EVANGELIO
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SUMARIO: I. El evangelio antes de los evangelios: 1. Evangelio y evangelizar: a) La terminología del "evangelio" en el NT, b) "Euanghélion" en el ambiente greco-helenístico, c) "Euanghelízesthai"-"euanghélion" en la Biblia (AT); 2. Jesús evangelizador del reino de Dios: a) Jesús mensajero del reino de Dios, b) Jesús evangelizador de los pobres, c) La espera del mesías evangelizador. II. El evangelio de Jesucristo en la primera Iglesia: 1. El evangelio de Pablo: a) El origen del evangelio de Pablo, b) El contenido y el método del evangelio de Pablo; 2. El evangelio en los Hechos de los Apóstoles: a) Los protagonistas y los destinatarios de la evangelización, b) Contenido y método de la evangelización; 3. El evangelio en los escritos apostólicos. Conclusiones.


I. EL EVANGELIO ANTES DE LOS EVANGELIOS. El término "evangelio" en las lenguas modernas en general es la transcripción literal del original griego euanghélion, adjetivo sustantivado, que significa "buena nueva" o "alegre mensaje". Consta de eu, "bien-bueno", y de ánghelos, "mensajero-anuncio", o del verbo anghéllein, "anunciar". Con el plural "evangelios" en el uso común se designan los cuatro libros del canon cristiano, atribuidos respectivamente a Mateo, Marcos, Lucas y Juan. En cambio, con el término "evangelio" se indica el mensaje religioso y espiritual en general, propuesto en la predicación cristiana, ya sea dentro de las comunidades, ya en la actividad misionera. El uso del término "evangelios" en plural para indicar los libros se remonta al siglo 11 d.C. (Justino, Apología I, 56,3); Ireneo de Lyon emplea la palabra aun en el doble sentido de predicación oral y de texto escrito (Adv. Haer. III, 1,1.8; cf II, 11,7).

En una época como la actual, en la cual en el ámbito de las viejas Iglesias europeas se ha vuelto a hablar de "evangelizar" y de "evangelización" en relación con el fenómeno de progresiva indiferencia o abandono de la práctica religiosa cristiana, es oportuno encontrar las matrices históricas del evangelio. El punto de partida y el único camino que se puede recorrer lo ofrecen los cuatro libros llamados /evangelios y los otros textos recogidos en el canon cristiano, donde se habla muchas veces de "evangelio" y "evangelizar". La investigación se ve estimulada, además de por el renovado interés hacia todo lo que está en el origen como acontecimiento fundante y normativo, por el deseo legítimo de redescubrir las resonancias genuinas del mensaje o anuncio de Jesús, llamado por los autores cristianos "evangelio". Mas aquí se plantean algunos interrogantes suscitados por la investigación moderna. ¿Hasta qué punto /Jesús está en el orinen del evangelio? ¿Qué relación existe entre su actividad y mensaje y los actuales evangelios o escritos cristianos? ¿Cuál es el ambiente cultural y religioso que sirve de fondo a la génesis del evangelio y a la redacción de los evangelios? Estos interrogantes son legítimos también por el simple hecho de que los actuales evangelios, como los otros textos del NT, están escritos en griego y el mismo término euanghélion es una palabra griega. ¿Qué relación hay, pues, entre Jesús y el evangelio?

1. EVANGELIO Y EVANGELIZAR. El primer modo de acercarse a una experiencia humana, en este caso religiosa y espiritual, es el conocimiento de las palabras en las cuales ha sido formulada y consignada. Si es verdad que el término euanghélion es griego, sin embargo en ningún escrito griego del siglo I aparece con más frecuencia que en los escritos cristianos del NT. De esta comprobación arranca el estudio del evangelio también en una perspectiva de teología bíblica.

a) La terminología del "evangelio" en el NT. El sustantivo euanghélion aparece en total en los textos del NT 76 veces. Pero, aparte del hecho cuantitativo, es más interesante considerar el espectro de la distribución de esta terminología en los varios escritos. Sorprende inmediatamente, en un examen del léxico, la preponderancia paulina, con unos 60 empleos, de los cuales casi 50, 49 para ser exactos, en las cartas atribuidas unánimemente a Pablo, mientras que este vocablo está del todo ausente de la carta a los Hebreos.

Inmediatamente después viene el evangelio de /Marcos, donde el término euanghélion aparece siete veces (ocho si se toma en consideración también Mc 16,15, que forma parte del final canónico, pero no marcano). En general, se encuentra en forma absoluta: tó euanghélion, seis veces, o bien está determinado por el genitivo "evangelio de Dios" (Mc 1,14); "evangelio de Jesucristo (Hijo de Dios)" (Mc 1,1). El evangelio es objeto del verbo "anunciar", gr. keryssein, en la forma activa o pasiva (Mc 1,14; 13,10; 14,9; 16,15).

Esta asociación del vocablo "evangelio" con el verbo "anunciar" se acentúa en l Mateo. Las cuatro veces que aparece, euanghélion es siempre objeto del verbo keryssein y está especificado por el genitivo "evangelio del reino" o bien precisado como "este evangelio" (Mt 26,13).

Examinando el vocabulario evangélico del NT llama la atención el hecho de que el término euanghélion esté del todo ausente en el evangelista / Lucas y en / Juan. Pero mientras que en Lucas esa ausencia se ve compensada por su doble empleo en los / Hechos (15,7 y 20,24) y por el recurso masivo del verbo evangelizar, en la tradición juanista, excluido el Apocalipsis, está ausente esta terminología. Pero es cierto que los escritos juanistas reflejan bajo este aspecto la situación de los otros textos  apostólicos: euanghélion se encuentra sólo en l Pe 4,17.

Antes de sacar ninguna conclusión, es oportuno completar el cuadro de la terminología con el examen del verbo de la misma cepa semántica en la forma media euanghelízesthai y en la menos frecuente euanghelízein (Ap 10,7; 14,6). En un primer sondeo de los textos del NT se comprueba la neta preferencia dada al verbo euanghelízesthai en la obra de Lucas, en el evangelio y en los Hechos de los Apóstoles: 35 veces de un total de 53 en el NT; le sigue el epistolario paulino, con 22 empleos totales, de los cuales 18 en las cartas auténticas. Contrasta con este dato la falta absoluta del verbo mencionado en el evangelio de Marcos, y el único empleo de Mt 11,5, en común con la tradición lucana (Lc 7,22). En los otros escritos del NT es irrelevante el uso de este verbo en comparación con su presencia masiva en la tradición de Lucas y de Pablo, pues fuera de la primera carta de Pedro, donde se encuentra tres veces, no aparece en ningún otro texto.

El cuadro de conjunto del vocabulario evangélico no cambia si se toma en consideración el sustantivo euanghelistés, que se emplea sólo en tres textos, para hablar de la función reconocida y estable de algunos misioneros cristianos, como Felipe, en He 21,8, o de los responsables y animadores de las comunidades locales (Ef 4,11; 2Tim 4,5).

Esta investigación sobre la terminología evangélica se puede completar teniendo en cuenta los verbos y sustantivos asociados más o menos directamente con euanghélion y con el verbo euanghelízesthai: el verbo keryssein, anunciar; an/katanghéllein, proclamar; laleín (tón lógon), hablar; didáskein, enseñar, con los respectivos sustantivos didajé, enseñanza, y didaskalía, doctrina; paradidómai, transmitir; homologhein, confesar; martyrein, testimoniar.

El verbo keryssein aparece en total 60 veces en el NT. En el evangelio de Mateo, en los cuatro casos en que aparece, tiene como objeto euanghélion (del reino) o este evangelio. Más frecuente aún es el uso en Marcos, 14 veces; pero sólo en cuatro casos, comprendido Mc 16,15, con contenido evangélico explícito. La obra lucana, evangelio y Hechos, se distingue por la preferencia dada a este vocabulario del anuncio -17 veces en total—, como ocurre en las cartas auténticas de Pablo: 15 veces de 18 en todo el corpus paulino. El objeto del anuncio, cuando se indica, es la mayoría de las veces el Cristo (Jesucristo), tres veces en Hechos y cinco veces en Pablo. Pero no faltan ejemplos en los cuales se hace referencia explícita al evangelio (Gál 2,2; 1Tes 2,9). El sustantivo kérigma, ocho veces en los textos del NT, es en las cartas de Pablo casi un término técnico para indicar el anuncio cristológico o la predicación misionera fundamental(Rom 16,25;1Cor 1,21; 2,4; 15,14).

Algunos compuestos de anghéllein —que aparece sólo dos veces en Juan— se emplean en los contextos de la predicación misionera o del evangelio: ananghéllein, 15 veces en total; cf IPe 1,12; o bien en los contextos de la predicación o instrucción eclesial (He 20,20.27); katanghéllein, que aparece 18 veces en el NT, se emplea en los contextos misioneros (He 4,2; 13,5; 15,36; 17,3.13.23; lCor 2,1). El contenido de esta proclamación es la "palabra de Dios", el "evangelio" (ICor 9,14); "Cristo" (Flp 1,17.18).

