ECLESIOLOGÍA FILOSÓFICA
DicEc
 

Con una formulación que puede sorprender, X. Tilliette ha propuesto una «eclesiología filosófica» en similitud con su conocida «Cristología filosófica». Ahora bien, entre ambas aproximaciones no se da ni simetría ni proporción ya que la Iglesia pertenece a la filosofía con un estatuto del todo diverso y decididamente menos relevante en relación con Cristo. En este sentido Tilliette pone de relieve la presencia de esta problemática objetiva en los filósofos y aunque no se encuentre en ella un nexo tan decisivo como es la idea Christi, propia de la mayoría de las reflexiones filosóficas sobre Cristo, quizá se pueda encontrar en la «idea de Iglesia invisible» o >realidad última de la Iglesia una propuesta unificadora de diversas reflexiones y esbozos filosóficos.

De hecho, la Iglesia entra en la filosofía a través de la sociedad y de la comunidad, ya que la comunidad eclesial es una de las formas o de las mediaciones en la cual el individuo experimenta una modalidad singular de intersubjetividad: la Iglesia como persona moral es vehículo de conocimientos, prácticas, creencias, que se insertan profundamente en el tejido social (>Sociología e Iglesia). Se incluye también la dimensión histórica, dado que la existencia de la Iglesia corresponde a la tensión histórica entre lo universal y lo incidental... Observando algunos pensadores recientes pueden verse las siguientes sugerencias: la idea de la Iglesia universal de Leibniz, la Iglesia invisible de Kant, la Iglesia romántica y joven de Hólderlin y Novalis, la Iglesia del cristianismo auténtico de Kierkegaard y, sobre todo, la eclesiología en tres tiempos (petrina: la católica/del Padre; paulina: la protestante/del Hijo; joannea: la del futuro espiritual/del Espíritu) de Schelling como clave de la historia universal. También son sugestivas las indicaciones sobre el alma de la Iglesia más amplia que el cuerpo en M. Blondel, sobre la Iglesia popular, flexible y abierta de Troeltsch...

Un lugar relevante entre los autores citados lo merece E. W. J. Schelling con su reflexión sobre la iglesia que, como clave de la historia universal, es vista como institución de la libertad en su «última» filosofía, la Philosophie der Offenbarung (1858). En efecto, a través de la obra de Cristo el hombre ve restituida su libertad y la función de la Iglesia es garantizar la realidad y la realización de la libertad en la historia y en el mundo. De esta forma para Schelling la Iglesia se justifica en este horizonte más amplio, que dicho teológicamente es el horizonte escatológico, como ha subrayado W. Kasper. La Iglesia, pues, no tiene el fin en sí misma, sino que es el medio para que el hombre como individuo y la historia alcancen su meta más alta: «lo más alto es cierto: conocer y adorar a Dios en espíritu», por tanto el futuro último no es el futuro de la Iglesia, sino el futuro de Dios. Sólo entonces Dios será «todo en todos», y la Iglesia, como «organización exterior cesará» (Lección XXXVII: 332s). Es en este enfoque en el que se ha visto el punto de conexión entre la eclesiología del Vaticano II y la propuesta de Schelling. Con estos esbozos aparece, pues, la posibilidad de una cierta eclesiología filosófica, al menos como aspiración y anhelo implícito de diversos pensadores, aunque este tipo de lectura de la filosofía moderna en clave eclesial no haya tenido mucha resonancia. Con todo, la reciente publicación de un texto del filósofo español X. Zubiri sobre la Iglesia puede verse también en este camino, más aún cuando se advierte que «estamos ante las reflexiones de un filósofo» (presentación), donde Zubiri subraya con fuerza que «la comunidad religiosa cristiana no es primariamente una comunidad social. Nada de sociologismo ni de hipersociologismos. Es una comunión de personas, una comunión personal. Así como el cuerpo objetivo está fundado en el sistema de organización y en una cierta solidaridad mayor o menor, la comunión personal está fundada en la dimensión de entrega». En definitiva, la «eclesiología filosófica», si así podemos llamar también esta reflexión de Zubiri, articula un concepto de gran densidad antropológico-filosófica: la comunión personal. Este concepto, unido a la idea de Iglesia invisible o, mejor, a la realidad última de la Iglesia, ofrece pistas sugerentes para este posible «esbozo» de una eclesiología filosófica que tenga presente el «auditus temporis et alterius» y sea camino para mostrar también su posible sentido y credibilidad (>Credibilidad de la Iglesia).