MATEO
DicTB
 

SUMARIO: I. Notas sobre la historia de la interpretación. II. La estructura narrativa: 1. Jesús en el fondo de la historia de la salvación; 2. Desde Israel a la Iglesia. III. La acentuación ética: Jesús como maestro, legislador y juez: 1. Los cinco grandes discursos; 2. El compromiso ético como tema dominante en Mt. IV. Mt como evangelio: 1. Pasión y resurrección como acontecimiento de salvación; 2. La acción salvífica de Jesús en la "transparencia" de los episodios narrativos. V. Conclusiones.

I. NOTAS SOBRE LA HISTORIA DE LA INTERPRETACIÓN. En la Iglesia antigua Mt ocupó siempre una posición privilegiada, muy superior a la de los otros sinópticos y no inferior siquiera a la de Jn; de todos los evangelios, es el más comentado, el más citado y el más usado en los leccionarios litúrgicos.

No es difícil comprender las razones de este éxito. A Mc le aventajaba por una mayor riqueza de las enseñanzas de Jesús, una mayor extensión incluso en el aspecto narrativo, una eclesiología más explícita y una cristología más evolucionada, con una imagen de Jesús más trascendente y majestuosa. A Le, que en realidad es más amplio, le aventajaba por una mayor organicidad —aquel "orden" que ya destacaban los padres—y una más esmerada distribución de las enseñanzas de Jesús en los cinco grandes discursos.

Solamente fuera de la Iglesia fue Mt objeto de críticas: el fuerte acento ético, expresado sobre todo en el sermón de la montaña, provocó contra él la hostilidad de los gnósticos, para quienes Jesús había venido a abolir la ley, pero también, por el lado contrario, el reproche de los judíos de que presentaba preceptos irrealizables, superiores a las posibilidades del hombre (Justino, Dial. c. Tryph. 10). Sin embargo, la Iglesia nunca albergó la menor duda sobre su "realizabilidad": incluso los más arduos, como el amor a los enemigos, hay que tomarlos al pie de la letra, si uno quiere ser cristiano. Pero, al mismo tiempo, la Iglesia antigua mantenía vivo un sentido de finitud, de tensión escatológica; y espontáneamente integraba a Mateo con Pablo, la necesidad de las obras con la prioridad de la gracia y de la fe. Serán solamente los pelagianos quienes interpreten la llamada a la perfección (5,48) en términos de puro esfuerzo humano y se apliquen a sí mismos ya en esta vida la bienaventuranza de los limpios de corazón (5,8), que para los padres conserva siempre un matiz escatológico.

Lutero, a su vez, percibió fuertemente el problema del radicalismo ético del sermón de la montaña, más exigente aún que la ley antigua (Mosissimus Moses: ¡un Moisés más riguroso todavía!); pero cree que puede resolverlo aplicándole también a él la interpretación paulina de la ley: el sermón de la montaña se nos habría dado no para que lo pusiéramos en práctica, sino para hacernos experimentar nuestra impotencia, nuestra pecaminosidad innata y para que nos abriéramos a la acogida de una salvación gratuita mediante la fe. El problema estaba destinado a replantearse en la exégesis protestante moderna, primero como relación Pablo-Jesús y más tarde —con la Redaktionsgeschichte [/ Evangelios II, 3]— también como relación Pablo-Mateo.

En el siglo xix se da por sentado que Mt es un evangelio más tardío, que combinó la narración de Mc con las enseñanzas de Jesús recogidas por la fuente Q [/ Evangelios II, 1]; pero se recurre ampliamente a estas enseñanzas para reconstruir el mensaje de Jesús, que la teología liberal interpreta en términos puramente ético-religiosos y contrapone a la teología de Pablo. Muy pronto, sin embargo, caen en la cuenta los autores de que aquella ética hay que encuadrarla en el horizonte escatológico; surge entonces el problema de si este ésjaton toca al presente sólo como amenaza inminente que hace más urgente la conversión (A. Schweitzer: ética del ínterim) o también como experiencia de salvación ya en acto, don de vida nueva que ya irrumpe (J. Schniewind).

