Agnosticismo, Creencia y Humanidades

 

por Pablo Noriega


Quizá este texto puede ser conceptuado como una defensa de la utilidad de la religión y, como consecuencia, pueda ser calificado como un pragmatismo religioso, cuando se defiende como apropiada la creencia en un Absoluto o Dios. Por otra parte, como me indicó Arsenio Alonso, no es nueva y ya ha sido expuesta por Max Weber al mostrar las implicaciones prácticas de las creencias religiosas en los terrenos social y económico, aunque con una orientación muy diferente a la que aquí empleamos, pues la que planteamos se desarrolla en un sentido que consideramos éticamente menos discutible de lo que pudieron representar las confesiones protestantes en el desarrollo del sistema capitalista. Con esto queremos decir que las implicaciones prácticas de las creencias religiosas pueden mostrarse en términos morales que tengan una aceptación o que muevan a un consenso, no necesariamente religioso, más amplio. Aún con todo, hemos de decir que las consecuencias prácticas de las creencias, que en lo fundamental puede ser calificadas de religiosas, no sólo las expresamos en el terreno de la moral, aunque la denominación de pragmatista o de utilitarista pueda responder al espíritu general de lo que aquí presentamos

 

Las páginas que siguen desarrollan el ensayo en capítulos. En el primero exponemos las variedades del agnosticismo y es un planteamiento general del problema en la medida en hacemos una clasificación de los agnosticismos que son criticados en los capítulos siguientes. Así distinguimos entre agnosticismo político o agnosticismo científico, por ejemplo.

En el segundo capítulo desarrollamos una crítica de las posiciones agnósticas y sus implicaciones en las Ciencias Humanas en un sentido general que aclara el concepto de estas ciencias y enriquece sus planteamientos generales.

En el tercer capítulo se traslada la crítica de estos planteamientos generales a algunas de las Ciencias del Hombre (Psicología, Pedagogía…). El capítulo tiene un desarrollo mayor en lo que respecta a las ciencias que pueden ser agrupadas bajo el rótulo de psicológicas. Por otra parte, también llama a desarrollos ulteriores en las distintas ciencias que esperamos poder especificar en trabajos posteriores, aunque la amplitud de los mismos quizá requiriera del trabajo en equipo. Nos referimos, por ejemplo, a los campos de la Pedagogía y quizá al de la Economía.

En el capítulo cuarto examinaremos las implicaciones políticas en la medida en que la filosofía agnóstica impone y supone una política, que como todas se basa en una determinada teoría de la realidad, del conocimiento y de la realidad antropológica.

Por último, de manera breve en el Epílogo se examinan las implicaciones que los puntos de partida que hemos defendido tienen a la hora de buscar y definir esa realidad que llamamos Hombre. Sólo nos queda reseñar que hemos empleado exclusivamente el término agnosticismo, aunque la crítica y el desarrollo conceptual sea igualmente al fenómeno, tan actual, del ateísmo.

 

Planteamiento general

Vamos en este capítulo a examinar las variedades que presenta el fenómeno del agnosticismo. Lo dividiremos en agnosticismo político, agnosticismo filosófico, agnosticismo moral, científico y humano-tecnológico. Consideraremos los capítulos siguientes como una crítica, por activa o por pasiva, del planteamiento agnóstico.

 

 

El agnosticismo político

La posición del agnosticismo político estaría justificada si las religiones o confesiones occidentales tuvieran un componente de fanatismo tal que el estado tuviese que garantizar la paz pública mediante la neutralidad con respecto a unas confesiones religiosas totalitarias e intransigentes, como de hecho ocurrió en los comienzos de la Modernidad. Así este presupuesto permitiría una justificación de orden práctico, pues la no confesionalidad del estado o el estado laico podría de esta manera garantizar la Paz como bien público absolutamente necesario, sin el cual es imposible perseguir la consecución de los otros bienes sociales y políticos.

Esta sería una orientación que tendría que ver con una concepción pragmatista que elaboraría las ideologías como apariencias de la razón, como ideologías que buscan salvaguardar los bienes públicos o políticos. Pero este no es el caso, pues las confesiones europeas han hecho su revisión democrática hacia la tolerancia y las libertades públicas. Siendo así que el agnosticismo ha perdido su razón práctica de existencia, su utilidad en el terreno político entonces se puede decir que, aunque intente aparentarlo, no es neutral y que su dominio de los medios de comunicación (incluidos los eclesiásticos) y ,en general, del discurso ideológico, no está justificado. No es neutral y no está justificado porque sus concepciones están impuestas en todos los discursos propagando con un verdadero monolitismo su visión del mundo.

El agnosticismo antropológico y filosófico

Detrás de este agnosticismo político está una determinada concepción del hombre a la que, como veremos, se le puede oponer una concepción religiosa. En efecto, según la concepción antropológica (y también según su praxis) la religión y la existencia de un Absoluto no es esencial para el Hombre. Es irrelevante para su misma esencia. Es por ello un tema de segundo plano, opcional porque el hombre no es un ser religioso. Aún más, llega a decir que la religión es un fenómeno alienante, un hecho que nos aleja de la verdadera realidad de la Humanidad que está en la Tierra y así la persona humana se deshumaniza cuando se hace religiosa, cuando entra en algún tipo de relación con el Absoluto. Este tipo de argumentación, por otra parte, se relaciona con otro de los caballos de batalla del pensamiento agnóstico como ha sido la crítica desarrollada contra el valor probatorio de las vías tradicionalmente ensayadas para demostrar la existencia de un Absoluto o Dios. Se mezclan, pues argumentos de la razón teórica y de la razón práctica.

 

El agnosticismo moral

El agnosticismo moral defiende la creencia de que la idea y la realidad de la religión son irrelevantes en el campo de la moral porque las realidades éticas son total y completamente autónomas e independientes de la idea de Dios y de cualquier religión. En este sentido la razón ética es completamente autosuficiente para que el hombre encuentre de manera exclusivamente autónoma su plena realización en el campo que tratamos, sin que la religión o la idea de Dios sean hechos que, de una u otra manera, funden o ayuden al perfeccionamiento moral de la Humanidad en el terreno personal o social. Así el Hombre ha alcanzado la mayoría de edad y, por tanto, no necesita de Dios para ayudarse en el camino de la perfección ética y en el cumplimiento de los valores o de las virtudes. 

 

 

El agnosticismo científico

No vamos a entrar en el tema de la validez de las construcciones científicas en territorios distintos al propio de las Ciencias Humanas. En éstas el agnosticismo metodológico defiende que la idea de Dios, de la Transcendencia o de lo Absoluto es completamente irrelevante para construir el origen y el cuerpo histórico de las Ciencias del Hombre. Así la construcción del cuerpo de estas ciencias se hace prescindiendo de la idea de Dios y de la Religión y tomándolas como realidades inesenciales a la hora de defender lo que la sustancia del hombre realiza en cada campo específico de cada ciencia. De esta manera se pretende definir esencialmente cada campo, cada categoría de las Humanidades, prescindiendo de Dios, presentando el tema, a lo sumo, como una creencia que puede ser analizada como fenómeno, pero no como algo que pueda ser sustancial o esencial para la categorización o conceptualización de la realidad humana.

 

El agnosticismo en las tecnologías humanas

Entendemos que las Ciencias Humanas tienen un desarrollo tecnológico y manipulativo que tiende a modificar las conductas de los seres humanos mediante la aplicación de técnicas que se basan en el mismo conocimiento que aportan dichas ciencias. Según este desarrollo técnico, que se manifiesta en terapias,o como técnicas de manipulación política de la conducta, las ideas de Dios y las religiosas son prescindibles en este ámbito y no aportan ninguna virtualidad terapéutica o política para mejorar las conciencias o las conductas de hombres y mujeres. Son, como consecuencia, eliminables como elementos de las conciencias, pues sus potencialidades son inexistentes o sustituibles por técnicas agnósticas.

 

La crítica del agnosticismo

Frente a las posiciones teóricas y epistemológicas del agnosticismo hemos desarrollado una crítica concreta, aunque en este ensayo no analizamos la crítica filosòfica sino tangencialmente. Esta tarea la hemos desarrollado en otros ensayos, por ejemplo en “Razón y realidad”y “Sobre la Historia” ofreciendo argumentos positivos a favor de la existencia del Absoluto o Dios.

Así pues, en la presente obra hemos desarrollado la crítica dicha esencialmente en forma de argumentos pragmáticos, que, como consecuencia desarrollan una crítica utilitarista. En este sentido hemos subrayado la relevancia que Dios y la religión tienen para el perfeccionamiento de lo humano, de una manera que ha sido anticipada en nuestro anterior trabajo “Ética” y en otro que pensamos publicar próximamente.

Consideramos que, siguiendo el hilo argumental que hemos hecho en esta exposición de las variantes del agnosticismo en diferentes campos, siguiéndolas implícitamente, se puede desarrollar el sentido pragmatista o utilitarista general en la perspectiva antropológica que aquí manejamos y ello en lo que atañe a los efectos positivos de la creencia religiosa para el hombre. Así se pueden considerar los argumentos morales, los argumentos psicológicos, los argumentos médicos y el económico. Paralelamente a ellos presentamos las consecuencias que tienen la creencia en Dios y la relación religiosa en los diversos campos de las Ciencias Humanas.

 

Agnosticismo y Ciencias Humanas .

Expondremos, como hemos hecho hasta ahora, este capítulo en breves apartados que siguen de cerca la redacción original porque facilita el orden expositivo.

 

Agnosticismo metodológico y Ciencias Humanas

Podemos decir que el agnosticismo se presenta como una metodología que proyecta su luz sobre todas las Ciencias del Hombre. En efecto, presenta unas construcciones en ellas que son inadecuadas, pues olvida que una descripción adecuada de los fenómenos humanos debe incluir la realidad ontológica (no fenomenológica) de Dios y la religión como componentes internos necesarios para una definición y conceptualización de las realidades humanas. Dicho de otra manera, se constata entonces que el hombre es un ser que originaria y constitutivamente en el orden de la realidad, en el orden del ser (el de su realidad y el de su perfección) está en una relación religiosa con el Absoluto o Dios. Como una consecuencia de lo expuesto, se puede decir que si se prescinde de esta relación no se está realizando la construcción de la ciencia, de la verdad, de manera adecuada, sino que lo que ocurre es que sólo se ofrecen esbozos de la verdadera realidad o caricaturas.

La consecuencia que tiene, por tanto, este agnosticismo es la de una normativización que proviene de su concepto del Hombre. Es decir, no sólo se opera con una categorización inadecuada de la realidad humana, sino que también se prescriben métodos y comportamientos, se dice a lo humano lo que debe ser.. Así, por ejemplo, cuando en Psicología Evolutiva se señala lo que representa la evolución normal de la persona, se está definiendo, construyendo lo que debe ser la normalidad, lo cual tiene fuertes implicaciones en otras ciencias como puede ser la Pedagogía.

Es, por otra parte, evidente que si se categorizase el desarrollo humano de otra manera la normatividad sería otra. En este sentido, si, por el contrario, pensamos a la persona humana como esencialmente religada cambia completamente el curso de la construcción que opera en la Ciencias del Hombre.

Todo esto significa que estas Ciencias, al trabajar con el supuesto del agnosticismo como método, en el que la idea de Dios ha desaparecido de la idea de Hombre, hacen este trabajo a un nivel que es sólo fenoménico, aparente. Pero con ello desvirtúan lo que es el hombre verdaderamente. Por ello sus constructos teóricos no deben pretender ser científicos, esto es, responder a la verdad, pues según decimos aquí, la idea cabal de lo que es verdaderamente lo humano supone reconocer en éste su relación a Dios, supone reconocer que la realidad de la persona humana es constitutivamente religiosa, en cuanto que, como veremos en el próximo capítulo, cuando ésta se halla alejada de la relación religiosa, no se encuentra en la plenitud de su ser y de sus potencialidades.

Como consecuencia, cuando se pretende que se puede operar un cierre en el que la ciencia describiría al hombre como un ser cerrado a la Transcendencia, lo que realmente se hace es describir una apariencia, una sombra que no llega a la descripción de la esencia de lo que es el Hombre en acto. Es decir, no como una potencialidad de ser, sino como actualidad, como realidad del ser. Quiere esto decir que la constitución de las Ciencias Humanas por una especie de cierre en la categoría, en el que se eluda la relación o la apertura a lo transcendente, no es verdadera.

Por tanto, el discurso descriptivo y prescriptivo de las Ciencias Humanas tiene un valor relativo tanto en la descripción como en la valoración, puesto que se puede decir que sólo proyecta una luz oblicua sobre lo que el Hombre es. Se puede decir que esto es así porque no operan con un concepto adecuado del hombre, porque ignoran que el hombre es un ser esencialmente religioso. Por ello las construcciones las Ciencias Humanas operan metodológicamente con la represión de lo religioso. Así, trabajan con una representación deformada de la realidad humana y, por tanto, prescriben terapias que, al operar con esta representación, son inadecuadas. Su validez es, entonces, limitada y ello porque su método agnóstico, que se traslada desde las Ciencias Naturales, es no se corresponde con la realidad.

