LITURGIA
DicEc
 

El término «liturgia» procede del griego leitourgia —de ergon (labor) y leitos (pública)—, con que se designaba un servicio público, especialmente el realizado por ciudadanos particulares a sus propias expensas. Además de su significado religioso, en la Grecia antigua tenía también el significado secular de obras públicas. En el Nuevo Testamento se usa para designar diferentes tipos de servicio, en particular el servicio sagrado (Lc 1,23; Heb 8,6). En las religiones la liturgia es por lo general un sistema o conjunto de ritos que han de realizarse de manera pública o corporativa. Es corporativa más que privada, sistemática más que completamente espontánea, por lo general relacionada de algún modo con el tiempo —pasado, presente o esencialmente atemporal—, con una gran capacidad para unificar o coordinar las experiencias del pueblo.

Ya en la época del Nuevo Testamento encontramos a los discípulos de Jesús reuniéndose para dar culto: al principio todavía en el templo (He 2,46; 3,1) o con los judíos (He 16,13.16); pero pronto independientemente en la fracción del pan (He 2,42; 20,7.1 1), llamada desde los tiempos más remotos cena del Señor (1Cor 11,20-33). En tiempos de la >Didaché (95 ca.) y de >Justino (160 ca.) la liturgia central de los cristianos es clara. Consiste en la lectura de las Escrituras, la enseñanza, oraciones y la eucaristía. La >Tradición apostólica supone en el siglo III un intento de ordenar la liturgia de acuerdo con un formato anterior, probablemente de finales del siglo II.

Pero el culto cristiano primitivo no se limitaba a la eucaristía. La Iglesia primitiva adoptó la práctica judía de la oración diaria frecuente (Sal 119,164). También en la Tradición apostólica encontramos el relato de una oración vespertina comunitaria en la que el diácono presenta la lámpara, el obispo pronuncia una acción de gracias solemne en relación con el tema de la luz, los niños y las vírgenes cantan salmos y la comunidad entera canta salmos de aleluya (26/ 26, 18-32). Por la mañana había una instrucción comunitaria. Se hacía también oración a las horas tercia, sexta y nona, al ir a la cama y a medianoche (4I/36). Las oraciones de las horas tercia, sexta y nona seguían los pasos del relato de la pasión de Marcos (Mc 15,25.33-34): la primera y la última eran oraciones de alabanza; la oración de la hora sexta era al parecer para representar el grito de Cristo en la cruz. La oración de medianoche era un canto de alabanza a Dios en unión con toda la creación. Se habla también de una oración al rayar el alba; la tradición posterior la identificaría bien con la oración de medianoche bien con la de la mañana.

Desde el siglo VI e incluso antes (>Constituciones apostólicas) hubo en las distintas Iglesias importantes colecciones de textos litúrgicos para los sacramentos, la liturgia de la eucaristía y la liturgia de las horas. En contrapartida estas colecciones dieron lugar a la estandarización, con la correspondiente supresión de numerosos ritos y liturgias locales. Hacia el siglo XII la liturgia en la Iglesia latina era más o menos uniforme, con algunas excepciones, como la Iglesia de Milán; había también una tendencia a la uniformidad dentro de cada una de las Iglesias orientales, aunque entre sí diferían unas de otras. La liturgia se celebraba en lenguas sagradas: latín en Occidente y lenguas antiguas en Oriente, aunque aquí aparecieron también liturgias en lenguas vernáculas.

En la Edad media, como muestra santo >Tomás de Aquino, había armonía entre la eclesiología y la liturgia. La Iglesia era considerada básicamente en los mismos términos en que se expresaba el canon romano (plegaria eucarística 1): la Iglesia es la congregación del pueblo (congregatio) en comunión y en una adoración que une a la Iglesia terrena con la Iglesia celeste que está en la gloria; celebra el misterio pascual y anhela sus frutos; recuerda a los muertos; se reconoce como Iglesia de pecadores en adoración, con la esperanza puesta en la misericordia; implora protección y ayuda para realizar sus tareas en el mundo.

