INTRODUCCIÓN AL CATECISMO

 

Tema 1. BUSCANDO LA LUZ.

 

OBJETIVO CATEQUÉTICO

  • Presentar, como punto de partida, los profundos interrogantes ,que el crecimiento y el cambio, la identidad personal y la búsqueda de Dios suscitan en todo hombre y, a su medida, también en el preadolescente.

  • Estos profundos interrogantes sólo pueden ser iluminados en el contexto de una experiencia de fe.
     


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    CAMINANTES

     

    OBJETIVO CATEQUÉTICO

                Que el preadolescente tome conciencia:

     

    El crecimiento y el cambio

    1. De los once a los catorce años, el preadolescente deja de ser niño para emprender un camino que conduce a la juventud y a la adultez. La gran realidad de este momento es el crecimiento y, por ello, el cambio, un cambio que afecta a todos los niveles de la personalidad.

    Niveles del crecimiento y del cambio

    2. A nivel físico, el preadolescente abandona su cuerpo de niño. A nivel afectivo, aparecen nuevas pulsiones, sentimientos y deseos. Además, por el vacío que siente ante lo desconocido, aparece frecuentemente una profunda ansiedad e incertidumbre.

    Cambio necesario y profundo

    3. El cambio se produce de forma ineludible, es decir, quiérase o no. Además, llega más allá de lo que normalmente el propio preadolescente desearía. Cae todo un mundo, su mundo, el mundo infantil, y con él se viene abajo el sentimiento de identidad que hasta entonces tenía. Es un cambio en profundidad. No sabe exactamente a qué atenerse con respecto a sí mismo.

    El cambio, ley de la vida humana y del cosmos

    4. Con ello, el preadolescente participa de una ley general de la vida humana, la ley del cambio. Un ejemplo: el compuesto bioquímico humano se renueva en su totalidad cada diez años, aproximadamente. La ley del cambio se extiende a la realidad entera y ella manifiesta el profundo dinamismo de la historia y del cosmos.

    El mensaje del cambio

    5. Lo que directamente percibimos nosotros son los cambios. En plural. Nos afectan los cambios interiores (físicos, intelectuales, afectivos); nos afectan también los cambios exteriores (acontecimientos, personas, situaciones). A través de todos los cambios podemos llegar a percibir el denominador común a todos ellos: la realidad del cambio. El cambio nos revela un elemento inherente al destino humano: su condición transitoria. El hombre es un ser que, siempre idéntico a sí mismo, está de paso: permanece cambiando. Es un ser que viaja hacia alguna parte.

    Significado cristiano del cambio

    6. En la historia de Israel, tal como aparece en la Escritura, la vida nómada de los orígenes encierra un significado profundo. La condición nómada es la que precede a la instalación en la tierra de Canaán. El Israel definitivo del Nuevo Testamento continuará comprendiendo el sentido de peregrinación de la existencia humana, reviviendo la experiencia del Exodo. Liberado de la fijación idolátrica al mundo presente, la vida nómada es la condición propia del hombre que vive de la fe: permanece nómada en su alma, extranjero y peregrino sobre la tierra. Está disponible para seguir el camino que Dios le propone al hombre. Está en marcha hacia alguna parte. Porque Alguien le puso en camino.


     

    ¿QUIEN SOY YO?

     

    OBJETIVO CATEQUÉTICO

            Ayudar a que el preadolescente experimente:

  • que el hombre por sí mismo no puede llegar a saber con exactitud quién es. El hombre es un misterio que, en su nivel más hondo se "escapa" al hombre mismo.

  • Que sólo Cristo es la clave definitiva del Misterio humano: "Cristo manifiesta plenamente el hombre al hombre" (GS 22).

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    Cambio e identidad

    7. El conjunto de todos los cambios que afectan al preadolescente termina quebrantando la conciencia de identidad que anteriormente tenía. Ahora, sin "saberlo" normalmente, no "sabe" ciertamente a qué atenerse: ¿cómo soy yo?, ¿cuáles son mis defectos, mis posibilidades, mis aptitudes, mi personalidad? En definitiva, ¿quién soy yo?

    Crisis profunda

    8. El preadolescente va a vivir durante esta etapa, con momentos de mayor o menor intensidad, una de las crisis profundas de la vida del hombre, la crisis de. la identidad, crisis que, una vez superada, dejará en su personalidad una huella duradera. Esta huella condicionará, para bien o para mal, su manera de ser y de actuar en, relación con los demás y en medio de la sociedad y del mundo.

