ÁNGELES

La creencia en los ángeles 1 es un rasgo común del Antiguo y del Nuevo Testamento, donde se les atribuye la misión de alabar a Dios en el cielo y ser sus mensajeros o servidores en la tierra 2. Aparecen frecuentemente en la enseñanza de Jesús (por ejemplo: Mt 13,39.49; 18,10 par.; 24,36 par.; Lc 15,10) y lo sirven (por ejemplo: Mt 4,11; Lc 22,43; cf Mt 26,53; Ap 5,11-12; 7,11-12; 1Tim 3,16). Se conocen los nombres de tres de ellos: Rafael3 («Dios cura»: Tob 3,17; 12,15), Gabriel 4 («Héroe de Dios»: Dan 8,16; 9,21; Le 1,19.26) y Miguel 5 («¿Quién como Dios?»: Dan 10,13.21; 12,1; Jds 9; Ap 12,7). Su número es muy elevado.

Las afirmaciones sobre los ángeles fueron frecuentes, pero la especulación sobre ellos esporádica en el período patrístico hasta >Pseudodionisio Areopagita, que fue el primero en comprender su naturaleza esencialmente espiritual6. Varios Padres buscaron en las Escrituras los diferentes tipos de ángeles: Cirilo de Jerusalén (+386)7, Juan Crisóstomo (+407)8, Gregorio de Nisa (+395 ca.)9. En el Antiguo Testamento encontraron serafines y querubines; en Col 1,16 y Ef 1,21, tronos, dominaciones, principados y potestades; y en Jds 9 y 1Tes 4,16, ángeles y arcángeles. Pero los primeros Padres los clasificaban de distinto modo. En la teología posterior se impondría sin embargo la clasificación del Pseudodionisio; en orden descendente, nos encontramos en primer lugar con tres coros del máximo rango: los serafines, los querubines y los tronos; en un segundo nivel están las dominaciones, las potestades y las autoridades; y en tercer lugar vienen los principados, los arcángeles y los ángeles10. Gregorio Magno conservó los nombres, pero cambió la clasificación del Pseudodionisio11, lo que llevó a Dante a decir que se divertiría al darse cuenta de su error después de su muerte12. El orden de Pseudodionisio se introdujo en la escolástica por medio de Pedro Lombardo13, de quien lo adoptó santo Tomás14, quien afirmaba que el orden de Pseudodionisio se refería más bien a la perfección espiritual de los ángeles, mientras que Gregorio consideraba su ministerio15. En santo Tomás encontramos además especulación sobre la naturaleza de los ángeles: no están compuestos de materia y forma; cada ángel constituye una especie; de su inmaterialidad se sigue su inmortalidad; pueden actuar en un lugar sin moverse, aplicando su poder al lugar en el que quieren estar16. El gran interés por los ángeles en la Edad media se debe en parte al hecho de ser puros espíritus (con lo que su existencia y actividad planteaba numerosos problemas metafísicos), en parte a la piedad popular y en parte también a la concepción de la «gran cadena de los seres», en la que estos desempeñaban varios papeles como intermediarios entre Dios y el cosmos, incluyendo a los hombres.

La creencia en los ángeles de la guarda está basada en la experiencia veterotestamentaria de los ángeles benéficos y en Mt 18,10. Los rabinos difundían la idea del ángel de la guarda y afirmaban que sólo los ángeles más elevados podían ver a Dios cara a cara; Jesús asegura que los que se ocupan de los pequeños están viendo el rostro del Padre (Mt 18,10). Muchos Padres se refieren a ángeles de pueblos, ciudades o individuos, costumbre que se adopta también en el período escolástico (por ejemplo, santo Tomás17).

La creencia en los ángeles ha sido constante en la Iglesia católica romana y en las Iglesias orientales, y está atestiguada por la iconografía, los himnos, las oraciones y la liturgia. En la revisión del calendario litúrgico, la celebración de los santos Miguel, Gabriel y Rafael (el 29 de septiembre) ha quedado como una fiesta, y está además la memoria de los ángeles de la guarda (el 2 de octubre). En la liturgia funeraria los ángeles son considerados como acompañantes del fallecido ante el trono de la gracia.

El magisterio ha intervenido en varias ocasiones para desterrar ideas aberrantes sobre los ángeles. Se mencionan en una definición del concilio IV de >Letrán repetida en el Vaticano I, en la que se dice que son espíritus personales que han sido creados18. Aunque el objeto principal de estas definiciones es el hecho de que Dios es el creador de todo, incluidos los ángeles, los textos no permiten negar la existencia de los mismos19. Pío XII condenó la negación de la personalidad espiritual de los ángeles20. El Vaticano II confirma esta orientación, pero, al mismo tiempo, gracias a su fuerte acentuación cristológica, evita que la angelología caiga en el peligro de una injustificada independencia o falsificación.

Posteriormente, el papa Pablo VI incluyó la creencia en la existencia de los ángeles en su Credo21, y su existencia se afirma muchas veces en el Catecismo de la Iglesia católica22. Dada su tradición tan antigua y la continuada mención de los ángeles en la liturgia, especialmente en los prefacios de la eucaristía, parece difícil negar que su existencia pertenezca a la fe de la Iglesia23. Para santo Tomás, pertenecen al cuerpo místico de la Iglesia y tienen a Cristo por cabeza24. Siempre que nos mantengamos dentro de una perspectiva cristológica25, el mundo angélico ensancha nuestra visión de la Iglesia y nos presenta una visión de la providencia divina y de la belleza de la creación todavía por descubrir26. En esta línea quizá se puede comprender el creciente y nuevo interés por los ángeles, debido sin duda al afán por dominar las dimensiones cósmicas de un universo que se expande, así como por el deseo de una comunicación espiritual universal, de la cual la Iglesia es «sacramento universal de salvación» (LG 49).