Con la Reforma hubo presiones para renunciar al latín en favor de las lenguas vernáculas, pero se resistieron, a pesar de que todos los reformadores optaron por celebrar la liturgia en la lengua del pueblo y pusieron especial empeño en publicar traducciones de la Biblia. En la Iglesia latina, sin embargo, se fue imponiendo cada vez más la uniformidad.

Como con todos los movimientos, pueden señalarse distintas fechas de origen del movimiento litúrgico; pero no parece inapropiado señalar como origen del movimiento litúrgico la obra del benedictino Dom Prosper Louis Paschal Guéranger (1805-1875), que adquirió el priorato de Solesmes en 1832 y se convirtió en abad. Escribió extensamente sobre la liturgia y fomentó el canto gregoriano.

En los siglos XIX y XX el movimiento litúrgico dio importantes pasos adelante. Se editaron antiguos textos litúrgicos. Varios monasterios, como Maredsous, Solesmes, Mont César, Montserrat. Santo Domingo de Silos, St. Johns Abbey y CollegeviIle, se convirtieron en centros de investigación y publicación. Se desarrollaron otros centros, como el Institut Supérieur de Liturgie de París (1947), Tréveris (1947). Maria Laach (1948) o el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona (1958). El pensamiento especulativo de Odo >Casel (1886-1948) acabó ejerciendo notable influencia, aunque no fuera seguido en todos los puntos. Se multiplicaron las revistas, los congresos y los seminarios, dedicados a todos los aspectos de la liturgia: teología, historia, arte y música. Un rasgo distintivo del movimiento fue su interés por la pastoral: uno de sus promotores, como fue J. A. Jungmann, autor de uno de los libros más influyentes del período anterior al Vaticano II, estuvo también profundamente comprometido en la catequesis. La liturgia atrajo también la atención de teólogos sistemáticos como K. Rahner antes y después del concilio.

En el siglo XX también los papas han promovido constantemente la renovación litúrgica, empezando por >Pío X en relación con el canto, el oficio divino, la comunión diaria y la disminución de la edad para recibir la primera comunión. Bajo >Pío XI el movimiento siguió recibiendo apoyo, por ejemplo con los decretos sobre la «misa dialogada» (1922), las vestiduras (1925) y el canto (1928). El gran documento pontificio del siglo XX sobre la liturgia fue la encíclica Mediator Dei, de >Pío XII, publicada en 1947. En ella se alentaba la participación activa del pueblo en la liturgia, idea que estaba ya presente en el primer documento litúrgico de Pío X sobre la música. Pío XII aprobó también en 1955 la revisión radical de la liturgia de la Semana Santa, iniciada ya en 1951 en algunos sitios a modo de ensayo.

En la época en que se inició el >Vaticano II el movimiento litúrgico estaba ya maduro y contaba con logros históricos y científicos seguros, así como con experiencias pastorales en monasterios y parroquias, especialmente en Alemania y Francia. La constitución sobre la liturgia se debatió en el primer período de sesiones, entre el 22 de octubre y el 14 de noviembre de 1962. Las tensiones que habrían de caracterizar todo el concilio se pusieron ya de relieve, especialmente en relación con la cuestión del uso de las lenguas vernáculas y la naturaleza de la revisión de libros litúrgicos. El documento fue revisado durante la primavera siguiente y definitivamente aprobado el 22 de noviembre de 1963. El documento final, Sacrosanctum concilium (SC), pondría fin a la idea de la liturgia como algo relacionado principalmente con las rúbricas, abriendo camino a una renovación general. En enero de 1964 Pablo VI nombró una comisión (cuyo nombre completo era «Comisión para la aplicación de la Constitución sobre la liturgia»), que inmediatamente se puso a trabajar. Su principal artífice fue A. >Bugnini. Su revista, Notitiae, es un instrumento indispensable para comprender el proceso de elaboración de los nuevos textos y su significación. Las instrucciones de la SC incluían la simplificación de los ritos y la posibilidad de introducir variaciones (SC 34-39). El planteamiento de la comisión fue interdisciplinar y experimental; varios ritos modificados se probaron en lugares seleccionados antes de la aprobación definitiva del texto. Un rasgo notable de todos los textos revisados es la Instrucción general (IG) que precede a cada uno de ellos. En ella se tratan no sólo cuestiones prácticas relacionadas con la celebración, sino que se presenta también, de manera breve pero profunda, una teología del rito en cuestión. La revisión de los ritos se debe en gran parte al entusiasmo y dedicación de Pablo VI y de Bugnini, que gozó de la confianza del papa al menos hasta 1975.

