REALISMO CRISTIANO
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

1. NOCIÓN. La palabra realismo (del latín res = cosa) encierra muchos significados. En el lenguaje ordinario, no filosófico, designa una actitud de espíritu que tiene en cuenta ante todo lo que las cosas son "realmente" y no simplemente o ante todo lo que podrían o deberían ser, sin dejarse llevar por ilusiones, por juegos de imágenes o de ideas. Ser realista es tener los pies en el suelo y la cabeza bien sentada sobre los hombros. Se hablará también de realismo, á propósito de literatura, de arte, de lenguaje, en un sentido muy similar, pero que aquí no nos interesa: describir las cosas tal como son, llamarlas por su nombre. Mucho más importante es el empleo filosófico de la palabra. También aquí hay que distinguir entre un sentido fundamental y otros sentidos más particulares. Realismo, en el sentido fundamental, designa cualquier doctrina que admita un en-sí de las cosas (de las personas y de las cosas), en vez de reducirlas a representaciones, a construcciones del espíritu, a ideas. El realismo se opone así radicalmente al idealismo (en el sentido filosófico de la palabra). Y como hay varias formas de idealismo, la misma doctrina puede ser llamada realismo bajo un aspecto e idealismo bajo otro. En efecto, el pensamiento, en el que se dice que las cosas subsisten como "representaciones", puede ser: 1) el del filósofo: "solipsismo"{las cosas y las personas, no existen más que en mí y para mí), que. nunca se ha profesado seriamente; 2) el de la sociedad, el de la humanidad, el de todos los seres pensantes; 3) un pensamiento impersonal; 4) el pensamiento divino.

En oposición, la afirmación de la realidad en sí de personas distintas puede, llamarse realismo, pero puede también ir acompañada de una negación idealista en cuanto a la realidad del. ser sensible. De ahí una especificación de la palabra realismo para designar una doctrina que afirme esa realidad. Los marxistas, especialmente Lenin, identifican falsamente el realismo así entendido con el materialismo, viendo en éste la única alternativa posible al idealismo. Señalemos, por lo demás, que en estos debates entre él realismo y el idealismo es preciso distinguir el punto de vista ontológcv,y el punto de vista crítico. Una cosa es decir: "El otro no existe más ,qué en mi pensamiento" -lo cual inerecéría la atención urgente del psiquiatra-, y otra cosa afirmar: "Yo no puedo demostrar de una forma tajante la existencia en sí del otro", a pesar de que estoy convencido de ella.

Otro sentido de la palabra realismo, históricamente anterior, se refiere a un problema discutido en la Edad Media: el de. los "universales", es, decir, los nombres con significado uiversal, como "hombre", que no designa a un hombre en particular. ¿Qué es lo que fundamenta esta universalidad y asegura que este nombre conserve el mismo significado aplicado a individuos distintos? La Edad Media ofrece una gama de respuestas, que van desde el realismo en sentido fuerte, de inspiración propia hasta el nominalismo, que niega todo valor de realidad a la idea general y no reconoce más que a los individuos. La doctrina de santo Tomás y de los grandes escolásticos, que basa el valor de la vida general en la abstracción de la esencia común hecha posible gracias a la composición de materia y forma, es llamada a veces "realismo moderado".

2. INTERÉS. El realismo en el sentido que hemos llamado fundamental (en cuanto opuesto al idealismo) es sin duda una exigencia de la fe cristiana. Ésta pierde toda su significación si Dios no es más que una idea o un ideal que existe solamente en la conciencia y en las aspiraciones de los hombres o en las exigencias del pensamiento en general, sin ser ante todo un en-sí, independientemente de todo lo que pensemos o creamos y de todo lo que no es él. Deforma semejante, Jesús, María, los apóstoles son para la fe cristiana unos seres reales, que vivieron realmente en un mundo real, que actuaron realmente, que sufrieron realmente; es decir, unos personajes históricos en este sentido. Pero la existencia de unas personas es inseparable de la de las cosas en medio de las que viven y actúan; tampoco éstas pueden reducirse -a simples "representaciones". Cristo fue realmente crucificado en una cruz que no existía simplemente como "objeto de pensamiento". En particular, la doctrina sacramental supone que los signos, para ser significantes, tienen en sí mismos cierta realidad: La presencia "real" de Cristo en la eucaristía implica que las especies que lo hacen presente existen de otra manera distinta de como existen en el pensamiento y en la fe. (Vemos aquí cómo-la palabra realismo es capaz de tener varios matices: se dirá que Cristo está "realmente" con los que se reúnen en su nombre, pero este adverbio significa entonces simplemente que esta presencia no es ilusoria, puramente subjetiva: Cristo está presente "por su Espíritu". La presencia eucarística es otra cosa).

