II. La vida judía

I. LAS ESCRITURAS HEBREAS Y LA COMPRENSIÓN CRISTIANA. LO más básico de las Escrituras judías es denominado por el pueblo judío el Tanakh, o la Biblia hebrea. Es lo que los cristianos llaman el "Antiguo Testamento"; pero esta denominación impone una interpretación sobre la función y propósito de estas Escrituras. Sugiere que, en contraste con el "Antiguo" Testamento, el "Nuevo" es mejor, y que debe preferirse por ser la realización del "Antiguo"; éste es considerado incompleto.

Los judíos no consideran las Escrituras hebreas, y particularmente los cinco primeros libros (el Pentateuco, o libros de Moisés) como algo completo en sí o de por sí. Tienen en cuenta un texto escrito; pero también una interpretación oral que completa la Biblia hebrea. Esta interpretación que completa el texto y hace su mensaje aplicable a la vida diana comienza al mismo tiempo que el mensaje escrito. Las interpretaciones orales son tan válidas como el material escrito, y el texto y la interpretación deben entenderse juntos. En efecto, las tradiciones oral y escrita son una. Los cristianos son conscientes del texto escrito, pero ignoran en gran medida la tradición oral.

El complejo de texto e interpretación puede dividirse en dos grandes áreas: el material legal y las instrucciones morales. Todo esto junto es denominado Torah. El mismo término Torah es muy comúnmente entendido de tres maneras: a) los cinco primeros libros de Moisés, del Génesis al Deuteronomio (el Pentateuco); b) el conjunto de la Biblia hebrea, con la escritura distinta del Pentateuco, que aporta un modo de entender el Pentateuco; y c) el conjunto de la Biblia hebrea más su interpretación orientada a la práctica. Un judío religioso optaría por la última descripción. Los judios que viven una vida basada en el texto solo se considera que son herejes. Los fariseos, a pesar de la publicidad a menudo tendenciosa y negativa del NT, abogaban por la idea de una relación creciente y viva entre texto e interpretación, entre la tradición escrita y Dios, su autor, y el individuo. Hicieron posible que todos, ricos y pobres, trabajadores y príncipes o sacerdotes, formaran plenamente parte de la tradición. Con ese espíritu, la tradición judía ha buscado siempre hacer posible a todos una relación con Dios en toda época y bajo cualquier circunstancia, en casa o entre gentiles, en tiempos de tolerancia o de persecución.

á) La Biblia hebrea. La Biblia hebrea presenta tres grandes divisiones: los libro! de Moisés o Pentateuco, los Profetas y los Escritos. Los libros de Moisés son Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. La división llamada de los "Profetas" está a su vez dividida en dos unidades principales, profetas anteriores y profetas posteriores. Los profetas anteriores incluyen los libros de Josué, Jueces, 1-2Samuel y 1-2Reyes. Estos libros prosiguen la historia de la alianza de la antigua comunidad judía, comenzada en el Pentateuco. Los profetas posteriores incluyen los diversos libros de profecía de la Biblia hebrea. Éstos son presentados no en sentido cronológico, sino más bien en función de su extensión, siguiendo el estilo de colección textual en el mundo antiguo. Estos libros son: Isaías, Jeremías y Ezequiel; y el "libro de los doce profetas": Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahún, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

Los Escritos consisten en una colección de materiales de diversos tipos. Los Salmos son poemas de oración, escritos al estilo de la poesía religiosa del Próximo Oriente antiguo. Abordan todos los aspectos de la preocupación humana. Los Proverbios son sentencias que tratan de la condición humana: el libro de Job es una larga reflexión sobre la cuestión de la justicia divina en nuestro mundo. Siguiendo a estas tres obras más largas hay cinco "rollos": el Cantar de los Cantares es un poema de amor que se entiende diversamente: como descripción de un apasionado amor humano o amor de Dios a Israel; Rut es un cuento sobre la amistad humana, situado en la época de los Jueces; Lamentaciones es un lamento por la caída del reino de Jerusalén en manos de los babilonios en el 587 a.C.; Qohélet es otra reflexión sobre la condición humana, y Ester es un cuento de corte, que describe las peligrosas circunstancias en las que la comunidad judía se encontraba en tierras extranjeras después de la derrota del reino a manos de los babilonios. Después viene el libro de Daniel, una narración de tipo profético situada también en el período posterior al 586 a.C.; luego los libros de Esdras Nehemías y 1-2Crónicas, obras que detallan la historia del pueblo judío durante el exilio babilónico y en el período de la restauración de la comunidad en su patria ancestral bajo los persas, hasta cerca del año 400 a. C.

b) Historia y alianza. Como vimos antes, la historia del pueblo judío en tiempos antiguos está contenida en el Pentateuco y profetas anteriores, prolongada después en Esdras, Nehemías y Crónicas. Es una historia de promesa y cumplimiento. Comienza con la creación, sigue reflexionando sobre la sociedad humana en conjunto y luego sobre la especial relación de Dios con los descendientes de Abrahán, Isaac y Jacob, el pueblo de Israel. Toda la historia está basada en la noción de alianza, un acuerdo contractual entre Dios y la humanidad. La alianza hace que la seguridad sea accesible a los creyentes, pero al mismo tiempo exige responsabilidad. Elementos clave en cualquier relación de este tipo son la consistencia y la fidelidad. Un sello de todo viejo acuerdo contractual, libremente contraído, es el amor paciente: Dios despliega esa constancia y amor en esta relación con el pueblo elegido, al que Dios ha escogido para ser un modelo de santidad y piadosa conducta. Dios acepta la naturaleza humana, y tras cada extravío del pacto de la alianza, está siempre dispuesto a reconciliarse con las criaturas y con el pueblo que Dios ha creado y al que ama.

Los profetas fueron suscitados por Dios para recordar al pueblo las obligaciones nacidas de la alianza. Sus llamadas a la bondad, la justicia y la rectitud están ordenadas por Dios, que no quiere castigar sin avisar. Incluso en su castigo hay una oferta de seguridad y restauración abierta para el penitente, y aun en la condenación más severa existe esperanza.

Incluso después del exilio babilónico, que los profetas ven como el resultado de numerosas violaciones de la alianza en los reinos de la moral y de la ética, así como en los dominios del rito, Dios restaura al pueblo en su patria, y el antiguo templo de Jerusalén es finalmente reconstruido. El profeta Ezequiel describe a Dios marchando al exilio junto al pueblo.

