PORNOGRAFÍA Y EROTISMO
TEOLOGÍA MORAL

SUMARIO

I. Erotismo: 
1. Un término ambiguo; 
2. Erotismo entre religión y moral; 
3. Erotismo y modernidad: ¿las ciencias humanistas? 

II. Pornografía: 
1.
Erotismo y pornografía en la actualidad; 
2. Deontología legal española sobre la exhibición cinematográfica de material pornográfico y violento; 
3. Pornografía y violencia en los medios de comunicación social; 
4. Líneas para una valoración moral; 
5. Conclusión.


 

"El erotismo es una actitud que privilegia en la vida social y en las manifestaciones culturales las formas de la vida sexual, proponiéndolas como valores absolutos". Des,pués de haber definido así el término, la Enciclopedia Europea (Garzanti, Milán, 4 [1977] 595) prosigue: "Es cuestión controvertida qué relación dice el erotismo con la pornografía, es decir, con el empleo deliberado, en el orden de la comunicación literaria o figurativa, de medios ordenados a suscitar la excitación sexual. Teóricamente se pueden definir ambos conceptos con una cierta claridad; sin embargo, en el plano práctico y en relación con los contenidos, es sumamente difícil la distinción (que, por lo demás, implica consecuencias no sólo morales), dado que la ley prevé en todos los países medidas represivas de la pornografía verdadera y propia".

El fenómeno de la pornografía, del que se hablará por extenso luego, II, y que denuncia una presencia tentacular en la sociedad, llega a delimitar el territorio, no solamente lingüístico, en que se inscribe culturalmente el erotismo.

Este territorio es el del cuerpo o, según se prefiere decir bajo el influjo de filósofos fenomenologistas, la corporeidad. El erotismo alude a una realidad total, a una totalidad significante, que la pornografía ha reducido a objeto sexual, rompiendo la unidad originaria persona-cuerpo.

I. Erotismo

1. UN TÉRMINO AMBIGUO. Entre sus innumerables significados, el que lo relaciona más fuertemente con la palabra griega eros indica deseo ascensional. Ese deseo ha animado no sólo a ciertas filosofías (Platón, Agustín), sino también a la mística más pura, lo mismo estética que teológica, hasta convertirse en tensión solucionadora de los conflictos económicos-sociales en la utopía de H. Marcuse, Eros y civilización.

Para llegar desde el deseo platónico del alma orientada al bien a la inquietante definición de A. Pieyre de Mandiargues, para el cual "el erotismo es una apasionada iluminación del sexo humano en sus juegos voluptuosos y dramáticos, hasta en sus más recónditas exasperaciones y anomalías", ha pasado toda la intrincada historia cultural de Occidente con la invención de la moralidad y la inmoralidad, de la subjetividad y de la politicidad.

No obstante, es necesario afirmar que Oriente, en una visión intemporal de la relación entre existencia individual y causalidad absoluta, en el más estrecho contacto con los mitos que fundaron sus religiones, no ha sentido la fascinación de su actualización. Por eso las concepciones orientales del erotismo mantienen la frescura poética de la fe en la circularidad de espíritu y materia, que abarcan las manifestaciones de la sexualidad corpórea en la celebración del ciclo de la vida más allá de la historia y de las pasiones.

Para algunos, como el psicólogo Hillmann (Saggio su Pan), también Occidente vivió las mismas tensiones interiores en la relación entre instinto "pánico" y religiosidad natural hasta el advenimiento de Cristo. Lo que había aparecido como celebración del vigor, de la fuerza del ser vivo y exaltación de todas sus características, se convierte de golpe, mucho más allá de los formalismos hebreos en "escándalo", o fue considerado tal.

Como quiera que se considere la historia de la moralidad, es indudable que con la predicación cristiana los nuevos cánones de interpretación de la corporeidad y las nuevas formas de comportamiento llegarán a imponerse como distintivo de una comunidad ético-religiosa, que por su novedad se contraponía a todas las religiones existentes consideradas falsas.

2. EROTISMO ENTRE RELIGIÓN Y MORAL. En torno al erotismo, o mejor, en torno a lo que durante siglos se había considerado la índole erótica de la existencia humana, se tejía una especie de lucha que venía a afectar a los mismos fundamentos de la concepción religiosa. Por una parte estaba la concepción religiosa de los griegos o la de los egipcios -ala que se adhirieron los mismos cristianoscon la divinización del mundo y de la vida en todas sus formas y funciones, comprendidos también ciertos tipos de hombre: el héroe y el faraón; por otra, la religión de la palabra, del espíritu, del Dios único, que trasciende netamente la naturaleza y el hombre.

A la unidad indistinta del cuerpo animado se opone la distinción, no sólo filosófica, de cuerpo y alma, diferenciando las funciones y los atributos corpóreos de las facultades y dotes del alma. Y la que incluso en Aristóteles se puede considerar una distinción metodológica, en la interpretación de Tomás de Aquino se convierte también durante siglos en la base y el fundamento de la progresiva separación del cuerpo del hombre de su espíritu como dos entidades opuestas con la consiguiente identificación de la esfera erótica con la tendencia al puro placer físico.

Un especialista del erotismo ha podido afirmar que, al proponer el ideal universal de la caridad, el cristianismo había impuesto un giro a la relación entre el hombre, el mundo, el cuerpo y los demás; ello le impedía al verdadero cristiano reconocer en el erotismo el valor de la afirmación de la absoluta necesidad del placer en la realización de toda acción, y sobre todo en la relación con los demás (G. BATAILLE, Erotismo, 1957).

La disensión de convicciones religiosas se transforma inmediatamente en conflicto de civilización. El erotismo se reviste de dos valencias opuestas: una, de intento de liberación de la necesidad sexual para afirmar la libertad individual -que recogerán los escritores llamados libertinos del siglo xvn-; otra, de carga negativa y peligrosidad potencial, bien por estar ligada a la esfera de la procreacíón, bien por su conexión con los tabúes de dominio religioso.

No al azar se ha hablado del movimiento de los libertinos; se ha hecho sólo para indicar que en la atormentada historia del erotismo ha habido una implicación moralista en la exaltación del erotismo y una tendencia moralizante en quienes, por el contrario, lo condenaban.

El cristianismo pretendía justamente sustituir el equilibrio olímpico de la perfecta coincidencia entre vida racional y vida instintiva con una verdadera y auténtica moral de la voluntad, de la elección y de la responsabilidad. La conciencia sustituye al sujeto. Y, por encima de cualquier dualismo de carácter metafísico y antropológico, se apoyará justamente la nueva concepción del hombre en este elemento. En ella se intenta reconstituir una unidad entre el hombre y Dios, que se supone interrumpida por el pecado de origen. No existe nada "naturalmente" inocente, excepto el Hijo de Dios, que justamente en cuanto víctima inocente viene a dar nuevo sentido a la relación entre naturaleza y espíritu. El lugar de la encarnación es el cuerpo, pero el sujeto de la redención es el espíritu, al que, como lo dirá claramente san Pablo, debe acompañar el cuerpo en un caminar fatigoso.

