MOVIMIENTOS ACTUALES
DE ESPIRITUALIDAD
DicEs
 

SUMARIO: I. Introducción: 1. Sentido de estas páginas; 2. Constante histórica, justificación y actualidad de los movimientos - II. Clasificación: 1. Criterios de clasificación: a) No a la dispersión. b) Dar importancia a los acentos, c) Vida; 2. Clasificación concreta: a) Formación y testimonio, b) Tradicional y progresista, c) Neomisticos y nuevos militantes - III. Nuevos militantes: 1. Terminología; 2. Geografía, extensión y configuración; 3. Entorno teológico y apoyos culturales; 4. Ideología: a) Fuerzas a neutralizar; b) Fuerzas a potenciar - IV. Neomísticos: 1. Terminología; 2. Geografía, extensión y configuración; 3. Entorno teológico y apoyos culturales; 4. Ideología: a) Fuerzas a neutralizar; b) Fuerzas a potenciar.


I. Introducción

1. SENTIDO DE ESTAS PÁGINAS - Las tres palabras del enunciado son importantes para precisar el tema y contenido de estas páginas. Entendemos por espiritualidad un conjunto de actitudes evangélicas; por movimiento un grupo de personas que viven y llevan adelante esas actitudes; por actualidad algo que tiene vigencia en nuestros días.

En las páginas que siguen no tratamos de constatar la existencia o no de un despertar religioso, que se manifestaría en la existencia de grupos o sectas religiosos. Tampoco vamos a examinarla explicación, razón o porqué del nacimiento de esos grupos en la Iglesia o sencillamente en la sociedad. Y, por último, tampoco hablaremos detenidamente de movimientos concretos, contando su historia particular y examinando sus líneas evangélicas preferenciales.

No es que no creamos en la utilidad —e incluso necesidad— de estos estudios y análisis. Creemos que todo ello constituye un elemento cristiano, o al menos religioso, de singular interés, que un sociólogo de la religión, yen distinta medida un espiritualista y otros estudiosos, no puede olvidar. La constatación del hecho religioso y las motivaciones que explican el agrupamiento son hechos que contestan muchas deficiencias eclesiales y religiosas, y revelan otras muchas necesidades y anhelos que se ven insatisfechos en lo más profundo de la religiosidad humana. Pero. repito, analizar esto no nos corresponde a nosotros [>Espiritualidad contemporánea].

Nuestro objetivo es presentar una clasificación realista de todos esos movimientos, de acuerdo con unos criterios mínimos y esenciales, y analizar cuáles son los grandes principios que están a la base de los distintos miembros de la clasificación.

2. CONSTANTE HISTÓRICA. JUSTIFICACIÓN Y ACTUALIDAD DE LOS MOVIMIENTOS - Los movimientos espirituales no son una peculiaridad moderna. Existen en la Iglesia por lo menos desde el nacimiento del monacato en sus formas iniciales. Ya entonces se dieron grupos de cristianos que, segregados de otros —incluso físicamente—, pero sobre todo unidos por la estima de unos valores que ellos captaban como necesarios, bien fuera para ellos, bien para un periodo determinado de la historia, se juntaron en pequeños o grandes grupos para vivirlos e impulsarlos, mientras otros cristianos prescindían de los mismos.

Posteriormente, basta abrir una historia de la espiritualidad o de la vida interna de la Iglesia para individuar inmediatamente una larga serie de movimientos, unos considerados ortodoxos y otros heterodoxos.

Quizá las más de las veces han sido las situaciones eclesiales las que han propiciado que una o unas personas —nunca inicialmente muchas— sintiesen la llamada a reunirse con quienes pensaban como ellos —al menos con homogeneidad en lo principal—, a fin de encarnar, potenciar o rescatar valores de los que la Iglesia en ese momento parecía tener mayor necesidad o ansiaba más visiblemente.

Enumerar aquí todos esos movimientos no tendría especial sentido. Sí conviene, no obstante, enumerar algunos, dejando a un lado las diversas órdenes y congregaciones religiosas, verdaderos e importantísimos movimientos espirituales o evangélicos', en el seno de los cuales se acentúan algunas posibilidades o valores evangélicos de particular interés.

La justificación de la existencia de grupos distintos en una misma Iglesia debe buscarse en el Evangelio. El Evangelio es para todo cristiano, pero ningún cristiano lo asume en su totalidad. El Evangelio es para todos los tiempos, pero ningún tiempo lo asume íntegramente. El Evangelio desborda. Por eso caben diversos movimientos o grupos. cada uno de los cuales potencia unos aspectos determinados. Y por eso, incluso, los grupos y movimientos no sólo pueden existir, sino que su presencia es necesaria. Son la prueba de un pluralismo que se presenta como la única posibilidad de respuesta a la multiplicidad de ofertas evangélicas. Los movimientos, pues, en principio no deberían mirarse como elementos disgregadores y destructivos, sino como manifestaciones de la riqueza humana y evangélica.