Como se ve por lo dicho antes, el orden de los libros de las Escrituras hebreas difiere del de las Escrituras cristianas en que la Biblia hebrea concluye con los Escritos, y las versiones cristianas de las mismas Escrituras colocan a los profetas posteriores después de los Escritos e inmediatamente antes de los evangelios. Las Escrituras de la Biblia hebrea están ordenadas de modo que enseñan un modo de vida en el contexto de la historia (Génesis-2Reyes), después ponen la atención en el funcionamiento de la relación de la alianza (profetas posteriores). La Biblia hebrea se cierra con los Escritos, textos de diversos tipos, no necesariamente limitados a aspectos específicos de la historia o temas de profecía, sino que encarnan aspectos de la relación del creyente con Dios y de la experiencia de él. Se diría que el propósito del orden cristiano es subrayar la relación directa de "promesa" en los profetas con "cumplimiento" en los evangelios.

c) El individuo y la comunidad en la relación de la alianza. En nuestra sociedad apreciamos al individuo, y los derechos individuales están cuidadosamente equilibrados frente a los derechos de la sociedad. A1 menos en teoría, los individuos se mantienen o caen de acuerdo con sus propias acciones. Mientras que nuestras leyes y mandatos morales se ordenan al individuo y sólo después a la comunidad como un todo, la Biblia hebrea se dirige a la nación en primer lugar, y sólo secundariamente a los individuos que la componen. Moisés habla al pueblo. De cada generación y época de la historia del antiguo Israel, pocos individuos están identificados; y aunque sean escogidos por buenos o por malos, el pueblo entero toma parte en su destino. Hasta el exilio babilónico, la alianza opera dentro de un sistema de responsabilidad comunitaria (o corporativa); cuando un profeta condena a un rey perverso, la condenación afecta al pueblo en su conjunto. Todo el pueblo participa en el destino del reino, con independencia de su acción o inacción particular en cualquier asunto.

El "individuo" comienza a emerger del pueblo en la época del exilio babilónico, cuando sin duda muchísimas personas no podían aceptar un triste destino provocado por las acciones de un rey pecador o de líderes engañosos. El individuo sólo aparece plenamente en el período helenístico, unos trescientos años más tarde. En esa época, los fariseos están promoviendo la causa de la Torah haciéndola accesible a toda persona.

d) El propósito de la historia y de las leyes. La Torah es un anteproyecto de vida. Su propósito es orientar las acciones de la gente de modo que puedan llevar una vida piadosa. Esta dirección se lleva a cabo a través de la historia y por medio de la legislación o mandamientos. Como hemos dicho, la Torah se,.propone ser accesible a todos, y su evolución y crecimiento está en manos humanas. Su meta es crear un mundo piadoso.

e) Pecado, arrepentimiento y el mesías. Una gran diferencia entré las visiones judía y cristiana de la humanidad es que en el judaísmo falta totalmente cualquier noción de la caída o de un pecado original que se pasa de una generación a la siguiente. El cristianismo ve los efectos del pecado de Adán y Eva transmitidos a través de las generaciones. Es un desperfecto en el hombre, una distorsión de la imagen divina, a cuya semejanza el hombre fue creado. Por eso la noción de mesías es diferente para cristianos y judíos. Para los judíos, nadie puede reparar los pecados del individuo; la restauración. de una relación apropiada con Dios está en manos del individuo solo. El culto del templo, y más tarde la oración, facilitan la restauración o reconciliación; pero ningún intermediario puede intervenir entre Dios y el hombre, ningún intermediario (sacerdote) es necesario para el perdón. Dios escucha al penitente y examina las acciones de la persona en cuanto signos de sinceridad o doblez. Hay siempre perdón para el penitente sincero. La verdadera prueba reside en la conducta posterior del individuo. Por este modo de entender se puede apreciar por qué para el judaísmo la Torah está "completa". La Iglesia primitiva desarrolló un sentido diferente del problema del perdón último del individuo mediante el renacimiento a una nueva vida de jústicia por medio de Jesús; así, para los cristianos, el "Nuevo Testamento" es considerado como el cumplimiento del "Antiguo", una nueva alianza de por vida, que desplaza (aunque no niega) la alianza más antigua. El NT comienza con el nacimiento del mesías y $u revelación después del bautismo de Juan (Mt 3,13-17), con Juan identificado como Elías (Lc 1,17). Éste es el cumplimiento de la promesa de la profecía de Malaquías (Mal 4,5), que para los cristianos pone fin al AT.

Los judíos de hoy, como también los de épocas antiguas, discrepan en su interpretación de la idea mesiánica: Algunos judíos actualmente contemplan al mesías como un rey de la estirpe de David, plenamente humano y amado de Dios, que actuaría como un protector para todos los judíos, .ayudándoles a llevar una vida piadosa. Existe en el judaísmo un intento consciente de minimizar la importancia de la persona del mesías. En el pasado, cuando las comunidades judías reconocieron a algunas figuras como el mesías, se produjo tragedia, derramamiento de sangre y frustración de esperanzas. Un virulento antisemitismo siguió a menudo a una pretensión mesiánica. Las ideas judías concernientes al mecías tienden a ser de este mundo y concretas; por eso los judíos se preguntan: "Si Jesús es el mecías, ¿cómo es que no ha cambiado nada?" Para algunos judíos, el mecías puede que no sea tanto una persona cuanto un modo de existir, un tiempo de paz mundial y libertad, como en la visión del profeta Isaías del león y el cordero:

Tanto entre los cristianos como entre los judíos, algunos son fundamentalistas, y afirman una visión muy clara de la persona y papel del mesías. En general, aunque la idea mesiánica está presente en el judaísmo actual, son las acciones piadosas las que se enfatizan. Quizá los cristianos tienen una actitud similar respecto a la segunda venida. El tiempo no es conocido; sólo cabe la especulación. Sin embargo, ofrece esperanza. El punto clave es que, hasta la segunda venida, los cristianos tienen una misión, y se les desafía también a vivir el sermón del monte. Además, los cristianos han descubierto que los grupos que esperan un retorno inminente han causado un gran daño. Muchos han hallado una relación directa entre un mesianismo cristiano demasiado vivo y concreto y el antisemitismo. A este respecto, algunos de los líderes judíos más sabios han aconsejado gran cautela.

f) Disputa y diálogo. Los distintos sentidos de cómo se podría alcanzar la meta de la piedad condujo a judíos y cristianos a diferentes interpretaciones de las Escrituras hebreas en su conjunto, y de pasajes específicos en particular. En las épocas antigua y medieval tuvieron lugar disputas entre judíos y cristianos respecto a interpretaciones de la Escritura, habiendo los cristianos reclamado las Escrituras hebreas como propias y considerándolas plenamente relacionadas con las Escrituras del NT. Ciertamente, desde el principio el cristianismo intentó subrayar sus profundas conexiones con el judaísmo, incluso al trazar el linaje judío de Jesús. Demostrando referencias cristianas en el AT, el cristianismo no sólo avanzó la apropiación de las Escrituras hebreas, sino que dio al cristianismo la antigüedad que toda tradición religiosa de reciente desarrollo busca para apoyar sus pretensiones de legitimidad. Por su parte, el pueblo judío continuó viviendo de la Torah, convalidando con sus acciones su pretensión de integridad. Algunos se enzarzaron en disputas relativas a los modos de entender la Escritura, no tanto para negar al cristianismo su base como fiara enfatizar su absoluta separación del judaísmo en varias cuestiones clave de creencia. Además, intentaron desbaratar la idea, a menudo proclamada por los cristianos, de que el exilio y la impotencia judías eran prueba del abandono por parte de Dios. Como era de esperar, la venida del mecías, o la ausencia de ella, era el mayor centro de atención del debate.

