VIRGINIDAD CONSAGRADA
TEOLOGÍA MORAL

SUMARIO

I. La urgencia de un replanteamiento. 

II. El fundamento bíblico: 
1.
Por el reino; 
2. Un consejo. 

III. La elaboración eclesial: 
1. Testimonio de la fe de la Iglesia; 
2. Condición mejor; 
3. Liturgia viviente 
4. Caridad apostólica; 
5. La síntesis de Tomás de Aquino; 
6. Indicaciones del magisterio. 

IV. Amar con corazón virgen.


 

I. La urgencia de un replanteamiento

Como y quizá más que otros valores evangélicos, la virginidad consagrada vive hoy un momento de nueva comprensión, que ha hecho urgente un contexto social y eclesial marcado por novedades y fermentos que plantean desafíos y ofrecen posibilidades, a veces contradictorias.

Si, por una parte, la reflexión bíblica y la histórico-teológica permiten captar más en profundidad el significado para la comunidad eclesial entera,. subrayando su valor "por el reino", por otra complejos factores culturales y socio-religiosos urgen cada vez más a que la virginidad consagrada se replantee en perspectivas más transparentes para la sensibilidad contemporánea.

Así, mientras la nueva cultura del l cuerpo pone bajo acusación, a los acentos espiritualistas con que se ha propuesto a veces en el pasado la virginidad, la conciencia social adquirida de la importancia de la ! sexualidad tanto en el desarrollo como en todas las expresiones verdaderamente personales del hombre y de la mujer, plantea la exigencia de superar su reducción a una serie de simples noes. Al mismo tiempo, la teología del l matrimonio, partiendo de la realidad sacramental y: de la generosidad de amor exigida por la paternidad y maternidad en nuestro contexto, formula sinceras preguntas a la capacidad efectiva,de la virginidad de presentarse como signo de amor perfecto. Y todo esto en un clima que se colora fuertemente de /erotismo, por lo cual encuentra mayores dificultades tanto para la comprensión como para la fidelidad efectiva a la opción virginal.

Una respuesta a estos y otros interrogantes se ve como posible en el ámbito de una eclesiología de comunión, en la cual los signos particulares vienen a precisarse en su significado concreto en virtud de la reciprocidad existente entre ellos y con la realidad histórica. De ahí se deriva la necesidad de evidenciar el aspecto carismático y profético de la virginidad consagrada.

La perspectiva crística del concilio Vat. II sigue manifestándose fecunda lo mismo a nivel de investigación teológica que de praxis viva. Rescatando la propuesta de la virginidad de tendencias ascéticas, permite captar más claramente su valor fundamental de signo, cargado con toda la densidad del misterio del Cristo encarnado y resucitado.

A la luz de este misterio, actualizado por la fuerza del Espíritu, los mismos interrogantes y las mismas dificultades terminan abriéndose a nuevas posibilidades. Particularmente preciosas son hoy las que permiten replantear el significado humano profunda, de la virginidad, significado que sólo la luz de la fe consigue captar a fondo, pero que es, importante para la vida de todo hombre.

II. El fundamento bíblico

En los años inmediatamente sucesivos al Vat. II estimulada justamente por las indicaciones no sólo de contenido, sino también metodológicasdel mismo concilio, la reflexión teológico-pastoral.,se dedicó particularmente a profundizar y a replantear el fundamento bíblico de la virginidad consagrada. Con ello el ser por el reino recibió una evidenciación más neta.

1. POR EL REINO. En realidad, los datos destacables del AT no son ni muchos ni particularmente significativos. Además de la atribución del celibato, pretendida por una cierta lectura del texto bíblico más que por el texto mismo, a los profetas Elías y Eliseo y la presencia de célibes en las comunidades esenias o esénico-qumrámicas, la referencia más cierta es la de la vocación del profeta Jeremías, que recibe la palabra del Señor de no tomar mujer, y no tener hijos ni hijas". Pero la motivación está dictada por la situación de precariedad y de graves desastres que amenazan a Israel (Jer 16,1-4). Sin embargo, estos datos se insertan en un contexto en el cual "los hijos son regalo del Señor, el fruto de las entrañas, una recompensa. Como flechas en manos del guerrero, así son los hijos de la juventud" (Sal 127,3-4).