Por todo lo que precede, los movimientos han sido una constante histórica. Lo que no invalida que se pueda hablar de preponderancia en nuestros días. A cuanto precede debería sumarse actualmente el fenómeno del asociacionismo en todos los campos, que es una premisa para comprender mejor la existencia y funcionamiento de los grupos. Los hombres se han dado cada vez más cuenta de que sólo asociándose son capaces de defender sus intereses y de cambiar la sociedad. Este interés y esta convicción explican la existencia de una serie interminable de movimientos y grupos, hoy prácticamente incontrolables.

II. Clasificación

Clasificar es organizar conforme a unos criterios determinados la materia que se maneja. Sin clasificación no hay orden posible y todo el mundo se pierdeal verse metido en la barahúnda de lo múltiple.

1. CRITERIOS DE CLASIFICACIÓN - Cualquier tipo de clasificación es artificial, lo que no quiere decir que sea arbitraria. Por eso existen diversos modelos, de acuerdo con distintos criterios. Y esto en todo. Sucede en biblioteconomía, archivística, administración, etc. A la hora de ver cuáles pueden ser los criterios que mejor, o con menos imperfección, puedan guiar la tipificación de los distintos movimientos espirituales. creemos poder seleccionar los siguientes:

a) No a la dispersión. O sencillamente: no a la multiplicidad de grupos o movimientos. Es decir, no considerar como grupos distintos a todos los que se presentan con nombre distinto, o sencillamente afirman que se distinguen de otros.

En las diversas actividades de la sociedad: economía, política, filosofía, trabajo, etc., existen unas cuantas ofertas mayoritarias, en las cuales se engloban millones de personas a la hora de pensar su opción u oferta. La política lo manifiesta perfectamente. Dentro de estas tendencias mayoritarias, existen grupos más pequeños con matices particulares. A veces en un mismo grupo o partido político, o en la existencia de una economía de mercado, existen cuatro o cinco tendencias fuertes. Esto no es indiferente. Y de tal manera no lo es, que genera escisiones y nuevos grupos y ofertas que tienen sus seguidores.

Ciertamente, cuando menor sea el número de macrogrupos, más crecerá la posibilidad de que coexistan o convivan personas y tendencias que se sientan distantes y que con frecuencia uno no se sienta compañero de viaje del otro. Pero también existe la ventaja —enorme ventaja— de que uno sepa dónde ubicarse. Los grupúsculos no tienen consistencia, y a la hora de la verdad quedan barridos. Esto sucede en todos los campos, también en el espiritual: los movimientos pequeños, configurados con las diferencias que les separan de todos los restantes, no duran casi nada.

b) Dar importancia a los acentos. Hablar de movimientos dentro del espíritu del Evangelio es recortar ya la posibilidad de excesiva dispersión, porque todos deberán referirse al mismo y plural Evangelio de Jesús. Y es, al mismo tiempo, comenzar a construir sobre una base común fundamental. Esto quiere decir que los movimientos o grupos se constituyen por acentos o preferencias, no por exclusiones mutuas, ni por diferencias esenciales. A veces puede parecer que dos movimientos son esencialmente distintos; pero este juicio no puede venir más que de mentes estrechas, muy estrechas, que todo lo anatematizan, o de que algunos de esos movimientos efectivamente no son cristianos. En principio, puede suceder cualquiera de las dos cosas, a pesar de que resulte difícil, y a veces incluso temerario, indicar a uno que está fuera del cristianismo.

Cuanto precede puede ser formulado diciendo que los movimientos se especifican por el carisma que representan. Pero también en este caso la palabra central, carisma, debe ser bien entendida. Es una de las voces que traemos mareada entre todos, y cualquier día se nos va a caer. El carisma es como la sílaba acentuada en una palabra. Esa sílaba no destruye la palabra completa, sino que la tonifica. Las restantes sílabas también existen, y no sólo tienen su función, sino que resultan indispensables para que exista la palabra. Cuando el acento se lo come todo en una palabra, es señal de que no nos hemos expresado ni nos hemos dado a entender. Pronunciar "ón" no es decir nada, porque la sílaba puede pertenecer tanto a corazón como a balón, que, sin embargo, son dos realidades muy distintas. Acentuar es conceder mayor voz y expresión a la sílaba acentuada, manteniendo una correlación de fuerzas con las restantes sílabas de la misma palabra.