Siguen varias fases que están en el corazón de algunas famosas disputas "mesiánicas":

En relación con la doctrina de la Trinidad; que sufrió el ataque por parte de los judíos y de miembros de otras religiones también, los cristianos respondieron señalando la afirmación de Dios (Gen 1,26): "Hagamos al hombre a nuestra imagen", y vieron aquí, en virtud del uso del plural, una implicación de que el Dios que habla tenía colaboradores en la creación. Incluso el credo judío: "Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor" (Dt 6,4), se entendía que se refería a "tres que son uno" (Señor/nuestro Dios/Señor =uno). La interpretación judía de estas mismas Escrituras no veía en absoIuto referencias a la pluralidad de Dios. El Shema (Dt 6,4) deja clara la absoluta unidad de Dios, mientras Elohim, como uno de los nombres de Dios, significa "todopoderoso", y en el uso plural en Gén 1,26 es el "nos mayestático".

Varios pasajes que se consideraba que contenían un núcleo mesiánico y que se referían a Jesús son dignos de tenerse en cuenta por el debate a que han dado lugar. Uno es Gén 49,10 (Jacob está bendiciendo a sus hijos antes de morir): "El cetro no será arrebatado de Judá, ni el bastón de mando de entre sus pies hasta que venga aquél a quien pertenece (o hasta que Siló venga; o hasta que venga a Siló) y a quien los pueblos obedecerán". Tanto estudiosos judíos como cristianos veían en este versículo una referencia mesiánica; pero donde los judíos veían una referencia al rey David, ungido de Dios (mesías), o a un rey del linaje de David futuro mesías desconocido de la estirpe de David, los cristianos veían aquí una clara referencia a Jesús, cuyo linaje se hace remontar hasta David al comienzo del evangelio según Mateo. En esta misma línea, la profecía de Isaías en el capítulo 11 ha sido entendida por los cristianos como referida a la aparición de Jesús, mientras que en el judaísmo este capítulo es un capítulo de esperanza de una futura era mesiánica, sin "fecha fija", y al mismo tiempo una esperanza, expresada en términos de hipérbole profética, de la aparición en un futuro próximo de un rey bueno que conduciría al pueblo de nuevo a la observancia de la alianza.

El famoso pasaje de Is 7,9, que describe la "señal del Enmanuel", es también un foco de las interpretaciones judía y cristiana radicalmente divergentes. El centro particular es Is 7,10-25, y especialmente el versículo 14. En la interpretación tradicional cristiana, el versículo se traduce: "El Señor mismo os dará una señal. Mirad: la virgen encinta da a luz un hijo, a quien ella pondrá el nombre de Enmanuel" (esto es, Dios está con nosotros). El evangelista, en Mt 1, ve cumplida la predicción de este versículo en el nacimiento de Jesús, Mt 1,18-23. Is 9,7-6 se entiende, de modo similar, que se refiere a Jesús.

La tradición judía entiende esta profecía como una más de un grupo de profecías de Isaías denominadas simbólicas (cf 8,1), que, aunque tienen un contenido "mesiánico", no formulan reivindicaciones específicas de individuos "mesiánicos", excepto que la persona sea del linaje del rey David, de acuerdo con la alianza de Dios con David (2Sam 7). El término que en Mateo se traduce "virgen" (parthenos en griego), en hebreo es almah, que significa "joven" (tal como lo traduce la versión estándar revisada). Enmanuel significa "Dios está con nosotros", y esto es lo que el profeta quiere que su generación entienda: incluso en la ruptura de la alianza, Dios está con el pueblo y desea su fidelidad arrepentida. La referencia a un niño en Is 9,6-7 es otra profecía más, cargada de esperanza, que anticipa o una futura "era mesiánica" o, en hipérbole profética, una gran restauración de la comunidad en el futuro próximo, sólo con que el pueblo preste atención a los avisos de Dios, pronunciados por el profeta y evidenciados por esta opresión a manos de los asirlos, que son "la vara de mi cólera" (Is 10,5).

Al examinar las variadas interpretaciones de los versículos antes citados, llegamos a apreciar la esencia de la disputa. Nos ha costado casi dos mil años de pensamiento y numerosas acusaciones y opresiones, incluso la proyectada aniquilación de los judíos y del judaísmo, pasar, como grupo, de la disputa al diálogo. Por medio del diálogo buscamos una mejor apreciación de las interpretaciones recíprocas de la Escritura, y aspiramos a respetar la interpretación judía de la Escritura por derecho propio. Hemos llegado a comprender que los cristianos y las Escrituras cristianas han sido "injertadas" en la tradición de la Escritura judía. El Consejo mundial de las Iglesias habla de una "asimetría" en lo que se refiere a estas Escrituras: mientras que los cristianos necesitan el AT, el AT, en cambio, no necesita el NT. No sólo esto, sino que el pueblo judío, cuya Escritura es el AT, al que nos hemos referido como la Biblia hebrea, ha desarrollado una fructífera vida ética y religiosa sin el NT. Representa un especial desafío para los cristianos, y también para los judíos, comprender lo que cada uno aprecia en su propia tradición de la Escritura y ver que, aunque lo que constituye la Escritura para cada grupo no difiere, cada uno está completo por derecho propio; y aunque el método pueda diferir, se comparte una meta común de bondad y piedad para un mundo atribulado.

En diálogo, escuchando judíos y cristianos la recíproca interpretación de la Escritura, pueden ambas partes enriquecerse y empezar a comprender al otro. Este diálogo significa cambio en los participantes y esperanzadoramente cada uno comienza a ver al otro no como un enemigo que necesita ser conquistado, sino como un amigo que aporta nueva intuición del Dios que se revela en la Escritura.

2. JESÚS Y LA PRIMITIVA COMUNIDAD CRISTIANA..a) Jesús de Nazaret: ¿Quién era? ¿Has pensado alguna vez quién era realmente este Jesús de Nazaret? Todos parecemos asumir que conocemos la respuesta a esta pregunta, y que es sencilla. Desde luego es alguien de quien leemos en el NT y cuya imagen, de una u otra forma, nos la encontramos cada vez que vamos a la iglesia o recordamos las películas de la catequesis. Es todo bastante vago, quizá confuso, y puede que no muchos de nosotros estemos interesados en averiguar quién fue en realidad; básicamente pensamos que lo sabemos y no tenemos que investigar nada más.

Lo que sigue es un intento de desafiarnos a pensar otra vez y a leer al menos algunas partes del NT de nuevo en el supuesto de que hay todavía más que ver y aprender sobre él. Como forma parte de una serie de estudios sobre lo que ha llegado a conocerse como "el holocausto" y puesto que muchas de las tensiones y dificultades entre cristianos y judíos ahora y en el pasado tienen su origen hasta cierto punto en el NT, se pondrá especial atención en la relación de Jesús con los judíos, de los que, desde luego, él era uno. Una de nuestras tareas actualmente es redescubrir su condición de judío, que, por cierto, fue vigorosa y violentamente negada por la ideología nazi.

