EDUCACIÓN Y MAGISTERIO
DicPC


Las voces educación y magisterio están íntimamente ligadas y hermanadas por el discurrir histórico de sus significados. De las palabras deben sacarse cosas antiguas y nuevas; lo que de antiguo sacamos nos lo transmiten los hechos que forman parte de eso que llamamos historia.

I. EDUCACIÓN.

Por educación entendemos una influencia decididamente intencionada sobre un ser humano en crecimiento (físico y psicológico), con un propósito: formarlo y desarrollarlo como tal. Atendiendo a la etimología de la palabra educación, proviene fonética y morfológicamente de educare (conducir, guiar, orientar), y semánticamente recoge el concepto de educere (hacer salir, extraer, dar a luz). De la fusión de ambos conceptos lingüísticos, surgen los primeros interrogantes: conducir, ¿hacia dónde?; pero, hacer salir, ¿qué? La educación, que consiste en una acción intencionada, es un hecho personal y comunitario, supuesto que la educación es un elemento esencial y permanente de la vida individual y social, de la realidad y de la ideal¡dad, de la experiencia y del pensamiento. Y lo real y lo ideal conforman lo más íntimamente humano de nuestra existencia.

La historia de la educación no es únicamente un producto del pensamiento y la acción de los educadores, de los maestros y maestras de escuela, sino que está integrada por multitud de factores culturales y sociales, como la situación general histórica concreta de cada pueblo, de cada época y el carácter de la cultura, el peso específico de los medios de comunicación, especialmente de la televisión, etc. También influye la estructura social, la constitución familiar, el sentido de la vida en /familia, los grupos profesionales que predominan y que son valorados o reconocidos en esa comunidad, etc.; y sin olvidar la vida económica.

1. La educación en el pueblo hebreo. El significado de educación, en sentido personalista y comunitario, se encuentra muy ligado a la historia del pueblo hebreo, que aunque no ha tenido una significación política tan grande como Egipto, Grecia o Roma, ha cumplido, en cambio, una misión de la mayor trascendencia histórica, al constituir la base para crear dos religiones: el judaísmo, de carácter nacional, y el cristianismo, de carácter universal. El pueblo hebreo fue orientado y guiado -entre otros- por los profetas. Esto es lo que le ha dado su carácter y permanencia a lo largo de la historia. El hebreo es un pueblo con una gran sensibilidad por la cultura; probablemente entre 1200-586 a.C. (con la destrucción de Jerusalén) comienza el empleo de la escritura y la necesidad de su aprendizaje. El libro del Deuteronomio da como razón suprema para que no haya esclavos entre los judíos, su misma historia: «Acuérdate de que tú también fuiste esclavo» (Dt 15,14-15; 24,21-22). Semejante argumentación histórica encierra un profundo sentido del qué educar, del qué hacer salir de mí hacia el otro y, por ende, una intuición de magisterio. Parece un dato innegable: que el hombre está constitutivamente vinculado a los demás hombres y no meramente entreverado con ellos, como los animales. Así, el hacer salir y el guiar, iría encaminado hacia los demás hombres y mujeres, porque es típico del ser humano el que una parte de eso humano que lo constituye esté (aunque de modos muy diversos) siempre fuera de él, en los demás, en el /"rostro del otro, en el tú. La satisfacción imprescindible de esa necesidad de los demás, podrá contratarla o pagarla o premiarla..., pero lo que no puede es eliminarla sin destruirse a /sí mismo. Educación tiene que ver con construcción del /yo en el otro y del otro en mí. El niño recién nacido aún no puede reclamar con palabras esa necesidad de los demás, pero puede ya exponerla con su llanto o su presencia inerme. Quizá por esto, al contrario que los animales, los hombres nacen llorando. La nota distintiva de la educación en clave personalista y comunitaria sería esta: el hombre no puede dejar de contar sin más con el otro, sin negarse parcialmente a sí mismo. El libro de los Proverbios, que es en realidad un manual de educación moral, contiene una serie de consejos muy significativos, consejos que fueron seguidos e inculcados de generación en generación por el pueblo hebreo: «Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; y adquirir inteligencia vale más que la plata» (Prov 16,16). Es el triunfo del ser sobre el /tener. Es evidente que la significación de la educación hebrea es fundamentalmente religiosa, pero esta significación dotó al pueblo hebreo de una unidad férrea.

