciones que se habían hecho al italiano en 1506 y al alemán en
1520.
Poseía
Fernando de Rojas una esmerada cultura, y había asimilado numerosas obras
latinas en su memoria, entre las que debieron sobresalir las comedias de Plauto
y Terencio[6].
Auténtico best-seller del s.
XVI, y creadora del género llamado celestinesco, La
Celestina cerró la Edad Media literaria e introdujo en la Moderna,
ofreciendo además el testimonio del proceso transformador que llevó de una época
a otra.
Impresa en Burgos-1499 por primera vez, fue pronto llevada al teatro,
donde vio como la crítica crecía sin cesar, superando los niveles de
Cervantes, Galdós y Quevedo, hasta llegar al mundo del cine de nuestros días[7].
Sus comienzos, cautelosos y todos con el título de Comedia
de Calisto y Melibea, fueron:
-la
1ª edición de Burgos-1499[8],
que tuvo 16 actos, y careció de autoría,
-la
2ª edición de Toledo-1500
-la
3ª edición de Sevilla-1501, que volvió a ser anónima, pero incluyendo la
carta del autor a su amigo, donde explicaba la temática y sentido de la obra.
En 1502 surge la 1ª reforma profunda de la obra[10]:
-pasando
a llamarse “tragicomedia” en vez de comedia,
-añadiéndose
5 actos más, los finales,
-ampliándose
los encuentros amorosos,
-introduciéndose
la muerte de los personajes.
En la edición de Zaragoza-1507, y en las posteriores subtituladas bajo
la fecha de 1502, ya sea por falsificación o por una edición perdida de 1502[11],
ya aparece la obra totalmente completada. Fue la edición de Valencia-1514 la
que se acercó más a la rigurosidad del texto.
Fue totalmente contraria a la ideología del mundo medieval, en la que se
moralizaba al mundo desde arriba[12],
con héroes monolíticos y sin fisuras, o a lo sumo enamorados monocordes y no
correspondidos.
Celestina
analiza el mundo desde abajo, sin tomar distancia con los personajes, en
continua lucha con la vida, abarcando todas las realidades. Y esto fue inédito
en la literatura, y su principal y gran novedad.
Su lema de partida fue el principio filosófico de Heráclito de que
“todos luchan contra todos” por intereses egoístas, dinero, amores,
prostitutas… De ahí la indecisión constante de los personajes, su confusión
e irresolución.
Y si ese fue el punto de partida, las “flaquezas humanas” son el hilo
conductor de toda la obra. En constantes conflictos interiores, las alcahuetas y
prostitutas van a pasar a ser los personajes principales, y no secundarios[13].
a)
Enamoramiento de Calisto
Entrando Calisto en una huerta en busca de su halcón, allí encuentra a
Melibea, de la cual se enamora por completo. Esta caída en el amor le llena de
angustia, pues en adelante no la va a volver a ver, ni ella quiere ser vista (auto
I):
Calisto: “¿Quién vido en
esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre, como agora el mío? Por cierto
los gloriosos santos, que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo
agora en el acatamiento tuyo. Mas en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor, y yo recelo del tormento que tu ausencia me ha de
causar”.
Sempronio: “La perseverancia en el mal no
es constancia; mas pertinacia la llaman en mi tierra. Vosotros los filósofos de
Cupido llamadle como quisieredes”…
Sempronio: “Días ha grandes que conozco en fin de esta vecindad una vieja barbuda, que se dice Celestina, hechicera, astuta, sagaz en cuantas maldades hay; entiendo que pasan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad. A las duras peñas provocará a la lujuria, si quiere”.
b)
Intervención de los criados
Sempronio
va a buscar a Celestina, y con ella negocia una entrevista con Melibea. Por su
parte Calisto cuenta lo sucedido a otro criado suyo, llamado Pármeno (auto
II):
Sempronio: “Madre, mira bien lo que haces
con Calisto y Melibea, porque cuando el principio se yerra, no puede seguirse
buen fin. Piensa en su padre, que es noble y esforzado, su madre celosa y brava,
tú la misma sospecha. Melibea es única a ellos; faltándoles ella, fáltales
todo el bien. En pensallo tiemblo; no vayas por lana y vengas sin pluma”.
