CATECISMOS
DicEc
 

La palabra «catecismo» procede del griego y significa «hablar para ser oído», y de ahí «instruir». Para mucha gente significa un método de aprender por medio de preguntas y respuestas, y, de hecho, han sido muchos los catecismos de este tipo. En el Antiguo Testamento hay breves resúmenes de la fe israelita que a menudo se denominan catequéticos (Dt 6,1-15; 7,7-11; 30,15-17); también en el Nuevo Testamento, por ejemplo en relación con la eucaristía (ICor 11,23-26), la resurrección (ICor 15,3-7) o el misterio de Cristo (lTim 3,16). Hay por otro lado libros enteros que son considerados instrucciones catequéticas (Sant, lPe).

Incluso antes de cerrarse el período del Nuevo Testamento hubo manuales de moral y liturgia como la Didaché. A medida que se desarrollaba el >catecumenado, lo iba haciendo también la enseñanza formal, especialmente durante los tiempos inmediatamente anteriores y posteriores a las ceremonias de iniciación.

Pronto aparecieron tratados generales sobre la fe, como las obras de Agustín Enchiridion, sobre la fe (credo), la esperanza (oración del Señor) y el amor (preceptos morales), De catechizandis rudibus, una obra de instrucción catequética para gente sencilla. En la Edad media este tipo de obras se multiplicaron; algunas seguían el esquema de preguntas y respuestas. Santo Tomás enseñaba que la catequesis (catechismus) había de preceder al bautismo; predicó una serie de sermones sobre el credo y escribió una obra sobre los artículos de la fe (el credo de los apóstoles) y los sacramentos.

En la época de la Reforma hubo varios catecismos muy importantes: el Catecismo menor de Lutero, con preguntas y respuestas, que iba dirigido a párrocos y predicadores, y su Catecismo mayor, que era un tratado teológico sobre todos los aspectos de la fe. San Pedro Canisio y san >Roberto Belarmino escribieron sendos catecismos, que a lo largo de los siglos alcanzaron más de cien ediciones. Fue muy influyente también el catecismo que se publicó después de Trento, conocido a menudo como Catecismo romano, pero cuyo título completo es elocuente: Catecismo ordenado por el decreto del concilio de Trento para los párrocos y publicado por mandato del sumo pontífice Pío V (1566). Seguía el esquema que por entonces se había hecho común: credo, sacramentos, mandamientos y oración.

En el Vaticano I se propuso establecer un catecismo universal que sustituyera a los innumerables catecismos diocesanos existentes. Había de ser un catecismo pequeño, que no desplazara sin embargo al Catecismo romano. Pero ya entonces el debate puso de manifiesto que algunos obispos temían una tendencia a la romanización que no respetara las diversidades culturales, evidentes por ejemplo en los contrastes entre las concepciones latinas y las germánicas y anglosajonas. Después del concilio y hasta el Vaticano II se hicieron diversas sugerencias0. En concreto Pío X publicó un catecismo para la provincia romana, el Catecismo de la doctrina cristiana, redactado según el modelo de un catecismo realizado por el obispo italiano M. Casati (1782).

Hasta la década de 1930 los catecismos fueron de tipo doctrinal. A partir de entonces, en Alemania, por influencia de personas como el liturgista J. A. Jungmann, se propuso que las catequesis fueran kerigmáticas, siguiendo el planteamiento de la historia de la salvación. En la Semana de Estudio sobre la Catequesis en las Misiones celebrada en Bangkok en 1962 se puso de manifiesto que antes de la >evangelización a menudo es necesaria una preevangelización, que se caracteriza por la escucha y la observación de la situación real de la gente antes de iniciar propiamente la evangelización. En la década de 1970 la tendencia de la catequética era marcadamente antropológica, de acuerdo con el planteamiento teológico característico de K. >Rahner y de muchos otros.

Aparecieron nuevos catecismos, en particular el controvertido Catecismo holandés (1967), que en posteriores ediciones tuvo que llevar un suplemento con revisiones aprobadas por una comisión de cardenales. Mayor ventura tuvo el Catecismo alemán, obra en gran medida de W. Kasper.

En el Vaticano II se pidió no un nuevo catecismo, sino un directorio de catequesis (CD 44), que fue publicado finalmente en 1971 por la Congregación del clero. Pablo VI hizo importantes afirmaciones sobre la catequesis en el I Congreso Internacional de Catequesis y en la exhortación possinodal sobre la evangelización. Decidió que el cuarto sínodo de obispos (1977) se dedicara a la catequesis. En este sínodo muchos obispos pidieron un nuevo catecismo universal. En 1979 Juan Pablo II publicó una exhortación possinodal, Catechesi tradendae, que es una rica exploración de todos los aspectos de la catequesis.