Al aceptar la separación y oposición entre cuerpo y espíritu, san Pablo ha colocado simbólicamente el cuerpo en la bisagra entre ética clásica y moral cristiana. Por un lado, la ausencia de ley; por otro, la ley judía, elemento perturbador, que es preciso eliminar incluso en su formalidad preceptista, pero que hay que "sustituir" en su función y en su contenido. La ley según la carne, en la que se fundaban la religión y la civilización judías, había que sustituirla por la ley según el espíritu. Carne y espíritu vienen a encontrarse en campos opuestos, pero proporcionados: el hombre puede ser salvado, en cuerpo y alma, si se une a la pasión de Cristo con su comportamiento concreto y dirigiendo su cuerpo de modo que se adecue al de Cristo. Cristo es el cuerpo simbólico a dos niveles: en el primero es la víctima sacrificial, el primero de los resucitados, el nuevo Adán primogénito de la humanidad reconciliada; pero es también símbolo de la nueva humanidad de la cual son miembros los creyentes. Al orden simbólico corresponde un modelo para el cual ser cristiano significa ser seguidor y fiel imitador de Cristo. El erotismo como característica del comportamiento según la carne queda abolido; más aún, es aborrecido como una práctica de los no creyentes, de los no elegidos, incapaces de "elevarse".

Mas es posible que en esta visión paulina se haya perdido ya el sentido primitivo de aceptación de lo humano, como lo había presentado Jesús de Nazaret. Es probable que la predicación de Jesús hubiese insistido más en la liberación de las leyes impuestas por la religión judía y que hubiese contemplado una religión de la interioridad sin la definición lingüística ni metafísica de los ámbitos de lo puro y de lo impuro, de lo sagrado y de lo profano, de lo ético y de lo moral. Un ideal de humanidad nueva se asoma en sus discursos, que dejan espacio a la pertenencia al Padre único, a la misericordia recíproca, al respeto de los últimos, sin sistemas de reglas formales y sin más preocupación que buscar el reino de Dios. La figura de la religión institucionalizada se sustituía por el símbolo del reino, como búsqueda y restauración de cuanto existía ya y debía ser redescubierto para encontrar su verdadero significado. La amistad y el amor son una función de la estructura del reino, y el cuerpo no es más que presencia mediadora, espacio y lugar de la comunicación.

Pero es imposible formular una sistematización moral de los gestos y las palabras de los evangelios. Ellos son el cuadro maravilloso del obrar ideal, la referencia perenne para el legislador y para el ciudadano del reino.

3. EROTISMO Y MODERNIDAD: ¿LAS CIENCIAS HUMANISTAS? Y así el problema de la gestión del cuerpo experimentará todas las vicisitudes del conflicto alma-cuerpo, y el erotismo crecerá como filón contrario a la religión, escapando a cualquier recuperación posible en el seno de la tradición moral cristiana.

Le tocará al "moralismo" libertino proponer de nuevo en clave antirreligiosa el problema, mientras que en la mentalidad popular convivía una especie de doble código, que reconocía en el erotismo casi un mal inevitable.

El iluminismo y la revolución francesa, atentos alas noticias que se iban difundiendo a propósito de los usos y de las costumbres de pueblos primitivos, hicieron ver las contradicciones, las ambigüedades y los conflictos de las concepciones presentes en la existencia "espiritual" de Occidente.

El frustrado debate sobre el erotismo, condenado siempre por todas las instituciones nacidas del cristianismo, si ayudaba a organizar una vida calificada de "honesta" en los más, no había resuelto el conflicto de civilización que con razón había suscitado el cristianismo y que creía deber mantener en su "juicio" sobre el mundo y sobre la historia.

El mismo psicoanálisis, a pesar de tener el gran mérito de estructurar epistemológicamente una ciencia del alma y de la sexualidad apelando a la libido, los instintos, las pulsiones del ello, sigue denotando de hecho entidades abstractas. La civilización moderna ha adoptado respecto al erotismo una actitud sustancialmente engañosa, de exaltación y de prohibición a la vez, a la que ha correspondido otra forma tendenciosa más fraudulenta, la relativa a la llamada libertad sexual, separada de todo contexto social.

Más atenta se ha mostrado la perspectiva sociológica, que sugiere el estudio del erotismo como mecanismo de la comunicación y elemento estructurante del lenguaje gestual típico de los varios grupos sociales. La moda, esa carrera perenne hacia lo "moderno", es uno de los fenómenos que los sociólogos más atentos estudian para determinar los significados del erotismo y su función de amalgama y cemento social.

Se atribuye a la antropología cultural y a la sociología, más que a la psicología, el mérito de haber replanteado el estudio del erotismo no solamente como patología del comportamiento, sino como tendencia hacia el grupo y como connotación "tribal" típicamente humana. Destacando ese significado de más que posee el comportamiento sexual humano en relación con el animal, la antropología cultural ha indicado el camino para una aproximación diferenciada al problema del erotismo.

Tampoco la medicina, que en parte había influido en la psicología, ha sabido dirigir una mirada correcta al erotismo: "Sintomático de una enfermedad orgánica, de un estado neurótico, psicótico o demencial, o ligado a perversión, el término erotismo indica el complejo de las resonancias psico-afectivas, sensoriales y morales y las implicaciones de comportamiento que inducen a exagerar las tendencias instintivas y las preocupaciones en el campo sexual" (Erotismo, en Diccionario Médico Larousse, Editrice Saie, Turín 1984, 327).

Incluido en el cuadro de las patologías, el erotismo desemboca en la manía erótica, es considerado totalmente negativo, se lo confina en la serie de las calamidades psíquicas sobre las que la medicina tiene poco que decir y que la psicología debe seguir intentando continuamente comprender para eliminarlas como un desorden.

En cambio, gracias a la antropología no sólo se puede afirmar que cada tradición cultural y cada civilización poseen su interpretación del erotismo, sino que dentro de una misma civilización como la occidental existen al menos dos modelos de referencia al erotismo: uno que se sirve de él en función de "encubresexo", según el cual la expresión de la sexualidad humana debe encontrar necesariamente desahogo a través de la genitalidad y la liberación de las pulsiones, generando lo que podríamos llamar las perversiones y las aclaraciones frustradas en la naturaleza de la sexualidad. La civilización de la imagen, al castrar la capacidad fantástica e imaginativa, nivela los comportamientos y genera los nuevos sistemas normativos y de anomalías deducidos de criterios superficiales de masificación. La pornografía es su consecuencia más directa.

En cambio, otro modelo considera el erotismo como un "anuncio y promesa de sentido", y su significado no está preconstituido, sino que hay que verlo como respuesta a la compleja pregunta sobre la libertad, sobre la esencia de la comunicación corporal como don, sobre el carácter originariamente incompleto del ser humano.

