PASCUA
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SUMARIO: I. La pascua bíblica. 1. La pascua en las tradiciones del Éxodo: a) La historia de las tradiciones y la pascua, b) El cordero pascual, c) Los ácimos y los primogénitos; 2. La celebración de la pascua en la Biblia. 11. La pascua hebrea. 111. La pascua de Jesús y la pascua cristiana: 1. La pascua y la actividad pública de Jesús; 2. La última pascua de Jesús; 3. La pascua-paso al Padre; 4. La pascua cristiana: a) La pascua anual, b) La pascua semanal, c) Pascua y vida cristiana.


I. LA PASCUA BÍBLICA. El término "pascua" proviene de la transcripción griega y latina, pasja; de una palabra de origen hebreo y arameo, respectivamente, pesah y pasha ; que remite a su vez al verbo pasah, que significa "pasar", "saltar". De aquí procede el significado del sustantivo: "fiesta" (danza) y "paso". La celebración de la pascua está en el centro y en el corazón de la experiencia bíblica, ya que está relacionada con el acontecimiento fundador del pueblo de Dios: el éxodo y la alianza. Por medio de la celebración de la pascua se actualiza el acontecimiento salvífico en su forma litúrgica. Al modelo o esquema de la pascua bíblica se refieren también los textos del NT para interpretar la acción salvífica de Jesús. En el culto cristiano como "memorial" se prolonga el acontecimiento salvífico de toda la historia bíblica, que culmina en Jesús, muerto y resucitado.

1. LA PASCUA EN LAS TRADICIONES DEL / Éxodo. En la colección actual de los textos de Ex 12-13 vinculados con la pascua se mencionan el rito del cordero, el de los ácimos y el rescate de los primogénitos. La inmolación del cordero precede históricamente a la experiencia de éxodo de los hebreos, en cuanto que es el rito de los nómadas que, antes de partir con sus rebaños para el pasto de la primavera, inmolan de noche el cordero y rocían con su sangre los postes de la tienda para proteger a los hombres y a los animales de los ataques del espíritu maligno. Este rito del cordero fue relacionado con el éxodo desde el día en que un grupo de hebreos abandonó Egipto, uniéndose a los pastores o nómadas en una noche de luna llena de marzo/ abril alrededor del año 1250 a.C. La fiesta de los ácimos, panes sin fermentar, se asocia actualmente a la pascua. Se trata de un rito agrícola de primavera asumido por los hebreos de las costumbres de los habitantes de Canaán. El sacrificio de los primogénitos, por el contrario, que practicaban las poblaciones cananeas, fue sustituido por la ofrenda de un primogénito de animales. Estos tres ritos se refieren actualmente a la experiencia del éxodo y se ponen bajo la autoridad legislativa de Moisés.

a) La historia de las tradiciones y la pascua. Las disposiciones legislativas sobre la pascua interrumpen el relato de los "signos" o plagas con que el Señor castigó la arrogancia de Egipto para liberar a los hebreos oprimidos (Ex 12,1-13,16). En el centro de esta colección legislativa, aunque dispuesta de forma narrativa, se relata el décimo "signo" o plaga, la muerte de los primogénitos egipcios (Ex 12,29-34). Por lo que se refiere a la estructura literaria y al valor histórico de este conjunto de textos pascuales, es preciso hacer algunas observaciones que tienen en cuenta la génesis y el desarrollo de las tradiciones del / Pentateuco.

Se trata de una colección de carácter legislativo litúrgico, que asume en algunos casos un acento catequístico. En efecto, el género literario de los códigos bíblicos no debe confundirse con una lista árida de prescripciones. La ley es ante todo una instrucción y revelación de la voluntad de Dios. Esta se refiere a un obrar y a un actuar como respuesta agradecida y gozosa a todo lo que Dios ha hecho gratuitamente por la salvación de su pueblo. Incluso el hecho de la atribución a Moisés de estos textos hay que colocarlo dentro de la misma óptica. / Moisés está en el origen de aquel proceso que condujo a la celebración ritual de la pascua, tal como se describe en el libro del Exodo. Por eso, aun cuando en el texto actual se condensan otras prescripciones y prácticas tardías (siglos vi[-v), unidas a un núcleo arcaico, todas ellas entran en la única perspectiva de la pascua de / liberación, de la que Moisés fue el animador y el profeta.