También el verbo laleín, que aparece con frecuencia junto con léghein, en el sentido genérico de "hablar-decir" (laleín es típico de los contextos de la comunicación carismática bajo el impulso del Espíritu), se emplea en algunos casos para designar el discurso misionero de anuncio o la proclamación pública. Con este significado aparece a menudo laleín en los Hechos de los Apóstoles en forma absoluta o con el objeto especificado: "decir la palabra del Señor o de Dios" (He 4,31; 8,25; 11,19; 13,46; 16,6.32). También en el estilo de las cartas de Pablo se encuentra este recurso a laleín para designar el discurso misionero cristiano: "decir la palabra de Dios" (Flp 1,14) o "el evangelio de Dios" (1Tes 2,2).

Lo mismo vale para didáskein, muy frecuente en los evangelios para indicar la enseñanza de Jesús, que es empleado por el autor de Hechos en combinación con evangelizar para describir la actividad misionera y de enseñanza pública y privada de los apóstoles y de los demás misioneros cristianos (He 5,21.25.42; 15,35; 18,11; 20,20; 28,31; cf iCor 4,17). Análogamente, el sustantivo didajé se emplea no sólo en relación con la enseñanza o catequesis intraeclesial (He 2,42; Rom 6,17), sino también en algunos casos para designar la predicación o proclamación exterior en los contextos misioneros, poniendo en estos casos el acento en el contenido del mensaje (He 5,28; 13,22: "la doctrina del Señor"). En cambio, el término didaskalía es casi técnico para hablar de la actividad de enseñanza autorizada y reconocida, asociado a la lectura litúrgica de la palabra de Dios y a la exhortación (ITim 4,13.16; 5,17). En efecto, en las cartas pastorales la didaskalía, con el calificativo de sana o buena, designa el mensaje cristiano tradicional y ortodoxo en contraposición a las desviaciones doctrinales de los disidentes (lTim 1,10; 4,6; 2Tim 3,10; Tit 1,9; 2,1). Este aspecto autorizado y tradicional del mensaje cristiano proclamado como evangelio se indica en las cartas paulinas recurriendo al verbo paradidómai, ya solo, ya junto con paralambánein, "transmitir..., recibir" (Rom 6,17; 1Cor 11, 2.23; 15,3).

El anuncio evangélico da origen a una comunidad creyente, en la que sigue resonando en forma de profesión de fe, expresada por el verbo homologheín (Rom 10,9.10; Un 2, 23; 4,15). El mismo verbo es utilizado en la tradición sinóptica en el contexto de la profesión pública de fe en Jesús (Mc 10,32 par; cf Jn 9,22).

En la tradición juanista el vocabulario "evangélico" es sustituido por el de "testimonio", martyrein, en total 75 veces en el NT, de ellas 33 en el cuarto evangelio, 10 en las cartas y cuatro en el Apocalipsis. El sustantivo martyría, 37 veces en el NT, se concentra en los escritos de la escuela juanista: 13 veces en el evangelio, 10 en las cartas y nueve en el Apocalipsis. El sentido específico de testimoniar y testimonio en el contexto del proceso o del debate público asume en algunos contextos juanistas el significado de atestación pública y autorizada de la palabra de Dios revelada en Jesucristo (Jn 19,35; 21,24; Un 1,2; 4,14; Ap 1,2; 22,16). En el Apocalipsis de Juan la martyría va asociada a la palabra, gr. lógos, de Jesucristo, del cual los creyentes dan testimonio incluso a costa de su vida (Ap 1,9; 12,11.17; 20,4). Esta terminología no es del todo desconocida para Pablo, que recurre a ella para indicar el anuncio autorizado del kérygma cristiano (1 Cor 15,15), ni para el autor de los Hechos de los Apóstoles, que la emplea en el mismo sentido (cf He 14,3; 23,11). Dentro de la comunidad creyente el proceso de evangelización se prolonga y se consolida bien por medio de la enseñanza, didajé y didaskalía (cf Gál 6,6: katejein), bien a través de la obra de exhortación, apoyo, sostén y animación que caracteriza al compromiso pastoral de los misioneros fundadores, a saber: Pablo y sus colaboradores itinerantes o residentes. Paraindicar este proceso de resonancia y de refuerzo del evangelio se recurre a una gama amplia de términos, entre los cuales destacan parakaleín, 108 veces en el NT, y paráklesis, 29 veces, siguiéndoles noutheteín, ocho veces, y paramytheín, cuatro veces.

Esta variedad y amplitud de vocabulario que se desarrolla en torno al evangelio permite intuir la densidad y el dinamismo de la experiencia espiritual que el anuncio cristiano pone en movimiento. Una rápida comparación con el ambiente del que los autores cristianos tomaron su lenguaje evangélico puede permitir captar lo específico y original de la experiencia religiosa encerrada en la palabra evangelio.

b) "Euanghélion"en el ambiente greco-helenístico. El término griego euanghélion es conocido ya por los autores clásicos (Homero) y aparece también en los documentos más cercanos a los escritos del NT. Su significado fundamental es el de buena nueva o alegre mensaje, preferentemente de carácter público —victoria militar o deportiva—, pero también privado, como el éxito o la curación. Por asociación con la experiencia gozosa comunicada o proclamada como euanghélion, el término indica antes de nada la recompensa —por lo general en la forma plural euanghélia— al portador de la alegre nueva, o bien los sacrificios ofrecidos a los dioses como agradecimiento o propiciación por recibir el beneficio recién anunciado. La expresión griega euanghélia thyein o epághein se vuelve estereotipada para indicar las fiestas y celebraciones con ocasión de una alegre noticia.

En los textos de la época helenística, con euanghélion y euanghélia se indica la misma buena nueva. Este uso se encuentra en los historiadores griegos, en particular Plutarco, contemporáneo de la redacción de losevangelios cristianos, 42-120 d.C., donde los términos euanghélion/ euanghélia aparecen frecuentemente para designar el anuncio de una victoria o éxito militar (Plutarco, Pompeyo 41,4; Foción 23,6). El mismo significado se encuentra en el historiador judío Flavio Josefo, el cual escribe en griego (Bell. IV, 10,6, § 618; 11,5, § 656).

También un oráculo en el que se anuncian alegres acontecimientos, cualquiera que sea la forma como se haya obtenido, es llamado euanghélion, y da pie al ofrecimiento de sacrificios (Plutarco, Sartorio 11,7-8; cf Flavio Josefo, Bell. III, 10,6, § 503). Se cuenta en la vida de Apolonio de Tiana que este sabio taumaturgo tuvo una visión en Efeso, en la cual anunció la muerte de Domiciano; entonces invita a la multitud a esperar la confirmación del euanghélion de los mensajeros antes de ofrecer a los dioses los sacrificios por la buena noticia (muerte del tirano; Filóstrato, Vit. Ap. VIII, 26-27). De esta área profana, pero ya relacionada con las divinidades, a las cuales se atribuye el suceso y la fortuna, el término euanghélion pasa a designar los acontecimientos relacionados con el culto imperial. La fortuna, salvación y paz de una ciudad o de la ecumene son relacionadas con los acontecimientos que marcan la carrera del emperador: nacimiento, ingreso en la mayoría de edad, aclamación y subida al trono. A este respecto es bien conocida la inscripción del año 9 a.C. (encontrada en Priene, Asia Menor), en la cual se refiere la institución para todas las ciudades de la provincia de Asia del año nuevo, que se hace coincidir con el día del nacimiento de Augusto, 23 de septiembre. El día del nacimiento del divinísimo César se puede considerar como el principio de la vida y de la existencia, porque la divina providencia ha concedido el don de un salvador, portador de paz; "por eso el día natalicio del dios fue para el mundo el principio de las buenas noticias [gr. euanghélion] a él ligadas" (Orientis Graeci Inscriptiones Selectae, por W. Dittenberger, 458; cf R. Penna, L'ambiente storico culturale delle origini cristiane, 157). El lenguaje de este documento, como de otros contemporáneos y sucesivos, refleja la ideología del culto imperial, que, por influjo de Alejandro Magno y sus sucesores, se difundió primero en las ciudades de Oriente y luego en las occidentales del imperio romano.

Evolución análoga sigue el verbo euanghelízesthai, derivado de euánghelos, "buen mensajero-mensaje". El contenido de evangelizar es la victoria y el éxito político, proclamados como salvación y buena fortuna para una ciudad (Plutarco, Pompeyo 66,3) o bien para un destinatario particular. Un acento especial asume el verbo euanghelízesthai en los contextos oraculares, donde equivale a anunciar o prometer un acontecimiento futuro. Merece recordarse un texto de Filóstrato, biógrafo de Apolonio de Tiana, en el que se cuenta la llegada del sabio taumaturgo a Babilonia. El acontecimiento fue anunciado a la corte con el verbo euanghelízesthai por tratarse de la llegada de un hombre considerado de naturaleza "divina", portador de salvación con sus gestos taumatúrgicos y fuente de sabiduría con sus palabras (Filóstrato, Vit. Ap. I, 28).

Por esta indagación en el mundo greco-helenístico se comprueba que la terminología evangélica está relacionada generalmente con acontecimientos de carácter público o en todo caso decisivos para la vida de una persona o comunidad.