Con la aparición de la Redaktionsgeschichte, que en el campo mateano está representada por los estudios ya clásicos de G. Bornkamm y sus discípulos, de G. Strecker y del católico W. Trilling, el radicalismo ético de Mt no se mira ya solamente como eco del de Jesús, sino también como una respuesta del evangelista a los problemas de la Iglesia de su tiempo. Se abre camino la hipótesis de que con esta radicalización ética el autor, además de contraponerse a la interpretación judía de la ley, había tenido ante la vista un segundo frente dentro de la Iglesia: una caída de tensión moral (24,11s: el enfriamiento de la caridad); más aún, probablemente, tuvo que oponerse a ciertas herejías de tipo "libertinista" que, extrapolando las afirmaciones de Pablo sobre el fin de la ley y sobre la gratuidad de la salvación, minaban por su base el compromiso ético de los cristianos (7,21-23).

Prescindiendo de estas hipótesis históricas, el problema de fondo de Mt es sin duda alguna el de las relaciones entre la fe y las obras, el compromiso ético del hombre y la gracia, el "imperativo" moral y el "indicativo" que proclama la acción salvífica de Dios realizada en el Cristo crucificado y resucitado. La teología protestante, tan sensible desde siempre a este problema, se ve obligada a preguntarse si en Mt queda salvaguardada todavía, aunque con categorías distintas de las de Pablo, la prioridad de este "indicativo" (G. Barth), o bien si ha quedado ya totalmente absorbido en el "imperativo" (G. Strecker); últimamente se le discute a Mt la calificación de "evangelio", ya que el Jesús de Mt sería solamente el Jesús del pasado, el maestro que nos ha dejado unas enseñanzas que practicar, y no una presencia salvífica siempre actual (W. Marxsen).

Así pues, el problema de fondo para la interpretación de Mt es captar correctamente la relación que existe entre el Jesús que enseña en los cinco grandes discursos y el Jesús que actúa, presente en toda la trama narrativa, que desemboca en la pasión y en la resurrección. Examinemos primero por separado estos dos aspectos, para preguntarnos luego sobre su relación.

II. LA ESTRUCTURA NARRATIVA. 1. JESÚS EN EL FONDO DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN. La vida de Jesús que nos narra Mt se presenta como el segmento central y decisivo de una historia más amplia, que comenzó ya en el pasado y que está destinada a cumplirse en el futuro.

El enlace con el pasado se realiza desde el principio con la genealogía (1,1-17) y se reitera continuamente con las citas veterotestamentarias (50, contra 23 en Mc y 23 en Lc), entre las que destacan las que se comentan con la fórmula: "Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta..." (1,22; 2,5s.15.18.23; 3,3; 4,12-16; 8,17; 12,17-21; 13,35; 21,4; 27,9s). No solamente la muerte y la resurrección (como en 1Cor 15,3-5), sino toda la vida terrena del mesías, incluso a veces en los más pequeños detalles, está bajo el signo del cumplimiento de las Escrituras. Como muestran también las construcciones mateanas evangelio del reino (4,23; 9,35; 24,14), palabra del reino (13, 19), doctrina del reino (13,52), Mt subraya que el gran tema que unifica toda la predicación de Jesús es el reino de Dios, epicentro de las esperanzas salvíficas de Israel.

A este enlace retrospectivo con que se abre el libro recapitulando toda la historia de Israel corresponde el enlace con el futuro que concluye el libro, preanunciando la acción de la Iglesia entre todos los pueblos hasta el fin del mundo presente (28,16-20). También este aspecto asomaba ya a través de todo el relato, que puede leerse como una reconstrucción del itinerario, altamente dramático, que llevó desde Israel hasta la Iglesia (W. Trilling, El verdadero Israel, 107-139.202-208).