Las tendencias actuales, que abordan el tema del erotismo desde una perspectiva interdisciplinar, miran a diferenciar erotismo y pornografía, aunque la una no existiría sin el otro; es necesario afirmar que se debería reestablecer o incluso abrir un auténtico debate sobre el erotismo partiendo de la historia comparada de las religiones y del análisis de los supuestos culturales presentes en las varias mentalidades, actitudes y comportamientos humanos.

Y si, por un lado, hay que invocar el poder regulador de las leyes morales, por otro se debe buscar constantemente el fundamento ético-cultural que dé sentido a la ley y abra de continuo nuevas posibilidades de crecimiento para la conciencia y de evolución espiritual para el hombre, que en su errar se anuncia --espacial, científico y moral- como tendencia a lo divino.

Se puede considerar el erotismo como uno de esos productos "erráticos" que es preciso revisar por los valores éticos -no moralistas- que denota, si bien, por desgracia, la modernidad, mediante una operación típicamente inmoral, ha intentado por todos los medios negarlo y reprimirlo a través de la producción pornográfica.

P. Quattrocchi

II. Pornografía

I. EROTISMO Y PORNOGRAFfA EN LA ACTUALIDAD. Las observaciones benévolas que pudieran hacerse sobre el erotismo desde un perspectiva rigurosamente ética quedan cada vez más ensombrecidas por las producciones pornográficas. Durante el período de la llamada "revolución sexual" proliferaron los estudios en los que se pretendía deslindar el erotismo de la pornografía con sutiles distinciones académicas cada vez menos acordes con la realidad. Es cierto que el erotismo tiene una maternidad semántica más limpia que la pornografía. Pero en la realidad práctica actual, sobre todo tratándose del cine, la publicidad y el abuso de la libertad de expresión en los medios audiovisuales, el erotismo y la pornografía son aspectos complementarios del exhibicionismo y la explotación gráfica de la sexualidad humana desde la más inocente atracción sexual hasta la exposición y comercialización del sexo crudo en sus formas más degeneradas y violentas.

En la mitología griega Eros se refería al dios del amor como Cupido en Roma. Y representaba una presunta fuerza superior integradora de los elementos primordiales disgregados en el cosmos. Algo así como una especie de principio metafísico o fuerza de atracción unificadora de la diversidad. En Platón el concepto de eros adquirió particular relieve como algo equivalente al amor a lo bello, que eleva el alma sobre los sentidos. El ecos platónico es una atracción arrebatadora del hombre hacia la belleza como término formal del amor, entendido éste como la tendencia a poseer la belleza confundida con el bien supremo y fuente de humana felicidad.

La historia del erotismo es tan vieja como el hombre y en todas las épocas estuvo relacionado con la afectividad y la atracción sexual usada como recurso atractivo, sobre todo en las diversas manifestaciones artísticas, las cuales han servido de soporte y excusa al mismo tiempo.

Bajo el influjo de la moderna "revolución sexual", erotismo y pornografía son términos que nos remiten directamente alas actividades sexuales cada vez más polarizadas en la genitalidad, sea literariamente descrita o visualizada mediante técnicas de la imagen en movimiento, abstrayendo de cualquier noble consideración ética. En la actualidad erotismo y pornografía pocas veces difieren sustancialmente de la exhibición y la apología del sexo crudo servido de nul formas diferentes, desde la simple atracción sexual inocente hasta la participación activa en orgías sexuales comercializadas y reducidas a un inmundo mercado del sexo a la carta llamado prostitución. Las técnicas utilizadas y su aceptación social no cambian la naturaleza objetiva de esas formas de conducta.

Etimológicamente pornografía significa descripción escrita de la prostitución. La porné en griego era la prostituta, y la grafía el relato escrito en torno a la vida de las prostitutas. Pornografía, pues, significa toda representación escrita, visual o auditiva de personas, actos, objetos y símbolos con los que explícitamente se pretende provocar la pulsión sexual para su satisfacción. Así descrita la pornografía, el erotismo se distingue de ella por la finura de las representaciones, por la sustitución de la provocación directa por la meramente alusiva, así como por el tono melodramático y romántico. Pero en ningún caso el erotismo así entendido es menos sensual que la pornografía bruta. Se puede decir que muchas obras antiguas y modernas de literatura, pintura y música son profundamente eróticas sin llegar a ser pornográficas en sentido estricto.

Otro dato a tener en consideración es que la pornografía suele ir acompañada de violencia, la cual aparece como abuso sexual de las personas mediante el recurso a la fuerza entre los adultos, al engaño cuando se trata de abusar de personas psíquica o moralmente disminuidas, sin excluir el miedo y la intimidación. La violencia en los mass media suele acompañar a la pornografía, estimulando los bajos instintos.con el recurso ala fuerza física expresada de forma incluso bestial.

El erotismo pornográfico y violento es un fenómeno que se ha incrementado alarmantemente durante las últimas décadas gracias al cine, la televisión y otros medios audiovisuales. Es un producto muy específico de la "civilización de la imagen". La filosofía latente del erotismo pornográfico y violento se desarrolló durante el período de la "revolución sexual". Pero su expansión se ha debido principalmente a la eficacia de las imágenes en movimiento que representan esos actos íntegramente y en todas sus formas posibles. Así la pornografía ha alcanzado un enorme poder de seducción, por su fácil difusión a través, sobre todo, del cine y la televisión, y por su influjo en las personas más inmaduras o psíquicamente más débiles. El erotismo pornográfico y violento se difunde alegremente casi sin ningún control efectivo.

Cada vez más a la pornografía se añade la violencia sádica y masoquista. Se ha pasado de la oferta pornoblanda a la pornografía dura y bestial servida en términos de sexo crudo mecanizado contra toda sensibilidad humana. Eliminado el factor sentimiento e imaginación inocente se ha generado en los espectadores asiduos a este tipo de representaciones la necesidad de sensaciones cada vez más intensas y violentas con incursiones casi rutinarias en el campo de las perversiones sexuales. Actualmente existe un mercado descomunal de productos, objetos y toda clase de material erótico y pornográfico para satisfacer públicamente y en privado cualquier deseo sexual bestial. Productos que pueden adquirirse a precio de oro en tiendas especializadas, cuyos productos son objeto de gran publicidad en periódicos, semanarios, revistas especializadas, de información general y hasta presuntamente artísticas y recreativas.

En su significado original el erotismo evocaba un significado ulterior a los ingredientes sexuales sin el regodeo en la contemplación física y material de lo sexual. La pornografía se refiere más bien a la descripción gráfica de lo sexual centrada en la genitalidad cruda. Pero insisto en que esta distinción académica resulta irrelevante en la práctica actual del llamado cine pornográfico. El erotismo y la pornografía coinciden en la fisicidad ¡cónica y hasta violenta de lo sexual en sus formas más aberrantes y degeneradas.