Los movimientos cristianos no pueden ser reduccionistas en el sentido de prescindir de algo que sea esencial al mismo cristianismo. Todos los movimientos tienen que representar unas líneas esenciales que no destruyan el fondo esencial del Evangelio. Y una vez admitido esto como sustrato de las propias actitudes, éstas nacerán con más o menos fuerza en un terreno o en otro. Pero nacerán y contribuirán a la riqueza pluralista de las distintas opciones conforme a los valores relativos del mismo mensaje evangélico.

c) Vida. En un tiempo como el nuestro en el que predominan las vivencias y la praxis sobre las teorías, este criterio es importante. Dudo que pueda ser actualmente criterio clasificador o diferenciador "privilegiar la formación cristiana tanto personal como comunitaria de sus miembros". Es probable que esto haya podido suceder en otros tiempos; en el nuestro me parece imposible. Hoy se está convencido de que lo que no es vida no es nada. Será dentro de la concepción de la misma vida, de sus expresiones y encarnaciones, donde puedan encontrarse acentos diversos; será un tipo de vida la que se privilegie, pero no la vida.

2. CLASIFICACIÓN CONCRETA - A la hora de establecer una clasificación concreta, uno se siente desarbolado: ninguna de las que encuentra o se le ocurren le parece no sólo ideal, sino incluso medianamente aceptable. Entre las que se han propuesto en concreto podemos señalar:

a) Formación y testimonio. Para algunos aquí radica el elemento diferenciador entre los distintos grupos modernos: en la formación cristiana de sus miembros, o en el testimonio que los mismos realizan en el campo socio-político.

Ya hemos dicho una palabra sobre el criterio de la formación. Y tenemos que añadir que parece un criterio puramente extrínseco, que no logra una mínima coherencia interna y profunda entre los diversos movimientos integrados en el mismo apartado, cualquiera que éste sea'. Es un criterio que creemos demasiado alejado de las posibilidades reales de una posible formulación algo más coherente.

b) Tradicional y progresista. Según que en los movimientos predomine una preferencia por la mirada al pasado o al futuro, los grupos o movimientos pueden ser denominados tradicionales o progresistas.

Inicialmente, el sentido de estos componentes (y de las palabras tradicional y progresista) es un sentido sociológico, sin que entrañe condenación o canonización alguna. Y es evidente que puede ser un criterio que aporte no pocos rasgos diferenciadores entre unos grupos y otros'. No obstante, hoy parece más oportuno renunciar a esta terminología, que se ha teñido de emotividad peligrosa, más por parte de quien lee o escucha que de quien escribe o habla. Tradicional y progresista son categorías, de momento al menos, proscritas.

c) Neomísticos y nuevos militantes. Esta denominación, acuñada por H. Cox, nos parece la menos imperfecta de todas, y tiene como base el vertícalismo u horizontalismo, respectivamente. Son dos componentes secularmente presentes en la asimilación del Evangelio v pueden dar mucho juego en los más diversos aspectos, como veremos. Si observamos atentamente lo que precede, constataremos la tendencia de los autores a realizar divisiones binarias. Y lo mismo podría decirse de otros autores que prácticamente siguen el mismo camino que el último señalado, aunque utilicen términos distintos. Así proceden quienes dividen a los hombres en nous y pneuma, Apolo y Dionisios. Cuando un autor se decide a mantener esta división y comienza a englobar movimientos concretos de cada uno de los miembros de la división, entonces es cuando va progresivamente cayendo en la cuenta de la injusticia que está cometiendo. Percibe cómo se ha visto obligado, en fuerza de los criterios elegidos, a situar como vecinos a pacíficos y violentos, gente callada y gente bullanguera, escrupulosos —casi obsesos (quizá son muy diversas obsesiones)— y liberales o amorales e indiferentes, a teólogos preocupados y forajidos y fáciles liberados. a tranquilos y hasta perezosos integrantes de una u otra facción y activos e incluso armados promotores de un orden muy distinto. Se podrá ver cómo en el caso concreto de la búsqueda obsesiva de Dios, hacemos vecinos al más exaltado irracionalismo y al más acendrado y material juridicismo.

Una lenta y responsable mirada induce a preguntarse si no hay otro camino a seguir a la hora de agrupar los movimientos actuales. A mí me parece que hoy por hoy no existe esa otra posibilidad, por más que la presente sea claramente insuficiente y hasta injusta. Porque, a pesar de todo, y también después de un sereno examen desde fuera. en los distintos movimientos agrupados en cada parte del binomio se encuentran aspectos comunes importantes. No siempre es fácil detectarlos, a veces están camuflados, a veces incluso explícitamente negados. Pero en el fondo —a veces incluso en la superficie— están ahí dando cierta lógica a lo que parece no tenerla.

También se ha pretendido introducir una división ternaria. Y se habla de grupos evangélicos, centrados en la acción Y carismáticos". Quizá esta propuestasea la concreción de una actitud más general que, cansada de ver cómo predominan los análisis dualistas, que resultan irreales, ha intentado análisis ternarios de la realidad. Esto, que en algunos campos concretos pudiera tener cierto futuro, no creemos sea adecuado para el tema que nos preocupa.

III. Nuevos militantes

Comenzamos por los nuevos militantes, porque, tanto en sus precedentes inmediatos como en su historia más reciente, han precedido a los neomísticos. En la exposición vamos a seguir un esquema claro y lógico, a fin de hacernos una idea, siempre incompleta pero suficiente, de este fenómeno que engloba a tantos grupos cristianos en la actualidad.