No basta quedarse en la afirmación del credo de que Jesús se hizo hombre. Él no se hizo hombre en general, o un hombre neutro o un hombre sin color, sin ningún tipo de rasgos raciales, si es que puede existir algún hombre así; se hizo un ser humano concreto como judío y de ninguna otra manera. Nació judío, educado para ir a la sinagoga y al templo piadosamente y como la cosa más natural. Vivió como judío y como judío murió. Podríamos meditar de nuevo.sobre el significado de los versículos indicados y lo que dicen en nuestro contexto (Jn 1,46; Lc 2,42.51; 4,16; Jn 2,13; Mc 15 34; Sal 22,1). Era conocido como el hijo de un carpintero (Lc 4,22; Mc 6,2-3; Jn 6,42); tenía cuatro "hermanos" y al menos dos "hermanas" (Mc 6,2-3); era tenido como hombre instruido y por ello se le daba el título de maestro (Jn 1,38; 3,2; Mc 10,17; Mt 19,16; Lc 18,18); recibió y aceptó invitaciones para comer en casas de ciudadanos importantes (Le 7,36). A menudo actuó como exorcista y persona que cura (Me 1,32-34; Jn 5,2-8); más frecuentemente todavía como maestro dentro de la tradición profética (Me 1,1415; Mt 5,1-2; Le 4,43-44), como uno de los fariseos. Nada fuera de lo ordinario, parece haber sucedido en torno a él, aunque de vez en cuando Jesús tropezó con la oposición y la crítica (Le 4,28; 5,21). A menudo no eran más que disputas sobre puntos exegéticos a los que los teólogos en general, y los fariseos en particular, eran muy dados (Me 7,1-23). Lo que es seguro, sin embargo, es que una cierta preocupación no convencional de Jesús por los perdidos y marginados con frecuencia fue causa de protesta y provocó conflictos (Le 15; Mt 18;12-14).

La situación cambió radicalmente a peor una vez que Jesús había llegado a Jerusalén en la que iba a ser su última peregrinación allí (Me 11,1ss; Mt 21,1ss; Le 19,28ss; Jn 2,12ss). Su popularidad por todo el país le granjeó una ruidosa bienvenida. El conflicto empezó en el momento en que entró en los recintos del templo y comenzó a arrojar a lbs cambistas y mercaderes que la costumbre había colocado allí desde hacía tiempo (Me 11,15-18; Jn 2,13-16). Una vez que comenzó a hacer observaciones críticas sobre el propio templo (Me 13,12; Le 21,5-6; Jn 2,18-22), la jerarquía encargada del templo, de sus servicios y administración empezó a cuestionar su autoridad (Me 11,27-33; Mt 21,23; Le 20,1-2; Jn 2,18). La secuencia de acontecimientos que conducen a la crucifixión está registrada por los escritores de los cuatro evangelios. Parece claro que la jerarquía llevó a cabo una gran obra preparatoria, pero que al final no fue cómplice de ella. De hecho no podían serlo, puesto que la pena capital mediante crucifixión no estaba estipulada en su ley. La crucifixión era una tradicional forma romana de ejecutar a los rebeldes que habían puesto en peligro la seguridad del Estado. Es difícil estar seguros de hasta qué punto las autoridades judías estuvieron implicadas, pero se pueden aislar algunos puntos:

b) La crucifixión: ¿quién fue el responsable? 1) No es probable que el conjunto del sanedrín (como sugiere Marcos) se reuniera en asamblea en la residencia oficial del sumo sacerdote (Me 14,53), en vez de hacerlo en la sala del juicio o tribunal oficial de justicia. Mateo, Lucas y Juan hablan de una reunión más pequeña, quizá algo parecido a un comité ejecutivo.

2) Es digno de notar que los fariseos, con los que de vez en cuando Jesús había estado en desacuerdo en discusiones (pero recuérdese también el intento de los fariseos de salvar la vida de Jesús, Le 13,31), no aparecen en absoluto en la historia de la pasión y crucifixión. No eran responsables del templo y sus ceremonias, y el método y contenido de su enseñanza o de su status social no sufría el más mínimo peligro por parte del rabí de Nazaret. En muchos aspectos la enseñanza deJesús parecía correr paralela a la suya y muy a menudo podría haber parecido que era uno de ellos.

3) La mayoría del pueblo parecía haber estado de parte de Jesús. Había que deshacerse de él con rapidez para que no creyeran todos en él (Jn 11,48); el pueblo escuchaba atentamente sus palabras (Le 19,48), y se esperaba un motín en favor de Jesús (Me 14,2). La multitud que se describe como presente fuera del palacio del gobernador (Me 15,11; Mt 27,20; Le 23,13; Jn 18,38) era con toda probabilidad no más que una chusma contratada por el ejecutivo para apoyar su causa.

4) El versículo que se ha empleado muy a menudo en la historia como evidencia de la culpa judía en la muerte de Cristo y para justificar su castigo (Mt 27,25) debería leerse en este contexto también. La nación judía no estaba presente, aunque el lenguaje utilizado por Mateo parece referirse a ello, mientras que en los versículos precedentes (15, 20, 24) había claramente indicado la presencia de sólo el populacho reunido y organizado. ¡Es una lástima que nuestras traducciones no logren, desgraciadamente, aclarar esta vital diferencia! Debería también señalarse que lavarse las manos como signo de inocencia es un gesto judío (Dt 21,1-9) más que romano, y que es improbable que Pilato lo hiciera. Una cierta inclinación teológica, más que los hechos históricos, subyace detrás de estos dos versículos, ¡y de qué increíbles miserias han sido responsables!

Para resumir brevemente: de ninguna manera puede decirse que todos "los judíos" de la generación del NT fueron responsables de la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret. Ni existe, por supuesto, la más ligera justificación para hacer responsables a los judíos de todas las épocas.

c) El evangelio de Juan. Una actitud más hostil hacia los judíos parece adoptarse en el evangelio según Juan. En varios lugares del evangelio los adversarios de Jesús son llamados sencillamente "los judíos". Deberíamos ser conscientes del hecho de que este evangelio fue muy probIblemente escrito en una fecha relativamente tardía, cuando se había abierto la brecha entre la comunidad cristiana y la sinagoga, a lo que se hace referencia en Jn 9,22. Interesaba a la comunidad cristiana marcar las diferencias entre ella y la "iglesia madre", la sinagoga. Acontecimientos externos ayudaron a acentuar la división, por ejemplo la destrucción del templo por el ejército de Tito en el año 70, ampliamente considerado por los cristianos como un signo externo y visible de que Dios había retirado su favor de los judíos. Echarla culpa de la crucifixión a la comunidad judía fue una consecuencia de esta teología de "desplazamiento".

Considerando que de ninguna manera todo el pueblo estuvo activamente implicado en los acontecimientos que conducen a la crucifixión, no hay necesidad de considerar que el lenguaje de Juan intente corregir los informes de los tres primeros evangelios. Quizá, en vez de "los judíos", en el sentido inclusivo, podríamos intentar leer "los otros judíos" o "los adversarios de Jesús" o "las autoridades judías". A veces el término significa simplemente la gente de la provincia de Judea. No deberíamos tampoco pasar por alto el acento que se pone en este problema en el "Libro de servicios alternativos" y su sugerencia de que el término "los judíos" en el evangelio de san Juan se aplica a individuos particulares y no a todo el pueblo judío. En tanto que nosotros mismos nos volvemos contra Cristo, sigue diciendo la nota, somos responsables de su muerte (liturgia del viernes santo).