2. DESDE ISRAEL A LA IGLESIA. Jesús se presenta a Israel reservándole todo su ministerio terreno (10,5s; 15,24); manifiesta su autoridad a través de la enseñanza (cc. 5-7) y a través de las obras (cc. 8-9), y asocia a su misión también a los doce (c. 10). Pero Israel lo rechaza (cc. 11-12), exceptuando el pequeño grupo de los creyentes, a los que Dios ha concedido el don de comprender los misterios del reino (c. 13); el rechazo se verifica también simbólicamente en la tierra misma de Jesús, Nazaret (13,53-58). Jesús entonces, a su vez, empieza a distanciarse de la masa, dedicándose cada vez más al grupo de discípulos: la "sección de los panes" (cc. 14-16) culmina en Cesarea de Filipo, no simplemente con el reconocimiento de la mesianidad de Jesús, como en Mc, sino con la respuesta de Jesús a Pedro y la promesa de la Iglesia; lo que en Mc era un itinerario cristológico, y sólo implícitamente eclesiológico, en Mt —aunque sobre el fondo del interrogante cristológico— se convierte en un itinerario hacia la Iglesia. También la sección del camino a Jerusalén (16,21-20,16), que ya en Mc tenía un aspecto eclesial, lo asume más decididamente en Mt por la inserción del "discurso comunitario" (c. 18). Llegado finalmente a Jerusalén, Jesús sostiene inútilmente la última confrontación con los adversarios, mientras que confía a sus discípulos sus enseñanzas sobre los acontecimientos futuros (20,17-25,46). Se encamina así hacia la pasión (cc. 26-27) y la resurrección (c. 28), donde Mt subraya por una parte la cima de la incredulidad de Israel (cf 27,15-26; 28,11-15), y por otra el comienzo de la nueva comunidad abierta a todos los pueblos (28,16-20).

En esta reconstrucción, en que el paso desde Israel a la Iglesia asume a veces el aspecto de una "sustitución" (cf 21,43), es innegable una sistematización polémica, que corre el peligro de simplificar en demasía una realidad mucho más compleja tanto histórica como teológicamente, según aparece en Lc-Hechos y en Pablo. Pero no es justo hablar de "antisemitismo", ya que se trata de una confrontación no racial, sino exclusivamente cristológica y eclesiológica, centrada en la mesianidad de Jesús y en el derecho de la Iglesia a colocarse en la continuidad de las promesas veterotestamentarias.

III. LA ACENTUACIÓN ÉTICA: JESÚS COMO MAESTRO, LEGISLADOR Y JUEZ. 1. LOS CINCO GRANDES DISCURSOS. La característica más inconfundible de Mt son, sin embargo, los cinco grandes discursos de Jesús. La tradición le ofrecía ya núcleos (cf Lc 6,17-49; Mc 4,1-34; 6,7-13; 9,33-50; 13,1-37); pero fue Mt el que valoró hasta el máximo esta idea, completándolos con otro material, introduciéndolos dentro de una solemne escenografía (5,1-2; 13,1-3) y concluyéndolos con una fórmula fija, que recalca el carácter especial de estas secciones y su distinción de las narrativas: "Cuando acabó Jesús estos discursos..." (7,28 y 19,1), "... estas instrucciones" (11,1), `... estas parábolas" (13,53), "... todos estos razonamientos" (26,1).

Salta inmediatamente a la vista, en cada uno de los discursos, el contenido eminentemente ético, sostenido por el anuncio amenazador del juicio final, en el cual culminan los cinco (G. Bornkamm, Uberlieferung, 13-212). La alternativa hacer/no hacer, a la que corresponde la de la salvación/condenación, resuena como un martilleo constante, hasta llegar al grandioso fresco del juicio universal, centrado todo él en el amor efectivo a los hermanos (25,31-36; W. Trilling, El verdadero Israel, 182ss; J. Zumstein, La condition, 284-350).

No es posible subrayar más fuertemente el aspecto ético. A esta luz se comprende en qué sentido vino Jesús a "dar cumplimiento" a la ley, y no a abolirla (5,17-19). En concreto, esto puede implicar también la superación de ciertas normas mosaicas (5,21-48; 15,1-20; 19,1-9); pero no para atenuar, sino para realizar más plenamente la voluntad de Dios en su intención original (19,8). Condensada en el amor, que ya era central en el AT (7,12; 9,13; 12,7; 22,34-40; 23,23; 25,31-46), la ley no queda disminuida, sino que manifiesta ahora, en la interpretación que le da Jesús, toda la radicalidad de sus exigencias.