El aspecto religioso de este vocabulario está relacionado con la concepción global de la existencia en el mundo antiguo, donde el curso de los acontecimientos se pone en relación con las divinidades. En este marco se inscribe el uso de los términos evangélicos en relación con el culto imperial o con la función de un personaje excepcional.

c) "Euanghelízesthai'-"evangelio"en la Biblia (A T). La versión de la Biblia hebrea en griego, hecha en Alejandría a mediados del siglo nI a.C., representa una mediación cultural de gran importancia, de la cual se valieron los autores cristianos para la composición de sus escritos en griego-koiné. En esta versión alejandrina, llamada de los Setenta, el verbo griego euanghelízesthai aparece al menos una veintena de veces para traducir normalmente el hebreo basser, forma intensiva de basar: "anunciar un alegre mensaje". La forma más frecuente es la del participio mebasser, traducido por euanghelizómenos: "mensajero de alegres noticias". En los libros históricos de la Biblia este vocabulario aparece en contextos profanos, tratándose en la mayoría de los casos de acontecimientos o hechos que marcan un giro crítico, como el anuncio de victoria o de la muerte de un personaje importante: muerte de Saúl (lSam 31,9; 2Sam 1,20; 4,10); muerte de Absalón comunicada a David (2Sam 18, 19.20.27.31); sucesión al trono de David (IRe 1,42). Lo mismo vale para los sustantivos más raros euanghélion/euanghélia, que traduce el término hebreo besorah, "alegre noticia", en siete casos del total. Los términos besorah/euanghélion designan en algunos textos bíblicos, como en el ambiente griego, la recompensa dada o debida por la buena noticia (2Sam 2,10; cf 18,22). En la mayoría de los casos se trata de la buena noticia de carácter público, relacionada con el éxito de una batalla o choque militar (lRe 7,9).

En cambio, este vocabulario se carga de connotaciones religiosas apenas se pasa a los Salmos y a los textos proféticos. Dentro del Sal 68 (67), en el cual se evoca en un canto épico la intervención victoriosa de Dios, es el mismo Señor el que hace el anuncio de la victoria, del cual se hacen eco "los mensajeros de alegres noticias (Sal 68/ 67,12). El contexto de victoria apenas se advierte en el Sal 96,2, donde se repite la invitación a anunciar a todos los pueblos la buena nueva de la salvación, gr. sotérion, y de la gloria de Dios, rey y juez del universo. En esta línea se coloca también el Sal 40,10, donde el fiel que ha experimentado la eficacia de la intervención de Dios proclama su justicia en la gran asamblea.

Este uso de la terminología evangélica en clave religiosa es característico de los textos proféticos, en particular de los que se atribuyen a Isaías. El libro de la consolación se abre con la invitación dirigida al "mensajero de alegres noticias", gr. euanghelizómenos, heb. mebasseret (fem.). El contenido del anuncio gozoso es la venida de Dios como señor y rey victorioso, que conduce a los deportados a la patria, Is 40,9-10. El empleo de estas imágenes con la terminología del "alegre anuncio" llevado por los mensajeros resuena también en Is 52,7: "Llega como la primavera sobre los montes, como los pies del que anuncia un alegre mensaje de paz [gr. euanghelizoménou akoén eirénes], como el que anuncia ciertos mensajes de bien [gr. euanghelizómenos agathá]'. En ambos casos el texto hebreo usa el vocablo mebasser. El contenido de este mensaje gozoso de paz, felicidad y salvación, gr. sotérion, se precisa inmediatamente después con el anuncio dirigido a Sión: "Reina tu Dios". La versión griega ha atenuado la fuerza del original hebreo traduciéndolo con un futuro: "Reinará tu Dios". La densidad del anuncio, que es ya acontecimiento de salvación inaugurada, se reduce a una promesa. A este oráculo de Isaías se refiere también el texto de Is 61,1, donde se presenta la figura del profeta mesiánico capacitado y enviado para llevar la alegre noticia a los miserables, gr. euanghelísasthai, heb. lebasser. El contenido de este alegre mensaje sigue siendo la intervención eficaz del Señor, el cual cambia la situación miserable de su pueblo (Is 61,1-2). En el contexto que celebra a la ciudad de Jerusalén, sobre la cual resplandece la gloria del Señor, se anuncia la peregrinación de los pueblos lejanos que vendrán "proclamando la salvación del Señor": gr. tó sotérion Kyríou euanghelioúntai (Is 60,6). Estas imágenes de esperanza, expresadas con el vocabulario evangélico, se recogen en Joel (3,5/2,32; cf Nah 2,1/1,15) en un contexto de salvación escatológica.

Los textos proféticos mencionados, en particular los de la tradición de Isaías, tienen una importancia particular porque, además de ser empleados e interpretados en la tradición judía antigua en clave mesiánica, son los mismos a los cuales remiten los autores del NT para expresar la novedad del alegre anuncio, el evangelio inaugurado por Jesús de Nazaret.

2. JESÚS EVANGELIZADOR DEL REINO DE Dios. La tradición evangélica común presenta la actividad inaugural de Jesús como proclamación del reino de Dios con una terminología inspirada en el léxico evangélico. "Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios [gr. kerysson tó euanghélion toú Theoú]. Decía: `Se ha cumplido el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio"' (Mc 1,14-15; cf Mt 4,17). Esta terminología evangélica se encuentra también en los sumarios de Mateo, el cual presenta la actividad itinerante de Jesús (Mt 4,23; 9,35; cf Lc 4,43; 8,2). La confrontación entre los textos sinópticos acerca del uso del léxico evangélico, en particular el término euanghélion en Marcos, lleva a la conclusión de que se trata de una ampliación de carácter redaccional realizada por el segundo evangelista. Lo mismo vale para la fraseología de Mateo anunciar el reino, y para el uso de Lucas, que describe la actividad de Jesús mediante el verbo euanghelízesthai.

Por otra parte, sise tiene en cuenta el uso masivo de la terminología evangélica en la Iglesia primitiva, de modo especial en Pablo y en los Hechos de los Apóstoles, se siente uno inclinado a pensar que la tradición primitiva transcribió la actividad de Jesús releyéndola e interpretándola según este modelo lingüístico misionero. Pero, más allá de esta transcripción, nos preguntamos: ¿Cuál es la relación real e histórica entre la acción, la palabra y la persona de Jesús por una parte, y por otra el acontecimiento cristiano presentado como evangelio, alegre noticia, de que dan amplio testimonio todos los textos del NT?

Finalmente se debe observar que, al menos en dos casos, la actividad taumatúrtiga de Jesús y su enseñanza se interpretan en la tradición evangélica con la referencia a los textos de Isaías, en particular Is 61,1 (Mt 11,5; Lc 7,22; cf Lc 4,18-19). Se puede pensar que también en este caso la tradición ha releído la actividad de Jesús según el modelo de la predicación cristiana, que remite a los mismos textos para caracterizar el anuncio del evangelio (Rom 10,15). Pero una vez más permanece abierto el problema acerca del recurso de Jesús a la tradición bíblica, profética e isaiana en particular, para presentar su anuncio del reino de Dios como alegre mensaje y su persona como pregonero e inaugurador de este acontecimiento decisivo en la historia de la revelación de Dios.

a) Jesús mensajero del reino de Dios. El punto de partida lo constituye un hecho indiscutible, sobre el cual concuerdan los textos evangélicos: Jesús inició su actividad pública autónoma, después de la separación de Juan Bautista, anunciando que el reino de Dios se acercaba. Este es el giro decisivo ligado a su persona y a sus gestos, que postulan una respuesta radical por parte de los oyentes. Una confirmación de esta solidez histórica del anuncio programático de Jesús, resumido en la fórmula "el reino de Dios o de los cielos está cerca", viene del hecho de que después de la resurrección no es ya el reino de Dios el contenido del anuncio o kerigma cristiano. Pablo, que apela a la tradición de la primera Iglesia, anuncia a Cristo Jesús, crucificado por nuestros pecados según las Escrituras y resucitado al tercer día según las Escrituras, y constituido y revelado por Dios como su Hijo. Así pues, el anuncio del reino de Dios constituye el elemento característico de la proclamación histórica hecha por Jesús, como lo atestigua la tradición sinóptica común.

Este es también un "alegre anuncio" o mensaje de alegría en favor de los pobres y de los pecadores. Dios se revela como rey justo y misericordioso, que funda la esperanza de salvación y perdón para todos aquellos que lo acogen. Ese aspecto gozoso del anuncio programático de Jesús se condensa en la serie de bienaventuranzas que abren el sermón de la montaña de Mateo y el correspondiente de Lucas (Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Independientemente de los retoques redaccionales realizados por los dos evangelistas, se puede reconocer en ambas ediciones de las l bienaventuranzas una base común que se remonta a una tradición arcaica. Según esta forma de las bienaventuranzas, los pobres son declarados dichosos, felices, porque a ellos pertenece el reino de Dios. A ellos se asocia a los hambrientos, los que lloran y los perseguidos. Este puede ser el núcleo que se remonta al mensaje inaugural de Jesús, proclamador del reino de Dios como acontecimiento decisivo para la suerte de los pobres y de los que son asimilados a ellos. El motivo de esta invitación a la alegría y al júbilo se debe al hecho de que el reino de Dios es para ellos, es decir, Dios como rey justo y misericordioso se ha comprometido en favor de los pobres y miserables para hacerles justicia y realizar la promesa de liberación y salvación.

