Tema 14. NACIDO DE MUJER, QUE NO CONOCIÓ VARÓN

 

OBJETIVO CATEQUÉTICO

 

Siervo y Señor, es decir, hombre y Dios. Luz definitiva de la Pascua de Cristo

16. Jesús, constituido Señor para nuestra salvación, fue verdaderamente hombre. El asumió la condición humana, siendo de verdad uno de nosotros. Más aún, asumió la condición de Siervo y fue ejecutado como un delincuente. Así apuró el cáliz de la dura condición de hombre. Hasta la muerte, una muerte afrentosa (F1p 2, 6ss). Pero fue constituido Señor, pues no era posible que este Siervo experimentara la corrupción (Hch 2, 24ss). La resurrección de Jesús manifiesta su divinidad, al mismo tiempo que la justicia de su causa. Su condición de Siervo manifiesta su humanidad y también hasta qué punto él asumió la realidad de la común existencia humana.

Nacido de mujer, que no conoció varón; nacido de Israel, de Adán, de Dios

17. Siervo y Señor, es decir, verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. Este esquema binario, que se manifiesta definitivamente a raíz de la Pascua y que constituye una de las más antiguas formulaciones cristológicas, contiene la clave según la cual debe ser interpretado el misterio histórico de Jesús. Ya desde el nacimiento. Así las genealogías nos presentan la humanidad de Jesús, profundamente vinculada a la historia de Israel y a la historia del mundo. La concepción virginal, en cambio, nos presenta el primer signo de su trascedente misterio.

El nacimiento y su circunstancia: como nacen los pobres

18. "Por entonces salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí, le llegó el tiempo, del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada" (Lc 2, 1-7).

De Israel y de Adán: el mensaje de las genealogías

19. Las genealogías definen de una manera concreta la verdadera humanidad de Cristo. Jesús, como todo hombre, nace en medio de una larga historia que le ha precedido y a la que está profundamente vinculado.. Ni Mateo ni Lucas presentan un elenco completo. Escogen, según lal perspectiva de cada cual, los hitos generalógicos más significativos que preparan el nacimiento de Cristo. Así ponen de relieve, respectivamente, que Jesús pertenece, en realidad y verdad, a Israel y a la humanidad (Cfr. Mt 1, 1-17; Lc 3, 23-38).

En el centro de la historia de Israel

20. Efectivamente, Mateo, cuyo evangelio tiene a los judíos por destinatarios, presenta a Cristo profundamente enraizado en la historia de Israel. Su genealogía sigue la sucesión dinástica y legal. Jesús aparece como el verdadero heredero de la promesa hecha a Israel: toda la historia de este pueblo aparece centrada en él y él es solidario de esta historia. Mateo muestra, en la persona y en la obra de Jesús, el cumplimiento de las Escrituras y el sentido más profundo de la historia de Israel.

En el centro de la historia humana

21. Por su parte, Lucas, que escribe para los gentiles, presenta a Cristo profundamente vinculado con la historia de la humanidad. Su genealogía sigue la línea de la descendencia natural. Jesús está, como Adán, en la misma raíz de la historia humana. El es el depositario de la esperanza del mundo. Y así toda la historia humana aparece centrada en El.

Su origen se enraíza en el Espíritu de Dios. Mensaje de la concepción virginal

22. Así como las genealogías señalan la vinculación de Cristo a la historia de Israel y a la humanidad entera, la concepción virginal manifiesta que Cristo no es enteramente de esta huranidad, sino que el origen de su concepción es obra exclusiva de la acción del Espíritu Santo. Tomando carne verdadera en las entrañas de la Virgen María, es concebido, sin intervención de varón, "por obra del Espíritu Santo". No pertenece totalmente a esta creación (Cfr. Hb 9, 11): fruto primero de la nueva creación (Nuevo Adán), en él se dan las primicias de una renovación no ya absoluta, porque Cristo es del mundo y de los hombres, pero sí, en sentido profundamente cierto, una renovación que inaugura el ámbito de la novedad total y definitiva: Cristo tiene un origen que es más que humano (Cfr. Mt 1, 18-25). El Espíritu Santo viene sobre María y el poder del Altísimo la cubre con su sombra (Cfr. Lc 1, 35) y la Palabra (no nacida de carne, ni de deseo carnal, ni de deseo de hombre: cfr. Jn 1, 13) se hace hombre en su seno, que permanecerá siempre sellado por una perfecta integridad. La tradición cristiana llamará a María: "la-siempre-Virgen".

La tradición de la mujer estéril

23. El acontecimiento único de la concepción virginal se produce en el seno de una historia donde ha sido lentamente preparado. De grandes figuras del Antiguo Testamento se confiesa que fueron fruto de la acción de Dios. Tras ardientes deseos, tras oración y promesa de Dios, dio finalmente fruto un matrimonio hasta entonces estéril. Así nacieron los antepasados de Israel Isaac y Jacob, así Sansón, Samuel. Así también, cercano ya a Jesús, su precursor, Juan Bautista. El niño de la casa de Acaz, el Emmanuel, signo de la fidelidad de Dios en tiempos adversos (Cfr. Is 7, 14-17), supone un paso más en la tradición de los niños del antiguo Israel nacidos de mujer estéril.

