VOTUM ECCLESIAE
DicEc
 

La teoría del «votum Ecclesiae», o deseo de la Iglesia en caso de conocerla, encuentra sus inicios en la teología sacramental escolástica, enraizada en la distinción de san Agustín entre res y sacramentum. Será Pedro Lombardo quien, tratando sobre la necesidad del bautismo para la salvación, elabore dos axiomas decisivos: voluntas pro facto reputatur y Deus virtutem suam non alligavit sacramentis (IV Sent dist. 4, cap. 4, n 45). Para santo Tomás el voto es deseo, propósito, y por tanto opción voluntaria y consciente, y en este sentido es ya pertenencia en acto, porque surge de la fe que opera mediante la caridad (ST III, q.68, a.2). Si faltan ambos, «et re et voto», no se consigue la salvación, pero si hay al menos el voto se consigue (III, q.68, a.2c). Este proporciona la incorporación mentaliter y el sacramento la corporaliter (III, q.69, a.5, ad 1).

Con posterioridad, la teología hará la distinción entre alma y cuerpo de la Iglesia (>Roberto Belarmino, L. Billot, C. Pesch...), o hablará de la pertenencia a la Iglesia simpliciter o secundum quid (J. B. Franzelin), o distinguirá entre pertenencia constitutiva o fundamental, y activa u operativa (K. Mörsdorf). Y. Congar recuperará la expresión Ecclesia ab Abel (>Abel, Iglesia desde), como síntesis patrística que subraya la coincidencia entre Iglesia y comunidad de salvados. En definitiva, todas estas formulaciones de la pertenencia a la Iglesia ya sean voto, «en el alma», secundum quid, «fundamental»..., quieren expresar que el vínculo con la Iglesia existe, pero que va más allá de lo que se puede precisar históricamente, por el hecho de que al fin y al cabo es Dios que lo constituye siendo él y sólo él el salvador.

El Vaticano II reformulará sin usarlo el votum Ecclesiae presente en la Mystici corporis y predominante hasta entonces, a partir de la expresión Ecclesia ab Abel (LG 2) y, a su vez, fiel a la eclesiología de comunión, preferirá hablar de una forma más dinámica sobre la «ordenación de diversas maneras» de todos los hombres al pueblo de Dios (LG 13, l6).