CATECUMENADO
DicEc
 

En la revisión de la liturgia posterior al Vaticano II, el Ritual de la iniciación cristiana de adultos usa el término «catecumenado» sólo para el período que va desde la inscripción hasta la cuaresma anterior al bautismo, cuando el término «elegidos» sustituye al de «catecúmenos» para designar a los que se someten a los escrutinios y a otros ritos finales. Pero es común referirse a todo el proceso de >iniciación hasta el bautismo como catecumenado.

En el Nuevo Testamento no tenemos indicaciones acerca de preparaciones requeridas antes del bautismo; al contrario, parece que la fe, es decir, la confesión del señorío de Jesús (por ejemplo, He 2,36-41) y su resurrección, era el requisito fundamental, y que la >enseñanza venía después del bautismo. En el siglo II encontramos algunas indicaciones acerca de cierta preparación de los candidatos, pero sólo con la >Tradición apostólica en Roma nos hallamos ante un proceso de iniciación considerablemente complejo. Comenzaba con un examen de los candidatos por parte de los maestros (>Doctores de la Iglesia), en relación a su motivación. También se examinaba su modo de vida: ciertos oficios y profesiones tenían que ser abandonados antes de la admisión al catecumenado (Tradición apostólica 15-16/16). El catecumenado duraba tres años, pero el comportamiento era un criterio más importante que el requisito del tiempo (17/17, 1-2). Después de la instrucción se hacía siempre oración por los catecúmenos (18/18, 1). Los catecúmenos tenían que mantenerse aparte: durante las oraciones (18/18, 1-2); no podían dar el beso de la paz (pacem), porque su beso (osculum) todavía no era santo (18/18, 3); eran despedidos tras la oración (precem: ¿la oración de los fieles?), después de que el maestro les impusiera las manos (>Imposición de manos), (19/19, 1); no podían sentarse a la mesa de la cena del Señor (cenadeipon) con los fieles (27/26, 5). Durante la semana santa, que precedía al bautismo, los elegidos eran examinados una vez más, y el obispo pronunciaba unas oraciones especiales y realizaba el >exorcismo (20/20, 1-9).

Desde comienzos del siglo III hay ya una estructura catecumenal también en Egipto y el norte de Africa, y poco después se encuentran pruebas de una estructura similar también en Palestina, Siria y España. La minuciosa descripción de las fases finales de la instrucción de los candidatos que encontramos en el diario de Egeria (ca. 381-384) puede indicar que había caído ya en desuso en su Galicia natal (el noroeste de España o la Galia). Durante la cuaresma los que iban a bautizarse tenían diariamente instrucción acerca del conjunto de las Escrituras; los catecúmenos que estaban todavía en una fase inicial eran excluidos. A esta enseñanza, dice, se la llamaba «catequesis» (cathecisis), indicación quizá de que la palabra era nueva para ella. El obispo entregaba y explicaba además el credo, que durante la semana santa tenía que ser recitado, «devuelto», al obispo. No parece que Egeria tenga noticias de una transmisión semejante del padrenuestro. Sí dice, en cambio, que los misterios más sagrados sólo eran explicados durante la semana de pascua.

En el siglo IV hay pruebas de que algunas personas se hacían catecúmenos por motivos secundarios, por ejemplo casarse con un cristiano u ocupar un cargo público en el Imperio. Continuamente posponían el bautismo, y todos los años los obispos, por el tiempo de epifanía, tenían que llamar la atención de los adormilados catecúmenos. Más tarde, en el siglo V, el único período de preparación era la cuaresma misma, y en el siglo siguiente el catecumenado clásico dejó de existir.

En algunos escritos teológicos medievales y en ciertas liturgias quedaron huellas del catecumenado. A partir del siglo XVI hubo con frecuencia bautismos masivos de convertidos en territorios de misión, pero hubo también un movimiento, que poco a poco fue adquiriendo más fuerza, que reclamaba una preparación y una instrucción más serias antes del bautismo. Pero, a diferencia del catecumenado antiguo, estas no se realizaban dentro de un marco litúrgico.