Calisto: “Y tú, Pármeno, ¿qué te
parece de lo que hoy ha pasado? Mi pena es grande, Melibea alta, Celestina sabia
y buena maestra de estos negocios; no podemos errar. Así que, pues ella es tal,
más quiero dar a esta cien monedas que a otra cinco”.
Celestina: “Y yo, Celestina
(corriendo
por la calle), te conjuro por la virtud y fuerza de estas bermejas letras, que
vayas sin tardanza a obedecer tu voluntad, y en ello te envuelvas y con ello estés
sin un momento te partir, hasta que Melibea con aparejada oportunidad que haya
lo compre y con ello de tal manera quede enredada del crudo y fuerte amor de
Calisto”.
c)
Intervención de Celestina
Tras
estudiar monólogamente el caso en su camino hacia la casa de Melibea, Celestina
llega a ella y conoce a sus padres Pleberio y Alisa, junto a su criada Lucrecia.
A solas con Melibea, Celestina le cuenta la causa de su venida (auto
IV):
Celestina: “Por Dios, Señora, que me
dejes concluir mi dicho, que ni él quedará culpado ni yo condenada. Y veras
como es todo más servicio de Dios que pasos deshonestos. Pues no me bastará tu
licencia para me dar osadía a hablar en cosa, que a Calisto ni a otro hombre
tocase”.
Despedida
Celestina de la casa de Melibea, se encamina hacia la de Calisto, hablando de
nuevo consigo misma y entre dientes (auto V):
Celestina: “Oh, rigurosos trances, oh cuerda osadía, oh gran sufrimiento. Y que tan cercana estuve de la muerte, si mi astucia no rigiera con el tiempo. ¡Oh airada doncella, oh diablo a quien yo confié!”.
En la casa de Calisto, Celestina le cuenta todo lo hablado con Melibea, y
le entrega un cordón de la amada. Tras esto, Celestina se vuelve a casa con la
compañía de Pármeno, con el que la alcahueta estaba maquinando otro negocio (auto
VI):
Celestina: “Oh, mi señor Calisto, oh mi
nuevo amador de la muy hermosa Melibea. ¿Con qué pagaras a la vieja, que hoy
ha puesto su vida al tablero por tu servicio?... Todo su rigor traigo convertido
en miel, su ira en mansedumbre, su aceleramiento en sosiego… Hablé a solas
con ella, díjele mi embajada”.
Celestina: “Mire, Señor, yo me voy. Y si
quieres salir mañana, lleva rebozado este paño, porque si de ella fueres
visto, no acuse de falta mi petición”.
Celestina negocia en su casa con Pármeno la entrega de la prometida Areúsa,
a cambio de que éste entre en amistad con Sempronio, y le ayude en el caso de
Calisto. Firman el acuerdo verbal, y Celestina lleva a Pármeno a casa de Areúsa,
con la que se acuesta toda la noche (auto VII):
Celestina: “Ah, don Ruin, palabra te
tengo, a buen tiempo te así. Llégate acá (donde está Areúsa), negligente,
vergonzoso, que quiero ver para cuanto eres, antes que me vaya. Retózala en
esta cama”.
Pármeno
y Sempronio firman la amistad, y juntos se dirigen a la casa de Calisto, donde
estaba Calisto hablando consigo mismo. Ven la forma de acometer el caso (auto
VIII):
Sempronio: “Deja, señor, esos rodeos, deja esas poesías, que no es habla conveniente la que a todos no es común. Di “aunque se ponga el sol”, y sabrán todos lo que dices. Y come alguna conserva, con que tanto espacio de tiempo te sostengas”.
Sempronio
y Pármeno van a casa de Celestina, donde estaban
sus adquisiciones Elicia y Areúsa. Puestos a comer, empiezan a reñir
entre ellos con razonamientos y apaciguamientos (auto
IX):
Elicia: “¡Mucho piensas que me tienes
ganada! (se dirige a Sempronio). Pues agote cierto que no has tu vuelto la
cabeza, cuando está en casa otro que más quiero, más gracioso que tú, y
aunque no ande buscando cómo me dar enojo. A cabo de un año me vienes a ver tú,
tarde y con mal”.
