CARTAS DE SAN AMMONAS
Carta X: La tentación es un signo
de progreso[110]
El
Espíritu sopla donde quiere (Jn 3,8). Sopla sobre las almas puras y rectas, y
si ellas le obedecen, les da, al comienzo[111], el temor y el fervor. Cuando ha
sembrado esto en ellas, les hace odiar todas las cosas de este mundo[112], ya
sea el oro, la plata, los adornos; ya sea padre, madre, esposa o hijo. Y le hace
dulce al hombre la obra de Dios, más que la miel y que el panal de miel (Sal
18,10), ya sea que se trate del trabajo del ayuno, de las vigilias, de la
soledad o de la limosna. Todo lo que es de[113] Dios le parece dulce[114], y Él
le enseña todo (Jn 14,26).
Cuando
Él le ha enseñado todo, entonces le concede al hombre[115] ser tentado. A
partir de ese momento, todo lo que antes era dulce para él, se le hace pesado.
Por eso muchos, cuando son tentados, permanecen en el abatimiento[116] y se
hacen carnales. Son aquellos de los que dice el Apóstol: Ustedes comenzaron por
el espíritu y ahora terminan por la carne; sufrieron todo aquello en vano (Ga
3,3-4).
Si
el hombre resiste a Satán s[117] en la primera tentación, y lo vence, Dios le
otorga un fervor estable, tranquilo y sin turbación[118]. Porque el primer
fervor es agitado e inestable[119], mientras que el segundo fervor es mejor.
Éste engendra la visión de las cosas espirituales y le hace recorrer un largo
camino[120] con una paciencia imperturbable. Al igual que un barco con un buen
viento es impulsado fuertemente por sus dos remos y recorre una gran distancia,
de modo que los marineros están alegres y descansan, así el segundo fervor
concede el reposo ampliamente.
Ahora,
pues, hijos míos amadísimos, adquieran el segundo fervor para estar firmes en
todo. Porque el fervor divino extirpa todas las pasiones (que provienen) de las
seducciones, destruye la vetustez del hombre viejo y hace que el hombre llegue a
ser templo de Dios, como está escrito: Yo habitaré y caminaré en ellos (2 Co
6,16).
Si
quieren que el fervor que se ha alejado vuelva a ustedes, he aquí lo que el
hombre debe hacer: que haga un pacto con Dios[121] y que diga ante él:
"Perdóname lo que hice por negligencia, ya no seré más
desobediente". Y que el hombre no camine más a su antojo[122], para
satisfacer su voluntad propia corporal o espiritualmente sino que sus
pensamientos estén vigilantes delante de Dios noche y día, y que llore a toda
hora frente a Dios afligiéndose, reprendiéndose y diciendo: "¿Cómo has
sido (tan) negligente hasta el presente y estéril todos los días?". Que
se acuerde de todos los suplicios y del reino eterno, reprendiéndose y
diciendo: "¡Dios te ha gratificado con todo ese honor y tú eres
negligente! ¡Te ha sometido el mundo entero y tú eres negligente!".
Cuando alguien se acusa así noche y día y a toda hora, el fervor de Dios
vuelve a ese hombre, y el segundo fervor es mejor que el primero.
El
bienaventurado David cuando ve llegar el abatimiento[123] dice: "Me acordé
de los años eternos, medité y recordé los días de eternidad, medité sobre
todas tus obras, medité sobre las obras de tus manos. Levanté mis manos hacia
ti. Mi alma tiene sed de ti como tierra reseca" (Sal 76,6; 142,5-6)[124]. E
Isaías también dice: "Cuando hayas gemido de nuevo, entonces ser s
salvado y volver s a ser como eras" (Is 30,15).
Notas, Carta 10ª
[110] Se conserva en sirio (nro. 10b), georgiano (nro.