En el siglo XX se ha insistido mucho en la preparación al bautismo. La Sagrada congregación de ritos, sin esperar al Vaticano II, restableció la preparación al bautismo por etapas; dividió el rito del bautismo existente en siete partes. El concilio pidió el restablecimiento del catecumenado (SC 64-66; CD 14).

El Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA), aparecido en 1972, es uno de los documentos más maduros de toda la reforma litúrgica. Es explícitamente muy adaptable a las diferentes situaciones. Consiste en tres etapas principales. Primero, el catecumenado propiamente dicho, que consta a su vez de varios pasos: ritos de entrada en el catecumenado (RICA, 41-74); ritos del catecumenado, en su mayor parte celebraciones de la Palabra, exorcismos y bendiciones (RICA, 75-117). En segundo lugar, el catecumenado es seguido por la elección o inscripción de los nombres al comienzo de la cuaresma inmediatamente anterior al bautismo (RICA, 118-137). A partir de este momento los candidatos son llamados los «elegidos» y a la fase se la denomina «tiempo de la purificación y de la iluminación». Consiste en escrutinios, que son liturgias en torno a los grandes textos de los cc. 4, 9 y 11del Evangelio de Juan, celebradas los domingos 3°, 4° y 5° de cuaresma. Los escrutinios constan de lecturas, homilía, intercesiones y exorcismos (RICA, 150-156, 164-177). Durante este período final se hace la entrega del credo (RICA, 157-163) y del padrenuestro (RICA, 178-184). El sábado santo se celebran otros ritos preparatorios (RICA, 185-205). En tercer lugar, todo el proceso de la iniciación concluye en la vigilia pascual con la celebración del bautismo, la confirmación (administrada por el sacerdote que preside la vigilia, si el obispo no está presente) y la recepción de la eucaristía. El RICA contempla además un «período de catequesis posbautismal o mystagogia» (RICA, 244-251; cf AG 15; CIC 789).

El RICA busca la conversión a tres niveles: se pretende el desarrollo intelectivo de la fe, el crecimiento afectivo y espiritual en las actitudes y el cambio de comportamiento, renunciando al pecado y orientándose a la adquisición de la virtud y los actos de amor. La revolución copernicana del RICA sitúa el bautismo no al comienzo de la conversión, sino como resultado de un proceso de conversión que se inicia mucho antes de la recepción del sacramento y continúa después.

El rito se caracteriza por el importante papel concedido al Espíritu Santo o la >pneumatología. El aspecto eclesiológico más notable del RICA es su insistencia en que la iniciación es cosa de toda la comunidad, con la aportación específica de los catequistas, los diáconos, los sacerdotes y los laicos, todos bajo el cuidado pastoral del obispo local. Es un ritual de toda la comunidad de los creyentes, activa a través de los ministerios, la oración y el ejemplo en la edificación de los catecúmenos. Han sido varias las jerarquías que han establecido normas para el catecumenado dentro de su territorio, aprovechando la flexibilidad que ofrece el ritual.

Aunque todavía no esté plenamente iniciado, se dice del catecúmeno que «pertenece a la Iglesia» y que «forma parte de la casa de Cristo» desde el momento en que es aceptado en el orden de los catecúmenos (RICA 47), postura que refleja el Vaticano II (LG 14; AG 10) y el Código (CIC 206; cf 788; 851). Este sentido de >pertenencia a la Iglesia es particularmente importante para quienes, a causa por ejemplo de su situación marital, no pueden ser admitidos al bautismo.

Es probable que sean necesarias décadas hasta que el RICA se introduzca completamente en la vida de la Iglesia y modifique profundamente nuestro modo de pensar en la conversión y la gracia. Entretanto las evaluaciones parciales han resultado generalmente favorables. Desde su publicación en 1972 el RICA ha sido también la base o modelo para diversos programas eclesiales, particularmente de renovación parroquial. Es esto reflejo de la versatilidad del ritual y de su potencial, al tiempo que subraya el hecho de que la iniciación es tarea de toda la vida, hasta que la eucaristía en el momento de la muerte se convierte en viático.