1. TERMINOLOGÍA - Hablar de nuevos implica ya una referencia a presencias anteriores, a una constante que más o menos ha presidido la existencia de grupos anteriores y determinadas capas de la sociedad cristiana. Para algunos, la terminología "sugiere una cierta novedad. Personalmente creo que esa novedad, que difícilmente podría ignorarse, es bastante más profunda. Hay una radicalización en relación con otros tiempos —radicalización tanto ideológica como táctica—, que resulta bastante fuerte.

Resaltada así la novedad, podemos enumerar unos cuantos nombres con los que puede ser, y de hecho es, denominada esta facción o grupo de movimientos. Los principales serían: homo faber. izquierda, cristianismo comprometido, desacralizado, revolucionario, profético, militante, etc.

Algunos críticos se oponen a que ciertos adjetivos sean enumerados como afectando sólo o principalmente a los nuevos militantes, porque encierran aspectos importantes del Evangelio que los neomísticos no quieren se les considere privados de ellos".

2. GEOGRAFÍA. EXTENSIÓN YCONFIGURACIÓN - No existe una geografía que configure y divida a los hombres. Pero ciertamente coincide mucho con las geografías el predominio de unas facciones o de otras. Así los nuevos militantes viven sobre todo en América Latina, en las Iglesias jóvenes que han llegado a un cierto grado de madurez, y en aquellos lugares del viejo continente en que los cristianos se han visto fuertemente interpelados por el Vat. II o por circunstancias ideológicas o psicopolíticas cambiantes. El elemento militante no había sido tan tradicional (= no había estado tan presente en la tradición) como el místico", y de ahí que los redescubrimientos y estimas siguiesen la línea de la militancia que entonces se descubría.

Sobre la extensión es más difícil juzgar. Hay grupos claramente enumerables entre los nuevos militantes: Unión de cristianos progresistas, JOC, HOAC, Cristianos por el socialismo, Comunidades de base, Comunidades cristianas populares, Movimientos de liberación (en general), Mundo mejor, etc.

Incluso puede hablarse, y debe hablarse, de una presencia o extensión menos enumerable en concreto, pero más importante: el neomilitantismo preside la actividad teológica, misionera, juvenil de los años sesenta y de los primeros años setenta.

La configuración puede quedar sintetizada así: el militante prefiere la praxis a la teoría, la acción a la contemplación, lo social a lo interior, lo estructural a lo individual. Son "cristianos preocupados primariamente por el compromiso, por la acción, los cambios sociales y estructurales"". Al hacer referencia a los nuevos militantes, hay que dejar claras ciertas referencias que son esenciales, olvidando lo que detractores o ingenuos empedernidos puedan presentar: "No es cédula de pertenencia a los nuevos militantes la burla tosca de lo religioso o su despreocupación y olvido sistemáticos: la protesta irresponsable y estúpida; la despreocupación fáctica de los demás; el predominio de la palabra sobre el trabajo duro, humilde y oscuro". Los nuevos militantes son serios casi hasta la tragedia.

3. ENTORNO TEOLÓGICO Y APOYOS CULTURALES - Los grupos no nacen si no existe un terreno abonado en el que germinan. Y no pueden continuar su dura pelea si no encuentran unos apoyos en los que sostenerse en determinados momentos de debilidad. Los nuevos militantes han surgido a la sombra de Teología de la esperanza, Teología de la liberación, Teología política. Todas ellas miraban al futuro. La primera y tercera porque sus autores observaban cómo los hombres en Occidente —sobre todo de ciertas latitudes—, bien acomodados en un presente económicamente boyante, estaban generando un "futuro indiferente"; la segunda, porque, nacida de un "subcontinente de opresión y despojo", necesitaba mirar a un futuro mejor. Este era el entorno teológico de importancia.

Los apoyos humanos —que han sido también ideológicos y estructurales—han sido muchos. Principalmente éstos: Vat. II (sobre todo Gaudium et spes); diálogo cristiano-marxista; Upsala 1968 (con el ecumenismo humanista que allí se instauraba); marxismo humanista (tuviera o no una base suficiente); mayo francés de 1968; asociacionismo nacional e internacional. Un cierto entusiasmo había contagiado a los hombres que deseaban un cambio.

