Anaxágoras, z!<">"(`D"H (s.V a.C.)
DicFI


Filósofo y naturalista griego presocrático. Nació en Clazómenas, cerca de Esmirna, hacia el 500 a.C., aunque pasó treinta años en Atenas, y es probable que se deba a él la introducción de la filosofía en esta ciudad, destinada a convertirse posteriormente en gran centro cultural y filosófico. Su obra física, Sobre la naturaleza (en griego,
B,DÂ NbF,TH), aparecida alrededor del año 467 a.C., y de la cual se conservan varios fragmentos significativos, está escrita en prosa, siguiendo la tradición iniciada por los milesios. De familia rica, Anaxágoras renunció a su herencia, no interesándose por los bienes materiales para dedicarse por completo al estudio de la naturaleza.

Profesaba un declarado agnosticismo religioso y era beligerante contra toda concepción animista. En el año 432-431 a.C. sufrió un proceso público por impiedad (asebeia), pues había afirmado que «el sol era una piedra incandescente». Probablemente dicho proceso tenía raíces políticas, puesto que Anaxágoras era amigo y maestro del gobernante Pericles y, puesto que los enemigos de éste, de nada podían acusarle directamente, le hostigaban atacando a sus allegados. En otras ocasiones, también los intrigantes políticos se sirvieron de la ambigua acusación de impiedad (contra Sócrates, por ejemplo). Debido a este proceso, Anaxágoras se exilió a la ciudad de Lámpsaco, en la costa sur del Helesponto, donde murió hacia el 428 a.C. (el mismo año del nacimiento de Platón), y tuvo todavía tiempo de fundar una escuela en dicha ciudad, en la que le sucedió Arquelao, quien a su vez sería maestro de Sócrates. También el dramaturgo Eurípides fue discípulo de Anaxágoras (ver texto ).


Aceptaba las tesis eleáticas de Parménides y de Zenón de Elea, y, como ellos, pensaba que la generación y la desaparición no son -en sentido estricto- posibles en la physis, ni es posible el vacío. Es decir, desde el punto de vista de la globalidad de la naturaleza, no puede darse el nacimiento (advenimiento al ser) ni la muerte (dejar de ser). En el conjunto de la physis solamente se dan mezclas (synkrisis) y disgregaciones (diakrisis), pero no es posible la desaparición o la muerte absoluta (el no ser), ni la generación absoluta (el llegar a ser), puesto que el no ser es imposible. Así, todo surge como fruto de las mezclas, y todo fenecer es una mera disgregación. «Los griegos -dice Anaxágoras-, tienen una concepción errónea del nacer y del perecer. Nada nace ni perece, sino que hay mezcla y separación de las cosas que existen. Así, debería llamarse, con propiedad, a la generación, mezcla, y, a la extinción, separación». También Empédocles había señalado que, para poder explicar la diversidad y el cambio de las cosas en la naturaleza, había que afirmar la existencia de varios principios o elementos, que según él eran cuatro: el aire, el agua, la tierra y el fuego. Pero, tal como dice Aristóteles (ver cita), Anaxágoras no podía aceptar que sólo cuatro elementos pudiesen dar explicación de la diversidad de lo existente, y mantuvo que hay tantos elementos como sustancias distintas existen. De esta manera afirmaba que hay un número infinito de elementos, a los que llamó semillas(spérmata) extremadamente pequeñas, aunque infinitamente divisibles (que Aristóteles llamó homeomerías). Esta idea de que la realidad visible está compuesta por la agregación de semillas no visibles por su extremada pequeñez, la expresa Anaxágoras de la siguiente manera: «los fenómenos son un vislumbramiento de lo invisible».


