LA
DIMENSIÓN SOCIAL DE LA FAMILIA EN LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
“FAMILIARIS
CONSORTIO”
I.-
Función
social y
política
Nº 44: “La función
social de la familia no puede ciertamente reducirse a la acción procreadora y
educativa, aunque encuentra en ella su primera e insustituible forma de
expresión.
Las familias, tanto solas como
asociadas, pueden y deben por tanto dedicarse a muchas obras de servicio
social, especialmente a favor de los pobres y de todas aquellas personas y
situaciones, a las que no logra llegar la organización de previsión y
asistencia de las autoridades públicas.
La aportación social de la
familia tiene su originalidad, que exige se la conozca mejor y se la apoye más
decididamente, sobre todo a medida que los hijos crecen, implicando de hecho
lo más posible a todos sus miembros.
En especial hay que destacar la
importancia cada vez mayor que en nuestra sociedad asume la hospitalidad, en
todas sus formas, desde el abrir la puerta de la propia casa, y más aún la
del propio corazón, a las peticiones de los hermanos, al compromiso concreto
de asegurar a cada familia su casa, como ambiente natural que la conserva y la
hace crecer. Sobre todo, la familia cristiana está llamada a escuchar el
consejo del Apóstol: “Sed solícitos en
la hospitalidad”, y por consiguiente en practicar la acogida del
hermano necesitado, imitando el ejemplo y compartiendo la caridad de Cristo:
“El que diere de beber a uno de estos
pequeños sólo un vaso de agua fresca porque es mi discípulo, en verdad os
digo que no perderá su recompensa”.
La función social de las familias
está llamada a manifestarse también en la forma de intervención
política, es decir , las familias deben ser las primeras en
procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan,
sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y deberes de la
familia. En
este sentido las familias deben crecer en la conciencia de ser “protagonistas”
de la llamada “política familiar”, y asumirse la
responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo las familias serán
las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con
indiferancia. La llamada del Concilio Vaticano II a superar la ética
individualista vale también para la familia como tal”.
II.- La sociedad al servicio de la familia
Nº 45: “La conexión íntima
entre la familia y la sociedad, de la misma manera que exige la apertura y la
participación de la familia en la sociedad y en su desarrollo, impone también
que la sociedad no deje de cumplir su deber fundamental de respetar y promover
la familia misma.
Ciertamente la familia y la
sociedad tienen una función complementaria en la defensa y en la promoción
del bien de todos los hombres y de cada hombre. Pero la sociedad, y más específicamente
el Estado, deben reconocer que la familia es una “sociedad que goza de un
derecho propio y primordial” y por tanto, en sus relaciones con la familia
están gravemente obligados a atenerse al principio de subsidiaridad.
En virtud de este principio, el
Estado no puede ni debe sustraer a las familias aquellas funciones que pueden
igualmente realizar bien, por sí solas o asociadas libremente, sino favorecer
positivamente y estimular lo más posible la iniciativa responsable de las
familias. Las autoridades públicas, convencidas de que el bien de la
familia constituye un valor indispensable e irrenunciable de la comunidad
civil, deben hacer cuanto puedan para asegurar a las familias todas aquellas
ayudas –económicas, sociales, educativas, políticas, culturales – que
necesitan para afrontar de modo humano todas sus necesidades.
III.-
Carta de los derechos de la familia
Nº 46: “(..) la Iglesia
defiende abierta y vigorosamente los derechos de la familia contra las
usurpaciones intolerables de la sociedad y del Estado. En concreto, los Padres
Sinodales han recordado entre otros, los siguientes derechos de la familia:
- A existir y progresar como familia, es decir, el derecho de todo hombre, especialmente aún siendo pobre, a fundar una familia, y a tener los recursos apropiados para mantenerla;
-
A ejercer su responsabilidad
en el campo de la transmisión de la vida, y a educar a los hijos;
-
A la intimidad de la vida
conyugal y familiar;
-
A la estabilidad del vínculo
y de la institución matrimonial;
-
A crecer y profesar su
propia fe, y a difundirla;
-
A educar a sus hijos de
acuerdo con las propias tradiciones y valores religiosos y culturales, con los
instrumentos, medios e instituciones necesarias;
-
A obtener la seguridad física,
social, política, y económica, especialmente de los pobres y enfermos;
-
El derecho a una vivienda
adecuada, para una vida familiar digna;
-
El derecho de expresión y
representación ante las autoridades públicas, económicas, sociales,
culturales, y ante las inferiores tanto por sí misma como por medio de
asociaciones;
-
A crear asociaciones con
otras familias e instituciones, para cumplir adecuada y esmeradamente su misión;
-
A proteger a los menores,
mediante instituciones y leyes apropiadas, contra los medicamentos
perjudiciales, la pornografía, el alcoholismo, etc;
-
El derecho a un justo tiempo
libre que favorezca a la vez, los valores de la familia;
-
El derecho de los ancianos a
una vida y una muerte dignas;
- El derecho a emigrar como familia, para buscar mejores condiciones de vida. (..)”