IMPOSICIÓN DE MANOS
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SUMARIO: I Simbolismo de la mano. II. Significados de la imposición de manos en el AT: 1. Identificación; 2. Transmisión de poderes: 3. Consagración. III. Significados de la imposición de manos en el NT: 1 Poder taumatúrgico de Jesús y de sus discípulos; 2. Valor litúrgico-sacramental; 3. Transmisión del poder sagrado para el servicio de la comunidad. Conclusión.

 

I. SIMBOLISMO DE LA MANO. En el lenguaje simbólico la "mano" tiene una multiplicidad de significados que hay que definir según el contexto. Pensemos en la fuerza expresiva de la mano de Dios (¡y hasta del dedo de su mano!) en la escena de la creación del hombre, en la Capilla Sixtina, de Miguel Angel: sirve para indicar al mismo tiempo el poder, la vitalidad que se comunica, el movimiento y la armonía. A través del toque del dedo de esa mano explota la vida, que anima al cuerpo inerte del primer hombre. Junto con la "palabra", la mano es uno de los medios más expresivos con que el hombre comunica a los demás sus sentimientos, su voluntad, sus mismos pensamientos; con la mano da cuerpo a sus emociones e intuiciones artísticas.

En el uso bíblico la "mano", referida a Dios, puede expresar su poder: "Israel vio la mano poderosa con que el Señor había obrado contra los egipcios" (Ex 14,31); con su mano Dios creó el cielo y la tierra y dirige su curso (cf Is 48,13). Referida además al hombre, puede ser símbolo del poder humano: por eso la expresión "caer en manos de alguien" quiere decir "caer bajo su poder" (Gén 32,12; Jue 2,14; Jer 27,6-7). Puede significar también el Espíritu de Dios: "Allí mismo el Señor puso su mano sobre mí y me dijo..." (Ez 3,22; cf 1,3; 3,14; 8,1; 33,22; 37,1; 40,1; I Re 18,46; etc.).

Creo que el gesto de "imponer las manos", tan frecuente en la Biblia, deriva su significado y su valor sobre todo de esta doble referencia al poder y al Espíritu de Dios.

Además, es importante señalar que se da una notable continuidad entre el AT y el NT: Jesús, que "impone" las manos para curar a los enfermos, realiza un gesto de poder, como Yhwh cuando libera a Israel de la esclavitud del faraón.

II. SIGNIFICADOS DE LA IMPOSICIÓN DE MANOS EN EL AT. El AT reconoce diversas "imposiciones de manos", con significados diversos.

1. IDENTIFICACIÓN. Hay una imposición de manos que podríamos definir también de identificación --es decir, tendente a expresarse y a reconocerse en otra realidad simbólica—, utilizada sobre todo en la liturgia sacrificial, en la cual, al imponer las manos sobre una víctima, se intentaba, por así decir, cargarla con los propios sentimientos interiores, que podían ser de acción de gracias, de arrepentimiento o de adoración. La expresión más característica de esta especie de "transfert" espiritual se da en el rito complicado del chivo expiatorio, sobre el que, con ocasión de la fiesta de la expiación, el sumo sacerdote, imponiendo sus manos, descargaba los pecados del pueblo, que de este modo quedaba espiritualmente renovado. "(Aarón) pondrá las dos manos sobre su cabeza, confesará sobre él todas las faltas de los israelitas, todas sus transgresiones, todos sus pecados y, una vez cargados sobre la cabeza del macho, lo mandará al desierto por medio de un hombre designado para ello; el macho cabrío llevará sobre sí todas sus iniquidades a tierra desierta. El macho cabrío será abandonado en el desierto" (Lev 16,21-22; cf 1,4; Ex 29,10; etc.) [/ Levítico II].

2. TRANSMISIÓN DE PODERES. La imposición de manos puede tener también un significado de transmisión de poderes, una especie de selección de una persona para una misión especial. Así, es particularmente significativa la elección de Josué como sucesor de Moisés: "El Señor respondió a Moisés: `Toma a Josué, hijo de Nun, sobre quien reside el espíritu, y pon tu mano sobre él. Preséntalo luego al sacerdote Eleazar y a toda la comunidad, y en su presencia le darás órdenes y le transmitirás parte de tu autoridad, para que le preste obediencia toda la comunidad israelita'" (Núm 27,18-20). En Dt 34,9 se recoge este mismo concepto: "Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos. A él obedecieron los israelitas, como lo había ordenado Moisés".

Lo que es interesante advertir en estos dos textos es que la imposición de manos sobre Josué le comunica el "espíritu de sabiduría", y por eso le da autoridad sobre todo el pueblo; no es una mera indicación de la voluntad humana lo que lo pone al frente del pueblo, sino la libre voluntad de Dios, que le confiere también la fuerza interior ("espíritu de sabiduría") para cumplir su no fácil misión.

