TENER
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I. «TENER» EN EL ANTIGUO Y EN EL NUEVO TESTAMENTO.

Uno de los temas principales del Antiguo Testamento es cómo ser realmente libres. Esta historia comienza con Abrahán, que debe dejar su país y su clan y marcharse a una tierra desconocida. El segundo héroe es Moisés. En la historia de Moisés y su pueblo, el desierto es el símbolo de la liberación. El desierto es el lugar de los nómadas que sólo requieren lo necesario para vivir. Dios les alimentaba con el maná y cada uno recogía según lo que necesitaba para comer. Aquí se formuló el principio que encontramos en la tradición libertaria, y también en Marx: «A cada cual según sus necesidades». Otro concepto básico en relación a este tema es el Shabbat. Este más que un día de descanso físico tenía como sentido verdadero restablecer una verdadera armonía entre los seres humanos, la naturaleza y Dios. En el sábado no se persigue tener nada, sino sólo el /ser personas en comunión. La visión del Tiempo Mesiánico es otra de las grandes aportaciones del judaísmo a la cultura. Se trata de un tiempo histórico en que la /propiedad no tendrá sentido y las guerras terminarán. Los Profetas renovarán la visión de libertad humana; verse libre de las cosas y protestar contra los ídolos era el objetivo de su enseñanza.

El Nuevo Testamento continúa las protestas del Antiguo Testamento sobre la posesión de riquezas. El Sermón de la Montaña alaba a los /pobres en tanto que Dios es su Padre y su defensor. La renuncia radical a lospropios derechos y el mandamiento del amor a nuestros enemigos, exige la renuncia total al egoísmo. En relación a las cosas, se pide una renuncia radical a las estructuras del tener. La /comunidad más antigua condenaba la acumulación de riquezas (Mt 6,19-21). Este rigorismo ético de rechazar la orientación al tener, también se encuentra en las órdenes monásticas del / judaísmo, como los esenios, así como en todas las órdenes religiosas que ha generado la historia del cristianismo.

También en los Padres de la Iglesia se mantiene esta actitud ante las riquezas. Así san Justino dice: «Nosotros que amábamos la riqueza y las posesiones sobre todas las cosas, hoy día tenemos propiedades comunales y las compartimos con los necesitados». Y la Carta a Diogneto sostiene: «Cualquier país extraño es la patria de los cristianos, y cualquier patria les es extraña». Tertuliano enseñó que el comercio tiene el peligro de la idolatría y san Basilio decía: «Al que se apodera del vestido de otra persona se le llama ladrón; pero el que no viste al pobre y puede hacerlo, ¿no merece el mismo nombre?». Santo Tomás de Aquino enseña que la propiedad privada está justificada cuando es para satisfacer el bienestar de todos. En la tradición oriental, es el budismo clásico quien más insiste en la importancia de renunciar a cualquier deseo de posesión, como camino de liberación del deseo, que encadena al sufrimiento.