Erotismo es un término actualmente desacreditado por su connivencia con la pornografía. En la praxis actual puede ser considerado, al igual que la pornografía, como expresión de impudor, libertinaje sexual, morbosidad, vulgaridad, exaltación del sexo bruto y degeneración del amor. Toda una serie de connotaciones que hacen pensar más en la perversidad moral que en otra cosa. La pretensión de justificar el erotismo moderno con pretextos artísticos es una impostura y un insulto a los verdaderos artistas, que saben representar cualquier acción humana bellamente sin caer en la reproducción grosera.

El erotismo actual es uno de los signos inequívocos de decadencia humana por falta de ideales nobles y de imaginación creadora. Como la pornografía, significa el dominio de lo sensible contra la razón, abandono irresponsable a los instintos primarios comunes con los animales, desequilibrio de la personalidad y pérdida del sentido de responsabilidad. Con el erotismo pornográfico la sexualidad humana se trivializa para ser vivida como pura genitalidad y placer egoísta en lugar de ser expresión sublime de afecto y amor recíproco entre las personas. El amor pierde su aura espiritual y humana y se convierte en una búsqueda patológica de satisfacciones primarias. El erotismo pornográfico impide el desarrollo sano de la persona y de las relaciones entre hombre y mujer. Las personas se usan, pero no se aman. Tratándose de los adolescentes, el erotismo y la pornografía producen efectos aún más desastrosos. Envilecen sus sentimientos intersexuales al presentarles la sexualidad humana reducida a puro goce sensual y el amor queda reducido a la mecánica más eficaz del acto sexual. La mujer, a su vez, lleva todas las de perder, al ser buscada por el hombre como objeto de explotación placentera.

La presencia del erotismo pornográfico acompañado de violencia sadomasoquista ha seguido un proceso que puede quedar descrito esquemáticamente como sigue.

Durante los primeros años que siguieron a la aparición del cine el erotismo tuvo manifestaciones ingenuas. Todo era cuestión de algún beso significativo, escenas de tocador o de piscina más o menos insinuantes. La explosión del recurso a la atracción erótica no apareció abiertamente hasta las vísperas de la primera guerra mundial, llegando a su primera culminación en la década de los años treinta. Como respuesta deontológica apareció el polémico y pintoresco código Hays. El erotismo en el cine alcanzó un nuevo clímax por los años cuarenta en vísperas de la segunda guerra mundial. Pero será durante la década de los cincuenta cuando la desventurada Marilyn Monroe y la frívola B. Bardot se convertirán en dos mitos eróticos internacionales del cine moderno. Al erotismo de estas dos estrellas y de su escuela siguió la moda del desnudo y del porno-blando. Fellini, Visconti y De Sica se encargarán de introducir por todas partes el erotismo italiano. El cine británico no se quedó atrás e introdujo las producciones sádicas, y con el impulso ideológico de la revolución sexual durante la década de los años sesenta se impuso también el porno-duro. La última novedad más apreciable por el público se encuentra en las salas X, en los vídeos macabros, las cabinas individuales de las tiendas del sexo, amén de los programas de televisión del género porno exhibidos en la intimidad del hogar a altas horas de la noche. La pornografía más aberrante en vídeo sirve de ambientación en los bares y casas de prostitución.

Quienes se obstinan en justificar el erotismo pornográfico y violento invocando el principio de libertad de expresión y de creatividad lo único que hacen es fomentar el tráfico inmundo de la prostitución. La bibliografía con la que podríamos corroborar esta afirmación es inmensa. A título de curiosidad el lector puede echar una mirada recreativa a los cuatro volúmenes de El erotismo en el cine (Barcelona 1983), o La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas, de Ramón Gubern (Madrid 1989). Supongo que no será necesario recomendarle que se gaste unos duros en revistas quiosqueras y menos aún en asomarse a alguna de las salas X.

2. DEONTOLOGÍA LEGAL ESPAÑOLA SOBRE LA EXHIBICIÓN CINEMATOGRÁFICA DE MATERIAL PORNOGRÁFICO Y VIOLENTO. Según el artículo primero de la ley 1 / 1982, por la que se regulan las salas especiales de exhibición cinematográfica, "las películas de carácter pornográfico que realicen apología de la violencia serán calificadas como películas X", y se exhibirán "exclusivamente en salas especiales, que se denominarán salas X. En dichas salas no podrá proyectarse otra clase de películas y a ellas no tendrán acceso, en ningún caso, los menores de dieciocho años". Según el artículo quinto, "las películas destinadas a las salas X no podrán recibir ningún tipo de ayuda, protección o subvención del Estado". En el artículo sexto se advierte que "en ningún caso el título de la película podrá explicitar el carácter pornográfico o apologético de la violencia de la misma". Eso sí, habrá que advertir siempre al público que se trata de una sala X.

La anterior ley fue desarrollada en el real decreto 1.067/1983. El lector queda remitido al texto íntegro, del que reproducimos aquí los artículos más relevantes desde el punto de vista ético-deontológico:

"Art. 9.° Las películas de carácter pornográfico o que realicen apología de la violencia serán calificadas como películas X por resolución del Ministerio de Cultura, previo informe de la Comisión de calificación, y se exhibirán exclusivamente en salas especiales, que se denominarán salas X.

Art. 10. 1. Las películas destinadas a salas X no podrán recibir ningún tipo de ayuda, protección o subvención del Estado.

2. Como consecuencia de lo dispuesto en el apartado anterior, las películas X no podrán acogerse a los beneficios que se derivan de la realización de películas en régimen de coproducción.

Art. 11. Las películas X no estarán sujetas a la regulación de cuota de pantalla.

Art. 12. La distribución de una película X de nacionalidad extranjera en versión doblada requerirá la correspondiente licencia de doblaje, pero la distribución de una película X de nacionalidad española no dará derecho a la obtención de licencia de doblaje alguna.

Art. 13. La publicidad de las películas destinadas a salas X sólo podrán utilizar los datos de la ficha técnica y artística de cada película; con exclusión de toda representación ¡cónica o referencia argumental, deberá hacer constar la advertencia de su proyección exclusiva en dicha sala. Dicha publicidad sólo, podrá ser exhibida en el interior de los locales donde se proyecte la película y en las "carteleras" informativas o pu6licitarias de los periódicos y demás medios de comunicación social. En ningún caso el título de la película podrá explicitar el carácter pornográfico o apologético de la violencia de la misma.

Art. 14. 1. A los efectos de lo dispuesto en el artículo anterior, toda publicidad de una película X deberá contener la siguiente advertencia: `Película de proyección exclusiva en salas X'.

2. Se entenderá por interior de los locales de exhibición la parte comprendida desde la puerta de acceso a los mismos, siempre y cuando la publicidad que se exhiba no sea visible desde el exterior del local.