Una confirmación de este anuncio inaugural del reino de Dios, fuente de gozo para los pobres, la tenemos en la serie de gestos en los cuales se concretiza la actividad pública de Jesús: acogida de los pecadores y excluidos, confianza devuelta a las mujeres, dignidad restituida a los niños, curación y reintegración de los enfermos. A la objeción de quienes se muestran desconcertados por el modo de obrar de Jesús, que comparte la mesa con los pecadores y los publicanos, responde él: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mc 2,17 par). También en las parábolas, que reflejan el estilo característico de Jesús, se advierte este acento gozoso que recorre su misión pública. A la objeción de los representantes del judaísmo ortodoxo y observante, escribas y fariseos, de que acoge a los pecadores y come con ellos, Jesús cuenta la historia del pastor que deja las noventa y nueve ovejas en el desierto y sale a buscar la oveja única perdida; y cuando la ha encontrado se la pone a sus espaldas satisfecho, vuelve a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: "Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida" (Le 15,3-7; cf Mt 18,12-14): Jesús, con su modo de obrar en favor de los pecadores y de los pobres, revela la solicitud de Dios e indica cuál es su corazón: el interés y el gozo de Dios son la salvación de los que tienen necesidad. También en la parábola del festín —comida de gala en Lucas y banquete nupcial en Mateo— se coloca el acento en este aspecto gozoso inaugurado por Jesús con su acción. El momento de la invitación es el giro crítico introducido en la historia con su mensaje del reino de Dios, que es motivo y fundamento de la alegría de los pobres. Pues ellos son los convidados que ocupan el puesto de los primeros, los cuales han rechazado la invitación a participar en el festín (Lc 14,16-24; Mt 22,1-10).

En conclusión, es un rasgo característico de la tradición evangélica común, que ha sido releída e integrada por cada uno de los evangelistas de acuerdo con su propia perspectiva redaccional, la presentación de Jesús como el mensajero del reino de Dios a través de lo que hace y dice. Los gestos y las palabras de Jesús, que interpretan, son el cumplimiento de la promesa salvífica de Dios. Este es el motivo del gozo que anuncia Jesús desde el primer momento de su misión histórica.

b) Jesús evangelizador de los pobres. La proclamación inaugural de Jesús: "Dichosos los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos", que transcribe en otros términos el que es su anuncio programático: "el reino de Dios está cerca", remite a la gran tradición bíblica, atestiguada de modo particular por Isaías. En los dos textos antes citados de Is 52,7 y 61,1-2, la salvación inaugurada por la intervención eficaz de Dios, que instaura su reino o envía al profeta mensajero a cambiar la condición de su pueblo, se formula con el lenguaje de la buena noticia. El mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva de la salvación, el mebasser o euanghelizómenos, es también el profeta consagrado mediante el Espíritu y enviado a "evangelizar a los pobres [lebasser/euanghelísasthai ptojois], a curar a los de corazón oprimido, a anunciar la libertad a los cautivos, a proclamar un año de gracia del Señor". Esta es la buena noticia proclamada a los pobres y a los afligidos, llevada por el profeta o enviado mesiánico. Jesús es el que realiza la función del mensajero de alegres anuncios, el que proclama el reino de Dios como realidad que se ha hecho cercana de modo decisivo a la historia humana. Este es el motivo de la alegría y del júbilo, por lo cual puede él proclamar dichosos a los pobres: a ellos les pertenece el reino de Dios.

Una confirmación de esta conexión entre el mensaje inaugural y alegre de Jesús dirigido a los pobres como evangelio y la tradición conservada en los textos citados de Isaías es la respuesta que Jesús da a los enviados de Juan Bautista (Mt 11,2-6; Lc 7,18-22). Los dos textos evangélicos que citan estas palabras de Jesús se remontan a una tradición común, como en el caso de las bienaventuranzas. A la pregunta de los dos discípulos de Juan, encarcelado: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?", Jesús responde: "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia la buena nueva a los pobres" (Mt 11,4-5). La respuesta de Jesús consiste en la enumeración de cinco obras taumatúrgicas, a las cuales se añade como punto final el anuncio de la buena nueva a los pobres. En realidad, estas breves frases remiten a su vez a los textos proféticos de Isaías; y, de modo más explícito, la declaración final es una cita de Is 61,1. En otros términos, en la actividad de Jesús en favor de los desgraciados, heridos en la carne o impedidos, se cumple la promesa anunciada por Isaías. Ellos son el signo del reino de Dios, del que Jesús se proclama pregonero. Los pobres reciben una buena noticia, y en los gestos realizados por Jesús en su favor —curaciones y liberaciones— tienen ya desde ahora una prenda y garantía de la intervención salvífica de Dios. Una confirmación ulterior de esta línea interpretativa de la figura y actividad de Jesús según la tradición del evangelizador de Isaías es la predicación inaugural de Nazaret, citada por el tercer evangelista (Lc 4,16-22). En este párrafo evangélico Lucas presenta a Jesús, el cual en la sinagoga de Nazaret, en el contexto de una liturgia sabática, cita el texto de Is 61,1, completado con un fragmento de Is 58,6: "Para librar a los que están oprimidos". En el texto lucano se puede reconocer el trabajo redaccional realizado por el tercer evangelista de acuerdo con su perspectiva peculiar. Ello se ve por una confrontación con He 10,34-43, donde se reconoce fácilmente la referencia a la tradición de Is 52,7 y 61,1. En el discurso de Pedro en casa del oficial pagano Cornelio, en Cesarea marítima, la figura de Jesús y su misión se condensan en esta frase: "Dios ha enviado su palabra a los israelitas, evangelizando la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos" (He 10,36). La actividad benéfica de Jesús en favor de todos los que están oprimidos se evoca también con una discreta alusión a Is 61,1: "Dios consagró con Espíritu Santo y poder a Jesús, el cual pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con él" (He 10,38). Pero, a pesar de este montaje redaccional de Lucas, se puede reconocer en el texto programático de Nazaret un eco de la tradición evangélica común, que presenta a Jesús como el que da cumplimiento a la promesa de Dios, esperado como justicia, liberación y misericordia para los pobres y pecadores (cf Mc 1,16; Lc 4,22). En otros términos, Jesús es el mensajero de una buena noticia, por lo cual se lo puede identificar con el profeta del que habla la tradición de Isaías. Esto es así porque en sus gestos se reconoce la realización de la buena noticia de la que él mismo es pregonero (cf J. Dupont, Jésus annonce la bonne nouvelle aux pauvres, en Evangelizare pauperibus. Atti della XXIV Sett. Biblica, Paideia, Brescia 1978, 127-189).

c) La espera del mesías evangelizador. Esta presentación de la figura de Jesús como el mensajero de la "buena noticia" a los pobres mediante la inauguración del reino de Dios con gestos de liberación y salvación, entra en el cuadro de las expectativas mesiánicas atestiguadas por la tradición bíblica y judía antigua. Los textos citados de Isaías, en particular Is 52,7, son referidos en la tradición rabínica a la figura del mesías. Pero es difícil establecer la época de estas tradiciones, que a veces se atribuyen a personajes del siglo i'd.C., como en el caso de R. Joseph, el Galileo, de hacia el año 110 d.C. Una confirmación de la antigüedad de esta tradición sobre el mensajero de buenas noticias referida a la expectativa mesiánica la tenemos en la colección de orientación farisea de los Salmos de Salomón, del siglo i a.C. En el Sal 11,2 se menciona esta invitación, que remite al texto de Is 52,7: "Haced resonar la voz en Jerusalén del que anuncia una buena noticia: `Dios ha tenido compasión de Israel cuando los ha visitado' ".