II. EL TENER EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO.

La fuente clásica de las ideas del maestro Eckhart (1260-1327) sobre el modo de tener, se encuentra en el sermón del monte. «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos». La pobreza fundamental es la pobreza interior, que define así: «Es un hombre pobre el que no desea nada, ni sabe nada, ni tiene nada». Estar vacíos de conocimientos debe entenderse como no considerar nuestro saber como una posesión; estar lleno de conocimientos pertenece al modo de tener. Eckhart también analiza las relaciones entre el tener y la libertad humana. La verdadera libertad es aquella que se ve libre no sólo de tener cosas, sino también libre del propio egoísmo, como camino para amar y ser productivo. La negación y el vacío de uno mismo será el camino de todos los místicos, para llenarse de la plenitud de Dios, que es en donde se encuentra la verdadera posesión. Para K. Marx el dinero es el dios del alma judía, pero también de la sociedad burguesa. Es un dios universal, como sostiene en su obra La Cuestión judía. Este dios destruye los valores y deshumaniza al hombre, hasta el punto que el hombre se convierte en mercancía, que se compra y se vende por dinero. Es un poder que se ha convertido en dominador del propio hombre. «El ha desposeído de su propio valor al mundo entero, al mundo del hombre lo mismo que a la naturaleza. Para el hombre, el dinero es la esencia alienada de su trabajo y de su ser, y esta extraña esencia domina al hombre y este la adora». El dinero pone como centro el egoísmo en las relaciones sociales humanas y reduce la dimensión comunitaria del hombre. El tener entraría en lo que M. Heidegger llama la existencia inauténtica, que consiste en la disolución de nuestro yo en el se (se dice, se hace). Es un proceso de desarraigo y alejamiento de /sí mismo. Es lo característico del hombre /masa del que nos habla Ortega y Gasset, y cuyas consecuencias se resumen así: «Este proceso de integración y masificación general encuentra su expresión en la vida reglamentada de las grandes urbes, donde el individuo de finales de siglo XX intenta huir de la frustración, entregándose a diversiones y pasatiempos hueros como el deporte, el coche, la televisión o el vídeo, sin hablar de las minorías, cada vez más amplias, que han sucumbido a la tentación maldita de la droga, el juego o la delincuencia. En el fondo, hemos vuelto a la Roma del panem et circenses. Entonces, como ahora, el grito, el aturdimiento o el vicio como salida a la esterilidad ambiente»1.

El pensamiento existencial de G. Marcel quiere seguir la metodología fenomenológica o el análisis de las vivencias inmediatas de la conciencia. Partiendo de este supuesto, sostiene que la forma más clara del tener es el tener posesivo. Este tener es el más externo; pero existe otro tener íntimo y personal, que afecta más a la persona, donde el modo más íntimo de tener es el propio /cuerpo. En el tener como posesión, el hombre tiende a perderse en los objetos. Por su parte, la Escuela crítica de Frankfurt realizó una teoría crítica de la sociedad burguesa, con la pretensión de intentar cambiar las estructuras en que vive. Punto central de su pensamiento será la crítica al racionalismo de la /Ilustración y la sociedad tecnocrática que, en su obsesión por el bienestar y el tener, han producido una reducción de la racionalidad, convirtiendo la razón en razón instrumental, olvidándose de los fines éticos y espirituales. El único criterio existente para la razón formal instrumental es su valor operativo; lo que está más allá de su valor instrumental será considerado superstición. En esta línea podemos citar a Horkheimer, Marcuse, Adorno, Habermas. Desde el /personalismo comunitario, E. Mounier sostiene que la persona es un ser espiritual en donde se centran todos los valores. Su filosofía es una oposición al tener posesivo y al espíritu burgués característico de esta época. Por eso dice: «Llamamos personalista a toda doctrina, a toda civilización que afirma el primado de la persona humana sobre las necesidades materiales y sobre los mecanismos colectivos que sostienen su desarrollo»2. En los estudios de S. Freud sobre el desarrollo de la personalidad en el niño, descubrió que estos, antes de alcanzar la madurez, pasan, entre otras, por una fase, que llamó anal-erótica. Esta etapa a veces continúa en el desarrollo de una persona dando lugar a lo que llamó el carácter anal, que es el carácter propio del avaro y cuyas energías vitales están orientadas al tener posesivo. Freud, con el concepto de carácter anal, estaba haciendo además una crítica a la sociedad /burguesa de su tiempo, que en su afán de poseer, mostraba ser una sociedad neurótica. Para E. Fromm, el modo de existencia del tener se concentra en la posesión material y tiene su raíz en la codicia, en el ansia de ganancias y posesiones. Estas personas centradas en el tener explotan a los otros. Tener lo contrapone al ser (como Marcel), que está centrado en el amor, en el dar, el compartir y sacrificarse por los demás. Todo esto da lugar al carácter productivo. Como dice en su libro Tener o Ser, por encima de las apariencias de una sociedad cristiana, la verdadera religión es la religión industrial y el carácter mercantil, donde tiene lugar «la disolución de los vínculos de la solidaridad humana, debido a la supremacía del propio interés y la rivalidad mutua. Lo sagrado en la religión industrial es el trabajo, la propiedad, el lucro, el poder, aunque fomenta el individualismo y la libertad, dentro de los límites de sus principios generales»3.

