HERMENÉUTICA
DicPC


I. ACTUALIDAD E HISTORIA.

El concepto de «hermenéutica» es relativamente nuevo dentro del pensamiento contemporáneo. Cuando H. G. Gadamer (nacido en 1900) publica en 1960 Verdad y método, no se atreve a ponerle el subtítulo Fundamentos de una hermenéutica filosófica, por temor a que el libro no tuviera éxito en el ámbito de la filosofía académica. Incluso había pensado titularlo Comprender y acontecer, como dos conceptos centrales en el pensamiento del que había sido uno de sus maestros: M. Heidegger. Sin embargo, quince años después de la primera edición, la polémica levantada por el texto, en torno a varios te-mas centrales de la hermenéutica, aconsejó que el libro llevase en el subtítulo el término hermenéutica. Así pues, ha sido en los últimos años del siglo XX cuando la hermenéutica se ha convertido en un concepto filosóficamente importante. Aunque haya razones externas a la propia hermenéutica que han acelerado su éxito (las crisis de la escolástica marxista (/marxismo), de la /filosofía analítica, del /estructuralismo o del /existencialismo), son razones internas las que lo justifican, sobre todo en un tiempo que exige compaginar la radicalidad de una filosofía con vocación universal con la apropiación de las tradiciones culturales.

El término viene del verbo griego hermeneuein y de las funciones asignadas al dios Hermes. A este le corresponde ser el mensajero que pone en comunicación a los dioses y, sobre todo, transmitir la voluntad de estos a los humanos. Esta función mediadora es la que también encontramos en el corpus platónico: en el diálogo Ion 1 a los poetas se les llama hermenes, intérpretes de la voluntad de los dioses e intérpretes de otros rapsodas anteriores. A diferencia del arte de la adivinación, al que acompaña un cierto estado de delirio (mantiké), al arte de la interpretación (hermeneutiké) acompaña una sobriedad que reclama un esclarecimiento de la verdad que se transmite. Su función mediadora está cercana a la del /profeta como anunciador directamente inspirado, pero se amplía también a la mediación humana. En Aristóteles, este es-fuerzo de mediación es el esfuerzo del discurso, de la expresión, de la argumentación, del enunciado (hermeneia). Un esfuerzo que consiste en traducir el pensamiento en palabras; un enunciado cuya exteriorización permite al interlocutor captar lo que la inteligencia quiere transmitir. Esta función mediadora es la que llevó a los intérpretes de Aristóteles a agrupar sus escritos lógico-semánticos con el nombre De interpretatione (Peri Hermeneias). En ellos se estudia el enunciado, esto es, la proposición susceptible de ser verdadera o falsa. Desde entonces, el hermeneuta asegura el logos, interpreta el sentido, se pregunta por la /verdad a la que responde el enunciado y que accede al lenguaje. Sin embargo, en la cultura griega, la hermenéutica no designa únicamente la dimensión sintáctica y semántica del lenguaje; se ocupa de la inteligibilidad en todas sus dimensiones, y por ello incorpora también la pragmática. La hermenéutica estudia también el estilo, en tanto que habilidad para comunicar o transmitir un sentido. En definitiva, se trata de un término con el que nos preguntamos por el proceso de la significación, por el carácter mediador de la inteligibilidad; como expresión o manifestación externa de una palabra interna, como interpretación de un enunciado que no se entiende por sí mismo, como traducción de un /lenguaje extraño al lenguaje familiar.