En la conversación que Jesús tiene con la samaritana (Jn 4,22) hace él la afirmación de que "la salvación viene de los judíos". La discusión entre él, un judío (Jn 4,9) y la samaritana versa sobre el lugar de culto, el monte Gar'izim o Jerusalén, y Jesús puntualiza que el culto debe tener lugar en espíritu y en verdad sin hacer caso del lugar (Jn 4,24). Jesús indica que el lugar judío de culto es mejor o, quizá, más apropiado. Los judíos saben que la salvación viene de ellos; la permanente prerrogativa de -Israel, de quien viene el mesías, es así indicada por Jesús. La permanencia de Israel después de Jesús es proclamada; y esto ¡en un evangelio supuestamente antijudío!

d) El lugar de Israel en la historia de salvación. El debate sobre el destino espiritual o religioso de "los judíos" debe haber comenzado pronto en la comunidad cristiana; de hecho, poco después de la crucifixión y desde luego antes de que cualquiera de los evangelios hubiera sido escrito. "Los judíos", en cuanto representados por sus autoridades, fueron considerados responsables de la crucifixión de Jesús de Nazaret, que había sido ampliamente tenido y aclamado como el mesías (Mc 8,29; 11,9-10) y reconocido por el Padre por su resurrección de los muertos. Surgía ahora la cuestión: ¿Qué pensar sobre el futuro de los judíos, de Israel? ¿Están perdidos y condenados para siempre? ¿Fue un deicidio matar a Jesús? ¿No eran ellos el pueblo elegido (Os 11,1) que había esperado y deseado al mesías? Ahora ellos han perdido su sitio en los planes de Dios al no reconocer que Jesús era el mesías, y el lugar vacante está ocupado por aquellos que creen en Jesús. No debe olvidarse que al principio, al menos, fue éste un debate interjudío, entre quienes aceptaban a Jesús como mesías y quienes no lo aceptaban. No era todavía una disputa gentil judía o cristiano judía, al modo como podríamos entenderla hoy.

e) San Pablo y los judíos. San Pablo asume la discusión. ¡De ninguna manera han perdido los judíos su posición en la historia de salvación de Dios! Yo que fui fariseo (He 23,6), bien educado en la ley y religión judías (He 22,3), que soy ahora discípulo y mensajero de Jesús de Nazaret (He 9,15), quisiera que recordarais algunos hechos, escribe en su carta a la comunidad romana. De los judíos (yo soy uno de ellos, ¡no lo olvidéis!) "es la alianza, la ley, el culto y las promesas" (Rom 9,4s). El Padre, que les ha elegido sencillamente porque les amó (Dt 7,7-8), lo sigue haciendo así, "porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables" (Rom 11,29). Temporalmente -y deberíamos recordar que la primera generación de cristianos esperaba el inminente retorno de Cristo Jesús y el final de toda la historiaalgunos judíos no creen en el mesías Jesús, pero todos ellos lo harán (Rom 11,25s). Otros creen, como Pablo (Rom 11 l), todos los discípulos, las mujeres de la historia de la pasión y muchos más. Es importante recordar este punto: que la brecha original no fue entre gentil y judío o entre cristiano y judío, sino entre judío y judío, judío cristiano y judío judío.

Desde el principio del siglo ii aquellos judíos que aceptaron a Jesús como Mesías fueron llamados apóstatas por la comunidad judía, la sinagoga. A sus propios ojos, sin embargo, los seguidores de Jesús eran los verdaderos judíos, mientras que, por el momento, a los corazones de los otros se les consideraba endurecidos (Rom 11,25) por causa de su rechazo a reconocer el acontecimiento mesiánico de la muerte y resurrección de Jesús. Los judíos cristianos eran, según su propio modo de comprenderse, ciudadanos con doble nacionalidad, miembros del pueblo judío, así como de la comunidad de Jesucristo.

Aunque Pablo, como uno de ellos, está profundamente preocupado por el presente y futuro de Israel, su principal interés tiene que ver con los paganos y gentiles (Gal 2,7-9). Los cristianos gentiles no tienen que observar la Torah (He 15,10.19; 10,3435.44ss): su única obligación projudía es recordar a los pobres de la comunidad de Jerusalén (Gál 2,10). Los cristianos judíos, por otra parte, continuaron asistiendo al culto del templo (He 2,46) y estaban todavía ligados a la Torah, la ley. Ambos grupos, desde luego, tenían que vivir vidas morales y no se les permitía comer alimentos ritualmente impuros (He 15,20).

a. Así, no se consideraba que Cristo y la Torah se anularan mutuamente. Jesús no es el final histórico de la ley, como parecen sugerir las palabras de Pablo (Rom 10,4). $1 mismo había reinterpretado, pero no abrogado, la ley (Mt 5,17-20.21.48); y ahora sus "discípulos y seguidores deberían seguir gozosamente siendo guiados por ella en el espíritu de su maestro (Rom 12 1). La voluntad de Dios santa, justa y buena continúa guiando y dirigiendo a los discípulos del Señor al culto y al servicio (Rom 13,8ss). La venida de Jesús no es el fin de los judíos (y de la Torah) en el plan de Dios. Es más bien la apertura de puertas para permitir a la multitud de los gentiles que entren. El drama prosigue, los actores son los mismos; solamente su número crece.

3. LA AMPLIACIÓN DE LA BRECHA. a) La ruptura entre la Iglesia y la comunidad judía. Sería injusto y también inexacto mantener que las raíces del holocausto residen exclusivamente en el NT o en gente y movimientos internos de la Iglesia cristiana. No se puede negar, sin embargo, que partes del NT parecen ser marcadamente antijudías;que algunos padres de la Iglesia y personas, como Martín Lutero, estaban llenas del prejuicio antijudío, que su lenguaje era prácticamente antisemita y las acciones de muchos concilios de la Iglesia censurables. Al enumerar las causas del holocausto debe hacerse mención también de otras, distintas de las estrictamente religiosas. Se han dirigido decisiones y acciones políticas contra los judíos; se han elaborado discursos contra ellos; se han organizado reuniones, se han escrito panfletos y libros denunciando su supuesto peligro cultural, político y económico para la civilización cristiana u occidental.

Algunas veces se tomaron medidas en la Iglesia por orden de las autoridades civiles. Otras veces la Iglesia inspiró, si no estimuló activamente, la publicación de algún libro u otro tipo de escritos, una tendencia de pensamiento o incluso acciones violentas. En muchos casos no resultaría fácil determinar la causa original de un acontecimiento o de una serie de ellos, pero sí se puede suponer alguna intervención. Teniendo en cuenta la finalidad de este artículo, hay que cargar el acento en los desarrollos dentro de la Iglesia y de la teología cristiana que contribuyeron al holocausto, aunque debe subrayarse que han existido otras influencias también.

La destrucción del templo de Jerusalén por el ejército romano al mando de Tito en el año 70 tuvo varias consecuencias. Acabó con el gobierno marioneta judío del régimen saduceo. Durante casi dos mil años, hasta que se fundó el Estado de Israel, los judíos como pueblo estuvieron sin un Estado o responsabilidad política sobre un territorio. A los ojos cristianos, la presencia de Dios había huido de este pueblo y el favor divino había cambiado respecto a ellos. Se creyó que la antigua alianza había pasado, y se escribió una carta, atribuida a Bernabé, no mucho después del año 70, dirigida a la Iglesia como el verdadero Israel. El hecho de que de ahora en adelante las sedes de las dos comunidades estuvieran en diferentes sitios no ayudó a cimentar una vecindad amistosa. Los cristianos se trasladaron a Pella, al este del Jordán, y los judíos a Jabne-Jamnia y luego a Babilonia, que había sido el segundo centro judío desde el 556 a.C. Hasta entonces los cristianos judíos continuaron asistiendo al culto en la sinagoga. En esta época se les declaró secta herética y, para imposibilitar a los cristianos el adorar allí en adelante, se insertó una maldición contra ellos en las doce bendiciones diarias ("Birkath-ham-minim"). La época fue utilizada también por los judíos para completar su estructura organizativa, estableciendo sólidamente el sistema sinagogal elaborado por los fariseos, cerrando el canon de la Escritura judía y el calendario y haciendo al rabino de facto líder de la comunidad; que debía desempeñar un papel múltiple como maestro, exegeta, juez y árbitro.