La solemnidad del oráculo, el nombre simbólico del niño, muestran que el profeta entrevé en este nacimiento una intervención singular de Dios en orden a la instauración del reino mesiánico. La antigua interpretación judía y también la versión de los Setenta de este enigmático anuncio es un indicio más del alcance extraordinario que se le concede durante siglos. Los relatos de Mateo y Lucas lo verán cumplido en la concepción virginal de Jesús.

Moisés e Israel: salvados de las aguas por voluntad de Dios

24. Por su parte, Moisés, nacido en circunstancias difíciles, fue significativamente "salvado de las aguas". Como, de modo semejante, después lo fuera el pueblo entero de Israel. Israel es un pueblo "salvado de las aguas" por la fe en Yahvé. En ese acontecimiento el pueblo toma conciencia de que Dios ocupa un lugar —y éste, importante, central— en medio de su historia. Dios visita a su pueblo, proclamará mucho después Zacarías, el padre de Juan Bautista. La historia de Israel, como la de sus personajes más representativos, es un fruto que revela una raíz profunda, poderosa, fecunda: la acción de Dios. Todo ello confluye en la dei fe Isabel, fe que profesa el pueblo entero: "para Dios nada hay imposible" (Lc 1, 37).

En la encrucijada de dos tradiciones

25. El nacimiento de Cristo, si bien con características propias, queda enmarcado en el significativo contexto de las dos tradiciones precedentes: a), la concepción virginal de Jesús se inscribe —superándola— en la vieja tradición de las mujeres estériles de Israel; b), la cruel represión del movimiento mesiánico, producido en torno al nacimiento de Jesús, pone en peligro la vida del niño. Al escapar de las manos de Herodes, Jesús es —como Moisés y como el pueblo— salvado de las aguas, de la persecución y de la muerte (Cfr. Mt 2, 13-18).

Expectativas mesiánicas Simeón, un hombre que vio en profundidad

26. Simeón recoge las expectativas mesiánicas que realmente rodean el nacimiento de Cristo. El toma conciencia de que se halla delante del Mesías. Desde ese momento no le importa ya morir, su vida ha adquirido pleno sentido, "porque —dice— mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel". Aunque el misterio le Jesús le desbordara, Simeón ha percibido que el Mesías viene bajo la figura del Siervo sufriente, "puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida" Por ello le anuncia a María que una espada le atravesará.el alma. María y José quedan abiertos al misterio: "estaban admirados de lo que se decía de él" (Lc 2, 25-35).

Hijo de la promesa, como ninguno

27. En efecto, entre todos los hijos que fueron dados a Israel como fruto de una promesa, Jesús representa la cima más alta. Cuando él vino al mundo, había todo un pueblo que pedía su nacimiento; una larga historia lo había prometido. Era hijo de la promesa como ningún otro. El más profundo anhelo del género humano encontró en él su cumplimiento. Esta misma es la razón por la que tal cumplimiento sobrepasa las posibilidades humanas mucho más que la venida al mundo de cualquier otro hombre. No hay nada en el seno de la humanidad, ni en la fecundidad humana que pueda engendrar a aquel de quien depende toda fecundidad humana y todo el desarrollo de nuestra estirpe, pues todo ha sido creado en él.

Testimonio de San Mateo y de San Lucas

28. Este misterio del grandioso regalo que Dios ha hecho a los hombres en la persona de Jesús, lo podemos ver también señalado por el acontecimiento —igualmente lleno de misterio— de la concepción virginal de Jesús, que nos presentan en su evangelio San Mateo y San Lucas: Jesús no ha sido engendrado por intervención de un hombre, sino que fue concebido por obra del Espíritu Santo, y nació de una mujer joven, llena de gracia y elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo.

Fe de la Iglesia

29. Esta enseñanza del Evangelio fue recogida por todas las antiguas profesiones de fe y por la ininterrumpida tradición de los padres de la Iglesia y del magisterio; con el cual todos nosotros confesamos que Jesús "fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de Santa María la Virgen" (Símbolo de los Apóstoles).

Para Dios no hay nada imposible

30. La historia de Israel, como la de sus personajes más representativos (¡sobre todos, Cristo!) es un fruto que revela una raíz profunda, poderosa, fecunda: la acción de Dios. No sólo la naturaleza, la existencia, la vida, es don de Dios, sino también la historia. Dios se manifiesta en medio de los acontecimientos. Por ello, la fe de Isabel, de María, de la Iglesia, nuestra propia fe, es ésta: "para Dios nada hay imposible" (Le 1, 37).