II. UNA HERMENÉUTICA METÓDICA Y UNIVERSAL.

La interpretación del sentido no es una actividad fácil, sobre todo cuando prolifera el todo está permitido y cuando hay acontecimientos que suponen una ruptura con la tradición. Hacer la exégesis de un sentido transmitido es un trabajo difícil, en el que no vale la espontaneidad; la búsqueda de la verdad transmitida reclama un método exegético, para diferenciar la verdadera de la falsa interpretación. El verdadero sentido de los documentos de la historia, de los textos de los filósofos o de los textos sagrados está mediado por las múltiples interpretaciones que de ellos se han hecho en el tiempo y, sobre todo, por aquellos momentos en los que se produce una ruptura con el canon de interpretación tradicional. Sea porque se trata de la aparición de documentos historio-gráficos inesperados, sea por hechos como la aparición de Jesucristo o la Reforma, se rompe la continuidad de una tradición que es preciso reconstruir. Para ello se precisa un conjunto de reglas de interpretación que actualicen la continuidad del sentido, para que el intérprete no se precipite en el juicio. Para los pensadores del humanismo renacentista la hermenéutica se convierte en el conjunto de reglas sin las que resulta imposible restituir el sentido de los textos (hermenéutica filológica o hermenéutica teológica) y las leyes (hermenéutica jurídica). La necesidad de un conjunto de procedimientos de interpretación científica y metodológicamente correctos, no tenía una finalidad arqueológica, sino práctica. En autores como Erasmo y en proyectos culturales como la Biblia políglota de Alcalá, del Cardenal Cisneros, se pretendía actualizar la piedad cristiana, conociendo en profundidad las fuentes de la tradición: no hay camino a la verdad evangélica sin una hermenéutica metódica. En autores protestantes como Lutero, Flacius o Baumgarten, la oscuridad de las fuentes no se aclara acudiendo a la tradición, sino acudiendo a la exégesis gramatical, y sobre todo, diferenciando la exégesis de la dogmática. Fue así como Schleiermacher acometió la tarea de sistematizar las distintas hermenéuticas particulares (teológica, jurídica, filológica) en una hermenéutica general, como arte del comprender. Desde entonces la hermenéutica unifica términos hasta entonces dispersos, como los de ars interpretandi, sensus scripturae, regulae o clavis. Así, la hermenéutica es la disciplina mediadora que une la pluralidad de gramáticas (diversidad de lenguas) con la universalidad de la crítica (unidad de la razón). Esta sistematización, que resultaba imprescindible desde el punto de vista metodológico (por la dispersión de normas exegéticas), también lo será desde el punto de vista antropológico, para determinar cómo se relacionan la individualidad del intérprete y la universalidad de la comprensión. Para ello, la hermenéutica debe acercarse al quehacer artístico, porque más que una técnica (interpretación gramatical), la correcta interpretación es un arte, no por el que nos introducimos en el alma del autor (psicologización de la hermenéutica, como pensaba Dilthey), sino por el que comprendemos lo expresado en el lenguaje desde el querer decir (interpretación psicológica). Más que una técnica o conjunto de reglas para evitar los malentendidos, la hermenéutica es un saber próximo al arte del /diálogo, porque son dos personas las que entran en contacto: el autor y el lector. Esta es la razón por la que en Schleiermacher la hermenéutica se halla fundada en el suelo de la dialéctica como arte del entendimiento mutuo. El intérprete está constantemente expuesto al error, y por ello sólo puede acceder a la verdad desde el diálogo e intercambio de ideas con el /otro.