 

NOTAS:

1 K. RAHNER, Ángel y Angelología, en Sacramentum mundi 1, 153-162; 162-171 (respectivamente); L. MONLOUBOU, Vamos a hablar de los ángeles, Selecciones de Teología 112 (1998) 330-340; R. BERZOSA, Ángeles y demonios. Sentido de su retorno en nuestros días, BAC, Madrid 1996; M. MARTÍN VELASCO-J. R. BUSTO SAIZ-X. PIKAZA, Ángeles y demonios, V Curso de Escatología, Colegio Mayor Chamínade, SM, Madrid 1984; J. A. SAYÉS, El demonio, ¿realidad o mito?, San Pablo, Madrid 1997; M. SEEMANN, Cuestiones previas al tratado de ángeles y demonios, en Mysterium salutis IV 2, Cristiandad, Madrid 1975; E. TOURÓN DEL PIE, Ángeles, en S. DE FIORES-S. MEO (dirs.), Nuevo diccionario de mariología, San Pablo, Madrid 2001°, 82100; J. AUER, El mundo, creación de Dios, Herder, Barcelona 1978, 448-499.

2 P. M. GALOPIN-P. GRELOT, Ángeles, en VTB, 83-85; G. KITTEL, Angelos, en TWNT 1, 74-87; T. STANCATI, Ángeles, en Diccionario teológico enciclopédico, Verbo Divino, Estella 1995, 4849; J. MICHL, Ángel, en DTB, 76-88; J. RIESH. LIMET, Anges et démons. Actes du colloque de Liége et de Louvain-la-Neuve (25-26 de noviembre de 1987), Centre d'Histoire des Religions, Lovaina 1989; M. GARCÍA CORDERO, El ministerio de los ángeles en los escritos del Nuevo Testamento, Ciencia Tomista 118 (1991) 3-40; BROWN R. E., El nacimiento del Mesías. Comentario a los relatos de la infancia, Cristiandad, Madrid 1982.

3 R. CAVEDO, Rafael, en C. LEONARDI-A. RICCARDI-G. ZARRI (dirs.), Diccionario de los santos II, San Pablo, Madrid 2000, 1950-1951.

4 ID, Gabriel, en ib, 1, 896-897.

5 ID, Miguel, en ib, II, 1720-1721.

6 J. DANIÉLOU, The Angels and their Mission According to the Fathers of the Church, Westminster 1957-1988; R. ROQUES, L'univers dionysien. Structure hiérarchique du monde selon le PseudoDenys, París 1983, 135-167; B. STUDER, Ángel, en DPAC 1, 122-126.

7 Catequesis 23, 6/Catequesis mistagógicas 5, 6: PG 33, 1109-1128, quizá por Juan II de Jerusalén (t417), cf DPAC II, 1188.

8 Homiliae 9 in Genesim 4, 5: PG 53, 44; De incomprehensibili Dei natura 1, 6 y 2, 2: PG 48, 706-707, 714.

9 Quince homilías sobre el Cantar de los Cantares: PG 48, 706-707, 714.

10 Jerarquía celeste, 6, 2; 7-9: PG 3, 200-261.

11 XL Hom. in Ev. 2, 34, 7-14: PL 76, 1249-1255; Moraba 32, 48: PL 76, 665-666; Ep. 5, 54: PL 77, 786.

12 Paraíso 28, 130-135.

13 Liber 2 sententiarum d.9.

14 In 2 Sent. d.9, q.l, a.3.

15 ST 1a, q.108, a.5.

16 ST 1a, qq.50-62; 107-108.

17 ST 1a, q.113.

18 DENZINGER-HÜNERMANN, 800; 3002; P. M. QuAY, Angelss and Demons: The Teaching of IV Lateran, TS 42 (1981) 20-48.

19 cf K. RAnNER, Ángel, a.c., 153-162.

20 Enc. Humani generis AAS 42 (1950) 570.

21 AAS 60 (1968) 433: El Credo del Pueblo de Dios, CCS, Madrid 1968.

22 Principalmente 328-336, junto con el n 28 y otros.

23 AA.V V., Angeii e demoni. Il dramma della storia tra il bene e il mate, Bolonia 1991; 1. F. SAGÜÉS, De angelis, en Sacrae theologiae summa II, BAC, Madrid 1958, 560

599, 609-617.

24 ST 3a, q.8, a.4c.

25 Cf LG 49; K. RAHNER, Ángel, a.c., 153-162.

26 R. OMBRES, Sharing the Universe with Angels, NBlackfr 73 (1992) 252-256; G. TAVARD, Los ángeles, en M. SCHMAUS-A. GRILLMEIER-L. SCHEFFCZYK (dirs.), Historia de los Dogmas II-2b, BAC, Madrid 1973; S. PINCKAERS, Les anges, garants de l'expérience spirituelle seIon saint Thomas, Revue Théologique de Lugano 2 (1996) 179-192.