2. EL COMPROMISO ÉTICO COMO TEMA DOMINANTE DE MT. El aspecto ético se presenta subrayado de manera tan enérgica que subordina a sí todos los demás temas.

En la escatología, más aún que el "ya", se subraya el "todavía no", el inminente juicio futuro. El premio y el castigo se ilustran con gran riqueza de formulaciones y de imágenes, que hacen de Mt el evangelio más rico en material para una catequesis sobre los novísimos: recompensa, palingénesis, gozo, vida eterna..., castigo, gehenna, fuego eterno, expulsión a las tinieblas, llanto y rechinar de dientes.

También la eclesiología se contempla desde esta perspectiva. Este juicio riguroso cae en primer lugar sobre la misma Iglesia. Si ella ha sustituido a Israel, es para que a su vez dé los frutos que el propietario espera de su viña (21,43). Se le exige una justicia más radical todavía que la que soñaban los fariseos (5,20), una perfección que refleje la perfección misma del Padre (5,48). La pertenencia a la Iglesia no garantiza ni mucho menos la salvación: muchos entraron en la sala del banquete, pero el que no esté vestido con el traje nupcial será echado fuera (22,1-14: obsérvese la última escena, totalmente nueva respecto a Le 14,15-24). No basta la fe, aun formulada de la manera más ortodoxa: no entrará en el reino el que invoca a Jesús como Kyrios, sino sólo el que haga la voluntad del Padre (7,21). El cristiano debe sentirse un "llamado", y no un "elegido" (20,16; 22,14). En definitiva, de la pertenencia a la Iglesia parece derivarse más bien un incremento de responsabilidad que una prenda de salvación. La Iglesia de Mt aparece como una Iglesia sub specie judicii, corpus mixtum más que corpus mysticum (G. Bornkamm): su relación con el reino, más que en términos de continuidad —y mucho menos de identificación y de posesión—se ve en términos de distancia, que se traduce en tensión ética.

La misma cristología asume este especial colorido ético. Aunque se recoge ampliamente toda la lista de títulos tradicionales (mesías, Hijo del hombre, Hijo de Dios...), el Jesús de Mt se presenta sobre todo como maestro, no tanto por la aparición de este nuevo título (23,8), como por la imagen en su conjunto. Es verdad que no se trata de un maestro puramente humano; pero los rasgos majestuosos y divinos, lejos de oponerse a esta fisonomía del maestro, lo refuerzan todavía más. Se trata de un maestro superior a todos los demás maestros de Israel (7,28s); superior al mismo Moisés (cf 5,21-48: "Sabéis que se dijo a los antiguos... Pero yo os digo..."; se presenta incluso como legislador definitivo; más aún, deja que se vislumbre su identidad con el juez eterno, cuyo tono asume de forma imprevista (cf 7,23: "Entonces yo les diré: Nunca os conocí. Apartaos de mí, agentes de injusticias...").

De aquí el aspecto más majestuoso, que se obtiene incluso eliminando algunas de las indicaciones de Mc sobre la psicología humana de Jesús: dolor e ira, admiración, desconcierto (cf Mt 12,12 con Mc 3,5; Mt 16,1 con Mc 8,12; Mt 13,58 con Mc 6,6; Mt 26,37 con Mc 14,33), y añadiendo, por el contrario, indefectiblemente tres pequeños elementos que transforman todo contacto con Jesús en un pequeño ceremonial cortesano: el acercarse, es decir, detenerse a cierta distancia esperando ser admitidos (52 veces, contra cinco en Mc y 10 en Le), la inclinación profunda (13 veces, contra dos y tres), el tratamiento con el título de "Señor" (44 veces, contra seis y 23), tres elementos que originalmente son posibles incluso como forma de cortesía, pero que en Mt sólo se reservan a los creyentes, mientras que los extraños lo llaman Rabbi (cf Mt 20,20 con Mc 10,35; Mt 8,25 con Mc 4,38); ellos hacen que resplandezca más fuertemente ya en el Jesús terreno el Kyrios glorioso.