2. La educación en Grecia. Frente a este sentido de la educación del pueblo hebreo, estaría la educación griega, progenitora directa del sentido de la educación en los pueblos de occidente. Sócrates, con su mayéutica, ayudaba a sus conciudadanos a dar a luz lo que tenían dentro de sí (e-ducere). Como rasgos distintivos cabría destacar el descubrimiento del valor humano, independiente de cualquier autoridad religiosa o política; el reconocimiento de la /razón autónoma, de la inteligencia crítica; la creación del orden, de la ley, del cosmos; la invención de la vida ciudadana, del /Estado, de la organización política; la creación de la libertad individual y política dentro de la ley y del Estado; la invención de la épica, de la historia, de la literatura dramática, de la /filosofía, de la física y el principio de la competición y selección de los mejores en la vida y la educación. En cualquiera de los períodos helenísticos, el concepto de educación tiene dos rasgos esenciales: «Ser siempre el mejor y distinguirse de los demás», es decir el ideal agonal, que aparece claramente expresado por Néstor en la Ilíada; y el otro rasgo característico sería el de educar a la totalidad del hombre. La educación espartana preveía educar deportiva y musicalmente a los jóvenes, al mismo tiempo que militarmente. El ideal humano lo marca el Estado. Sabemos que en la educación espartana clásica el recién nacido podía llegar a ser sacrificado en caso de no ser robusto. El espíritu de la educación ateniense se puede expresar con la palabra griega kalokagathía, en el cual la educación moral y estética unidas al cultivo del cuerpo y la belleza física predominan sobre lo intelectual y técnico. Aparece un cierto sentido cívico y democrático, por ser patrimonio esta educación de todos los hombres... libres.

3. La educación en Roma. La educación romana, a pesar del estrecho parentesco con el período helénico, se desarrolla, lógicamente, más tarde. Sus principales características serían: a) La importancia de la vida familiar. b) El rol del padre en el ejercicio de la educación. Los hijos acompañaban a sus padres a los tribunales y aun a las sesiones del Senado, iniciándose así en todos los aspectos de la vida civil (como indica Plutarco, en su obra Vidas paralelas). c) La necesidad del estudio individual y psicológico del alumno. d) La acentuación del poder de la voluntad en el estudio, y la valoración de las actitudes realistas frente al ideal griego. e) La creación de las normas jurídicas, del Derecho. Quintiliano fue uno de los más influyentes pedagogos tanto en su tiempo como en épocas posteriores (Renacimiento). Para Quintiliano la educación comienza en el seno familiar, donde debe ponerse gran cuidado en el ambiente que rodea al niño. Quintiliano defiende la escuela, y en sus Instituciones oratorias nos recuerda que «el maestro, diestro encargado del niño, lo primero de todo tantea sus talentos e índole».

