IMÁGENES DE LA IGLESIA
DicEc
 

En el Nuevo Testamento hay una gran cantidad de imágenes de la Iglesia. P. S. Minear señala 95, aunque uno puede preguntarse si algunas de ellas son verdaderamente figuras de la Iglesia. El Vaticano II nota que el Nuevo Testamento usa imágenes tomadas principalmente «de la vida pastoril, de la agricultura, de la edificación, como también de la familia y de los esponsales», destacando especialmente algunas de estas figuras bíblicas: redil, puerta, grey, labranza, viña, vid, edificación, casa y familia de Dios, templo, esposa, Jerusalén de arriba, peregrina y exiliada (LG 6). Atención especial se dedica a «Reino», «7 pueblo», « cuerpo» y «templo» (LG 5. 7. 9. 17).

Una imagen es una analogía en la que hay una semejanza entre esta y la realidad a que se refiere. Una imagen se convierte en símbolo cuando pasa de ser una mera comparación lógica a tocar el ámbito de los sentimientos o la afectividad. Reino, pueblo, cuerpo, templo y algunos otros, son claramente símbolos. Un símbolo puede funcionar también como  modelo, especialmente cuando sirve para explicar o explorar datos. En los símbolos bíblicos de la Iglesia no sólo se nos dice una verdad acerca de la Iglesia, sino que además se nos invita al compromiso con la verdad contenida en el símbolo. Por su propia naturaleza, los símbolos no pueden agotarse en la deducción lógica, sino que son abiertos y tienen una función heurística, presentando una amplia gama de significados. Cada uno de los símbolos de la Iglesia se fija en un aspecto o aspectos particulares del misterio. La eclesiología patrística solía recurrir a los símbolos. Los siguientes son particularmente importantes: la Iglesia como luna —creciendo y decreciendo y recibiendo su luz del Sol—; el agua que brota del costado de Cristo (Jn 7,37-38; 19,34); el cristiano en un viaje por mar hacia su patria celeste; la Iglesia como barco, cuyo mástil es la cruz; la Iglesia como la barca de Pedro; el arca de Noé.

Aunque las imágenes y símbolos bíblicos y patrísticos siguen conservando su validez, pueden no decir gran cosa a los habitantes de las urbes modernas, o a los pertenecientes a culturas asiáticas o africanas. Los símbolos pueden convertirse en meras imágenes si se interpretan en detalle. Los artistas, los poetas, los predicadores y los teólogos de todos los tiempos y culturas se encuentran con el reto de presentar imágenes de la Iglesia adecuadas para cada tiempo y lugar. Otra tarea, no menos vital, es la apropiación de los símbolos litúrgicos al tiempo que se crean otros nuevos con el fin de introducir al pueblo en la significación de las celebraciones litúrgicas.