TRENTO, Concilio de
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

En tres períodos de trabajo, 154547, 1551-52 y 1562-63, el concilio de Trento elaboró un cuerpo de doctrina y de prescripciones disciplinarias que ejercieron una profunda influencia en la configuración del moderno catolicismo romano.

1. PANORAMA HISTÓRICO. La convocatoria del concilio por el papa Pablo III(1534-1549) había sido aplazada por rivalidades políticas entre las potencias católicas y por la repugnancia de Roma a abrazar la reforma. Las dos interrupciones fueron debidas a la guerra y a una epidemia en Trento, prolongándose la segunda a causa de la antipatía hacia el concilio del papa Pablo IV (1555-1559). Desde el principio, Trento fue un concilio de obispos, teniendo los teólogos sólo papeles consultivos. La dirección del concilio estuvo en manos de tres cardenales legados,. que recibían constantes y detalladas instrucciones del papa y sus consejeros.

Trento promulgó catorce decretos doctrinales y trece decretos sobre la reforma de la atención pastoral y la disciplina de la Iglesia. Al redactar sus decretos, Trento asumió puntos de doctrina seleccionados de los teólogos eontroversistas católicos que habían estado disputando las afirmaciones de la reforma luterana durante un cuarto de siglo antes de que el concilio empezara. Trento se inspiró también en numerosos memoriales de reforma, en sus elencos de deficiencias pastorales y abusos en la administración de la Iglesia, que habían precedido al concilio, por ejemplo los programas de reforma presentados al papa Adriano VI en 1522 y el Consilium fle emendanda eccIesia, sometido a Pablo III por una comisión de nuevos cardenales en 1537. Trento llevó a cabo una saludable clarificación de la doctrina católica sobre el pecado original, la gracia y la justificación, y la misa y los sacramentos. La naturaleza de la Iglesia, sin embargo, quedó en gran medida intacta en la enseñanza tridentina, con la consecuencia de que la doctrina forjada más tarde en la defensa apologética de la Iglesia institucional, por ejemplo por Roberto Belarmino, llegó a ser dominante en la eclesiología hasta el siglo xx. El programa de reforma padecía la carencia de una única visión de conjunto y la fragmentación consiguiente al afrontar los muchos abusos que debían ser rectificados. Las normas, sin embargo, incrementaron considerablemente la capacidad de los obispos para gobernar sus diócesis sin obstáculo local. Las directrices sobre la formación sacerdotal, junto a la prescripción de que se instituyeran seminarios diocesanos, dejaron una marca profunda en el catolicismo moderno.

2. ESCRITURA Y TRADICIONES DE LA IGLESIA. Para la TF, las enseñanzas decisivas de Trento tenían que ver con las fuentes normativas de la doctrina cristiana. Antes. del concilio, numerosos escritores controversistas habían adelantado ya argumentos contra el uso que la reforma hacía de la Escritura como la norma suprema y única de doctrina y vida, y habían atacado la afirmación de la reforma de que la Escritura tiene en sí misma una capacidad autointerpretativa (sacra Scriptura su¡ ipsius interpres, según Lutero). Johann Eck y Johann Cochlaeus habían replicado que el uso protestante de la Biblia como norma crítica contra la Iglesia destruíá la misma Biblia, puesto que es la Iglesia la que, al fijar el canon bíblico, identifica y autentifica los libros que son normativos.

San Juan Fisher reunió los principales puntos del caso católico en su Confutatio de Lutero, en 1526. 1) Muchas cosas en la Biblia son de hecho difíciles de entender, como 2Pe 3,16 señala. La Biblia sola, en vez de resolver controversias, conduce finalmente a divisiones y errores, como lo confirma la historia de la herejía. 2) Se ha desarrollado en la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, una tradición normativa de interpretación de la Biblia, a saber: la doctrina de los Padres ortodoxos y los concilios ecuménicos. 3) Además, en la sede de Pedro la Iglesia tiene un iudex controversiarum, al que se debe recurrir cuando se produzcan disputas sobre la doctrina, formas de culto y normas de la vida de la Iglesia. 4) Los escritos apostólicos, por ejemplo 2Tes 2,15; Jn 20;30; 21,25, señalan una transmisión oral de la doctrina que rige más allá de lo que está consignado en los escritos reunidos en la Biblia, y algunas prácticas de la Iglesia universal derivan de esta fuente no escrita. Argumentos similares fueron presentados por otros apologistas católicos, como J. Dietenberger,.N. Herborn y J,.Dreido.