Como conclusión, creemos que se puede establecer que las determinaciones teóricas de las que hablamos no son fiables, pues la posición que se adopte sobre los temas a los que nos referimos (la existencia del Absoluto y la religión) condicionan todo el proceso de construcción de la verdad.

No obstante, no pretendemos defender que las Ciencias Humanas, en su actual momento de desarrollo, sean radicalmente falsas, pero sí que las verdades que pretenden establecer incuestionablemente están traicionadas por unos presupuestos teóricos, filosóficos y religiosos, que no son los adecuados. Esta inadecuación en lo que luego llamaremos la parte alta de la teoría, conlleva que la construcción en su parte baja esté viciada, pues opera como una deducción de premisas y esto, aunque tenga una parte

empírica (en la que, como hemos dicho, no se puede producir verdaderamente).

Es por ello lógico suponer que con una transformación en la parte alta de la teoría de las Ciencias Humanas (en sus teorías y presupuestos ontológicos, metafísicos y religiosos) se produzca una transformación de conjunto en ellas en general, y en cada una de ellas en particular. Esto significa que las verdades serán distintas a las que hasta ahora se han construido y que la realidad de la parte baja de las ciencias será completamente diferente a la actual. En lo que respecta a las tecnologías que brotan de las mismas ciencias es lógico suponer que sufran igualmente cambios significativos.

 

 

El vacío de las Ciencias Humanas

El agnosticismo metodológico de las Ciencias Humanas pues, crea con su teoría una concreta definición del Hombre y con ello un tipo determinado de ser humano en el que lo Absoluto o Dios y la religión son apartados de su realidad esencial.

A partir de estos presupuestos, con la ayuda de los axiomas generales de cada una de las ciencias del Hombre y según reglas de formación concretas van apareciendo los cuerpos teóricos de ellas, que, a su vez, se transforman en tecnologías normativas que incluso pueden jugar un papel de control social como estudia Foucault. El resultado es una coerción que saca al ser humano de su verdadera actualización, y de su verdadera realidad, creando una imagen deformada de la realidad humana y, definiendo lo que ésta debe ser, enajenándolo de su perfección.

Nuestra crítica señala, como consecuencia, que todo este cuerpo teórico que constituyen las Ciencias Humanas está operando en el vacío y no describe la verdadera naturaleza, la verdadera actualización del Hombre, pues previamente se le ha vaciado de contenidos que son esenciales para definir su realidad. Esto es de tal manera así que las concepciones más generales acerca de la naturaleza humana están imbricadas con todo el cuerpo teórico y forman una única teoría que es dudoso posea un contenido realmente verdadero. Así estas formas de producción teórica funcionan como si fueran reglas generales que, por una especie de generación, van formando un cuerpo de teoría según unos cánones de producción que no engranan con el eje central, pues su núcleo no es el adecuado.

 

Fenomenología y agnosticismo científico

Desde la experiencia del agnosticismo metodológico se pretende en muchas ocasiones construir las Ciencias Humanas desde una perspectiva exclusivamente fenomenológica, que pasa por la descripción de lo que el Hombre cree que es. Lo describe, así, como fenómeno puro sin entrar en la valoración de la verdad o realidad de esta creencia. Así desde esta orientación puede, por ejemplo, construirse una Fenomenología de la Religión intentando mostrar exclusivamente lo fenoménico de la experiencia religiosa.

Como su propio concepto indica esta es una construcción desde los fenómenos y, por tanto, se queda en la epidermis, pues lo que una ciencia antropológica debe describir es lo que el hombre realmente es. Es decir, que el nivel esencial es ontológico y en estas descripciones puramente fenoménicas este nivel queda olvidado y con ello el momento fundamental de la ciencia, que consiste en describir las cosas como son.

 

El falso cierre en las Ciencias Humanas

El agnosticismo metodológico pretende que las Ciencias Humanas están cerradas en sí mismas, en sus construcciones y en sus propios métodos. Según estos principios roturan una parte de la realidad humana que aparece, por tanto, como autónoma. Con ello pretenden describir lo que el Hombre es a través de sus diversas manifestaciones en los diversos ámbitos de la cultura.

Pero, previamente han expulsado de su ámbito lo que pretenden describir, es decir, la misma configuración de lo que es realmente humano, aunque inadecuadamente, pues el ser humano encuentra su perfección ontológica, su actualización, su cabal realidad en cuanto que posee una religión, en cuanto está religado al Absoluto.

Esto significa que la realidad Humana no puede ser descrita con los métodos del agnosticismo y que, por ello, no se puede operar ningún cierre en las Ciencias Humanas en las que éstas se enroquen sobre sí mismas. Por el contrario, el Hombre se presenta como una realidad abierta a lo transcendente, lo cual, en el orden de la construcción de las Ciencias del Hombre, significa que, en lugar de producirse en ella un cierre gnoseológico se produce una apertura. Esto debe ser así si realmente se quiere dar cuenta de la realidad humana.

Como consecuencia se colige que las Ciencias Humanas no pueden construirse como tales con total independencia y que, en la medida en que la realidad del hombre permanece abierta al Absoluto, es dudoso que se puedan considerar como ciencias en el mismo sentido que las Naturales o las Formales. Quizá, más bien, pudieran construirse a modo de artes, quizá debiéramos acercarnos a ellas con un sentido aproximativo y no pretender que tengan la misma densidad epistemológica que las otras ciencias. Posiblemente por ello no sean totalmente categorizables, totalmente construibles por el pensamiento sistemático.

Por tanto, puesto que no serían completamente categorizables, puesto que no serían susceptibles de ser encerradas por el pensamiento sería conveniente acercarse a ella con espíritu de fineza y no con espíritu geométrico (hablando con distinciones de Pascal). En consecuencia, al no ser abarcables con los métodos de las otras ciencias la manera de aproximarse a ellas sería tangencial. La razón de esta particularidad epistemológica, lógicamente radica en nuestras premisas que nos hacen ver la realidad del hombre como poseyendo una apertura al Absoluto, pues lo Absoluto es indisponible, inabarcable.

 

Las ciencias humanas como poder. Las implicaciones de la alienación religiosa.

Así pues, esa desnaturalización de la realidad humana que constituye el agnosticismo se manifiesta en una construcción que, como hemos visto, produce un cuerpo teórico que no responde a la verdadera realidad del hombre. Pero por una mistificación, que no es intencionada sino inconsciente, los supuestos sobre los que se fundan estos saberes y los saberes mismos se elevan como un poder que puede llegar a controlar las conductas humanas. Así, se presentan estos saberes como si sus verdades fueran completamente incuestionables por el simple hecho de llevar el nombre de ciencias y esto da una aureola que los prestigia y permite que gocen del respeto y aceptación de la mayoría, sin que se pregunte por el grado de fiabilidad que tienen.

De esta manera se desarrollan la Psicología o la Pedagogía en las que lógicamente se da una ruptura entre los técnicos que son los portadores de estos saberes tangenciales y el resto de la población, creando asimetrías que antes de la aparición de las Ciencias Humanas no existían (en este sentido y no en otro se mueven las tesis de Foucault).

Como consecuencia, se presenta el peligro de que este cuerpo de científicos, poseedor de estos saberes oblicuos, tenga una capacidad de manipulación, que se podría manifestar en un control de la conducta, que enajena al Hombre de su verdadera realidad, al mismo tiempo que se van implantando las tesis filosóficas y religiosas que suscitan la construcción científica.

Por otra parte, se debe tener en cuenta que, como se podrá ver en el próximo capítulo, la optimización humana se encuentra en la relación con el Absoluto que permiten las religiones. Mediante la religión se puede decir que alcanza el hombre el mejor de los mundos posibles. Esta optimización es la que en términos psicológicos aporta un máximo de felicidad y en término fisiológicos un máximo de salud.

Pero si tenemos en cuenta que las Ciencias Humanas, con el presupuesto del agnosticismo metodológico, prescinden de la realidad de Dios hemos de reconocer que trabajan con una idea de Hombre totalmente inadecuada. Por ello reprimen la conciencia religiosa. En este sentido, si llevamos el argumento al terreno que ha roturado el Psicoanálisis, hemos de hemos de concluir que es lógico que esta represión conduzca también a patologías, a enfermedad. Esto hasta tal punto que cabría la posibilidad de pensar que determinados problemas psicológicos, médicos, sociológicos de la sociedad contemporánea estén propiciados por la desconexión que el hombre occidental ha experimentado de lo religioso, propiciados por su propia cosmovisión, que demoniza la religión.

 

El agnosticismo como programa de investigación

Las políticas de investigación de los estados, se puede decir que forman productos que están dentro de determinadas coordenadas, que son resultado de estas mismas pautas de investigación. Así, por ejemplo, en España las autonomías subvencionan investigaciones destinadas a recuperar el patrimonio histórico y cultural de las mismas, mientras que otro tipo de investigaciones son preteridas y encuentran grandes problemas para ser llevadas adelante, para su producción y difusión.

De manera parecida el poder de la corriente agnóstica impulsa concretas investigaciones antropológicas, y no otras, según sus supuestos. Según nuestra opinión este tipo de investigación produce un enorme caudal de conocimientos sobre el Hombre que están sesgados, dentro de los supuestos de los programas de investigación, los cuales no son problematizados por sus autores.

Y esto de tal manera que la petición de principio que suponen los planteamientos agnósticos produce unos resultados que están dentro de las coordenadas que se presuponen. No obstante, lo que es discutible es que estos programas contengan la verdad y que las Ciencias Humanas, que ven aumentado su cuerpo con dichos programas, respondan verdaderamente a la pregunta de qué es el Hombre y cuales son sus realidades y sus realizaciones.

En este sentido, como señalamos en otros lugares del presente ensayo, lo más que el agnosticismo metodológico proporciona al crecimiento de las Ciencias Humanas es un nivel fenomenológico que no se adentra en lo ontológico, en la raíz de la pregunta por la verdadera realidad de lo humano. Pero no solamente se dan estos hechos, sino que el mismo programas produce lo que el hombre contemporáneo es, es decir, un se que está alienado de su verdadera esencia, que consideramos situada en la religión, en la relación con el Absoluto o Dios.

Lógicamente con otro programa metodológico, opuesto al del agnosticismo, se producirían otras Ciencias Humanas e igualmente otra realidad humana, otro ser diferente, que estaría mucho más cerca de la verdadera realidad esencial del Hombre. Esto significa que de las dos partes de la teoría que distinguimos más adelante, la parte alta de ella está condicionando el estatuto epistemológico de la parte baja. Es decir, el agnosticismo está presidiendo la parte alta sobre cuyos presupuestos se construye la parte baja de la teoría, la ciencia.

 

Desmitologización

Las ciencias occidentales se han construido desde la edad Moderna sobre la base de una ruptura con el mundo de la religión. Se ha constituido, en términos de Bultmann, como un proceso de desmitologización en el que se descarta completamente la realidad de Dios. Pero, como mostraremos en el presente trabajo, tales planteamientos son incorrectos. Queremos decir que la ciencia ha ido más allá de sus propios presupuestos que llevan a la descripción del ámbito de lo real.

En este sentido, ha ido más allá en el terreno de las Ciencias Naturales, pues éstas, como construcción inmanente, no dan completa explicación de las causas y de los fenómenos naturales. En un sentido parecido puede hablarse de las Ciencias Humanas. Pero en éstas no sólo se trata del presupuesto de que la realidad de Dios completa la explicación o la racionalidad de la misma ciencia. Se trata también de que las mismas Ciencias Humanas, en sí mismas y en sus implicaciones prácticas, no puede construirse autónomamente (como lo hacen las Naturales) sin falsearse y, por tanto, caer como constructos teóricos.

Así la Psicología no debe construirse cabalmente sin la inmanencia en el Hombre de Dios, la Psicopatología debe reconocer el poder terapéutico de la creencia en Dios y de la religión en el terrenos de lo que se llama salud mental. Así, de una u otra manera, las Ciencias del Hombre en general y cada una en particular. Podría también señalarse lo que queremos decir con el ejemplo de la Medicina. En efecto, cuando enfermamos no buscamos explicaciones mitológicas de la enfermedad, pero hacemos mal excluyendo a Dios del ámbito de la Ciencia Médica pues tiene virtualidades en la construcción de la misma.

Pasamos, sin más, a efectuar un breve recorrido por algunas de las Ciencias Humanas y sus tecnologías.

 

Psicología

Sin pretender ser exhaustivo, sin pretender que las Ciencias Psicológicas se determinen de manera exclusiva por los conceptos de Dios y Religión, ni que no exista una autonomía de estas ciencias vamos a explicar las implicaciones de la creencia y de la Religión en este campo, pues son importantes.

 

La curación por el sentido

Comenzaremos, para los efectos de nuestra formulación, por el concepto de sentido. Para ello tendremos en cuenta la teoría de Víktor Frankl. Este autor estudia el potente efecto curativo que tiene el sentido para el hombre mentalmente enfermo. Así, según este psiquiatra la curación se opera cuando los pacientes encuentran un sentido a su vida.