La perspectiva cambia en el NT: junto a "eunucos que nacieron así del seno de su madre" y a aquellos que "fueron hechos tales por los hombres", hay "eunucos que se hicieron tales por el reino de los cielos". Se trata de algo que "no todos comprenden, sino sólo aquellos a quienes se les a"(Mt19,11-12).. -

La interpretación tradicional de este pasaje de Mateo ha visto en él no sólo la aprobación por parte da Cristo de la virginidad por el reino, sino también la declaración de una dignidad y preeminencia suya particulares en el contexto de la vida eclesial. La exégesis más reciente se ha esforzado en penetrar mejor sus implicaciones, sobre todo mediante la profundización del contexto, según el cual se relaciona con el discurso sobre la ilegitimidad del repudio (Mt 19,3-10). A pesar de alguna voz discordante, que desearía reducir su alcance a la simple imposibilidad de volverse a casar sin cometer adulterio, existe la convicción de.encontrarse ante una afirmación explícita del valor religioso de la opción virginal, que subraya por una parte el hecho de que no es una realidad para todos,y por otra la necesidad de que brote de una "comprensión" dada carismáticamente por el Espíritu.

Estos datos son profundizados y aclarados por la opción virginal propia del mismo Cristo. Aunque no falta quien, a nivel no sólo de presentaciones superficiales e interesadas, formula dudas al respecto, el conjunto de los autores está de acuerdo en afirmarla. Más aún, existe el convencimiento de que sólo a la luz de la vida virginal de Cristo es posible captar toda la densidad del logion de Mateo sobre la virginidad. Igualmente se vuelven más claras las posibilidades y la urgencia de llegar así a una fundamentación y a una proposición de la virginidad consagrada en perspectivas más significativamente positivas, en cuanto participación y actualización de la vida virginal misma del salvador.

2. UN CONSEJO. En esta óptica las afirmaciones paulinas de ICor constituyen un ulterior enriquecimiento: "Acerca de los solteros, no tengo ningún precepto; pero doy mi opinión particular como quien es digno de crédito por la misericordia del Señor" (7,25). La exégesis ha puesto de manifiesto el conjunto de los problemas dentro de los cuales se sitúa el consejo del apóstol, y sobre todo las motivaciones que están en la base de su preferencia por la virginidad en virtud también de la elección personal llevada a cabo por él mismo: "Os quiero libres de preocupaciones. El soltero se preocupa de las cosas del Señor y de cómo agradarle. El casado se preocupa de las cosas del mundo y de cómo agradar a la mujer; está, pues, dividido. La mujer no casada y la joven soltera se preocupan de las cosas del Señor y se consagran a él en cuerpo y alma" (7,32-34). Aparece como predominante la preocupación por la disponibilidad al servicio apostólico, que la elección virginal permite vivir con una totalidad y una radicalidad imposibles al que está inmerso en la trama compleja de las responsabilidades familiares. En el fondo, no están sólo la particular estructura y la praxis concreta familiar del contexto social en que vive el apóstol, sino también la decisión y experiencia personales de entrega a todos en que Pablo vive en virtud de su propia elección célibe.

El conocimiento de las diversas y complejas implicaciones propias de tal opción lleva al apóstol no sólo a decir que se trata de un consejo y no de un precepto, sino también a insistir en que sus expresiones no deben leerse como un lazo que pone otros y más graves obstáculos en el camino de libertad propio del servicio apostólico; han de entenderse como perspectivas que conducen a lo que es digno y lleva al Señor sin distracciones (7,35). En otras palabras, cuanto propone el apóstol es "en beneficio vuestro"; así no sólo nos pone en la idéntica perspectiva del "comprender" de Mateo, sino que se ve también que la praxis de la virginidad ya en las primeras comunidades no está exenta de problemas e interrogantes (cf 7,36-38).