III. UNA HERMENÉUTICA FENOMENOLÓGICA.

El paso de la hermenéutica romántica de Schleiermacher a la hermenéutica filosófica de Gadamer, se produce a través de Dilthey y Heidegger. El primero quiere responder a los desafíos del historicismo, acudiendo a un saber de alcance universal que pueda salvaguardar la autonomía de las ciencias humanas y, a su vez, defenderlas de la tutela positivista. Al igual que Kant, él pretendía realizar una crítica de la razón histórica que le permitiera fundar la objetividad del conocimiento que elaboran las ciencias humanas. El punto de apoyo no podía estar en una universalidad ahistórica, sino en una reconstrucción de la vida, realizada desde su protagonista: el /sujeto. Como se fundan en la historicidad del sujeto, las ciencias humanas deben partir de la estructura de los propios hechos de conciencia; por ello sólo una reflexión de orden psicológico es capaz de fundar la objetividad que las ciencias humanas necesitan. A diferencia de una psicología explicativa, que entiende causal y fragmentariamente los hechos de conciencia, una psicología comprensiva debe partir de las vivencias como unidades de sentido en las que se hace presente la vida. En lugar de explicar, la nueva psicología quiere describir la vida psíquica en su estructura originaria, y así comprenderla. Una cosa es explicar la naturaleza y otra muy distinta comprender la vida humana y sus expresiones. La hermenéutica fundada en la psicología comprensiva, debe remontar la exterioridad de las expresiones hacia una interioridad que las ciencias naturales olvidan. La vida es expresión y la tarea de la hermenéutica no es explicar lo exterior, en lo que la experiencia se expresa, sino comprender la interioridad de la que ha nacido; como un proceso de auto-reflexión, como el diálogo interno que acompaña a toda expresión. Comprender no es ni intuir, ni congeniar, ni aplicar un conjunto de reglas; es iniciar un proceso por el que se conoce el interior de una vida, con la ayuda de los signos en los que se expresa. En sus investigaciones sobre la historia de la hermenéutica, Dilthey define la comprensión, la interpretación y la hermenéutica de la forma siguiente: comprensión es el proceso en el que, a partir de manifestaciones exteriorizadas de la vida del espíritu, esta se hace presente al conocimiento. Una interpretación es una comprensión realizada conforme a las reglas del arte, de las manifestaciones de la vida fijadas por escrito. Llamamos hermenéutica a la doctrina del arte de comprender las manifestaciones de la vida fijadas por escrito. Mientras Dilthey había pretendido comprender la historicidad, Heidegger parte de la historicidad del comprender. La hermenéutica se radicaliza filosóficamente porque ya no nos preguntamos por un modo de conocer, por fundamental y básico que sea. Comprender es un modo de existir, el modo de ese ser que existe comprendiendo. La fenomenología se ha transformado en hermenéutica porque ha sustituido una analítica de la conciencia por una analítica de la existencia y del estar en el /mundo; la hermenéutica se ha convertido en una hermenéutica de la facticidad. Comprender ahora no es inteligir sino comportarse, estar a la altura de las circunstancias; es un arte, una capacidad que no es cognitiva o mental, sino práctica y vital; lo que en español llamamos un saber estar. La tarea de la hermenéutica no es resignarse a esta historicidad, sino esclarecerla. Este esclarecimiento recibe el nombre de interpretación y en él se explica la comprensión. Si en la hermenéutica anterior la interpretación era el camino que nos llevaba a la anhelada meta de la comprensión, ahora se invierten los papeles: la interpretación consiste en explicar la situación de la comprensión.

Este retorno reflexivo sobre nuestra propia estructura de anticipación ofrece la posibilidad de conocer nuestras creencias, prejuicios o situaciones de partida. Tarea que exigirá la consideración del círculo hermenéutico, que no ha de entenderse como la búsqueda de una verdad en la cual se está, o como una vulgar petición de principio. El carácter hermenéutico de esta figura lógica reclama el esclarecimiento reflexivo de la situación desde la que ya siempre comprendemos. El círculo exige que el juicio que realizamos no sea arbitrario, es decir, que se conozca el espacio reflexivo desde el que se realiza, con el fin de poner en marcha un verdadero diálogo. Estar abierto al otro o a la cosa conocida presupone esta tarea crítica. Sin esta clarificación previa, la interpretación de nuestra situación podría estar al servicio de conceptos populares y opiniones comunes. La hermenéutica se convierte así en un esfuerzo de crítica para buscar transparencia en la vida de un serque puede saber la posición que ocupa en la existencia. Más que una opción filosófica, la hermenéutica pasa a ser una necesidad de toda reflexión crítica que pretenda ofrecer al /hombre (Dasein) una posibilidad de existir y de hacerse comprensivo para sí mismo. Calificar un juicio, una tarea o una ciencia como hermenéutica es exigir un proceso de interpretación, de reflexión y de auto-aplicación.