Siempre ha sido constante en la Doctrina Social de la Iglesia la crítica y la condena del tener; pero se podría sintetizar esta crítica en las dos encíclicas del papa Juan Pablo II: Laborem exercens y Sollicitudo rei socialis. En la primera, al relacionar el trabajo y la propiedad, dice: «La propiedad nunca se ha entendido por la Iglesia de modo que pueda constituir un motivo de conflicto social en el trabajo. Se adquiere mediante el trabajo y debe servir al trabajo (de modo especial, la propiedad de los medios de producción). Los medios de producción no pueden ser poseídos para poseer. El único título legítimo para su posesión (propiedad pública o propiedad privada) es que sirvan al trabajo y que hagan posible el destino universal de los bienes. No conviene excluir la socialización, en condiciones oportunas, de ciertos medios de producción. Las enseñanzas de la Iglesia sobre la propiedad se apoyan en los conocidos argumentos de santo Tomás. La enseñanza de la Iglesia sobre la propiedad trata de asegurar la primacía del trabajo. Sigue siendo inaceptable la postura del rígido capitalismo (que defiende la propiedad privada de los medios de producción como un dogma inviolable en la vida económica). Este derecho se debe someter a una revisión constructiva, en la teoría y en la práctica»4.

También es digno de citar el texto de la Sollicitudo rei socialis, en lo que dice a la relación tener y ser: «La encíclica del papa Pablo VI señalaba esta diferencia, hoy tan frecuentemente acentuada, entre el tener y el ser; que el Vaticano II había expresado con palabras precisas. Tener objetos y bienes no perfecciona de por sí al sujeto, si no contribuye a la maduración y enriquecimiento de su ser; es decir, a la realización de la vocación humana como tal. Ciertamente, la diferencia entre ser y tener; y el peligro inherente a una mera multiplicación o sustitución de cosas poseídas respecto al valor del ser; no debe transformarse necesariamente en una antinomia.

Una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios, destinados originariamente a todos.

Este es, pues, el cuadro: están aquellos —los pocos que poseen mucho—que no llegan verdaderamente a ser porque, por una inversión de la jerarquía de los valores, se encuentran impedidos por el culto del tener; y están los otros —los muchos que poseen poco—, los cuales no consiguen realizar su vocación humana fundamental, al carecer de los bienes indispensables. El mal no consiste en el tener como tal, sino en el poseer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen. Calidad y jerarquía que derivan de la subordinación de los bienes y de su disponibilidad al ser del hombre y a su verdadera vocación.

Con esto se demuestra que si el desarrollo tiene una necesaria dimensión económica, puesto que debe procurar al mayor número posible de habitantes del mundo la disponibilidad de bienes indispensables para ser, sin embargo no se agota con esta dimensión. En cambio, si se limita a esta, el desarrollo se vuelve contra aquellos mismos a quienes se desea beneficiar»5.

III. TRES FORMAS FUNDAMENTALES DEL MODO DE TENER.

1. En el tener como posesión, la relación con el mundo es de cosificación y de propiedad. Este tener se contrapone al ser; por ser se entiende una relación auténtica, no superficial, con el mundo y con las personas. Este modo de existencia del tener, surge del mal uso de la propiedad privada, considerada como un derecho primario intocable. Lo importante es adquirir propiedades y se trata de un modo de tener que excluye a los otros, transformando a los otros y a las cosas en algo muerto: «En el modo de existencia de tener, una actitud interesada en las propiedades y en las ganancias necesariamente produce el deseo (y desde luego la necesidad) de poder. Para dominar a otros seres humanos necesitamos usar el poder para doblegar su resistencia. Para mantener el dominio sobre la propiedad privada necesitamos el poder para protegerla de los que quisieran quitárnosla, porque ellos, como nosotros, nunca tienen bastante; el deseo de tener propiedades privadas produce el deseo de usar la violencia para robar a otros, de manera abierta u oculta. En el modo de tener, nuestra felicidad depende de nuestra superioridad sobre los demás, de nuestro poder, y en último término, de nuestra capacidad para conquistar, robar y matar. En el modo de ser, la dicha depende de amar, compartir y dar»6.