Debe tratarse no de una virginidad cualquiera, sino de una virginidad "por el reino", es decir, que brote de una profunda experiencia de las exigencias del reino en su impacto en la vida personal del creyente por una parte, y por otra de la experiencia de las exigencias que el reino mismo plantea en lo que concierne tanto al anuncio como al servicio fraterno. Si las vicisitudes personales le permitieron al apóstol comprender de manera tan fuerte que merece confianza las posibilidades, y hasta lo indispensable de hacerse por el evangelio todo para todos (cf 9,19-23), le hicieron también tocar con la mano que por eso debe considerarse un consejo la elección de la virginidad: "En conclusión, el que se casa con su novia hace bien, y el que no se casa hace mejor...; creo que yo también tengo el Espíritu de Dios" (7,380). En el fondo está ciertamente la situación dinámica de la evangelización paulina; pero también la intuición de una necesidad que va más allá de las urgencias concretas de una comunidad todavía en gestación y de un contexto que hay que evangelizar, amplio como el mundo entero, en el cual la fe comienza, aunque entre innumerables dificultades, a dar los primeros pasos.

En la penetración de todos estos datos bíblicos son constantes y explícitos en la reflexión teológica la referencia y el influjo de María, la virgen madre. En cuanto tal, ella es signo y expresión más fuerte de la Iglesia: es la encarnación de la virginidad fecunda de la Iglesia. En estas perspectivas es posible encontrar respuestas al silencio aparente de la palabra de Dios respecto a la virginidad de María. A1 mismo tiempo se comprende que toda la maternidad de la Iglesia necesita de la modalidad de la virginidad, sin la cual no diría, como María, que toda su fecundidad se debe no a puras obras humanas, sino al Espíritu del resucitado.

III. La elaboración eclesial

1. TESTIMONIO, DE LA FE DE LA IGLESIA. Si la presencia de las vírgenes caracteriza ya a las comunidades apostólicas, se hace más fuerte y cualitativamente más relevante en la época patrística. La afirmación del ideal de la virginidad va acompañada de un esfuerzo de elaboración doctrinal, que permanecerá presente con acentos y evoluciones diversos, en toda la historia cristiana, lo mismo a nivel de praxis espiritual que de propuesta teológica.

La literatura cristiana de finales del siglo II insiste en colocar la virginidad inmediatamente después del testimonio de la sangre propio de los mártires. Luego, según comienza a decrecer la actualidad del martirio, adquiere más vigor el relieve dado a la virginidad. como testimonio de la santidad de la Iglesia; la virgen..es justamente aquella en que más resplandece la victoria de la fe sobre el mundo. "La virginidad -escribirá más tarde Ambrosio-, no hay que alabarla tanto porque se encuentra también entre los mártires, sino porque ella misma hace mártires" (De virginibus I, 3: PL 16,191).

Particular profundización adquiere la dimensión esponsal propia de la virginidad respecto a Cristo; basándose también en 2Cor 11,2. Sponsa Christi, Christo dicatá, virgo Christo maritata, Deo nupta, sacrata Deo virgo: son expresiones que se hacen corrientes en el lenguaje cristiano para designar a las vírgenes.

Contemporáneamente se insiste en el nexo y en el paralelismo con la Iglesia: la virgen es fruto de la Iglesia, y ésta incide y expresa en ella, de manera particularmente significativa, su propia condición de esposa y madre virgen. La referencia a Mt 22,30 permite además no sólo ver en la virginidad una anticipación escatológica, sino también evidenciar su valor simbólico respecto a la unión de Cristo con la Iglesia.

También se pone de relieve la relación existente entre la virginidad y María, reconociendo que precisamente la madre de Dios abre a la comprensión del misterio de la virginidad consagrada: "La santa Virgen llevó en su seno al Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo; de la santa Virgen tornó él su cuerpo, que destinó de este modo a los dolores y a las penas. Por aquí, pues, debes comprender la excelencia y la dignidad de la virginidad" (PSEUDO-CLEMENTE, Ad virgines I, 6: PG 1,391).