Art. 15. La clasificación de salas X se hará por resolución del Ministerio de Cultura, a solicitud del interesado. Dichas salas X deberán cumplir, además de los requisitos exigidos para salas comerciales cinematográficas, las siguientes condiciones:

a) Tener un aforo máximo de doscientas butacas y mínimo de cien butacas.

b) Permanecer en funcionamiento, al menos, durante un año natural, sin interrupciones.

Sólo se podrá instalar una sala X en aquellas localidades donde previamente existan, al menos, tres salas comerciales de exhibición cinematográfica abiertas ininterrumpidamente durante todo el año. No se autorizará la apertura de otras salas X en poblaciones donde no se supere la proporción de una sala X por cada diez salas comerciales de exhibición cinematográfica abiertas ininterrumpidamente durante todo el año.

En consecuencia, para la autorización de la segunda sala X en cualquier población será necesaria la previa existencia de 21 salas comerciales abiertas ininterrumpidamente, de 31 para la autorización de la tercera sala X, y así sucesivamente.

Art. 16. Las solicitudes de apertura de salas X deberán presentarse ante el Ministerio de Cultura, el cual, oída una comisión integrada por representantes de los Ministerios de Economía y Hacienda y de Cultura, resolverá en el plazo máximo de tres meses.

Las-autorizaciones concedidas serán intransferibles durante tres años de explotación ininterrumpida, no pudiendo, por tanto, ser traspasadas, arrendadas ni cedidas bajo ningún título que no sea el de transmisión `mortis causa'.

Art. 17. En el caso de que las peticiones para una determinada localidad excedan del número de autorizaciones que legalmente puedan concederse, se dará preferencia a la petición de la fecha anterior de entrada en el Registro del Ministerio de Cultura; dentro de las de igual fecha, a la empresa que no posea ninguna autorización sobre las que ya hayan obtenido alguna, y entre aquéllas, a las de inscripción de más antigüedad en el Registro de Empresas Cinematográficas.

Art. 18. 1. En las salas X no podrán proyectarse películas no calificadas como películas X, y a ellas no tendrán acceso, en ningún caso, los menores de dieciocho años.

2. A tal efecto, las salas X deberán advertir al público de su carácter mediante la indicación de `Sala X', que figurará como exclusivo rótulo del local.

Asimismo, en la parte de la taquilla más visible para el público deberá existir un cartel en el que se leerá con facilidad la siguiente advertencia: `En esta sala sólo se exhiben películas de carácter pornográfico o que realicen apología de la violencia, quedando prohibida la entrada a los menores de dieciocho años'.

Este cartel se colocará también de forma claramente visible en la puerta de acceso.

Art. 19. En los complejos de salas cinematográficas o `multicines' en los que existan salas comerciales y salas X, éstas últimas deberán funcionar de forma autónoma e independiente en relación con las salas comerciales.

Art. 20. En el caso de que una sala X suspenda su actividad sin haber cumplido el plazo de un año natural de funcionamiento sin interrupciones, deberá esperar a que se cumpla este plazo para poderse dedicar a la exhibición de otras películas, cualquiera que sea su calificación".

Resulta chocante el que se establezcan normas sobre pornografía y violencia sin establecer una definición elemental de ambos conceptos. Esto nos hace pensar que el buen sentido de los potenciales espectadores suplirá la falta de razón de los legisladores, que ocultan deliberadamente la naturaleza de aquéllo sobre lo que al legislar lo único que hacen es imponer sus criterios a los demás. A pesar de ésta insensatez legislativa, en el texto se da por supuesta la connivencia entre erotismo y pornografía, así como su naturaleza objetivamente deleznable. En este texto no se hace mención de los vídeo-clubes de pornografía que proliferan a la sombra de la prostitución. De todos modos, para efectos éticos y morales, tanto las salas X como los vídeoclubes del vicio pueden ser definidos como una red internacional de inmundos burdeles ¡cónicos.

3. PORNOGRAFIA Y VIOLENCIA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL. En mayo de 1989 el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales publicó un documento sobre la pornografía y la violencia en los mass media. Los siete primeros números son una introducción en la que se destaca el papel de los medios de comunicación social en las sociedades modernas, al tiempo que se denuncia su innegable contribución en muchos casos a la difusión de la pornografía alegando pretextos poco convincentes a la luz de la sana razón y de la experiencia humana más castiza. El documento habla de "los efectos más graves de la pornografía y de la violencia" en los media, define y valora éticamente el fenómeno pornográfico y señala pautas para contrarrestar socialmente los efectos nefastos del fenómeno pornográfico condimentado con la violencia. Se trata de un texto realista y equilibrado en el que, sin descender a descripciones truculentas y sensacionalistas, se trata el problema con realismo y puede servir al lector de orientación segura y objetiva para realizar estudios posteriores en profundidad. Omitidos los ocho primeros números introductorios, el texto continúa literalmente así:

"9. La experiencia cotidiana confírmalos estudios realizados en el mundo entero acerca de las consecuencias negativas de la pornografía y de las escenas de violencia que transmiten los medios de comunicación social. Se entiende por pornografía, en este contexto, la violación, merced al uso de las técnicas audiovisuales, del derecho a la privatidad del cuerpo humano en su naturaleza masculina y femenina, una violación que reduce la persona humana y el cuerpo humano a un objeto anónimo destinado a una mala utilización con la intención de obtener una gratificación concupiscente. La violencia, en este contexto, puede ser entendida como la presentación destinada a excitar instintos humanos fundamentales hacia actos contrarios a la dignidad de la persona, y que describe una fuerza física intensa ejercida de manera profundamente ofensiva y a menudo pasional. Los especialistas a veces no están de acuerdo sobre el impacto de este fenómeno y sobre ,e1 modo en que afecta a los individuos y los grupos aquejados por el mismo pero las líneas, maestras de la cuestión aparecen claras, limpias e inquietantes.

10. Nadie puede considerarse inmune a los efectos degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada por los que actúan bajo su influencia. Los niños y los jóvenes son especialmente vulnerables y expuestos a ser víctimas. La pornografía y la violencia sádica degradan la sexualidad, pervierten las relaciones humanas, explotan los individuos -especialmente las mujeres y los niños-, destruyen el matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes antisociales y debilitan la fibra moral de la sociedad.

11. Es evidente que uno de los efectos de la pornografía es el pecado. La participación voluntaria en la producción y en la difusión de estos productos nocivos ha de ser considerada como un serio mal moral. Además, esta producción y difusión no podrían tener lugar si no existiera una demanda. Así pues, quienes hacen uso de estos productos no sólo se perjudican a sí mismos, sino que también contribuyen a la promoción de un comercio nefasto.

12. Una exposición frecuente de los niños a la violencia en las comunicaciones sociales puede resultar turbadora para ellos, al ser todavía incapaces de distinguir claramente la fantasía de la realidad.

Además, la violencia sádica de estos medios puede condicionar a las personas impresionables, sobre todo a los jóvenes, hasta el punto de que la lleguen a considerar normal, aceptable y digna de ser imitada.

