ESPAÑA PRE-ROMANA
a)
Tartessos
b)
España post-tartésica
c)
España
d)
España celt
e)
España lusitana
f)
España celta
_________________________
Se trata del primer estado histórico y organizado de la península Ibérica. En efecto, Tartessos aparece como un lugar situado en el extremo occidental, rico en plata y oro. Herodoto narra que los griegos de Focea comerciaban con Tartessos y su rey Argantonio (que “les debió ofrecer dejar su ciudad y venirse a vivir a Tartessos”). Según Herodoto, su periodo cronológico debía oscilar entre el s. VII y s. VI a.C.
No obstante, ya en la Antigüedad esta ciudad-comarca había adquirido
cierto status
mítico por su oro y plata, y por la longevidad de alguno de sus
reyes.
-los
bueyes del rey de Tartessos, según Estesícoro de Himera,
-los
placeres del amor y el vino, según los poemas de Anacreonte,
-la
exportación de plata, incienso, monos y pavos, según Hiram de Tiro.
Hoy en día todavía se desconoce el lugar ubicable de Tartessos. El período
sí parece estar ubicado en el final de la Edad de bronce. Se puede hablar de
que el hábitat común tartésico incluía:
-casas
indígenas,
-explotaciones
mineras,
-productos
coloniales fenicios y griegos,
-primeras
estructuras estatales.
A partir del 700 a.C, y coincidiendo con las factorías fenicias de la
costa, se va a producir un espectacular desarrollo de la sociedad tartésica.
Igualmente el desarrollo del lujo de importación oriental dará origen a
joyas y cerámicas en el suelo peninsular, y empezará a dar muestras de una
clase superior sobre otra inferior.
Las libaciones de vino, unidas al rito del banquete funerario, significará
también la aceptación de las ideas orientales sobre la vida en el más allá.
Tartessos estaba gobernado por reyes, algunos de ellos míticos, pero el
resto históricos:
-Gárgoris,
que habría descubierto la apicultura,
-Habis,
que habría inventado la agricultura y organización en ciudades,
-Argantonio,
modelo de longevidad, que gobernó más de 80 años.
Argantonio (lit. “Señor de la plata”), tirano y comerciante, fue el
que invitó a los foceos a asentarse en sus dominios, y continuar unas
relaciones de amistad.
En conclusión, desde Huelva hasta Cartagena, se llegó a hablar en todo
el Mediterráneo del Imperio tartésico, con diversos tipos de liderazgo.
Hacia
finales del s. VI a.C. Tartessos entró en crisis, y debió desaparecer hacia el
540 a.C:
-cuando
se produjo la toma de Focea por parte de los persas,
-cuando
los púnicos ya habían bloqueado el comercio griego y la navegación.
El detonante fue la emigración, como consecuencia de la crisis económica
generada.
Por otra parte, el control de Aníbal y sus “torres” en todos los
pasos fronterizos de Sierra Morena, provocó que la emigración tartésica no
sobrepasara los límites del sur.
De ahí que algunas de las antiguas factorías fenicias del sur
evolucionaran demográficamente hasta convertirse en auténticas ciudades.
Recogió
los frutos del esplendor tartésico, en toda su línea Huelva-Cartagena. No
obstante, perdió su unidad comercial y cultural, diluyéndose el espíritu
tartésico en el indigenismo de sus regiones.
Los
turdetanos
fueron históricamente los sucesores de los tartesios, y debieron tener
bastantes contactos con los colonizadores griegos y fenicios. Carecían de
uniformidad en lengua y escritura, y tenían leyes en forma métrica de 6.000
versos de longitud. Poseían las ciudades de Itálica, Híspalis-Sevilla, Urso-Osuna
y Astigi-Ecija.
Los
túrdulos
eran los vecinos de los turdetanos, y apenas apreciaban diferencias
sustanciales. Poblaban las ciudades de Tucci y Sacilis, Corduba-Córdoba e
Iliberris-Granada.
Los
bastetatos
se situaban en las montañas penibéticas, y poblaban una extensa zona que tenía
su centro en Basti-Baza y Acci-Guadix.
Los
bástulos
aparecen situados en las costas malagueña y granadina, llegando hasta el peñón
de Gibraltar y Almería. Son los pobladores de las antiguas factorías y
poblados fenicios de Málaga, Almuñécar y Adra.
Los
oretanos
se situaban en las sierras de Cazorla y Morena, y poblaron los núcleos de
Castulo, Oria y Oretum, Sisapo-Almadén y Baecula-Bailén..
b)
Sociedad sur
post-tartésica
Sobre la sociedad sureña post-tartésica
en la península Ibérica, sabemos de la existencia de tumbas de distinta
riqueza, e incluso de alguna tumba real. No obstante, queda todavía
lejos de ser probada la creación de castas militares.
El arte figurativo permite distinguir, en esta zona del sur de la península,
jinetes con atuendo de guerrero y
sacerdotes
tonsurados y con velo.
Otro rasgo específico de esta sociedad es el tipo particular de servidumbre
colectiva.
Uno de los rasgos diferenciadores de la zona sur de la península, y que
los diferenciaba de otros pueblos, es el haber constituido estados gobernados
por monarquías.
Incluso se puede hablar de tensiones
de unas monarquías contra otras, dados los fuertes amurallamientos de Tejada o
de Carmona.
Algunas de estas monarquías duraron hasta muy tarde, ya que durante la
guerra civil de César un rey, llamado Indo, fue derrotado por Pompeyo.
En Huelva-Turdetania, y a lo largo
del curso del Guadalquivir, 70 poblados daban productos de todas las clases,
exportándose por los ríos navegables trigo, vino y aceite, cera, miel y pez, y
lana de hermosura insuperable. Vacas, bueyes y caballos constituían las
especies ganaderas mayores. En cuanto a la riqueza de sus metales, abundó el
oro, plata, cobre y hierro, no sólo en cantidad sino también en calidad. De
hecho, estos materiales empezaron a ser objeto de exportación nada más llegar
César al poder, expoliándose literalmente las minas de cobre de Riotinto y del
Odiel.