2. CONDICIÓN MEJOR. Este esfuerzo de propuesta y de profundización del valor cristiano de la virginidad no debe hacer pensar en un contexto carente de interrogantes y de problemas. En realidad, a las dificultades de carácter preferentemente teórico, a consecuencia de fermentos heréticos de diversas matrices que consideran el cuerpo y la materia como negativos en sí mismos, vienen a añadirse las más explícitamente prácticas, concernientes tanto a la fidelidad de las vírgenes al compromiso libremente asumido, sin transformar en soberbia su condición o dejar insinuar elementos que oculten el significado por el reino, cuanto algunas prácticas como el matrimonium spirituale que comporta la cohabitación de personas de sexo diverso con elección virginal (práctica que pronto desaparece a nivel canónico).

Aunque conscientes de estas y otras dificultades, los Padres también de los siglos in y iv insisten en proponer la vida virginal como condición mejor respecto a la matrimonial, aunque vista como buena. "Aquélla no peca si se casa -escribirá Ambrosio-; ésta, si no se casa, es eterna. Allí está el remedio de la debilidad, aquí la gloria de la castidad; aquélla no es reprendida, ésta es alabada" (De virginibus I, 6: PL 16,196). Sin embargo, al especificar esta relación, los escritores no son siempre acertados, dejándose a veces llevar por lo que son considerados como males del matrimonio.

El interés por la virginidad consagrada permanece así constante en toda la época patrística. En Oriente, por ejemplo, san Gregorio de Nisa escribe su De virginitate movido por la convicción sincera de que "la vida secular está sujeta a muchas distracciones"; por lo cual no puede por menos "de recomendar la vida basada en la virginidad como puerta de entrada a una conducta más sabia" (PG 46,317). Por su parte, san Juan Crisóstomo, en su magistral De virginitate, afronta con un equilibrio verdaderamente notable los problemas tanto de carácter ético y pastoral como la precisión de la relación de la virginidad con la vida matrimonial.

Con idéntico entusiasmo, en Occidente se dedican a la promoción de la virginidad los Padres más importantes, como Ambrosio, Jerónimo y Agustín. El primero es protagonista de una obra intensa que permite acoger y formar en Milán a vírgenes provenientes de toda Italia, hasta el punto de tener que defenderse de la acusación de exagerar en esta obra de promoción. Nacen así el De virginibus ad Marcellinam sororem, tratado considerado como un clásico de toda la cristiandad, y otros escritos ricos también en estímulos y en preocupaciones formativas. San Jerónimo se declara en defensa de la virginidad con un entusiasmo que, al polemizar contra los más diversos adversarios, no siempre consigue cribar y precisar cada una de sus afirmaciones. En el De sancta virginitate, en cambio, Agustín aparece movido por un equilibrio admirable en la estima y en la propuesta de la virginidad, sin recurrir a desestima respecto al matrimonio, preocupándose al mismo tiempo de que las vírgenes permanezcan verdaderamente tales mediante un camino caracterizado particularmente por la humildad.

3. LITURGIA VIVIENTE. Al declinar la edad patrística se perfila una evolución en la manera concreta de vivir la virginidad .por el reino, que permanecerá decisiva durante todo el desarrollo sucesivo: la virgen se convierte en sanctimonialis. El monasterio ocupa el puesto de la casa paterna; a la autoridad del obispo se añade la de superiores; el servicio ejercido en favor de la comunidad eclesial de la que se forma parte es sustituido por el más típicamente monástico; el seguimiento de Cristo vivido de una manera inmediata y espontánea en las diversas realidades de la vida es reemplazado por un seguimiento marcado cada vez más minuciosamente por reglas pensadas originariamente para comunidades de monjes y adaptadas a las de monjas. (p.ej., las de san Basilio o san Benito) o bien orientadas específicamente a comunidades femeninas (p.ej., las de san Cesáreo de Arlés).