Areúsa: “Denostadas, maltratadas nos traéis
(se dirige a Celestina), que nos echáis con el mozo y hombres que perdieron el
anillo. Esos que dannos un ciento de azotes y echannos la puerta fuera diciendo:
“Allá irás, ladrona, puta, no destruirás mi casa y honra”. La mejor honra
que tenemos es andar hechas callejas, de dueña en dueña, con vuestros mensajes
a cuestas”.
Lucrecia
se presenta en casa de Celestina, y le pide que vaya a visitar a su ama Melibea
lo antes posible (auto IX):
Lucrecia: “Mi venida, señora, es lo que
tú sabrás; pedirte el ceñidero y, demás de esto, te ruega mi señora sea de
ti visitada y muy presto, porque se siente muy fatigada de desmayos y de dolor
del corazón”.
Lucrecia introduce a Celestina en casa de Melibea, que le descubre arder
en amor por Calisto. Alisa regresa a casa y encuentra a su hija con la
alcahueta, pidiéndole una explicación (auto X):
Melibea: “Amiga Celestina, mujer bien
sabia y maestra, mucho has abierto el camino por donde mi mal te pueda decir. Mi
mal es de corazón, la izquierda teta es su aposento, y sus rayos tiende a todas
partes. Que no pensé jamás que podía dolor privar el seso. Túrbame la cara,
quítame el comer, no puedo dormir, ningún género de risa puedo ver. Pues otra
cosa no puedo sentir, ni soñar, que la de aquel caballero Calisto, cuando tú
me pediste oración”.
Alisa: “¿En qué andas acá, vecina,
cada día?... Tu hija, guárdate de ella, que es una gran traidora, y el sutil
ladrón siempre rodea las ricas mansiones. A mí mintiome, con falsas mercadurías,
y daña la fama”.
Sempronio y Pármeno ven por la calle a Celestina hablando sola, y la
acompañan a casa de Calisto, donde la alcahueta cuenta la confesión de amor
que había hecho Melibea en su propia casa (auto XI):
Celestina: “Señor Calisto, medirme he
con tu magnificencia, ante quien no soy nadie. Melibea pena por ti más que tú
por ella, Melibea te ama y desea ver, Melibea se llama tuya y con esto amasa el
fuego, que más que a ti la quema a ella”.
Sempronio y Pármeno llevan a Calisto, con arma en mano, a casa de
Melibea (auto XII):
Pármeno: “Leído has donde yo
(se dirige
a Sempronio), hermano. Que Calisto quiere entrometerse en un negocio turbio.
Pues yo soy cierto que esta doncella ha de ser para el cebo de anzuelo y carne
de buitrera, que suelen pagar bien los que a comerla vienen… Pero calzas
traigo para huir mejor que otro”.
Lucrecia recibe a la comitiva de Calisto en la puerta, y llama a Melibea
para que hable por entre las puertas con Calisto. Haciendo esto empieza a surgir
ruido de gente en la calle[14],
y la comitiva de Calisto sale huyendo[15]
(auto XII):
Calisto: “Oh, señora mía, esperanza de
mi gloria, alivio de mi pena, de la cual, aunque deseoso, siempre me juzgaba
indigno. Considerando tu estado, remirando tu belleza, ¿cómo te podré ser
ingrato? Pues soy cierto de tu limpieza de sangre y hechos, y soy yo quien mira
a Calisto, y se admira de tanto bien que se le hace”.
Sempronio: “Oigo bullicio (se dirige a Pármeno),
y el buen huir nos ha de valer. Déjale hacer a Calisto, que si mal hiciere, él
lo pagará… Ya te advertí de ir más liviano, que tengo ahora liado el
broquel y la espada con las correas, porque no se me caigan al correr, y el
casquete en la capucha… Corre, corre y torna callado, que no es sino la gente
del alguacil, con gran estruendo por la otra calle”.