En Málaga-Bastetania se aprecian
comarcas de gran rendimiento agrícola.
En Cazorla-Oretania se comenzó la
explotación de varios yacimientos de plata, lo que atrajo el interés de
fenicios, púnicos y griegos.
En toda la costa
meridional peninsular estaba llena de factorías fenicias y púnicas,
que se dedicaban a la pesca.
Las fuentes literarias, además de escasas, interpretan las
manifestaciones religiosas indígenas desde la óptica griega. Las páginas de
Estrabón sobre el sur de la península están llenas de héroes y dioses
griegos, por ejemplo.
Y respecto a estatuillas, relieves, decoraciones y cerámicas
encontradas, tampoco sabemos todavía a qué tipo de dioses representan.
La
importancia de las divinidades
de Oriente Próximo en esta zona
es incuestionable. Lo que sí es difícil saber es si realmente las gentes del
sur llegaron a rendirles culto o no. Dos fueron las principales divinidades
orientales adoradas en el Sur de España:
-Astarté,
que ha dejado su recuerdo en los puertos, cabos y golfos,
-Melkart,
con su imponente templo en Gadir.
Los amuletos orientales también son abundantes, como los de Baal en
Churriana, Medina de las Torres y La Aliseda. No obstante, será el Heracleion o
templo de
Melkart en Gadir, el verdadero centro de influencia de toda la península
sureña. Diseñado ex profeso por la casa real de Tiro, se construyó imitando
la planta del templo salomónico de Jerusalén. En su interior, los sacerdotes,
tonsurados, vestidos de lino blanco y descalzos, mantenían los ritmos cultuales
y ceremoniales.
En
cuanto a la religión
indígena propiamente dicha, parece poco realista distinguir, en esta
mezcolanza religiosa y cultural, lo que sería indígena de los elementos
importados. No obstante, existen dos tipos de iconografía indígena:
-el
“señor de los caballos”, composición constante que se va a repetir por
todo el mediterráneo peninsular,
-la
herencia de cierta “diosa femenina”, sentada en trono y lujosamente
ataviada.
En este tipo de diosa indígena femenina, destaca
en el sur las imágenes de:
-la
“dama de Baza”, escultura del s. IV a.C, ataviada a la manera jonia,
aparecida en la tumba de un guerrero indígena, y portadora de urna cineraria
con los restos del difunto,
-varias
“diosas criadoras” o curótrofas, imágenes terracotas alimentando a bebés,
a la manera egipcia de Isis amamantando a Horus, como las de Málaga y Cabecico
del Tesoro.
Por
lo que se refiere a santuarios indígenas a resaltar, destacan los jienenses de
Castellar de Santisteban y Collado de los jardines, en los altos de Despeñaperros
ESPAÑA IBÉRICA
Debe su nombre al río Iber-Ebro. Así, el concepto ibéricos
se aplica a las poblaciones de Levante, desde el cabo de La Nao hasta la
desembocadura del río Ródano-Francia.
Todo este territorio presenta tres constantes:
-trama
urbana,
-metalurgia
del hierro y la cerámica,
-uso
de la escritura.
Y se puede hablar de la influencia de dos corrientes
culturales:
-la
indoeuropea, como es en el caso de los campos de urnas de Cataluña, Navarra
y Aragón,
-la
griega, como es en el caso del rápido y brillante desarrollo de todo lo
anterior.
En cuanto a la escritura, nos encontramos ante
dos sistemas diferentes en el área ibérica:
-el
ibérico meridional, cuyo foco queda situado en Murcia y Alicante,
-el
ibérico septentrional, en la zona catalano-aragonesa.
Por último, las fuentes antiguas proporcionan pueblos de los que no
sabemos qué pudo haber sido de ellos.
Los
griegos poseían desde antiguo, dos colonias en la parte mediterránea de la península,
Rodas y Ampurias, ambas fundaciones de los foceos del 625 a.C.
El
comercio griego en Ampurias
tenía como objetivo las minas de hierro y sal de Cataluña, recibiendo a cambio
aceite, vino, tejidos y cerámicas griegas de lujo. Es también aquí donde los
griegos penetran por el valle del Llobregat y comienzan a acuñar moneda. A
partir del s. V a.C, Ampurias se dota de muralla, ágora y templos griegos.
Un
problema lo constituyen las supuestas colonias
levantinas griegas entre el Júcar y Cartagena, de las que no tenemos
constancia. No obstante, multitud de cerámica griega llena los territorios de
Murcia, Alicante y Valencia, aparte de utillaje agrícola, desarrollo demográfico
y urbanización ciudadana.
Pero
el verdadero sello griego dado a los pueblos íberos del Mediterráneo fue la
aparición, también en el s. V a.C, de alfabeto
griego para escribir lengua indígena.
En Levante podemos distinguir una aristocracia militar,
una masa de población libre,
un grupo de población campesina,
y un grupo de población esclava.
Decía a este respecto Estrabón:
“Se trata de unos pueblos que están divididos por su terquedad, en
pequeñas partes o reinos que no tenían unión entre sí, de modo que
resultaron endebles contra los extranjeros que los atacaron. Y en su vida se
atrevieron sólo a pequeñas empresas, por no tener alianzas”.
A la cabeza de la sociedad ibérica aparecen los reyes-príncipes
y los senadores,
enriquecidos por la tierra, el ganado, el comercio y la piratería. Por debajo
de ellos, una especie de falange,
dotada de mallas, escudo y lanza, combatiría a sus órdenes.
Entre los íberos se alternaban tanto pequeñas monarquías como formas
republicanas de gobierno.
El rey vivía acompañado por sus
familiares inmediatos y por su clientela, y rara vez tenía reglas sucesorias.
Salvo en el caso de Barranco Alto-Murcia, con el descubrimiento de una tumba
monumental real, no existe sacralización del rey después de su muerte.