El texto bíblico se puede subdividir teniendo en cuenta las tradiciones históricas que están en su origen. Una primera parte del texto actual (Ex 12,1-14) se resiente del estilo de la tradición sacerdotal, que maduró durante el destierro y después del destierro. Presenta las prescripciones sobre rúbricas del sacrificio del cordero y de la cena pascual. A esta misma tradición pertenecen las normas relativas a la fiesta de los ácimos (Ex 12,15-20). A una tradición o nivel más antiguo, llamado yahvista, de la época de David-Salomón, se remonta el texto de Ex 12,21-27. En este trozo es posible reconocer algunas relecturas de la tradición deuteronomista, que debe su impulso a la reforma de Josías y se desarrolla durante el destierro y después de él. Afecta a la explicación del rito del cordero pascual en forma de catequesis familiar. A esta misma tradición yahvista pertenece la sección narrativa sobre la muerte de los primogénitos de Egipto, el despojo de los egipcios y la partida de los hebreos de Egipto (Ex 12,29-39). El capítulo 12 termina con otro pequeño trozo de la tradición sacerdotal, relativa a las prescripciones sobre la cena pascual (Ex 12,40-51). Esta misma tradición se prolonga en los primeros versículos del capítulo 13, sobre la consagración de los primogénitos (Ex 13,1-2). El relato prosigue con la antigua tradición yahvista, en la que se reconocen algunos añadidos deuteronomistas. En este pasaje se explica el significado de los ácimos en forma de catequesis familiar (Ex 13,3-10). Finalmente, una sección de la misma tradición recoge las prescripciones y el significado religioso de la consagración de los primogénitos (Ex 13,11-16).

b) El cordero pascual. La celebración ritual de la pascua tiene su centro en la consumición del cordero. Este rito se relaciona con las costumbres de primavera de los nómadas. Los pastores, antes de partir para los pastos tras el invierno, intentan propiciar a las divinidades protectoras sacrificándoles un cordero. El texto actual del Exodo conserva algunos indicios de esta práctica arcaica y de su significado. En efecto, la pascua hay que celebrarla al comienzo de los meses, en el primer mes del año. En el antiguo calendario era el mes de las espigas (Abid); después del destierro, según el calendario babilonio, el mes de Nisán (Ex 12,2). El día 10 de dicho mes había que apartar un cordero, en conformidad con lo que podía consumir una familia. Tenía que ser un animal sin defecto, macho, nacido aquel año (Ex 12,5). Tras este rito de consagración venía la matanza del cordero el día 14 del mes por la tarde. Lo que se subrayaba no era la muerte del animal, sino el valor simbólico de la sangre con la que se rociaban los postes de la tienda. Este rito tenía una función apotropaica, es decir, mantener alejadas las desgracias o al exterminador (Ex 12, 13.23). También la forma de preparar el cordero, asado, y su consumición total con el pan sin fermentar y las hierbas amargas —lechuga silvestre— recuerdan las costumbres de los nómadas. Una nueva confirmación de este hecho es la manera de celebrar el banquete: "Lo comeréis así: ceñidos los lomos, calzados los pies, báculo en mano. Lo comeréis deprisa" (Ex 12,11).

Pero este antiguo rito de los nómadas asume un nuevo significado con la experiencia del éxodo. Se convierte en el signo yen el rito memorial del paso del Señor y del paso del pueblo a la libertad. En efecto, la serie de prescripciones termina con esta solemne declaración: "Es la pascua del Señor". Y se explica inmediatamente después: "Esa noche pasaré yo por el territorio de Egipto y mataré a todos los primogénitos de Egipto... La sangre servirá de señal en las casas donde estéis; al ver la sangre, pasaré de largo y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera a Egipto. Este día será memorable para vosotros y lo celebraréis como fiesta del Señor, como institución perpetua de generación en generación" (Ex 12, 12-14).