12), griego (nro. 8), armenio (nro. 1) y etíope (nro. 1). Los traductores
franceses (Lettres, p. 12), le dan a esta epístola el nro. 10b, en el texto
siríaco, pues la carta anterior (que sería así la IX y XI) abarca la primera
parte de la presente (párrafos 1, completo, y 2, hasta la cita del evangelio de
Jn, exclusive).
[111] "Al comienzo": agrega el sirio.
[112] El sirio suena algo más radical: "El
entero mundo".
[113] Sirio: "Todo lo que se hace para
Dios"; georgiano: "Toda voluntad de Dios".
[114] Pasaje citado en copto, bajo el nombre de
Antonio, por Besa; CSCO 157, p. 100 y CSCO 158, pp. 96-97 (Lettres, p. 35, nota
1).
[115] "Al hombre", añade el siríaco.
[116] Sirio: "Pesadez"; cf. carta IX,4-5
[117] No leo "Satán s" en el sirio.
[118] Sirio: "Pacífico, sabio (racional) y
paciente"; georgiano: "Tranquilo y una paciencia sin turbación";
etíope: "Firme, constante y sin turbación"; armenio: "Firme y
una paciencia sin turbación".
[119] Sirio: "Sin sabiduría".
[120] Sirio: "Entabla un gran combate".
[121] Sirio: "Y grite con dolor de
corazón".
[122] El georgiano trae: "En el reposo del
cuerpo", en vez de "a su antojo".
[123] Sirio: "La pesadez".
[124] El siríaco omite el adjetivo "reseca"
(o árida).
Carta XI:
Discernir la voluntad de Dios. Estabilidad[125]
A
los queridísimos en el Señor
Ustedes
saben que cuando la vida del hombre cambia y él comienza una nueva vida
agradable a Dios y superior a la anterior, también cambia su nombre. Porque, en
efecto, cuando nuestros santos padres avanzaban en la perfección su nombre
también era cambiado su nombre, y se les añadía un nombre nuevo, escrito
sobre las tablas del cielo. Cuando Sara progresó se le dijo: No te llamarás
más Sara, sino Sarra (Gn 17,15), y Abram fue llamado Abraham; Isac, Isaac y
Jacob, Israel; Saulo, Pablo; y Simón, Cefas, pues sus vidas fueron cambiadas y
llegaron a ser más perfectos que antes. Por esto también ustedes crecieron en
Dios, y es necesario que sus nombre sean cambiados a causa de su progreso según
Dios. Ahora bien, amadísimos en el Señor, que amo de todo corazón, yo busco
el provecho de ustedes como el propio, porque ustedes me han sido dados por
hijos según Dios[126].
Me
he enterado que la tentación los presiona, y temo que ella provenga de su
falta: porque oí decir que quieren dejar su lugar[127], y me he entristecido, a
pesar que hacía mucho tiempo que no me sentía atrapado por la tristeza. Porque
sé muy bien que si ahora dejan su lugar, no harán ningún progreso, pues no es
la voluntad de Dios. Si hacen esto y parten por su propia decisión, Dios no los
ayudar ni saldrá con ustedes, y temo que caeremos en una multitud de males. Si
seguimos nuestra voluntad propia, Dios no nos enviar su fuerza, que hace
prosperar todos los caminos de los hombres. Si un hombre hace algo pensando que
eso agrada a Dios[128], en tanto que se mezcla su voluntad[129], Dios no lo
ayuda y el corazón del hombre se encuentra triste y sin fuerza en todo lo que
emprende. Pues los fieles se equivocan, dejándose cautivar por la ilusión del
progreso espiritual. Al principio, Eva no fue engañada sino por el pretexto del
bien y del progreso. En efecto, habiendo oído: Ustedes ser n como dioses (Gn
3,5), no discernió la voz del que le hablaba[130], transgredió el mandamiento
de Dios y no solamente no recibió el bien, sino que incluso cayó bajo la
maldición.