Las primeras noticias nos llegan de Indíbil
y Mandonio de
Ilerda, Huesca, actuando
siempre juntos. Con la llegada de los romanos a la ciudad, se molestaron por la
exigencia de dinero y mujeres, y lucharon contra ellos, acabando siendo
derrotados y ejecutados.
También nos llegan noticias de Edecón
de Tarragona, quien tras conocer la caída de Cartagena, se pasó al
lado de los romanos.
Otro rey de la zona fue Amúsico
de Vic, que cuando vino a ser atacado por Escipión, se encerró en
su ciudad y aguantó el asedio un mes entero, tras lo cual entregó su ciudad al
ejército romano.
Al
lado de las monarquías, muchas comunidades ibéricas parecen haber estado
gobernadas por consejos
aristocráticos, presididos por magistrados y su portavoz, el más
anciano de ellos.
El rasgo predominante de la economía ibérica es un gran desarrollo agrícola,
base del futuro desarrollo demográfico, sucedido el s. V a.C.
En los pueblos interiores, la producción de especies
ganaderas menores, como ovejas y cabras, constituye su rasgo
diferenciador. En los pueblos del mar, el comercio
costero era mucho más desarrollado.
En casi todas las viviendas aparecen aves y el arado. Las especies
cultivadas eran el cereal, la vid, el olivo, legumbres y frutales. La apicultura
se conoce en la zona desde la prehistoria. La caza se desarrolló en los pueblos
interiores, y la pesca en los costeros.
La industria del tejido de lino ibérico
fue famosa en el Imperio romano. Otras industrias como la viticultura o la
oleicultura, han dejado testimonios en muchos poblados.
Dos manufacturas importantes fueron:
-la
alfarería de vasijas decoradas, la cerámica a torno y el uso del horno,
-la
metalurgia del hierro y del plomo, empleada para herramientas, armamento y
soportes de escritura.
El trabajo parece que predominó en
pequeñas explotaciones familiares de trabajo directo. Es posible también que
en las ciudades hubiese propiedades de la aristocracia local. En cuanto a
esclavitud, sabemos de la existencia de 40.000 esclavos trabajando en las minas
de Cartagena.
Existían dos grandes vías
de comunicación:
-vía
terrestre heraklea, que partiendo de Cartagena, atravesaba la costa
levantina, catalana y se adentraba en los Pirineos,
-vía
fluvial del Ebro, que penetraba las modas, cultura y adelantos hacia el
interior.
El último aspecto importante lo fue el comercio
mediatizado de minerales y metales, enormemente controlado por las
colonias fenicias, griegas y púnicas.
La religión íbera venera las mismas
iconografías de “el señor de los caballos” y herencia de cierta
“diosa indígena” del mundo del Sur, verdadera constante a lo largo del
Mediterráneo, y que incluso se van a transmitir también al mundo celtíbero.
No hay, sin embargo, rastro alguno de religión fenicia.
En cuanto a los dioses indígenas, existe cierto
culto a:
-las
diosas curótrofas, como las de Albufereta y Serreta de Alcoy,
-las madres del Mediterráneo, como la Dama de Verdolay-Murcia y la Dama de Elche, diosas protectoras de los
difuntos (y semejantes a la Perséfone
griega, y quizás inspiradas en ella).
En cuanto a santuarios indígenas, dos
destacan en Murcia, el del Cerro de los Santos, no ya con diosas femeninas sino
con exvotos de mujeres de preeminencia social, y el Santuario de la Luz, con
cierto personal religioso, visitas individuales de fieles, actos de culto,
fiesta de la divinidad y comidas campestres. En Alicante nos encontramos con los
templos de Edeta y Ullastret, de 70 m2.
En otro tipo de simbologías, el lobo parece
asociado a idea de la muerte, y los montes suelen ser el lugar apropiado para la
manifestación divina.
Los rituales funerarios muestran la
creencia generalizada en una supervivencia del alma después de la muerte. El
ritual generalizado es la incineración, en el cual las cenizas se depositan en
una urna o vaso de cerámica que se deposita en la tumba, entre quemaperfumes y
jarros rituales de purificación. En las tumbas de guerreros aparecen armas
dobladas intencionadamente para que nadie pudiese utilizarlas más. En las
tumbas de mujeres se depositan objetos de tocador.
Desde el s. VI a.C. había empezado a utilizarse en el Mediterráneo
la moneda acuñada, como medio de transacción
comercial. A partir del siglo V a.C. los pueblos ibéricos comienzan
también a acuñar propia moneda. Los hallazgos de monedas griegas y jonias
también son frecuentes en las zonas de Alicante y Cataluña, lugares donde el
comercio griego impactó con mayor fuerza, y a través de sus intermediarios de
Sicilia y Magna Grecia.
Ampurias fue la primera ciudad íbera en acuñar moneda propia. Tras y
ella y su gemela Rodas, 4 ciudades más continuaron la acuñación:
La Unión-Cartagena, Saitabi-Játiva, Arse-Sagunto y Kese-Tarragona. Cuando Roma
comience las guerras de conquista, la amonedación ibérica se extenderá también
a las provincias celtibéricas, pero nunca a las lusitanias ni a las célticas.
La moneda íbera es acuñada en plata, a diferencia de la púnica del Sur
que lo hace en bronce. En la zona del Ebro surgirán además los denarios,
caracterizados por una cabeza masculina y un jinete.
Es el concepto en torno al cual se organizaban el
hospitium, la clientela
y la devotio.
Fueron numerosos los pactos de hospitalidad y clientela
basados en la fides, uniendo a dos partes:
-sobre
un plano de igualdad,
-con
derechos y deberes recíprocos.
Una clase especial de clientela era la clientela militar. Sabemos que,
por ejemplo, los ciudadanos de Valencia eran clientes del hospitium
Afranio, legado de Pompeyo en Hispania.
Los devoti eran una institución típicamente
íbera, y se dedicaban a prometer no sobrevivir a su jefe si éste moría. De
hecho, algunos romanos como Sertorio, utilizaron tropas de devoti para su
guardia personal.
