Pregunta:
Cuando mi razón parece estar en reposo y libre de
toda inquietud, ¿es bueno, incluso en ese momento,
dedicarme a la invocación del nombre de Cristo,
nuestro Señor? Mi razón me sugiere que,
desde el momento en que estoy en paz, eso no es
necesario.
Respuesta:
No podemos conocer una paz semejante, pues nos
reconocemos pecadores. El Señor dijo: «No hay
paz para los pecadores». Si no hay paz para los
pecadores, ¿qué es, entonces, esa paz que
creemos experimentar? Temamos, porque está
escrito: «Andarán diciendo: 'Paz y
seguridad', y entonces, de improviso, les
sorprenderá la perdición, como los dolores
del parto a la mujer encinta, y no podrán
escapar» (1 Tes 5, 3). Sucede que nuestros enemigos,
mediante engaños, aportan a nuestro corazón
una efímera tranquilidad para impedirle invocar el
nombre de Dios. Saben bien que esta invocación los
paraliza. Estamos advertidos: llamemos sin tregua al
nombre de Dios en nuestra ayuda. He aquí la
oración. Está escrito: «Orad sin
cesar» (1 Tes 5, 17).
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