La enseñanza de Trento sobre la transmisión de la doctrina revelada fue formulada en dos decretos aprobados el 8 de abril de 1546. El primer documento (DS 1501-05) es la recepción formal por el concilio tanto de los libros bíblicos como de las tradiciones apostólicas relevantes para la fe y la moral en cuanto normativas para los cristianos y, en particular, en cuanto que son los testimonios sobre los que Trento basará sus propias reafirmaciones de la enseñanza transmitida y sus medidas de reforma. Un segundo documento comienza con una defensa, matizada de la versión latina de la Escritura, la Vulgata, como "auténtica" para el uso de la Iglesia, y después prosigue indicando las normas de la correcta interpretación de la Biblia.

La recepción por Trento de los libros bíblicos coincidió con su clarificación formal de los contenidos y límites de la Escritura (t Canon). Algunos miembros del concilio, como el agustino Jerónimo Seripando, estaban abiertos a una diferenciación dentro del AT entre libros normativos para la fe y otros, los libros "deuterocanónicos", que sirven sólo para instruir en una vida piadosa. Pero la mayoría halló esta idea demasiado sutil y propensa a debilitar el remedio que el concilio pretendía aplicar a una situación nada tranquila de inseguridad y confusión. Incluso Seripando estaba de acuerdo en que todos los libros del canon tradicional estaban inspirados y eran inerrantes, por lo cual se estableció formalmente el canon más amplio (DS 1502-03), siguiendo la lista utilizada por el concilio de Florencia en 1442 en sus negociaciones con las Iglesias coptas. El decreto representa una expresión moderada, aunque inequívoca, del sentir de Trento de hablar en nombre de una Iglesia que está realmente "en posesión" de su Biblia, y por eso es capaz de- declarar definitivamente qué libros deben ser tenidos como "sagrados y canónico'!" (DS 1504).

El segundo gran paso de Trento fue su recepción, junto con la Escritura, de ciertas tradiciones apostólicas normativas. La reforma había identificado muchas prácticas de la Iglesia como abusos, y muchas leyes de la Iglesia, por ejemplo el ayuno, la observancia de los días festivos, el celibato clerical, como usurpaciones eclesiásticas de la libertad cristiana. La respuesta de Trento es una formulación compacta y gramaticalmente intrincada (DS 1501), que presupone que la Iglesia apostólica existía, con una fe viva implantada en los corazones creyentes, antes de la composición de los libros del NT. 1) El punto de partida es el evangelio de Cristo, que ha de ser preservado en su pureza, porque este evangelio es la única fuente de toda verdad salvadora y de toda práctica cristiana. 2) El cuerpo de doctrina y normas disciplinarias procedentes del evangelio no han sido formuladas de modo exhaustivo por escrito, y así determinadas tradiciones no escritas deben tomarse en seria consideración, a saber: aquellas que proceden bien de Jesús mismo o del "dictado" dei Espíritu Santo a los apóstoles. 3) Sin embargo, no todas las tradiciones son definitivas y normativas para la Iglesia. Trento circunscribe considerablemente su ámbito, explicitando su recepción de lo que es: a) apostólico en su origen, y b) transmitido en sucesión ininterrumpida a la Iglesia que vive, enseña y ofrece culto hoy. Ejemplos de tales tradiciones serían guardar como santo el primer día de la semana y la unión de la cena del Señor con la liturgia de la palabra. Los-usos puramente eclesiales no son tomados en consideración aquí, puesto que el concilio pretendía establecer instrucciones de reforma que en determinados casos no podían posiblemente aceptar algunos de estos usos.

Un tercer paso de importancia a largo plazo fue la afirmación de Trento de la existencia de una interpretación eclesial normativa de la Biblia (DS 1507; /'Ta Iglesia como intérprete de la Escritura'. Aquí Trento expresa el sentido de la Iglesia de tener una influencia sobre el significado del mensaje bíblico, especificando que esta comprensión es una parte continua y permanente del verdadero ser de la Iglesia. El texto menciona a los padres de la Iglesia, y así trae a la mente las razones de los controversistas en favor de una normativa "tradición hermenéutica" patrística y conciliar. Puesto que la Iglesia tiene una connaturalidad interior con el significado del texto bíblico, el decreto de Trento especifica que "pertenece a la Iglesia juzgar el verdadero significado e interpretación de la Sagrada Escritura". En los tiempos de Trento, el término l "magisterio" no estaba en uso, pero la realidad parece estar presente donde Trento se apropia lo que los controversistas habían propuesto acerca.de la existencia y accesibilidad de un iudex controversiarum en la Iglesia.

La principal conclusión, sin embargo, de los dos decretos es que para determinar cómo debería formularse la doctrina cristiana y cómo ha de ser configurada la vida y el testimonio cristianos no es suficiente por sí misma una apelación a la Biblia. Se deben consultar otros lugares teológicos. El sentido de la Biblia está en la Iglesia, y por eso debe ser oída su interpretación, junto con sus correctos modos de expresar la fe apostólica en la vida y el culto.