IV. LA APORTACIÓN BÁSICA DE GADAMER.

Gadamer reconstruye la historia de la hermenéutica siguiendo de cerca a Heidegger. Menos pretencioso que él, dedica sus investigaciones a sentar las bases filosóficas de las ciencias humanas. Para ello, además de poner en cuestión la radicalidad del moderno concepto de ciencia como seguridad metódica en la verdad, arranca del saber-hacer de la historia, el derecho, la filología, la teología o la filosofía. Lo hace con la finalidad de mostrar que la fundamentación de estos conocimientos no está en la determinación de un punto arquimédico del que hacer depender la bóveda del conocimiento. En general, las ciencias humanas no aplican una verdad descubierta previamente, sino que la verdad acontece en el propio momento de la aplicación. Este hecho será el que contribuya a la recuperación hermenéutica de Aristóteles, no para abanderar un retorno nostálgico a su filosofía, sino para presentar su modelo de razón prudencial como fundamento de todo saber humanístico. Por dos razones muy sencillas. Primera: a diferencia del conceptualismo, el convencionalismo o el positivismo, el saber moral no es una técnica de aplicación de normas ajenas a la situación o experiencia histórica del intérprete. Segunda: la hermenéutica tiene un alcance universal porque el suyo no es un saber técnico que valga para un momento concreto o un área determinada de la vida moral, sino que se trata de un saber que es un saber-ser, un conocerse que es un hacerse y determinarse. Al acogerse al modelo de la filosofía práctica de Aristóteles, los problemas clásicos de la hermenéutica metódica se transforman. La historia y el lenguaje no son preocupaciones metodológicas, sino condiciones de posibilidad de todo conocimiento, en tanto que humano. Además de histórica, la experiencia está lingüísticamente constituida, y por ello los conceptos de prejuicio, tradición, historia efectual y fusión de horizontes no indican únicamente el carácter finito del comprender, sino su estructura dialógico-existencial, es decir, su apertura estructural a un mundo compartido. Comprender no es intuir, congeniar o racionalizar la propia situación, sino estar abierto al otro, sentirse en comunidad con el otro. El hombre comprensivo no juzga desde la desafección y como si se encontrase en una situación externa, sino desde la afectación y la pertenencia a un mundo compartido. De esta forma, la hermenéutica se convierte en el arte de la prudencia y del buen juicio como bases universales, no de una teoría de la compasión, sino de un saber-estar compadeciendo. Estas investigaciones de Gadamer han generado nuevos desarrollos de la hermenéutica. En el ámbito de la fenomenología ha sido sobre todo P. Ricoeur quien ha desarrollado una hermenéutica personalista y narrativa. En el ámbito de la hermenéutica jurídica ha sido E. Betti quien ha sentado las bases de una hermenéutica más técnica y menos prudencial. En el ámbito de la crítica literaria, H. R. Jauss ha desarrollado las implicaciones de la teoría de la experiencia hermenéutica de Gadamer en las narraciones literarias. En el ámbito de la ética filosófica y de la pragmática trascendental ha sido K. O. Apel quien ha revisado algunas tesis centrales de Gadamer y la hermenéutica anterior. En definitiva, la hermenéutica es el nuevo nombre de la filosofía al final de siglo.

NOTAS: 1 PLATÓN, lón, 534a.

BIBL.: APEL K. O., La transformación de la filosofía 1-11, Taurus, Madrid 1986; CONILL J., El crepúsculo de la metafísica, Anthropos, Barcelona 1988; CORETH E., Cuestiones fundamentales de hermenéutica, Herder, Barcelona 1972; DOMINGO MORATALLA A., El arte de poder no tener razón. La hermenéutica dialógica de H. G. Gadamer, Universidad Pontificia Salamanca, Salamanca 1991; ID, Hermenéutica y ciencias sociales, Cuadernos salmantinos de filosofía XVIII (1991) 119-151; ID, La herencia de Gadamer en K. O. Apel: ¿hermenéutica experiencia) o hermenéutica trascendental?, Pensamiento 197 (Madrid 1994) 253-266; GADAMER H. G., Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica 1-11, Sígueme, Salamanca 1977 y 1992; ID, El problema de la conciencia histórica, Tecnos, Madrid 1993; MACEIRAS M.-TREBOLLE J., La hermenéutica contemporánea, Cincel, Madrid 1990; ORTIZ-OSES A., La nueva filosofía hermenéutica, Anthropos, Barcelona 1986; RICOEUR P., Le conflict des interpretations. Essai d'hermeneutique, Seuil, París 1969; ID, Du Texte á 1'action. Essai d'hermeneutigue, Seuil, París 1986.

A. Domingo Moratalla