    Adultos: división de opiniones

    9. De una forma u otra, la crisis preadolescente irá siendo superada. La crisis pasará. Sin embargo, el preadolescente irá descubriendo dentro de sí y a su alrededor que hay interrogantes que no tienen fácil respuesta. Que los propios adultos se hallan divididos, cuando se trata de identificar lo que es específicamente humano: ¿qué es el hombre? ¿Un mecano, un robot, puro fuego de artificio, un objeto de placer, un animal más, un semidios...?

    Ser hombre: problema abierto

    10. Quizá un día termine haciendo el descubrimiento de que el hombre tampoco sabe exactamente a qué atenerse con respecto a sí mismo. Que posee un misterio que le desborda, que se le escapa. El problema sigue abierto.

    Sólo Dios

    11. El hombre debe aceptar y vivir la experiencia de no saber exactamente, en el fondo, quién es, si no es a la luz de la fe. El hombre que realiza en su vida la experiencia de la fe, conoce en verdad quién es Dios y sabe quién es, en el fondo, el hombre. Sólo Dios puede esclarecer plenamente el misterio humano.

    "Y aún no se ha manifestado lo que seremos" (1 Jo 3, 2)

    12. La persona humana se realizará plenamente en el futuro definitivo, preparado por Dios. Conocemos por la fe el prototipo del hombre, Jesucristo. Nuestra búsqueda de plenitud humana se alimenta de la contemplación de Jesucristo y del diálogo con él. Los cristianos confesamos que Cristo, siendo nuestro camino hacia Dios (Jn 14, 6), nos otorga la gracia de llegar a ser el hombre, tal como Dios lo ha pensado y decidido. Cristo "manifiesta plenamente el hombre al propio hombre" (GS 22).


     

    MI VIDA DE FE

     

    OBJETIVO CATEQUÉTICO

  • Que el preadolescente tome conciencia del alcance de la respuesta de la fe cristiana y de la experiencia personal de esa fe. Proclamamos una palabra que se cumple.

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    Cambio, identidad, religiosidad. Dios es profundamente necesario

    13. En medio de todos los cambios que transforman al mundo y al hombre, y en medio de todos los procesos que al final dejan abierto el problema de la identidad humana, todas las religiones de la tierra son, en algún modo, una respuesta a la necesidad que el hombre manifiesta en su búsqueda de Dios. En esta búsqueda, Dios aparece como punto de referencia profundamente necesario en la vida del hombre.

    "Señor, nos has hecho para ti..." (San Agustín)

    14. Así lo ha cantado uno de nuestros poetas: "Todo mi corazón, / ascua de hombre, / inútil sin tu amor, / sin Ti vacío, / en la noche te busca. / Le siento que te busca, / como un ciego, / que extiende al caminar sus manos llenas / de anchura y de alegría" (Leopoldo Panero).

    Se conmueve la vivencia infantil de lo religioso

    15. En la preadolescencia, aunque lenta e insensiblemente, el niño comienza a ser mayor en todos los aspectos de su vida. Su religiosidad irá acusando el impacto ineludible del proceso de maduración y crecimiento. No es raro que aparezca cierto racionalismo teórico y cierto indiferentismo práctico. Comienza a conmoverse la visión infantil de lo religioso.

    Al hacerme mayor, dejé las cosas de niño

    16. San Pablo contrapone su mayoría de edad con una época que necesariamente quedó atrás: "Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño" (1 Co 13, 11). Y aun poseyendo una madurez religiosa fuera de lo común, todavía esperaba otra etapa en la que desapareciese definitivamente lo imperfecto.

    Brotes de madurez

    17. Los preadolescentes que tienen fe, tienden a concebir a Dios como un compañero, sienten que Dios los puede hacer mejores, que les afecta personalmente. Alcanzan, además, una etapa preliminar de madurez en la que pueden ir progresando en ciencia y vida religiosa, sin conflictos.