La forma monástica, que se afirmó como la habitual a partir del medievo, determina una evolución también en las modalidades de penetrar y de proponer el significado de la virginidad. La vida de la virgen es vista como liturgia viva y perenne, en una oración incesante en nombre y por la Iglesia, sostenida por la lectio divina, centrada en el banquete eucarístico y hecha posible por el camino progresivo de conversión. A la virgen se le reconoce como tarea propia y específica el papel de responsable cualificada de la liturgia de alabanza y de intercesión de la Iglesia. Por otra parte, la vida monástica se afirma como la forma específica y particularmente intensa de comunión y de intimidad con Cristo. De ahí se deriva que la virginidad consagrada se cargue de perspectivas claustrales particularmente exigentes.

4. CARIDAD APOSTÓLICA. Más tarde, a consecuencia de la afirmación de las órdenes mendicantes y de los diversos movimientos espirituales de la tarda Edad Media y del renacimiento, comienza a perfilarse un giro respecto a la identificación de virgen con claustral o. reclusa. Así, junto a mujeres que se deciden por la virginidad permaneciendo en el ámbito de la vida familiar o encontrando un servicio simple pero decisivo para la comunidad local, otras eligen la participación en órdenes femeninas correspondientes a las mendicantes masculinas o moverse en la órbita de su espiritualidad y de su compromiso apostólico (terceras órdenes en embrión).

Habrá que esperar hasta comienzos de la época moderna y a la afirmación de las formas de vida religiosa activa para encontrar una profundización y una propuesta más marcadamente apostólica del valor de la virginidad. Hasta entonces se permanece siempre en perspectivas fundamentalmente monástico-claustrales; después se produce el florecimiento rico y múltiple de institutos dedicados al servicio evangélico de los más pobres.

Más cerca de nosotros, las modalidades concretas de vivir la opción virginal experimentan una creatividad y una diversificación significativas. Incluyen no sólo los nuevos institutos seculares, sino también la compleja variedad de los movimientos eclesiales. Toda esta evolución es acompañada de un esfuerzo de profundización teológico-espiritual, que integra en las perspectivas ya trazadas precedentemente estímulos y acentos en los cuales se percibe particularmente la perspectiva de servicio por el evangelio y por los hermanos.

5. LA SÍNTESIS DE TOMAS DE AQUINO sigue siendo un punto de referencia para la profundización teológico-espiritual. Su visión se caracteriza por una estima particular del valor de la virginidad, pero sin que esto signifique desconocimiento de otros valores, como los del matrimonio. En la Summa Theologiae la reflexión sobre la virginidad se coloca en el contexto de la castidad y como una forma suya específica (1111, q. 151-152). Castidad, para Tomás, significa que "la concupiscencia es castigada por la razón"; es virtud en cuanto es una tendencia "moderada por la razón". Concretamente, "la castidad tiene su sede en el alma, a pesar de tener en el cuerpo su materia. En efecto, la castidad tiene como función usar regularmente ciertos miembros del cuerpo según el juicio de la razón y la elección de la voluntad" (q. 151, a. 1).

Lo que especifica la virginidad en el contexto de la castidad es "el propósito de abstenerse para siempre" del placer venéreo, mientras que "la integridad física es accidental a la virginidad", y la ausencia del placer venéreo es "la virginidad sólo materialmente". Decisiva, en cambio, aparece la motivación de todo esto, que santo Tomás sintetiza con las palabras de san Agustín: "La virginidad es la continencia, que ofrece en voto, consagra y reserva al Creador la integridad del alma y del cuerpo" (q. 152, a. 1).