Sempronio y Pármeno se dirigen entonces a casa de Celestina, demandando
la parte de su ganancia. Al hacerse la despistada la alcahueta, echan mano a
Celestina y la matan. Ante las voces dadas por Elicia, vienen los alguaciles y
los prenden a ambos. Huyendo de sus manos, Sempronio y Pármeno se tiran por las
ventanas, muriendo pero no en manos de la justicia (auto
XII):
Sempronio: “Oh vieja avarienta, muerta de
sed por dinero. ¿No serás contenta con la tercia parte de lo ganado? Entonces
espera, hechicera (saca la espada), que yo te haré ir al infierno con
credenciales”.
Celestina: “Ay que me ha muerto, ay, ay.
¡Confesión, confesión!”.
Pármeno: “Dale, dale, acábale, pues
comenzaste. Muera,
muera, de los enemigos los menos”.
Elicia: “¡Madre, madre! ¡Muerta es mi
madre!”.
Sempronio: “Huyamos, huyamos, Pármeno,
que acude mucha gente, que viene el alguacil. Saltemos por estas ventanas, y no
muramos así, en manos de la justicia”.
Tristán y Sosia, otros criados de Calisto, le cuentan las muertes de
Sempronio, Pármeno y Celestina, cuando su amo despierta de la noche anterior (auto
XIII):
Sosia: “Celestina, la de la cuchillada,
es la muerta. Más de treinta estocadas vi. Pero a tus criados también vi, uno
con todos los sesos de la cabeza fuera; el otro, quebrados entrambos brazos y la
cara magullada. Que saltaron por la ventana y así, casi muertos, los del
alguacil les cortaron las cabezas”.
Melibea está esperando en su casa la llegada prometida del amado, de
noche y a hurtadillas. Calisto cumple su promesa, hacen el amor, y tras eso
ambos vuelven a sus alcobas (auto XIV):
Calisto: “¿Para qué, señora, dejar
queda mi pasión? ¿Para qué penar de nuevo? Perdona, señora, mis
desvergonzadas, pero jamás mis manos pensaron tocar tu ropa y poco merecer;
agora gozan de traspasar la ropa, y llegar a tu cuerpo, y tocar tus lindas y
delicadas carnes”.
No
obstante, Melibea y Calisto no se han satisfecho con el verse, se quejan de la
brevedad temporal del amor, y empiezan a desear más pasión en su corazón (auto
XIV):
Melibea: “Señor mío, por Dios te pido
que, pues ya todo queda por ti, y dueña tuya soy, que no me niegues tu amor,
que no me niegues tu vista. Y pues esto ha sido poco, las más noches que tú
ordenares, sea tu venida por este secreto y a la misma hora”.
Los padres de Melibea empiezan a razonar sobre el casamiento de su hija,
cosa que Melibea escucha y desprecia, pidiendo a su criada Lucrecia que guarde
silencio sobre la ruptura de su virginidad (auto XVI):
Pleberio: “Alisa, amiga, el tiempo se nos
va, y corren los días como agua del río. Y pues somos inciertos de cuándo
seremos llamados, debemos echar nuestras barbas en remojo y aparejar nuestros
fardeles. No quede, por nuestra negligencia, nuestra hija en manos de tutores.
Pues no hay cosa con que mejor se conserve la fama en las vírgenes que con
temprano casamiento. Quitarla hemos de lenguas del vulgo”.
Melibea: “Afuera, afuera la ingratitud
(se dirige a su criada Lucrecia), afuera las lisonjas y el engaño con tan
verdadero amador, que ni quiero marido ni quiero padre ni parientes. Faltándome
Calisto, me falte la vida, la cual, por el de mi goce, me aplace”.
El secreto de Melibea con Calisto es sacado a la luz por la prostituta
Areúsa (auto XVII):
Areúsa: “Entra, hermana mía
(se dirige
a Elicia). Veate Dios, que tanto placer me haces en venir como vienes. Agora nos
gozaremos juntas… Cata, amiga (se dirige a Sosia), que no guardar secretos es
propio de mujeres. Porque has de saber que vino a mí una persona y me dijo que
le habías tú descubierto los amores de Calisto y Melibea”.
