APÓSTOLES

Considerando la importancia de los apóstoles en la Iglesia primitiva (Ef 2,20), puede resultar quizá sorprendente que «no haya un concepto unívoco de apóstol, de modo que son posibles diversas concepciones del ministerio apostólico y del principio de la apostolicidad» 1., Un texto crucial es el fragmento de kerigma primitivo de 1Cor 15,5-7: «... y que se apareció a Pedro y luego a los doce. Se apareció también a más de quinientos hermanos de una vez (...). Luego se apareció a Santiago, después a todos los apóstoles». «Los doce» es sin duda un nombre colectivo, porque sólo once estaban presentes tras la muerte de Judas. C. K. Barrett observa que «Pablo está recogiendo aquí una fórmula que él no ha creado, y que la idea de un grupo de doce discípulos especiales es prepaulina y, por consiguiente, muy temprana»2.

Se pueden distinguir tres aplicaciones distintas del término «apóstol». En primer lugar, hay un uso paulino distintivo: Pablo tuvo que luchar para defender su propio apostolado frente a algunos superapóstoles de Corinto (2Cor 10-12), porque, aunque reconocía que otros habían sido apóstoles antes que él (Gál 1,17), también él había visto al Señor (1Cor 9,1; 15,8) y había recibido la misión de predicar (Gál 1,16). En segundo lugar, para el evangelio de Lucas y los Hechos (con la excepción de He 14,4.14), sólo los doce, que habían estado con Jesús y habían sido testigos de su resurrección, son apóstoles (He 1,22-23; cf Lc 6,13: «Llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles»). Para Lucas, «los doce son el lazo de unión entre la predicación del reino de Dios por Jesús y la predicación de la palabra de Dios por la Iglesia»3. Comparado con Marcos, que usa la palabra «apóstol» sólo una vez y en el contexto de la predicación (Mc 6,30, con 6,7), y con Mateo, que sólo usa apostolos al nombrar a los doce (Mt 10,2), Lucas ve a los doce apóstoles como un grupo con un papel especial tanto en el ministerio de Jesús como en la Iglesia primitiva. Lucas usa el término apostolos 34 veces (de un total de 80 en todo el Nuevo Testamento, 35 de las cuales son en los textos paulinos). En el evangelio, Lucas usa el término seis veces para referirse a un grupo especial (Lc 9,1, con 9,10.12; 11,49; 17,5; 22,14 y, después del abandono de Judas, 24,10, con 24,9.33). Aunque no se puede dudar de que Jesús reunió a un grupo especial de entre sus discípulos, la denominación de «apóstoles» aplicada a este grupo puede ser retrospectiva por parte de Lucas 4 y de Mateo. En la primera parte de los Hechos de los apóstoles aparecen residiendo en Jerusalén y desempeñando un papel decisivo en la dirección de la Iglesia a través de la enseñanza y de los actos de autoridad 5. Pero, dado que Santiago, el hermano de Juan, a diferencia de Judas, no es sustituido (12,1), este papel especial parece haber sido temporal; de hecho los doce no vuelven a aparecer actuando de manera colegial después del nombramiento de los siete (He 6,1-6). Luego serán Santiago y los presbíteros los que aparezcan como jefes en Jerusalén (21,18), o los apóstoles y los ancianos (por ejemplo en 15,2.4.6. 22.23; 16,4) porque Pedro «salió y se fue a otro sitio» (He 12,17). No obstante, Pedro parece haber estado presente en el encuentro crucial de Jerusalén (He 15,7.14). Tanto la concepción paulina como lucana del apostolado incluyen el testimonio de la resurrección y el envío a predicar por parte del Señor. Y en tercer lugar, hay también un uso más general de la palabra «apóstol» referida a otros: Pablo y Bernabé (He 14,4.14; cf 1Cor 9,5-6; 2Cor 11,13), Santiago, el hermano del Señor (Gál 1,19), probablemente Andrónico y Junias («que se han distinguido en el apostolado», Rom 16,7) y quizá Apolo (1Cor 4,6.9), Silvano y Timoteo (1Tes 2,67, con 1,1).