3. RECEPCIÓN DE TRENTO. Sobre la específica cuestión de la transmisión del evangelio, sabemos que la teología y la catequesis católicas postridentinas a menudo sobrepasaron el cuidadoso minimalismo del decreto del concilio concerniente a la recepción de tradiciones. El énfasis apologético sobre la insuficiencia de la Escritura llevó a la concepción de una tradición doctrinal puramente oral que deriva de Cristo y de sus apóstoles y que pertenece a la sustancia de la fe. Así, se pensaba que parte del evangelio y algunos elementos de la revelación salvadora se expresaban en el texto de la Escritura, otra parte completa y otros elementos se transmitían de una manera no escrita. Aquí la teología dio a la recepción por Trento de los libros y (el) tradiciones una nueva precisión, a la que el concilio no se había adherido, pues había reemplazado la expresión partim/partim por la más simple et justo antes de la aprobación del texto. Pero la teología gravitaba en torno a la convicción de que la Escritura y la tradición son "dos fuentes", paralelas y diversas en contenido, en vez de ser dos lugares en los que la Iglesia y la teología encuentran expresiones concretas del único evangelio. La obra histórica de J. R. Geiselmann, G. Tavard, Y. Gongar, J. Ratzinger y otros ha clarificado la fructífera apertura del texto oficial tridentino, que dejaba amplio margen al Vaticano II para volver a plantear esta doctrina sobre la base de una concepción muy diferente del proceso comprensivo de transmitir la vida y la fe en la Iglesia (l Tradición).

Otra cuestión se refiere al verdadero lugar del concilio de Trento y de sus documentos en el horizonte más amplio de la primera época de la historia de la Iglesia moderna. ¿Fue Trento verdaderamente creador de la energía y militancia, junto con la centralización romana del gobierno y disciplina, que caracterizaron a la Iglesia de la contrarreforina? ¿Fue Trento formador de aquellos aspectos de la institución eclesiástica que el catolicismo, en un importante cambio de autocomprensión, comenzó a transformar en el concilio Vaticano II? Dos consideraciones parecen importantes para encuadrar la actual discusión de esta cuestión.

1) Hoy, cada vez con mayor frecuencia, los historiadores destacan menos las diferencias entre las creencias y el culto protestante y católico de la era moderna inicial. Ahora se pone más énfasis en las semejanzas que se encuentran en los procesos con que protestantes y católicos, digamos en torno al año 1600, abordaron el adoctrinamiento de la juventud, que prepara para la obra de la Iglesia, y la colaboración eclesial con las autoridades estatales. Tuvo lugar un proceso de "confesionalización" en todas las Iglesias a medida que las doctrinas normativas eran cuidadosamente formuladas, se aclaraban y fortalecían las estructuras de autoridad y se fijaban instrucciones claras para el ministerio pastoral. Esta tesis de E.W. Zeeden-ha sido desarrollada por W. Reinhard en su afirmación de que la realización de la reforma tridentina fue esencialmente un proceso "modernizador", mediante el cual se establecieron pautas exigentes para los profesionales de la Iglesia católica, se desarrollaron modos de supervisión y responsabilidad, y un vasto programa educacional intentó llevar a cabo la interiorización de las normas cristianas. Ésta es en gran medida la transformación del eatolismo que los documentos de Trento habían previsto; pero el concilio mismo no creó el celo y dedicación religiosa de aquellos que producirían este decisivo cambio eclesial. Esto último se debió en gran parte a la nueva espiritualidad, especialmente a la de san Ignacio de Loyola, que motivó al personal de la Iglesia confesionalizada y modernizada del siglo y medio que sigue a Trento.

2) Una manera deponer por obra la reforma de Trento fue la aplicación diferenciada de las nuevas normas en las principales diócesis gobernadas por obispos enérgicos, como D. Bollani (Brescia), G. Paleotti (Bolonia) y san Carlos Borromeo (Milán). Pero con el pontificado de Sixto V (1585-1590) las realizaciones locales se colocaron de forma decisiva bajo el control del papa y la supervisión de su curia, institucionalizada de nuevo. El objetivo era promover la reforma efectiva en muchos lugares donde no se habían hecho muchos progresos. Pero el resultado a largo plazo fue que la iniciativa pastoral local, bien fundamentada en los decretos de reforma de Trento, quedó en gran medida sofocada por los lentos procesos de la administración centralizada. Incluso la imagen de Borromeo, canonizado en 1610, fue regulada hasta minimizar su vigor como reformador episcopal de una diócesis, mientras se subrayaba su ascetismo personal y su dignidad como cardenal de la Iglesia romana. Estos desarrollos difieren notablemente de la doctrina y de las medidas de reforma formuladas en Trento entre 154,5 y 1563.

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J. Wicks