El caso ya publicado de Melibea y Calisto, sobre todo por sus
consecuencias en las muertes de criados y Celestina, infunde el odio en Elicia,
que se propone vengarse de Melibea y Calisto (auto
XVIII):
Elicia: “Areúsa, por mi amor, que no se
ponga este hecho en manos de tan fiero hombre. Más vale que el negocio se quede
por hacer que escandalizar la ciudad, por donde nos venga más daño de lo
pasado. Démosle palos (a Calisto), porque quede castigado y no muerto”.
Mientras Melibea esperaba en su huerto a su amado, para otro encuentro
amoroso, una comitiva enviada por Elicia y Areúsa prende a Calisto cuando iba
de camino, el cual intenta escapar pero muere al saltar una tapia (auto
XIX):
Tristán: “Señor
(se dirige a Calisto),
no bajes de la escala, que los que venían idos son; que no eran sino Traso el
Cojo y otros bellacos, que venían voceando. Tente, tente, señor, con las manos
en la escala”.
Calisto: “¡Oh, valame Santa María!
(se
cae de la tapia). ¡Muerto soy, confesión!”.
Sosia: “¡Señor, señor, a esotra
puerta! ¡Tan muerto es como mi abuelo! ¡Oh, gran desventura!”.
Melibea llama desde su aposento a su padre Pleberio, para que venga con
un instrumento de cuerdas a socorrer el dolor de su corazón. Cuando vuelve su
padre, ella lo espera en lo alto de la azotea, desde donde le cuenta todo el
negocio amoroso que había tenido. Tras lo cual, Melibea se arroja y suicida (auto
XX):
Melibea: “Calisto, espérame, que ya voy
(en lo alto de la azotea); detente, si me esperas; no me incuses la tardanza,
dando esta última cuenta a mi viejo padre, pues le debo mucho más. Oh, padre mío
muy amado (se dirige a su padre, abajo), ruégote que si amor me has tenido,
sean juntas nuestras tumbas. Salúdame a mi cara y amada madre. Recibe, padre,
allá abajo las arras de tu hija amada, que es amargura mía, de ti y de mi
vieja madre. A Dios ofrezco mi alma”.
Los despojos del cuerpo de Melibea son recogidos por su padre, que tiene
que presentárselos a su mujer Alisa. Ambos empiezan un gemido sin fin (auto
XXI):
Pleberio: “Ay, ay noble mujer. No
queramos mas vivir. Oh mi hija y mi bien todo. Oh corazón de padre, lleno de
dolor, sin su amada heredera. Oh fortuna variable, ministra y mayordoma de los
temporales, oh vida de congojas llena, oh mi hija despedazada, ¿Por qué me
dejaste triste y solo in lachrymarum
valle?”.
COMENTARIO
SOBRE CELESTINA
Está
claro que el amor, y su debilidad, fue el hilo conductor de Celestina. Pero no
fue esa la finalidad de su autor, y mucho menos ahondó en su contenido (siempre
movió la temática del amor a nivel superficial).
Hay otra finalidad que sí que fue mucho más interesante y profundamente
tratada por F. de Rojas. Se trata del sentido moral de la vida, o dicho en
sentido negativo, de las aberraciones morales que por sí mismas, y sin
consecuencialismos[16],
son degradantes para la razón[17],
y dignas de ridiculizar.
Se trata, pues, de censurar la vida moral y social de la España de fines
del s. XV. Si proviene esta finalidad de una actitud cristiana o judía, ya es más
difícil de percibir, y quizás responda a las dos actitudes, reunificadas, a la
vez.
Se trata, pues, de poner sobre el tapete[18]:
-los
comportamientos individualistas, egoístas y opuestos a cualquier solución
solidaria,
-el
comportamiento pasional, fundado en la lujuria sexual, avaricia de dinero,
soberbia por el poder,
-la
corrupción del mundo servil, donde las prostitutas, alcahuetas, criados…
aspiraban a ascender engañando y traicionando,
-la
ceguera de los padres, que ignoraban o posponían la educación de sus
hijos,
-la
divinización del amor cortés, que se disfrazaba de sofismas para cobijar
su deseo carnal prohibido.