La palabra hebrea pesah, con el significado original relacionado con la raíz pasah, "danzar/ saltar" (cf 1 Re 18,26), es reinterpretada en clave religiosa como "paso". El Señor pasó por delante, salvó a su pueblo de la muerte de los primogénitos. Este significado es el que recoge la pequeña catequesis familiar en la que el padre responde a la pregunta de sus hijos: "¿Qué rito es éste?"; el padre les dice: "Es el sacrificio de la pascua del Señor, el cual pasó de largo por las casas de los israelitas en Egipto, cuando hirió a los egipcios y preservó nuestras casas" (Ex 12,26-27). El significado actualizante de la pascua queda expresado en el término hebreo zikkarón, "memorial". La pascua es memoria; no en el sentido de un aniversario en el que se recuerda un hecho del pasado, sino en cuanto que es una experiencia que se revive cada vez que se la evoca en los símbolos del rito.

Con la reforma de Josías en el siglo vol la pascua se convirtió en una de las tres grandes fiestas de peregrinación al santuario central de Jerusalén. Conserva, sin embargo, su significado familiar a través de la comida del cordero, en la que solamente pueden participar los hijos de Israel o aquellos que se asimilan a ellos, como el forastero domiciliado y circunciso (Ex 12,43-49).

c) Los ácimos y los primogénitos. El ritual de los ácimos (hebreo, massót) guarda relación con la costumbre agrícola de primavera de comenzar el año nuevo con la primera cosecha de cebada (cf Dt 16,9). Este comienzo, o consagración, se expresaba simbólicamente mediante la eliminación de la levadura vieja. El rito de los ácimos se asoció al del cordero, fiesta de primavera de los nómadas, asumiendo también su significado histórico y salvífico. De esta manera, de su sentido arcaico —comienzo de un nuevo ciclo vital—pasó a transformarse en el recuerdo de la fundación del pueblo liberado por Dios. Este pueblo ofrece ahora al Señor en señal de gratitud los dones de la tierra, en la que fue introducido por su acción poderosa y gratuita (cf Jos 5,10-12).

La consagración de los primogénitos se vinculó con la pascua por la asociación temática con el último signo de Dios contra Egipto: la muerte de los primogénitos. También esta consagración asume un significado nuevo. De antiguo rito propiciatorio —ofrenda a Dios de las primicias, los hijos (cf Ez 16,20; Miq 6,7)— se convirtió en la respuesta agradecida a Dios por la liberación histórica y en signo de su pertenencia a él.

2. LA CELEBRACIÓN DE LA PASCUA EN LA BIBLIA. La primera celebración de la pascua tuvo lugar en el aniversario de la salida de Egipto en el desierto del Sinaí (Núm 9,1-5). Un fragmento de la tradición sacerdotal recuerda el tiempo y la modalidad de la celebración según el ritual tradicional: "Celebraron la pascua en el desierto del Sinaí el primer mes, el día catorce del mes, al atardecer" (Núm 9,5). La segunda pascua se recuerda después del paso del Jordán y de la entrada en la tierra prometida, don de Dios. La antigua tradición litúrgica del santuario de Guilgal recuerda que los hijos de Israel celebraron la pascua el día 14 del mes, al atardecer, en la estepa de Jericó. Con este rito memorial termina el tiempo del desierto. En efecto, el primer día después de pascua comieron ya los productos de la región: "Ese mismo día comieron panes sin levadura y trigo tostado; pero desde el día siguiente empezaron a comer los productos de la tierra. Desde ese momento el maná dejó de caer" (Jos 5,11-12). La tercera pascua que se recuerda es la que se celebró en tiempos del rey Ezequías (721 a.C.); se recuerda como una solemne convocatoria hecha por el rey en el templo de Jerusalén, a la que son invitadas también las tribus del norte (Israel); la celebración se desplazó al segundo mes, porque los sacerdores no se habían purificado en número suficiente y el pueblo no se había reunido en Jerusalén; esta celebración pascual se prolongó durante catorce días en medio de un clima de alegría extraordinaria (2Crón 30,1-27).