Salomón
dice en los Proverbios: Hay caminos que les parecen buenos a los hombres, y
conducen a las profundidades del Hades (Pr 14,12). Dice esto de quienes no
comprenden la voluntad de Dios, sino que siguen su propia voluntad. Los que
siguen su voluntad propia[131] y no comprenden la voluntad de Dios[132], reciben
de Satán s, al comienzo, un fervor semejante a la alegría, pero que no es
alegría; y luego trae tristeza y vergüenza. En cambio, el que sigue la
voluntad de Dios experimenta al principio una gran pena y al final encuentra
reposo y alegría. Por tanto, no hagan nada[133] hasta que vaya a verlos para
hablar con ustedes.
Hay
tres voluntades que acompañan constantemente al hombre, pero pocos monjes las
conocen, a excepción de los que han llegado a ser perfectos; de ellos dice el
Apóstol: El alimento sólido es para los perfectos, para aquellos que por la
práctica[134] tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y
del mal (Hb 5,14). ¿Cuáles son esas tres voluntades? Una es aquella sugerida
por el Enemigo; la otra, es la que brota en el corazón del hombre; y la tercera
es la que siembra Dios en el hombre. Pero de estas tres, Dios solamente acepta
la suya.
Examínense,
pues, a sí mismos: ¿cuál de estas tres los empuja a dejar su lugar? No se
vayan antes que los visite. Porque yo conozco la voluntad de Dios en este
(asunto)[135] mejor que ustedes. Es difícil, en efecto, conocer la voluntad de
Dios en todo momento[136]. Pues si el hombre no renuncia a todas sus voluntades
y no se somete a sus padres según el Espíritu, no puede comprender la voluntad
de Dios. Incluso aunque la comprendiera, le faltaría la fuerza para
cumplirla[137].
Es
una gran cosa conocer la voluntad de Dios, pero es más grande cumplirla. Jacob
tenía esas fuerzas porque obedecía a sus padres. Cuando ellos le dijeron:
"Vete a Mesopotamia, junto a Labán" (Gn 27,43; 28,2), obedeció con
prontitud, aunque no deseaba alejarse de sus padres. Pero como obedeció,
heredó la bendición de sus padres[138]. Y yo, su padre, si no hubiera
obedecido primero a mis padres espirituales, Dios no me habría revelado su
voluntad. En efecto, está escrito: La bendición de los padres afianza la casa
de los hijos (Si 3,11). Y ya que soporté muchos trabajos en el desierto y en la
montaña[139], pidiendo a Dios noche y día, hasta que Dios me reveló su
voluntad; ahora también ustedes escuchen a su padre para que obtengan reposo y
progreso.
He
sabido que ustedes dicen: "Nuestro padre no conoce nuestra pena", y:
"Jacob huyó de Esaú"; pero nosotros sabemos que él no huyó sino
que fue enviado por sus padres[140]. Imiten, pues, a Jacob y esperen a que su
padre los envíe, y los bendiga cuando partan, para que Dios los haga prosperar.
Pórtense
bien en el Señor, queridísimos.
Notas, Carta 11ª
[125] Se conserva en sirio (nro. 11), georgiano (nro.
10), griego (nro. 5) y árabe (nro. 20).
[126] En el sirio y en el árabe falta esta primera
parte del párrafo.
[127] Cf. el apotegma Ammonas 1.
[128] Sirio: "Que eso es de Dios"; griego:
"Si un hombre hace alguna cosa por sí mismo"; árabe: "Que es la
voluntad del Señor".
[129] Esta frase la omiten el griego y el árabe.
[130] Sirio y árabe: "Lo que se le decía".
[131] Esta frase no está ni en el griego ni en el
georgiano ni en el árabe.
[132] Esto no aparece en el georgiano y en el árabe.
[133] El sirio añade: "Por voluntad
propia".
[134] El sirio lee: A causa de su conciencia.
[135] Sirio: "Sobre ustedes".
[136] "En todo momento", no se lee en el
sirio.