La distinción entre bienes externos al hombre, bienes corpóreos y bienes espirituales y su jerárquica subordinación le permiten a Tomás no sólo explicitar la licitud de -la virginidad, sino afirmar también con fuerza su alabanza: "La rectitud de la razón exige que se usen los bienes externos en la medida requerida por el cuerpo; y lo mismo dígase de los otros bienes. Por eso si uno se abstiene de poseer ciertas cosas, que sin embargo sería bueno poseer, para cuidar de la salud del cuerpo o la contemplación de la verdad, esto no sería pecaminoso, sino conforme a la recta razón. Así también es conforme a la recta razón que nos abstengamos de los placeres del cuerpo para atender más libremente a la contemplación de Dios, según las palabras del apóstol... Por eso la virginidad no es algo pecaminoso, sino loable" (q. 152, a. 2).

En las mismas perspectivas se resuelve el interrogante sobre la superioridad de la virginidad respecto a la vida matrimonial. Según Tomás, está atestiguada "por el ejemplo de Cristo, que eligió una madre virgen y guardó él mismo la virginidad; por la enseñanza de san Pablo, que aconsejó la virginidad como un bien mejor, y, finalmente, por la razón: ya sea porque el bien divino es superior al humano, ya porque el bien del alma ha de preferirse al del cuerpo, ya porque los.bienes de la vida contemplativa son preferibles a los bienes de la vida activa". Pero esto no significa que de la superioridad de la virginidad sobre la vida matrimonial pueda deducirse la efectiva superioridad de los vírgenes sobre los desposados; es más, "un desposado puede ser mejor que un virgen" (q. 152, a. 4).

Para Tomás, sin embargo, lo que más cuenta es que la virginidad no pierda nunca de vista su dimensión teologal, que constituye en último análisis su valor decisivo: "El fin que hace loable la virginidad es atender a las cosas de Dios... Las virtudes teologales y la misma virtud de religión, que se ejercitan ocupándose directamente de las cosas de Dios, han de preferirse a la virginidad" (q. 152, a. 5).

6. INDICACIONES DEL MAGISTERIO. Las críticas de los movimientos de la reforma a las afirmaciones de la tradición sobre la legitimidad y sobre la superioridad de la virginidad consagrada decidieron la neta toma de posición del concilio de Trento: "El que afirme que el estado conyugal ha de ser antepuesto al estado de virginidad o de celibato .y que permanecer en la virginidad a en el celibato no es mejor y cosa más feliz que contraer, matrimonio, sea anatema" (DS 1810).

Las afirmaciones tridentinas constituyen el punto de referencia de toda la reflexión sucesiva sobre la virginidad a través de debates interpretativos siempre reiterados hasta nuestros días. El núcleo esencial hay que verlo en esto: se repite, contrariamente a las críticas de los reformadores, la superioridad de la condición virginal según la elaboración tradicional, y la necesidad, para quienes la han elegido, de permanecer fieles a su compromiso.

En estas mismas perspectivas se mueven las indicaciones de Pío XII en la encíclica Sacra virginitas: "La doctrina que establece la excelencia y la superioridad de la virginidad y del celibato sobre el matrimonio... anunciada por el divino redentor y por el apóstol de las gentes fue solemnemente definida como digna de fe en el concilio de Trento y siempre unánimemente enseñada por los santos padres y por los doctores de la Iglesia" ("AAS" 46 (1954) 176). En el fondo de la intervención de Pío XII se encuentran las dificultades formuladas contra la virginidad por la cultura tal y como se iba perfilando después del segundo conflicto mundial. La reafirmación de su valor recorre fundamentalmente los caminos tradicionales: por una parte, la indivisión del corazón y la no dispersión de intereses vitales; por otra, la disponibilidad al servicio apostólico y caritativo. Pero es notable el método,'tio ya de oposición, sino de complementariedad, que se sugiere con la lectura de la relación matrimonio-virginidad.

Es el filón en el que dará sus pasos el concilio Vat. II. El difícil y a menudo atormentado proceso de elaboración de los textos, ahora fácil de recorrer, permite establecer una trayectoria o una dirección que para la Iglesia es hoy de suma importancia; no se trata de repetir afirmaciones, sino de destacar una indicación o camino por el que seguir moviéndose con decisión.