Estas semillas, que poseen todas las cualidades existentes: sabores, colores, formas, etc., son eternas e inmutables. «No nacen ni perecen , sino que se mezclan y separan». Nada procede de la nada, sino que todo se ha generado a partir de todo; por tanto, cada una de las cosas contiene de alguna manera a todas las demás. Nada viene de la nada ni va a la nada, sino que todo está en el ser desde siempre y para siempre. «En todo hay una porción de todo», dice Anaxágoras. En una hoja de hierba o en un grano de trigo, prevalece un tipo determinado de semillas, pero también incluyen semillas de todo: de hueso, de carne, de pelos... «¿Cómo -se pregunta - podría provenir el cabello de lo que no es cabello y la carne de lo que no es carne?». Al parecer fue el estudio del fenómeno biológico de la alimentación el que le sugirió a Anaxágoras -muy interesado en el estudio de los fenómenos biológicos- esta concepción. Estas semillas son infinitas en número y carecen de límite, ya que pueden dividirse (a diferencia de lo que pensarían los atomistas) hasta el infinito sin agotarse ya que, puesto que no existe la nada, siempre quedará una porción infinitamente divisible de esta semilla y, por más que se la divida cada una de las partes, seguirá poseyendo las mismas cualidades. Por ello, Aristóteles las llamó homeomerías, es decir, partes semejantes o partes cualitativamente iguales.

Elaboró una cosmología en la que da por supuesta la anterioridad de la agregación de todas las semillas, pero carente de orden. Éste surgió a partir de la intervención del el nous (
<@ØH, Intelecto). Es decir, que del caos originario y revuelto, se pasa a un cosmos (que en griego significa orden) gracias a la intervención del nous. Este nous es concebido, pues, como independiente de la materia originaria, y extremadamente sutil. Aristóteles da mucha importancia a la introducción del nous como elemento explicativo del orden y señala que, con la concepción del nous, Anaxágoras separa la causa motriz de la materia movida, razón por la cual le tiene en alta consideración, aunque deplora -como antes de él lo habían hecho Sócrates y Platón- que Anaxágoras solamente considerase al nous como causa inicial y no le otorgase ningún otro papel más relevante. 

Ciertamente, Anaxágoras pensaba que una vez puesto en movimiento, el universo, sus regularidades y sus leyes, podía explicarse por sí mismo, sin necesidad de seguir apelando al Intelecto. Es decir, que Anaxágoras defiende una concepción que, si bien inicialmente al hablar de un Intelecto que ordena la materia, tiende hacia una concepción teleológica, posteriormente, en la explicación de los fenómenos, tiende a ser más bien mecanicista. Por otra parte, puesto que Anaxágoras todavía no dispone de la distinción entre entidades materiales y entidades inmateriales, aunque tiende a separar al máximo el nous de la materia originaria formada por infinitas semillas, podemos pensar que este nous tanto puede considerarse material como inmaterial. En cualquier caso estamos ante uno de los primeros intentos de concebir una realidad distinta de la meramente material, lo cual era una idea nueva. De hecho Anaxágoras concebía al nous como: 
a) consciente e inteligente; 
b) separado de las cosas; 
c) enteramente homogéneo e igual a sí mismo; 
d) regidor del movimiento de la materia; 
e) vinculado especialmente al mundo vivo, lo que lo emparenta con la psyché. 


De esta manera el nous de Anaxágoras adopta aspectos del ápeiron (
þB,4D@<) de Anaximandro y del logos (8`(@H) de Heráclito. Este nous se limitó a dotar de movimiento de torbellino a toda la masa inicial compuesta por las semillas de todas las cosas. Pero, una vez el movimiento estuvo en marcha (repárese que para Anaxágoras la condición inicial es la de reposo y que es el movimiento el que debe ser explicado), la rotación originó la separación de los elementos: lo denso se separó de lo raro; lo caliente, de lo frío; lo brillante, de lo oscuro; lo seco, de lo húmedo. De esta manera, todo es una mezcla que proviene de la rotación y la separación, excepto el intelecto mismo o la mente. Las estrellas son piedras desprendidas de la tierra, incandescentes por la velocidad de su movimiento. Autores antiguos le atribuyen el descubrimiento de la causa de los eclipses de la luna refiriéndolos a la sombra de la tierra. Creía que la luna era como la tierra, pero más caliente, y que reflejaba la luz del sol: «el sol presta su brillo a la luna». 