Los estudios modernos sobre el significado de la apostolicidad se inician en 1865 con J. B. Lightfoot, que distingue entre el sentido paulino y los demás sentidos 6, punto que desde entonces no ha dejado de discutirse. El uso del vocablo apostolos en el griego profano no contribuye realmente a la comprensión de su significado. Una aportación importante fue la de R. H. Rengstorf, quien en 1933, siguiendo una indicación de Lightfoot, propuso la noción rabínica de shaliach como clave para su comprensión 7. El shaliach era el encargo de una misión de acuerdo con la máxima: el shaliach es como el hombre mismo. Dado que los testimonios de la noción de shaliach eran posteriores al Nuevo Testamento, y eran además de carácter jurídico, sin que hubiera una correspondencia real, muchos estudiosos han rechazado el paralelo 8. Todos ellos (con la excepción de W. Schmithals, cuya tesis, ampliamente rechazada, apunta hacia fuentes gnósticas) afirman que la noción de apóstol es de origen cristiano. En décadas recientes el paralelo con el shaliach ha vuelto a ganar el favor de los entendidos; y se constata ahora no sólo en la literatura rabínica, que es difícil de datar, sino también en las nociones veterotestamentarias del envío profético, relacionadas con la raíz hebrea slch (LXX apostellein) 9.

La Iglesia está construida sobre el cimiento de los apóstoles y profetas (Ef 2,20, con un solo artículo griego). La tradición sinóptica nos muestra cómo Jesús durante su ministerio da una instrucción y unos encargos especiales a los apóstoles/doce (Mt 10,1; 11,1), y cómo, después de resucitado, les encomienda una misión dotada de autoridad (Mt 28,18-20; Mc 16,1516; Lc 24,45-49, con He 1,8; Jn 20,21-23; cf Mt 16,19, con 18,18, que también puede ser pospascual). Estas funciones se prolongan en los Hechos y en Pablo: en la enseñanza (apóstoles: He 2,14.37.42; 4,33; Pablo: ICor 1,17; Gál 1,16) y en los actos de autoridad (apóstoles: He 6,2-4; 8,14; 15,2.22, con los presbíteros; Pablo: lCor 5,3; 2Cor 10,1-2.8). Su significación en la Iglesia es también escatológica, hecho atestiguado por la tradición sinóptica y el Apocalipsis (Mt 19,28; Lc 22,30; Ap 21,14): dado que juzgar puede significar gobernar, el texto sinóptico podría indicar que los doce serán gobernantes del nuevo pueblo, o que compartirán el triunfo escatológico del Señor 10; los doce apóstoles son los cimientos de la Iglesia y, por tanto, de la Nueva Jerusalén.

Esencial para la función del apóstol es la unción del Espíritu Santo: Jesús resucitado exhaló sobre ellos su Espíritu (Jn 20,22), y no debían marcharse de Jerusalén hasta recibir el Espíritu (cf Lc 24,49; He 1,8). Por otro lado, el apostolado ocupa el primer lugar en la lista paulina de los carismas (1Cor 12,28; Ef 4,11). La misma llamada de Pablo al apostolado fue carismática (cf Rom 1,5; Gál 1,12.15). El carisma del apostolado continúa después del tiempo de los doce (>Didaché). Otros carismas están asociados también con el papel del apóstol: signos y prodigios (He 2,43; 4,12), la donación del Espíritu (He 8,14-17;,19,6), y también la persecución y la tribulación (He 5,18.40; cf 8,1; 2Cor 6,4-10; 7,4-5; 11,23-28). A excepción del mismo Pedro y de Juan, siempre en compañía de Pedro, la tradición primitiva no relata actividades específicas de ninguno de los doce después de la resurrección (He 3,1.4.11; 4,1.13.19; 8,14). Esto puede explicar las discrepancias que hay incluso en las listas de sus nombres (Mt 9,2-4; Mc 3,18-19; Lc 9,14-16; He 1,13); eran recordados como grupo más que como individuos.