4. IDEOLOGÍA - Más detenidamente hemos de enumerar algunos aspectos en los que se encarnaría el cambio representado por los nuevos militantes, permitiendo al mismo tiempo reconducir unas fuerzas por caminos distintos. Los nuevos militantes sabían que había unas fuerzas presentes a neutralizar y unas fuerzas a potenciar a todos los niveles. Aquí estaría la clave del éxito práctico, que es el que les interesaba. Con el riesgo que implican todas las síntesis, vamos a intentarlo en ambos capítulos:

a) Fuerzas a neutralizar. Es una labor de desmonte, que si va posterior o dialécticamente unida a la labor de edificación, resulta no sólo positiva, sino imprescindible y debe ser la primera. Entre las ideas, más o menos arraigadas —todas probablemente muy arraigadas—, que era preciso neutralizar estaban:

• Superación de la conciencia naturalista. Hay que superar el fatalismo y la manipulada mística del dolor. El fatalismo se convence de que "desde la eternidad dobló Dios las espaldas de unos para llevar carga y formó las espaldas de otros para llevar charreteras de oro'. La mística de la cruz —una manipulación mística de la cruz— canoniza la resignación como impotencia masoquista n. Mientras estas fuerzas no sean neutralizadas en una persona, o en una sociedad, nada puede ser intentado, porque las personas y la sociedad se rebelarán contra la atrocidad —así la denominará esa conciencia naturalistade algo que se ha hecho instintivo yprofundo a través de la tradición, y de una enseñanza de buena o mala fe que subjetiviza esas constantes históricas.

Acabar con el "cristianismo enunciativo". Un eslogan militante es: haz lo que dices. "'Lo que tú recitas, lo que enuncias, dice la China, dice América del Sur a Europa, hazlo y vivirás'. Lo que significa con palabras claras: 'Como haces lo contrario de lo que dices, te hundes' '4. Innumerables podrían ser aquí los testimonios en esta línea. No es novedad, pero es novedoso. Es sobre todo un eslogan, que cuando es reivindicado por personas particulares se siente más realzado.

• Superar la neutralidad de la Iglesia. Para los nuevos militantes, la Iglesia. lo mismo que Cristo, debería tomar partido, renunciando a una engañosa neutralidad, en la que arrastra a todos los cristianos arraigados en un sentido de pertenencia poco libre. La neutralidad no existe. Lo que hacen los nuevos militantes es recordar o iluminar la trampa que encierra la llamada neutralidad: "Insinuar, como se hace corrientemente, que la Iglesia es y debe ser a priori 'neutral', o bien descubre una falta de sentido critico, o no sirve más que para camuflar alianzas políticas existenles" El que vive aferrado a la neutralidad nunca se atreverá a elegir. Y la elección, como acto de discernimiento, es esencial en la vida del cristiano.

• Superar la sacralización de la trascendencia. La neutralidad de la Iglesia es ya una sacralización. Ahora nos referimos al entorno verbal y práxico de "hombres prácticamente castrados" y a la evasión sacramental. Es evidente que entre los nuevos militantes —con las serias diferencias existentes entre ellos— se hace predominar el carácter revolucionario, incómodo y generador de necesidades profundas que encierran las prácticas aparentemente más piadosas". Se afirma en estos grupos que un cierto "intimismo subjetivista" acecha a todo personalismo". Y este peligro hay que neutralizarlo por encima de todo.

• Denunciar el presente en nombre del futuro. Por aquí comenzamos, y por aquí terminamos. Para los nuevos militantes es, o puede ser, tan pernicioso el presente como el pasado. Es preferible sufrir la esclavitud del desorden antes que sufrir la esclavitud de lo terminado, porque esto último sería el oprobio de los satisfechos.

b) Fuerzas a potenciar. Poco se arregla con destruir; todo puede arreglarse con edificar. A ello tiende la potenciación de algunos principios o fuerzas:

• Antropocentrismo histórico. Si soñamos con una tierra nueva, "la tierra nueva será una comunidad en la que el hombre será fin, artífice y norma de acción"". El antropocentrismo, predicado en otros lugares como herejía, es aquí axioma. Se quiere vencer con ello la abstracción, porque el hombre es alguien concreto e histórico: "Una salvación intemporal, espiritual, suprahistórica de Cristo, que se efectuaría a pesar de las condiciones miserables o envilecedoras, de confort, de lujo, de poder, de posibilidades dominadoras en que se estancan los hombres", no tiene sentido en el antropocentrismo.

• Amor provocativo. Toda referencia al amor es no sólo preferente, sino imprescindible. No existe más que el amor. Pero el amor, al menos históricamente, tiene ramalazos de pasividad, compadreo e inoperancia. Hay que potenciar el amor, pero no cualquier tipo de amor. La mentalidad neomilitante podría quedar expresada en la descripción de este viaje amoroso: "Durante mucho tiempo se ha pensado que la caridad evitaba los conflictos. Luego, se ha comprendido que podía nacer en los conflictos. Un paso más y se puede ver que, en determinadas circunstancias, los provoca". Este es el amor que hay que potenciar, no olvidando que la provocación no es el desiderátum, sino algo que tiene lugar "en determinadas circunstancias".

• Audacia y urgencia. Dos palabras fuertes, con mucho impulso. Sin negar la necesidad del tiempo, también él con sus limitaciones, no es eso lo que se acentúa. Para lo urgente, audacia. "No hay otra teología que la que tiene la audacia de reducirse al orden de la urgencia"». Incluso será preciso dar un paso anterior y crear una "jerarquía de las urgencias", porque también entre lo urgente caben jerarquías.

