SUBJETIVISMO
Y SUBJETIVIDAD
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I. SUBJETIVISMO.

Casi todas las lenguas modernas europeas poseen el término correspondiente como modificación del latino subjectivismus. En cuanto tal, es un abstracto del adjetivo subjetivo, que, a su vez, hace referencia a sujeto (sub-jectum). Su contenido está en oposición a objetivismo y, correspondientemente, a objetivo y a objeto (objectum). El /hombre es un ente complejo, de estructuras dinámicas endógenas, y que está con respecto a lo demás que él no es como un ser afectado, o capaz de ser afectado reaccionando, en con-secuencia, de este o aquel modo.

Esta sucinta descripción del ser del hombre nos ayudará a comprender qué se entiende por subjetivismo, según los casos. En general, se llama subjetivismo o bien el estudio de las estructuras dinámicas endógenas y sus productos (psicoanálisis en general), o bien la preferencia a considerar las afecciones desde el punto de vista de cómo las cosas nos afectan. Es normal que las cosas nos afecten de muy diversa manera, en dependencia no sólo de las estructuras internas heredadas, sino también en función de estructuras adquiridas por educación u otros factores. Debido a estas estructuras, las cosas nos afectan de muy variadas maneras y en conformidad con el /sujeto concreto que así es afectado. En consecuencia, el subjetivismo indica, generalmente, una valoración preferente al modo cómo las cosas nos afectan, juzgándolas desde este ángulo. Si se fuerza este aspecto subjetivo del modo cómo las cosas nos afectan, podemos caer en un subjetualismo radical, en el sentido que nuestros juicios, valoraciones, etc., son válidos sólo para mí o para un sujeto concreto determinado. Se confunde, pues, en este caso extremo, el mero modo de sentir subjetivo con lo real o lo real se identifica con el mero sentir subjetivo, sin referencia a lo objetivo. En general, toda comprehensión del hombre admite un cierto subjetivismo, ya que lo que se recibe, por hablar en un lenguaje de viejo abolengo, se recibe al modo del recipiente. El subjetivismo adquiere con-notaciones y significados especiales dentro del ámbito de la gnoseología y, correlativamente, en el de la ontología. Desde este punto de vista, hay un subjetivismo radical en todas aquellas filosofías que niegan valor alguno objetivo a nuestros conocimientos. A tal subjetivismo extremo lo podemos calificar de escepticismo y solipsismo. Fue profesado en la antigüedad, al menos como tendencia, por los sofistas y pirronianos. Permanece como tentación permanente en el transcurso del pensar filosófico hasta nuestros tiempos. Muy concretamente, en Nietzsche y Sartre.

Frente a ese subjetivismo, hay que considerar objetivismo al subjetivismo trascendental de Kant, así como al subjetivismo de la conciencia, en la Fenomenología actual. Según Kant, el yo pienso, o apercepción trascendental, es el responsable último de la objetividad y, en este sentido, es el sujeto (lógico-activo) que impone y justifica el carácter objetivo de nuestros conocimientos. Para Husserl, la conciencia trascendental se constituye como punto cero, de donde surgen las intenciones vertidas hacia el objeto, o que intentan decir lo que el objeto es en sí, independientemente de sus condiciones concretas.

Tanto en el subjetivismo trascendental como en el subjetivismo de la conciencia, si bien la /verdad se constituye desde el yo o desde la conciencia, lo real es como él es en sí, independientemente del cognoscente. Existe un subjetivismo, más radical, y que podríamos calificar de idealismo, según el cual, la realidad es producto del espíritu o del entendimiento. El así llamado idealismo alemán va en esta dirección.

A principios de siglo se desarrolló en Francia un subjetivismo, entre psicológico, humanístico y religioso, conocido como movimiento modernista de índole inmanentístico, en el que la verdad, especialmente religiosa, era toda ella humana. Su tendencia era la de eliminar toda trascendencia al sobrenatural cristiano, en vistas a su naturalización. Es una tendencia inherente al subjetivismo de Jung en la materia, y presente también en otros autores.

Desde otro punto de vista, tenemos que designar también como subjetivismo a las corrientes empiristas de filosofía, según las cuales los meros datos empíricos se organizan, después de dados, de acuerdo con leyes puramente mentales. Distinta de este subjetivismo ha de ser considerada la interpretación del hecho científico como esencialmente dependiente del observador, según la interpretación de la así llamada escuela de Copenhague o de Bohr.

Por fin, mencionemos el subjetivismo ético, inscrito y que concierne a la manera de justificar la norma ética de la acción. Según este subjetivismo, la norma del 'bien o 'mal obrar es una norma estrictamente subjetiva. Y aquí, de nuevo, aparece la distinción según que el sujeto esté considerado meramente como sujeto psicológico empírico, sujeto ontológico, pero individualmente caracterizado, o como un sujeto trascendental, de esta o aquella catadura. De una manera particular, se ha asumido este subjetivismo en la así llamada ética de situación.

En lo que antecede no se han descrito todas las modalidades posibles de subjetivismos que pueden darse, ni todos los subjetivismos que se han dado de hecho en la historia del pensamiento. Se han indicado algunos, y pertenecientes a campos diversos, para hacer caer en la cuenta, primero, de que calificar de subjetivismo a un sistema se ha de hacer en concreto; y, segundo, que esta calificación se hará siempre en dependencia de qué criterios se tienen para poder calificar a un sistema en cuestión de ser tal. En casos extremos, calificar un sistema de subjetivismo está justificado. Más difícil es cuando se trate de sistemas intermedios. De todos modos, parece ser el criterio mejor de discernimiento, al dejar valer al objeto que se presente como él es y darle un valor preponderante.