La cuarta celebración que se menciona en los libros históricos es la que se relaciona con la reforma del rey Josías (621/622). En el contexto de la fiesta de la renovación de la alianza, motivada por el hallazgo de la ley en el templo —el núcleo del Deuteronomio—, se celebró una pascua solemne y llena de gozo. "El rey ordenó a todo el pueblo: `Celebrad la pascua del Señor, vuestro Dios, conforme está escrito en el libro de la alianza' " (2Re 23,21). La quinta celebración pascual se menciona en el libro de Esdras, como la pascua del retorno y de la reconstrucción del templo (515 a.C.). El relato del cronista recuerdaque los repatriados celebraron la pascua el 14 del primer mes: "Los israelitas repatriados comieron el banquete pascual con todos aquellos que se habían separado de la impureza de los paganos del país... Celebraron con júbilo la fiesta de los panes sin levadura durante siete días, porque el Señor les había llenado de alegría" (Esd 6,19-22).

Así pues, la celebración de la pascua jalona los momentos decisivos de la historia bíblica. Va unida con el recuerdo, memorial, de la experiencia del éxodo, liberación, y con el compromiso de la alianza, como pertenencia y consagración a Dios. El eco de estas celebraciones, mencionadas en los libros históricos, se encuentra en las colecciones legislativas diseminadas por el Pentateuco: en el código de la alianza (Ex 23,15), en el dodecálogo cultual (Ex 34,18.25), en el código deuteronomista (Dt 16,1-8), en el código sacerdotal (Lev 23,5-8; cf Núm 28,16-25). También el profeta Ezequiel, en el contexto ideal del templo nuevo, proyecta la celebración de la pascua el día 14 del primer mes (Ez 45,18-24). La tradición de Isaías remite a este rito de celebración de la salvación histórica, que anticipa el futuro de la salvación definitiva o escatológica (Is 30,29; 25,6-8).

II. LA PASCUA HEBREA. La reconstrucción de los ritos y la recuperación del significado de la pascua hebrea tienen una importancia fundamental para comprender el significado y el valor de la pascua cristiana, que está en la base de la interpretación salvífica de la muerte de Jesús. La tradición judía se fundamenta en la bíblica y la desarrolla en función de las nuevas experiencias del pueblo judío y de su evolución religiosa. Las fuentes principales para reconstruir la pascua judía antigua son algunos textos extrabíblicos o apócrifos, los escritos de los autores judeo-helenistas del primer siglo, las tradiciones y los comentarios bíblicos judíos, así como los textos de la tradición rabínica y samaritana.

El Libro de los Jubileos, apócrifo del siglo I a.C., documenta el ritual de la pascua antigua y su significado. Se la celebra como memorial de la liberación de Egipto y como garantía de protección para el futuro. La pascua guarda también relación con el sacrificio de Isaac, al que se atribuye un valor de rescate (Jub 49,1-20).

Flavio Josefo (por el 37-100 d.C.) habla de la pascua en las Antigüedades judías y en la Guerra de los judíos. Según el testimonio de este historiador judío, con la pascua están asociadas las esperanzas mesiánico-nacionalistas de carácter popular. Recuerda que algunas sublevaciones de los judíos contra Arquelao o contra los romanos tuvieron lugar con ocasión de la fiesta-peregrinación a Jerusalén para la celebración de la pascua (cf Le 13,1). También Filón de Alejandría (25 a.C.-41 d.C.) documenta la celebración de la pascua en sus escritos y ofrece una interpretación alegórico-simbólica de los diversos ritos, subrayando el hecho de que en la celebración de la pascua todo el pueblo de Israel tiene una dignidad sacerdotal.

En las antiguas traducciones arameas para uso litúrgico en Palestina y en Babilonia, puestas por escrito en los siglos III-1v d.C., se conservan algunas tradiciones mucho más antiguas sobre la celebración y el significado de la pascua. Puede verse una confirmación de ello en los comentarios homiléticos hebreos a la Biblia, que van desde finales del siglo II en adelante. También aquí se recogen algunas antiguas tradiciones hebreas, especialmente en el comentario del Éxodo que recibe el nombre de Mekilta. Finalmente, la tradición rabínica de la pascua se puede reconstruir sobre la base de las prescripciones recogidas en la Misnah, tratado Pesahîn, del siglo II, o en el comentario a la Misnah, el Talmud, en sus dos formas palestina y babilonia. La única celebración pascual que apela al antiguo ritual bíblico, con el sacrificio del cordero consumido al atardecer de la luna llena de marzo-abril, es la de los samaritanos del monte Garizín, junto a Nablús. Muchas de las prácticas de los samaritanos se refieren al antiguo ritual de la pascua que se usaba en tiempos de Jesús en Palestina.