También en la pasión se subraya el aspecto ético: la pasión es la tentación última (cf 27,40.42 con 4,3.6), a la que responde Jesús con una extrema obediencia a la voluntad del Padre (26,42). Y hasta el resucitado conserva la fisonomía del maestro: no envía a los doce, como en los paralelos, a dar testimonio de su resurrección, a proclamar el evangelio o a comunicar el Espíritu Santo para el perdón de los pecados (cf Mc 16,15; Le 24,47; He 1,8; Jn 20,21-23), sino a hacer discípulos suyos (mathetéuein: no simplemente instruir, sino hacer discípulos) a todos los hombres, enseñándoles a observar todo lo que en su tiempo había mandado Jesús (28,19s). El verbo, en pasado, remite a las enseñanzas del Jesús terreno: en concreto, los cinco grandes discursos recogidos en Mt. Se diría entonces que para Mt la resurrección misma, más que colocar a Jesús en una función salvífica, no había hecho otra cosa más que recalcar la imagen de maestro-legislador, integrándola de forma más explícita en la imagen regia del juez eterno.

Estos dos aspectos se compenetran en una sola imagen, coherente y compacta, que en la iconografía cristiana recuerda sobre todo al Pantokrátor sentado en su trono de los ábsides bizantinos o de los pórticos de las catedrales románicas: una figura llena de majestad, que es posible ciertamente reconocer como Jesús; pero un Jesús con rasgos regios, un tanto severos, que tiene abierto en una mano el libro de los evangelios, mientras que levanta la otra en un gesto que no es sólo de enseñanza o de bendición, sino también —al menos en parte— de juicio soberano.

IV. MATEO COMO EVANGELIO. 1. PASIÓN Y RESURRECCIÓN COMO ACONTECIMIENTO DE SALVACIÓN. Ahora se comprende fácilmente que esta enérgica acentuación ética de Mt plantee aquellos grandes interrogantes teológicos que advertía sobre todo la exégesis protestante. ¿Qué trae en definitiva a los hombres el Jesús de Mt? ¿El don de la salvación o solamente una radicalización de las exigencias expresadas ya por la ley? ¿Qué ocurre con el valor de redención de su muerte y de su resurrección?

El problema viene a entrelazarse de manera muy estrecha con el de la estructura de la obra. Hoy parece estar en vías de superación la hipótesis de una estructura esencialmente doctrinal, basada en los cinco discursos, con las partes narrativas reducidas simplemente a premisas o apéndices o ilustraciones de las enseñanzas de Jesús. Las secciones narrativas, como ya hemos indicado, resultan dinámicamente encadenadas entre sí en una sola secuencia, altamente dramática, que reconstruye la transición desde Israel hasta la Iglesia. Actualmente, el problema es más bien el de aclarar cuál es el sentido que asumen en esta estructura narrativa la pasión y la resurrección. ¿Señalan únicamente la ruptura definitiva con Israel? ¿No añaden nada más para los creyentes que una mayor insistencia en la autoridad de Jesús maestro-legislador-juez y una exigencia más honda de poner en práctica sus "mandamientos" (cf 28,18-20)?

Mirándolo bien, no es así. Después del imperativo de observar sus mandamientos, el resucitado añade: "... Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). Es la fórmula que se repite en el AT cada vez que Yhwh, al confiar una misión arriesgada, quería asegurar también su presencia operante, salvífica. El acento de la conclusión de Mt recae en estas palabras de promesa, que desean infundir confianza. Y su importancia queda confirmada por el hecho de que ya en el principio del libro resonaban ciertas expresiones análogas (1,23: "Le pondrán por nombre Emanuel, que significa `Dios con nosotros "'), formando así una inclusión que abarca toda la obra (H. Frankem6lle, Jahwebund, 7-83). La promesa veterotestamentaria del Dios-con-nosotros, que resonaba en el anuncio del nacimiento de Jesús, encuentra así su realización en la presencia salvífica del resucitado en su Iglesia hasta el fin de los tiempos. Esta misma promesa es la que afloraba ya en el discurso comunitario, dentro de una conexión muy significativa con el poder de perdonar los pecados (18,15-20).