En la otra cara de la moneda, y con escasa pero suficiente focalización,
tendríamos los valores que se iban olvidando en la España del XV y que
Fernando de Rojas trataba de animar a retomar. Estos son:
Consistente,
según se hacía en España hasta la llegada de ese fin del s. XV, en
consagrarse a Dios en cuerpo y alma, con limpieza y hasta el momento
matrimonial. Esto atraía (y así se veía) de Dios todas sus bendiciones, y
fomentaba la pureza en la familia y amistades (cosa que rompe Melibea,
extorsionando el entorno social, y sepultando a sus miembros familiares).
Y
es que “en la vida eterna habrá cosas mucho mejores que esta sexualidad dañada
por el pecado”, se decía de antiguo, y se demuestra en Calisto y Melibea
(cuando se quejan de lo poco que dura aquí esa pasión, y buscan inventar métodos
terrenos, como verse más secretamente todavía, para corregir y suplir esa
defección sexual).
Virtud
que, dentro del mundo del trabajo, o del dinero en general, debería existir
para regularlo todo, dando a cada uno lo suyo (según se haya rendido, según se
haya necesitado), y velando todos por el bien común, y no sólo particular.
Habría que tener también en cuenta, denuncia F. de Rojas, para que hubiera
justicia:
-que
no todo lo legal era moral (como es el caso de poder ser alcahueta, y trastocar
a Melibea),
-que
no todo lo que se podía era conveniente (como es el caso de la prostitución
establecida de Areúsa, que resulta ser el elemento vengativo).
Consistente
en expresar con rectitud el juicio de una cosa. Debía requerir, por tanto,
claridad en el entendimiento y humildad para reconocer las cosas. Pues las
cosas, defiende F. de Rojas, tendrían que ser vistas: como son (objetividad), y
como hayan de ser (honestidad).
La
verdad, en la mente de Rojas:
-no
tendría que eliminar “mi opinión”, pero sí ponerla en su sitio (como
no hacen los padres de Melibea, que no dejan opinar a su hija sobre su
matrimonio o edad virginal);
-no
tendría que tener parvedad de materia, pues toda mentira es mentira, gorda
o pequeña (y Celestina juega constantemente a entremezclarlas);
-debería
excluir la restricción mental, o montarse uno el mundo en su cabeza (como
hace constantemente Calisto y luego Melibea);
-debería
reparar el daño cometido (cosa que las criadas reparan al revés,
publicando el negocio con afán de venganza).
Se
trata del auténtico leit
motiv de La
Celestina, con todo un remix de textos al respecto. En efecto, la
conciencia, como esa brújula cuya aguja orienta siempre hacia el norte (y con
eso se sabe por dónde ir en un camino), como ese algo que el hombre tiene
dentro y que le indica lo que está bien y lo que está mal... es lo que F. de
Rojas va denunciando, una y otra vez, en todos y cada uno de los personajes de
Celestina (incluido el de Alisa, pues por omisión no echa a Celestina de su
casa cuando la ve tejer sobre su hija).
En
efecto, la conciencia, como esa capacidad que orienta siempre al bien y avisa
sobre el mal, es lo que está estropeado en la subyacente “Celestina” de F.
de Rojas. Sus personajes no tienen un juicio en buen estado porque:
-no
lo han alimentado (como es el caso de los cortesanos y Celestina, cuya
altura intelectual no levanta del nivel de la cama o de la bolsa),
-no
lo han cuidado (como es el caso de los padres de Melibea, que se reprochan
lo tarde que se acuerdan del casamiento de su hija),
-no
lo han respetado (como es el caso de Calisto, cuyo ardor amoroso parece
amenguarse tras el éxtasis inicial, pero luego lo aviva al “no querer perder
un buen bocado”).