[137] Griego: "Cuando la hubiera comprendido,
entonces pedir a Dios la fuerza para poder hacerla".
[138] "De sus padres", falta en el griego.
[139] Cf. apotegma Ammonas 9; Vida de Antonio 11, 12,
14, 41, etc.: "la asociación" desierto-montaña (Lettres, p. 38, nota
2).
[140] El texto griego es bastante confuso en esta
parte.
Carta XII:
La soledad[141]
¡A
los amadísimos en el Señor, un alegre saludo![142]
Mis
hermanos muy queridos, ustedes saben, también ustedes, que después de la
transgresión de un mandamiento el alma no puede conocer a Dios[143], si no se
aleja de los hombres y de toda distracción. Porque entonces ella podrá ver el
ataque de los enemigos que combaten contra ella; pero cuando vea al enemigo que
lucha contra ella y triunfe de sus ataques, que le sobrevienen de tiempo en
tiempo, el Espíritu de Dios entonces permanecer en ella y toda su pena ser
cambiada en alegría y exultación. Si de nuevo es vencida en el combate,
entonces le vienen tristezas, disgustos y muchas otras aflicciones varias[144].
Por
eso los santos Padres[145] vivieron como solitarios en lugares desiertos: Elías
el Tesbita, Juan Bautista y los otros Padres. No crean que fue cuando se
hallaban en medio de los hombres que los justos progresaron, junto a ellos, en
la virtud[146], sino que antes habitaron en una gran soledad, para conseguir que
la fuerza de Dios habitar en ellos[147]. Después Dios los envió en medio de
los hombres, cuando ya poseían las virtudes, para servir a la edificación de
los hombres[148] y curar sus enfermedades, pues ellos fueron los médicos de las
almas y pudieron curar sus enfermedades[149]. Por esto, pues, arrancados de la
soledad, fueron enviados a los hombres; pero no fueron enviados sino cuando
todas sus propias enfermedades estuvieron curadas. Es imposible, en efecto, que
Dios los mande para servir a la edificación de los hombres si todavía están
enfermos. Pero los que salen antes de ser perfectos, salen por su propia
voluntad y no por la voluntad de Dios. Y Dios dice de esos tales: "Yo no
los envié, pero ellos corrieron" (Jr 23,21), etc. A causa de esto, no
pueden ni custodiarse a sí mismos, ni servir a la edificación de otra alma.
Por
el contrario, los que son enviados por Dios no quieren abandonar la
soledad[150], pues saben que es gracias a ella que han adquirido la fuerza
divina; pero para no desobedecer a su Creador, salen para servir a la
edificación de los otros, imitando al Señor, porque el Padre envió del cielo
a su verdadero Hijo para que Él curase todas las debilidades y todas las
enfermedades de los hombres[151]. Est escrito: Tomó nuestras debilidades y
cargó nuestras enfermedades (Is 53,4). He aquí por qué todos los santos que
van a los hombres para curarlos, imitan al Creador en todo, para llegar a ser
dignos de convertirse en hijos adoptivos de Dios y para vivir, también ellos,
como el Padre y el Hijo, por los siglos de los siglos[152].
He
aquí, amadísimos, que les he mostrado la fuerza[153] de la soledad, cómo ella
cura en todos los aspectos[154] y cómo le es grata a Dios[155]. Por eso les
escribí que fueran fuertes en lo que emprendieran. Sépanlo, es por la soledad
que progresaron los santos y la fuerza divina habitó en ellos, dándoles a
conocer los misterios celestiales, y fue así que expulsaron toda la vetustez de
este mundo. Quien les escribe también llegó a esa meta por el mismo camino.