    Interrogantes: imágenes de Dios, religiones

    18. El preadolescente irá percibiendo las diferencias profundas del mundo adulto en torno a lo religioso. Podrá reconocer, tras hechos y actitudes, las diversas imágenes que los hombres tienen de Dios: la imagen de un Dios ausente, que para nada se ocupa de los hombres. La imagen de un Dios terrible, enemigo de la felicidad humana. La imagen de un Dios amante, que actúa en el corazón de la historia, porque no olvida al hombre. Percibirá asimismo, de algún modo, la pluralidad de les religiones (hinduísmo, budismo, islamismo, judaísmo, cristianismo...). Y antes o después, todo ello acabará planteando al preadolescente, sobre todo en el último período de esta etapa vital, una serie de cuestiones (vgr. ¿Todas las religiones son verdaderas? ¿No lo es ninguna? ¿Dónde está la verdad?), cuestiones que tendrán respuesta si, como creyente, camina en verdad hacia la opción libre y personal de su adhesión al mensaje revelado.

    La adhesión de la fe reclama una seria opción personal y libre e implica una relación viva del hombre con Dios

    19. En un asunto vital, como es la adhesión de la fe, el hombre ha de comportarse con una seria responsabilidad, de manera más consciente y libre que en otros aspectos, también vitales, de su existencia ,humana. El creyente puede y debe buscar iluminación y apoyo en sus hermanos, en la comunidad cristiana. Nuestra fe es la fe de la Iglesia: somos creyentes en cuanto que somos miembros de la comunidad creyente. El mensaje de fe —las verdades reveladas— ha sido confiado gratuitamente por Cristo a la Iglesia para que lo transmita con fidelidad a lo largo de la historia de los hombres (Cfr. DV 7). Pero nuestra fe es, al mismo tiempo, personal. El creyente ha de profundizar personalmente los motivos de su opción religiosa. Pero además en la base de esta adhesión de fe hay, sobre todo, una dimensión de conocimiento concreto, existencial, personal: una relación vivida del hombre con Dios. En este sentido puede decirse que mi experiencia personal de la fe es insustituible (Sobre la fe, cfr. Tema 34).

    La adhesión de la fe es fruto de la acción interior y gratuita del Espíritu.

    20. El Espíritu Santo mueve a cada hombre a aceptar sin violencias —con suavidad— el misterio de la intimidad divina y del plan salvífico de Dios, con luces e inspiraciones interiores. Pero, al mismo tiempo, asiste constante a la Iglesia, haciéndola objetivamente creíble, de suerte que pueda ser reconocida como "custodia y maestra de la Palabra revelada" (Vaticano I, Const. Dogm. "Dei Filius": DS 3012. Ver también DS 3009-3010 y 3014). Como una enseña izada entre las naciones (Cfr. Is 11, 12), luz de las gentes y sacramento universal de salvación (Cfr. "Dei Filius": DS 3014); Vaticano II, (LG 1, 48), la Iglesia invita a todos los hombres a que acojan la Luz verdadera de la que ella es servidora (Cfr. DV 10); y a quienes son ya miembros de su comunidad los anima a permanecer firmes en su fe y fieles a su vocación.

    Esta adhesión se vive en la Iglesia, Comunidad apostólica que testimonia, con signos auténticos y accesibles a la experiencia, la presencia en ella de Cristo y de su Espíritu

    21. La Iglesia testimonia visiblemente con signos auténticos la presencia, en ella, de Cristo y de su Espíritu: está siempre pronta a dar respuesta a quien le pida razón de su esperanza (Cfr. 1 P 3, 15. Ver "Dei Filius": DS 3009; 3013-3014). Pero todo creyente debe poder dar también cuenta personalmente de la fe que profesa, celebra y vive, esto es, de la relación concreta y existencial que mantiene con el Dios de su corazón (Cfr. Sal 72, 26). Todo cristiano, compartiendo reflexiva y libremente el influjo del Espíritu de Dios en su interioridad, confiesa en el seno de la Iglesia: "Jesús es el Señor" (1 Co 12, 3); y, con Pablo, debe al mismo tiempo juzgar que "Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor" (Flp 3, 8).

    La Palabra de Dios permanece operante en medio de vosotros

    22. Cristo inaugura su predicación proclamando que el Reino de Dios está en medio de vosotros. Igualmente la Iglesia, cuando continúa su misión, anuncia una Palabra viva y eficaz (Hb 4, 12), no una palabra de hombre, sino la Palabra de Dios que permanece operante en medio de vosotros (1 Ts 2, 13; cfr. Is 55, 10-11; Sal 94; Ez 12, 25.28).