Pero Víktor Frankl también habla de un Suprasentido General en el que no quiere entrar. Aquí es precisamente donde encontramos los límites de una teoría que no se abre a este sentido general. En efecto, parece claro que el sentido por excelencia es el que ofrecen la Filosofía teísta y las religiones. Es decir, que frente a los problemas que plantea la vida y el pensamiento la persona encuentra sentido en las grandes religiones y también (en parte) las filosofías teístas, pues ofrecen un verdadero sentido a los grandes interrogantes de los hombres, un sentido transcendente.

Por tanto, puede decirse que son el Absoluto o Dios y el resto de las verdades religiosas (vida después de la muerte…) el que realmente da sentido a la existencia humana. En esto consiste el poder curativo de la Religión, que debe plantear un Psicopatología del sentido. Así pues, el hombre encuentra una fuente de curación y de salud en la Religión y en las filosofías religiosas, por ello en Dios.

En este sentido es evidente que el psiquiatra no podría ofrecer unas posibilidades de salud y, al mismo tiempo, permanecer indiferente ante las mismas. Ello significa que en su ciencia y en su praxis ha de incorporar, en general, las creencias que sostiene la Religión, como necesidad de su misma práctica como profesional.

Por tanto, en este terreno es imposible fingir un agnosticismo metodológico, que se revela como una alternativa inútil desde el momento en que no aporta ningún sentido.

 

La influencia de la creencia en la construcción particular de las ciencias humanas.

Expondremos en este capítulo la defensa de Dios y de la Religión a partir de dos tipos de argumentación que se centran respectivamente y fundamentalmente, en las Ciencias Psicológicas y en la Filosofía. En las primeras ensayamos lo que denominamos argumentos pragmáticos y en la segunda utilizamos una argumentación que ya hemos realizado en otros trabajos, fundamentalmente en el que hemos titulado “Razón y realidad”. En lo que se refiere a la argumentación psicológica no hemos pretendido ser exhaustivos ni cuestionar totalmente la Psicología constituida, aunque sí consideramos que tendría que tener una nueva orientación.

 

Consideraciones previas

Desde el inicio de la Modernidad las Ciencias Humanas han experimentado su proceso de constitución y un desarrollo que se ha caracterizado por su independización de la idea de Dios como centro del Hombre y, consiguientemente, de la Religión . Se constituyeron, pues, a partir de un agnosticismo metodológico que intentó arrancar la realidad religiosa de su proceso de formación.

Como consecuencia de ello aparecieron una legalidades que se presentaron radicalmente como científicas. Debido a ello, si seguimos a Foucault, se produjo la formación de un poder intelectual al que se le supone depositario de estos saberes y que elimina a Dios y a la Religión de la perspectiva antropológica.

Pero, como ahora adelantamos, Dios y la Religión no pueden ser presentados en estos modos, sino que representan un poder de riqueza y salud tales que, si prescindimos de ellos, nos encontramos más empequeñecidos, menos sanos y más pobres.

Este nivel de argumentación contrasta, por otra parte, con determinadas concepciones de las Humanidades que han pretendido ver a la Religión como represora de las pulsiones más elementales del Hombre y, en este sentido, la han calificado como generadora de enfermedad.

Creemos que esto no es cierto en la medida en que la Religión da satisfacción a las inquietudes más fuertes de la naturaleza humana. Así, en lo que respecta a las pulsiones secundarias (por ejemplo, la sexualidad), estas tienen posibilidad de ser desarrolladas sin que sean una objeción a las verdades de la Religión. En efecto, dentro del núcleo general de nuestra argumentación, la misma tiene la capacidad de corregirse en muchos aspectos sin por ello perder sus características esenciales. Así, de hecho, se va haciendo más o menos rápidamente y, a veces, desbordando a las mismas jerarquías religiosas.

Por ello lo que se considera concepciones represoras en las religiones puede ser tenidas en cuenta como adherencias que no están en el núcleo de lo que es verdaderamente la Religión, pues este está en la relación del Hombre, individual y colectivamente comprendido, con el Absoluto.

En otro orden de cosas, se puede decir que el Hombre, en sus manifestaciones culturales y psicológicas, no es una realidad naturalmente acabada, sino que su realidad es histórica. En este sentido, puede decirse que la realidad humana en la Edad Moderna ha sido construida por el agnosticismo doblemente. Por una parte, vacía al Hombre de contenido teológico mediante la crítica- falsa crítica- del teísmo y la Religión. De esta manera se logra sacar las creencias religiosas de las realidades humanas y de las mentes. En un segundo momento el agnosticismo reconoce y recorre lo que previamente ha construido: el hombre agnóstico.

En efecto, según estas categorizaciones va configurando las distintas ciencias humanas, que pretenden describir neutralmente al Hombre en las diferentes ciencias. Así el agnosticismo recorre el mismo camino dos veces, aunque en sentidos diferentes. En un primer momento, da lugar a un tipo de Humanidad que no está optimizada( pues como veremos la optimización pasa por la Religión) y, en un segundo momento pasa a describir lo que ha organizado, pretendiendo presentarse como algo neutral, frente a otros procedimientos que serían valorativos, que da cuenta de la verdadera naturaleza humana. Pero estas argumentaciones no responden a la realidad como tendremos ocasión de ver.

En efecto, como ya hemos adelantado, presentaremos argumentos contra estas pretensiones del agnosticismo Así en el presente trabajo presentamos distintos tipos de argumentación aplicados a la Ciencias Humanas. Estos argumentos se revelan como posicionamientos a favor de la realidad de Dios y de la Religión.

El primer tipo de argumentación entra dentro de la categoría de lo que, parafraseando el título de un libro de Stuart Mill aunque en un sentido opuesto a su argumentación, se podría llamar la utilidad de la religión. En este discurso se tratan los aspectos de utilidad que, desde un punto de vista que podría denominarse pragmático, promueven la creencia en Dios y se manifiestan, por ello, a favor de las religiones.

Se habla entonces de la utilidad que tiene la creencia en Dios y de la utilidad que tienen las creencias religiosas. Podría, en este sentido, considerarse como un argumento vitalista, puesto que a través de la creencia se promueve la vida, una vida más favorable para el género humano, en la que se incluye la salud, la felicidad. Este tipo de argumentos han sido expuestos en otro ensayo nuestro sobre la religión, pero toma en el presente un aspecto más sistemático, que se aplica a las Ciencias Humanas y sus tecnologías.

El otro tipo de argumentación que aquí exponemos se mueve, como ya hemos señalado, el en terreno que hemos arriesgado en otros ensayos como “ Razón y realidad”. En ella se postula que la racionalización de lo real, en este caso la humana, exige para la misma razón la ampliación de la realidad natural y postular la existencia de realidades que la completan racionalmente. De hecho, estas realidades, sobrenaturales, fueron formuladas, con anterioridad a la razón, por la Religión.

 

Ciencias Psicológicas

Presentaremos en primer lugar nuestras consideraciones en el terreno de las Ciencias Psicológicas. Comenzaremos partiendo del pensamiento de Víctor Frankl.

 

Las implicaciones sentimentales del sentido

No se puede pensar que el sentido racional que aporta la idea de Dios al ser humano, tenga una virtualidad exclusivamente intelectual. En efecto, como enseña la Psicología y también como nosotros mismos podemos saber por introspección, el Hombre no es una realidad exclusivamente intelectual, como la vieja definición del hombre como animal racional parece indicar.

Al contrario, la persona humana es una realidad en la que el nivel físico, el nivel emocional y el intelectual existen como realidades diferenciadas. Ahora bien, estas estructuras no están organizadas de tal manera que no existan relaciones entre ellas. Al contrario, como la Psicología y la Medicina enseñan los niveles intelectual, fisiológico y sentimental están estrechamente relacionados, de tal manera que las maneras de comprender e inteligir tienen implicaciones sentimentales, teniendo el sentimiento correlatos fisiológicos. Con ello se ve que estos tres estratos están muy relacionados.

Por ello, desde esta concepción general se pueden considerar las consecuencias sentimentales que aporta la idea de sentido a través de la de Dios y, en general, de las creencias religiosas.

Puede decirse que frente al absurdo de la muerte, de la nada de la increencia ésta aporta unos sentimientos negativos muy fuertes (que fueron tan bien tematizados por Unamuno). Pero, por propia introspección, podemos conocer que la Religión da sentido a la realidad, da sentido a la vida y a la muerte. Como consecuencia provoca unos sentimientos y emociones más positivos, más cálidos que los de la increencia. Hemos de considerar que este sentido goza de repercusión fisiológica.

De otro lado, la argumentación puede desarrollarse más. Así, por ejemplo, puede señalarse que por propia experiencia sabemos de los sentimientos positivos que conlleva el sentirse amado y, no en vano, el amor humano ocupa un lugar tan importante en nuestras vidas. Igualmente muestra la Psicología el importantísimo papel que juega el amor de los padres en el proceso de socialización y, en general en la formación, del niño y del adolescente.

Paralelamente, bien por medio de la imaginación, bien por introspección directa sabemos también el papel que la idea de un Dios de amor puede jugar o, de hecho juega en la vida personal. Como es fácilmente comprensible el sentimiento de amor de Dios, nos ayuda a sentirnos mucho mejor al permitirnos experimentar el conjunto de lo real como más amable. Como corolario, como ya hemos señalado en otros lugares, es posible indicar que la felicidad que aporta este amor nos hace más buenos, nos permite cumplir más fielmente la ley moral.

Así pues, se puede decir que así como el niño amado por sus padres se encuentra más feliz y más sano, el hombre y la mujer que son capaces de experimentar el amor de Dios pueden alcanzar una felicidad y un bienestar que sólo es asequible por este medio.

 

El poder psicoterapéutico de la oración y la liturgia

En un sentido religioso tradicional se ha entendido que la oración y la liturgia formaban parte del cumplimiento de los deberes que el Hombre tiene con Dios. Pero, dado el valor terapéutico del sentido que la Religión aporta, cabe pensarlos también como necesidades antropológicas. Si no se cumple con ellas, por ejemplo por una represión de lo religioso en la conciencia de los individuos, se puede considerar que la posibilidad de que la persona humana enferme.

Con estas premisas se deduce lógicamente que, tanto la liturgia como la oración, en cuanto manifestaciones de la tradición religiosa de la Humanidad, tienen virtualidades terapéuticas, virtualidades que dan salida a estas necesidades espirituales y psicológicas del Hombre.

Así, está comprobado que las diferentes modalidades de la oración, no sólo aportan sentido, sino que también sirven para relajar, tranquilizar y dar alegría. Lo mismo ocurre con la liturgia, por ejemplo, en la liturgia católica en la que se expresa la majestad de Dios y por medio de la cual se cumple con la necesidad de dar gracias a Dios por muchos motivos.

De otra manera, si esta necesidad psicológica no encuentra salida se reprime y ello da lugar a la consiguiente patologización. Se crea así una patología que la Psicoterapia convencional no está en condiciones de curar en cuanto que no es capaz de aportar significativamente sentido existencial y psicológico.

Esto último, a su vez, tiene una repercusión sociológica, puesto que la agresividad que crea la represión religiosa en los individuos repercute en la sociedad haciéndola más agresiva, más insegura. De ello se puede deducir que el estado, en cuanto organizador de la convivencia y velando por los intereses ciudadanos, debería promover la religión como un asunto que le atañe como imperativo.

 

Psicología religiosa y mística

Como se ve, la presencia del Absoluto en la mente humana, la relación que el hombre mantiene con este Absoluto o Dios tiene consecuencias que pueden ser resumidas si decimos que la cabal realización de las potencialidades humanas se encuentra en tal relación. Pero también hay que tomar nota no sólo de las consecuencias de felicidad y de salud, sino también de la efectividad que tiene la relación en el aspecto de la moral, en el sentido de que aquí también nos mejora y nos sirve de impulso para la realización del bien y de la ley moral, como más adelante veremos.

Por otra parte, se puede presentar como una constatación de la Psicología que los místicos (como prototipos de la naturaleza religiosa de la Humanidad) son las personas que sienten con más fuerza la presencia de Dios en su interior y, por tanto, las consecuencias felicitantes, de salud y de buen obrar que esta presencia conlleva. De esto se puede concluir que el místico (como excelencia de religiosidad) es el ideal de lo humano, como modelo en el que lo humano encuentra su perfección en cuanto hombre religioso.

Pero, según nuestros presupuestos morales no debe entenderse como hombre ideal al quietista, pues la Mística no solamente vive de la presencia del Absoluto como fruición y como plenificación felicitante, sino que también debe tener una dimensión práctica. En efecto, lo humano no sólo se encuentra en la contemplación sino también en el obrar, en la búsqueda del bien. Y ésta implica el ejercicio de las virtudes de la caridad, la misericordia o la compasión, que también se perfeccionan en la religación al Absoluto.

De lo que acabamos de decir se desprende un concepto determinado de salud psicológica, distinto del habitual. Según él hemos defendido unos patrones de salud que se manifiestan de manera excelente en el hombre religioso (mística). Este concepto, altera lógicamente todas las categorías de lo que debe entenderse por vida psicológica normal y sana, por tanto, los cánones de la Psicopatología y de la Psicología Evolutiva. Como resultado de ello también cabe hablar de otra manera de entender la salud psicosomática y la somática, pues es sabido que somos cuerpo y psique.