Muchos
son los monjes de nuestro tiempo que no han sido capaces de perseverar en la
soledad, porque no pudieron vencer su voluntad. Por eso viven siempre entre los
hombres, no siendo capaces de renunciar, de huir de la compañía de los hombres
y de emprender el combate. Abandonando la soledad, se conforman con consolarse
con sus prójimos por toda su vida. A causa de esto no alcanzan la dulzura
divina ni la fuerza divina habita en ellos. Porque cuando esa fuerza se les
presenta, los encuentra buscando su felicidad en el mundo presente y en las
pasiones del alma y del cuerpo. Y no puede descender sobre ellos. El amor del
dinero, la vanagloria, todas las otras enfermedades y distracciones del alma
impiden que la fuerza divina descienda sobre ellos.
La
mayoría no han podido progresar en esto, porque han permanecido en medio de los
hombres y no han logrado, a causa de esto, vencer todas sus voluntades. No han
querido, en efecto, vencerse a sí mismos al extremo de huir de las
distracciones causadas por los hombres, sino que permanecen distraídos unos con
otros. Por eso no han conocido la dulzura de Dios y no han sido juzgados dignos
de que su fuerza habite en ellos, y les dé el carácter celestial. Así, la
fuerza de Dios no habita en ellos, pues están acaparados por las cosas de este
mundo, entregados a las pasiones del alma, a las glorias humanas y a las
voluntades del hombre viejo. Es de esta forma que Dios nos testimonia lo que
debe suceder.
Fortifíquense,
entonces, en lo que hacen. Porque quienes abandonan la soledad no pueden vencer
sus voluntades ni imponerse en el combate que se entabla contra su adversario. A
causa de esto no tienen más la fuerza de Dios que habita en ellos. Ella no mora
en los que sirven a sus pasiones[156]. Pero ustedes vencieron las pasiones y la
fuerza de Dios vendrá por sí misma a ustedes.
Pórtense
bien en el Espíritu Santo.
Notas, Carta 12ª
[141] Se conserva en sirio (nro. 12), georgiano (nro.
3), griego (nro. 1), árabe (nro. 18), armenio (nro. 3) y etíope (nro. 2).
[142] Este saludo falta en el griego.
[143] El griego agrega: "Como corresponde"
(o: es necesario). Otras versiones añaden: "Fácilmente".
[144] El griego trae un texto un tanto diverso:
"Durante esas luchas, le infligir n aflicciones y tristezas con muchos
otros disgustos variados, pero que no se asuste, porque no prevalecer n contra
aquella que vive en la soledad".
[145] Griego: "Nuestros santos padres";
georgiano y etíope agregan: "Los primeros santos padres".
[146] La traducción sigue el texto griego, la
versión siríaca parece un poco más oscura: "No consideren que eran
justos por realizar las obras de justicia habitando en medio de los
hombres...".
[147] "Si quieres que la fuerza de Dios venga
sobre ti, ama el ayuno y huye de los hombres"; carta de Arseno, 32 (Lettres,
p. 41, nota 1).
[148] El texto siríaco dice: "Para ser los
dispensadores de Dios"; se sigue la lectura del georgiano, del griego y del
armenio.
[149] Cf. Vida de Antonio 87: Antonio "médico de
todo Egipto" (Lettres, p. 41, nota 2).
[150] Cf. Vida de Antonio, 85.
[151] Cf. las cartas de san Antonio: III,2; IV,2-3;
V,2; VI,2.
[152] Desde "imitando al Señor" hasta el
final de este párrafo, el texto falta en el georgiano, en el griego, en el
armenio y en el etíope.
[153] Georgiano y armenio: "El fruto";
etíope: "Los frutos".
[154] Lectura del siríaco, que falta en georgiano,
griego, armenio y etíope.
[155] Lo que sigue, hasta el final del párrafo, no se
encuentra en el georgiano, griego, armenio y etíope.
[156] Tal el texto de las versiones georgiana, griega,
armenia y etíope. El sirio lee: "Porque quienes abandonan la stez"),
el sirio trae: "De los que están completamente purificados de sus
pasiones".