4. Edad Media e Ilustración. De la obra de Quintiliano emanaron otros trabajos en el período que podríamos llamar orígenes de la educación cristiana. Ya en este tiempo (330-380) se encuentran escritos, atribuidos a san Basilio, en los cuales se acentúa sobre todo el sentido social de la educación, el sentido de comunidad, la caridad y el auxilio mutuo; el apoyo mutuo que diría posteriormente Kropotkin. Durante la Edad Media el predominio de la educación cristiana alcanza todo su apogeo, pero adquiere obviamente un nuevo carácter debido a los nuevos factores sociales y culturales (la escolástica alcanza su máxima altura y nacen las universidades), el gremialismo de las profesiones e incluso la expansión del germanismo. Los conceptos de educare y de educere tienen un punto de inflexión en el Renacimiento. Este, que comienza en el siglo XV, abre una nueva etapa de la historia de la ,cultura, la de la educación humanista. Si bien es verdad que se trata esencialmente de una educación de minorías, se nos hace necesario recordar que se redescubre la ,persona humana, libre, incluso de los poderes religiosos o políticos. Destaca Juan Luis Vives, cuya aportación al servicio de la educación es muy importante. Piensa Vives que es necesario pasar de los hechos individuales a los grupos, de los particulares a los universales, en clara referencia a los conceptos psicológicos de la educación. Aconseja a los maestros que deliberen con paternal afecto el espíritu de sus alumnos, asignando a cada uno el trabajo para el que parezcan más aptos. Recogiendo todo lo bueno que la pedagogía y la historia de la educación aportó durante los siglos XVII y XVIII (Revolución francesa incluida), aparece Juan Enrique Pestalozzi. Se encuentra una notable frase sobre su tumba: «Salvador de los pobres, predicador del pueblo, fundador de la escuela primaria, educador de la humanidad. Hombre, cristiano, ciudadano, todo para los demás, para sí nada». Como al profeta, al maestro nada le pagan por serlo, bien al contrario, se paga por serlo. Como la voz de los profetas clamando en el desierto al pueblo hebreo, así Pestalozzi entendía el educare: como capacidad humana en la triple actividad de espíritu, corazón y mano, es decir, de la vida intelectual, la vida moral y la vida práctica, las cuales o se cultivan armoniosamente, de un trago, o no sirven para que el otro se eduque. En definitiva, la educación es una acción humana, que cobra su sentido de la intención de mejorar al hombre: «Confío que entre todos/ dejaremos al hombre/ en su lugar./ ¡Al hombre en su lugar!» (Blas de Otero).

5. Educación y persona. El centro de la educación en clave personalista y comunitaria es la /persona, que se distancia del hermetismo propio del individuo. Persona: allí donde suena el eco entero de la humanidad. La persona es un proceso de desvelamiento y construcción del yo en el otro y del otro en mí. La persona es encarnación yo-tú, es moción interrogativa que va cuestionándose los niveles de valorización alcanzados con respecto a sus imágenes anteriores superadas, y con respecto a las que mantiene o puede mantener en el momento de su interrogación. La /dignidad del ser humano le viene del hecho de haber sido creado a imagen de Dios y de estar llamado a la plenitud personal en el reino de los cielos. Pero esta dignidad se basa también en la afirmación decisiva del libre albedrío, concediendo a la voluntad humana un protagonismo desconocido hasta entonces. De este Dios unitario que clama y se acerca, ya en el Antiguo Testamento, a través de personas concretas, de comunidades concretas (los profetas y su pueblo) surge posteriormente el cristianismo, que supuso una ruptura decisiva con el mundo antiguo. Para el concepto de educación desde un prisma personalista y comunitario, al cristianismo hay que reconocerle una importancia decisiva: el centro de la religión cristiana se sitúa en el /amor. Dios es amor: Dios amó a los seres humanos encarnándose. A partir de aquí, el amor es el único precepto central en todo el /cristianismo. Y ese amor debe hacerse extensivo a todos, no sólo a los amigos, como parece que era entendido por la primera comunidad judeocristiana, sino también a los enemigos. Por primera vez en la historia, los más humildes reciben un papel de protagonismo, siendo ellos los protagonistas de la historia, apelando a la igualdad de todos los seres humanos, todos ellos hermanos, pues todos son hijos de un mismo Padre. Padre que se acerca hasta la mismísima persona de Cristo, al que llama abbá (papá). La /caridad se convierte así en el eje de la vida cristiana, y desde ella se articulan las propuestas que denuncian las injusticias sociales. Para el /personalismo, la educación está fundamentalmente enlazada a la actividad humana en su proceso de personalización, por el hecho de que el ser humano no está hecho, sino haciéndose, en continua marcha y aventura, de modo inacabable. La educación es un elemento nuevo que sólo al hombre concierne, que desde su primitivo andar le debe ir acompañando, ampliando sus grados de libertad; es la herramienta para la construcción del hombre y de la mujer integrales. Siendo el fin último de la educación el /compromiso vivo de una persona bajo dos aspectos: naturaleza y libertad.