Los
contestanos
se situaban entre los ríos Tader-Segura y Sucro-Júcar. Es el pueblo con más
marcada identidad propia y fuerte iberización. Poblaban la ciudad de Cartagena,
Ilici-Elche, Lucentum-Alicante, Iaspis-Aspe, Saetabis-Játiva, Jumilla, Yecla y
Alcoy.
Los
edetanos
se situaban entre los ríos Júcar y Turia, e incluían las poblaciones de
Sagunto y Valentia.
Los
ilergavones
se situaban entre los ríos Udiva y Ebro, e incluían las poblaciones de
Dertosa-Tortosa, ciudad atacada por los Escipiones el 215 a.C.
En
época pre-romana parece que sólo las islas de Baliarides-Mallorca y Gimnesias-Menorca
estaban habitadas, probablemente por gente que iba desnuda. Ophiussa-Formentera,
isla de las serpientes, parece que estaba deshabitada.
Pitiusas-Ibiza,
isla de los pinos, existe desde el s. VII a.C, como colonia púnica de Ebusos.
Con
excepción, pues, de las colonias cartaginesas, no parece existir desarrollo
urbano alguno en las islas Baleares.
Los
edetanos
se situaban entre los ríos Júcar y Turia, y las sierras de Albarracín y
Teruel, hasta Caesaraugusta-Zaragoza.
Los
ilergetes
se situaban en la zona pirenaica interior, y es la zona que registró la
penetración de los campos de túmulos en los ss. IX-VIII a.C, con la llegada
de gentes indoeuropeas. Tenían monarquías militares, como las de los jefes Indíbil
y Mandonio, y fue el primer pueblo sometido por Aníbal tras cruzar el Ebro.
Habitaban los poblados de Ilerda, Osca-Huesca, Bergidum-Berga.
Los
cesetanos
se situaban al norte del Ebro, y tenían en Tarraco-Tarragona su principal
ciudad. También poblaron Cese y Cissa, no dando del todo a la costa.
Los
layetanos
se situaban en torno al río Llobregat, y sus principales ciudades fueron
Barcino-Barcelona, Baetulo-Badalona, Iluro-Mataró y Blanda-Blanes.
Los
indigetes
se situaban entre el río Ebro y los Pirineos, y es donde se establecieron las
colonias griegas de Massalia. Fueron descritos por Avieno como feroces, duros,
ásperos, hábiles en la caza y habitantes de escondrijos. Sus principales
enclaves fueron Ampurias y Rosas.
Los
ausetanos
se situaban en la cuenca del río Ter, y fueron los principales aliados de los
otros pueblos pirenaicos del interior. Contaban con monarquías militares, como
las del jefe Amúsico, y fueron sometidos por Aníbal el 209 a.C. Sus
principales ciudades fueron Ausa-Vic y Gerunda-Gerona.
Los
celtíberos eran los pueblos que poblaban las zonas desde el valle del Ebro
hasta la Cordillera Ibérica. En todo este territorio se documenta una lengua,
emparentada con las lenguas célticas de Europa.
El
nombre de celtíberos viene a denominar, por tanto, a “los celtas de
Iberia”, aunque en todo caso no se puede negar su fuerte iberización.
Las fuentes literarias reflejan una sociedad gobernada por aristocracias
militares, de grandes rebaños, y clientelas indígenas.
El aristócrata celtíbero se basaba
en el número de clientes, a los que hace luchar hasta la muerte.
Por debajo de la aristocracia, aparece la masa
popular, que carecía de iniciativa propia para proponer
resoluciones. Hay que suponer que esta masa poblacional estaría formada por
pequeños propietarios agrícolas, que llegada la necesidad, se armarían para
acudir al combate.
Distintos testimonios reflejan que existe un binomio
popular basado en la edad:
-los
iuvenes, de primer ímpetu formidable, y partidarios de la resistencia,
-los
maiores, capaces de ceder, y partidarios de negociar.
Se encubren, pues, bajo estas dos expresiones:
-el pueblo,
-una
aristocracia, dispuesta a transigir con el dominio extranjero a cambio de
conservar una parcela de poder.
El
marco de organización básico es la ciudad-estado,
dotada de organización militar y política, y que repetidamente aparece en las
guerras contra los romanos. Aunque es todavía difícil datar el origen esta
urbanización, a pesar de poseer propia moneda e innovaciones tecnológicas.
En la organización política celtíbera
existía:
-una
asamblea popular,
-un
consejo aristocrático,
-unos
magistrados electivos.
Debió existir además un ejército celtibérico, compuesto por hombres
de distintos pueblos. Aunque lo que aparece con mayor relieve es el tribunal de
5 jueces, encargado de dirimir los litigios.
A veces se conocen conflictos
internos entre la asamblea y el consejo, como sucedió en Belgeda,
donde, ante las dudas del consejo sobre si guerra o paz con el invasor, la
asamblea popular cerró las puertas y quemó el senado.
Durante las guerras romanas, aunque cada ciudad define su política,
ciertas decisiones son tomadas en conjunto. Se puede hablar, en este sentido, de
la liga o confederación
celtibérica, que incluía a 5.000 hombres.
Ello se ve en Lutia, a la que Retógenes llegó solicitando refuerzos.
Los jóvenes estaban dispuestos a dárselos, pero los ancianos no, y éstos
avisaron a Escipión.
La estructura económica depende de las circunstancias
ecológicas concretas. La base económica era agrícola y ganadera.
Las serranías sorianas, pobladas de bosques, contribuían a mantener las cabañas
de ganado vacuno y lanar (recordemos los sufrimientos romanos ante Numancia,
comiendo sólo a base de carne). Todos los clásicos coinciden en la buena
calidad de los caballos del interior.
La trashumancia era la auténtica
base económica, e incluía rutas trashumantes establecidas y diversos pactos de
hospitalidad, a lo largo de la Meseta Central.