• Mediaciones socio-políticas. "La fe ya no puede poner hoy entre paréntesis la mediación política concreta, si realmente quiere ser lúcida y eficaz. Este es un principio no sólo a potenciar, sino, hablando propiamente, a instaurar. El tema de las >mediaciones ha alcanzado hoy mucha importancia" y lo acepta sin más la teología espiritual; pero le cuesta asumir ciertas mediaciones más externamente comprometidas.

Jesucristo Salvador. La conducta cristiana acaba siempre referida a Jesús como principio y consumador de la fe. Cuando las cosas llegan a su raíz, hasta la raíz hay que acudir para dar el golpe certero.

El Jesús de los nuevos militantes es un Jesús que se encuentra menos en el concepto que en los relatos de seguimiento; no es una cristología idealista, como la mayor parte de las cristologías incluso de nuestros días. Es una cristología política", que desea sorprender al Salvador ante los problemas sociales y políticos de su tiempo —tarea, por otra parte, muy difícil"—, para encontrar ahí el camino de la verdad y del compromiso. La "encarnación parcial en la historia", como predilección fundamental del Jesús de carne y hueso, debe convertirse en la llamada a un cristiano que quiere tener en Jesús el camino, la verdad y la vida.

Estas son las grandes líneas de los grupos encarnados en los nuevos militantes, y éstos los fundamentos que explican e impulsan a una forma concreta de vivir. Más o menos subrayados o desdibujados se hallarán quienes pueden ser bautizados como nuevos militantes. Habrá grupos concretos que se hallen a distancia de otros bautizados con el mismo nombre; pero, penetrando en actitudes y referencias, se notará la cercanía y la familiaridad que une a todos ellos.

IV. Neomísticos

Cuanto precede podría ser la prueba de que toda mística pide una mecánica ". Cuanto sigue querría ser la prueba de que toda mecánica pide una mística. Este doble movimiento o petición desde exigencias profundas configura a los hombres en los dos grandes movimientos que hemos señalado antes.

En nuestros días, en la actualidad (ya que a ella nos limitamos), vinieron primero los nuevos militantes como revancha en floración. Pero una mirada a la constante histórica nos pone en guardia y nos prepara para recibir a unos neo-místicos que no podían aparecer como reivindicación concreta y actual al movimiento contrario.

Vamos a seguir el mismo esquema que hemos intentado en la exposición de los nuevos militantes, procurando así unas páginas objetivas, alejadas de preferencias personales que puedan distorsionar la verdad objetiva.

1. TERMINOLOGÍA - Hay que renunciar a ciertos términos peyorativos nacidos en el fragor de la lucha o enfrentamiento con los nuevos militantes. Son términos que no proporcionan un conocimiento mínimo, ni siquiera lo insinúan.

A los neomísticos se les suele conocer también con estos términos: homo festivus, contemplativos, verticales, orientales, evangélicos, conservadores, etc.

También aquí los místicos se ven afectados por el prefijo neo, que señala la novedad de los mismos, cualquiera que sea su sentido, y al mismo tiempo la continuidad. Efectivamente, hay una continuidad con la línea mística: "Los místicos de hoy representan una fase moderna dentro de un movimiento religioso muy viejo". No estamos, pues, ante una invención. Pero al mismo tiempo debe afirmarse la novedad, que es para algunos "una cierta novedad"' y para otros algo más profundo, sobre todo en lo relacionado con las mediaciones que proporcionan o suscitan a veces las experiencias religiosas.

1. GEOGRAFÍA. EXTENSIÓN Y CONFIGURACIÓN - Los neomísticos originariamente han sido un grito de protesta contra la robotización que sufre el hombre en la sociedad tecnificada. Por eso, su geografía hay que buscarla casi exclusivamente en los países desarrollados. Sucede a veces que esta reacción de los países desarrollados tiene semejanzas con la vivencia primitiva de pueblos subdesarrollados, un tanto mágica. Esta coincidencia, que efectivamente parece darse, es la coincidencia entre reacción y acción. Al hablar nosotros sólo de neo-místicos, nos estamos limitando a lo que aquí hemos llamado movimiento de re-acción contra la robotización, porque hay muchos pueblos que aún no se han robotizado y, consecuentemente, en ellos no se puede hablar de un neomisticismo.

