SIMONÍA
DicEc
 

El nombre de «simonía» deriva del pecado de Simón el Mago, de Samaría, que trató de comprar de Pedro el poder para conferir el Espíritu; Pedro lo consideró como un pecado grave (He 8,9-24). Después de la época de las persecuciones se convirtió en un problema dentro de la Iglesia. El concilio de >Calcedonia prohibió la concesión de las órdenes por dinero. La simonía se extendió a comienzos de la Edad media y varios de los concilios medievales aprobaron disposiciones en contra de ella, por ejemplo el concilio de >Letrán III. El problema se extendió a una amplia serie de asuntos: la venta de ascensos eclesiásticos, la exigencia de un pago por los servicios espirituales, etc. En Trento se legisló en contra de estas prácticas.

La cuestión es delicada. Está mal evidentemente la venta de las cosas y dones espirituales, de acuerdo con el mandato del Señor en el contexto de las curaciones: «Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis» (Mt 10,8). Pero también dijo: «El obrero merece su salario» (Lc 10,7). El Código de Derecho canónico establece varias disposiciones al respecto: «Es inválida de propio derecho la provisión de un oficio hecha con simonía» (CIC 149 § 3); hay penas por simonía (CIC 1380) y por traficar con los estipendios de las misas (CIC 1385; cf 947). Afirma claramente: «Fuera de las ofrendas determinadas por la autoridad competente, el ministro no debe pedir nada por la administración de los sacramentos, y ha de procurar siempre que los necesitados no queden privados de la ayuda de los sacramentos por razón de su pobreza» (CIC 848; cf CIC 1181 sobre los funerales). Este canon trata de asegurar el sustento de los pastores (CIC 222), estableciendo al mismo tiempo la gratuidad de todos los beneficios espirituales para los pobres. En conclusión se puede afirmar que simonía «significa un acuerdo explícito o implícito y externamente manifestado por el que una parte accede a conferir un sacramento a la otra a cambio de determinados bienes temporales, a saber, dinero, propiedades, etc. El núcleo de la ofensa está en el deliberado intento de igualar lo espiritual y lo temporal, es decir, de comerciar con las cosas sagradas» (T. J. Green). La ofensa de la simonía incluye también otras cosas sagradas. La apariencia de simonía hay que evitarla, aun cuando no exista de hecho tal pecado.