II. MAGISTERIO.

Magisterio nos refiere dos significantes, de forma muy general: 1) el didascálico griego, el cual transmite ideas; cuando el horario concluye, el profesor se va a casa hasta el día siguiente; y 2) el hebreo, basado en el compartir, el convivir, el potenciar el seguimiento desde cerca. Es el llamado magisterio rabínico, cuyos preceptos, que cuenta la historia, hoy nos sorprenden. Así, eran obligaciones del discípulo llevar las sandalias del maestro, sostenerle en caso de necesidad, prepararle el camino, guiar el asno en que montaba, recibir la tradición de sus palabras... Estas prescripciones tenían como objeto no sólo resaltar la figura del maestro, sino, sobre todo, garantizar la plena dedicación de este a la preparación de las clases y la convivencia con el alumnado en orden a su condición moral. Así entendido, el magisterio, la profesión de maestro, es más un oficio, que nos recuerda a la artesanía, e incluso la virtud. Creer en el hombre es un ejercicio básico a la hora de afrontarlo. El maestro que así entiende su oficio, intenta educar, humildemente, entendiendo la educación permanente como aquella que traspasa los enanos límites del horario escolar. Educar es hacer sonar en el interior de los que escuchen que la /solidaridad es la ternura de los /pobres; sólo así se entiende que la educación sea una necesidad prioritaria del ser humano. Es decir, el buen maestro re-cuerda (vuelve a pasar por el corazón) al otro, su discípulo-amigo, que debe rellenar las páginas de su verdad, que aún permanecen en blanco o a medio escribir. El buen maestro las escribe junto al discípulo, porque para enseñar es necesario acompañar para, juntos, aprender. El buen maestro genera signos y conductas que sacuden a la cultura de la ceguera y el olvido insolidarios de los más pobres, de los sin voz. El buen maestro reconocerá el valor de la vida humana, aunque el sistema económico de su alrededor lo triture. El valor de la vida humana, entendido desde su concepción hasta su muerte: no se adquieren los derechos por el hecho de nacer, sino que se posee el derecho a nacer por el hecho de ser humano. No sólo tienen derechos los que tienen la fuerza o voz para defenderlos, ni sólo tiene dignidad el que puede ostentarla.

Magisterio, pues, alude a ejercer oficio de maestro. Y se ejerce este oficio arte-sano cuando se reconoce que somos lo que somos por los encuentros que hemos tenido en la relación maestro-discípulo. Oficio de maestro, es decir, aquel que descubre la exigencia primera de toda enseñanza: responder a las necesidades de los alumnos. Y esto a base de mucho estudiar y de mucho servir. Mucho estudiar, porque para enseñar es necesario formar, y para esto hay que saber qué, cómo y cuándo enseñar. El magisterio se ejerce con credibilidad para el otro, para el discípulo, para el alumno, cuando para hablar de paz se es pacífico, cuando para hablar de solidaridad se es solidario y cuando para hablar del Sur, se asumen los valores del Sur. No se trata de vender felicidad por comodidad, sino apostar seria y responsablemente por la felicidad personal y comunitaria, que es el auténtico regalo; y un regalo así, ni se compra ni se vende: se entrega gratuitamente. En la sociedad en que vivimos se necesitan maestros que hagan suyo vivir de otro modo, oponiéndose al holocausto de nuestros hermanos sin pan, y sin voz.

BIBL.: ALUMNOS DE LA ESCUELA DE BARBIANA, Carta a una maestra, Istmo, Barcelona 1986"; BACH R., Juan Salvador Gaviota, Vergara, Buenos Aires 1986; BARLOW M., Diario de un prgfesor novato, Sígueme, Salamanca 1980; DÍAZ C., El valor de ser maestro, Acción Cultural Cristiana, Madrid 1990; ID, Profesores verdaderos y profesores falsos, San Pío X, Salamanca 1983; ID, Tiempo para jóvenes maestros de jóvenes, PPC, Madrid 983; HESSE H., Demian, Alianza, Madrid 1989; MARTÍNEZ REGUERA E., Cachorros de nadie, Popular, Madrid 1988; MAURO DE VASCONCELOS J., Mi planta de naranja-Lima, El Ateneo, Buenos Aires 1983; SAINT-EXUPÉRY A., El Principito, Alianza, Madrid 1992".

G. Romero Izarra