Está fuera de duda que el evangelio -y la Escritura en su totalidad- se mueve en una atmósfera de realismo: el. del sentido común, el del "mundo de. la vida" (Lebenswelt). Es verdad que de ahí surge una objeción. La Biblia -se dirá- habla el lenguaje de todo el mundo, pero nos deja con la preocupación de interpretarlo. Atribuye a las cosas -ala cruz de Cristo, al agua, al -pan y al vino, etcétera- el mismo grado de realidad que atribuimos ordinariamente a lo que nos rodea y de lo que nos servimos. La madera de la cruz era tan real como la madera de nuestros muebles, y el cuerpo de Cristo era tan real como nuestro cuerpo. Pero esto deja totalmente al margen la cuestión: "¿Cuál es el estado ontológico de esta realidad?" La Biblia no nos dice nada sobre las estructuras físicas y metafísicas del ser material y la fe no nos impone ninguna afirmación a este respecto. Bien; pero esto no significa que pueda aceptarlas todas. La fe no puede aceptar el idealismo, en la medida en que éste niega el en-sí -verdadero de las cosas. (Por lo demás, el idealismo está en contradicción con el movimiento espontáneo y fundamental del pensamiento, que es afirmación del ser y de sí mismo en el ser, que se nos da en los seres realmente existentes). Esto no significa que no haya en él una parte de verdad. Nada nos obliga a acoger una forma de realismo que negase toda actividad del sujeto cognoscente en la elaboración y la presentación del objeto. Se puede decir perfectamente que la percepción, e incluso todo conocimiento, es ya una interpretación. Pero esto mismo supone que hay unas cosas que interpretar.

En otro sentido, más cercano al sentido corriente, el cristianismo puede ser llamado un realismo, en cuanto que no es simplemente ni ante todo una construcción intelectual, un sistema de ideas, sino una relación viva entre personas reales, que se desarrolla no como un discurso ligado por unas relaciones lógicas, sino como una historia o, si se quiere, como un discurso cuyas palabras son acontecimientos contingentes, actos libres (L. LABERTHONNIÉRE, Le réalisme chrétien et I idealisme grec, París 1905).

En cuanto al realismo como respuesta a la cuestión de los "universales", está claro que una doctrina que afirmase la realidad de la naturaleza humana universal hasta el punto de no ver en los individuos, y por tanto en las personas, más que un accidente dé dicha naturaleza o al menos una realidad menor no subsistente en sí misma; seria incompatible con la fe cristiana, que supone la existencia de personas dotadas de responsabilidad propia y abiertas a un destino singular. Y, al revés, negar .toda comunidad real entré los individuos de una misma especie --cuya unidad sería entonces puramente nominal o todo lo más ideal- no dejaría que existiera entre Cristo y nosotros más que una solidaridad extrínseca. Por tanto, no hay que extrañarse de ver a algunos padres de la Iglesia profesar en este sentido una especie de realismo, ciertamente menos estricto que el de Platón; pero más avanzado al parecer que el'que prev`alecetíá entre los escolásticos. Teniendo en cuenta este realismo es como podrán interpretarse equitativamente ciertas fórmulas trinitarias de la antigüedad que, a primera vista, no parecen ir más allá de una unidad específica.

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J. de Finanee