Fue
la tesis que, en la Universidad de Salamanca y en plena efervescencia dialéctica
sobre la posibilidad de vida moral, con o sin gracia, Fernando de Rojas defendió
sobre la necesidad de educar la conciencia.
AZPEITIA,
J; La Celestina de Fernando de Rojas,
ed. McGraw-Hill, Madrid 1996.
GALAN,
E; La Celestina de Fernando de Rojas,
ed. Ciclo, Madrid 1989.
LIDA
DE MALKIEL; R. M; La originalidad artística
de La Celestina, ed. Eudeba, Buenos Aires 1962.
MICHELENA, I; Dos Celestinas; una ficción, ed.
Universidad del País Vasco, Bilbao 1999.
PEREZ
CUENCA, I; Literatura medieval, ed. SP-CEU,
Madrid 2010.
Manuel
Arnaldos
Mercaba,
diócesis de Cartagena-Murcia
versión
imprimible
Indice
general: www.mercaba.org/GradodeHistoria/1.htm
[1] Por un proceso en el que tuvo que acudir ante el abogado en favor de un vecino de Montalbán, y en el que no se le dejó declarar por ser judío.
[2] Los criptojudíos eran aquellos judíos acusados de convertirse de puertas hacia fuera, pero por dentro seguir con sus mismas creencias.
[3]
Obra anónima, o de JUAN DE MENA o de cualquier estudiante o profesor
de la universidad de Salamanca.
[4]
Según él mismo nos cuenta en el prólogo de la obra.
[5]
cf. GALAN, E; La Celestina de Fernando
de Rojas, ed. Ciclo, Madrid 1989, p. 94.
[6]
cf. AZPEITIA, J; La Celestina de
Fernando de Rojas, ed.
McGraw-Hill,
Madrid 1996, p. 12.
[7]
cf. PEREZ CUENCA, I; Literatura
medieval, ed. SP-CEU,
Madrid 2010, p. 41.
[8] Publicada en la ciudad castellana con el sufragio de FADRIQUE DE BASILEA.
[9]
Los largos acrósticos de Toledo serían corregidos por ALONSO DE PROAZA, es
decir, explicados con un prólogo filosófico sobre las criaturas, “en
continua contienda o batalla” (cf. PEREZ CUENCA, I., op.cit, p. 41).
[10] cf. Ibid, p. 42.
[11] Más bien parece cuajar la idea de la falsificación, pues en las ediciones extranjeras de Roma-1516 o Roma-1520, se siguió imprimiendo bajo los subtítulos de Salamanca-1502, o incluso con el de Salamanca-1500 (con sus 21 actos íntegros, y falsificados, eso sí) (cf. Ibid, p. 41).
[12] Basta con ver la obra de GUZMAN DE AZARACHE, en su Atalaya de la vida humana, en que todo viene de arriba, en una estratigrafía social inmóvil que va recibiendo las coordenadas.
[13]
cf. Ibid, p. 43.
[14] Clave de toda la obra, y como elemento indispensable: todo caso tiene que salir a la luz, y no puede permanecer en la penumbra sin que haya un conato de luz que, antes o después, incida y desvele lo escondido. Genial es, pues, el centro gravitatorio de la obra, de si se puede asumir por parte de la sociedad este tipo de amoríos o no.
[15]
Respuesta de F. DE ROJAS a la clave planteada en la obra. Las vergüenzas
humanas no pueden salir a la luz, tienen que esconderse y no pueden estar en
la vida pública. Pero será la vergüenza (fruto de la conciencia) y no el
consecuencialismo social, su causa explicativa.
[16] Los trágicos desenlaces de los personajes no se insertaron en las primeras ediciones, y serán añadidos comerciales posteriores, sin alterar para nada el mensaje primigenio de la inmoralidad.
[17] Como el tener que contemplar a prostitutas como los paladines de la elocuencia, o a hijas “bien” educadas insultar a sus padres como viejos, en ingratitud o traición, por ejemplo.
[18]
cf. GALAN, E; La Celestina de Fernando
de Rojas, ed. Ciclo, Madrid 1989, p. 71 y ss.