3. CONSAGRACIÓN. También los levitas eran ofrecidos a Dios para que le perteneciesen como una ofrenda sagrada, mediante la imposición de manos: "Cuando los levitas se hayan acercado ante el Señor, los israelitas pondrán las manos sobre ellos... De esta manera separarás a los levitas de los demás israelitas para que sean míos" (Núm 8,10-14). Más que de conferir un poder, en esta imposición de manos se trata de hacer de ellos una especial consagración a Dios y al servicio religioso.

III. SIGNIFICADOS DE LA IMPOSICIÓN DE MANOS EN EL NT. Signo visible, a través del cual Dios quiere significar el ofrecimiento de sus dones y sobre todo de su Espíritu, el gesto se recoge en el NT para expresar los nuevos dones ofrecidos, por medio de Cristo. a los hombres y a su Iglesia. Más claramente que en el mismo AT aparece que la imposición de manos es un gesto "eficaz", es decir, que realiza lo que de alguna manera significa; en términos teológicos podríamos decir que tiene un valor "sacramental".

1. PODER TAUMATÚRGICO DE JESÚS Y DE SUS DISCÍPULOS. Esto es evidente sobre todo en la actividad taumatúrgica de Jesús. Véase, por ejemplo, la curación de la mujer encorvada desde hacía dieciocho años por efecto de la posesión diabólica: "Jesús, al verla, la llamó y le dijo: `Mujer, quedas libre de tu enfermedad'. Le impuso las manos y, al instante, se enderezó y empezó a alabar a Dios" (Lc 13,12-13). Lo mismo ocurre con la curación del ciego de Betsaida: "Llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le suplicaron que lo tocase. Jesús cogió de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea, le echó saliva en los ojos, le impuso las manos... Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y vio claramente" (Mc 8,22-23.25).

Y no son éstos los únicos casos. San Lucas, en un sumario rápido, nos dice que "a la puesta de sol, todos los que tenían enfermos de cualquier dolencia se los llevaron; Jesús imponía las manos sobre cada uno de ellos y los curaba" (Lc 4,40).

Lo que hizo Jesús con la plena autoridad que le venía de Dios durante su misión en la tierra, seguirá haciéndolo durante la historia de la Iglesia mediante el ministerio de sus discípulos. En efecto, después de darles la orden de anunciar el evangelio a todas las gentes, Jesús continúa: "A los que crean les acompañarán estos prodigios: en mi nombre echarán los demonios..., pondrán sus manos sobre los enfermos y los curarán" (Mc 16,17-18). Está claro que éste no es un poder autónomo, el de los apóstoles, sino participado por ellos del de Cristo resucitado, que está siempre presente entre los suyos: "Ellos se fueron a predicar por todas partes. El Señor cooperaba con ellos y confirmaba su doctrina con los prodigios que los acompañaban" (Mc 16,20). Por eso también Pablo restituye la salud al padre de Publio, gobernador de Malta (He 28,8).

Es interesante el hecho de que, fuera de los enfermos, Jesús impone las manos sólo a los niños: "Entonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y rezase por ellos. Los discípulos los regañaban, pero Jesús dijo: `Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios'. Y después de imponerles las manos, continúo su camino" (Mi 19,13-15; cf Mc 10,13-16). Además de ser un signo de afecto, esta imposición de manos sobre los niños significa una especie de bendición y una indicación de que ellos sobre todo pertenecen a Dios: de aquí la referencia explícita a la oración ("para que rezase por ellos"), que es como una recomendación de estos pequeños a la benevolencia del Padre.

2. VALOR LITÚRGICO-SACRAMENTAL. Más allá del uso amplio de la imposición de manos, documentado especialmente para la actividad taumatúrgica de Jesús y de sus discípulos, la Iglesia primitiva utilizaba este gesto sobre todo en el ambiente litúrgico, bien sea para conferir el Espíritu en los sacramentos del / bautismo y de la / confirmación, bien para crear ministros al servicio de las diversas comunidades [/ Sacerdocio II].

Por lo que se refiere a los sacramentos, hay que recordar dos textos de los Hechos de los Apóstoles.

Después de la predicación de Felipe en Samaria, enviaron de Jerusalén a Pedro y a Juan para verificar el hecho, dado que era la primera vez que se predicaba el evangelio fuera de Judea: "Llegaron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había bajado sobre ninguno de ellos, y sólo habían recibido el bautismo en el nombre de Jesús, el Señor. Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo" (He 8,15-17). Aquello debió ser tan llamativo, que Simón mago se vio inducido a pedir, previa la debida compensación, que le dieran también a él el poder de "imponer las manos" para dar el Espíritu Santo (v. 19). Por todo el contexto es evidente que la imposición de manos está ordenada a la recepción de algún sacramento, que, a nuestro juicio, debería ser la confirmación, dado que el bautismo está ya claramente presupuesto en el texto. Y es igualmente evidente que el poder de "imponer las manos" venía solamente de Dios y que, por eso mismo, no era comerciable.