II. SUBJETIVIDAD.

El hombre, en cuanto ente viviente y personal, está constituido endógenamente por estructuras que no sólo lo hacen capaz de recibir, a su modo, impresiones de fuera, sino que está dotado de un dinamismo interno propio de alta calidad. La psicología basada en el método introspectivo, el psicoanálisis y una cierta 'ontología actual del hombre, así nos lo manifiesta. La mística tradicional cristiana había hecho ya de la subjetividad como el lugar preferencial, y hasta único, de las grandes transformaciones realizadas en nosotros por la acción divina sobrenatural.

Estructuralmente visto, tanto en perspectiva estática como dinámica, el hombre aparece como un edificio o sistema cerrado de momentos que soportan y fuerzas dirigidas en función de una clave que le da consistencia y que llamamos /yo o, mejor, /persona.

En la tradición dominada por el objetivismo griego se tendió a una reducción de la subjetividad, en beneficio de una comprehensión de lo objetivo y racional. Con san Agustín, hombre mediterráneo y cristiano a la vez, se introdujo una rica subjetividad patentizada en toda la mística que le sucedió.

En la mística occidental hubo como una doble manera de exegizar esta subjetividad: por una parte, la tendencia de comprender la subjetividad a base de proyección objetiva. Una proyección objetiva que era como una exegización o explicitación de lo subjetivo. Baste recordar, dentro de la mística cristiana, los títulos de las obras de santa Teresa (Las Moradas) o san Juan de la Cruz (Subida del monte Carmelo) para intuir inmediatamente el sentido de la afirmación. Los místicos nórdicos, sin embargo, tienden a comprender más directamente la subjetividad, en cuanto se sumergen inmediatamente en las profundidades del alma, hasta llegar al último reducto o la luz originaria (Funklein o Scintilla) de la misma (Eckhart, etc). El así llamado Idealismo alemán no hace más que prolongar la comprehensión filosófica de esta subjetividad de la mística renana o, más generalmente, nórdica.

De gran importancia para una comprehensión de la subjetividad se avala el psicoanálisis de Freud, si no fuera porque el sistema ha surgido de lo enfermizo y con un cierto tinte de materialismo cientista. No obstante, el psicoanálisis está, en sentido amplio, a la base de las teorías actuales de la subjetividad. La subjetividad indica el modo como yo me siento afectado, o por las tensiones internas que me afectan, o por el modo como me afectan las cosas externas en cuanto afectantes.

El problema de la subjetividad es el problema de su verdad. Su verdad en el sentido de su consistencia objetiva. En última instancia, es el problema de su interpretación interna y el de su interpretación, diríamos, comunal. Desde este punto de vista, todos los autores conceden, sin poderlo justificar unívocamente, que la subjetividad verdadera remite a una comunicación objetiva y verdadera. En nuestro caso, tratan de justificar esta comunión con otras subjetividades mediante las diversas teorías de la comunicación racional (aspecto, más bien, teórico y epistemológico), las teorías de la comunicación 'intersubjetiva y las teorías personales o interpersonales de la comunicación. Las primeras atienden preferentemente al aspecto cognoscitivo, y se desarrollan en un ambiente preferentemente kantiano, puesto que surgen dentro de este ambiente. La así llamada Escuela de Frankfurt ha hecho un esfuerzo enorme para darle sentido (Adorno, Horkheimer, etc., y sus continuadores, Habermas, Apel, etc). También se mueve en este ambiente H. G. Gadamer y otros en dependencia de M. Heidegger. Las segundas y terceras teorías se mueven más bien en un ámbito de filosofía existencialista y de subjetividad donante, personalista, y está representada por autores más o menos aunados en torno a la revista francesa Esprit, emergiendo como autores importantes E. Mounier, G. Marcel, P. Ricoeur y E. Lévinas entre otros, sin descuidar los fenomenólogos alemanes, tales como M. Scheler, P. Wust, M. Buber etc. Según estas últimas interpretaciones, la tendencia general es la de, sin negar el valor estrictamente subjetivo de la subjetividad, hacer consistir la esencia o intimidad de esta en su capacidad de fundar la donación intersubjetiva o interpersonal, o dicho de un modo radical: la subjetividad y la persona se funda y constituye en la relación interpersonal misma.

BIBL.: GÓMEZ CAFFARENA J., Metafísica,fundamental, Cristiandad, Madrid 1983; HARTMANN N., Metafísica del conocimiento, Losada, Buenos Aires 1957; LAÍN ENTRALGO E., Teoría y realidad del otro, Revista de Occidente, Madrid 1961; MILLÁN PUELLES A., La estructura de la subjetividad, Rialp, Madrid 1967; MORENO VILLA M., El Hombre como Persona, Caparrós, Madrid 1995; MOUNIER E., Introducción a los existencialismos, en Obras completas 111, Sígueme, Salamanca 1990; RÁBADE ROMEO S., Estructura del conocer humano, Gregorio del Toro, Madrid 1966; SCHELER M., Realismo e idealismo, Nova, Buenos Aires 1962.

I. G. Manzano