A medida que nos traslademos hacia occidente y el valle del Duero,
encontraremos que la economía estará basada en los cultivos de regadío,
trigo, cebada y cereal, y en una auténtica propiedad
comunal. Los salmantinos y los palentinos, por ejemplo, ponían
juntos los frutos y repartían a cada uno su parte, castigando con la pena de
muerte a aquel que retenía algo y no lo entregaba a la comunidad. Sistema, por
otro lado, propio de estadios primitivos de cultura y de insuficiencia de
desarrollo, y no al revés.
Otro elemento importante es la explotación
minera del hierro y siderúrgica. Las citas clásicas sobre la
calidad de las espadas celtibéricas son abundantes, al igual que la cantidad de
explotación minera en los filones celtibéricos, como los del Moncayo.
La moneda, por último, también fue
un fuerte factor de urbanización, y servía para:
-expresar
la autonomía política de las ciudades,
-abastecer
a la población minera del entorno,
-pagar
los tributos a las potencias extranjeras.
Según los clásicos, los celtíberos adoraban a una divinidad, todas las
noches de plenilunio, bailando en circulo fuera de las casas.
Lo que sí conocemos son las inscripciones votivas que nos transmiten el
nombre indígena de alguna divinidad, como Lug.
Pero nada más, pues la religión celtíbera era una religión sin mitos
escritos.
Un rasgo distintivo de la religión celtíbera es la escasa tendencia al
antropomorfismo de las divinidades. La existencia de un culto público se
comprueba por los sacrificios públicos en santuarios a cielo abierto.
Los santuarios celtíberos debían
ser construidos en el claro del bosque, en la cima de la montaña, y a cielo
abierto, acumulaban las ofrendas de oro y plata, que nadie se atrevía a tocar.
Dentro de ellos, el banquete en torno al caldero sagrado parece haber sido un
elemento fundamental. La abundancia de exvotos presenta caballos, toros y pies
calzados.
El Santuario de Peñalva de
Villastar dejó constancia de esta piedad hacia Lug. En
él, el dios Lug recibía ofrendas de líquidos, una cofradía regulaba las
peregrinaciones y un tal sacerdote Togias dirigía el culto.
Aparte
del santuario de Lug, se ha encontrado la existencia, en Monreal de Ariza y en
Tiermes, de cuernas de toro y cuchillos relacionados con el sacrificio.
En cuanto a la existencia de druidas,
sabemos de:
-Olíndico,
que blandía una lanza de plata, enviada por los dioses, profetizaba el futuro,
y lideraba a un grupo de seguidores,
-mujeres
dotadas de profecía, antes de la llegada del Imperio romano bajo Galba.
El
calendario
religioso celtíbero tenía un día señalado, que era cuando se
celebraban todas las bodas, probablemente el día de la fiesta de Lug, o
Lugnasad, el 1 agosto.
Por lo que a creencias funerarias tenemos, se
comprueba el ritual de incineración, donde se acompañaba las cenizas del
difunto con sus armas inutilizadas. Por otra parte, parece que había conexión
entre la vida de ultratumba y la región celeste, a tenor de los abundantes símbolos
astrales descubiertos en las estelas celtibéricas.
Todos estos pueblos de Celtiberia transmiten una lengua
propia, que hemos llamado celtibérico. De acuerdo con las 165
inscripciones de textos, de longitud variable, podemos deducir que el origen o
parentesco lingüístico de la lengua celtibérica viene de una doble vía:
-de
las lenguas celtas del noroeste de Europa,
-de
las lenguas indoeuropeas del centro de Europa.
Los textos más largos e importantes recogidos de la lengua celtibérica
son los aparecidos en Botorrita-Zaragoza, y la inscripción rupestre de Peñalva
de Villastar, dedicada al dios Lug.
Un rasgo peculiar es que la escritura
celtibérica, cuando los celtíberos
comenzaron a escribir, la tomaron de los signos íberos vecinos, en la que cada
signo no tenía el valor de un fonema sino el de una sílaba.
Se trata, por tanto, de una lengua que se separó en fecha muy antigua
del tronco celta común.
Los
lusones
era un pueblo autóctono celta, que se había ido desplazando hacia el valle del
Jalón. En esta zona quedaron incluidas Cascantum, Turiasu-Tarazona y Bursau-Borja.
Los
arévacos
se ubicaban en torno al río Areva, y era el más fuerte de los pueblos celtibéricos,
como se comprueba en la resistencia a Roma o guerra numantina (153-133 a.C). Sus
poblaciones más importantes eran Numancia, Pallantia-Palencia y Termes en
Soria.
Los
belos
se ubicaron en torno al valle de Huerva, y formaban una comunidad política
juntos con los titos. Sus poblados más importantes eran Segeda, Carbica y
Leucade.
Los
bebrices
se ubicaron en Teruel y Cuenca, y se alimentaban de leche, suero y quesos. Poseían
el santuario de Lug en Peñalba de Villastar.
Los
pelendones
se ubicaban en torno a las serranías sorianas, y aparecen citados muy tardíamente.
Sus poblados más importantes eran Vinuesa, Augustobriga-Agreda y Savia.
Los
olcades
se ubicaban en la Meseta meridional, y aparecen mencionados entre el contingente
de pueblos que Aníbal envío íntegramente a Africa en el s. III a.C, para
luchar contra Roma. Su ciudad más importante era Althía.
Los
berones
se ubicaban en el sur de la provincia de Álava, y fueron producto de la
inmigración celta. Su enclave más importante era Varea-La Rioja.
Los
vacceos
se ubicaban en torno al río Duero, y siguieron resistiendo tras la caída de
Numancia. Abarcaban extensos territorios de Valladolid, Zamora, Segovia y
Burgos: Avia, Rauda, Cauca, Intercatia-Paredes de Nava, Viminatium-León y
Septimanca-Simancas. Es en esta zona donde se desarrolla la “Cultura de
Medinilla”, propia de agricultores itinerantes que viven en pequeños poblados
de cabañas circulares de adobes. A partir del desarrollo de la metalurgia del
hierro, se configuraron auténticos núcleos proto-urbanos, que van a
protagonizar la resistencia contra los romanos.
