Tema 7. ENCONTRAMOS A CRISTO EN LOS POBRES: QUE EN ELLOS QUIERE SER SERVIDO

 

OBJETIVO CATEQUÉTICO

 

La pobreza, dato constante de la experiencia humana común, en el horizonte del preadolescente

107. La pobreza, antes de ser experiencia bíblica, es un dato constante de la experiencia humana común. Pobre es aquel que se halla oprimido bajo el peso de una miseria actual o permanente: pobreza económica, enfermedad, prisión, opresión, falta de acceso a la cultura. Ser pobre es sufrir la experiencia de una situación deficitaria. De uno u otro modo, el preadolescente encuentra dentro y fuera de sí ese dato constante. Frecuentemente se siente a sí mismo incomprendido, aislado, solo. Desgraciado, pobre, sin recursos. Se siente inseguro. Por otra parte, va adquiriendo conciencia progresiva del aspecto duro y serio de la realidad que le rodea (familia, grupo, sociedad).

La pobreza, dato constante de la experiencia bíblica. En el cortejo de los pobres, no cesa de clamar al cielo la sangre de Abel

108. La pobreza es, también, un dato constante de la experiencia bíblica. Los pobres, a menudo olvidados en todas partes, ocupan en la Biblia un puesto importante. Basta evocar aquí el sombrío cortejo que desfila por la Biblia, principalmente por el Salterio. En él estamos escuchando —como quien dice— la sangre de Abel que no cesa de clamar al cielo, la queja de las personas buenas que no aceptan su suerte violenta. Y al mismo tiempo, los acentos de piedad y amor que les responden, desde Nehemías (Ne 5) al Eclesiástico (Si 4, 1-6) y a la Carta de Santiago (St 2).

La pobreza, un mal que hay que combatir en medio de un pueblo fraterno

109. Sin duda alguna, la Biblia nos presenta la pobreza como un mal que hay que combatir. Esta orientación tiene su fuente en el corazón de la religión mosaica. Israel fue constituido entonces como un pueblo fraternal en el que no debería existir esta tara. El Deuteronomio establecerá una serie de medidas para luchar contra la pobreza: el año de liberación para las deudas y los esclavos hebreos, la prohibición de prestar a interés, la prohibición de conservar una prenda tomada al pobre, la obligación del diezmo trienal en favor de los desgraciados, el pago cotidiano de los obreros, el derecho de rebusca y espigueo; todo ello a tenor de la siguiente exhortación: "Nunca dejará de haber pobres en la tierra: por eso yo te mando: abre la mano a tu hermano, al pobre, al indigente de tu tierra" (Dt 15, 11).

La pobreza, signo vivo del pecado de los hombres

110. Efectivamente, la pobreza en sí es mala, es signo vivo del pecado de los hombres. El pobre grita que el mundo no responde al proyecto de Dios. El pobre revela al .mundo de la forma más realista el pecado del hombre. La experiencia enseña que la miseria es a menudo consecuencia de la pereza (Pr 6, 6-11; 10,4-5)o del desorden (13, 18; 21, 17), o también que la misma se convierte en ocasión de pecado (30, 8-9). Pero otro hecho se impone también con no menos evidencia: muchos pobres son, sobre todo, víctimas de la suerte o de la injusticia de los hombres que se aprovechan de su debilidad o de su necesidad para explotarlos. Estos desheredados hallaron en los profetas a sus defensores natos.

Los profetas, defensores de los derechos de los pobres

111. Después de Amós, que ruge contra los crímenes de Israel (Am 2, 6ss; 4, 1; 5, 11), los portavoces de Yahvé denuncian sin tregua "la violencia y el bandidaje" (Ez 22, 29) que infestan el país: fraudes desvergonzados en el comercio (Am 8, 5ss; Os 12, 8), acaparamiento de las tierras (Mi 2, 2; Is 5, 8), esclavitud de los pequeños (Jr 34, 8-22; Ne 5, 1-13), abuso del poder y perversión de la justicia misma (Am 5, 7; Is 10,1-2; Jr 22, 13-17). Una de las misiones del Mesías será la de defender los derechos de los míseros y de los pobres (Is 1 1 , 4; Sal 71, 2ss) "juzgará con justicia a los débiles y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra".

El Mesías de los pobres. Enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva

112. Más aún, al comenzar Jesús su programa evangélico con la bienaventuranza de los pobres (Mt 5, 3; Lc 6, 20), quiere hacer que se reconozca en ellos a los privilegiados del reino que anuncia. Jesús aparece así como el Mesías de los pobres, enviado a anunciarles la buena noticia: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor" (Is 61, 1-2; Lc 4, 18-19).