Ahora es posible documentar la antigüedad de esta tradición contemporánea de la actividad pública de Jesús por el hecho de que en la cueva 11 de Qumrán ha salido a la luz un manuscrito en 13 fragmentos, donde se funden juntos los dos textos de Is 52,7 y 61,1-2, referidos a la figura escatológica de Melquisedec. El autor relee el texto de Lev 25,13 y Dt 15,2 en relación con la ley del jubileo y del año jubilar, interpretándolos según el método exegético de la actualización en relación con la función de Melquisedec. Este misterioso personaje bíblico es presentado en el texto qumránico como el proclamador del jubileo, año del perdón de las deudas y liberación de la esclavitud, y como el liberador: "La interpretación se refiere al fin de los días... Melquisedec que los restituirá a ellos y para ellos apelará a la liberación [hebr. derór], dejándolos libres y expiando sus iniquidades" (11 QMelch 4-6). Algunas líneas más adelante es presentado Melquisedec como el que "vengará los juicios de Dios" —alusión al texto de Is 61,2- y se refiere esta interpretación: "Este es el día de la destrucción, de la cual habló, para el fin de los días, por medio del profeta Isaías, el cual dijo: `Qué graciosos sobre los montes son los pasos del mensajero que proclama la paz...' " El texto subsistente concluye con una identificación de este personaje con el mesías: "La interpretación es... el mensajero es el mesías, aquel del cual dijo Daniel... un mensajero proclama la salvación" (11 QMelch 15-19). En otros términos, según el texto qumránico, Melquisedec es una figura escatológica que unifica la doble expectativa mesiánica de Qumrán, la del mesías sacerdote y del mesías real y político (La doctrina de Qumrán, Cristiandad, 178-179). Así pues, este texto, incluso en su condición precaria, es un indicio precioso de la actualidad de la expectativa mesiánica según la tradición isaiana sobre el pregonero o mensajero de la buena noticia que instaura el reino de Dios como liberación y perdón en favor de los que le esperan. Aunque Jesús no empleó el término besorah/-euanghélion o el verbo bisser/euanghelízesthai, se puede presumir, teniendo en cuenta los datos evangélicos confrontados con la tradición bíblica releída en el ambiente judío contemporáneo, que él de una manera históricamente fiable se presentó como el proclamador del reino de Dios que se acerca; y no sólo eso, sino que inauguró en su persona, gestos y palabras el dominio de Dios en favor de los pobres. Por eso puede comunicar a éstos una buena noticia, dando al mismo tiempo la garantía y la prenda de lo que promete. De este modo se coloca dentro de la promesa bíblica referida por Isaías e interpretada en el ambiente judío antiguo en perspectiva mesiánica.

II. EL EVANGELIO DE JESUCRISTO EN LA PRIMERA IGLESIA. Jesús de Nazaret está en la raíz del evangelio y del proceso de evangelización en cuanto que es el mensajero de la buena noticia del reino de Dios con sus gestos y sus palabras. Sólo así se explica la designación global del acontecimiento cristiano como "evangelio" en los textos del NT.

1. EL EVANGELIO DE PABLO. El amplio uso del vocabulario evangélico en las cartas de / Pablo y de su tradición invita a examinar estos documentos para hacer aflorar la conciencia de los misioneros cristianos en relación con el evangelio, el contenido, e igualmente el método, de evangelización.

a) El origen del evangelio de Pablo. El punto de partida de esta investigación en los textos paulinos puede ser el documento más maduro y sistemático, que es la carta enviada a la comunidad de Roma. En el encabezamiento de esta carta Pablo se presenta con los títulos que caracterizan y cualifican su función en la misión cristiana: "Pablo, siervo de Jesucristo, apóstol por la llamada de Dios, elegido para predicar el evangelio de Dios" (Rom 1,1). La actividad misionera de Pablo arranca de la iniciativa de Dios; él es el enviado autorizado, puesto al servicio del evangelio, apartado para este servicio, como los profetas de la primera alianza, para llevar la buena nueva a los pueblos. La fuente de este evangelio es la acción histórica de Dios. En efecto, el texto paulino declara a continuación: "(evangelio) que él por sus profetas había anunciado antes en las Escrituras santas acerca de su Hijo, nacido de la estirpe de David según la carne, constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santificación por su resurrección de la muerte, Jesucristo, nuestro Señor" (Rom 1,2-4). Por tanto, el evangelio es el cumplimiento de una promesa contenida en los textos proféticos de la primera alianza; y su contenido esencial, resumido en una fórmula de fe, se refiere al "Hijo de Dios", que está dentro de la esperanza mesiánica, pero ha sido revelado y constituido tal mediante la resurrección.

A continuación, en la misma carta, Pablo se presenta como puesto al servicio de este evangelio, que arranca de la iniciativa de Dios, mediante un lenguaje tomado del vocabulario cultual y litúrgico: "Dios, a quien sirvo de todo corazón predicando el evangelio de su Hijo, es testigo..." (Rom 1,9; cf 15,16). Esta conciencia de Pablo, "servidor del evangelio", enviado a los pueblos, como lo atestigua la carta a los Romanos, se transparenta desde los primeros escritos en la forma de llamada o investidura. En la carta enviada a las comunidades de Galacia, Pablo evoca también esta experiencia fundante. En un texto polémico contra los detractores de su legitimidad de apóstol evoca esta investidura para el anuncio del evangelio. El contenido del evangelio de Pablo forma un todo con su autorización para ser apóstol. A los cristianos de Galacia les declara abiertamente que no existe un evangelio diverso del que ha anunciado, que es "el evangelio de Cristo" (Gál 1,6-8). Como confirmación de esta rotunda afirmación refiere en sus rasgos biográficos esenciales el recuerdo de la experiencia inicial que legitima su contenido de anunciador del evangelio de Cristo. En una afirmación de carácter general, Pablo hace coincidir el momento de la investidura con la revelación del contenido esencial de este evangelio: "Hermanos, os aseguro que el evangelio predicado por mí no es un producto humano, pues no lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo" (Gál 1,11-12). Después de mostrar con un intermedio autobiográfico que esta revelación del evangelio de Jesucristo no podía estar preparada ni supuesta por su aprendizaje religioso en el ámbito del judaísmo, en el cual se distinguió por su celo y compromiso en la persecución del movimiento inicial cristiano, Pablo refiere con un estilo inspirado en los relatos de vocación profética la investidura que le legitima para el anuncio autorizado del evangelio: "Pero cuando Dios, que me había elegido desde el vientre de mi madre, me llamó por su gracia y me dio a conocer a su Hijo para que yo lo anunciase (gr. euanghelízomai) entre los paganos, inmediatamente, sin consultar a nadie..." (Gál 1,15-16). En estas frases de Pablo se afirma decididamente la iniciativa gratuita de Dios, que le reveló a él, Pablo, a su Hijo; y esta revelación es lo que constituye también la habilitación necesaria y suficiente para llevar el evangelio a los pueblos sin necesidad de ulteriores autorizaciones.

Esto es lo que Pablo llama su evangelio o la "verdad del evangelio": la salvación se ofrece gratuitamente a todos los pueblos por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios, reconocido y acogido como mediador definitivo y único por medio de la fe. Pablo defiende este contenido esencial del evangelio, que define no sólo su legitimidad apostólica, sino también su método misionero, frente a los que quieren proponer otro evangelio (cf Gál 2,2.5; Rom 2,16; 16,25; 2Cor 4,3). Esta conciencia de Pablo de haber sido constituido por iniciativa de Dios pregonero o anunciador del evangelio de Jesucristo aparece en otras cartas del corpus paulino a partir del texto más antiguo: la carta enviada a la Iglesia de Tesalónica. Pablo escribe a esta joven Iglesia a principios de los años 50, y le muestra que su método de evangelización está inspirado en el contenido del evangelio y condicionado por su investidura, que depende únicamente de la acción soberana y gratuita de Dios: "Nuestra predicación no se basa en el error, en malas intenciones o en ánimo de engañar. Por el contrario, fue Dios el que nos eligió y nos confió su evangelio, y así es como hablamos. No tratamos de agradar a los hombres, sino a Dios, que sondea nuestros corazones" (1Tes 2,3-4). La conciencia apostólica aparece en la fórmula usada por Pablo para indicar el contenido de su predicación misionera, "el evangelio de Dios", que aparece en las cartas auténticas al menos cinco veces.

A este anuncio del evangelio dedica Pablo toda su existencia, llegando a hacer coincidir la causa del evangelio con su mismo destino personal. Anunciar el evangelio de Dios o de Jesucristo es la tarea fundamental de Pablo. Esto se advierte en el texto, recorrido por un fuerte páthos espiritual y enviado desde la cárcel a la querida comunidad de Filipos. Después de la oración de agradecimiento, en la cual, Pablo, en términos afectivos muy cálidos, recuerda a Dios a sus cristianos, cuya activa colaboración en el anuncio del evangelio él ha experimentado, transmite algunas noticias sobre su condición de prisionero o encadenado por el evangelio: "Hermanos, quiero que sepáis que las cosas que me han ocurrido han venido a favorecer el progreso del evangelio, hasta el punto de que en palacio y en todo lugar es notorio que llevo estas cadenas de Cristo; y la mayoría de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, se muestran más intrépidos, anunciando sin temor la palabra de Dios" (Flp 1,12-14). Pablo, encarcelado por causa de Cristo o del evangelio, aunque incierto sobre el resultado del proceso, que puede terminar en la condena a muerte o en la absolución, escribe a sus cristianos que sus asuntos van bien porque la causa del evangelio avanza. La perspectiva evangélica o misionera tiene tal preponderancia en el criterio valorativo de Pablo, que puede pasar por encima de los demás motivos por los cuales algunos se dedican a la evangelización. Es verdad —escribe Pablo en la misma carta— "que algunos predican a Cristo por espíritu de envidia y competencia; pero otros lo hacen con recta intención; éstos, movidos por el amor, sabiendo que estoy puesto para defensa del evangelio; aquéllos, por rivalidad predican a Cristo, creyendo que así hacen más dura mi prisión. Pero, al fin y al cabo, ¿qué importa? De cualquier manera que Cristo sea anunciado, hipócrita o sinceramente, yo me alegro y me alegraré" (Flp 1,15-18). En la comunidad cristiana local en la que Pablo se encuentra en la cárcel, algunos que no comparten su método piensan que pueden aprovecharse de su detención para hacerle la competencia; otros, en cambio, se sienten alentados porque el motivo de su arresto es dado a conocer también en el ambiente pagano. Lo que cuenta, dice Pablo, es que la proclamación de Cristo o del evangelio se lleve a cabo.