Carta XIII:
El Espíritu de penitencia y el Espíritu Santo
Queridísimos
en el Señor, los saludo en el Espíritu de dulzura, que es pacífico y perfuma
las almas de los justos. Este Espíritu viene sólo a las almas totalmente
purificadas de su vetustez, porque es santo y no puede entrar en un alma impura
(Sb 1,4-5)[157].
Nuestro
Señor lo dio a los apóstoles únicamente después que ellos se purificaron.
Por eso Él les dijo: "Si me voy, les enviaré el consolador, el Espíritu
de verdad, y Él les dar a conocer todas las cosas" (Jn 16,7.13). Pues este
Espíritu, desde Abel y Henoc hasta hoy, se da a las almas de los justos que
están totalmente purificadas. Pero el que llega a las otras almas no es ése,
sino el Espíritu de penitencia[158]; arriba a las otras almas para llamarlas a
todas y purificarlas de su impureza. Y cuando las ha purificado totalmente, las
entrega[159] al Espíritu Santo, para que Él difunda sin cesar sobre ellas un
perfume suave, como lo dijo Leví: "¿Quién ha conocido el perfume del
Espíritu sino aquellos en los cuales Él habita?"[160]. Son pocos los
favorecidos incluso con el Espíritu de penitencia, pero el Espíritu de verdad,
de generación en generación, apenas habita en algunas almas solamente.
Al
igual que una perla preciosa no se encuentra en todas las casas, sino
únicamente, a veces, en los palacios reales[161], así también este Espíritu
no se encuentra sino en las almas de los justos que han llegado a ser perfectos.
Desde el instante en que Leví fue gratificado con Él, ofreció una gran
acción de gracias a Dios y dijo : "Te canto, Señor, porque me has
regalado el Espíritu que tú das a tus siervos"[162]. Y todos los justos a
los cuales fue enviado, ofrecieron a Dios grandes acciones de gracias. Porque es
la perla de la que habla el evangelio, comprada por aquel que vendió todos sus
bienes (Mt 13,46). Pues el tesoro escondido en un campo, que un hombre encontró
y por el que se alegró mucho (Mt 13,44). A las almas en las que habita, Él les
revela grandes misterios; para ellos la noche es como el día. He aquí que les
he dado a conocer la acción de ese Espíritu.
Quiero[163]
que sepan que desde el día en que los dejé, Dios me hizo prosperar en todas
las cosas, hasta que llegué a mi lugar. Y cuando estoy en mi soledad, Él hace
mi camino más próspero aún[164] y me ayuda, ya sea secretamente, ya sea
abiertamente. Y hubiera deseado que ustedes estuvieran cerca mío a causa de las
revelaciones que me fueron dadas[165], porque cada día concede nuevas
(revelaciones)[166].
Deseo,
pues, que sepan cuál es la tentación. Ustedes saben que la tentación no le
sobreviene al hombre si no ha recibido el Espíritu. Cuando ha recibido el
Espíritu, es entregado al diablo para ser tentado. ¿Pero quién lo entrega
sino el Espíritu de Dios? Porque es imposible para el diablo tentar a un fiel,
si Dios no se lo entrega.
En
efecto, nuestro Señor al tomar carne devino un ejemplo para nosotros en todo.
Cuando fue[167] bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de
paloma (Mt 3,16), porque el Espíritu lo condujo al desierto[168] para ser
tentado (Mt 4,1), y el diablo no pudo nada contra Él. Pero la fuerza del
Espíritu, después de las tentaciones, les agrega a los santos otra grandeza y
una fuerza más grande[169].
Es
necesario que ustedes conozcan[170] mi tentación, que me ha hecho semejante a
nuestro Señor. Cuando Él descendió del cielo, vio un aire diferente,
tenebroso, y de nuevo cuando iba a descender al Hades, vio un aire más denso y
dijo: "Ahora mi alma está turbada" (Jn 12,27). Igualmente yo, de modo
parecido, soporté recientemente esta tentación que me turbó por todas
partes[171]. Sin embargo, yo alabé a Dios, a quien sirvo con todo mi corazón
desde mi juventud y a quien obedezco, ya sea en el honor, ya sea en la
humillación. Él me sacó de ese aire tenebroso y me restableció en la primera
altura. Y pienso que esa tentación es la última[172].