Sobre la extensión cabe hacer una reflexión parecida a la recordada al hablar de los nuevos militantes. Hay grupos que, a nuestro modo de ver e incluso desde ángulos distintos, deben hoy ser calificados de neomísticos. V. gr., Opus Dei, carismáticos, focolares, comunidades neocatecumenales, comunión y liberación, comunidades de vida cristiana, grupos familiares, Legión de María. Cursillos de Cristiandad, movimiento de meditación, Cruzada de santa María, Jamá, Movimiento de Schónstatt, etc. A pesar de que algunos de estos movimientos hayan podido caminar un poquito hacia nuevas militancias, difícilmente podría negarse que pertenecen a los neomísticos. Incluso tendríamos que decir que así como los años sesenta fueron primordialmente de los nuevos militantes, los años setenta lo ha sido de los neomísticos: "Si los años sesenta fueron un tiempo de despertar, puesta en guardia y lucha, en que los jóvenes eran organizados y activos, los años setenta tienen el aire más tranquilo".

La configuración de este grupo ha sido alumbrada por diversos autores y en distintos contextos. El Consejo Ecuménico de las Iglesias, reunido en Nairobi, los describe como "preocupados primariamente por la salvación personal, el cambio del corazón y la relación directa con Dios", descripción que parece bastante objetiva y esencial. R. Bach en Juan Salvador Gaviota, que hizo furor durante un tiempo, precisamente por la conexión que logró con el ambiente, lo describirá menos técnicamente pero quizá de forma más intuitiva: "La mayoría de las gaviotas no se molestan en aprender sino las normas de vuelo más elementales: cómo ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que importaba, sino volar". Es una descripción límpida y expresiva.

3. ENTORNO TEOLÓGICO Y APOYOS CULTURALES - Ningún movimiento nace si no es impulsado por fuerzas internas, o cualquier movimiento buscará su autojustificación —que es también fundamentación— en esas mismas fuerzas. Tales fuerzas son aquí teológicas, o no sin teología pueden llevarse a cabo.

Las teologías que están en la base de los grupos neomísticos son las teologías festivas. Frente a la teología trágica o apolínea de los nuevos militantes, los neomísticos se apoyan en la teología de la fiesta, de la danza, del juego, del humor... En todas ellas el cuerpo, el gozo, la risa, el placer y el desenfado tienen un grado de presencia y estima que antes no se conocía. La misma teología contemplativa, centrada en una interesante y arriesgada categoría de gratuidad, y la teología popular, entre lo mágico, lo primitivo y lo instintivo, están también muy relacionadas con este movimiento.

En cuanto a apoyos culturales, sin negar que sean culturales también las teologías, hay que enumerar aquí, sobre todo, los movimientos contracultural y oriental. El primero introdujo muchos anti en la cultura y en la vida, poniendo patas arriba el mundo fundado en una autosuficiencia de orden y progreso que llevaba a la destrucción de la espontaneidad. El movimiento oriental llamaba a la interioridad, a los valores del yo esencial, cubierto, y ennegrecido por tantos yoes existenciales y circunstanciales en los que el hombre estaba atrapado. Ambos movimientos han logrado, sobre todo entre los jóvenes, una aceptación grande, tanto en su vida personal como en su dimensión pública o política. A todo ello podríamos añadir el movimiento ecologista, integrable en la contracultura, que se hace ya sentir, incluso en parlamentos políticos, con una fuerza no despreciable.

4. IDEOLOGÍA - Los neomísticos son menos ideólogos que los nuevos militantes: piensan menos y hablan menos. No en vano algunos de ellos —los orientalistas— la tienen cogida contra el entendimiento discursivo, y otros (Opus, etc.) cierran los ojos, con obediencia ultraignaciana, a cualquier veleidad del propio pensamiento. Lo suyo esencialmente no es pensar, sino ser. No obstante, también tienen sus principios; aunque no sea más que para fundamentar cuanto precede, destruyendo y edificando lo que corresponde.

a) Fuerzas a neutralizar. Las principales puede ser éstas:

Superar la tragedia. Los nuevos militantes son muy trágicos. Se desilusionan, porque se toman las cosas demasiado en serio. El hombre no aguanta la tragedia, porque acaba con él; y porque no logra acabar con esos "círculos diabólicos de la muerte"53, a cuya solución ha consagrado todas sus fuerzas.

• Superar el dominio de las ideas. La razón no sólo establece un orden en las cosas, sino que establece también que vivir es pensar, engordar la cabeza, dejando raquíticas las restantes partes del cuerpo. Eso no puede ser. "Vosotros hacéis del Evangelio y del mensaje de la salvación una idea. Vivís de ideas, os atiborráis de ideas, os interesáis de ideas, llenáis la jornada de ideas. Y no sabéis que yo no he venido a traer una idea, sino una vida, la vida"".

• Superar la despersonalización. Para los neomísticos, los nuevos militantes crecen y viven desde y para la eficacia. En todo el proceso humano e histórico la persona pasa a segundo término e interesa en tanto en cuanto capaz de conseguir unos resultados que creen necesarios en una situación concreta. Si es preciso, se liquida a la persona, incluso físicamente. Y desde luego se le posponen esos pequeños caprichos festivos y contemplativos que recrean al hombre en una atmósfera más libre. Para los neomísticos, el ambiente de fiesta, gratuito y no utilitarista, alumbra o manifiesta los valores íntimos de la persona, valores sin los cuales el hombre apenas se distingue de la máquina.