Desde nuestro punto de vista, la eclesiología, la constitución del Vaticano II sobre la liturgia (SC) y las reformas posteriores son de enorme importancia. El concilio no define la liturgia, pero hay tantas definiciones o descripciones de ella como liturgistas. La descripción preconciliar de H. Urs von Balthasar es teológica y espiritualmente profunda: «La liturgia es el servicio sagrado u oración de la Iglesia en la presencia de Dios. En ella, de una manera absolutamente desinteresada, la Iglesia no busca sino la glorificación de Dios a través del culto, la alabanza y la acción de gracias». La liturgia es central en la vida de la Iglesia, pero ha de ir precedida de la proclamación (SC 9): «No obstante, la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10). La liturgia, especialmente la eucaristía, «contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia» (SC 2). Más tarde el concilio afirmará que el sacrificio eucarístico es «fuente y cumbre de toda la vida cristiana» (LG 11). La Iglesia «desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma (...). Al reformar y fomentar la sagrada liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo» (SC 14). El concilio desarrolla con nueva claridad la presencia de Cristo: en la misa, en la persona del ministro, en las especies eucarísticas, en los sacramentos, en la Palabra leída en la Iglesia, en la oración de la Iglesia (SC 7). Aunque la liturgia no es la única actividad de la Iglesia (SC 9), como acción que es de Cristo sacerdote y de su cuerpo, nada hay de mayor dignidad y eficacia (SC 7). Un punto débil de la constitución sobre la liturgia radica en el hecho de que fuera uno de los primeros textos del concilio y no pudiera beneficiarse, por tanto, de la eclesiología desarrollada en LG, UR, DV y GS. No tienen en ella mucha fuerza la noción del sacerdocio común (LG 10) ni el >triple «oficio»: sacerdote-profeta-rey. Es deficiente también en la >pneumatología. Puede decirse, sin embargo, que la dinámica que se reveló en la elaboración del texto, y la misma constitución sobre la liturgia, prepararon el camino a documentos conciliares posteriores.

Inesperada trascendencia resultaron tener los artículos sobre la Escritura, poco destacados en la constitución (SC 24; 35/1; 51). Sin embargo, en la revisión de todos los ritos, estos adquirieron gran importancia. El uso de las Escrituras se ha hecho central en todos los actos litúrgicos, aun cuando todavía es demasiado pronto para esperar que surja en la Iglesia en su conjunto una cultura bíblica profunda.

Muchos de los textos revisados están basados en liturgias antiguas (cf las plegarias eucarísticas II y IV); otros son de nueva elaboración (cf la plegaria eucarística III). Aunque puede haber sutiles variantes en la eclesiología de cada uno de los ritos litúrgicos, puede decirse que la visión básica de la Iglesia que se desprende de ellos es de comunión. Es vertical en el sentido de que da culto y es fuente de gracia; es horizontal en el sentido de que reclama el compromiso concreto en la vida de los que participan en el culto y en la vida de la comunidad. Se echa de menos, sin embargo, la esencial dimensión escatológica de la liturgia (cf SC 8). Los textos revisados, siendo fuertemente cristológicos, tienen al mismo tiempo una vigorosa pneumatología; puede haber en ellos una >epiclésis o una referencia a la presencia del Espíritu en la liturgia que se está celebrando.