Pero, a su vez, este aspecto salvífico de la resurrección no puede separarse del aspecto salvífico de la cruz. Desde el principio Jesús es anunciado como el que habría de salvar a su pueblo de sus pecados (1,21); y esta salvación se lleva a cabo a través de su muerte, como se proclama durante el viaje a Jerusalén (20,28), y luego en la última cena (26,28), que sirve de premisa a todo el relato de la pasión. El carácter decisivo, escatológico, de la muerte de Jesús se subraya luego con la inserción del episodio de la apertura de los sepulcros (27,51 b-54): el final del viejo mundo y la irrupción del nuevo se cumplen no ya en el momento de la resurrección, sino en el de la muerte de Jesús.

No cabe duda de que, en comparación con el continuo martilleo sobre el "hacer" del hombre, estas indicaciones sobre la acción salvífica de Dios resultan más discretas, apenas perceptibles. Es fácil suponer que Mt, a diferencia de Pablo y en analogía con Sant 2,14-26, tenía que contraponerse no a los que exaltaban las obras a costa de la fe, sino a los que exaltaban la fe a costa de las obras. La urgencia de contraponerse a este error no lo llevó, sin embargo, a arrinconar la prioridad de la obra salvífica de Dios; las indicaciones, aunque no numerosas desde un punto de vista cuantitativo, resultan bastante fuertes desde un punto de vista estructural; la enseñanza moral de Jesús no es independiente de lo demás, sino que se inserta en una estructura narrativa profundamente cristológica, que culmina en la pasión y en la resurrección, en correspondencia con el "indicativo" salvífico que proclama Pablo. Aunque Mt no presenta, como Pablo, la temática de la impotencia de la ley para sanar al hombre de su pecaminosidad, sin embargo también él distingue en el AT dos elementos: no solamente la ley, sino también los profetas, las promesas de salvación; pues bien, tanto la ley como las promesas de salvación encuentran su cumplimiento en Jesús. Es ésta la perspectiva de fondo que le permite contraponerse eficazmente a las desviaciones libertinas, pero sin caer por ello en una posición de tipo judío o farisaico.

Además, la acción salvífica de Dios no sólo se indica con unas afirmaciones explícitas. En una lectura más atenta se percibe que el misterio de la salvación que se ha realizado en la pasión y resurrección de Jesús no es solamente una parte del relato, por muy culminante y decisiva que ésta sea, sino que es el contenido más profundo de toda la narración, ya desde las primeras páginas.

2. LA ACCIÓN SALVÍFICA DE JESÚS EN LA  "TRANSPARENCIA" DE LOS EPISODIOS NARRATIVOS. Todo Mt ha de leerse no únicamente en la dimensión del pasado ni únicamente en la dimensión del presente, sino simultáneamente en ambas dimensiones: como reconstrucción de aquel momento dramático que marcó la manifestación de Jesús a Israel y como presentación de lo que Jesús pide —¡y da!— ahora a su Iglesia.

No sólo en los cinco discursos resuena la voz del Señor, que autorizadamente se dirige a su comunidad y le indica el camino que tiene que seguir ahora. También en las secciones narrativas, particularmente en los milagros, el relato se hace "transparente", es decir, deja vislumbrar la experiencia actual de la Iglesia, totalmente pendiente de la acción salvífica de su Señor. La redacción mateana de los milagros tiende a un máximo de transparencia: caen los detalles tan vivaces de Mc, desaparecen los personajes secundarios, se disipan las circunstancias de tiempo y de lugar, vuelven al anonimato los protagonistas; sólo queda en primer plano el encuentro de salvación, las palabras que el enfermo dirige a Jesús y las que Jesús dirige al enfermo: el encuentro de salvación en la fe, en el que cada uno de los lectores se siente llamado a reconocer su propio encuentro con Cristo, su experiencia actual de salvación.

De esta manera adquiere un valor ejemplar la descripción de los discípulos. Mientras que en Mc se les reprochaba seguir siendo ciegos, en Mt se les reprocha su poca fe. Y es significativo que este tema salga a relucir siempre en situaciones cargadas de alusiones eclesiales: la tempestad calmada (8,26), Pedro que se hunde (14,31), la incapacidad para dar de comer a la gente (16,8) o echar los demonios (17,20). De aquí se deduce toda una eclesiología, toda una visión de la existencia cristiana, en la cual lo que se pide a los discípulos no es solamente que "hagan", sino ante todo que tengan fe: una fe humilde, orante, a través de la cual la debilidad humana puede revestirse de la fuerza misma de Dios.

