JUAN XXIII, Papa y beato
(1958-1963)
DicEc
 

Angelo Giuseppe Roncalli nació en 1881 en Sotto il Monte, cerca de Bérgamo, en una familia de labradores pobres. Después de realizar estudios de doctorado en Roma, se convirtió en secretario del obispo de Bérgamo y dio clases de historia de la Iglesia en el seminario de esta ciudad. Pío XI, que como Achille Ratti había sido colega y amigo suyo, lo introdujo en el servicio diplomático, primero, en 1925, como visitador apostólico, y más tarde como delegado apostólico en Bulgaria. A partir de 1934 Roncalli desempeñó este mismo oficio en Turquía y Grecia. Mantuvo relaciones amistosas tanto con políticos como con líderes ortodoxos. Fue trasladado como nuncio a París en 1944, y una vez más mostró ser un hábil diplomático durante las complejas negociaciones realizadas en Francia después de la guerra. Fue observador permanente del Vaticano en la UNESCO desde 1952. Fue nombrado cardenal y patriarca de Venecia en 1953, donde destacó por su afabilidad y su vigor pastoral.

Completó también allí su obra en cinco volúmenes sobre san Carlos Borromeo, al que había empezado a estudiar estando en Bérgamo. A lo largo de su vida fue escribiendo ocasionalmente un diario espiritual, publicado póstumamente y que es indispensable para la comprensión de su vida interior y de su visión de la Iglesia.

Fue elegido papa en 1958, casi a la edad de setenta y siete años. La gente lo vio como un papa interino y provisional; pero muy pronto demostró no ser nada de esto. Al cabo de sólo un año anunció tres grandes proyectos: un sínodo romano, un concilio ecuménico y la revisión del derecho canónico.

Propuso como objetivo del >Vaticano II el aggiornamento, sobre cuyo sentido tanto se ha debatido y que viene a significar básicamente «ponerse al día», pero que para él encerraba también la idea de una renovación interior de la Iglesia. En los preparativos del concilio se vio continuamente frustrado por algunos conservadores que, o no querían un concilio, o querían un concilio de acuerdo con sus ideas. Poco a poco, con mucha diplomacia y gran firmeza, logró que se inaugurara el concilio el 11 de octubre de 1962. En su alocución inicial, la tantas veces citada Gaudet Mater Ecclesia, dejó claro que no quería ni anatemas ni condenas ni profetas de calamidades, sino renovación. Hizo notar que «una cosa es el depósito de la fe, es decir, las verdades contenidas en la doctrina revelada, y otra cosa es la forma en que estas verdades se enuncian». El texto latino parece haber añadido al original italiano del papa: «manteniendo sin embargo el mismo sentido y significación (eodem tamen sensu eademque sententia)». Deseaba que el concilio fomentara la unidad de los cristianos. Aunque los historiadores pueden variar en la interpretación de su moderada guía del primer período de sesiones del concilio, cabe decir que dejó que el concilio encontrara su propio rumbo, permitiendo que emergieran las tensiones sin tratar de controlarlo. El concilio de hecho encontró su camino en el segundo período de sesiones (1963). Pero Juan XXIII no vivía ya para verlo.

Su principal legado doctrinal consistió en cinco encíclicas menores y tres mayores: Ad Petri Cathedram, una llamada a la unidad y a la paz, en la que usaba la famosa expresión «hermanos separados»; Mater et magistra, una actualización y acentuación de la doctrina social de León XIII y Pío IX, y Pacem in terris, sobre los derechos humanos y la paz, dirigida a toda la humanidad y ofreciendo una mayor apertura del Vaticano al bloque del Este, los países de la Europa del Este, entonces bajo control comunista.

Queda todavía mucho estudio por hacer en relación con la vida, la espiritualidad y los escritos de Juan XXIII, especialmente durante los años anteriores a su pontificado; una concordancia de sus obras sería de gran ayuda para los investigadores.

El pontificado de Juan XXIII estuvo marcado no sólo por los logros evidentes que acabamos de reseñar, sino además por un nuevo estilo de papado, caracterizado por la cordialidad humana y un humor jovial, y que supieron apreciar todos los cristianos y gentes de otras religiones, o sin religión. Su causa de beatificación se abrió inmediatamente después de su muerte, el 3 de junio de 1963, y tuvo lugar el 3 de septiembre de 2000.