Sobre la base de estos documentos se puede reconstruir la estructura del ritual o seder pascual judío. Comienza con unos aperitivos en una habitación aparte, que comprenden hierbas amargas, una salsa, el haroset, fruta empapada de vinagre. Viene luego la bendición sobre el vino y la primera copa con la fórmula: "Bendito eres, Señor, Dios nuestro, rey del universo, creador del fruto de la vid". Con la bendición del vino se asocia la de la fiesta, en donde se hace la conmemoración del acontecimiento salvífico del éxodo. Luego se lava la mano derecha, que sirve para comer, y comienza así la comida central, que se toma en el piso superior, tumbados en el diván como signo de libertad. Se hace entonces el relato de la pascua, con la explicación de los ritos por parte del padre, que responde a las preguntas del hijo menor. Es la haggadah pascual, que comprende los textos de Dt 6, 20-25; 26,5-11; Jos 24,2-13. Es éste el "credo" de Israel, que vuelve a proponerse en el contexto de la cena pascual. Viene luego la presentación de la segunda copa de vino y el canto del Hallel, los salmos pascuales 113-114. La bendición y la fracción del pan por parte del que preside la mesa, que se lo distribuye a los comensales, preceden a la comida del cordero. Tras la tercera copa de vino, con la relativa bendición de acción de gracias, viene el canto final del Hallel, salmos 114-118. Con una cuarta copa de vino se cierra el ritual de la cena de pascua.

Es importante recordar el significado de los diversos elementos de la cena pascual judía para la comprensión de la celebración cristiana. El cordero es el símbolo del sacrificio y de la ofrenda a Dios, con un valor salvífico para el perdón de los pecados. Es también símbolo del mesías, relacionado con las figuras de Moisés y de David. El pan ácimo representa el pan de la prisa y de la huida, el pan de la desgracia, comido en el desierto; pero es también el primer fruto de la tierra prometida. La bendición del pan hace participar de la salvación, como don de Dios. El vino en la comida pascual es obligatorio, incluso para los más pobres; en efecto, representa el gozo y la fiesta por el don de la salvación. Las cuatro copas de vino recuerdan los gestos liberadores de Dios señalados en Ex 6,6. El banquete pascual judío, con su significado religioso salvífico, ofrece el marco de comprensión de la pascua de Jesús y de la cristiana. Es memoria, anuncio y esperanza de la salvación definitiva.

III. LA PASCUA DE JESÚS Y LA PASCUA CRISTIANA. Las fiestas de pascua que se mencionan en los evangelios sinópticos y en el de Juan marcan las etapas decisivas de la actividad pública de Jesús. De manera particular y única, esto es verdad en lo que se refiere a la última pascua, durante la cual Jesús fue arrestado y condenado a muerte.

1. LA PASCUA Y LA ACTIVIDAD PÚBLICA DE JESÚS. La primera fiesta de pascua que recuerda la tradición evangélica es la de Lc 2,41-50. Como conclusión del evangelio de los orígenes o de la infancia, Lucas narra cómo Jesús con sus padres, según la costumbre, subió a Jerusalén para celebrar la fiesta de pascua. Se trata de la peregrinación anual para la gran festividad judía. No es un hecho casual que se mencione esta peregrinación pascual de Jesús a Jerusalén al cumplir los doce años, en los umbrales de su vida adulta. El evangelista relee aquí el episodio como si fuera la primera manifestación de la sabiduría de Jesús y de su decisión profética de dedicarse a las "cosas" o a la "casa"/templo del Padre (Lc 2,49). Esto sucedió en Jerusalén, en el templo, en donde Jesús revela su destino y su opción a sus padres, que lo habían estado buscando angustiados durante "tres" días. Es ésta una discreta alusión al episodio de su última pascua.