Lógicamente, si cambian los parámetros de lo que se entiende por desarrollo psicológico normal y sano, cambian las normas por las que se rigen las personas y este cambio personal ha de dar lugar a un cambio social y a un cambio en la política sanitaria del estado

 

Psicología evolutiva y Psicopatología

La psicología evolutiva, como es sabido, describe la evolución del individuo en una sociedad determinada. Pero ello no significa que esta descripción tenga que ser prescriptiva, aunque de hecho lo es, pues, al describir las pautas de la normalidad, se está diciendo lo que debe ser la conducta. No tiene que ser prescriptiva porque esta normalidad en el desarrollo de la personalidad puede ser patológica en la medida en que una sociedad determinada esté enferma, por ejemplo en la medida en que se apoya en parámetros metafísicos (filosóficos) y religiosos inadecuados.

Por otra parte, como hemos mostrado más arriba, la naturaleza del Hombre es tal que su sano y adecuado desarrollo presupone que se ha interiorizado la realidad de Dios con las consecuencias religiosas que ello conlleva. Por ello el desarrollo correcto de la personalidad incluye el proceso mediante el cual se va interiorizando la idea de Absoluto o Dios con los resultados psicológico- religiosos y personales correspondientes. Con estos premisas, lógicamente, resulta alterada la construcción de la Psicología Evolutiva como ciencia que debe ofrecer, entonces, otras consecuencias completamente diferentes.

Las implicaciones que estas consideraciones tienen para la Psicopatología son claras. En efecto, todas las taxonomías de la normalidad que no tengan en cuenta el pensamiento religioso son inadecuadas, pues no consideran lo que debe ser un desarrollo saludable y normal de la persona. Por ello se debería entender que este desarrollo normal tendría que incluir el desarrollo religioso, con la progresiva interiorización de Dios con las experiencias correspondientes.

Por ello, la curación mental debería ser asumida por profesionales que tuvieran en cuenta el desarrollo religioso y que fueran capaces de aportar salidas religiosas a las enfermedades o las crisis, sin que ello signifique que no se puedan tener desarrollos agnósticos y ateos. Es decir, que consideramos que forma parte de la libertad de la persona la creencia o la increencia, pero el gradiente, a la inversa de cómo ocurre ahora que la religión está recluida en la clandestinidad de la conciencia por la presión de la ideología agnóstica, se debería inclinar a favor de la creencia.

Así pues, puede decirse que, si hemos defendido que el tipo óptimo de salud mental corresponde a aquella conciencia que ha desarrollado la religiosidad, es natural pensar que las escalas de curación defendidas desde el punto de vista del agnosticismo deben cambiar. En concreto, la Psicoterapéutica debería apoyar lo que puede llamarse liberación religiosa del individuo, puesto que es fuente de salud. Más en concreto, no reprimirá lo religioso en el Hombre porque, como hemos visto, esta represión no es saludable sino, al contrario, puede ser origen de psicopatologías.

Como consecuencia puede señalarse que los cánones en los que se mueve la Psicopatología (movidos por la presión agnóstica) deberían cambiar y que una buena Psicopatología debería tener en cuenta lo que se puede calificar como desarrollo psicológico óptimo, pues ello favorecería la terapéutica psicológica. Por ello, ésta debería defender la creencia religiosa como un bien psicológico, como algo que sana y fortalece la conciencia.

 

Psicología tradicional y psicología moderna

Es un hecho reconocido que, en nuestras sociedades occidentales católicas, muchas de las funciones que cumplían los curas están siendo cumplidas por los psicólogos. Así por ejemplo, en casos de traumas emocionales muy fuertes como puede ser la pérdida de familiares cercanos, los psicólogos dan tranquilidad, consuelo..., ayudados también por fármacos psicoactivos.

Lo que aquí cuestionamos es que esta sustitución, que en muchos casos se presenta con el aval de una mayor cientificidad, sea totalmente adecuada , por ejemplo en lo que se refiere a la efectividad de las medidas terapéuticas. En otras palabras, pensamos que la tradicional función que cumplían los sacerdotes respondía mejor a las necesidades de las personas y tenía un valor terapéutico mayor.

En nuestra opinión ello es debido a que los tradicionales motivos de consuelo y apoyo, que utilizaban los curas (la creencia en Dios, en una vida más allá de la muerte, las promesas de un futuro escatológico...) respondían mejor a las necesidades de la psique humana, que ahora está ofuscada y fuera de su situación natural debido a la influencia de las concepciones agnósticas.

Por esto es dudoso que las políticas sanitarias y terapéuticas estén respondiendo al sentimiento y al pensamiento de la mayoría de la gente, que es creyente y que no sean una imposición del peso del agnosticismo, que está sostenido por una minoría.

Así, nuestra opinión es que nos ahorraríamos cierta cantidad de psicofármacos y se respondería mejor a las necesidades anímicas y espirituales, a la psicología de la mayoría de la población si en el tratamiento psicológico se tuviera en cuenta y se recurriera también a la terapia tradicional de la religión, pues de manera natural este modelo sirve para ello.

 

Las equivocaciones de la Psicología y de la Psiquiatría

Siguiendo este orden de cosas puede argumentarse que la Psicología y la Psiquiatría están equivocadas cuando definen sus patrones de salud. Así, por ejemplo, definen la angustia y otras neurosis como estados de enfermedad porque la salud mental debe consistir en la presencia de emociones positivas, como la paz de ánimo y la alegría. Pero no tienen en cuenta, por ejemplo, que la reacción natural ante el hecho incuestionable de la muerte o de la enfermedad es la ansiedad y la angustia. Así partiendo de una concepción equivocada de lo que debe ser la salud mental optan por dos salidas.

En efecto, en primer lugar, optan por la salida psicológica que, en realidad, es una Filosofía y no una Psicología. Esta opción consiste en el consuelo, con presupuestos agnósticos, o en otro tipo de terapias que están dentro de lo que puede llamarse inmanencia. Esta salida no es satisfactoria porque, como hemos visto, el Hombre en la inmanencia no encuentra la realidad que le perfecciona.

En segundo lugar estas ciencias puede optar por la salida médica, la cual consiste en la receta de psicofármacos para calmar artificialmente las reacciones que se consideran psicopatológicas, reacciones que, por otra parte, puede considerarse como naturales cuando, por ejemplo, falta el sentido de la vida o llega una enfermedad de un familiar.

Nosotros consideramos que la verdadera salud no debe consistir en ninguna de estas dos alternativas, sino que es una alternativa filosófica y religiosa. En otras palabras, ésta consiste en reconocer que las reacciones de angustia, ansiedad, o las neurosis y otras afecciones mentales son naturales cuando la persona se encuentra falta de un sentido sobrenatural.

Según esto, la curación consistiría, por así decir, en prolongar la naturaleza de la persona hacia una unión con lo sobrenatural o con el Absoluto. Esta unión tiene una virtualidad balsámica y curativa, pues el hombre cuando sabe que, ante el aparente sinsentido de la vida, existe un sentido real, cuando espera una vida futura más allá de esta vida, cuando siente el amor de Dios, por la misericordia y la caridad sen encuentra de una manera no violenta, natural en una prolongación de sí mismo en lo sobrenatural, prolongación en la que puede consistir o madurar la salud psíquica.

De estas premisas se desprende que el papel que han desempeñado los filósofos creyentes y los sacerdotes ha de ser tenido en cuenta por los profesionales de las ciencias y las tecnologías psicoterapéuticas y que se deberá verificar un trasvase de los problemas de la salud mental hacia estas alternativas. Por ello la salud mental habrá de considerarse también, en términos más generales salud espiritual, englobando este último término presupuestos sobrenaturales que dan sentido a la naturaleza humana.

Conclusión

A modo de conclusión puede decirse Frankl ha demostrado el poder curativo del sentido. En efecto, cuando las personas encuentran un sentido para su vida ésta mejora hacia la salud. Lo que pretendemos decir nosotros es que, yendo más allá de lo que dice Frankl, es que el sentido por excelencia es el que da la creencia religiosa en su elementos esenciales. Así con ella somos capaces en entender que más allá de la aparente sinrazón de la vida existe un último sentido que aporta felicidad y sanación. Por ello la Psicología, lejos de considerar que el dato Dios es irrelevante, debe pensarlo como un elemento de curación y de salud y, por ello, incorporarlo como algo suyo. Lo que, como ha hemos dicho, epistemológicamente implica que el pretendido cierre de las Ciencias Humanas no existe, sino que éstas deben estar abiertas a lo transcendente, por lo que el cierre debe ser sustituido por una apertura transcendental.

 

Corolarios

Podemos decir que desde el momento en que se supone que el posicionamiento natural de la Humanidad es el agnosticismo se está creando un hombre agnóstico, impidiendo así el desarrollo religioso de él. Así, por ejemplo, en el caso de la descripción de lo que podría llamarse Psicología Mística, la descripción de estos fenómenos mentales como un puro hecho, al mismo tiempo que mantiene la posición agnóstica, está impidiendo que esta experiencias espirituales sean más normales, más frecuentes, eliminando, por ello, a la misma religión del campo. De esta manera el agnosticismo crea un hombre agnóstico, es decir, crea su propio objeto para después, con la teoría, estudiarlo.

Lo mismo puede decirse con la Psicología religiosa en general: poniendo entre paréntesis el valor de verdad de la creencia religiosa, su consistencia ontológica, se defiende, explícita o implícitamente, el agnosticismo y por tanto crea un modelo de lo humano en el que la religión no es psicológicamente relevante. Por ello el agnosticismo crea su propia psicología, la cual va evolucionando de unas forma religiosas a otras que no lo son, de tal manera que la normalidad va consistiendo progresivamente en la irreligiosidad, lo cual, en último extremo puede llevar a la patologización de la religiosidad, porque se la empieza considerando como indeseable para acabar considerando a las personas religiosas como irracionales, porque, por ejemplo sus creencias se salen del campo de lo verificable.

Pero si el agnosticismo, como vemos, crea su propio objeto según un programa, puede decirse que si este programa es falso, sus creencias serán igualmente falsas. Es decir, que si el programa metodológico del agnosticismo es falso sus construcciones los son también. Por tanto el grado de verdad de estas construcciones que son las ciencias humanas deja mucho que desear, siendo su verdad, a lo sumo, tangencial. Lógicamente esto ocurrirá también con las Ciencias Psicológicas, que, por tanto, se mostrarán con derivaciones de tecnología humana inadecuadas.

 

 

Medicina

En otro ensayo hemos expuesto lo que aquí decimos bajo una perspectiva diferente, pero en el presente interesan las consideraciones médicas que tiene la creencia en Dios o Absoluto como parte del argumento práctico de la refutación del pensamiento agnóstico. En efecto, según éste la creencia en un Absoluto es irrelevante para el ser humano, cuando menos. Desarrolla, por otra parte, una argumentación negativa en cuanto que la creencia en el Absoluto significa que el hombre se objetiva fuera de sí mismo, alienándose así de la verdadera realidad (Feuerbach, Marx) Sería así la religión alineación, ilusión (Freud) u opio. El argumento no entra en lo que llamamos las consecuencias fisiológicas, pues éstas no se desarrollan a su favor.

Pero pensamos que, antes al contrario, que puede desarrollarse una crítica al agnosticismo en la mediad en que este no es saludable, no aporta salud. En efecto, hemos desarrollado este argumento en el presente trabajo en el sentido de la salud propiamente psicológica. En este sentido, hemos defendido el sentido que aporta el Absoluto y la religión, sentido que tiene una virtualidad claramente psicoterapéutica. Pero el argumento se desarrolla por la misma fuerza de la lógica en el campo de la Medicina.

Efectivamente, no es sólo que la religión ( correctamente entendida) tenga un valor psicológico grande, sino que también este rol terapéutico lo puede jugar en el campo general de la Medicina. Así, por ejemplo, cuando las investigaciones afirman que los estados mentales positivos favorecen al sistema inmunológico o que por medio del sistema nervioso se regula la actividad de todo el organismo. En este sentido, es evidente que la creencia religiosa pura, esto es, aquella que se ha deshecho de las adherencias negativas, actúa de una manera positiva sobre el sistema nervioso, en cuanto que facilita estados de relajación, de felicidad, de falta de miedo y angustia, de tranquilidad, que son ajenos a las personas que no son religiosas. Lógicamente, como hemos desarrollado, si esta acción es benéfica en el sistema nervioso lo será en todo el organismo, sobre el conjunto de su fisiología.

Como corolario, puede señalarse que esta acción relajante y tonificante sobre el sistema nervioso actúa como antídoto contra las drogas que el organismo puede necesitar consumir para recuperar el equilibrio roto por la infelicidad y la desilusión de la increencia.

