LIBERIO, Papa
(352-366)
DicEc
 

Liberio, originario de Roma, fue elegido papa en un momento en que los partidarios de Arrio eran muy fuertes en Oriente y contaban con el favor del emperador Constancio II (337-361); el emperador trató de que también Occidente lanzara el anatema contra el paladín de la ortodoxia nicena, Atanasio de Alejandría. Al ser cada vez mayor el número de obispos occidentales que accedían a los deseos del emperador, Liberio propuso celebrar un concilio alegando que era la fe de Nicea, y no sólo la deposición de Atanasio, lo que estaba en juego. Después del concilio de Milán (355), en el que todos salvo tres obispos condenaron a Atanasio, Liberio fue desterrado a Tracia, donde fue sometido a fuerte presión para que accediera a excomulgar a Atanasio. Al final lo hizo y aceptó el ambiguo credo de Sirmio, en el que se omitía el homoousios («de la misma sustancia —que el Padre—») de Nicea; parece claro sin embargo que, más que negar, este credo ignoraba el homoousios niceno.

A su vuelta a Roma tras la muerte del emperador, Liberio volvió a convertirse en vigoroso defensor de la fe de Nicea. La imagen que tenemos de Liberio es la de un papa débil, que capituló temporalmente accediendo a firmar una fórmula ambigua, pero que trató de reparar el daño causado en cuanto se vio libre de intimidación. Su caso nunca se consideró como el de un papa, o de la Iglesia de Roma, induciendo a error a la Iglesia universal; no es ningún argumento serio en contra de la >infalibilidad papal.