Cuando
el bienaventurado José soportó su última tentación en la prisión (Gn
29,20), fue más afligido que por todas las otras tentaciones. Pero después de
la prisión, que es la imagen del Hades, él recibió todos los honores, porque
llegó a ser rey (Gn 41,40). Desde entonces la tentación no lo probó más. Les
he dado a conocer en qué tentaciones me encontré y cómo estoy ahora[173].
Después
de haber escrito esta carta me acordé de la palabra escrita en Ezequiel, que
presenta la imagen de las almas que han llegado a ser perfectas. Él vio un ser
viviente sobre el rió Chobar, que tenía cuatro rostros, cuatro pies y cuatro
alas. Un rostro de Querubín, uno de hombre, uno de águila y uno de toro (Ez
1,1-10). El rostro de Querubín es el Espíritu de Dios, reposando en un alma y
disponiéndola a alabar con una voz dulce y bella[174]. Y cuando Él quiere,
desciende y edifica a los hombres, toma entonces el rostro de hombre. Y el de
toro, es cuando el alma fiel está en el combate: el Espíritu de Dios la
auxilia y le da la fuerza de un toro, para que ella pueda cornear al diablo. Y
el de águila, porque el águila vuela más alto que todos los otros pájaros. Y
cuando el alma del hombre se eleva en las alturas, el Espíritu Santo viene a
ella, enseñándole a permanecer en las alturas y a estar cerca de Dios.
Les
he dado a conocer pocas cosas sobre este ser. Pero si oran y los visito,
entraré en Betel, que es la casa de Dios (Gn 28,19), y cumpliré mis votos (Sal
65,13), los que prometieron mis labios[175]. Entonces les hablaré más
claramente[176] sobre este ser[177].
En
efecto, Betel quiere decir la casa de Dios (Gn 28,19). Dios combate, entonces,
por la casa sobre la que se invoca su nombre. Y fue Ezequiel quien vio ese ser
viviente.
Saluden
a todos aquellos que han sido asociados al trabajo y a los sudores de sus padres
en la tentación, como Juan lo dice en otro lugar: "Dios es glorificado por
el sudor del alma"[178]. Así por la semilla de sudor que siembra, el alma
es asociada a Dios. Y aquellos son asociados también a su cosecha, pues está
escrito: Si sufrimos con él, viviremos con él (Rm 8,17), etc. El Señor
también dijo a sus discípulos: "Ustedes padecieron conmigo en mis
tentaciones, estableceré con ustedes un contrato real, al igual que El Padre me
prometió que se sentarían a mi mesa" (Lc 22,29), etc.
Ven
que quienes comparten los trabajos también comparten el reposo, y el que
participa en la humillación, igualmente participa en el honor. Est escrito, en
efecto, en los Padres: "Un buen hijo hereda el derecho de primogenitura y
las bendiciones paternas"[179]. Sucede así con lo que nosotros sembramos.
Son los sembrados de Dios y los buenos hijos quienes heredan el derecho de
primogenitura y nuestras bendiciones. Cuando esté lejos, en mi lugar, la
llegada de los frutos me recordar estos sembrados.
Pero
tú, como un buen maestro, exhórtalos con cuidado. ¡Quiera Dios que abandones
esta morada[180] dejando una buena cosecha! Porque sabemos que eres un padre
bueno y un educador excelente. Sin embargo, te recuerdo que es por causa de esta
cosecha que Dios te ha dejado en esta morada.
Pórtate
bien en el Señor, en el Espíritu dulce y pacífico que habita las almas de los
justos.
Notas, Carta 13ª
[157] Cf. cartas de san Antonio, VII.