Como conclusión, puede indicarse que si la Medicina actual afirma la centralidad del sistema nervioso como elemento que regula la salud general del organismo, y si tenemos en cuenta la continua actividad felicitante de la idea de Dios, en particular, y de las religiones en genera,l hemos de reconocer que éstos aportan salud al organismo. En efecto, ellos aportan un sentido, una esperanza una armonía, por ello un bienestar psíquico y fisiológico. Por ello, se ha de reconocer que Dios o el Absoluto y la religión son una fuente de salud, que a través de la mente y del sistema nervioso repercuten en el conjunto de la persona.

Como consecuencia podría recomendarse, en términos generales, un tipo de terapia que consistiera en la actividad felicitante. Así por ejemplo, como tematizó Unamuno, podría señalarse como vivimos, de una manera mayor o menor, con la angustia que nos provoca la idea de la muerte y si creemos que la muerte es insuperable, la angustia lo es igualmente. Pero si, por el contrario, confiamos en las promesas de las religiones (Resurrección, inmortalidad del alma, Nirvana…) la angustia desaparece o se atenúa, pues se espera en la vida después de la muerte. Diciéndolo en otras palabras nuestro grado de felicidad aumenta.

Lo mismo puede decirse para la verdad fundante de la mayoría de las religiones actuales, es decir, para el concepto de un Absoluto de perfección. En efecto, con este Absoluto la realidad se nos hace más amable, menos angustiosa, menos injusta. Así, por ejemplo, si se concibe este Absoluto como amor insuperable el mundo se hace mejor. Si además creemos que a través de la religación, de la religión podemos tener una relación con esta realidad, nos sentiremos más alegres, más consolados, es decir, mejor anímicamente.

Lógicamente este plus de felicidad que aporta la religión actúa como una terapia general que facilita la vida y promueve la salud psíquica. Esta salud psíquica es lógico que, por ejemplo, en téminos pedagógicos promueva el aprendizaje y en términos médicos una mejor salud.

Así que, como se ve, el mayor grado de felicidad que proporcionan las creencias religiosas actúa sobre el conjunto de la persona, hasta el punto cambiar las terapias y las ciencias y tecnologías humanas que se relacionan con las mismas.

 

El milagro

Creemos que la etiología de cierto tipo de milagros puede incluirse en esta parte del trabajo que hemos dedicado a la Medicina. Este se refiere a aquél que, por una fe muy fuerte, tiene una fuerte carga emocional apoyada en la creencia de lo sobrenatural, que altera el funcionamiento del sistema nervioso. Esta alteración puede provocar la presencia de sustancias nerviosas activamente curativas, es decir, que influyen en el conjunto del sistema fisiológico, provocando el paso de la enfermedad a la salud. Es evidente que, sin los fuertes componentes emocionales que provoca esta fe, los cambios fisiológicos no pueden ser provocados.

De esto último se derivan algunas conclusiones. Por ejemplo, que las creencias forman parte de lo que el Hombre es, su nivel ontológico y, por tanto, tienen una importancia decisiva a la hora de definir lo que es. Esto hasta el punto de que la creencia religiosa motiva un tipo de fisiología diferente del de la increencia, teniendo el ser humano un tipo u otro de consistencia.

Como consecuencia en el agnosticismo el Hombre es otro tipo de realidad que tiene hasta una fisiología que no está llevada a su plenitud, pues la perfección, la optimización de lo humano se alcanza, no en el cierre, en la incomunicación con la transcendencia sino en la apertura a ella. También esto nos ilustra sobre el hecho de que las teorías de las Ciencias Humanas no pueden describir, al menos totalmente, el objeto si previamente no lo han construido.

 

Historia

En una primera aproximación al tema diremos que el pueblo de Israel entendió el desarrollo de la Historia como un proceso de salvación en el que Dios interviene y, además, tiene un final en el que Él está presente en el Reino. Así ha sido entendida, en términos generales, la Historia en Occidente, desde la implantación del Cristianismo. Pero, con la forma cientifista y positivista de constitución de las Ciencias de la Historia esta unión del proceso histórico a Dios, con las ideas de Revelación, de Salvación, de Reino como fin de la Historia han desaparecido. De esta manera, las Ciencias Históricas se constituyen en la Modernidad sólo en la parte baja de la Teoría.( Entendemos por parte baja de la Teoría, por así decir, la parte que corresponde a los datos positivos. Entendemos por parte alta de la Teoría la que comprende su Filosofía).

Pero, no obstante, hay que defender que la parte alta de la Teoría es inexcusable y que es necesario recuperarla para una comprensión total de la Historia. En efecto, como hemos defendido en otro ensayo (“Sobre la Historia”) la racionalización de la ciencia de la Historia y del proceso histórico en general exige la utilización de la categoría de Fin de la Historia. Con esta categoría se alcanza la perfección teórica y el proceso histórico queda racionalizado como totalidad.

Por ello, la recuperación de las ideas de Reino y de Salvación se hacen necesarias para la cabal comprensión de la Historia como totalidad. Lo mismo cabe decir, por ejemplo, de la categoría de Revelación en la medida en que, por ejemplo, se reconoce que las verdades morales, a las que se puede llegar por la razón natural, han sido anticipadas por las religiones. También la realidad de la Historia aparece como más racional y se reconoce regulada por unos fines buenos si se reconoce en ella la actuación reguladora de la Providencia.

En una segunda aproximación al tema que nos ocupa, puede afirmarse que la Historia es una ciencia humana que, como otras, con los métodos del agnosticismo metodológico, no encuentre una cabal racionalidad, es decir, que no puede construirse separándola de la realidad de Dios. Con esto queremos decir que si quiere realizarse la racionalización de la misma hay que romper con la división que se maneja entre Ciencia y Filosofía de la Historia, cuando se piensa por Filosofía como aquel saber racional que realiza su labor con un grado mayor o menor de independencia de la Ciencia.

En efecto, como hemos mostrado en otro ensayo, la totalización racional de la Historia exige el concepto de perfección. Esta perfección, dado que no se ha dado ni en el pasado ni se da en el presente, es preciso que sea postulada para el futuro, para un futuro absoluto como acabamiento racional de los tiempos. Esta finalización racional implica la cancelación de la muerte y la completa felicidad en una vida futura para las personas humanas. Pero esta totalización racional del proceso histórico constituye una idea que se aproxima a la de Reino de Dios, en el que la Humanidad consigue la perfección de la vida eterna con una felicidad que implica que Dios ha de estar presente, de alguna manera, como condición y garante de la misma.

Por otra parte, en una tercera aproximación, al tema que nos ocupa desde el planteamiento del tradicional problema de la existencia del mal en el mundo, como ya hemos defendido en “Razón y realidad”, puede decirse que la totalidad del mundo histórico se presenta como irracional, puesto que el mal lo hace tal radicalmente, pues, lo racional es lo bueno como también hemos indicado en el trabajo “ Sobre la Historia”.

No obstante, la razón busca, en su mismo quehacer, la racionalización de lo real y esta racionalización, en el campo de la Historia, pasa por postular la ampliación de su misma realidad, de tal manera que atenúa o hace desaparecer los componentes, que de otra manera, serían irracionales. Esto supone, al menos, defender la existencia de otras realidades.

En efecto, en primer lugar se trata de defender que existe una Providencia, es decir, en decir que tras la aparente sinrazón del mundo de la Historia se esconde el hilo de lo racional, que tras el mal late un sentido de la misma porque, por ejemplo, existe una mano oculta que la encamina hacia el bien, una oculta razón que da sentido y racionalidad a pesar de todo.

En segundo lugar, se trata de señalar que existe, como ya hemos dicho, un Fin de la Historia. Esto supone que existe un acabamiento en el que el mal y el dolor, que son, en cierta medida, consustanciales con el devenir histórico, quedan redimidos en un Final de la Historia en el que ésta se perfecciona. Como hemos visto, ello equivale a decir que tiene un final que se aproxima al concepto de Reino de Dios y ello por los mismos presupuestos de la razón.

Pero el hecho de que consideremos que las ideas religiosas adelantan lo que es la racionalización filosófica de la Historia, no significa que pensemos que el comportamiento de la Religión en el desarrollo histórico haya sido impecable ni que a las religiones no les queden tareas en lo que respecta a su mejoramiento. Antes bien, hemos de pensar que la vuelta a la Religión que proponemos supone que esta rectifique y se haga el correspondiente examen de conciencia y la necesaria autocrítica histórica, aquí, en lo que respecta a sus responsabilidades en la evolución del hombre y el pensamiento occidentales.

Efectivamente, si la Modernidad se caracterizó por la revalorización del mundo, de la ciencia y de la razón, la Religión se opuso a ellas promoviendo el ascetismo o negando los desarrollos científicos (Galileo, evolucionismo...), también oponiéndose a las corrientes deístas (Ilustración). Creemos que estas orientaciones resultaron equivocadas y que todavía se presenta como posible para la Religión la rectificación que debe pasar por una revalorización de la vida y el mundo y por la consideración de la crítica ilustrada. Esto último también supone la apertura de un diálogo sincero con las religiones orientales, a las que hay que reconocer la posibilidad de que tengan aspectos más racionales que los propios.

Como conclusión de este apartado, podría sostenerse que la Modernidad se ha constituido por un movimiento dialéctico en el que las posiciones de la Religión y de la secularidad, en lugar de estar en diálogo abierto, han experimentado un desenvolvimiento perjudicial para ambos y que, para la religión, supone la necesidad de hacer una revisión de sus tesis.

 

Pedagogía

La Pedagogía científica nació como una aplicación de las teorías psicológicas, especialmente de las de la Psicología Evolutiva, a la práctica de la educación, de tal modo que se tiene en cuenta la realidad de la evolución mental del educando para afrontar los objetivos educativos. Pero podemos decir que estos conocimientos (que por lo demás hemos calificado como oblicuos en la medida en que no dan la verdadera realidad de lo humano) facilitan la manipulación si no existe el necesario amor por el educando, amor que, como hemos visto en otros lugares, podría ser llamado también compasión, caridad o misericordia. Efectivamente, si no se da esta virtud, el proceso educativo corre el riesgo de fracasar, quizá, por ser frío y, posiblemente, por estar despersonalizado, lo que obviamente, ha de repercutir en la calidad y la motivación que permiten la optimización del proceso educativo. Pero, como hemos mostrado en otros sitios, esta virtud queda potenciada por la incardinación de la moral (autónoma) en la religión. Por ello también aquí la religión permite la optimización (en este caso del proceso educativo), pues se puede suponer que la práctica de estas virtudes cambia, de una manera considerable, la tonalidad de la educación y el aprendizaje.

Por otra parte, en lo que respecta a la enseñanza de la religión, puede decirse que en la actualidad ocupa un papel completamente secundario en el currículo. Este extremo, en parte, puede ser justificado en prescripciones aportadas por la propia Psicología Evolutiva al uso. Pero nosotros hemos considerado que un desarrollo normal, sano y completo de la personalidad incluye a la religión como un componente necesario. Por ello, parece conveniente que la enseñanza de la religión no se incorpore al currículo secundaria y marginalmente sino de una manera central. En este sentido, debería entenderse la enseñanza de la religión como la orientación dominante (y no sólo en lo que atañe a la asignatura ) en la medida en que promueve el desarrollo feliz de la personalidad, el desarrollo óptimo, Lógicamente el laicismo debería contemplarse como una opción libre, pero secundaria. Ello significaría una mayor competencia religiosa de los educadores.

 

Sociología

El objeto de la Sociología

De una concepción teológica implantada en la sociedad y que, por tanto, toma formas religiosas a otra en el que el modelo de sociedad toma formas agnósticas hay una gran diferencia. Por ello, como hemos visto en otras ciencias, la construcción de la parte baja de la Sociología (el nivel científico de la Teoría, podría llamarse) depende de la parte alta (el nivel filosófico), de tal manera que las descripciones de la sociedad dependen qué tipo de sociedad se construye a nivel filosófico.

En este sentido, no vale la objeción que se puede presentar que sostiene que la ciencia de la Sociología no pretende valora las creencias que tiene una sociedad determinada, sino que solamente pretende describir la sociedad en cuestión, porque entendemos que entonces la ciencia se queda en un nivel puramente fenomenológico que no entra en el momento esencial u ontológico, que es el que decide si lo que está descrito tiene uno u otro valor de verdad y que explica las razones de los fenómenos. De otra manera la descripción se quedaría en el nivel de las apariencias y no en el nivel de realidad que es también propio de la construcción de las ciencias. Esto claramente significa que se puede distinguir entre un nivel fenomenológico y un nivel esencial.

Es decir, que las ciencias sociales no puede quedar en la epojé sobre el valor de verdad que tienen los hechos sociales. Y así, en efecto, se hace cuando, por ejemplo, se gradúan las sociedades o las creencias religiosas en una clasificación que va desde la Barbarie a la Civilización, considerando determinadas sociedades o concretas creencias religiosas como más evolucionadas o adecuadas.

 

Una transferencia social ilógica.

En otro orden de cosas, se puede afirmar que la religión ha ido perdiendo peso en nuestras sociedades occidentales. Así se dice que desde el final de la Edad Media o desde el inicio de la Modernidad se ha abierto un proceso de secularización, que se aceleró en los siglos XVIII y XIX, con la Ilustración y el desarrollo del ateísmo y el agnosticismo, agresivos contra la Religión y que algunos han calificado como humanistas. Este proceso aún no ha terminado.