El otro episodio se refiere a san Pablo, cuando, al llegar a Efeso, se encontró allí con algunos discípulos que habían recibido solamente el bautismo de Juan. Los instruyó, y ellos "al oírlo, se bautizaron en el nombre de Jesús, el Señor. Cuando Pablo les impuso las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar" (He 19,5-6). También aquí estamos en un clima litúrgico, y la imposición de manos va unida a la efusión del Espíritu, que se realiza en el bautismo o, quizá mejor, en el sacramento de la confirmación, que perfecciona al primero y lo ordena sobre todo al testimonio para con los de fuera. En efecto, según el texto, la imposición de manos viene después del bautismo.

También en Heb 6,1-2 el autor recuerda, además de la "doctrina del bautismo", la "imposición de manos", que o precisa mejor al mismo bautismo o remite también a la confirmación. De todas formas, queda en pie el hecho de la importancia que muy pronto asumió la imposición de manos, derivada del AT, en la praxis litúrgica de la primitiva Iglesia.

3. TRANSMISIÓN DEL PODER SAGRADO PARA EL SERVICIO DE LA COMUNIDAD. Con este mismo gesto litúrgico la Iglesia antigua transmitía el "poder sagrado" que habilitaba a sus ministros a realizar determinados servicios en la comunidad con el don del Espíritu que se les confería. De forma que no se trataba de una mera designación externa que constituyese a los sagrados ministros, sino de la irrupción del Espíritu, que propiciaba el rito y la oración.

Es lo que se percibe en la institución de los siete (diáconos), destinados al servicio caritativo de las mesas para las viudas de los helenistas: "Elegid, pues, cuidadosamente entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y sabiduría, y nosotros les encomendaremos este servicio... Los presentaron a los apóstoles, los cuales, después de orar, les impusieron las manos"(He 6,3.6).

También la primera misión de Pablo y de Bernabé se caracteriza por una ceremonia análoga: "Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron" (He 13,3). Más de un comentarista interpreta todo esto como una ceremonia de despedida y de confiarlos a las manos de Dios, más que de una investidura. Pero personalmente creemos que estamos aquí ante un rito litúrgico de verdadera investidura misionera, celebrada por los responsables y representantes de la comunidad.

En las cartas pastorales [/ Timoteo, / Tito] que, entre otros temas, se ocupan de forma especial del tema de la "sucesión" en el ministerio, la imposición de manos se convierte en el rito normal de transmisión de poderes para guiar y santificar a la comunidad. Así, por ejemplo, el autor recuerda en dos ocasiones a Timoteo los deberes derivados de su introducción en el ministerio sagrado: "Por eso te recomiendo que reavives la gracia de Dios, que te fue conferida por la imposición de mis manos. Pues el Señor no nos ha dado espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de prudencia" (2Tim 1,6-7). Y también: "No descuides el carisma que has recibido y que se te confirió en virtud del Espíritu cuando te impusieron las manos los presbíteros de la Iglesia" (ITim 4,14).

Lo que es importante en estos pasajes es el hecho de que la imposición de manos no es sólo un gesto indicativo de una función en la Iglesia, sino que crea en el sujeto ciertas disposiciones interiores destinadas a cumplir determinadas funciones en la Iglesia. Por eso se habla en ambos casos de "don espiritual" (járisma) y de "Espíritu de fortaleza, de amor y de prudencia", que se da en la consagración. El Espíritu va indisolublemente unido al ministerio, como ya hemos visto también en algunos pasajes del AT. El Espíritu y la institución no se oponen, sino que están íntimamente ligados entre sí.

Precisamente por esto, se le pide a Timoteo que sea muy precavido en la elección de los ministros sagrados, para no cargar su conciencia con los pecados de otro: "No impongas a nadie las manos sin haberlo pensado muy bien; no te hagas cómplice de los pecados ajenos. Consérvate honesto" (ITim 5,22). Si es verdad que el "carisma" viene de Dios y que puede conferirlo a quien quiera, también es verdad que hay que ser muy precavido a la hora de confiar los diversos ministerios eclesiales, para no crear dificultades a los creyentes; cuando las dotes humanas y la "gracia" de Dios colaboran entre sí, entonces el ministerio sagrado alcanza la mayor eficacia.

También es importante señalar que, en todos los casos anteriormente recordados, la imposición de las manos para conferir un servicio ministerial la hacen personas cualificadas, aunque no siempre apóstoles, pero nunca por la comunidad en cuanto tal. Hay un principio "jerárquico" que se respeta, aunque la comunidad se ve casi siempre comprometida en ello, como, por ejemplo, en el caso de la elección de los siete diáconos (He 6,3).

CONCLUSIÓN. Pocos signos como el de la imposición de manos tienen un significado tan múltiple y tan adecuado a las cosas que intentan expresar, por lo que ha encontrado a través de los siglos hasta hoy un uso constante en la praxis litúrgica de la Iglesia; pensemos en la importancia que tiene sobre todo en la consagración episcopal y sacerdotal. En cierto sentido es siempre la "manus extenta" de Dios la que hoy sigue haciendo prodigios. De aquí su carácter tan sugestivo y también la necesidad de redescubrir siempre de nuevo su significado.

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S. Cipriani