En el Vaticano II encontramos amplias referencias a los apóstoles. La idea más importante es que formaban un colegio, noción que encontró alguna resistencia hasta que la Comisión bíblica, a petición de Pablo VI, estudió la cuestión y llegó a la conclusión de que la cláusula «por disposición del Señor (statuente Domino), san Pedro y los demás apóstoles forman un solo colegio apostólico» (LG 22), podía probarse por las Escrituras 11. Entre otras afirmaciones del concilio están las siguientes: formaban un colegio, o grupo estable, con Pedro a la cabeza (LG 19); Cristo los envió como él mismo había sido enviado por el Padre (SC 6, LG 17.18, AG 5, PO 2); se les encargó la misión de predicar por todo el mundo (LG 19.32, DV 7, DH 11, AG 5); la Iglesia fue fundada sobre ellos (LG 7, NA 4, AG 1.9); recibieron la misión de extender la Iglesia a todos los pueblos y de guiarla (LG 8.20, CD 2); recibieron una unción especial del Espíritu Santo (LG 19.59, DV 20, SC 6); se les encomendó un depósito que habían de transmitir (UR 14, DV 19) hasta el final de los tiempos (LG 20); bajo la guía del Espíritu, fueron los responsables de poner por escrito el mensaje de la salvación (DV 7.8).

[El Vaticano II, además, subraya la función decisiva de los apóstoles en el Nuevo Testamento al afirmar que todos sus escritos tienen «origen apostólico» (DV 18). Tal origen les viene porque fueron escritos por «los apóstoles y los varones apostólicos» (DV 7.18). Notemos como de esta forma este Concilio extiende el concepto de apostolicidad y no lo limita estrictamente a sólo los doce, matizando así la tendencia a cierta comprensión restringida del apóstol a partir del Decreto antimodernista de 1907 12. Aparece pues, de esta forma la equivalencia entre la etapa de la redacción del Nuevo Testamento y la etapa apostólica, situación que da una pista clave para comprender el concepto teológico de apóstol, decisivo para afirmar la apostolicidad de la Iglesia: su fidelidad a Jesucristo gracias al testimonio privilegiado de los apóstoles. En efecto, tal como recordaba Congar hace años: «lo que constituye en profundidad la apostolicidad de la Iglesia es la identidad de misión entre la Iglesia presente y los apóstoles; luego, con las debidas distinciones, entre los apóstoles y Cristo, el primer y verdadero "enviado" de Dios» 13

Ahora bien los estudios exegéticos actuales constatan que el proceso de redacción del Nuevo Testamento puede alargarse hasta la primera mitad del siglo II, tal como actualmente se afirma sobre su último escrito, la Segunda Carta de Pedro, que puede situarse ya sea a comienzos del siglo II (X. Alegre, J. H. Neyrey...), o ya sea hacia el año 130 (R. E. Brown) o el 145 (A. Vógtle). La amplitud de esta etapa de la Iglesia apostólica facilita poderla articular en torno a dos o tres generaciones: la generación propiamente apostólica (entre los años 30/ 65), señalada por los grandes apóstoles (Santiago, Pedro, Pablo...); y la posterior o pos-apostólica, que puede subdividirse en la generación adjetivada como propiamente sub-apostólica (entre los años 66/100), porque se cubre bajo el nombre de los apóstoles ya desaparecidos, y la generación propiamente pos-apostólica que se alargaría hasta el final del Nuevo Testamento 14. Será en >Ignacio de Antioquía -primera mitad del s.II- cuando el adjetivo «apostólico» aparecerá por primera vez 15, donde recuerda el modelo de los apóstoles especialmente la norma establecida por su doctrina 16. Por esto y con razón R. Trevijano concluye: «a partir del siglo II, "los apóstoles" son para la conciencia cristiana el punto decisivo del paso histórico de Jesucristo a su iglesia» 17.1

El lugar y la función de los apóstoles son cruciales para la comprensión de la >sucesión apostólica, la apostolicidad de la Iglesia (>Apostólico/ Apostolicidad) y la >colegialidad episcopal.

NOTAS:

