COMUNIDADES CRISTIANAS DE BASE
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En un sentido amplio, «las comunidades eclesiales de base pueden considerarse como una expresión general de la teología de la liberación en práctica». Las dos han nacido del mismo interés y preocupación por los pobres: las comunidades cristianas de base (CCB) encarnan el espíritu de la teología de la liberación y, a su vez, proporcionan a los teólogos una fuente de capital importancia para la reflexión teológica.

El término «comunidad cristiana de base» (comunidades eclesiales de base, CEB) no es unívoco. La palabra «base» tiende a referirse a los que se encuentran en la parte inferior de la escala socioeconómica y constituyen la base de la Iglesia, concebida de manera piramidal. Es lo que en otros campos suelen llamarse «las bases». Aunque el término se aplica a muy diversos tipos de grupos cristianos cercanos a los pobres, en este artículo lo limitaremos en gran medida a pequeños grupos de reflexión y acción centrados en la Escritura y existentes entre los pobres de América Latina. En Perú el término usado es «comunidades cristianas comprometidas».

Las CCB empezaron a aparecer en Brasil hacia 1963. Estaban inspiradas en parte en determinados trabajos enel campo de la educación, especialmente los de P. Freire, así como en grupos interesados en la doctrina social de la Iglesia. La escasez de sacerdotes para las celebraciones litúrgicas regulares contribuyó también a su desarrollo.

La forma común de una CCB es la de un grupo de entre diez y treinta personas de ámbito rural o de un barrio de chabolas que se reúnen regularmente para reflexionar sobre su situación a la luz de la Escritura, para cantar y rezar juntos, y buscar soluciones a los problemas que se presentan en la vida de sus miembros. Todo lo que se dice en una «comunidad cristiana de base» (o comunidad eclesial de base) es importante: se trata de una comunidad, no de un grupo de discusión; una comunidad en la que los miembros se preocupan unos de otros y comparten sus vidas; una comunidad cristianaleclesial y, por tanto, vinculada a la Iglesia; y de base, es decir, formada por los marginados de la sociedad.

Se pueden ver cuatro orientaciones fundamentales en las CCB. Tienen una nueva forma de ver la realidad, a saber, desde la perspectiva de los pobres. Al mismo tiempo, su principal paradigma de Iglesia es el de pueblo de Dios, insistiendo más en los valores morales que en la práctica religiosa. En segundo lugar, se trata de una nueva forma de ser Iglesia. Aunque se reconoce a las instituciones el papel que les es propio, se pone el acento en la igualdad radical de los creyentes, en la participación de todos, cada uno a su manera, en la función magisterial y santificadora de la Iglesia, así como en la toma de decisiones. En tercer lugar, hay un nuevo modo de acercarse a la Escritura. La metodología fundamental consiste en la lectura de la Escritura por parte de la comunidad a la luz de su propia situación y de sus experiencias vitales. La Escritura deja de ser un libro cuya clave de interpretación está en manos de los sacerdotes o de las personas cultas. La Biblia pertenece a todo el pueblo de Dios y todos han sido habilitados por el Espíritu para conocerse a sí mismos, sus propias circunstancias y el plan de Dios a partir de sus enseñanzas. En cuarto lugar, las CCB muestran un modo nuevo de entender la misión. Son una realización concreta del lema de Puebla, «la opción preferencial por los pobres» (>Pobre). Los pobres han de ser evangelizados y, lo que quizá es más importante, tienen a su vez que ser evangelizadores en la Iglesia y en el mundo.

Las relaciones de las CCB con las estructuras parroquiales son complejas y diversas. Donde las parroquias son débiles, las CCB son evidentemente muy importantes para el bienestar religioso y social del pueblo. No tiene por qué haber necesariamente, ni en la teoría ni en la práctica, conflictos entre las parroquias y las CCB, aunque puede existir una tensión saludable: las parroquias son centros administrativos, vinculados en gran medida al ministerio sacramental; las CCB, por su parte, son lugares en los que puede hacerse una experiencia primaria de la comunidad.

La enseñanza oficial de la Iglesia se ha mostrado cada vez más abierta a las CCB. La Segunda Conferencia de Obispos Latinoamericanos (CELAM), celebrada en Medellín en1968, habló positivamente de las CCB como «los núcleos eclesiales primeros y fundamentales». En el período transcurrido antes de la Tercera Conferencia del CELAM, celebrada en Puebla en 1979, hubo conferencias nacionales de las CCB, empezando por Vitoria en 1975, que contó con la presencia de un importante número de obispos. Aquel mismo año Pablo VI publicó su gran exhortación sobre la evangelización, en la que advertía frente a las comunidades antijerárquicas, pero al mismo tiempo daba la bienvenida a las que eran verdaderamente eclesiales, estableciendo las condiciones bajo las cuales podían realmente ser una «esperanza para la Iglesia». Puebla se congratuló por el crecimiento de las CCB desde Medellín y habló largamente y de manera cordial de su valor y posibilidades, sin dejar por ello de denunciar las desviaciones. El sínodo extraordinario de 1985 habló de manera muy positiva de las CCB en su informe final: «Dado que la Iglesia es comunión, las nuevas «comunidades cristianas de base», si realmente viven en comunión con la Iglesia, son una expresión auténtica de comunión y una forma de edificar una comunión más profunda. Son por tanto motivo de gran esperanza para la vida de la Iglesia». En su exhortación possinodal La vocación y misión de los laicos (1988), Juan Pablo II propone criterios para discernir entre los grupos de laicos y para reconocer en ellos la verdadera eclesialidad. Aunque de más amplia aplicación dentro de la Iglesia, estos «criterios de eclesialidad» se aplican también a las CCB. Son: la primacía de la llamada de todo cristiano a la santidad; la responsabilidad de la profesión de la fe católica; el testimonio de comunión auténtica con los pastores de la Iglesia; la conformidad con los fines apostólicos de la Iglesia y la participación en ellos; el compromiso de estar presentes en la sociedad humana al servicio de la dignidad total de la persona. Estos criterios reflejan una eclesiología y un punto de partida diferentes de los de la mayoría de las CCB. No obstante, señalan algunas condiciones indispensables para que las CCB permanezcan dentro de la unidad católica de la Iglesia. Existe el peligro de que los grupos puedan ser manipulados de cara a un activismo radical, y de prestar tanta atención a la transformación de la sociedad que pierdan de vista el aspecto espiritual de esa liberación integral que constituye el núcleo del mensaje de Cristo. Pero hay otra amenaza para las CCB. Pueden ser tan celosas de su autonomía que no se den cuenta suficientemente de que la transformación profunda de la sociedad no se producirá sólo por medio de la conversión individual del corazón. Necesitan un compromiso corporativo de cara a la renovación, incluso cambio, de las instituciones políticas y eclesiales.

Fenómeno originario de Latinoamérica, donde se cuentan por cientos de miles, las CCB se han extendido a otros países, adaptando las intuiciones básicas a las diferentes culturas y situaciones, en forma de tres modelos: el popular, el neocatecumena] y el carismático.

Las CCB siguen siendo una de las expresiones concretas más ricas de la eclesiología posconciliar, y tienen importantes lecciones que dar a la Iglesia de todos los lugares. Es importante también su contribución al terreno de la espiritualidad (>Teologías de la liberación y eclesiología) a través de su visión de la santidad desde la perspectiva de los pobres1>. Encierran además grandes posibilidades de renovación de la vida parroquial (>Parroquia) en todo el mundo.