El evangelio de Juan recuerda expresamente al menos tres pascuas. La primera guarda relación con el signo que Jesús hace en el templo (Jn 2,13-22). Esta intervención de Jesús comprende dos momentos: la acción profética, la purificación del templo, "la casa de mi Padre" y la palabra con que anuncia la constitución del nuevo templo, que, a la luz de la resurrección, se identifica con su propio cuerpo. La segunda pascua, la de la crisis, va unida al signo de la multiplicación de los panes en Galilea, junto al lago de Tiberíades (Jn 6,1-4). También el drama de esta pascua se desarrolla en dos partes: el signo del pan que distribuye a la gente en el desierto como signo mesiánico y un diálogo-discurso, en donde Jesús explica el significado profundo del don del pan. Frente a las esperanzas de un mesianismo de tipo nacionalista, Jesús establece su proyecto salvífico, que pasa a través de la fe. En efecto, solamente la fe sabe acoger el don del Padre, la palabra auténtica que viene del cielo como pan que sacia el hambre de las exigencias profundas del ser humano y que se manifiesta en el don que Jesús hará de sí mismo en su muerte (Jn 6,51). El discurso del pan está construido según el modelo de las homilías sinagogales que desarrollan la reflexión sobre los textos de la Escritura (Ex 16,4.5: el maná, pan del cielo; Is 54,13: la nueva alianza). Parece ser que estos textos, citados por Juan, se leían con ocasión de la liturgia sinagogal en el tiempo pascual.

La tercera pascua evangélica mencionada por Juan va asociada al episodio de la resurrección de Lázaro, que provoca la muerte de Jesús para la definitiva resurrección (Jn 11,55). El gesto profético de María, la unción de Jesús con el perfumne precioso, es un signo premonitorio de la muerte de Jesús (Jn 12,1-8). Pero esta pascua está también relacionada con la entrada mesiánica de Jesús, que culmina en el anuncio de la salvación universal a los paganos (Jn 12,20.32). Sólo en este punto puede proclamar Jesús que ha llegado su hora (Jn 12,23). El tiempo de la revelación definitiva del amor salvífico de Dios explota en la última pascua, a partir de la cual comienza también la misión para convocar a los hijos dispersos de Dios.

2. LA ÚLTIMA PASCUA DE JESÚS. Según las esperanzas judías, que habían ido madurando a lo largo de los siglos, el mesías liberador tenía que manifestarse en Jerusalén una noche de pascua. Nos lo recuerda la antigua paráfrasis aramea al texto de Ex 12,42 (TgN I). Allí se mencionan las cuatro noches de las que es un memorial la pascua: la de la creación, la del sacrificio de Isaac, la del éxc Jo y la última noche, en la que se manifestará el mesías. No es un hecho casual el que Jesús concluya su vida histórica, que comenzó a orillas del lago de Galilea, en la capital judía, en la ciudad santa, una noche de pascua, el 14/ 15 de Nisán, de los años treinta. En este contexto Jesús proclama el último anuncio del reino de Dios, presentando su muerte como el signo supremo de fidelidad y de solidaridad por la salvación de los hombres.