Aunque la ruptura tuvo lugar a nivel de las autoridades de ambas comunidades, existen numerosos casos relatados de buenas relaciones entre la gente llana. Sin embargo, la brecha llegó a ser completa, e incluso más oficial, después del año 135 d. C., cuando un período de conflictividad general acabó con la revuelta y muerte de Bar Kochba. En conflicto con el emperador Adriano, que pretendía reconstruir la ciudad y el templo de Jerusalén de acuerdo con líneas grecorromanas, Bar Kochba se había declarado a sí mismo mesías y había recibido amplio apoyo. Obviamente, no podía haber dos mesías, y cada uno de los dos grupos, cristiano y judío, al seguir al suyo propio no podía por menos de ser hostil al otro.

La hostilidad creció. El patriarca judío de Palestina envió cartas e instrucciones a todos los judíos de fuera de Palestina, no sólo para pedir dinero como sustitución de la tasa del antiguo templo sino también para condenar y maldecir a aquellos que no guardaban la ley y habían aceptado a Jesús como mesías. La enseñanza de Jesús y su resurrección fueron formalmente condenadas. Por otra parte, los cristianos no podían actuar de modo pleno sin la protección judía. El judaísmo era todavía reconocido como una religio licita, como una religión oficialmente reconocida y permitida en el imperio romano, y hasta aquí los cristianos habían vivido simplemente como miembros de una de las sectas de esa religión. Ser oficialmente condenados por la sinagoga y excluidos de ella, significaba que los cristianos ahora tenían que justificar su propia existencia.

Comenzaron a reinterpretar las Escrituras hebreas, declarando que eran su AT. Los judíos fueron así desheredados de sus libros sagrados. Todo lo que era promesa y estímulo en la Biblia hebrea se decía que había pasado a los cristianos. La ley y las promesas conducían a Jesús como el mesías. Los judíos, al rechazarle, habían perdido su participación en ellas. La historia de Israel llegó a interpretarse como una historia de decadencia y defección, acabando finalmente su movimiento en declive con la muerte de Dios, con su asesinato. Se decía que el sufrimiento judío era un castigo por su infidelidad.

Ésta puede haber sido la teología oficial de las relaciones cristiano-judías, pero la práctica era a menudo bastante diferente. Sabemos de amistades personales y profesionales entre teólogos cristianos y judíos, de paciente discusión entre ellos; de cristianos que reciben lecciones de hebreo (¡cómo podían esperar refutar o reinterpretar las Escrituras judías si no conocían la lengua correctamente!), de contacto diario entre la gente corriente (¡viviendo todos en un entorno pagano!), de pascua judía y pascua cristiana que se celebran juntas (prohibido sólo en el siglo iv), de muchos cristianos influidos por la enseñanza y las prácticas de la sinagoga y que se convierten (prohibido en el siglo iv). Ni era la vida judía tan diferente entonces de la vida de los cristianos como llegó a ser más tarde en el gueto.

A pesar de tantas relaciones de amistad, las consecuencias políticas de la brecha religiosa fueron inevitables; de ahora en adelante el cristianismo tenía que hacer su propia paz con Roma. No podía y no quería ser considerado ya como una subdivisión del judaísmo.

b) La solución constantiniana. El siguiente paso en el alejamiento entre las comunidades cristiana y judía se dio en el siglo iv como, consecuencia de la denominada solución constantiniana. Resultó decisiva para futuros desarrollos y actitudes, ya se considere como la adopción del cristianismo por el emperador y su incorporación al Estado o simplemente el reconocimiento oficial como la religión más importante. Las consecuencias para otras comunidades religiosas fueron siniestras. Lo fueron especialmente así para el judaísmo, la fuente y en muchos aspectos el pariente más próximo del cristianismo. La buena fortuna de los cristianos se convirtió pronto en el infortunio de los judíos. A la actitud del emperador le hizo el juego el imperialismo de la Iglesia, configurando la legislación de uno la vida de la otra. Las leyes de la Iglesia y las leyes del Estado resultaban indistinguibles. La jerarquía cristiana hizo todo lo que estaba en su poder para extender suposición y reducir la de la comunidad judía. Por esta época la mayoría de los cristianos eran conversos gentiles de varias religiones. Cuando se les requería aceptar el cristianismo, lo más frecuente era que se convirtieran en adeptos nominales y que sus valores éticos siguieran siendo laxos.

Tal cómo es considerado por la mayoría de escritores y predicadores del siglo tv, el judío no es en absoluto un ser humano coetáneo, sino más bien una abstracción teológica o una caricatura, basada en sus fracasos relatados en el AT. Si los judíos contemporáneos parecen y se comportan como un ser humano normal, se creía que ¡debían haberse disfrazado para engañar a sus vecinos! Los judíos rara vez fueron acusados de crímenes humanos ordinarios; sólo religiosos, de pecado. La ideología reemplazó a la realidad; las generalizaciones se pusieron a la orden del día. Los padres de la Iglesia nunca consideraron o se preguntaron por el lugar especial de Israel en el plan de salvación de Dios. Todas las maldiciones del AT se aplicaban a un grupo, los judíos; todas las bendiciones, a los cristianos, sus herederos y sucesores. Esta lectura de la historia judía guió el pensamiento oficial y popular cristiano durante los siglos venideros, en buena parte hasta el momento presente.

Los sermones en esos días cumplían finalidades eclesiásticas y políticas al mismo tiempo. Se hacían para guiar e instruir a los fieles, pero también eran un medio de dar publicidad a leyes y ordenanzas recientes o en preparación. Eran asimismo instrumentos para elaborar políticas que la Iglesia o el Estado pretendían introducir. Así, Ambrosio, obispo de Milán, habló contra las sinagogas como "templos de impiedad", hogares de demonios e idólatras. Eran peor que los circos de los paganos, y entrar en ellas era un acto de blasfemia. Si se asistía a la pascua judía con vecinos o amigos, se estaba insultando a Cristo. Era obvio que Dios abominaba a los judíos y se esperaba de los demás. lo mismo.

El más violento predicador antijudío fue Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla. En sus "Ocho sermones contra los judíos" predicó contra las sinagogas, la pascua judía, la ausencia de un ministerio judío legítimo, el fracaso judío para entender las Escrituras de modo apropiado, las fiestas judías y contra los cristianos que tuvieran cualquier simpatía por los judíos o amistad con ellos. Los concilios de la Iglesia prohibieron los matrimonios entre judíos y cristianos; en realidad, todas las relaciones sexuales. El intercambio de regalos estaba prohibido, como lo estaba aceptar la hospitalidad ofrecida por judíos. A los judíos se les prohibía tener esclavos: así no podían ya poseer y trabajar la tierra o trabajar en la industria. No se podían construir nuevas sinagogas, y fueron prohibidas las actividades misioneras de cualquier tipo. Los judíos estaban excluidos de la vida militar, no podían ejercer de abogados en tribunales o llegar a ser funcionarios del Estado. ¿Habría sido necesario prohibir todo esto si no hubiera formado parte y parcela de la vida y relaciones sociales ordinarias?