La revisión de los libros litúrgicos ha superado la visión conciliar de la liturgia. La temprana revisión de la liturgia eucarística es notablemente más cautelosa que las de otras liturgias, efectuadas más tarde y de manera más creativa, como la del Ritual de la iniciación cristiana de adultos, la liturgia de los enfermos y los funerales.

Durante los treinta años siguientes al concilio ha habido un verdadero boom de publicaciones litúrgicas. La misma teología de la liturgia está experimentando un notable desarrollo", a través especialmente de la influencia del cristianismo oriental.

Son innumerables las obras sobre arte y arquitectura, ayudas a la pastoral, música, materiales para las homilías (>Predicación). Particular importancia tiene el campo del simbolismo, sobre el que se ha escrito largamente. No sólo las revistas especializadas en liturgia; casi todas las revistas de teología publican regularmente estudios litúrgicos. Hay también muchos estudios históricos y retrospectivos de la constitución sobre la liturgia y la renovación posterior. Los resultados de las reformas litúrgicas son algo irregulares. En algunos lugares la liturgia es mucho más viva y se caracteriza por una participación muy activa; en otros lugares, aunque se usan los textos reformados, hay poca vida. Depende mucho de la imagen y la energía de los pastores locales, que o potencian la participación de los laicos o desaprovechan el potencial de la comunidad.

Hay dos tareas que, a pesar de algunos logros importantes, están todavía en los comienzos. En primer lugar, está por desarrollar una espiritualidad litúrgica profunda que permita a la gente llevar su vida y sus intereses a la liturgia. La liturgia que transmite el sentido del misterio abre a los creyentes a la trascendencia en su vida diaria, al tiempo que cada celebración, así como el año litúrgico, los colocan en una tensión escatológica uniendo a los fieles a la liturgia de la Jerusalén celeste; como >Máximo el Confesor ya enseñara, la liturgia es esencialmente cósmica.

En segundo lugar, estamos todavía a la espera de una > inculturación profunda de la liturgia en cada pueblo, proceso que por el momento es muy superficial, ya que en la práctica lo que tenemos básicamente son traducciones de la liturgia latina a diferentes lenguas.

Lugar aparte dentro de la eclesiología de la liturgia ocupan las >teologías de la liberación y las >comunidades cristianas de base, en las que la liturgia debe representar un papel especial. Es necesaria una labor de desarrollo de las implicaciones sociales y misioneras de la celebración litúrgica"

El estudio de la eclesiología de la liturgia es amplio", [y pueden dibujarse con claridad cinco perspectivas: 1) La Iglesia es sacramento de Cristo presente y operante en la Liturgia (SC 2.7.5.26); 2) La Iglesia es comunidad de la Palabra y de la Eucaristía (SC 48.51); 3) La Iglesia globalmente es entendida como Madre (SC 4.14.21.60.85.102.122) y a su vez como Pueblo congregado (SC 13.14.21.29.30.33); 4) La Iglesia celebra y se manifiesta en un lugar (SC 41.48.51...). Deben notarse, finalmente, dos palabras claves para la liturgia y la eclesiología: la misma expresión Iglesia (>Ekklésia) y >asamblea litúrgica"]. Existe además una conciencia cada vez mayor de que la liturgia es un locos theologicus, una fuente para la teología sacramental" y, de hecho, para toda la teología (>Fuentes de la teología).

En algunas Iglesias no católicas se está llevando a cabo una renovación litúrgica continuada, pero hasta el momento, a excepción del documento de Fe y constitución elaborado en Lima y titulado Bautismo, eucaristía y ministerio, la liturgia no ha tenido un papel central en las discusiones ecuménicas. No obstante, durante muchos años se han estado realizando estudios comparativos y valorativos de los textos litúrgicos.