V. CONCLUSIONES. De todas estas indicaciones, tanto explícitas como alusivas, surge la que podríamos llamar la "otra cara" del Jesús de Mateo. Y con ella, la "otra cara" del reino, de la Iglesia, de Israel, de cada cristiano.

Jesús no es solamente el que pasó un día entre los hombres como maestro-legislador, para reaparecer luego a su debido tiempo como juez, sino que es ante todo el salvador, el que lleva a cumplimiento el AT no sólo como ley, sino como promesa, como esperanza de salvación; el que en su muerte y resurrección nos salva del pecado y, presente en la comunidad reunida en su nombre, nos da también hoy la reconciliación.

El reino no es sólo juicio que nos acecha, sino también misteriosa presencia salvífica ya incipiente, como se subraya además en el discurso en parábolas (c. 13).

La Iglesia, aun en su condición peregrinante y penitente, no vive una situación repetitiva de la situación veterotestamentaria, sino una situación nueva. No es solamente lugar de tensión ética, sino realidad "sacramental", presencia indefectible de la vida y de la salvación, que su Señor no dejará nunca de darle momento a momento, preservándola de la victoria de las potencias enemigas (16,16-20; 18,15-20).

El mismo Israel, a pesar de la aspereza de la contraposición, no aparece eliminado para siempre de la historia de la salvación; también Mt conserva aquella alusión misteriosa: "... Os digo que ya no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (23,39).

El cristiano, finalmente, no es el que se salva por sí solo a través de sus buenas obras, sino el que en Jesús ha experimentado el perdón gratuito e inesperado, y precisamente por eso llega a encontrarse con un compromiso más radical con los hermanos (cf 18,21-35).

Así pues, no es posible reducir a Mt a una simple colección de enseñanzas y de normas, como la Regla de Qumrán o la Didajé. La analogía con el / Pentateuco, en la que han hecho pensar los cinco discursos, podría ser válida sólo con la condición de subrayar que los cinco libros de Moisés, a su vez, son esencialmente narración, historia de la intervención salvífica de Dios para Israel, en la que llegan a insertarse también las secciones legislativas que describen la respuesta humana a la alianza.

En la fusión entre Mc y Q ha prevalecido, pues, Mc. Mt no "rejudaizó" la fe cristiana ni se limitó a conservar tan sólo la enseñanza ética de Jesús, como si no hubiera tenido lugar el giro pascual proclamado por el kerigma. Pero el kerigma, la pascua, remite a su vez al Jesús terreno; la fe en el Kyrios glorioso se realiza en el seguimiento del Jesús terreno, humillado y crucificado, en la obediencia a sus enseñanzas. Para este estrecho entramado de pasado y de presente, de memoria y de proclamación, el título más adecuado sigue siendo el de "evangelio", que la Iglesia le atribuyó sin vacilación alguna desde la antigüedad.