Esta historia de la secularización se ha combinado, en el siglo XX, con la aparición y desarrollo de los medios de comunicación de masas. Ello significó una fuerte potenciación del mismo, pues estos medios son, en esencia, agnósticos. Se podría indicar que, en este aspecto, sus contenidos han sustituido el papel que jugaba la Religión como discurso que daba un sentido sentimental a la realidad social. El proceso que se ha experimentado ha sido el de la proyección, con el consiguiente vaciamiento, del contenido de sentido sentimental que aportaba la religión hacia otros campos. Entre ellos destacan el deporte y la música.

Ésta canta al amor humano como oferta de un único argumento que ofrece sentido, especialmente a la juventud, pero, cada vez más también a otras edades. Así canta al amor humano embelleciéndolo como portador de un sentido que ha sido enajenado a la religión, que en realidad, como ya hemos visto en este trabajo, es por antonomasia la portadora de sentido, de sentido último.

En cuanto al deporte estos trabajan dando un sentido a la frustración cotidiana que es completamente disparatado, pues el vacío de sentido verdadero contrasta con la gran importancia que nuestra sociedad le concede gratuitamente.

En parte, esta ilógica realidad sociológica se realiza por el absurdo de dar contenido emocional a través de medios simbólicos, como puede ser una entonación o la altura de la voz, a unas realidades que realmente no tienen, ni mucho menos, la transcendencia con la que son presentadas.

 

Drogas

El hombre occidental contemporáneo también ha cambiado la Religión por otros valores seculares como pueden ser la liberación sexual, las libertades o la misma democracia. No negamos la importancia que tienen estos nuevos valores. No obstante Occidente (no así el Islam o el hinduismo) ha pagado un alto precio por este proceso de erradicación de la Religión, pues se ha creado vacío existencial, angustia, falta de sentido y sufrimiento en general. La consecuencia es un dolor profundo, producto de esta falta de sentido producida por dicho proceso erradicador de la Religión.

En efecto, el Hombre es un ser frágil y cualquier dislocación lleva a un desequilibrio y la innata búsqueda de la felicidad se ha de realizar, entonces, por vías alternativas. Si consideramos que la felicidad plena y cabal de la persona debe tener como un componente central a la religión no puede parecer extraño que esta alineación de la naturalidad religiosa, esta enajenación del Absoluto por parte de un sector creciente de la Humanidad occidental vaya parejo a un proceso , que va aumentando, de dependencia de las drogas.

Así es, pues el dolor que somete esta pérdida a la persona debe ser sofocado de alguna manera y ello se hace acudiendo al consumo de sustancias que lo atenúan. No significa esto que despreciemos otros desequilibrios (la crisis familiar o la pobreza, por ejemplo) como causante de problemas de salud social y mental, pero sí que asignamos un papel importante como causa de los mismos a la pauperización o supresión de la experiencia religiosa que han experimentado nuestras sociedades.

Por ello, también en lo que respecta a esto sería conveniente considerar la vuelta a la Religión, aunque para ello sea preciso remover los obstáculos que la propia religión pone al hombre contemporáneo.

 

Religión civil

Se conoce como Religión Civil al conjunto de ceremonias, de mayor o menor amplitud, que sirven para magnificar un determinado acontecimiento social o político de mayor o menor importancia, entre ellos los deportivos.

Creemos, en primer lugar, que el nombre es esencialmente inadecuado en cuanto que la Religión debe ser entendida como teniendo como uno de sus puntos de apoyo, como uno de los polos de la relación, al Absoluto. No obstante recoge algún aspecto de lo que es la religión (oblicuamente), cual es el de la ellas. magnificiencia con que se representan las ceremonias que recuerda a las de

En este aspecto, pensamos que responde a una necesidad humana : la que el hombre tiene de representar lo magnífico, lo que excede grandemente en majestad a lo cotidiano. Pero ello es también su mayor debilidad, pues la religión civil equivoca totalmente su objeto, de tal manera que su mismo ser exige otro. Queremos decir que la necesidad que el ser humano siente de lo magnífico y de lo majestuoso sólo puede cabalmente representado por la Religión, pues, de otra manera, las ceremonias trabajan en el vacío.

En efecto, no es que la majestuosidad de tales ceremonias sólo merezca cabalmente el objeto que es lo divino, sino también manifiestan una especie de sublimación en la que la necesidad que tiene el Hombre de lo Absoluto, que se manifiesta en estas ceremonias, queda defraudada, porque éstas sólo tienen un valor formal carente de contenido. Este contenido está exigido por la misma magnificencia y majestuosidad, que, así, reclaman lo religioso en la medida en que su necesidad está en la naturaleza humana. De otra manera se ve dafraudada, pues esta necesidad sólo encuentra sucedáneos.

 

Economía

En este apartado vamos a hacer unas breves indicaciones de la relación entre Religión y Economía. Así, la ciencia económica trabaja como un elemento fundamental el concepto de utilidad, que está en la base de ella. En este sentido, hay que señalar que también Dios y la Religión aportan utilidad en la medida en que pueden ser considerados como factores que producen satisfacción. En efecto, ellos aportan seguridad, estabilidad, esperanza, es decir, felicidad, el cual es el concepto del que manan tanto la utilidad como la satisfacción.

En efecto, si los individuos, inducidos por motivos económicos, valoran como factores que aportan utilidad y satisfacción el estar con los amigos o unas buenas relaciones familiares, hemos de preguntarnos por qué razón no se deberían valorar los bienes religiosos también como económicos.¿ No aportan igualmente utilidad? Creemos que sí y de ello se deduce que Religión y Economía no están tan alejadas como en un principio podría parecer.

 

Comunicación no verbal

En el primer ensayo que publicamos en la revista electrónica “Arbil” tratamos el tema de la Comunicación verbal de una manera más pormenorizada. Aquí, en este apartado, sólo haremos unas breves indicaciones, ciñéndonos a algún aspecto de estos estudios, como el de la Prosódica.

Así, el hecho de que en nuestra sociedad contemporánea, una vez que han pasado los tiempos de la gran utopía política del comunismo, hay muchos despropósitos nos parece algo que es palmario. En este sentido nos llama particularmente la atención el papel que, muchas veces, juega el deporte en esta alienación de la mayoría de la gente de los verdaderos objetivos que deben ocupar la atención de los hombres.

Efectivamente, este papel, con el que tan bien cumplen los medios de comunicación de masas, es realizado particularmente por una comunicación no verbal de la que destacamos, someramente, la parte prosódica. Así el espectáculo que se brinda, con la valorización de algo que objetivamente no tiene la importancia que se le atribuye, es magnificado a través del tono y de la altura de la voz de los grandes comunicadores, como ya hemos señalado.

De esta manera se le da una importancia desmesurada( que en una lectura cabal de la realidad no tendría, que funciona, por tanto en un vacío) a fenómenos como el deporte, que son axiológicamente irrelevantes. De esta manera el agnosticismo traza una senda de sublimación psíquica que convence y hace de sucedáneo del verdadero sentido. Para finalizar con este aparado, señalamos la evidencia de que este tipo de análisis puede ser emprendido para la mayoría de las situaciones o instituciones de nuestra sociedad y con otros elementos del análisis de la comunicación no verbal como, por ejemplo, la gestualidad y, en general, de lo que se llama Kinésica.

 

Filosofía

Consideraciones epistemológicas y ontológicas

Hay posiciones teóricas que sostienen que la Filosofía no tiene sentido como actividad o como campo teórico con sustantividad. Otras mantienen que Ciencia y Filosofía forman cuerpos de conocimientos cerrados sobre sí mismos, aunque se reconozca que tienen cierta comunicación entre sí, quizás en el sentido de que la Filosofía deba resolver los problemas que la Ciencia deja abiertos.

Nosotros creemos que ninguna de estas dos alternativas es válida. Así, en el campo de las Ciencias Naturales no puede afirmarse que éstas tengan una intrínsecamente una racionalidad cerrada sobre sí misma que agote el mundo de la realidad natural, o que deje abiertos problemas que la Filosofía deba resolver.

Al contrario, más bien consideramos el campo de la Teoría, como ya hemos indicado en el presente ensayo, como un todo en el que las ciencias están abiertas a una razón (que podría llamarse Filosofía) que las completa, de tal manera que,por ejemplo, cabe hablar de una ampliación de la realidad de lo científico natural que lo completa. Así, cabe hablar de una ampliación de la realidad que ofrecen las Ciencias Naturales, como algo que explica racionalmente la totalidad del mundo natural y del conjunto de la realidad. Consideramos, por otro lado como ya hemos tratado, que esta ampliación de la realidad también se puede hacer en lo que atañe a las Humanidades, lo que permite criticar las posiciones agnósticas, tanto en el plano teórico, como en el prácticode las tecnologías (que buscan la modificación de las mentes y conductas) a que dan lugar.

Por ello, en lugar de hablar de cuerpos estancos, hablamos de la razón, de la teoría como un todo. Así, la defensa de la acción divina cuando se dan cambios de nivel (por ejemplo, el paso de la materia orgánica a la vida o el paso de la vida al espítritu).

 

Ciencias Humanas

También se podría defender que, por una parte, existen las Ciencias Humanas como tales ciencias, desconectadas de la Filosofía, en concreto, de la Metafísica. Según esto, tales ciencias poseerían su propia racionalidad a la vez que la Filosofía (Metafísica y Antropología Filosófica), la suya. Esta racionalidad filosófica podría regular las Ciencias Humanas, pero no influiría en sus legalidades ni en su proceso interno de constitución y construcción.

En nuestra opinión, tal dicotomía es radicalmente falsa porque las Ciencias Humanas dependen de la Metafísica y de la Antropología Filosófica, es decir, de la misma concepción filosófica del Hombre y la realidad. De esta manera, consideramos inseparables Ciencias Humanas y Filosofía, pues la visiones, más generales, que esta última promueve se proyecta en las Ciencias del Hombre, que, así, no están cerradas sobre sí mismas, sino, al contrario, abiertas a las concepciones filosóficas más generales de las que dependen.

Por ello, no puede decirse que estas ciencias posean una sustantividad propia, independiente de la Filosofía de la que manan y, por ello, se debe entender como ilusoria aquella propuesta que supone unas Ciencias del Hombre cerradas sobre sí mismas, sin ninguna apertura a la Filosofía. Igual relación cabe suponer en el sentido contrario: tampoco se puede suponer una Filosofía con independencia total de estas ciencias y sin ninguna implicación en la construcción de las mismas.

En conclusión, en lo que concierne a las Ciencias Humanas, pude señalarse que, en su misma, constitución dependen de una concepción teórica global, pues, por ejemplo, en dependencia de la definición general de Hombre se construyen los diferente campos científicos de una u otra manera. Así, desde el agnosticismo metodológico las ciencias se construyen inadecuadamente, mientras que desde creencia lo hacen correctamente, como creemos haber mostrado en el presente trabajo.

 

Ética

También desde el agnosticismo se ha pretendido enseñar que la Ética tiene un desarrollo completamente autónomo con respecto a Dios o Absoluto y que su devenir permanece inalterado con respecto a Él. Pero, lejos de estas pretensiones, en “Ética” hemos mostrado que el campo de la moral, si bien puede fundarse autónomamente por la razón, no pude sostenerse con independencia de Dios.

En efecto, la perfección del cumplimiento de lo que manda la razón moral está facilitado, ayudado cuando el corazón humano se encuentra unido a Él por la misericordia, por el amor o la caridad. De la misma manera, al mismo tiempo, con esta unión la persona humana alcanza un bienestar o una felicidad que promueve el mismo cumplimiento de la ley moral.

Por tanto, puede afirmarse que la creencia en Dios y la unión con Él concita al Hombre a ser más bueno, a acercarse a un hacer santo que cumple en todo con la ley moral. Es decir que se puede decir que el conocimiento de la ley puede realizarse con la sola razón pero que su cumplimiento y el logro de la felicidad están empujados por esa unión del corazón y de la voluntad con el Absoluto, que así se manifiesta como portador de valores en la misma intimidad de la conciencia moral.

Esta unión del hombre con el Absoluto está tratada en las religiones del mundo. Así, de la unión del alma con Dios nace la virtud teologal de la caridad. La caridad es, pues, en esencia una unión amorosa con Dios que promueve, impulsa el amor al prójimo. También, por ejemplo, en el budismo se registra un fenómeno similar. En este es la compasión la virtud, central, equivalente a la caridad. Así, los que alcanzan el nirvana son las personas compasivas por excelencia, de tal manera que en esta religión también se puede registra el hecho de que la integración en el Absoluto (Nirvana) facilita, impulsa el mandamiento moral, y esto hasta la excelencia de la santidad de los iluminados.

 

Algunas conclusiones: las consecuencias de la Religión en las Ciencias Humanas

Así pues, de que el Hombre cumpla con la tendencia natural hacia la creencia y la Religión dependen muchas cosas. En efecto, no es lo mismo un Hombre que no cree en Dios y que, por tanto, ha de encontrarse desamparado, arrojado a la existencia, sólo, triste porque piensa que su destino es la aniquilación y la nada, que un Hombre que cree.