 

Diógenes Laercio: Anaxágoras


1. Anaxágoras, hijo de Hegesibulo, o bien de Eubulo, fue natural de Clazomene y discípulo de Anaxímenes. Fue el primero que a la materia (hile) añadió la mente al principio de sus obras, donde, suave y magníficamente, dice: «Todas las cosas estaban juntas; luego sobrevino la mente y las ordenó», y por esta razón se llama mente. Timón dice de él lo mismo en sus Sátiras, en esta forma:


Donde dicen que el héroe valeroso 
Anaxágoras se halla. 
Apellidado Mente 
(y la tuvo dichosa), 
porque nos dijo que la mente eterna 
puso en orden las cosas, 
antes confusamente amontonadas.


Fue Anaxágoras ilustre, no sólo por su nacimiento y riquezas, sino también por su magnanimidad, pues cedió a los suyos todo su patrimonio. Y como lo notasen de negligente respondió: «Y vosotros, ¿por qué no sois más diligentes?» Ausentóse, finalmente, a fin de entregarse a la contemplación de la Naturaleza, despreciando todo cuidado público, de manera que diciéndole uno: «¿Ningún cuidado os queda de la patria?», respondió, señalando al cielo: «Yo venero en extremo la patria».


2. Se dice que cuando Jerjes pasó a Grecia, tenía Anaxágoras veinte años de edad, y que vivió hasta setenta y dos. Escribe Apolodoro en sus Crónicas, que nació en la Olimpíada LXX y murió en el año primero de la LXXVIII. Empezó a filosofar en Atenas, de edad de veinte años, siendo arconte Calias, como dice Demetrio Falereo en su Historia de los arcontes, adonde añaden se detuvo treinta años.

3. Decía «que el Sol es un globo de fuego y mayor que el Peloponeso». Otros atribuyen esto a Tántalo. «Que la Luna está habitada y tiene collados y valles. Que el principio de las cosas son las partículas semejantes, pues así como el oro se compone de partes tenuísimas, así también el mundo fue compuesto de corpúsculos semejantes entre sí. Que la mente es el principio del movimiento. Que los cuerpos graves se situaron en el lugar bajo, verbigracia, la tierra; los leves, arriba, como el fuego; el agua y el aire tomaron el medio. Así pues, sobre la superficie de la Tierra está el mar, y el Sol saca de sus aguas los vapores. Que en el principio los astros giraban en el cielo (construido en forma de cúpula), de manera que el polo, que siempre está a nuestra vista, giraba sobre el vértice de la Tierra, pero que después tomó inclinación. Que la Vía Láctea es un reflejo del resplandor de los astros no iluminados por el Sol. Que los cometas son un concurso de estrellas errantes que despiden llamas, y que el aire los vibra como centellas. Que los vientos provienen del aire enrarecido por el Sol. Que el terremoto es causado por aire que corre por dentro de la Tierra. Que los animales fueron engendrados del humor, del calor y de la tierra; después fueron naciendo de ellos mismos, engendrándose los machos a la parte derecha y las hembras a la izquierda».


4. Se dice que anunció, antes de caer, la piedra que cayó en Egospótamos, la cual dijo caería del sol, y que por esto Eurípides, su discípulo, en la tragedia intitulada Faetón, llamó al Sol masa de fuego. También que, habiendo partido para Olimpia, se sentó vestido de pieles, como que había de llover presto, y así sucedió. A uno que le preguntó si los montes de Lámpsaco serían mar en lo venidero, dicen respondió: «Sí, por cierto, como el tiempo no se acabe.» Preguntado una vez para qué fin había nacido, dijo que «para contemplar el Sol la Luna y el Cielo». A uno que le objetaba que estaba privado de los atenienses, respondió: «No estoy privado de ellos, sino ellos de mí.» Al ver el sepulcro de Mausolo, dijo: «Un monumento suntuoso es imagen de riquezas convertidas en piedras.» A uno que llevaba mal el que muriese en tierra ajena, respondió: «No os molestéis por eso, pues de todas partes hay el mismo camino que hacer para bajar a la región de los muertos».