1 J. A. BÜHNER, Apostolos, en H. BALZ-G. SCHNEIDER (dirs.), Diccionario exegético del Nuevo Testamento I, Sígueme, Salamanca 1996, 427-438; G. LEONARDI, Apóstol/discípulo, en P. RosSANO-G. RAVASi-A. GiRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, San Pablo, Madrid 20012, 142-162; E.M. KREDEL, Apóstol, en H. FRIES (dir.), Conceptos fundamentales de teología 1, Cristiandad, Madrid 1979, 107-113; B. RIGAux, Los doce apóstoles, Concilium 34 (1968) 7-18; R. FABRis, Jesús y los discípulos, en Jesús de Nazaret. Historia e interpretación, Sígueme, Salamanca 1985, 128-135; R. SCHNACKENBURG, Apostolicity: The Present Position of Studies, One in Christ 6 (1970) 243-273, en part. 251; cf Y CONGAR, Propiedades esenciales de la Iglesia, en Mysterium salutis IV 1, 547-550 (El «apóstol» según el Nuevo Testamento); J. A. JÁUREGUI, Función de los «Doce» en la Iglesia de Jerusalén: Estudio histórico-exegético sobre el estado de la discusión, Estudios Eclesiásticos 63 (1988) 257284; F. A. SULLIVAN, La Iglesia en que creemos: una, santa, católica y apostólica, Desclée de Brouwer, Bilbao 1995, 177-240; H. KONG, La Iglesia, Herder, Barcelona 1969, 411-428; R. E- BROwN, Priest and Bishop: Biblical Reflectíons, Dublín 1971; R. LATOURELLE, Apóstol, en R. LATOURELLE-R. FiSICHELLA-S. PIÉ-NINOT (dirs.), Diccionario de teología fundamental, San Pablo, Madrid 20002, 126-127.

2 A Commentary on the First Epistle to the Corinthians, Londres 1968,341.

3 R. J. KARRIS, en NJBC, 694.

4 J. DUPONT, Le nom d'apótres a-t-il été donné aux douze par Jésus, OrSyr 1 (1956) 267-290, 425-444; R. AGUIRRE, La Iglesia de los Hechos, SM, Madrid 1989; La Iglesia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao 1989; Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana, Desclée de Brouwer, Bilbao 1987 (2' ed., Verbo Divino, Estella 1998); S. BROwN, Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron, Desclée de Brouwer, Bilbao 1998'.

5 J. DUPONT, L'Apótre comme intermédiaire du salut dans les Actes des Apótres, RTPhi1 112 (1980) 342358; S. BROwN, Apostleship in the New Testament as an Hístorical and Theological Problem, NTS 30 (1984) 474-480.

6 Si. Paul's Epistle to the Galatians, Grand Rapids 195710, 92-100; R. FABRIS, Pablo. El apóstol de las gentes, San Pablo, Madrid 1999, 133ss; L'apostolo e il discepolo neil'epistolario paulino, en AA.VV., Dizionario di Spiritualitá Patristica IV, Roma 1993, 161-188.

7 K. H. REGENSTORF, Apostelló/Apóstolos, en TWNT 1, 397-448.

8 L. CERFAUX, Pour l'histoire du titre apostolos dans le Nouveau Testament, RechSR 48 (1960) 76-92; B. RiGAUx, Los doce apóstoles, Concilium 34 (1968) 7-18; J. A. KIRK, Apostleship after Rengstorf: Towards a Synthesis, NTS 21 (1974-1975) 249-264; W. SCHMrrHALS, The Office of Apostle in the Early Church, Nashville 1969, 98-110; bibl. más completa: F. H. AGNEW, The Origin of the NT Apostle-concept: A Review of Research, JBL 105 (1986) 85, n. 44, 91, 76.

9 E H. AGNEW, en NDictT, 48-52; X. LÉON-DuFouR, Apóstol, en VTB, 97-100; E. M. KREDEL, Apóstol, en DTB, 98-105.

10 J. B. METER, Matthew, Dublín 1980, 223.

11 ActaSyn 3/1, 13-14: Synopsis LG, 432.

12 Cf DENZINGER-HUNERMANN, 3421.

13 Santa Iglesia, Barcelona 1965, 164.

14 La Comisión Teológica Internacional, en 1973, precisamente sobre la Apostolicidad, constata dos etapas: la apostólica y la pos-apostólica (Proemio, n 3: CTI, Documentos 1969-1999, BAC, Madrid 1998, 64); por su lado es R. E. Brown quien ha promovido la triple división vista como una evolución no contradictoria; en el mundo protestante, en cambio, la tercera etapa continúa siendo calificada como de «protocatólica», y por tanto no del todo fiel a las anteriores, cf, a pesar de su renovado enfoque, J. ROLOFF, Die Kirche in NT, Gotinga 1993, 214.267.311 s., y Apótre, en J. Y. LACOSTE (ed.), Dictionnaire critique de théologie, PUF, París 1998, 77-80.

15 A los Tralianos, inscripción.

16 Martirio de Policarpo 16, 2.

17 R. TREVHANO, Apóstol, apostolado, en DPAC 1, 182.