En estas perspectivas la comprensión del valor evangélico de la virginidad hay que actualizarla a la luz de la única y común llamada a la santidad propia de toda la Iglesia, en virtud de la participación en la misma santidad del Padre en Cristo por medio del Espíritu: Pero se trata de una santidad que tiende a manifestarse en los frutos del Espíritu, expresándose de diversas formas, y que "aparece de modo particular en la práctica de los que comúnmente llamamos consejos evangélicos" (LG 39).

Entre éstos "descuella el precioso don de la gracia divina, que el Padre da a algunos (cf Mt 19,11;'1Cor 7,7), de entregarse más fácilmente sólo a Dios en la virginidad o en el celibato, sin dividir con otros su corazón (cf 1 Cor 7,32-34)". Don que a lo largo de todasu historia la Iglesia ha tenido en gran estima "como señal y estímulo de la caridad y como manantial extraordinario de espiritual fecundidad en el mundo" (LG 42).

Fundada en las palabras y en el ejemplo del Señor, constantemente recomendada por los apóstoles y por los padres, doctores y pastores de la Iglesia, la virginidad'consagrada es "un don divino que la Iglesia recibió del Señor, y que con su gracia se conserva perpetuamente" (LG 43).

Su profesión, junto con los otros consejos evangélicos de la pobreza y de la obediencia, constituye "un distintivo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vocación cristiana"; un signo que "da testimonio de la vida nueva y eterna conseguida por la redención de Cristo sea la de prefigurar la futura resurrección y la gloria del reino celestial"; un signo que "imita más de cerca y representa perpetuamente en la Iglesia la forma de vida" de Cristo; un signo que "pone a la vista de todos de manera peculiar la elevación del reino de Dios", demostrando "la maravillosa grandeza de la virtud de Cristo, que reina, y el infinito poder del Espíritu Santo, que obra maravillas en su Iglesia" (LG 44).

Todo esto está cargado de un valor humano profundamente significativo; por lo cual, "tengan todos bien entendido que la profesión de los consejos evangélicos, aunque lleva consigo la renuncia de bienes que indudablemente se han de tener en mucho, sin embargo no es obstáculo para el enriquecimiento de la persona humana, sino que, por su misma naturaleza, la favorece grandemente" (LG 46).

Por tanto, en cuanto expresión de una especial consagración al Señor en el seguimiento de Cristo (PC 1), la virginidad peor el reino "debe ser apreciada como un insigne don de la gracia": haciendo libre el corazón, puede "encenderlo~' en el amor de Dios y de todos los ftombres". Consiguientemente, constituye no sólo un "signo particular de. los bienes celestiales", sino también "un medio eficacísimo para que los religiosos se consagren fervorosamente al servicio divino y a las obras de apostolado" (PC 12).

La grandeza del don no debe hacer olvidar, antes exige con fuerza, un compromiso generoso e iluminado de respuesta, tanto a nivel de vida personal y comunitaria dé quienes lo han recibido como a nivel de auténtico discernimiento de las auténticas llamadas a la vida virginal (cf PC 12).

Sobre el valor y sobre el significado de la virginidad en sí misma y en relación a los otros carismas y dones, se ha detenido muchas veces la enseñanza de Juan Pablo II: De manera particular se subraya su carácter esponsal: "El consejo evangélico de la castidad es sólo una indicación de aquella particular posibilidad que para el corazón humano, tanto del hombre como de la mujer, constituye el amor esponsal de Cristo..., no es sólo una libre renuncia al matrimonio y a la vida de familia, sino que es una elección carismática de Cristo como esposo exclusivo". De ahí se derivan no sólo la posibilidad de preocuparse del Señor y de su reino, sino también la capacidad de acercar "este reino escatológico de Dios a la vida de todos los hombres en las condiciones de la temporalidad" y hacerlo "en cierto modo presente en medio del mundo". Se hace-así "anuncio de la resurrección futura y de la vida eterna: de la vida en unión con Dios mismo mediante la visión beatífica y el amor que contiene en sí, e íntimamente impregna todos los demás amores del corazón humano" (Redemptionis donum, 11: "AAS" 76 (1984) 532-533).