13. Se ha dicho que puede haber una vinculación psicológica entre la pornografía y la violencia sádica. Una cierta pornografía ya es abiertamente violenta en su contenido y expresión. Quienes ven, escuchan o leen un material así corren el riesgo de introducirlo en el propio comportamiento. Acaban perdiendo el respeto hacia los demás, en cuanto hijos de Dios y hermanos y hermanas de la misma familia humana. Una vinculación tal entre pornografía y violencia sádica tiene especiales implicaciones para quienes están afectados de ciertas enfermedades mentales.

14. También la llamada pornografía blanda ("soft core") puede paralizar progresivamente la sensibilidad, ahogando gradualmente el sentido moral y personal indiferente a los derechos y a la dignidad de los demás.

La pornografía -como la droga- puede crear dependencia y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante ("hard core") y perverso. La probabilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la medida que se vaya dando este proceso.

15. La pornografía favorece insalubles preocupaciones en los terrenos de la imaginación y el comportamiento. Puede interferir en el desarrollo moral de la persona y en la maduración de las relaciones humanas sanas y adultas, especialmente en el matrimonio y en la familia, que exigen confianza recíproca y actitudes e intenciones de explícita integridad moral.

16. La pornografía, además, cuestiona el carácter familiar de la sexualidad humana auténtica. En la medida en que la sexualidad se considere como una búsqueda frenética del placer individual más que como una expresión perdurable del amor en el matrimonio, la pornografía aparecerá como un factor capaz de minar la vida familiar en su totalidad.

17. En el peor de los casos, la pornografía puede actuar como agente de incitación o de reforzamiento, un cómplice indirecto, en agresiones sexuales graves y peligrosas, tales como la pedofilia, los secuestros y asesinatos.

18. Una de las consecuencias fundamentales de la pornografía y de la violencia es el menosprecio de los demás, al considerarles como objetos en vez de personas. La pornografía y la violencia suprimen la ternura y la compasión para dejar su espacio a la indiferencia, cuando no a la brutalidad.

19. Uno de los motivos básicos de la difusión de la pornografía y de la violencia sádica en el ámbito de los medios de comunicación parece ser la propagación de una moral permisiva, basada en la búsqueda de la satisfacción individual a todo coste. Un nihilismo moral de la desesperación se añade a ello, que acaba haciendo del placer la sola felicidad accesible a la persona humana.

20. Un cierto número de causas más inmediatas contribuyen ulteriormente a la escalada de la pornografía y la violencia en los medios. Entre éstas cabe citar:

- El beneficio económico. La pornografía es una industria lucrativa. Algunos sectores de la industria de las comunicaciones han sucumbido trágicamente a la tentación de explotar la debilidad humana, especialmente la de los jóvenes y la de las mentes impresionables, para obtener provecho de producciones pornográficas y violentas. Esta industria pornográfica, en algunas sociedades, resultan lucrativas hasta el punto de que se ha vinculado al crimen organizado.

- Falsos argumentos libertarios. La libertad de expresión exige, según algunos, la tolerancia hacia la pornografía, aun al precio de la salud mental de los jóvenes y del derecho a la intimidad, así como un ambiente de pública decencia. Algunos, también erróneamente, afirman que el mejor medio de combatir la pornografía consiste en legalizarla. Estos argumentos son a veces propuestos por grupos minoritarios que no se suman a los criterios morales de la mayoría y que se olvidan de que a cada derecho corresponde una responsabilidad- El derecho a la libertad de expresión no es una solución. La responsabilidad pública de promover el bien moral de los jóvenes, de organizar el respeto de las mujeres, de la vida privada y de la decencia pública muestra claramente que la libertad no puede equipararse al libertinaje.

- La ausencia de leyes cuidadosamente preparadas o su no ampliación para la protección del bien común, en particular de la moralidad de los jóvenes.

- Confusión y apatía por parte de muchos, incluso miembros de la comunidad religiosa, los cuales se consideran erróneamente a sí mismos extraños a la problemática de la pornografía y de la violencia en los media, o sin posibilidad de contribuir a la solución del problema.

21. La propagación de la pornografía y de la violencia a través de los medios de comunicación social es una ofensa a los individuos y a la sociedad y plantea un problema urgente que exige respuestas realistas por parte de las personas y los grupos. El legítimo derecho a la libertad de expresión y al intercambio libre de información ha de ser protegido. A1 mismo tiempo, hay que salvaguardar el derecho de los individuos, de -las familias y de la sociedad a la vida privada, a la decencia pública y a la protección de los valores esenciales de la vida.

22. Se hará referencia a siete sectores con especiales deberes en la materia: profesionales de la comunicación, padres, educadores, juventud, público en general, autoridades públicas e Iglesia y grupos religiosos.

23. Sería desleal sugerir que todos los medios y todos los comunicadores están implicados en este negocio nocivo. Son muchos los comunicadores que se distinguen por sus cualidades personales y profesionales. Tratan de asumir su responsabilidad aplicando en fidelidad las normas morales, y les anima un gran deseo de servicio al bien común. Se merecen nuestras admiraciones y estímulo, especialmente los que se dedican a la creación de sanos esparcimientos familiares.

Se invita encarecidamente a estos comunicadores a unirse para la elaboración y aplicación de códigos éticos en materia de comunicación social y publicidad, inspirados en el bien común y orientados al desarrollo integral del hombre. Estos códigos se hacen especialmente necesarios en el contexto de la televisión, que permite que las imágenes entren en los hogares, allí donde los niños se encuentran a su aire y sin vigilancia. El autocontrol es siempre el mejor control, así como la autodisciplina, en el seno de los propios medios, es la primera y más deseable de las líneas de defensa contra quienes buscan provecho mediante la producción de programas pornográficos y violentos que envilecen los medios de comunicación y corrompen la sociedad misma.

Se urge vivamente a los comunicadores a que, también a través de estos medios, hagan conocer las medidas necesarias que pongan un dique a la marea de la pornografía y de la exaltación de la violencia en la sociedad.

24. Se invita a los padres a que multipliquen sus esfuerzos en orden a una completa formación moral de niños y jóvenes. La cual supone una educación en favor de una actitud sana hacia la sexualidad humana, basada en el respeto a la dignidad de la persona como hija de Dios, en la virtud de la castidad y en la práctica de la autodisciplina. Una vida familiar equilibrada, en la que los padres sean fieles practicantes y totalmente entregados el uno al otro y a sus hijos, constituirá la escuela ideal para la formación a los sanos valores morales.