A pesar de la multitud de medidas restrictivas contra ellos, hacia el siglo viii los judíos se habían extendido por todo el mundo mediterráneo: por España; después por el territorio franco y teutónico y por los valles del Rin y del Mosela. En Occidente podían todavía dedicarse a la agricultura y al comercio, y en la península Ibérica servían a menudo como intermediarios entre cristianos y musulmanes, ya que eran de fiar para ambas partes. La dos comunidades, cristiana y judía, vivían de modo relativamente pacífico una junto a otra; la judía a veces incluso bajo estrecha supervisión, si no bajo la protección, del obispo. Hubo, desde luego, dificultades locales de vez en cuando, como la expulsión de los judíos de Mainz por orden del emperador Enrique II en el año 1012; pero en conjunto la vida era pacífica y el futuro parecía prometedor.

c) Las cruzadas. Las cosas cambiaron con la llamada del papa Urbano II a la primera cruzada el 26 de noviembre de 1095, abriendo un período de persecución como jamás antes habían experimentado los judíos. Las hordas de cruzados, en su mayor parte indisciplinadas, azuzadas por agitadores a un frenesí religioso, comenzaron a pensar: "¿Por qué tendríamos que ir a Tierra Santa a liberar Jerusalén de los musulmanes enemigos de Cristo mientras tenemos a sus enemigos judíos aquí, en medio de nosotros? Deshagámonos de ellos primero". Y lo intentaron, con sangrientas consecuencias, especialmente a lo largo del valle del Rin y en Francia. Apostasía o muerte eran las opciones ofrecidas a los judíos, quienes, debería decirse una vez más, fueron a menudo protegidos por el obispo del lugar o incluso por el rey.

Desde el momento en que a los judíos no se les necesitaba como comerciantes o intermediarios y sus granjas fueran destruidas, se vieron forzados a convertirse en prestamistas, prenderos y usureros. Fueron acusados de conspirar contra los cristianos, de envenenar pozos y de asesinato ritual de niños. Obligados a llevar distintivos especiales (concilio de Narbona, 1227) y vestido especial (gobierno de Castilla, 1412), se les forzó a vivir en distritos especiales, y en la época de la reforma fueron obligatorios los guetos. Eran éstos distritos o calles aislados, que se cerraban por la noche. Sus libros fueron públicamente quemados en París en el año 1242 y en el 1248. El papa Inocencio III, en el siglo XIII, declaró oficialmente a los judíos culpables de la crucifixión, y por su perpetua culpabilidad condenados como Caín a ser errantes y fugitivos para siempre. La Inquisición, establecida en el año 1233 contra los herejes cristianos, fue utilizada en España en el siglo xv para eliminar a los judíos que se habían convertido en cristianos de nombre, pero todavía practicaban su religión en secreto.

En 1290 los judíos fueron expulsados de Inglaterra a Francia, y un siglo más tarde de Francia a España, sólo para ser de nuevo arrojados después de otros cien años. Por otra parte, tuvo lugar una emigración voluntaria hacia el Este, a Lituania y Polonia, que llegó a tener el mayor número de judíos en Europa.

d) La influencia de Lutero. El siguiente momento bajo en la vergonzosa y embarazosa historia de las relaciones cristiano judías tuvo lugar en los días de Martín Lutero (14831546). Después de 1517, Lutero había llegado a ser inmensamente popular. Era tenido no sólo como reformador de la Iglesia, sino también como héroe nacional en Alemania. Mucha de la gente normal y de sus líderes, incluyendo a numerosos príncipes regionales y electores, habían empezado a seguirle. Si bien se consideraban a sí mismos leales, aunque protestantes, hijos e hijas de la Iglesia, aceptaban con gozo las reformas en el culto que el monje y profesor desde Wittenberg introducía. La misa y otros actos de culto se tenían en alemán, la Biblia podía leerse en esta lengua o bien se traducían himnos a ella o eran escritos en ella por Lutero y otros.

Lutero había recibido lecciones de hebreo de un famoso erudito humanista que era también miembro de la orden dominicana (fundada originalmente para combatir a los enemigos de la Iglesia, herejes y judíos incluidos), Johannes Reuchlin. Reuchlin habla llegado hacía poco para el rescate de judíos en Frankfurt y Colonia, donde se habían quemado públicamente copias del Talmud por obra de Pfefferkorn, un converso del judaísmo violentamente antijudío, también dominico. Lutero siguió muy gustoso el consejo de Reuchlin de estudiar los libros judíos en vez de quemarlos. Sus clases sobre el libro del Génesis son prueba de esto. En esta época veía él en los judíos algo parecido a los primeros protestantes contra la Iglesia cristiana y estaba deseoso de ayudarles de cualquier modo a su alcance. A cambio, parecía haber esperado una conversión masiva al nuevo movimiento protestante. En un panfleto "Jesús nació judío" declaraba que Jesús pertenecía más a los judíos que a los gentiles germanos, y que por tanto debían ser tratados con amabilidad y con amor cristiano más que con la "ley del Papa". Escribió acerca del vergonzoso modo en que los judíos habían sido tratados por los cristianos a lo largo de la historia, "como si fueran perros y no seres humanos".

Sin embargo, con el paso del tiempo Lutero se vio forzado a reconocer que su expectativa de la conversión de los judíos no se iba a cumplir. Parecían estar tan poco interesados en su interpretación del evangelio como lo habían estado en la predicada por la Iglesia durante los mil quinientos años anteriores. Estaba amargamente decepcionado, y tres años antes de su muerte en 1546 escribió un panfleto, "De los judíos y sus mentiras", cuyo tono era tan vil, que a duras penas ha sido superado desde entonces, ni siquiera por la prensa nazi antisemita. De hecho, mucho de lo que en ella puede encontrarse fue tomado directamente de Lutero. Debemos saber que una gran parte del antisemitismo que se hallaba en tantas Iglesias luteranas tenía su origen en este panfleto del reformador. Se ha de señalar, sin embargo, que las Iglesias luteranas han repudiado después el antisemitismo.

e) Consecuencias de la ilustración. La ilustración, o la edad de la razón como también se la llama, comenzó como una tendencia de pensamiento después de la revolución inglesa de 1688. El racionalismo de Descartes, el descubrimiento de Newton de un orden fundamental universal y el empirismo de Francis Bacon fueron influencias que condujeron a ella. Su meta puede decirse que fue la aplicación del pensamiento racional y científico a los temas sociales, políticos, económicos y religiosos. Había que acabar con actitudes medievales (incluyendo, desde luego, la reforma) de intolerancia y oscurantismo religioso, pero también con las restricciones sobre el comercio y empresas comerciales. Libertad, razón y humanitarismo llegaron a ser los eslóganes por los que se debía vivir. Los derechos del hombre -hoy podríamos decir derechos humanos- fueron proclamados no sólo por filósofos y ensayistas en Inglaterra, Francia y Alemania, sino también por los "déspotas ilustrados", tal como querían ser conocidos, en Rusia y Prusia, en Austria e incluso en España.