2. El tener como consumir. La actitud inherente al consumismo es devorar el mundo. El hombre se convierte en un eterno lactante consumista, que siempre se encuentra insatisfecho. Consumir es una forma de tener, y quizá en la actualidad la más importante y con nefastas consecuencias para el hombre. «Otra de las consecuencias del predominio de las masas es la desaparición de los proyectos personales del futuro, que quedan reducidos a los dictados comunes. La masa de consumidores no tiene ya nada más que ganar dinero y gastarlo. Hay tantos productos que la capacidad de deseo del hombre queda colmada por ellos»7. Por su parte E. Fromm nos dice: «En resumen, el hombre moderno tiene muchas cosas y usa muchas cosas, pero es muy poca cosa. Sus sentimientos y sus pensamientos están atrofiados, como músculos sin emplear. Tiene tanto miedo a cualquier cambio social que toda perturbación del equilibrio significa para él caos o muerte: si no la muerte física, la muerte de su identidad»8.

3. El tener existencial se da porque existen algunas cosas que nos resultan imprescindibles para vivir. Así podríamos poner nuestro cuerpo y su cuidado, como el alimento, la vivienda, la educación, los bienes básicos, etc. Las dos primeras formas de tener pertenecen al carácter adquirido del hombre; mientras que el tener existencial es algo innato, que no entra en conflicto con el ser íntimo del hombre. Se trata de un tener puramente funcional frente a una propiedad institucional o posesiva. «La propiedad funcional es una necesidad real y existencial del hombre; mientras que la propiedad institucional satisface una necesidad patológica, condicionada por ciertas circunstancias socioeconómicas. El hombre debe tener un cuerpo, morada, herramientas, armas y vasijas. Estas cosas son necesarias para su existencia biológica. Pero hay otras cosas que necesita para su existencia espiritual, como ornamentos y objetos de decoración; en suma, objetos artísticos y sagrados y los medios para producirlos. Pueden ser propiedad, en el sentido de que el individuo los utilice exclusivamente, pero son propiedad funcional»9.

Tener es un modo fundamental del existir y no el modo básico de situarse ante el mundo. Sólo en Dios coincide el tener con el ser. En el hombre existe siempre la privación y la contingencia. El haber es un sustituto del ser, una aspiración a Dios detenido en lo múltiple de las cosas. «Constatamos que todo el destino de la posesión humana oscila entre dos polos. El de la facilidad: gozar de los placeres del tener, que son los de la persona autónoma, sin querer darse, mediante un enriquecimiento del ser, las condiciones primeras de la posesión del mundo. Ya qu el otro –queda por saber si el hombre puede alcanzarlo por sus solas fuerzas– en que el tener es asíntota del ser, se olvida en el ser; aquel otro en el que yo no poseo, sino porque no he pensado antes en tener, sino en ser, o sea, en amar. El burgués se deja definir de buen grado como propietario: no hace más que querer tener, para evitar ser. Pero los pobres de espíritu poseen el mundo»10.

IV. CONSIDERACIONES FINALES.

La sociedad industrial tiene como centro la propiedad privada, como algo inviolable. El carácter social en esta cultura está en el deseo de adquirir propiedades y aumentarlas. Se hace hincapié unilateral en el consumo material. «En su búsqueda de la verdad científica, el hombre dio con el conocimiento que podía utilizar para dominar la naturaleza y tuvo en esto un éxito formidable. Pero el hincapié unilateral que el hombre puso en la técnica y en el consumo material, hizo que perdiera contacto con él mismo y con la vida. Al perder la fe religiosa y los valores humanistas ligados a ella, se concentró en los valores técnicos y materiales y dejó de tener capacidad de vivir experiencias emocionales profundas, y de sentir la alegría o la tristeza que suelen acompañarlas»11.

Pero el placer mayor del hombre no está en poseer cosas materiales, sino seres vivos. Así, en la sociedad patriarcal, de alguna manera el padre es dueño de la esposa y de los hijos. El desplome del antiguo tipo patriarcal posesivo es sustituido por la propiedad de amigos, salud, viaje, Dios, el propio yo, etc. El liberalismo e individualismo, que en un sentido positivo es liberarse de cadenas, se convierte en sentido negativo en el interés por alcanzar el éxito personal, a veces a cualquier coste, el tener y disfrutar.