Los
carpetanos
se ubicaban en la ribera del río Tajo, y aparecen ampliamente en las
expediciones de Aníbal. Tras atacar otros poblados, al pasar por esta zona, Aníbal
fue derrotado, lo que provocó una segunda vuelta púnica a la orilla del Tajo
para aplastar y reclutar a la población carpetana.
Su
principal ciudad fue Toletum-Toledo, emplazamiento estratégico del s. II a.C.
para atravesar la península, con su rey Hilerno, rey de toda la Carpetania.
Aparte, otros pueblos que pertenecían a Toletum eran Compluton-Alcalá de
Henares, Laminion, Barnacis, Ipsinon, Ilarcuris, Egelesta e Ilurbida. Lo que
puede comprobarse es:
-una
jerarquización de poblados,
-vínculos
culturales con el mundo ibérico,
-vínculos
lingüísticos con los lusitanos.
Junto
a Toletum, la otra gran ciudad carpetana fue Alce, todavía sin localizar (quizás
porque fue derrotada, saqueada e incendiada al completo). También destacó
Talavera de la Reina, junto a la Sierra de San Vicente, y la fértil zona argentífera
que fue los montes de Toledo y auríferos del Tajo.
El poder político, social, y la mayor parte de la riqueza se acumulaba en Lusitania en manos de un grupo
reducido. Por otro lado, parece que tenían suficiente riqueza como para
armamento, e incluso para yeguadas, que vendría a ser el símbolo de este
status social.
La sociedad lusitana tenía la división
siguiente:
-jefes
de guerras,
-masa
del pueblo,
-siervos
o esclavos.
La aristocracia era la clase
dirigente de la sociedad, y la única capaz de acceder a la posesión de
caballos. De ahí que sea una aristocracia ecuestre y que en el reverso de las
monedas se aluda al jinete. También era el grupo poseedor de tierras y ganado,
y tenía solvencia suficiente como para levantar fortificaciones y tener
clientelas más o menos amplias.
Frente a este grupo director de la sociedad, tampoco hay que creer que la
masa
del pueblo careciese absolutamente de todo.
Estrabón indica que la región era rica en frutos
y ganado, en oro, plata y estaño. El caballo debía constituir también
otro elemento importante de la economía, sobre todo por su calidad y velocidad
(según la leyenda, habían sido fecundados por el viento).
La caza y la pesca constituían actividades complementarias, en los ríos
y en las aguas costeras. La bellota y la castaña también debieron jugar
importante en la alimentación, sobre todo en los pueblos de montaña.
Aparte del hilado y el tejido, las armas encontradas son un ejemplar
valioso, por su damasquinado en plata, por sus decoraciones con nielados, por
sus joyas de la zona de Castelo Branco.
Lusitania, en relación al tráfico
de metales, estaba atravesada por dos líneas internacionales de
comercialización:
-vía
costera. Procedía de las islas Británicas, Finisterre, bordeaba toda la
costa lusitana y llegaba a Gibraltar,
-vía
fluvial. Procedía del interior de Galicia y atravesaba las cuencas del río
Meda (plomo), río Mourao (plata) y cuenca del Tajo hasta Sierra Morena.
En todas estas zonas, sistemas de fallas y fracturas del terreno
proporcionaban afloramientos mineros. En Arribes del Duero, por ejemplo,
aparecen filones de estaño, wolframio y urano.
Los hallazgos de monedas griegas del s. IV a.C. en los yacimientos
costeros hace suponer, al igual que Cancho Roano, un comercio
fuerte de intercambios, en el sistema de don-contradón:
-las
aristocracias locales controlaban el tráfico de metales,
-los
extranjeros dejaban a cambio importaciones lujosas.
Con
la llegada de los púnicos, las campañas de Aníbal del s. III a.C. buscaron
ante todo esclavos-mercenarios y riquezas materiales.
Incluso los celtíberos se adentraron en la Lusitania en busca para
comerciar en sus minas, como dejan constancia las monedas que se pagaban a los
individuos que trabajaban en las minas.
En la religión lusitana, el jabalí parece tener cierto significado
funerario. De hecho, son famosos los verracos
de Ulaca y Padierno, ejemplares del s. IV a.C. Además de los verracos, también
se conocen otros símbolos de carácter religioso. El jabalí, por ejemplo,
alanceado por un jinete, representa al difunto.
Se
conocen algunos santuarios
con una gran piedra de granito, en la que se excavaban escaleras, oquedades y
canales. Se ha querido ver un cierto culto a las aguas, pero de momento lo que
parece es que los canales servían para la sangre de los sacrificios Los
santuarios indígenas encontrados de momento son dos:
-el
Santuario de Castro de Ulaca, de pocas evidencias,
-el
Santuario de Panioias, en el centro de Portugal.
En
cuanto a la existencia de sacrificios,
lo más normal es que fueran sacrificios de tortas, leche, cerveza, liebres o
pichones.
En inscripciones votivas, un tercio de las encontradas se refieren a divinidades
indígenas, aunque de éstas, algunos nombres serían epítetos. Los nombres de
dioses con bastantes atestiguaciones son Vaelicus y Ataecina, protectores de la
población:
-Vaelicus,
que tenía propio santuario en Postoloboso, y debía ser un dios-lobo infernal,
-Ataecina,
que tenía santuario propio en Santa Lucía del Trampal, y reunía también a
gente celta para su adoración.
En Lusitania conocemos la existencia de una lengua distinta a las demás
ibéricas, y que es denominada por los filólogos como hispánico
occidental, de la Extremadura portuguesa y española.
Los
rasgos
diferenciadores de esta lengua son:
-p
en posición inicial,
-el
uso del indi (y) y cue (que),
-los
dos plurales oi y os,
-los
grupos nt, nd, nc,
La
discusión se centra en si esta lengua es pre-céltica o indoeuropea, pero no se
sabe más.
En Lusitania existía un grave problema de social y económico, derivado
del reparto desigual de la propiedad
agraria, lo que hacía que los individuos más pobres se alquilasen como
mercenarios de bandas dedicadas al saqueo.