Este último, por el contrario, se encuentra naturalmente en un estado de felicidad (inalcanzable para el agnóstico),puesto que ello es la consecuencia lógica de la fe. Ello es así porque el creyente no se encuentra en desamparo, no se siente abandonado a la existencia, no se siente solo, espera una vida futura y, como consecuencia, percibe que su destino no es el anonadamiento, se encuentra amado a pesar de todo, comprende que, a pesar de la aparente sinrazón del existir, late un sentido. Como resultado de ello tiene más posibilidades, más razones para sentirse feliz.

Como consecuencia de estas razones parece lógico afirmar que la realidad del Hombre cambia de uno a otro de los sistemas que estamos viendo, de una a otra concepción. Esto significa que el campo gnoseológico de las Ciencias Humanas sufre alteraciones considerables cuando se opta por uno o por otro. Lo mismo puede decirse en lo que se refiere a las tecnologías humanas dependientes de estas ciencias.

Así, por ejemplo, en la Pedagogía el concepto y la realidad del aprendizaje cambiarán grandemente, no solamente en la medida en que cambien los apoyos o premisas que recibe de la Psicología ( por ejemplo, de la Psicología Evolutiva), sino también en el sentido de que la misma creencia, con las consecuencias felicitantes que tiene, cambiará completamente. En este aspecto, el discente educado por un verdadero creyente estará impregnado por el sentimiento de calor y bienestar producto de la religión. Ello obviamente cambia todo el proceso educativo en la medida en que la afectividad es completamente diferente, pues ésta tiene consecuencias claras en el aprendizaje.

En conclusión, el ejemplo de la Pedagogía nos sirve para remarcar que en el hombre, la creencia es algo totalmente determinante, pues ello cambia su misma esencia, su misma realidad y por tanto la de las ciencias que la estudian y sus tecnologías. Efectivamente, en este respecto altera las terapias y las estrategias en un sentido claramente positivo.

 

Agnosticismo, Creencia y Política

Vamos a tratar en este capítulo último del presente ensayo algunas de las posiciones e implicaciones políticas del agnosticismo, con la crítica que le corresponda, y la creencia.

 

Crítica de la crítica agnóstica

Según la crítica del agnosticismo a la religión (que, por otra parte, es un lugar común en muchos sectores sociales) ésta es la fuente de la intolerancia, del fanatismo y la superstición. Así en lo que respecta a la intolerancia y al fanatismo el fundamentalismo islámico, con sus implicaciones terroristas, serían una buena prueba de esta afirmación. Igualmente lo sería la propia historia de Europa, con lo que significaron las Guerra de Religión, por poner un ejemplo de la Edad Moderna.

En lo que respecta al tema de la superstición, el argumento contra la religión puede también presentarse históricamente en lo que se refiera a las relaciones que la Iglesia mantuvo con la ciencia. Según esto, la Iglesia habría defendido una cosmovisión mítica, que trajo como consecuencia la superstición y la guerra contra la ciencia y el desarrollo de la razón. Son tópicos, en este sentido, los casos de la posición que mantuvo la Iglesia con Galileo y con el darwinismo.

Nuestra opinión frente a los dos puntos de la argumentación, es que ellos reflejan un prejuicio frente a errores de la Religión en el pasado, errores que no pueden imputarse ni a la Religión de nuestros días ni a la Religión en sí.

En efecto, en lo que se refiere al segundo de los argumentos, podemos constatar que la esencia de la Religión no está en absoluto en contra del desarrollo de la ciencia, sino que las verdades, en las que coincide con las de la Filosofía verdadera, complementan, perfeccionan y, a veces, sirven de guía a las de la ciencia en su conjunto. Así, en efecto, es el caso de la ampliación de la racionalidad científica y, en conjunto, de la realidad natural que hemos defendido. Igualmente atestigua en este sentido el hecho que la Religión, lejos de desvirtuar el contenido de las Humanidades, las perfecciona.

En lo atingente a la primera objeción, aquella que acusa a la Religión de ser fuente de fanatismo e intolerancia, como ya hemos manifestado en “Democracia consecuente” y en “Ética”, podemos decir que la virtud que hemos llamado misericordia política tiene su fuente y su contenido en la Religión. Además la virtud, que está llamada a cancelar las contradicciones internas de la democracia y las propias de sus relaciones con los totalitarismos, encuentra la perfección de su realización cuando se incardina con la religión.

De otro lado, desde muchos ámbitos del agnosticismo, pretendiendo combatir la Religión, se argumenta que históricamente la Religión ha sido el bastión de la reacción, mediante una oposición permanente al Progreso y al desarrollo de la Libertad. La constatación, según esto, de lo que ha sido el comportamiento de la Religión en la Historia de Occidente sería la prueba del papel esencialmente retrógrado que juega en el desarrollo social toda religión.

Nuestra respuesta ante estos argumentos se mueve en más de un campo. En primer lugar, hemos de hacer constar que el comportamiento de la Religión no ha sido siempre y en todo lugar reaccionario, sino que en muchas épocas históricas jugó un papel que, en la terminología que estamos utilizando, puede ser calificado de progresista. Este es el caso del rol de la Iglesia en la Antigüedad en la cual permitió el logro de ciertos grados en el desarrollo de la Igualdad humana, en tanto que consideró a todos los hombres como hijos de Dios, es decir, hermanos y, como consecuencia, esencialmente iguales. También , es este aspecto, puede ser considerada la doctrina luterana en defensa del libre examen, por tanto de la libertad de conciencia, como una realidad que impulsó el desenvolvimiento de la Libertad en Occidente. Los ejemplos podrían multiplicarse, pero, por último en este orden de la argumentación, nos referimos a las doctrinas del Concilio Vaticano II, por la que la Iglesia Católica hace también suya la doctrina de las libertades.

No obstante, nosotros hemos insistido en otros aspectos de la Religión, que coinciden con el grueso de la argumentación que estamos siguiendo en el presente trabajo. Lo hemos hecho en otros trabajos publicados en la revista electrónica “Arbil”. En efecto, en “Democracia consecuente” y en “Ética” hemos resaltado, como virtud fundamental para impulsar la convivencia democrática, para el diálogo, que permite desbloquear el desacuerdo político y moral contemporáneo, la virtud política y moral de la misericordia. Este desarrollo permite también demostrar que las religiones no son algo muerto e inútil, sino que en su mismo centro ético se encuentran verdades que admiten un desarrollo en otros campos.

De esta manera, se puede considerar la misericordia política como un nuevo desarrollo, como un desarrollo político de las virtudes que están en el mismo centro de las religiones, como son la caridad cristiana y la compasión budista, las cuales puedes ser consideradas como manando del principal imperativo ético de las principales religiones del mundo que es el amor al prójimo.

Pero, por otra parte, como hemos defendido en nuestra “Ética”, la importancia de la Religión para la Política es tal que se puede sostener que el político ideal es el hombre religioso, en la medida en que por medio de las creencias religiosas, mediante la religación con el Absoluto (sea la caridad cristiana o bien el Nirvana budista), las virtudes que deben adornar al político quedan estimuladas y potenciadas. Esto que decimos admite un desarrollo pragmático en cuanto que se puede hablar de un tipo de utilidad moral y política que se concreta en las creencias religiosas, pues éstas fortalecen las virtudes que, por excelencia, deben estar presentes en el mundo político. Es, por consiguiente, en este sentido que el que la religión aparece como una necesidad antropológica que, lejos de enajenar a lo humano de sí mismo, potencia sus mejores aspectos.

En otro orden de cosas, el agnosticismo se conjuga, en muchas ocasiones, en nuestra sociedad occidental con un discurso basado en la democracia y en los valores de la libertad y la tolerancia. Pero este discurso de la libertad (de conciencia, de opinión...) va acompañado por una política agresiva en otros terrenos, política que busca la imposición de sus tesis agnósticas en el Estado y en la sociedad. Esta política se acompaña de la imposición de una semiclandestinidad práctica para los hechos y la vida religiosos, pues no se cuenta con la religión en la vida social y política cotidiana. Es más, incluso podría declararse que existe una persecución larvada y blanda en los niveles sociales más infraestructurales, que se manifiestas en la descalificación de las creencias religiosas, aún cuando en muchas ocasiones tales actitudes no respondan deliberadamente a una mala voluntad.

En este sentido, consideramos de nuevo que la virtud de la misericordia se muestra como más acorde a lo que debe ser un verdadero humanismo y a lo que, por consiguiente, deben ser las auténticas relaciones entre los hombres. En efecto, desde el momento en que la virtud entendida en su sentido político, tiene los desarrollos de la comprensión, de la disculpa y el perdón ella misma no suscita ningún tipo de descalificación o persecución. Más aún, en el momento en que su imbricación religiosa la potencia. Por ello cabe considerar a la Religión como potencialmente más adecuada para promover la convivencia que el agnosticismo, en especial cuando se ha deshecho de sus adherencias negativas (por ejemplo, el fanatismo).

 

Políticas del agnosticismo

Ahora vamos a examinar tres aspecto de la política con que el agnosticismo, que actúa como poder real, aunque difuso, intenta expandirse por tierras y conciencias.

 

La política de los medios de comunicación

Los medios de comunicación de masas (el cine, la radio, la televisión...) pueden ser considerados, a efectos prácticos, como monopolizados por la política del agnosticismo y sus valores. En efecto, en Occidente, en la gran mayoría de ellos los valores y concepciones religiosos están proscritos, cuando no afectados de una sutil persecución o de una palmaria ridiculización. La consecuencia de ello es que una minoría de la población está transmitiendo o imponiendo su discurso a la mayoría, que es creyente y que sufre los ataques ideológicos de la política informativa y de entretenimiento de los mass media, las cuales la alejan de su verdadera realidad filosófica, religiosa y mental.

Pero esta política de los medios de comunicación, cuando explícita o implícitamente hace propaganda del agnosticismo, a través del discurso ideológico que subyace en el inconsciente o abiertamente, en las películas o programas televisivos, no solamente es antidemocrática(en cuanto que sólo representa el credo de un minoría) sino que también juega su papel en lo que se podría considerar como intoxicación de las conciencias, con sus consecuencias de manipulación de mentes y conductas.

En efecto, cumplen el papel de alienación de lo que hemos definido como salud mental, así como de su consecuencia: la salud social, pues, como hemos visto en otros lugares del presente trabajo, la salud significa una conciencia, un psiquismo que no esta alienado de la realidad religiosa, del Absoluto, y esto en la medida en que la persona humana encuentra en la vivencia religiosa la perfección de su misma existencia.

Como es evidente, esto último no implica que se pretenda imponer una especie de totalitarismo en el sentido religioso, sino sencillamente que una política que sólo representa a una minoría deje de manejar los sentimientos y la razón de la mayoría y que, por ello mismo, se termine con la alienación, con la separación de la religión de las gentes, que son mayoritariamente creyentes.

 

La política pedagógica

En ninguna parte como en la escuela se da un adoctrinamiento tan profundo. Éste es más potente en la medida en que se da en las diferentes disciplinas, que aparecen como algo más importante que algunas de las trivialidades que aparecen en los medios de comunicación. Este adoctrinamiento no es otro que el que corresponde a la visión agnóstica o atea de la realidad como conjunto, de tal manera que Dios y las religiones ocupan una situación completamente secundaria, cuando no vergonzante.

Es, pues, la escuela un lugar donde se manifiesta la soberanía, el imperio que una concepción antropológica falsa tiene sobre las mentes de los niños y jóvenes. Efectivamente, las Ciencias Humanas se enseñan desde la filosofía del agnosticismo o del ateísmo y toda la Política Pedagógica define sus parámetros y objetivos con total independencia de la Religión. Así, una filosofía ontológica y antropológica falsa se difunde, como si la formación de personas más sanas y más felices no fuese un objetivo propio de la escuela. Así en todas las actividades de la escuela se impone el silencio religioso, un silencio o una crítica que ejerce su dominio en la Historia, en la Filosofía, en general, en las Humanidades, pero también en otras ciencias. Por ello, este sistema va fortaleciendo la increencia y la alienación religiosa en las generaciones que formarán las sociedades del futuro.

Por otra parte, la Psicología y la Pedagogía agnósticas describen etapas y procesos de aprendizaje y recomiendan conductas que lo facilitan, también dentro de los parámetros del agnosticismo. Estas conductas en relación con los educandos, están basadas en el respeto, la comprensión, la afabilidad, es decir, en lo que puede ser categorizado en su aspecto formal como amor. Ello es así, entre otras razones, porque si se hace así por parte de padres, pedagogos y docentes el proceso de aprendizaje se ve favorecido. En términos generales en esto estamos de acuerdo y parece incuestionable que un trato de amor debe ser promovido, en la familia y en la escuela, para con la niñez y la juventud.

Pero consideramos que este trato de amor, si quiere alcanzar su máxima potencia, debe salirse del tratamiento agnóstico. En primer lugar porque este trato se perfecciona cuando se tiene en cuenta su fuente primigenia, que es el Absoluto, Dios. Si se tiene en cuenta esta realidad los discentes se sentirán también amados por el Amor transcendente y así tendrán un verdadero bienestar espiritual y psicológico. En segundo lugar porque la afectividad amorosa del profesor, de los padres mejorará si se sienten personas religadas por los lazos de la misericordia con lo transcendente.