Los tres evangelios sinópticos están de acuerdo en referir los detalles de la última pascua de Jesús. Las secuencias de este drama final se pueden reconstruir a través de los actuales textos evangélicos, que reflejan el contexto celebrativo litúrgico de las primeras comunidades cristianas. Con un gesto profético, Jesús manda preparar la sala en casa de un amigo de Jerusalén para comer la pascua con sus discípulos (cf Lc 22,1.7-13). Esto contrasta con los preparativos de los dirigentes judíos para apresar a Jesús a fin de evitar una sublevación popular dentro del clima de la fiesta judía (cf Mc 14,1-2). Todos los detalles que conservan los evangelios sinópticos nos llevan a esta conclusión: Jesús celebró en Jerusalén, antes de ser arrestado, una cena festiva dentro de un clima pascual. Los elementos esenciales se pueden reconstruir sobre la base de la tradición común de los evangelios. La sucesión más clara y evidente del rito judío y cristiano la tenemos en el evangelio de Lucas: "A la hora fijada se puso a la mesa con sus discípulos. Y les dijo: `He deseado vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. Os digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios'. Tomó una copa, dio gracias y dijo: `Tomad y repartidla entre vosotros, pues os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios"' (Lc 22,14-19). Las palabras de Jesús se refieren al ritual judío, a la explicación de la cena con su referencia a su momento escatológico. Dispuestos en forma simétrica, vienen a continuación los gestos y las palabras que introducen la nueva pascua; ésta se realiza en la muerte de Jesús, en su cuerpo dado y en su sangre derramada, como fundamento de la nueva alianza (Lc 22,19-20). La copa del vino, que mencionan Lucas y Pablo "después de la cena", puede corresponder a la tercera copa del ritual judío (1Cor 11,25; 16,16: "el cáliz de bendición"). También la alusión al canto del himno, que precede a la salida hacia el monte de los Olivos, es una reminiscencia del canto del Hallel pascual (Mc 14,26) [1 Eucaristía].

3. LA PASCUA-PASO AL PADRE. También el relato de la cena en Juan, que precede al arresto de Jesús, conserva algunos rasgos claramente pascuales (cf Jn 13,21-30). Durante esta cena Jesús realiza el gesto profético de lavar los pies a los discípulos como anticipación simbólica de su muerte, el mayor servicio y el don más alto para fundar la nueva comunidad. La introducción solemne y teológica de Juan da el verdadero significado al gesto de Jesús y a todo el libro de la "gloria": "Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo que le había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13,1). La "gloria" de Dios y la glorificación de Jesús coinciden en la manifestación definitiva del amor salvífico. La acción simbólica de lavar los pies a los discípulos es comentada y confirmada por el testamento espiritual de Jesús: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Que como yo os he amado, así también os améis unos a otros" (Jn 13,34). Este es el mandamiento nuevo, sobre el que se basa toda la nueva alianza.

El tema pascual vuelve a aparecer en el relato de la pasión y muerte de Jesús, que refleja en el fondo las imágenes del cordero pascual. Jesús es el verdadero cordero, que con su ofrenda libera al mundo del pecado y establece el nuevo pueblo de los liberados (cf Jn 1,29.36). Según Juan, Jesús muere en el momento en que se sacrificaban los corderos en el templo para la celebración de la pascua judía (Jn 18,28). La muerte de Jesús es interpretada como el cumplimiento de las esperanzas mesiánicas, representadas por el cordero pascual (Jn 19,35-36; cf Ap 5,6.12).

4. LA PASCUA CRISTIANA. Los testimonios de los primeros documentos cristianos son muy sobrios en lo que se refiere al culto y a los ritos cristianos. Los únicos textos explícitos sobre el culto cristiano en forma indirecta son las secciones eucarísticas de los sinópticos, que hablan de la cena final de Jesús, y algunos trozos bautismales de Pablo en función teológico-exhortativa. Por eso no hay que extrañarse de que dentro del NT no se encuentren muchos textos que hablen de la celebración de la pascua cristiana. Pero hay suficientes datos para hablar de un papel de la pascua en la vida de las primeras comunidades, tal como había sucedido durante la vida y la muerte de Jesús.

a) La pascua anual. Es probable que las primeras comunidades cristianas celebrasen la memoria anual de la muerte y resurrección de Jesús. El es el verdadero cordero pascual que da la auténtica libertad a los creyentes y hace de ellos un pueblo nuevo. El texto más antiguo en este sentido nos lo ofrece la primera carta a los Corintios, escrita en Efeso por la mitad de los años cincuenta: "¿No sabéis que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? Echad fuera la vieja levadura para ser una masa nueva, puesto que sois panes sin levadura; porque Cristo, nuestro cordero pascual, ya ha sido inmolado. Así que celebremos la fiesta, no con levadura vieja, con levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, panes de sinceridad y de verdad" (1 Cor 5,6-8). Este texto, que guarda el tono de las profesiones de fe y de las ardorosas exhortaciones pastorales, se inserta en la intervención de Pablo por resolver el caso de un desorden moral, que los corintios habían aceptado sin escrúpulos en su propia comunidad: un cristiano convivía con la segunda mujer de su padre difunto. La apelación a la condición pascual de la comunidad cristiana, liberada del viejo pecado en virtud de la muerte salvífica de Cristo, es el motivo para vivir coherentemente en el nuevo estatuto de pueblo santo de Dios. De las antiguas fuentes cristianas del siglo u se puede reconstruir también la forma de la celebración anual de la pascua: ayuno hasta la vigilia matutina, cuando se celebraba el ágape eucarístico en un clima gozoso de comunión con el Señor resucitado. Esto es lo que se deduce de la práctica de los cristianos del Asia, llamados cuartodecimanos porque celebraban la pascua el 14 de Nisán, según el calendario judío.