BIBL.: AA.VV., L'évangile de Matthieu (Cahiers bibliques Foi et Vie), en "Foi et Vie" 78 (1979) n. 3; BONNARD P., Evangelio según san Mateo, Cristiandad, Madrid 1976; BORNKAMM G.-BARTH G.-HELD H.J., Überlieferung und Auslegung im Matthdusevangelium, Neukirchener Verlag, Neukirchen 19685; BovER J.M., El Evangelio de san Mateo, CSIC-Balmes, Madrid 1946; BROER I., Freiheit vom Gesetz und Radikalisierung des Gesetzes nach Matthdus, Katholisches Bibelwerk, Stuttgart 1980; DANIELI G., Matteo, Queriniana, Brescia 1980; DIDIER M. (ed.), L'Évangile selon Matthieu. Rédaction et théologie, Duculot, Gembloux 1972; DI PINTO L., Amore e giustizia: il contributo specifico del Vangelo di Malteo, en G. DE GENNARO (ed.), Amore-Giustizia. Analisi semantica dei due termini e delle loro correlazioni nei testi biblici veterotestamentari e neotestamentari, Studio biblico-teologico aquilano, L'Aquila 1980, 327-455; ID, JI giudizio finale su! servizio al fratelli (Mt 25,31-46): punto focale del discorso escatologico, en Maranatha, Dehoniane, Bolonia 1983, 175-199; DUPONT J., L évangile de saint Matthieu: quelques clés de lecture, en "Communautés et liturgies" 1 (1975) 3-40; ID, Le beatitudini II. Gli evangelista, Ed. Paoline, Roma 1977, 319-1049; DURAND A., Evangelio según San Mateo, Paulinas, Madrid 1967; FABRIS R., Matteo, Borla, Roma 1982; FERNÁNDEZ CARVAJAL F., El Evangelio de San Mateo, Madrid 1974; FRANKEMI LLE H., Jahwebund und Kirche Christi. Studien zur Form- und Traditionsgeschichte des "Evangeliums" nach Matthdus, Aschendorff, Münster i. W. 1974; Fusco V., Il "vissuto"della Chiesa in Malteo. Appunti metodologici con esempliftcazione da Mt 7,15-23, en "Asprenas" 27 (1980) 3-26; ID, Gesú, il liberatore, che vive nella sua Chiesa (Mt 8,1-9,34), en "Parole di vita" 20 (1975) 114-126; GOMA CIVIT I., El evangelio según San Mateo, 2 vols., Marova, Madrid 1976; GRUNDMANN W., Das Evangelium nach Matthdus, Evang. Verlagsanstalt, Berlín 19712; KINGSBURY J.D., Matthew: Structure, Christology, Kingdom, Fortres Press, Filadelfia 1975; LAGRANGE M.J., Évangile selon Saint Matthieu, Gabalda, París 19274; LE POITTEVIN P.-CHARPENTIER E., El evangelio según san Mateo, Verbo Divino, Estella 1976; Luz U., Die Jünger im Matthdusevangelium, en "ZNW" 62 (1971) 398-435; MAGGIONI B., El relato de Mateo, Paulinas, Madrid 1982; MARGUERAT D., Lejugement dans l'Évangile de Matthieu, Labor et Fides, Ginebra 1981; METER J.P., The Vision of Matthew. Christ, Church and Morality in the First Gospel, Paulist Press, Nueva York-Ramsey-Toronto 1979; NEIRVNCK F., La redazione matteana e la struttura del primo vangelo, en I. LA POTTERIE (ed.), Da Gesú al vangeli, Cittadella, Asís 1971, 60-96; RADERMAKERS J., Vangelo di Matteo, en E. CHARPENTIER-A. PAuL(eds.), Piccola enciclopedia biblica IX. Vangeli sinottici e Atti degli Apostoli, Borla, Roma 1983, 145-218; ID, Lettura pastorale del Vangelo di Matteo, Dehoniane, Bolonia 1974; RIGAUX B., Testimonianza del Vangelo di Matteo, Gregoriana, Padua, 1969; SABOURIN L., Il Vangelo di Malteo I-I1, Ed. Paoline, Roma 1976-1977; SCHMID J., Evangelio según san Mateo, Herder, Barcelona 1967; SCHNIEWIND J., Il vangelo secondo Matteo, Paideia, Brescia 1977; SCHWEIZER E., Das Evangelium nach Matthdus, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga 1973; ID, Matthdus und seine Gemeinde, Katholisches Bibelwerk, Stuttgart 1974; STANTON G. (ed.), The Interpretation of Matthew, Fortress Press-SPCK, Filadelfia-Londres 1983; STRECKER G., Der Weg der Gerechtigkeit. Untersuchung zur theologie des Matthdus, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga 19712; TRILLING W., El verdadero Israel. La teología de Mateo, Fax, Madrid 1974; ID, Mateo, el Evangelio eclesial, en J. SCHREINER (ed.), Forma y propósito del Nuevo Testamento, Barcelona 1973, 220-235; ID, El evangelio según San Mateo, Herder, Barcelona 1970; ZUMSTEIN J., La condition du croyant dans 1'Évangile selon Matthieu, Universitátsverlag-Vandehoeck & Ruprecht, Friburgo Sv.-Gotinga 1977; ID, Mateo el teólogo, Verbo Divino, Estella 1987.

V. Fusco