Entre tanto algunos en la Iglesia esperaban con aprehensión la aparición del nuevo Catecismo de la Iglesia católica, que apareció en 1992, y con leves modificaciones en la edición típica latina en 1997. La responsabilidad de la elaboración del catecismo recayó en una comisión de cardenales, pero el responsable principal de su preparación fue C. Schbnborn, posteriormente cardenal-arzobispo de Viena.

Este nuevo Catecismo está dirigido primariamente a los obispos, a los que escriben catecismos y a otros en la Iglesia. No pretende sustituir a otros catecismos más populares, sino constituir su base teológica. El original fue redactado en francés (676 páginas) y sigue el modelo tridentino, que consta de cuatro partes: I. La profesión de fe (fe, revelación, el credo de los apóstoles); II. La celebración del misterio cristiano (la economía sacramental, los siete sacramentos, los sacramentales, los funerales); III. La vida en Cristo (la vocación humana, los principios morales, la comunidad humana, la ley y la gracia, el decálogo); IV. La oración cristiana (doctrina sobre la oración, comentario del padrenuestro). La obra está admirablemente plagada de mutuas referencias entre sus partes, que han de verse como mutuamente interrelacionadas.

Un rasgo muy marcado es su continua fundamentación escriturística (más de 3000 referencias), así como el hecho de recurrir frecuentemente a la liturgia de Oriente y de Occidente (más de 100 referencias). Hay citas de más de 50 autores tanto orientales como occidentales, siendo los más frecuentes Agustín (88 veces), santo Tomás (65 veces) y san Ireneo (32 veces). Pero también aparecen autores menores, como santa Teresa de Lisieux, la beata Isabel de la Trinidad y dos autores ingleses que no han sido beatificados: Juliana de Norwich (1342-1416) y el cardenal >Newman.

Por lo general el catecismo evita tomar posturas teológicas. Se trata de una exposición de la doctrina de la Iglesia, que se mantiene en gran medida en el nivel de una explicación verbal. Una dificultad seria es la que plantea el mero carácter global de la obra. Contiene enseñanzas de la Iglesia de muy distintos niveles, con frecuencia sin ninguna indicación del tipo de doctrina: fe revelada, materias relacionadas con la revelación, enseñanza vinculante del magisterio universal, doctrina común de la Iglesia, posturas casi unánimemente aceptadas por los teólogos. No se detecta fácilmente ninguna >jerarquía de verdades. Está por hacer en los años venideros una hermenéutica del Catecismo, que ya se ha iniciado en diversos comentarios y estudios de todo tipo.

Las enseñanzas eclesiológicas aparecen en distintos puntos del Catecismo; donde más atención se les dedica es en el contexto de los artículos 8° y 9° del credo: «Creo en el Espíritu Santo y en la santa Iglesia católica» (nn 683-975). [El objetivo eclesiológico de este Catecismo es situarse precisamente al servicio de la comunión de las Iglesias en la fe católica, insistiendo especialmente en su dimensión universal (por ejemplo, n 834).]

El nuevo Catecismo será un documento de suma importancia si no se usa mal: no tiene que inhibir la teología, sino más bien estimularla; su intención es más bien presentar la verdad que condenar los errores; es más una fuente de recursos para los predicadores y obispos que un texto que citar de forma compleja; ha de inculturarse en los distintos lugares, más que imponerse en todas partes de manera uniforme y estática. En los próximos años la Iglesia ha de estar atenta a la >recepción del Catecismo. Ya están apareciendo comentarios y estudios subsidiarios en diversas lenguas.

Diferentes reacciones iniciales han sido positivas. [Como aplicación más concreta del Catecismo de la Iglesia católica poco después de la publicación de su edición típica latina se ha publicado el Directorio General para la Catequesis (1997), que viene a sustituir al anterior publicado poco después del concilio Vaticano II (1971). En él sobresale la parte quinta, dedicada íntegramente a «La Catequesis en la Iglesia particular» (nn 215-285), donde se subraya toda una rica eclesiología de la Iglesia particular, ya que «la Iglesia universal, como Cuerpo de Cristo, se manifiesta así como "Cuerpo de las Iglesias"» (n 217).]