Como conclusión, podemos señalar que el mismo mejoramiento de la práctica pedagógica, en esencia, promueve y es promovida por los valores religiosos. Por ello estos hechos deberían tener la consecuencia específica de cambiar el campo gnoseológico y pragmático de estas ciencias en la perspectiva de una mayor incorporación de los hechos religiosos.

En este sentido (como comienzo de este cambio cualitativo en el desarrollo de la Psicología y la Pedagogía que, en la medida que esquivan la dimensión religiosa, se desarrollan oblicuamente) no vendrían mal estudios que comparen los logros de la Psicología y Pedagogía que proponemos con las de orientación agnóstica dominante. Pero para estos estudios y para la promoción de estas dos ciencias sería mejor que las creencias religiosas se liberaran de lo que conocemos como adherencias negativas, que consideramos que no son esenciales a las mismas, como puede ser la represión sexual.

 

La política exterior

El agnosticismo y la vertiente laicista del mismo puede combinarse con una manera de entender las cosas, en Historia y en Antropología, en la que se considera su versión de la realidad, que es la de una parte del entramado cultural de Occidente, como prevalente, estando, por tanto, los demás pueblos con un atraso cultural que estaría llamado a ser superado por el propio desarrollo de la Historia. Así, se considera que el desarrollo histórico racional conducirá a estos pueblos, que se resisten a lo que hoy en día se llama globalización, a un desarrollo en el que se impondrá la cultura laica y agnóstica, al igual que lo ha hecho en Occidente, especialmente en Europa. Si esta manera de entender se une con algún grado de prepotencia, dará lugar a políticas belicistas, que intentan expandir por la fuerza los valores laicistas, considerados como la quintaesencia de Occidente.

Nada más lejos de la realidad que esta autoconcepción autocomplaciente del agnosticismo porque, como aquí hemos argumentado, éste es una etapa crítica de la religión que debe ser superada por una vuelta a la religión pura, esto es, despojada de las adherencias negativas. Esta vuelta sólo podrá ser determinada, en sus múltiples matices por la propia Historia. No obstante creemos poder defender la necesidad de ver a los pueblos y naciones que conservan sus tradiciones y creencias religiosas, como manteniendo una posición que, en lo fundamental, es más correcta que la que mantienen las corrientes agnósticas, que impregnan la cultura occidental.

Nos queda desear que el futuro evolucione positivamente, de tal manera que en Occidente haya una vuelta a los valores religiosos y que en otros pueblos o culturas se asimilen aquellos valores que ha desarrollado Occidente( por ejemplo, la libertad en sus múltiples formas). De esta manera se podrá entrar en el camino de una cultura universal que asimile lo mejor de todas la culturas.

 

Democracia y antropologías

Nosotros defendemos una concepción del Hombre en la que el Absoluto o Dios y la religión son realidades que actualizan (en el sentido de actualización aristotélico) perfectivamente la esencia humana, es decir, que la perfección de éste se consigue cuando se religa a Dios. Por ello, la alternativa que sostiene que la religión no se ni siquiera importante para el ser humano, para su formación debe ser considerada como contradictoria con la anterior.

Por otra parte, se puede constatar que esta última se impone en el terreno de la público y deja a la anterior el dominio secundario de lo privado, con lo que se puede decir que se manifiesta una imposición, lo cual hace que la Religión quede marginada del discurso oficial, considerándose el tema religioso como una realidad secundaria con la consiguiente represión que ello trae consigo. Esto se manifiesta, por ejemplo, en la represión de la religiosidad, que se ve sustraída de la realidad de los medios de comunicación o del campo de lo público en general. En efecto, si se considerase como más deseable nuestra postura, si se considerase la religión como algo que verdaderamente importa, ésta no se vería enajenada del ámbito de lo público y tendría la importancia que le corresponde realmente.

Pero con la sociedad y el estado laico la religión se ve recluida a una semiclandestinidad en la conciencias, que, de hecho, impone una concepción antropológica( la que suscribe que la religión es algo secundario para la persona humana). Efectivamente, aunque se reconozca la libertad de conciencia, de credo, de religión como derechos, no se los reconoce positivamente como algo a promover por el propio estado.

No obstante, del mismo modo que se puede ejercer el derecho al voto, por ejemplo, se puede defender el derecho a la religión, como un derecho que se debe promover positivamente, no sólo por la vía de su no imposibilitación sino activa y positivamente, de una manera parecida, a como ahora se promueven los valores laicos democráticos. Esta sería otra concepción antropológica que promocionaría la religión como un derecho real, como algo de relevancia para el desarrollo satisfactorio de lo personal.

Así, de la misma manera que, por la vía de los hechos y de las teorías, aún creyendo que se aboga por la neutralidad, ahora se desarrolla una política laica, se abogaría, se promovería desde el mismo estado la concepción antropológica religiosa. Esta idea no significa que se defienda la confesionalidad o la persecución del agnosticismo, sólo por el hecho de que este pasaría a ocupar el lugar que le corresponde por su implantación social, en lugar de estar en la preponderancia actual que siendo minoritario se impone a la sociedad reprimiendo las verdaderas creencias del conjunto de la sociedad.

Porque, en efecto, en el estado laico la mayoría creyente de la población no se ve representada, debido a que la manifestación de su actividad política no aparece la religión como elemento importante y significativo. Así pues, si hablamos desde la perspectiva de la representación se puede afirmar que, en el sentido religioso, el estado no representa según los principios que deberían inspirarle. No representa porque, como ya hemos indicado, la mayoría social es creyente y, por ejemplo, ni en las radios y televisiones, ni en la enseñanza y la ideología que imparte el estado en la escuela tienen contenido creyente. Al contrario, la presencia de la religión en estos medios es muy escasa. Es, por ello, el estado como un espejo que deforma la realidad que dice representar.

En conclusión, creemos poder señalar que desde determinadas políticas y concepciones, que son dominantes, se mantiene un antropología en la que se considera la realidad religiosa como inesencial para el Hombre. Por el contrario, nosotros consideramos que Dios no es algo irrelevante, sino que está en el mismo centro de lo humano, hasta el punto de tener consecuencias psíquicas, económicas, pedagógicas... saludables. Por ello la antropología laicista puede ser vista como vulnerando lo que puede ser construido como un derecho: el derecho que toda persona tiene a la educación religiosa y a la religión, en general.

Como consecuencia es plausible proponer que las políticas de los estados deban garantizar la religión como parte de la salud psíquica, económica, espiritual de los ciudadanos. Deben, en fin, garantizar que el Hombre pueda ser tal en el orden de su perfección y, por ello, lejos de ser la antropología laicista un conceptuación central del estado de derecho y de su actuación, el mismo estado debe ser garante de los derechos religiosos y del bienestar espiritual de la comunidad. Como consecuencia, se deduce que el mismo estado debe promover y proveer los servicios religiosos necesarios, respetando las creencias. Esto, por ejemplo, significa que garantizará la enseñanza de la religión en la escuela( y no solamente como un elemento cultural más, sino como algo que se pide en cuanto al derecho a un desarrollo completo del ciudadano), y ello, por ejemplo, fomentando en las mismas disciplinas las implicaciones que la razón exige para su acabamiento, la cual tiene una carga religiosa importante que, obviamente, contradice las orientaciones que el agnosticismo da para ellas, por ejemplo el metodológico.

 

Revolución religiosa

Las Guerras de Religión, como se ha visto, presentaron a la Religión en Europa como fanática, de tal manera que se abrió un proceso que hizo nacer la tolerancia como ideal y al estado aconfesional como ideal político. Los desarrollos de estas ideas llevaron, como se sabe, al estado laico que, en realidad, está imponiendo sus alternativas antropológicas en todo terreno.

También, los últimos tiempos han visto como la Religión se ha desarrollado, al menos en Occidente, alejándose de posiciones beligerantes e intransigentes, pues se han aceptado los principios de la tolerancia, de la libertad religiosa y se han reconocido los Derechos Humanos, es decir, se ha renunciado a la religión como causa de guerra.

Así, como consecuencia de estos cambios, cabe hablar, en un primer sentido, de la posibilidad de una revolución religiosa. En este sentido, se comprende la posibilidad de que el estado deje de militar en el laicismo y ofrezca un visión positiva de la religión, pues ésta ha dejado de ser un motivo de intransigencia y de guerra para situarse como defensora de la libertad, de la tolerancia, al mismo tiempo que mantiene una concepción antropológica adecuada, que facilita la felicidad humana, una concepción en la que el hombre se encuentra de acuerdo con su naturaleza y sus posibilidades de salud y salvación.

Por todo esto, puede concluirse que los obstáculos que presentaba el pensamiento religioso cuando se le relacionaba con el tema de las libertades y la paz han sido eliminados, por lo que ahora se muestra como más capaz de dar salida a las verdaderas realidades y necesidades de las personas humanas. Estas afirmaciones encuentran, por otra parte, un sentido mayor cuando consideramos, como hemos hecho en otros lugares, que la misericordia mejora la democracia y cuando reconocemos que esta última virtud encuentra su perfección en la religión.

Por otro lado, puede constatarse que las condiciones de la sociedad occidental actual son las de un medio hostil a la religión y a Dios. Esto es hasta tal punto que la creencia se mantiene en la privacidad, algo muy aproximado a una semi clandestinidad. En efecto, las condiciones de la información, de los medios de comunicación y de la vida cotidiana son una clara muestra de un ambiente, no sólo indiferente en materia de religión, sino hostil. En esta situación el creyente se siente postergado, olvidado y su persona vive en una total inadecuación con el medio cultural y espiritual que le envuelve y no le permite realizar su tendencia natural hacia el bienestar que proporciona la creencia.

Siendo así las cosas, es lógico pensar que el creyente, al buscar la satisfacción de sus necesidades espirituales se vea abocado a una cierta oposición con el estado actual de cosas, con las condiciones espirituales y culturales de su sociedad, pues el mismo impulso de sus necesidades le lleva a postular la necesidad de un cambio en materia de religión, a una cierta revolución religiosa.

Esta revolución se manifiesta como radical, en cuanto que lleva al cambio de las condiciones espirituales del hombre contemporáneo y por tanto a las de sus cosmovisiones. Esta transformación no significa violencia pues las armas de la religión son la caridad, la misericordia y la compasión. Podrá durar más o menos pero es una necesidad que ya hace tiempo que se nota.

 

Epílogo

De lo que se ha escrito en el presente trabajo puede decirse que goza, en gran medida, del estatuto de lo experiencial, aunque también pueda hacerse con ello algunos experimentos mentales por medio de la imaginación. Pero de estas experiencias, que se refieren a capacidades que el ser humano puede desarrollar, se puede desprender una Antropología general.

Según ésta, se puede decir que el Hombre no es una realidad acabada. Antes al contrario, la realidad humana pide una compleción para que pueda realizarse plenamente, para que pueda expresar sus posibilidades. Según esto el Hombre es un ser que necesita potenciarse para alcanzar su mayor realidad, su acabamiento. Así el ser humano es una realidad perfectible, no es algo acabado y cerrado sobre sí mismo. Al contrario, es un ser abierto, una realidad que pide ser completada, perfeccionado, llevado a su máxima posibilidad ontológica.

Esto supone que nos hagamos la pregunta de en qué consiste este acabamiento, este perfeccionamiento o en qué consiste su máxima realidad. La respuesta estriba en la Religión y religión significa religación, unión con Dios o el Absoluto. Por tanto, cuando el ser humano se encuentra en unión con el Absoluto alcanza su perfección, su compleción, su acabamiento ( en felicidad, en salud, en moralidad...).

Como consecuencia, se puede concluir que la verdadera esencia humana, no está en la realidad natural, sino en la unión de esta naturaleza con el Absoluto, en la religación a Dios, el cual perfecciona y hace del Hombre un ser, en cierto sentido, paradójico, pues alcanza su identidad cuando se descentra, cuando sale de sí y se encuentra con la realidad plenificante de Dios. En el Absoluto y en la Religión encontramos la verdadera realidad y nuestro acabamiento.

Esto es hasta tal punto así que las disciplinas humanas salen mejoradas, consiguen su punto óptimo cuando entroncan al Hombre, en la religación, con Dios. De ello hemos expuesto ejemplos en las Ciencias Humanas, cuyas premisas creemos que pueden ser trasladadas a todas. Ello no debe extrañarnos pues el Absoluto, al mismo tiempo que es transcendente, existe como presencia en el alma humana, siendo lo más interior a la misma. En efecto como ya escribió S. Agustín Dios nos hizo de tal manera que no podemos descansar hasta que no estamos en Él.. Dios se constituye, por tanto, en una necesidad antropológica.

Así pues, la naturaleza humana está ónticamente abierta y es por esta apertura por donde se lleva a cabo lo que Zubiri llama religación. Sin ella esta naturaleza permanece inacabada, como conato.


Pablo Noriega – 2005.02. Fuente: ARBIL Nº 89-ESP.

 

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