Los pobres, clientes del Reino de Dios

113. "Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro. Jesús le respondió: Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!" (Mt 11, 2-6).

Advertencia severa para los ricos. La acumulación de riqueza, culto idólatra

114. Si el Evangelio es una buena noticia para los pobres, es —por lo mismo— una piedra de escándalo para los instalados y los ricos. En efecto, para la inmensa mayoría de los hombres la riqueza es objeto de un culto idólatra en lo más secreto de sus corazones. La acumulación de riquezas es un esfuerzo por escapar a la angustia de la muerte, de la inestabilidad, de la inseguridad, de la dependencia; un esfuerzo para asegurarse contra el riesgo, una búsqueda de consistencia, de arraigo, de autonomía.

El rico pretende escapar a la condición humana auténtica, que ha de vivirse con espíritu de nómada

115. El rico nos aparece en la Sagrada Escritura como aquel que pretende escapar a la condición nómada mediante la construcción de ciudades, de palacios y mediante la acumulación de riquezas. Cierra así los ojos a un elemento inherente a su ser de hombre, su condición de peregrino. El hombre es un ser inacabado, un ser que viaja hacia alguna parte. Instalarse no es bueno para él. La riqueza es precisamente una tentativa de instalarse aquí. Es una negación de su vocación de peregrino hacia la vida eterna.

El pobre permanece nómada en su alma

116. El pobre, por el contrario, por la fuerza misma de las cosas, está en condición de no tener nada a qué apegarse. Está disponible, pronto a viajar. Permanece nómada en su alma. No puede rendir un culto idólatra a riquezas que no posee. No puede instalarse ni puede aspirar a instalarse para siempre en medio de unas riquezas acumuladas... Está en mejores condiciones objetivas que el rico con respecto al designio que Dios tiene sobre el hombre. Está más disponible para adentrarse por el camino que Dios propone al hombre.

La pobreza en la Biblia, una condición socio-económica y una actitud de alma

117. Así pues, la pobreza de que habla la Biblia no se reduce solamente a una condición económica y social, sino que tiene, sobre todo, un alcance y un significado religiosos: es, en lo más hondo, una disposición interior, una actitud del alma. Lucas, probablemente, transcribe la frase original de Jesús: "Bienaventurados los pobres." El evangelio de Mateo, en cambio, habrá añadido las siguientes palabras: "en el espíritu". El autor de este último evangelio se propuso así, sin duda alguna, advertir que no bastaba con ser pobre de hecho para tener parte en esa bienaventuranza de que habla Jesús, ya que, de algún modo, es necesario prestar un consentimiento libre a esa pobreza, en cuyo defecto el hombre, pese a versa privado forzosamente del goce de las riquezas, estaría en realidad apegado a las mismas, fijado en ellas (Cfr. Lc 6, 20; Mt 5, 3).

Los pobres de espíritu, los que ponen su confianza en Dios

118. Para esbozar la fisonomía completa de los "pobres de espíritu" hay que notar también la conciencia que tienen de su miseria personal en el plano religioso, de su necesidad de auxilio divino. Lejos de manifestar la suficiencia ilusoria del fariseo confiado en su propia justicia, comparten la humildad del publicano de la parábola (Lc 18, 9-14). Por el sentimiento de su indigencia y de su debilidad se asemejan así a los niños y, como a éstos, les pertenece el reino de Dios (Cfr. Lc 18, 15ss; Mt 19, 13-24).

Cristo está en el lugar de cada pobre

119. Pero hay todavía algo importante. El pobre es sacramento de Cristo. Cristo está en el lugar de cada pobre. Por ello, el servicio de los pobres es expresión de nuestro amor a Jesús: en ellos le socorremos verdaderamente a El. Porque "os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis" (Mt 25, 40). 0 también: "Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme" (Mt 25, 35-36).

El encuentro con Cristo en los hermanos más pobres

120. Así pues, Dios, en Cristo, se nos hace particularmente cercano en los hermanos que sufren. Jesús fue inapelablemente explícito al comunicarnos los criterios a que se atendrá el juicio último: "Entonces los justos le contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?, ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis" (Mt 25, 37-40). No se trata de situaciones excepcionales. En nuestra vida ordinaria encontramos cada día al prójimo que sufre. Cada uno de nosotros si sabe abrir su corazón al hermano, que pasa por dificultades y problemas, descubre en él la llamada de Cristo.