Esta actitud espiritual de Pablo, que se considera pregonero del evangelio, aparece frecuentemente en el tenor de sus cartas en la fórmula en la que resume su servicio apostólico: "anunciar, predicar el evangelio" (Rom 1,16; 10,16; 11,28; lCor 4, 15; forma absoluta: tó euanghélion; cf Flp 4,3.15). Todo el esfuerzo misionero de Pablo, ya sea en la primera proclamación de la buena nueva de Jesucristo, ya en el trabajo pastoral para consolidar las jóvenes comunidades en la adhesión de fe, entra en el servicio del evangelio. En resumen, la figura y el mismo papel histórico de Pablo se definen por su servicio al evangelio de Dios o de Jesucristo.

b) El contenido y el método del evangelio de Pablo. En el texto citado de Romanos, el "evangelio de Dios", el que ha sido preparado por Dios en las Escrituras proféticas y revelado a Pablo, está constituido esencialmente en su núcleo central por "Jesucristo, Hijo de Dios", en el cual resplandece la gloria de Dios y al cual Pablo da a conocer a través de su predicación misionera. Este contenido cristológico esencial del evangelio está documentado desde el comienzo de la actividad evangelizadora de Pablo. Se menciona en un texto programático de la primera carta a los Corintios. En el capítulo dedicado a la catequesis sobre la eficacia salvífica de la resurrección de Jesús, puesta en duda o impugnada en el ambiente de la comunidad corintia, Pablo remite al evangelio anunciado en la misión fundadora desarrollada en Corinto a principios de los años cincuenta: "Hermanos, os recuerdo el evangelio que os anuncié, el que aceptasteis, en el que permanecéis firmes y por el que os salvaréis, si lo retenéis tal y como os lo anuncié; pues, de lo contrario, habéis creído en vano" (lCor 15,1-2). Así pues, la condición para experimentar la fuerza salvífica del evangelio es la adhesión íntegra y perseverante a su contenido tradicional consignado por el apóstol fundador. Pablo ha propuesto un evangelio no elaborado personalmente, sino el que él a su vez ha recibido. Inmediatamente Pablo expone un breve resumen del anuncio autorizado tradicional transmitido en la primera evangelización de Corinto, y en el cual se funda la fe de aquella Iglesia: "Os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y que se apareció a Pedro y luego a los doce" (ICor 15,3-5). En esta serie de pequeñas frases se condensa el anuncio tradicional. Pablo antepone la fórmula protocolaria que indica la fuente de la forma del evangelio: "Os transmití en primer lugar lo que recibí..." Este lenguaje, que imita el usado en las academias o escuelas judías, muestra claramente que Pablo hace referencia al contenido esencial del evangelio propuesto a los corintios. Las breves proposiciones, que se siguen en un estilo semitizante, reflejan el ambiente en el cual tuvo lugar la trasposición del kerigma y credo a la lengua griega: comunidad bilingüe de Jerusalén o de Antioquía. El contenido fundamental del evangelio se refiere a Cristo, sujeto de las tres proposiciones: "murió por nuestros pecados..., resucitó al tercer día y se apareció a Pedro..." La muerte de Cristo tiene un valor salvífico sobre el fondo de las promesas de Dios —Escrituras—, y también la / resurrección entra en el plan de Dios. Finalmente, la / revelación de Jesucristo vivo a los testigos cualificados da principio a la cadena de los anunciadores autorizados, entre los cuales se coloca Pablo como último, pero no por eso apóstol menos autorizado del evangelio. Al final, Pablo puede concluir con una frase que recoge el sentido de esta cita del kerigma y credo cristiano primitivo: "Pues bien, tanto ellos como yo, esto es lo que predicamos y lo que habéis creído" (1Cor 15,11). La identidad de anuncio funda también la fe única, condición para participar en la salvación prometida en el evangelio.

A este contenido cristológico del evangelio, que está en la base tanto de la actividad misionera como de la fe de los cristianos, apela Pablo desde el comienzo de la carta dirigida a la comunidad corintia. Ante el riesgo de fraccionamiento intraeclesial, que reduce a Cristo a uno de tantos jefes históricos o misioneros fundadores, Pablo recuerda cuál es el contenido central del kerigma cristiano: la cruz de Cristo y la palabra de la cruz. En contradicción con la doble expectativa religiosa de los paganos, que buscan al Dios sabiduría, y de los judíos, que piden los signos del Dios poder, "nosotros —dice Pablo— predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los paganos"(lCor 1,23). Mas justamente en la impotencia y locura de la cruz se manifiesta Jesús como sabiduría y poder de Dios (lCor 1,24-25). Esto se puede reconocer en la fe, que es la respuesta a la iniciativa libre y gratuita de Dios: la llamada. Por eso Pablo puede gloriarse de no conocer nada más que a Cristo, y éste crucificado (lCor 2,2). Pues es Jesucristo crucificado el que se presenta a los hombres como lugar en el que se encuentra el amor gratuito y salvador de Dios (cf Gál 3,1). Así pues, anunciar o predicar a Cristo define el contenido de la actividad misionera evangelizadora de Pablo y de sus colaboradores (1 Cor 15,12; 2Cor 1,19). El mismo contenido cristológico del evangelio de Pablo y de su entera actividad pastoral se condensa en la fórmula que reaparece en sus cartas: "el evangelio de Cristo", gr. euanghélion toú Christoú (Rom 15,19; ICor 9,12; 2Cor 2,12; 4,4; 10,14; Gál 1,6; Flp 1,27; 1Tes 3,2).

El contenido del evangelio: Jesucristo Hijo de Dios, el crucificado resucitado, establece el método de la actividad misionera de Pablo y el estilo de sus relaciones pastorales con las jóvenes comunidades. Si el evangelio es el anuncio de la cruz, esto no se puede hacer más que con la lógica de la cruz. Por eso Pablo, a los cristianos de Corinto, que se sienten tentados a instrumentalizar la experiencia cristiana en términos de competencia de los varios grupos cristianos, recuerda que en su predicación en Corinto no recurrió a la retórica o filosofía humanas, a fin de no hacer ineficaz la cruz de Cristo (1 Cor 1,17). Recuerda a sus cristianos el método misionero adoptado por él con un estilo de humildad y de entrega total para hacer transparente en su modo de vivir la lógica de la cruz: el poder y la sabiduría de Dios se revelan en la impotencia y locura del crucificado: "Hermanos, cuando llegué a vuestra ciudad, llegué anunciándoos , el misterio de Dios no con alardes de elocuencia o de sabiduría; pues nunca entre vosotros me precié de saber otra cosa que a Jesucristo, y a Jesucristo crucificado. Me presenté entre vosotros débil y temblando de miedo. Y mi palabra y mi predicación no se basaban en la elocuencia persuasiva de la sabiduría, sino en la demostración del poder del Espíritu, para que vuestra fe no se fundase en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios" (ICor 2,1-5).

Además del contenido esencialmente cristológico del evangelio, la metodología misionera de Pablo se inspira en el hecho de su investidura, que proviene de la iniciativa gratuita de Dios. Él se ha hecho apóstol no por libre elección, sino por haber sido llamado por Dios. Esto es lo que le empuja a proponer el evangelio de modo gratuito, sin pedir a sus cristianos la recompensa debida por su servicio. A los cristianos de Corinto les propone su ejemplo de apóstol, que está libre de todos, pero justamente por eso puede compartirla condición de sus destinatarios para anunciar de modo eficaz el evangelio. Pablo no discute el derecho (gr. exousía) a vivir del evangelio, como lo hacen otros misioneros. Este derecho se remonta a la tradición evangélica y está confirmado por el derecho común de todo trabajador a vivir de su actividad. Pero Pablo afirma: "No hemos usado este derecho y lo hemos soportado todo para no poner obstáculo alguno al evangelio de Cristo" (iCor 9,12). Pero existe otro motivo más personal que aduce Pablo en favor de su modo de anunciar gratuitamente el evangelio, no sólo en Corinto, sino desde el principio de la actividad misionera. El ha sido llamado a anunciar el evangelio de aquel Dios que ha entrado decididamente en su vida cambiándola radicalmente. Por eso no es una elección libre su esfuerzo evangélico, sino una necesidad como respuesta a la iniciativa eficaz y misericordiosa de Dios. Por eso Pablo puede escribir a los cristianos de Corinto en estos términos: "Porque si predico el evangelio, no tengo de qué sentir orgullo; es mi obligación hacerlo. Pues ¡ay de mí si no evangelizara! Si hiciera esto por propia voluntad, merecería recompensa; pero si lo hago por mandato, cumplo con una misión que se me ha confiado" (lCor 9,16-17). Ésta es también la raíz de la total libertad de Pablo, que no está condicionado por nada ni por nadie. Justamente en virtud de esta libertad puede ser él el siervo de todos, para proponer el evangelio dentro de las condiciones sociales y culturales humanas. Ésta es también su manera de participar en la salvación prometida en el evangelio: "Libre, de hecho, como estoy de todos, me hago esclavo de todos para ganarlos a todos... Todo lo hago por el evangelio, para participar de sus bienes" (l Cor 9,19.23). Esta elección del anuncio libre y gratuito del evangelio como respuesta a la iniciativa de Dios y de acuerdo con el contenido mismo de la buena nueva la hizo Pablo desde el principio de su actividad misionera, y se atiene a ella como a un punto de honor, a pesar de los equívocos que podía suscitar en sus relaciones con las comunidades (cf 2Cor 11,7-10; F1p 4,11.15; 1Tes 2,6.9).