Las fuentes clásicas son unánimes en poner al frente de todas estas
bandas lusitanas a Viriato, capitán de ejércitos
lusitanos dedicados al saqueo de ciudades y personas.
Elegido al parecer por su coraje personal, y a semejanza del buen
salvaje, no corrompido por la civilización, Viriato había nacido en la Sierra
de la Estrella y fue un pastor lusitano que lideró la resistencia del s. II
a.C. Algunos autores lo presentan como superviviente de la matanza de Galba
(procónsul del 150 a.C.), e iniciador de la táctica
de guerrillas adaptada al terreno.
Los
lusitanos
se situaban desde el sur del río Tajo hasta los navegables Mondego y Vouga.
Aparecen mencionados por primera vez el s. III a.C. Capitaneados por un tal Púnico,
derrotaron a dos ejércitos extranjeros y saquearon el Algarve. Sólo entre
reveses, Roma pudo controlar a estos pueblos. Destacaron las ciudades de
Aeminium-Coimbra, Collipo-Lleiría y Olisipo-Lisboa.
Los
conios
se situaban en el extremo occidental, y su emplazamiento más importante fue
Conistorgis.
Los
beturios
se situaban en torno a la cuenca del Ardila, afluente del Guadiana por la
izquierda, y explotaban las minas del entorno. Sus poblados eran fortificados y
pequeños (5 ha), y el más importante fue el de Tamusia.
Los
vetones
se situaban en el límite España-Portugal por el río Tormes, y en las alturas
montañosas, durante la Edad del hierro. Destacan por las figuras zoomorfas en
piedra de toros, cerdos y jabalíes. Otro rasgo suyo era el poblamiento en
castros, con impresionantes defensas. Los vetones desarrollaron técnicas del
hierro para fabricar útiles de labranza, provocando el crecimiento demográfico.
Su ciudad más importante fue Lacimurga, en torno a Navalvillar de Pela.
La población celta no se repartía de manera uniforme. Los celtas se
extenderán no sólo por la cordillera Cantábrica sino algo más al sur (los
astures, incluso hasta el río Duero). El porcentaje de población que vivía en
la media y alta montaña era de tamaño reducido, y las principales ciudades se
establecían en zonas donde las condiciones climáticas eran más llevaderas.
Había individuos que acumulaban más riquezas que los demás, según se
desprende de la existencia de ricas joyas.
También
las esculturas de guerreros galaicos, del norte de Portugal y sur de Galicia, y
aunque sean de gran tosquedad, inducen a pensar en una aristocracia. Incluso dos
de ellas rezan “dedicada a Adrono, hijo de Veroto”, que hace pensar en una
aristocracia por razón de sangre.
En
cuanto al pueblo, carecemos de información sobre él. Suponemos que su armamento
característico era:
-escudo
redondo,
-puñal,
-doble
hacha,
-una
o dos lanzas.
Existe confusión en torno a un posible matriarcado
cántabro. Según Estrabón “los hombres dan dote a las mujeres, las hijas
reciben la herencia, las hermanas casan a los hermanos”. Pero del análisis de
la epigrafía norteña, se deduce que:
-la
filiación se establecía por línea masculina,
-el
poder es ejercido por los hombres,
-la
cabeza de familia era la madre,
-la
descendencia era transmitida a través de la madre.
Otro tema de confusión es el de una posible organización
gentilicia. Tras los análisis epigráficos se concluye la
coexistencia de dos tipos de organización diferente, ambas basadas en la
consanguinidad y no en la territorialidad:
-el
área de las centurias, del noroeste,
-el
área de las gentilidades, de la Meseta.
En el mundo celta existe también pacto
de hospitalidad. El documento más importante para conocer la relación
entre gentes y gentilitates nos habla de:
-grandes
divisiones tribales (en astures y cántabros),
-fracciones
dentro de las mismas tribus (en los zoelas, orgenomescos…),
-distintos
clanes (en los desoncos, tridiavos…).
Hay
quienes opinan que estas divisiones no están hablando de divisiones internas,
sino de distintas zonas geográficas, pues los romanos luego aplicaron iguales
nombres para cosas distintas. Lo que sí está claro es que se trataba de
organizaciones de parentesco superior a la familia restringida, de derecho
privado, y nunca público, y que afectaba sólo a algunos sectores sociales y no
a todos.
Los clásicos pintan muy
mal el hábitat y costumbres celtas. Según Estrabón, los celtas no
conocían el vino y bebían en su lugar agua, dormían en el suelo, llevaban
pelo greñoso y se alimentaban dos tercios del año de bellotas o tostadas; no
conocían la moneda sino que usaban trozos de plata recortada, y navegaban en
barcas de cuero.
Estas supuestas bases no hacen sino preparar el terreno a lo que los clásicos
pretendían: el abismo político entre su civilización, y estas civilizaciones
incultas y bárbaras.
Lo que sí es cierto es que los celtas fueron los últimos pueblos en ser conquistados por los romanos (ya se
había intentado en 138-132 a.C sin éxito), y nadie antes lo había logrado.
Siete legiones tuvieron que ser movilizadas para ello, hasta que el 25 a.C. Roma
alcanza la victoria.
El año 23 a.C. el 100%
de astures y cántabros
fueron vendidos como esclavos a Aquitania, o aniquilados. Agripa degolló a
todos los hombres con edad de llevar armas, y vendió como esclavos a los
ancianos, los niños y las mujeres. A los otros
pueblos los obligó a abandonar las montañas y establecerse en los
valles, para poder ser vigilados más estrechamente. Estrabón, Ovidio,
Virgilio, Plinio y Orosio no pararán de recordar esta situación política del
área norte peninsular.
Los pueblos celtas tenían una dieta que los tenía al borde de la
desnutrición.
El nivel de desarrollo de los pueblos celtas no era alto. Todos los clásicos
han resaltado la importancia de la recolección en estos pueblos, dado que dos
tercios del año corresponderían a la estación fría. La castaña y la bellota
parecen haber sido los principales frutos
recolectados.