5. Según dice Favorino en su Historia varia, parece fue el primero que dijo que «Homero compuso su poema para recomendar la virtud y la justicia»; parece que amplificó mucho Metrodoro Lampsaceno, amigo suyo, el cual disfrutó bastante a Homero en el estudio de la Naturaleza. Anaxágoras fue el primero que nos dejó un escrito sobre la Naturaleza. Sileno, en el libro primero de sus Historias, dice que habiendo caído una piedra del cielo siendo arconte Dimilo, dijo entonces Anaxágoras que todo el cielo se componía de piedras, y se sostenía por la velocidad de su giro; de manera que si este giro cesase, caería el cielo.


6. En orden a su condenación hay varias opiniones, pues Soción, en las Sucesiones de los filósofos, dice que Cleón le acusó de impiedad, por haber dicho que el Sol es una masa de hierro encendido, pero que lo defendió Pericles, su discípulo, y sólo fue condenado a pagar cinco talentos y salir desterrado. Sátiro escribe en sus Vidas que lo acusó Tucídides, por ser éste contrario a las resoluciones de Pericles en la administración de la República. Que no sólo lo acusó de impiedad, sino también de traición, y que ausente, fue condenado a muerte. Habiéndole dado la noticia de su condenación y de la muerte de sus hijos, respondió a lo primero «que había mucho tiempo que la Naturaleza había condenado a muerte tanto a sus acusadores como a él». Y a lo segundo, que «sabía que los había engendrado mortales». Algunos atribuyen esto a Solón; otros a Jenofonte.


7. Demetrio Falereo dice, en el libro De la Vejez, que Anaxágoras enterró él mismo por sus manos a sus hijos. Hermipo, en las Vidas, asegura que fue encarcelado y condenado a muerte; y preguntado Pericles si había algún crimen capital en él, como no le hallase alguno, dijo: «Ahora bien: yo soy discípulo de este hombre; no queráis perderlo con calumnias, sino seguid mi voluntad y dejadlo absuelto.» Y que así se hizo: pero no pudiendo sobrellevar la injusticia, murió de muerte voluntaria. Finalmente, Jerónimo dice, en el libro II de sus Varios comentarios, que Pericles lo condujo al tribunal de justicia a tiempo en que se hallaba desfallecido y débil por enfermedad, y que fue absuelto antes por verlo así que por hallarlo inocente. Todos estos pareceres hay sobre la condenación de Anaxágoras. Hay quien piensa todavía que fue enemigo de Demócrito por no haberlo querido admitir a su conversación y trato.


8. Finalmente, habiendo pasado a Lámpsaco, murió allí, y preguntado por los magistrados si quería se ejecutase alguna cosa dicen que respondió que «cada año en el mes de su muerte fuese permitido a los muchachos el jugar», y que hoy día se observa. Los lampsacenos lo honraron difunto, y en su sepulcro pusieron este epitafio:


Aquí yace Anaxágoras ilustre, 
que junto al fin de su vital carrera, 
entendió plenamente los arcanos 
que en sí contiene la celeste esfera.


El mío al mismo es el siguiente:


Que el Sol es masa ardiente 
Anaxágoras dijo; y por lo mismo 
fue a muerte condenado. 
Librólo su discípulo Pericles: 
Pero él entre eruditas languideces, 
sabe dejar la vida voluntario.


Hubo otros tres Anaxágoras, pero en ninguno de ellos concurrieron todas las ciencias. El primero fue orador, uno de los discípulos de Isócrates. El otro, estatuario, de quien Antígono hace memoria. Y el otro, gramático, discípulo de Zenodoto.

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Vidas de los más ilustres filósofos griegos, Orbis, Barcelona 1985, Vol. I, p.70-73. (Traducción de José Ortiz y Sainz, fines del s. XVIII).