En las cartas de la tradición paulina se confirman y acentúan la figura y la misión de Pablo evangelizador en sus rasgos ideales y ejemplares. Pablo es definido el diákonos del evangelio, proclamado a toda criatura que vive bajo el cielo (Col 1,23); es el apóstol autorizado del evangelio, que por eso se encuentra entre cadenas y sufre por él (Ef 6,19-20; 2Tim 1,8). El anuncio del evangelio está en la base de la experiencia cristiana y es también el fundamento de la esperanza de salvación (Ef 1,13; Col 1,5). Por eso se lo llama el "evangelio de la salvación", y en el evangelio se comunica la palabra de la verdad. El contenido del evangelio se propone con una fórmula tradicional de tipo catequístico en la segunda carta dirigida a Timoteo: "Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, del linaje de David, según el evangelio que predico" (2Tim 2,8; cf Rom 1,2-4). Pero en estos escritos, que recurren a la figura autorizada de Pablo, el contenido del evangelio tiende a ensancharse, asumiendo una dimensión que coincide con el gran proyecto salvífico de Dios. En el evangelio se revela el "misterio" de Dios prometido en las Escrituras, que por medio de la actividad misionera es anunciado a todos los pueblos. El proyecto salvífico, descubierto en el evangelio, consiste en la participación de los paganos en la herencia prometida al pueblo histórico de Dios. Pablo ha sido constituido servidor de este mensaje salvífico universal (Ef 3,6-7). Pues Cristo, mediante su muerte en la cruz, eliminó el muro de separación que dividía a judíos y paganos, constituyendo en su humanidad crucificada el núcleo del pueblo de Dios unificado. Citando el fragmento de una profesión de fe cristológica, el autor de Efesios presenta a Jesús como el evangelizador sobre el fondo de un texto de Isaías: "Con su venida anunció (gr. euanghelísato) la paz a los que estabais lejos y a los que estaban cerca" (Ef 2,17; cf Is 57,19; 52,7).

En conclusión, se puede decir que toda la problemática cristiana gira en torno al evangelio. Esto es lo que se deduce de todo el epistolario paulino, dominado por la terminología evangélica. El evangelio de Dios o de Jesucristo, Hijo suyo, define la identidad personal de Pablo y su misión, así como su método misionero y pastoral, e igualmente el de sus colaboradores itinerantes o residentes en las comunidades cristianas. El evangelio está en la base de la experiencia cristiana, ya que mediante su anuncio se inicia el proceso de fe, que se prolonga en el itinerario de la formación cristiana. También el estilo de vida de la comunidad cristiana y el fundamento de su esperanza están radicados en el evangelio.

2. EL EVANGELIO EN LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES. Si es verdad que Pablo es el gran evangelizador y que toda su actividad misionera y pastoral está al servicio del evangelio de Jesucristo o de Dios, no hay que descuidar el hecho de que Lucas ha dedicado todo un volumen de su obra a la misión de la Iglesia. Esta atención lucana a la obra de evangelización destaca inmediatamente en la confrontación con el vocabulario evangélico. Después de Pablo es Lucas el autor que más emplea el verbo euanghelízesthai. Por eso es indispensable un examen del escrito lucano para conocer quiénes son los protagonistas y los destinatarios del proceso de evangelización, así como el contenido y el método del anuncio del evangelio en la Iglesia primitiva.

a) Los protagonistas y los destinatarios de la evangelización. Lucas presenta en una visión unitaria y dinámica el proceso que va desde el origen y fundación de la Iglesia hasta su expansión, según el programa trazado por Jesús, con el envío de los discípulos, testigos desde Jerusalén hasta los confines de la tierra mediante la fuerza del Espíritu (cf He 1,8). Para reconocer el papel de los protagonistas en esta obra proyectada y guiada por Jesús resucitado mediante el don del Espíritu, basta tener en cuenta la presencia del término euanghélion en dos puntos estratégicos de la obra lucana: concretamente en el discurso de Pedro en el concilio de Jerusalén (He 15,7) y en el discurso de adiós de Pablo a los presbíteros de Efeso convocados en Mileto (He 20,24). El primer episodio representa el vértice de un proceso de evangelización, en el cual los paganos convertidos son reconocidos como miembros de pleno derecho del pueblo mesiánico. Por eso Pedro apela a su experiencia paradigmática de anuncio evangélico al pagano Cornelio: "Hermanos, vosotros sabéis que hace mucho tiempo Dios me eligió entre vosotros para que los paganos oyesen de mis labios la palabra del evangelio y abrazaran la fe" (He 15,7). Pablo, en su último discurso antes de su "pasión", que comenzará en Jerusalén, traza un cuadro sintético de su actividad misionera y pastoral proponiéndose como modelo de los pastores: "Pero a mí no me preocupa mi vida ni la juzgo estimable, con tal de acabar mi carrera y cumplir el ministerio que he recibido de Jesús, de anunciar la buena nueva, la gracia de Dios" (He 20,24). Pablo es el protagonista que, por la iniciativa eficaz de Dios, lleva a cumplimiento la obra salvífica de Jesús anunciando el evangelio hasta los confines de la tierra, es decir, en la capital del imperio, Roma. A su vez, Pedro, representante de los doce apóstoles, que constituyen el nexo histórico entre Jesús y la Iglesia, es el animador de la misión evangelizadora en Jerusalén y en Judea (cf He 5,42; 8,25).

La misión evangelizadora se dilata gracias a la obra de Pablo y de sus colaboradores. Pablo y Bernabé son presentados como los protagonistas de la primera misión extrapalestinense que llega a las ciudades de la diáspora judía (He 13,1-14,28). Después del concilio de Jerusalén, en el que Pedro, con el consentimiento de Santiago, confirma la metodología misionera de Pablo, este último, junto con Bernabé, baja a Antioquía, donde permanece "enseñando y evangelizando la palabra del Señor en unión de otros muchos" (He 15,35). La nueva campaña misionera, que lleva a Pablo junto con Silas y Timoteo hacia las zonas de Asia, experimenta un giro decisivo en Tróade, donde Pablo tiene la visión de un macedonio que le° suplica: "Pasa a Macedonia y ayúdanos". Inmediatamente después de la visión, observa el autor de los Hechos, "intentamos pasar a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizarlos" (He 16,9-10).

Al lado de estos protagonistas de primer plano hay otras personas que difunden la palabra de modo espontáneo. Entre ellos se distingue el grupo de los cristianos de lengua griega forzados a abandonar la ciudad de Jerusalén después de la persecución que se desencadena con la muerte violenta de Esteban: "Los que tuvieron que salir huyendo fueron por todas partes anunciando la palabra" (He 8,4). En este grupo de prófugos misioneros se distingue Felipe, el cual lleva el evangelio a la zona de Samaría con un notable éxito, prosiguiendo luego a lo largo de la costa mediterránea. En la tradición de los Hechos se le conoce como el evangelista, que acoge en su casa de Cesarea a la comunidad cristiana local, siendo ayudado en esta misión de animador por sus cuatro hijas "profetisas" (He 21,8-9).

Los destinatarios del anuncio evangélico, según el recorrido reconstruido por Lucas, y que corresponde al programa trazado por Jesús resucitado a los apóstoles testigos, son primero los judíos de Palestina, los samaritanos y, luego, los gentiles. La justificación teológica de esta subdivisión de los destinatarios la da Pablo, el cual en la ciudad de Antioquía de Pisidia anunció la palabra del evangelio primero a los judíos de la diáspora. Mas como éstos lo rechazan, entonces Pablo declara: "Pero ya que la rechazáis y, no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos vamos a los paganos. Así nos lo mandó el Señor: `Te he puesto como luz de las gentes, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra"' (He 13,46-47; cf 28,28). El primer anuncio del evangelio a los paganos lo hizo el grupo de prófugos arrojados de Jerusalén, que llegaron a las ciudades de Fenicia y de Siria (He 11,20). El episodio programático de Pedro, que anuncia el evangelio a Cornelio, se convierte en criterio para valorar y confirmar la metodología misionera puesta en práctica por Pablo y Bernabé en su primer viaje misionero.

b) Contenido y método de la evangelización. El anuncio hecho por los varios protagonistas de la misión cristiana concuerda esencialmente, aunque las fórmulas a las que recurre Lucas varían según los contextos. Los discípulos históricos de Jesús en Jerusalén —apóstoles— enseñan y anuncian en el templo y en las casas a Jesucristo (He 5,42); Felipe al eunuco, administrador de Candace de Etiopía, partiendo de la Escritura le anuncia "la buena nueva de Jesús" (He 8,35); los misioneros prófugos que llegan a Antioquía "anuncian al Señor no sólo a los judíos, sino también a los paganos"(He 11,20). Junto a estas fórmulas tradicionales, Lucas recurre a las expresiones más genéricas, como "la palabra de Dios" (He 8,4), o "la palabra del Señor" (He 15,35), o incluso "el discurso sobre el reino de Dios"(He 8,12). Merece destacarse la fórmula empleada por Pablo en el discurso misionero en Antioquía de Pisidia. El contenido cristiano del kerigma se introduce en la parte final de esta fórmula: "Nosotros os anunciamos la buena nueva, la promesa hecha a nuestros padres" (He 13,32).