b) La pascua semanal. Más documentada está la celebración que caracterizaba a la semana cristiana. Desde los primeros tiempos la reunión festiva de los cristianos, a diferencia de la de los judíos, tenía lugar el día primero de la semana, en lugar del sábado, para recordar la resurrección de Jesús en un clima de gozo y de acogida fraternal. La asamble cristiana en Corinto, en la que se realiza también la colecta de las ofrendas para los pobres de Jerusalén, se tiene el primer día de la semana (1 Cor 16,2). La asamblea eucarística, caracterizada por la fracción del pan, se celebra en Tróade, en un clima claramente festivo y gozoso, por Pablo antes de emprender su partida (He 20,7-12). También el Apocalipsis recuerda que la revelación al profeta tiene lugar en "el día del Señor" (Ap 1,10).

Esta ubicación de la asamblea cristiana en el primer día de la semana hay que relacionarla con la memoria de / resurrección de Jesús, como atestiguan los relatos pascuales (Mt 28,1; Jn 20,1: "el primer día después del sábado"; cf Jn 20,19.26: "en la tarde de aquel día, el primero de la semana"; "ocho días después"). La forma de la celebración es la de una comida fraternal, dentro de la cual tiene lugar la cena memorial en un contexto de esperanza mesiánica: el Señor viene en medio de los suyos, porque es el resucitado. Este puede ser el sentido de la exclamación litúrgica, que se ha conservado en lengua aramea y que refiere Pablo en la carta a la iglesia de Corinto: "Marana-tha: ¡Ven, Señor!" (lCor 16,22; cf lCor 11,26) [/ Eucaristía].

c) Pascua y vida cristiana. La pascua no es sólo una fiesta conmemorativa, aniversaria o semanal, sino una dimensión de la vida cristiana inaugurada en el bautismo. Mediante el / bautismo, el cristiano ha quedado unido al destino salvífico de Cristo para formar parte del pueblo nuevo, el que camina ahora hacia la pascua definitiva (cf IPe 1,22-2,10). Según Pablo, el bautismo es inmersión en la muerte y resurrección de Jesús, lo cual supone un paso real de la muerte a la vida, de la lógica y mentalidad de muerte a un estilo y opción de vida que se realizan en la justicia y en la caridad fraterna (Rom 6,4-11; cf Col 2,12-3,4).

La experiencia bautismal prefigura y prepara la de la pascua final y escatológica. Para los textos del Apocalipsis esta pascua no representa solamente la meta final de la esperanza cristiana, sino que señala precisamente el punto de llegada de la historia de la salvación que concierne al mundo entero.

En el centro de la historia humana está ahora el cordero inmolado yvivo, el Cristo muerto y resucitado, que da sentido a los acontecimientos humanos y garantiza la victoria de Dios sobre el mal histórico de la idolatría y de la injusticia.

Es el cordero el que abre el libro sellado del designio de Dios sobre la historia (Ap 5,1-14). A esta revelación le hace eco el canto de los mártires, de los que han vencido a la bestia, el poder político idolátrico. Ellos cantan el cántico de Moisés, el de la liberación definitiva (Ap 12,10-11; 15,2-4).

Así pues, la pascua no es sólo un recuerdo arcaico, sino el dinamismo de salvación y de liberación que está dentro de la historia humana desde el día en que Dios se sumergió en nuestra historia de modo irreversible con la encarnación, muerte y resurrección de Jesús.

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R. Fabris