• Superar el antropocentrismo. Cuando los neomísticos tratan de superar el antropocentrismo, quieren decir una de estas dos cosas: o que el giro antropocéntrico tiene que acabar, porque idolatra al hombre, olvidando —antes o después— a Dios, o que es preciso invertir el orden de valores, posponiendo el cuerpo al espíritu, porque de éste viene la verdadera alegría y el placer más puro, espontáneo e intenso.

b) Fuerzas a potenciar. El ejercicio de potenciación puede considerarse como complemento del anterior. En todos los campos se procede de la misma manera. Entre estas fuerzas a potenciar —a veces incluso a suscitar— están las siguientes:

• Gratuidad. Gratuito es lo inútil, lo no útil, lo no directamente rentable. Lo gratuito es el reino de la comunicación y efusión interpersonal. Es la ruptura con el egoísmo y la frialdad, con el cálculo meditado y medido. Para familiarizar el mundo y tratar a las personas como amigas, con todo lo que ello trae de cambio de relaciones, éste es el camino. Aquí la oración cristiana, y el culto, tienen su verdadera justificación y sentido, al tiempo que se convierten en escuela de vida".

• Celebrar el amor. "Celebración litúrgica", "cristianos en fiesta", etc., son expresiones de una dimensión de cristianismo que los neomísticos quieren acentuar. Ellos aparecen como los más ligados a esta constante que se renueva. Celebrar es responder gozosamente —curiosamente, es normal, hasta cierto punto, que, mientras unos celebran con mucha expresión rítmica y corporal, otros lo hacen en un recogimiento contemplativo pleno de silencio—. Se responde al presente de Dios, a lo que ya somos. Son precisamente grupos cultural o religiosamente neomísticos quienes pusieron de moda expresiones como: "Jesús es mi Señor", "Sonríe, Dios te ama", "Jesús es el Salvador", etc. O quienes levantaban el dedo hacia el cielo indicando que Jesús es el camino y que hay que encontrarle si se ha perdido.

• Limpiar el corazón. El neomisticismo intenta alcanzar la limpieza del corazón como suprema curación del hombre. Cuando desde fuera parece que se juega en esos grupos a recuperar el maravillismo —o a que no se escape lo mágico—, desde dentro se insiste en que las curaciones que valen son las del corazón. De éste proceden todas las enfermedades del mundo, y el corazón oscuro aleja de la intimidad con DiosB4. Al hombre se le ha oscurecido Dios, porque aquél se ha alejado de éste y lo normal es que Dios no se dedique a hacer carantoñas a sus enemigos declarados. Hasta los mejores grupos orientales —cualquiera que pudiera ser su relación con los místicos y, por lo tanto, con los neomísticos— conceden la máxima importancia a una vida moral seria, muy cercana al espíritu de las Bienaventuranzas evangélicas.

• Dar su lugar a la utopía. El hombre necesita soñar y moverse en regiones no alcanzadas, puramente ilusorias para algunos, pero quizá precursoras de tiempos no lejanos. Como ha sucedido en el mundo de la técnica: los viajes espaciales de Julio Verne son ya realidad".

He aquí, esquemáticamente, las que pueden ser líneas de fuerza de los dos grandes movimientos que, en distintas dosis, reflejan los distintos grupos hoypresentes en la Iglesia. Hay que insistir, de nuevo, en que existen diferencias, a veces grandes, y distancias, a veces da la impresión que insalvables y contradictorias, entre grupos enumerados dentro del mismo bloque.

No he querido emitir un juicio crítico sobre estos movimientos. Estoy plenamente de acuerdo con esta descripción sintética de V. Codina, que es al mismo tiempo una justa valoración. También él piensa que el panorama espiritual actual puede dividirse en dos mundos, representados en Apolo y Dionisios. "Apolo es el dios del `ego', de la luz, de la juventud y del orden. Todo cuanto sea disciplina, equilibrio, autolimitación, razón. logos, conocimiento propio... pertenece a la esfera de lo apolíneo. Tiende a dominar el mundo, precisamente para crear un cosmos razonable y ordenado. La patología de lo apolíneo es clara: cuando la visión de lo necesario destruye la visión de lo posible, cuando la ley mata la novedad, la razón eclipsa el entusiasmo, la obligación aniquila la espontaneidad, y el hombre deja ya de maravillarse, entonces se llega a la despersonalización, a la rebelión y a la angustia del absurdo. Dionisios encarna el entusiasmo, la vida, el éxtasis, la licencia, la danza y la libertad. el "id", la apertura, el nirvana. Es Zorba el griego bailando. Pero también tiene su patología: cuando desaparecen totalmente los límites, las leyes se disuelven, entonces el mundo se convierte en un caos salvaje, se llega a la anomía y a la esquizofrenia"".

Augusto Guerra

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