[158] También san Antonio en sus cartas (I,2 y 4)
habla de un espíritu de penitencia o de conversión (Lettres, p. 45, nota 2).
[159] Es la lección del georgiano; el griego y el
árabe leen: "transmite"; el sirio: "conduce" (o: guía).
[160] Cita no identificada.
[161] El griego dice solamente: "Del mismo modo
que una perla de gran precio...".
[162] Cita no identificada.
[163] Este párrafo falta por completo en la versión
griega.
[164] Sigo texto siríaco.
[165] Georgiano: "Que sepan cuantas revelaciones
hay"; árabe: "Para que les dé a conocer todo lo que me ha revelado
el Espíritu Santo en todo tiempo".
[166] Georgiano: "Pues de día en día tendrán
una alegría aún más grande"; el árabe omite esta frase.
[167] Esta primera parte, hasta aquí, falta en el
georgiano.
[168] El sirio añade: "Y lo entregó a Satán
s...".
[169] "Y una fuerza más grande", falta en
el siríaco.
[170] Es la lectura del georgiano; falta en el
siríaco. El árabe trae: "Hijos amadísimos, desearía que estuviesen
cerca mío para que conocieran...".
[171] El texto griego omite desde "es
necesario" hasta aquí.
[172] Toda esta última parte es diferente en el
griego: "En todas las cosas alabemos, pues, a Dios y démosle gracias, sea
en el honor, sea en la humillación, porque Él nos ha sacado de ese aire
tenebroso y nos ha restablecido en nuestra primera altura". Después lo que
sigue, no existe en la versión griega editada por F. Nau.
[173] Georgiano: "He aquí que les he dado a
conocer la magnitud de las tentaciones que soportado".
[174] La trad. francesa de esta parte parece seguir la
versión georgiana; el texto siríaco es bastante diverso: "Una cara de
Querubín era de león, una de hombre, una de águila y una de toro (Ez 1,1-10).
Ahora bien, ¿la cara de león de Querubín, qué es? En efecto, cuando el
Espíritu de Dios reposa sobre el alma de un hombre, le da la fuerza de Dios, la
anima fuertemente y le enseña un canto con voz dulce y bella".
[175] El sirio dice: "Entrar n en Betel y allí
cumpliremos nuestros votos, y ofreceremos nuestros sacrificios de paz, que
prometieron nuestros labios".
[176] Es la lectura del georgiano. El sirio trae:
"En la medida que nos sea posible les daremos la explicación...".
[177] Aquí parece terminar el georgiano, que
solamente añade el saludo: "Sean fuertes en Cristo y pórtense bien".
[178] Cita no identificada.
[179] Cita no identificada.
[180] El sirio dice: "Este mundo".
Carta XIV:
La justicia[181]
He
aquí la carta que les ha escrito su padre; esta es la herencia de los padres
justos[182], que legan en herencia a sus hijos la justicia[183]. Los padres
según la carne dejan en herencia a sus hijos el oro y la plata; pero los
justos[184] dejan esto a sus hijos: la justicia[185]. Los patriarcas eran muy
ricos en oro y plata, y próximos a la muerte, no les dieron ninguna orden,
excepto respecto de la justicia, pues ella permanece por siempre.
El
oro y la plata son corruptibles (1 P 1,18), pertenecen a la miserable tienda de
este tiempo tan breve. Pero la justicia pertenece a la morada de lo alto y le
queda al hombre para siempre. Porque la herencia que les dan sus padres es la
justicia[186].
Pórtense
bien el Señor y en la buena voluntad de la justicia que Dios les da día tras
día, hasta su salida de aquí abajo.
Notas, Carta 14ª
[181] Se conserva únicamente en sirio (nro. 14) y
árabe (nro. 19).
[182] El árabe trae "espirituales".
[183] Árabe: "La bendición".
[184] Árabe: "Padres espirituales".
[185] Árabe: "La bendición".
[186] Árabe: "La bendición".
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