En otros términos, según la perspectiva lucana existe una continuidad no sólo entre Jesús histórico, muerto y resucitado, y la Iglesia, sino también entre las promesas hechas a Israel y su cumplimiento en Jesucristo y en la Iglesia. Semejante visión histórico-salvífica del contenido del evangelio es evidente en la serie de discursos misioneros que Lucas distribuye en su obra de reconstrucción del nacimiento y expansión de la Iglesia. Tanto en los dicursos pronunciados por Pedro en Jerusalén (He 2,22-36.38-39; 3,12-26) como en el de la casa de Cornelio en Cesarea (He 10,34-43), el esquema de anuncio o predicación cristiana sigue un esquema estereotipado: el anuncio se refiere a Jesús, hombre acreditado por Dios con signos y prodigios, que ha cumplido su misión histórica en Palestina, desde Galilea a Judea, al que los hombres dieron muerte, pero que Dios resucitó; de él dan testimonio los profetas de la primera alianza; de esta manera en la existencia de Jesús llega a su cumplimiento la historia de la salvación prometida a los padres; aquí entronca el llamamiento final a la conversión. El mismo desarrollo esquemático se encuentra en los discursos de Pablo dirigidos a los judíos de la diáspora. En otros términos, existe continuidad en el anuncio del evangelio. La misma palabra, aunque propuesta por diversos protagonistas a los destinatarios judíos o gentiles, resuena con acentos sustancialmente concordes. Al primer anuncio, que suscita la conversión de los oyentes y la aceptación de fe iniciando la experiencia de comunidad, sigue la catequesis de interiorización y apoyo, a la cual se añade la obra de animación y sostén. Esto vale para la Iglesia de Jerusalén (He 2,42), igual que para la joven Iglesia de Antioquía (11,26) y para las fundadas por Pablo en el ambiente extrapalestinense (He 14,21-22; 18,23).

3. EL EVANGELIO EN LOS ESCRITOS APOSTÓLICOS. Fuera de las cartas de Pablo y de los Hechos de los Apóstoles, la terminología evangélica se atenúa hasta casi desaparecer. Los pocos casos de empleo del léxico evangélico se encuentran en los escritos que siguen bajo el influjo paulino. Esto vale para la carta a los Hebreos y la primera carta de Pedro. El escrito enviado a los cristianos que están en crisis de perseverancia, tentados de nostalgias ritualistas y preceptistas —carta a los Hebreos—, propone una lectura actualizante de Sal 95,7-11, estableciendo una comparación entre la generación de los hebreos del éxodo y la comunidad cristiana. Hay afinidad de situación: como los hebreos se encontraron en los confines de la tierra prometida, cumplimiento del éxodo, así los cristianos, que han recibido el primer anuncio del evangelio, han llegado a un giro decisivo de la historia de salvación. Refiriéndose a esta doble situación, muestra el autor por una parte la continuidad y por otra la discontinuidad en la superación profética acaecida con Jesucristo, el cual ha entrado en el descanso definitivo de Dios: "Porque también nosotros, como ellos, hemos recibido la buena nueva" (Heb 4,2). Mas no basta haber escuchado el evangelio para que éste sea salvífico; hay que acogerlo con fe activa y perseverante: "Y como, por una parte, es cierto que algunos deben entrar en él, y, por otra, los primeros que recibieron la buena nueva no entraron a causa de su desobediencia, de nuevo fija Dios un día..." (Heb 4,6). De ahí se sigue la urgencia de acoger la palabra de Dios y de adherirse a ella con fidelidad y constancia; esa palabra ha sido propuesta por el anuncio histórico de Jesús, el Señor, y luego por el de aquellos que escucharon, siendo confirmada por el testimonio de signos y prodigios (Heb 2,1-4). Esta reconstrucción del proceso de evangelización recuerda las etapas expuestas en el prólogo del evangelio de Lucas (Lc 1,1-4). En el comienzo de la experiencia cristiana está el anuncio del evangelio o palabra de Dios, hecho por mediadores históricos, que ponen en contacto con su fuente, Jesús, el Señor, el revelador definitivo en cuanto Hijo (Heb 1,1).

En esta perspectiva se sitúa también la primera carta de Pedro, que anima a los cristianos perseguidos recordándoles su condición de creyentes. El proceso salvífico, inaugurado con el anuncio del evangelio, tiene sus raíces en la historia de la primera I alianza, porque los profetas han testimoniado, bajo el impulso del Espíritu, respecto a los sufrimientos de Cristo, a los cuales debía seguir la gloria: "Dios les hizo saber que lo que ellos anunciaban no era para ellos, sino para vosotros; esto es lo que ahora os anuncian los que predican el evangelio con el poder del Espíritu Santo enviado del cielo..."(1 Pe 1,12). Este anuncio evangélico, que está en la base del proceso de salvación como participación del destino de Jesús, el mesías crucificado, pero exaltado por Dios, comienza por la adhesión de fe y por la experiencia bautismal. Una alusión a este principio y momento básico la hace el autor de la carta para recordar el deber del amor fraterno en la comunidad: "Purificados por la obediencia a la verdad con el fin de llegar a una fraternidad sincera, amaos entrañablemente unos a otros..., como quienes han nacido de nuevo; y no de una semilla corruptible, sino incorruptible, la palabra viva y eterna de Dios... Esta es la palabra que os ha traído el evangelio" (lPe 1,22.23.25). Así pues, la experiencia cristiana se define como adhesión a la /palabra de Dios, eficaz para la vida eterna, que modifica radicalmente la condición de los creyentes, mientras que los impíos, desenmascarados por el juicio final de Dios, son "los que han desobedecido al evangelio" (lPe 4,17). En estas pocas alusiones de la carta de Pedro está presente todo el curso del proceso de evangelización, desde sus raíces proféticas del AT hasta su cumplimiento final.

El texto profético del Apocalipsis, que se sitúa en la tradición juanista, es muy sobrio en el recurso a la terminología evangélica, como se ha observado antes. La preferencia de este texto, como de los restantes de la escuela juanista, es la martyría y el lógos. El evangelio, en sus raras apariciones en Apocalipsis, coincide con el mensaje de Dios, porque es un anuncio salvífico decisivo para la historia, en la cual se desarrolla el conflicto entre las potencias del mal y el dominio de Dios. Este evangelio es llevado por los enviados de Dios para sostener la perseverancia de los creyentes. El evangelio aparece en la visión del ángel, que con rasgos divinos anuncia el juicio de Dios como cumplimiento del "misterio de Dios" anunciado a los profetas, sus siervos (Ap 10,7). Sobre el fondo de esta visión histórico-salvífica se habla del evangelio eterno, es decir, del mensaje de Dios que lleva a cabo la salvación definitiva: "Vi otro ángel que volaba por medio del cielo y tenía una buena nueva eterna que anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo" (Ap 14,6). Es la proclamación del juicio universal de Dios, que entra en la historia humana como fuerza decisiva de salvación.

CONCLUSIONES. Los autores de los escritos que forman el canon cristiano han tomado del léxico griego el término evangelio para transcribir la buena noticia que ha cambiado de modo único y decisivo la suerte de la historia humana: "Jesucristo, el crucificado resucitado por Dios, ha vencido a la muerte y ha extirpado las raíces del pecado". Lo que era el evangelio para el mundo greco-helenístico: la victoria militar o los recuerdos de la carrera imperial, es ahora la proclamación del acontecimiento gozoso de Cristo, fuente de paz y de salvación para todos los hombres. Ésta es la sustancia del anuncio que proclaman los misioneros cristianos al recorrer las ciudades del imperio. Sobre la base de esta buena noticia, acogida con fe, nace la experiencia cristiana en forma de pequeños grupos que se reúnen para escuchar la buena nueva, fuente de su compromiso espiritual y raíz de su nueva esperanza. Pero los misioneros cristianos, y luego los autores de los evangelios, pudieron presentar y designar el acontecimiento de Jesucristo, Señor y salvador universal, como evangelio porque él fue el primero en proponerse como el mensajero de la "alegre nueva" en Palestina, dando la buena noticia del reino de Dios a los pobres, llevando así a su cumplimiento la gran esperanza bíblica de la salvación, prometida por Dios para los últimos tiempos.

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R. Fabris