Los niños y jóvenes de nuestro tiempo necesitan la educación que les permita discernir los programas y madurar en su condición de usuarios responsables de la comunicación. El ejemplo de los padres es determinante en esta materia. La pasividad o autoindulgencia de cara a ciertos programas será fuente de malentendidos perjudiciales para la juventud. Hay que dar especial importancia-para el bien de los jóvenesal ejemplo de los padres en lo que concierne a la autenticidad de su amor y a la ternura que sepan manifestar en su vida matrimonial; así como a su disponibilidad a discutir con los hijos las cuestiones de interés en una atmósfera amable y afectuosa. Conviene no olvidar que, cuando se está educando, `se obtiene más con una explicación que prohibiendo' (Communio et progressio, 67).

25. Los principales colaboradores de los padres en la formación moral delosjóvenessonloseducadores. Las escuelas y los programas educativos han de promover e inculcar los valores éticos y sociales, de cara a garantizar la unidad y el sano desarrollo de la familia y de la sociedad.

Los programas de mayor valor serán, en el contexto educativo, aquellos que formen a los jóvenes a una actitud crítica y a una capacidad de discernimiento en el uso de la televisión, de la radio y de los otros medios de comunicación social. De este modo los jóvenes serán también capaces de resistir a las manipulaciones y sabrán luchar contra los hábitos meramente pasivos en la escucha y visión de estos medios.

Hay que subrayar la importancia de que las escuelas sepan poner de relieve el respeto a la persona humana, al valor de la vida familiar y la importancia de la integridad moral personal.

26. Los jóvenes contribuirán a poner muros al avance de la pornografía y la violencia en los medios si saben responder positivamente a las iniciativas de sus padres y educadores y asumir sus responsabilidades en lo que reclama capacidad de decisión moral, así como en la elección de sus diversiones.

27. El público en general debe también hacer oír su voz. Los ciudadanos -incluidos los jóvenes- tienen la tarea de expresar individual y colectivamente su punto de vista respecto a productores, intereses comerciales y autoridades civiles. Se hace urgente mantener un diálogo continuado entre los comunicadores y los representantes del público, a fin de que quienes actúan en las comunicaciones sociales estén al corriente de las exigencias reales e intereses de los usuarios.

28. Los legisladores, los encargados de la administración del Estado y de la justicia están llamados a dar una respuesta al problema de la pornografía y de la violencia sádica difundidas por los medios de comunicación. Se han de promulgar leyes sanas, se han de clarificar las ambiguas y se han de reforzar las leyes que ya existen.

Dadas las implicaciones internacionales que presentan la producción y distribución de material pornográfico, hay que actuar a nivel regional, continental e internacional de cara a controlar con éxito este insidioso tráfico. Quienes han tomado ya iniciativas de este tipo merecen todo nuestro apoyo y estímulo. (La Comunidad Económica Europea, el Consejo de Europa y la UNESCO, entre otras organizaciones, están actuando en este sentido).

Las leyes y los agentes de la ley tienen el deber sagrado de proteger el bien común, especialmente el que concierne a la juventud y a los miembros más vulnerables de la comunidad.

Ya hemos señalado algunos de los efectos negativos de la pornografía y la violencia. Cabe sacar también la conclusión de que se pone en tela de juicio y amenaza el bien común, especialmente cuando este material se produce, expone y distribuye sin restricciones ni reglamentos.

La autoridad civil está obligada a emprender una rápida acción de cara al problema allí donde exista, y a emanar criterios preventivos en donde la cuestión comience a plantearse o todavía no haya llegado a ser angustiosa y urgente.

29. La primera responsabilidad de la Iglesia consiste en la enseñanza constante y clara de la fe y, asimismo, de la verdad moral objetiva, incluidas aquellas verdades referentes a la moral sexual. Una era de permisividad y de confusión moral como la nuestra pide que la voz de la Iglesia sea profética, lo que hará aparecer a menudo como signo de contradicción.

La llamada `ética' de la gratificación individual inmediata se opone fundamentalmente a la realización plena e integral de la persona humana. La educación a la vida familiar y a la inserción responsable en la vida social exige la formación a la castidad y la autodisciplina. La pornografía y la violencia generalizada tienden a ofuscar la imagen divina en cada persona humana, debilitan el matrimonio y la vida familiar y dañan gravemente a los individuos y a la sociedad.

En donde sea posible, la Iglesia está llamada a colaborar con otras Iglesias cristianas, comunidades y grupos religiosos a fin de enseñar y promover el mensaje. Debe igualmente empeñar a sus personas e instituciones en una acción formativa al uso de los medios de comunicación social y su papel en la vida individual y social. En este campo los padres merecen una asistencia y atención especial.

Por estos motivos, la formación a la comunicación debiera ser parte de los programas educativos de las escuelas católicas y de otras iniciativas educativas de la Iglesia, así como en la formación en los seminarios (Cf CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones para la formación de los futuros sacerdotes en los medios de comunicación social, Ciudad del Vaticano 1988). Cabe decir lo mismo para los programas de formación permanente del clero y la catequesis parroquial de jóvenes y adultos. Tanto sacerdotes como religiosos y religiosas que trabajan en la educación pastoral debieran comenzar por ellos mismos, dando ejemplo de discernimiento en medios escritos y audiovisuales.

30. Por último, una actitud de pura restricción o de censura por parte de la Iglesia de cara a estos medios no resulta ni suficiente ni apropiada. La Iglesia tiene, al contrario, que iniciar un diálogo continuo con los comunicadores conscientes de sus responsabilidades. Debe animarles y sostenerles en su misión allí donde sea posible y deseable. Los comunicadores católicos y sus organizaciones, con sus perspectivas y experiencias propias, están llamados a jugar un papel decisivo en tales conversaciones.

31. La crítica y las organizaciones católicas, al evaluar concienzudamente las producciones y publicaciones en función de criterios morales claros y sustanciales, ofrecen una valiosa asistencia a los profesionales de la comunicación y a las familias. Asimismo, las orientaciones que ofrecen los documentos ya existentes sobre comunicación social merecen ser cuidadosamente estudiadas y objeto de aplicación sistemática.

32. El presente documento quiere ser una respuesta a las preocupaciones ampliamente expresadas por familias y pastores de la Iglesia, a quienes se invita a una reflexión -de carácter ético y práctico- cada vez más amplia acerca del problema de la pornografía y la violencia en los medios de comunicación social. Al tiempo que se anima a todos a poner en práctica la advertencia de san Pablo: `No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien' (Rom 12,21)".

N. Blázquez

4. LÍNEAS PARA UNA VALORACIÓN MORAL. Los contenidos que afloran en el esbozo de definición- que hemos intentado l arriba, 1, son los que hemos considerado más corrientes en un fenómeno como la pornografía, que se repite, vive de esa repetición y presume desenvolverse en ella.

