MAESTROS
DicEc
 

Las ideas de «maestro» y «enseñar» son complejas en el Nuevo Testamento. Los sinópticos dan a Jesús con frecuencia el nombre de Maestro (didaskalos), y en su ministerio se dice a menudo que enseña (didaskein). Su enseñanza es el cumplimiento de la ley y los profetas (Mt 5,17-20; Lc 16,16). En Mateo incluso los que le son hostiles llaman «rabí» a Jesús. Lucas advierte a sus lectores que no se dejen corromper por los fariseos o maestros rigoristas (cf Lc 12,1-3). A pesar de la aparente prohibición de Jesús de usar el nombre de rabí (Mt 23,8), en otros escritos del Nuevo Testamento se habla del grupo de los maestros, que aparecen en tercer lugar, después de los apóstoles y los profetas (1 Cor 12,28; cf He 13,1; Ef 4,11). Aunque es seguro que aquellos a los que se llama maestros eran portadores de algún tipo de >carisma, parece que desempeñan también un oficio o, al menos, que se les reconoce como grupo en la Iglesia primitiva (cf Sant 3,1). No se trataba, sin embargo, de una función aparte: el autor de la Primera carta a Timoteo se llama a sí mismo (o llama a Pablo) apóstol y maestro (1,1; 2,7). En las cartas pastorales el objeto de la enseñanza es la buena noticia (parathéké, depósito, cf 2Tim 1,10-14); su fuente es la tradición apostólica (cf 2Tim 1,13; 2,2; 3,10): Timoteo ha de dedicarse a la lectura, la exhortación y la enseñanza (1Tim 4,13; cf 2Tim 3,16); es menester preservar las palabras del Señor y la Escritura (l Tim 6,3; 2Tim 2,9; Tit 2,5). La enseñanza de las cartas pastorales es al mismo tiempo kerigma, catequesis y exhortación; en definitiva, ha de llevar a la perfección de la fe cristiana en su doble dimensión doctrinal y ética.

En la >Didaché un papel importante del profeta es enseñar (11), aun cuando junto a los profetas están también los maestros (13,2; 15,1-2). Por eso, la postura de H. Küng, que, basándose en el Nuevo Testamento y en otros textos primitivos, niega que los obispos puedan ser auténticos maestros, ya que esto significaría monopolizar los carismas, no puede sostenerse. Tampoco es necesario afirmar que la «trilogía antioquena» de los apóstoles, los profetas y los maestros (cf He 13,1 con 14,4.14) suponga la especialización en ministerios separados.

Durante varios siglos hubo en algunas Iglesias un oficio de maestro, pero su papel y su posición no están del todo claros en los textos de que disponemos. Para >Ignacio, Cristo es el gran maestro, y en sus cartas se muestra preocupado por los falsos maestros, problema que aparece ya en los tiempos del Nuevo Testamento (cf Gál 1,6-8; Un 2,21-25). En la > Tradición apostólica, el maestro (doctor), que puede ser clérigo (ekklésiastikos) o laico (laikos), ora y luego impone las manos sobre los catecúmenos (19). Si hay instrucción matinal (katéchésis), no se debe faltar a ella cuando viene el maestro (41/ 35, 3); lo que significa dos cosas: que también algunos que no son maestros hacen la instrucción y que el ministerio del maestro se considera muy importante. T Justino fue sin duda un maestro, como lo fue también >Orígenes, estando ambos al frente de una escuela de teología o de catequesis. Justino desarrolló su labor antes de que en la Iglesia se separaran claramente los dos estratos: el clerical y el laico. Orígenes, algo después, se ordenó sacerdote al cabo de muchos años de ejercer como teólogo laico. Los estudiosos no están de acuerdo acerca de si Tertuliano llegó a ordenarse o no sacerdote. En las >Constituciones apostólicas, del siglo IV, todavía figuran los maestros: estaban subordinados a los obispos; las mujeres no podían ser maestras; había que dar las gracias por el don de los maestros de catecúmenos. Dado que los maestros eran también apóstoles, obispos y presbíteros, es posible que con el tiempo el oficio de maestro dejara de ser un ministerio aparte en algunas Iglesias". Con la decadencia de la profecía, los maestros adquirieron un papel más destacado, pero al final acabaron institucionalizándose en el estado clerical.

En la Edad media se desarrolló la idea del >magisterio, o enseñanza autorizada de los obispos y el papa. No obstante, se seguía reconociendo que había muchos en la Iglesia que enseñaban; santo Tomás, por ejemplo, habla en el contexto del bautismo de que enseñan los obispos, los sacerdotes, los padrinos y los ministros menores, y de hecho cualquier fiel podía servir de mediador para la conversión de otro". Reconocía dos cátedras: la pastoral y la académica; la cathedra pastoralis/pontificalis de los obispos y la cathedra magisterialis de los maestros de teología (Teólogos).

En el Vaticano II la enseñanza es un oficio primordial de los obispos (LG 23-25; CD 14) y de los sacerdotes (PO 4). Los laicos, en virtud de su participación en el oficio profético de Cristo, tienen obligación de enseñar por medio del testimonio, la profesión verbal de la fe unida a una vida acorde con ella, y la evangelización (LG 34; cf AA 6; GS 11). Toda la Iglesia tiene además la responsabilidad de la enseñanza: todos los cristianos tienen derecho a la educación cristiana (GE 3); la responsabilidad recae primariamente en la familia, pero afecta a toda la Iglesia (GE 3, 6); la escuela católica tiene gran importancia (GE 5,8-9); hay que prestar ayuda especialmente a los que asisten a escuelas no católicas (GE 7); la Iglesia pone además especial interés en la educación superior (GE 10), especialmente en las facultades de ciencias sagradas (GE 11).

Esta doctrina del Vaticano II se concreta en el libro III del Código de Derecho canónico. Después de una introducción (CIC 747-755), se presentan cinco títulos o secciones: el ministerio de la palabra divina, que trata sobre todo de los obispos y sacerdotes (CIC 756-780); la formación catequética (CIC 773-780); la actividad misional de la Iglesia (CIC 781-792; cf AG 23 para lo relativo a las personas); la educación católica a todos los niveles (CIC 793-821); los instrumentos de comunicación social y especialmente los libros (CIC 822-832); la profesión de fe (CIC 833). El espíritu del Vaticano II y de las normas del Código puede considerarse contenido en el canon 761: «Deben emplearse todos los medios disponibles para anunciar la doctrina cristiana, sobre todo la predicación y la catequesis, que ocupan siempre un lugar primordial; pero también la enseñanza de la doctrina en escuelas, academias, conferencias y reuniones de todo tipo, así como su difusión mediante declaraciones públicas, hechas por la autoridad legítima con motivo de determinados acontecimientos, y mediante la prensa y otros medios de comunicación social». Con otras palabras, han de emplearse todos los medios posibles en la promoción de la enseñanza católica. En el derecho oriental, el tema de la enseñanza se recoge en el título XV, El magisterio eclesiástico, que abarca todas las formas de enseñanza en la Iglesia.

Para otros aspectos de la cuestión, >magisterio, >teólogos, >recepción, >sensus fidei, así como las voces relacionadas con estas. En definitiva, aunque la enseñanza es muy importante, lo es por estar al servicio de la fe creyente, que es la que salva.