Fueron los judíos, como sección más despreciada de la sociedad, quienes más se iban a beneficiar de la ilustración. No debe olvidarse, sin embargo, que los derechos humanos no son necesariamente lo mismo que los derechos civiles, y les costó años a los judíos adquirir sus plenos derechos como ciudadanos. Francia en 1791 fue el primer país, se guidó por Holanda y Prusia en 1796 y 1812, respectivamente. Aunque parezca mentira, Inglaterra oficialmente siguió mucho más tarde; pero para entonces la integración social de los judíos se había llevado a efecto desde hacía tiempo.

Bien pudo parecerles a los judíos que sus desgracias habían casi desaparecido y que la persecución que habían estado sufriendo durante cientos de años estaba a punto de llegar a su fin. Por desgracia, no iba a ser así; continuaron las objeciones a su liberación civil desde los círculos que más tenían que temer por su propiedad y sus privilegios: terratenientes, las clases medias, que estaban en proceso de llegar a ser más acaudaladas a causa de la revolución industrial, y el ejército.

Las victorias de Napelón y sus consecuencias también influyeron en el pensamiento de las clases cultas y en el de la población en general. Este enemigo exterior, que fue derrotado con la ayuda de otras naciones en un período de tiempo relativamente corto, dejó una huella duradera en los responsables del desarrollo y educación mental de sus compañeros ciudadanos: profesores de las universidades alemanas, escritores y periodistas. Buscaban y hallaban, pensaban. ellos, una lección de valor permanente. Las guerras napoleónicas demostraron que los Estados venían y se iban, sus fronteras podían cambiarse y evitarse. Se necesitaba algo más permanente para proporcionar un fundamento sólido ala vida, tanto personal como política. La idea de la nación, o "Volk", natural en el sentido de, ser dada por Dios; no creada por el hombre, y por tanto mutable, había nacido. El esbozo de la filosofía del hombre de Johann Gottfried Herder fue fundamental para pensadores posteriores como Hegel y Fichte, Schleiermacher, E.M. Arndt y H. von Goerres. Fueron seguidos una generación más o menos después por Marx, Eugen Duhring, Richard Wagner, H. von Treeitschke, Adolf Stoecker y Paul de Lagarde.

Antes que nada, estaba la nación. Era pura y santa y debía ser preservada en su pureza a toda costa. Los extranjeros no podían ser miembros de ella, pero se les hospedaba y miraba por encima del hombro. Los judíos, dispersos entre las naciones, eran considerados como inclinados a destruir la unidad de la nación, y por lo tanto eran mal recibidos. Su influencia debía mantenerse a raya, si no podía ser destruida. La propaganda antisemita en la prensa diaria fue apenas superada por los periódicos en la época de los nazis. Motines populares en ciudades como Hamburgo y Frankfurt y en pueblos y aldeas de Baden y Baviera forzaron a las autoridades a llamar al ejército para suprimirlas. Aunque las vidas de los judíos individuales podían haber estado razonablemente seguras, su existencia como grupo identificable lo estaba bastante menos. Los judíos siguieron siendo pintados como enemigos de Cristo, y los sermones antijudíos y pronunciamientos de la Iglesia eran comunes. Una buena parte de la ideología antijudía nazi nació de la forma de pensar de la Alemania culta del siglo xix.

En toda la historia cristiana, el conflicto entre cristianos y judíos había sido un conflicto religioso, una lucha entre dos credos religiosos diferentes. A mediados del siglo XIX la perspectiva cambió. El antijudaísmo, como había sido hasta entonces, se transformó en antisemitismo (término que originalmente pertenece a la ciencia de las lenguas) y la lucha se trasladó al campo de la raza. El judaísmo en cuanto a religión llegó a ser algo insignificante, el judaísmo en cuanto raza se convirtió en el enemigo. La raza se consideraba como algo fijo e inmutable, cómo algo que nunca podía cambiar y jamás podía ser cambiado. A causa de la raza, el judío era considerado malo e incambiable; el bautismo no realizaría ningún cambio. El ensayo de Joseph Arthur Comte de Gobineau sobre la Desigualdad de las razas humanas, que apareció en 1855, proporcionó el fundamento científico a las teorías raciales subsiguientes. Éstas fueron seguidas en Alemania por los escritos del filósofo antirreligioso Eugen Duhring y por Houston Steward Chamberlain; el yerno inglés de Richard Wagner. Su obra Fundamentos del siglo XIX, escrita originalmente en alemán (1899), se convirtió en libro de texto para los ideólogos nazis con su glorificación de los logros teutónicos y puntos de vista violentamente antisemitas.

Otros dos acontecimientos, importantes por su influencia sobre futuros desarrollos, deben mencionarse. El caso Dreyfuss tuvo lugar en Francia en 1894, cuando un capitán judío del ejército fue acusado y después convicto de alta traición por vender secretos militares a Alemania. El libro de Emilio Zola Jáccuse, junto a las voces de muchos franceses, incluyendo la del presidente de Francia, contribuyó a hacerle volver a París, después de cuatro años, cuando fue rehabilitado. Sin embargo, el daño se había hecho; el antisemitismo dividió a la población francesa y contribuyó a aumentar el número de socialistas. También alimentó el auge del movimiento sionista entre los judíos de la Europa occidental.

Ha de hacerse mención también de la obra Los protocolos de los ancianos de Sión, publicada primero en Francia con ayuda financiera de la policía secreta imperial rusa. Pretendían ser las actas de reuniones secretas de un alto mando judío internacional cuya intención era conquistar y gobernar el mundo. El panfleto apareció primero en Rusia, y fue ampliamente utilizado después de 1917 por los monárquicos contra la revolución de octubre, en la que, por supuesto los judíos estaban implicados. Desde entonces ha sido traducido a todas las lenguas de la Europa oriental y occidental, así como al árabe. Hitler lo conocía bien e hizo uso de él en su libro Mein Kampf. Lo mismo hicieron Goebbels y Alfred Rosenberg (El mito del siglo XX). Los Protocolos difícilmente habrían tenido tal éxito en Rusia y en Polonia si no hubieran existido allí una y otra vez persecuciones judías (especialmente en la década de los años 1880), aunque éstas no fueran jamás de la magnitud del holocausto.

El marco ideológico para los acontecimientos del período del holocausto había sido firmemente preparado a lo largo de la historia europea, y de manera no menos importante en el siglo xtx. Sólo se necesitaba una chispa para que la estructura entrara en llamas. La primera guerra mundial y sus consecuencias la proporcionaron.

No debería olvidarse que, siguiendo la ilustración, innumerables individuos y familias judías abandonaron todo lo judío y se unieron a la mayoría en Alemania, Inglaterra y otros países occidentales. Su influencia sobre los desarrollos culturales, económicos y políticos fue grande: ocuparon cátedras en las universidades, se convirtieron en escritores y publicistas, médicos y abogados. Se sentían alemanes, británicos, etc. Consecuentemente, cuando estalló la guerra en 1914, muchos de ellos lucharon por su país junto a sus conciudadanos.