IV. Amar con corazón virgen

Ya se ha recordado la preocupación del concilio Vat. II por que la grandeza del don recibido sea fuente de un compromiso de generosa respuesta y de atento discernimiento vocacional. En el fondo de esta preocupación está antes de nada la consciencia de la nueva sensibilidad, propia del hombre contemporáneo, respecto a la sexualidad en cuanto "componente fundamental de la personalidad,. un modo suyo de ser, de manifestarse, de: comunicar con los otros, de sentir, de expresar y de vivir,; el amor humano" (CGNGREGACIóN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativassobre el amor humano, 4).

De ahí la necesidad de proponer la virginidad consagrada no como renuncia o represión de la sexualidad o de la afectividad, sino como decisión de una modalidad (recíproca a la matrimonial) de vivir la .propia sexualidad y afectividad. "La virginidad implica ciertamente la renuncia a la forma de amor típica del matrimonio, pero la renuncia se realiza con el fin de asumir más en profundidad el dinamismo, inherente en la sexualidad, de apertura oblativa a los otros y de potenciarlo y transfigurarlo mediante la presencia del Espíritu, el cual enseña a amar al Padre y a los hermanos como el Señor Jesús" (ib, 31).

Todo esto, si es fácil trazarlo a nivel de perspectivas teóricas, plantea un conjunto de problemas a nivel de vida concreta, que radican en la historia personal de cada consagrado y en un contexto social y apostólico particularmente completo. Adquieren particular relieve tanto el correcto discernimiento vocacional como una obra formativa iluminada y continua.

Se tratará de integrar la sexualidad en un proyecto de vida centrado en un amor oblativo de radical apertura a todos los hermanos, que se concretiza en la prontitud a acoger y darse con plena disponibilidad y libertad a quien se encuentre en la condición de poder ser efectivamente juzgado como prójimo. Y esto para anunciar con la vida que Cristo es prójimo de todo hombre, sobre todo de los que no cuentan para otros hombres, no tienen valor y hay que marginarlos; para anunciar que cada uno es acogido y amado por Cristo.

El estilo .oncreto será el de una corporeidad proyectada y efectivamente vivida en perspectivas sacramentales; es decir, una corporeidad que sea expresión de un encuentro de personas, en el cual lo que más cuenta es comunicar a los otros la esperanza que es la presencia de Cristo entre nosotros con su amor.

Amar con corazón virgen es entonces posible; ya que será un amar que tiende a vivir con radicalidad y significatividad el hecho de que en todo amor humano es Cristo el que ama al hermano o a la hermana; será un amar del amor y en el amor de Cristo. Será un amar que positiva y significativamente lleva a la experiencia de los demás esa realidad.

Todo esto es expresión de una experiencia fuerte y personal del amor de Cristo como amor que llena y da sentido a toda la vida propia. Es el dato carismático el que funda todo el amor virginal; debe traducirse en una vida de comunión con Cristo profunda y continua. Sin ella es imposible perseverar en el don que se ha recibido.

Los problemas concretos de crecimiento, de integración y de expresión afectiva, en los cuales durante estos últimos años justamente nos hemos detenido, aunque no siempre con la atención y el respeto proporcionados a los valores en juego, hay que encuadrarlos a la luz de la sacramentalidad del cuerpo y del amor. Se tratará de decidirlo todo de manera que los gestos sean verdaderos, es decir, digan efectivamente la modalidad de comunión que es propia de quien ha elegido el amor virginal. Y en esto la prudencia y la ascesis revisten siempre una función importante, con tal de que sean una prudencia y una ascesis positivas, es decir, que lleven a amar con corazón deseoso de hacer presente el amor de Cristo.

[/Ascesis y disciplina; /Consejos evangélicos (del cristiano); /Matrimonio; /Santificación y perfección; /Seguimiento/imitación; /Vocación y vocaciones; /Votos].

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S. Majorano