Los análisis policlínicos también muestran la existencia de especies
cultivadas de cebada, centeno y mijo, trabajándose con azada y no con arado
(dado el retraso norteño de la península).
La ganadería era la actividad económica
más importante. De las mantecas como ingrediente básico para cocinar, se
entiende la importancia del cerdo para los celtas.
En cuanto a la minería subterránea, es muy
dudoso que existiese antes de la llegada de los romanos, aunque el norte sí que
abundara en plomo, estaño, minio, malaquita y hierro.
En algunos poblados cántabros del s. III a.C. se han encontrado cerámicas
celtibéricas, lo que supone una inmigración
hacia el sur en busca de recursos económicos. En todo caso, la ausencia de
intercambios y de moneda nos advierten que el nivel económico del norte era muy
bajo.
Los celtas no tenían imágenes de dioses. Algunos explican que este dios
innominado adorado por los celtas podía tratarse de la misma Luna,
pues estas gentes adoraban las noches de plenilunio. Otros dicen que los celtas
contaban los días por noches, y se hacían descender del dios irlandés Dis
Pater.
La epigrafía nos transmite nombres de dioses
indígenas de difícil identificación, aunque sí deja constancia de
varias divinidades populares:
-Ares,
dios único o varios dioses llamados por igual en distintos lugares,
-Cosus,
el dios mencionado en casi todos los lugares galáicos,
-las
Matres, diosas de la fecundidad, la tierra y la naturaleza (y conocidas también
en la Renania),
Hay
constancia de sacrificios
animales y alguno humano, como el sucedido entre los astures para sellar la paz
entre pueblos vecinos; sacrificaron a un hombre y a un caballo.
El culto se celebraba a cielo abierto, en un claro del bosque, junto a
lagos o fuentes, santuarios naturales denominados bosques
sagrados. También sabemos de cultos desarrollados en los ríos, pero
de lo que no hay constancia es de templos. Se ha hablado de la existencia de
cultos animistas a los montes, los bosques y los ríos, pero tampoco se sabe
nada más.
En cuanto a las creencias funerarias, no hay
rastros de necrópolis alguna, lo que hace pensar en el rito de la incineración.
Los
galaicos
se situaban en el extremo noroeste de la península, entre los ríos Limia y Miño,
y presentaban viviendas circulares de la Edad del bronce, modelo de cultura
castreña.
Los
lucenses
se situaban al interior de la zona galaica, continuaban con la cultura de
castros, y tenían gran densidad de población. Tenía 16 pueblos reconocidos
aunque todos con nombres bárbaros.
Los
ártabros
se situaban desde el río Miño hasta el cabo de Nerión-Finisterre, y formaban
un golfo conocido como “puerto” de los Artabros. Sus poblados más
destacados se situaban en Ferrol y Coruña.
Los
célticos
se situaban entre el cabo de Nerión y el norte del río Limia, y desde siempre
había sido el pueblo más diferenciado del resto peninsular. Poblaban las islas
Siccas y la ciudad de Abobrica.
Los
navios
se situaban en torno al río Navia, y poblaban las comarcas de Noya, Tyde-Tuy y
Bacara-Braga. De aquí parece proceder el concepto romano de Gallaeci, por su
fuerte sustrato galo.
Los
zoelas
se situaban en la comarca portuguesa norteña de Tras-os-Montes, y su principal
núcleo urbano fue Curunda. Dedicaban culto al dios indígena Aerno.
Los
astures del
norte constituían un conglomerado de pueblos, en torno al río
Sella, y con castros o cabañas circulares de piedra. Fueron identificados por
Ptolomeo como:
-los
bedunienses,
cuya capital era Bedunia,
-los
orníacos,
cuya capital era Intercatia,
-los
lungones,
cuya capital era Pelontio,
-los
selinos,
cuya capital era Nardinion,
-los
superatios,
cuya capital era Petavonium,
-los
amacos,
cuya capital era Cangas de Onís.
Los
astures del
sur se situaban entre los ríos Navia y Esla, dando hasta el norte de
Portugal. Estrabón incluye en ellos el río Melsos como su límite occidental,
y hacia el sur hasta la ciudad de Asturica Augusta-Astorga.
Los
cigurros
se situaban al sur de las montañas cantábricas, en la zona de Nemetobriga, o
de “bosques sagrados”, con capital en Brigaecium, la “ciudad
fortificada”, y de gran autonomía política.
Los
lancienses
se situaban al sur de la cordillera cantábrica, y fueron los que primero
hicieron oposición al invasor extranjero. Sus poblados fueron incendiados en
una siguiente campaña militar.
Los
cántabros
se situaban en la costa entre los astures y un conglomerado de pueblos confusos.
Sus inscripciones revelan una gran conciencia de grupo, y una organización
gentilicia. Estrabón señala de entre ellos a:
-los
orgenomescos,
tribu limítrofe con los astures, y cuyo puerto principal era Vaseiuaseca,
-los
saúgos,
en torno al río Sauga, y cuyo puerto principal fue Ioliobrigensium-Santander,
-los
várdulos,
con las poblaciones de Morogi, Menosca, Vesperies, y con su puerto principal en
Flaviobriga-Castro Urdiales.
Los
turmogos
se situaban en la comarca de Salas de los Infantes, noreste de Burgos, y no era
una comunidad muy numerosa. Su principal ciudad fue Segisamo.
Los
autrigones
se situaban entre Flaviobriga y el río Nervión, y abarcaron la mayor parte de
las provincias de Vizcaya y Alava.
Los
caristios
se situaban en la cuenca del río Deva, y a ellos se le atribuía el condado de
Treviño.
Los várdulos-vascones se situaban en la costa de Oyarzun, y poblaban 14 pueblos de las montañas de Guipúzcoa, con lengua de difícil origen peninsular.
Manuel
Arnaldos ![]()
Mercabá,
diócesis de Cartagena-Murcia