Sin embargo, el apego a la propiedad que floreció en el siglo XIX, ha cambiado de signo hoy, pues antes se compraba para conservar, pero hoy se ha fetichizado el insaciable y estéril consumo. Adquirir, tener, usar y desechar, es el nuevo círculo vicioso del consumista; y que ha entrado sobre todo en la sociedad actual, a partir de la década de los sesenta. En la sociedad posmoderna se concibe la felicidad como consumo de objetos. «El punto de referencia absoluta de toda esta estrategia es la felicidad entendida como consumo hedonista. Se trata, pues, de la salvación por los objetos; objetos que procuran la satisfacción de necesidades provocadas artificialmente» 12.

Está claro, entonces, que esta sociedad industrial, a donde nos ha conducido es hacia un nihilismo y materialismo craso, y no a la /liberación en que soñaron muchos ilustrados. «Hegel creía que la historia caminaba hacia la apoteosis del espíritu universal o Weltgeist; hoy vemos que ha conducido a la entronización del materialismo más descarnado. La peste materialista invade el mundo occidental, y con ella, la mentira de la publicidad, el terror del consumo, la regimentación de la existencia, la instrumentalización de las relaciones interhumanas, el culto brutal al éxito, la insolidaridad como norma de conducta, y la guerra hobbiana de todos contra todos como valor supremo.

Siguiendo a Proudhon podríamos decir: "Los dioses se han ido: el hombre no puede hacer más que aburrirse y morir en su egoísmo"»13. En definitiva, el tener y su diosa, la poderosa economía, son valores supremos y fetichizados; quien anda tras las huellas de semejante ídolo debe rendirle tributo a un alto precio: la deshumanización; pues quien sólo desea poseer se encuentra poseído a sí mismo por su posesión. No sin razón, Mounier afirmaba que «sólo poseemos lo que podemos dar; lo que no podemos dar no lo poseemos, sino que nos posee a nosotros». Lo que viene a ser: lo que nosotros tenemos, frecuentemente nos tiene a nosotros.

NOTAS: 1 H. SAÑA, Opresores y oprimidos, Ayuntamiento de Santa Lucía, Gran Canaria 1991, 9. — 2 E. MOUNIER, Manifiesto al servicio del personalismo, Taurus, Madrid 1967, 10. — 3 E. FROMM, ¿Tener o ser?, 142. - 4 Magisterio pontificio contemporáneo II, BAC, Madrid 1992, 848-849. — 5 ID, 918-919. — 6 E. FROMM, o.c., 15. - 7 R. YEPES, Claves del consumismo, Palabra, Madrid 1989, 63. — 8 E. FROMM, Del tener al ser, 124. — 9 ID, 132. — 10 E. MOUNIER, Obras completas I, 507-508. — 11 J. REY TATO, Psicología humanista, Instituto Emmanuel Mounier, Madrid 1992, 23. — 12 AA.VV., En torno a la posmodernidad, Anthropos, Barcelona 1990, 86. — 13 H. SAÑA, o.c., 11.

BIBL.: BELL D., Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza, Madrid 1987; FROMM E., ¿Tener o ser?, FCE, México 1978; ID, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, FCE, Madrid 1985; ID, Del tener al ser, Paidós, Barcelona 1991; HORKHEIMER M., Crítica de la razón instrumental, Buenos Aires 1973; LERSCH P., El hombre en la actualidad, Gredos, Madrid 1982; MARCEL G., Ser y Tener, Caparrós, Madrid 1995; MARX K., Manuscritos: Economía y filosofía, Alianza, Madrid 1970; MOUNIER E., Obras completas I, Sígueme, Salamanca 1992; PLAZA S., El pensamiento religioso de Erich Fromm. Análisis crítico, San Pablo, Madrid 1993; SAÑA H., El capitalismo y el hombre, Cuadernos para el Diálogo, Madrid 1967.

S. Plaza Aguilar