Creemos que, sin caer en un moralismo de viejo cuño, se puede afirmar en síntesis cuanto sigue:

a) La pornografía es un fenómeno complejo, cuyas expresiones no hay que valorar nunca basándose en aprioris; un caso no ha de valorarse basándose en consideraciones hechas para otros casos; hay que juzgar cada caso. Esto por lo que atañe al juicio sobre su obscenidad real o presunta o sobre la ofensa que supone o no para el sentir común del pudor.

b) La pornografía es ciertamente un fenómeno dinámico, pero sólo en apariencia un fenómeno en progreso cualitativo; es más bien un fenómeno que se repite. Los mismos contenidos están presentes en el escenario mundial desde hace mucho, y no parece que el descubrimiento de nuevas técnicas haya permitido evitar la repetitividad.

c) El uso de la pornografía es uno de los muchos modos de no interactuar entre los hombres; la pornografía es fruto maduro del individualismo liberal. Desde este punto de vista es un proceso continuo de objetivación del hombre y (mucho más) de la mujer, pues implica la aceptación de la relación con el hombre y la mujer del papel de la película, de la canción, de la diapositiva, etc. Es claro, pues, que el producto pornográfico sólo ofrece un sustituto de consumo del ser humano, produce la integración con la mujer cosa y con el hombre cosa, y no con el hombre y la mujer en cuanto seres personales.

d) En períodos y/ o en contextos en los que ha faltado la información y la educación de la psicosexualidad se puede atribuir a la pornografía un efecto de difusión de información -por más perversa que se la pueda juzgar- sobre la sexualidad (hay que andar muy cautos para afirmar sobre la psicosexualidad, es decir sobre la gratificación sexual que, además de la gratificación de los sentidos interesados y de los cuerpos, suponga también la de las personas con todo aquello de que son portadoras a nivel de sentimiento y de afectividad racional); dudamos mucho que esta información tenga la posibilidad intrínseca de llegar a la formación propiamente dicha. Pero indudablemente la pornografía induce comportamientos sexuales -cualquiera que sea la naturaleza de que puedan sermás o menos estandarizados y masificados. Desde este ángulo se puede por lo menos poner en duda que ayude a la pareja que interactúa sexualmente, en su irrepetible unicidad, a buscar y encontrar la armonía.

e) Con esto tocamos el gran tema de la socialización realizada por la pornografía, es decir, sobre la difusión y sobre el aprendizaje que produce de modelos de actitud y de comportamientos, sobre todo en los varones, ya que por varones está constituida, según los observadores e investigadores, la casi totalidad de los consumidores. A nuestro parecer, la pornografía contribuye a construir un varón consumidor de sexo, y un consumidor que sólo respeta sus dimensiones orgiásticas, sin que tenga poco o nada en cuenta las de la mujer. Esta última observación lleva a considerar la pornografía como hecho que socializa al varón en no respetar la psicología de la mujer, la cual se ve por eso obligada a obedecer siempre o casi siempre las leyes orgiásticas del varón sin tener en cuenta sus propias dinámicas femeninas, cualitativa y temporalmente diversas. De ahí que la presunta frigidez femenina sea atribuible sobre todo a este falso enfoque vinculado a la supuesta necesidad consumista del varón, en el que insiste sustancialmente la pornografía.

f) La pornografía -o "el sexo de papel", como se la llama también, o el sexo de celuloide o de cualquier otro material, si se quiere abarcar las diversas modalidades materialesha acompañado a la humanidad en toda su historia (incluso cuando el papel y las restantes técnicas aún no existían); desde este punto de vista, cualquier "actitud de cruzados" en favor o en contra de la pornografía tiene sus límites. Que vaya a desaparecer es una utopía; que pueda superar ciertos límites lo es igualmente. El erotismo seguirá, porque forma parte del juego de la psicosexualidad. Las manifestaciones pornográficas que más sobrevivirán serán las menos etiquetadas con el adjetivo pornográfico, pero de hecho las más pornográficas; las más estigmatizadas como pornográficas (y que quizá tengan también contenidos verdaderamente artísticos) tendrán siempre "cruzados" que las defenderán, y con toda probabilidad son las menos nocivas, aunque se las pueda considerar las más difundidas. Sin embargo, es claro que no todas tienen el mismo contenido de verdadera humanidad, si y en la medida en que están al servicio del juego económico con sus estrategias.

g) La pornografía, además, reduce los confines entre lícito e ilícito -diferentes en los diversos contextos sociales-, debilitando, en consecuencia; todo el sistema de los derechos y deberes, al menos en lo que atañe al sector de la sexualidad. Si consideramos también que ese debilitamiento influye luego negativamente en el conjunto más vasto de los derechos y deberes de responsabilidad que interpela al ser humano unitariamente entendido -es decir, no el hombre o la mujer, sino ambos-,cualquiera puede ver que la discriminación suscitada por la pornografía (téngase presente cuanto hemos dicho arriba ene) no hará sino ahondar cada vez más la desigualdad entre hombre y mujer y la discriminación a que esta última está sujeta desde siempre, y a la cual la pornografía precisamente no está dispuesta a renunciar por formar parte de su mecanismo de vida. Las consecuencias a nivel psicológico, social, ético y jurídico de interacción entre hombre y mujer, etc., se pueden individuar también actualmente; para el futuro habrá que tener en cuenta el incremento o bien el descenso a que estará sujeta la producción de material pornográfico, y el consiguiente aumento o disminución de consumo del mismo entre las jóvenes generaciones.

h) Debería estar bastante claro que la pornografía, justamente porque establece una relación consumidor-mujer (el hombre es el consumidor y la mujer la mercancía), se ha de considerar una actividad económica como tantas otras que tiene sus efectos típicos, como la soledad del individuo a nivel de consumo, si bien este hecho no parece afectar a la actividad de los croes, de los cabarés, de los night clubs y similares (pero tampoco aquí se sale de la soledad privada). Si luego se añade que a nivel de pareja no es cierto que la pornografía contribuya a salir del narcisismo -subespecie del individualismo de típica marca liberal-burguesa, aunque ideológica y políticamente el narcisista pueda pertenecer a grupos y asociaciones lo más comunistas o comunitarios que se pueda imaginarse ve entonces que el individualismo dé la pornografía es como el agua para el pez, al menos en la sociedad occidental.

5. EN CONCLUSIoN, se debe afirmar que la educación en el humanismo integral parece constituir el único antídoto contra la propagación de la pornografía.

El magisterio de la Iglesia ha insistido siempre en la función de la sexualidad como momento de un proceso más amplio de crecimiento del hombre; ver en bibl. al pie de la voz l Matrimonio, la sección "Documentos del magisterio". Cualquier intento de parcelar al hombre y de absolutizar uno u otro comportamiento es un intento de destruir la persona humana, y en cuanto tal se ha de evitar, y por tanto desaconsejar.

Educar en saber utilizar la imagen y la imaginación forma parte de los nuevos cometidos de la formación moral del hombre, además de las limitaciones y las prohibiciones.

El documento vaticano sobre Pornografía y violencia en los "mass media" (bibl.) dedica la parte última (mi. 24-31) a la problemática educativa concerniente al tema pornografía).

[/Educación sexual; /Pudor; /Sexualidad].

P. Quattrocchi

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P. Quattrocchi y N. Blázquez