Misterio
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SUMARIO: 1. El uso del misterio en el griego clásico. -2. El uso de misterio en el judaísmo. - 3. La literatura Apocalíptica. - 4. El rabinismo. -5. El Nuevo Testamento: Los Evangelios Sinópticos; San Mateo y San Lucas; Los escritos paulinos.


La palabra misterio tiene un peso específico tanto por su etimología que procede del mundo heleno, donde los misterios eran forma de culto y se introducían en el pensamiento de los filósofos que pretendían dar razón de su significado, como en el mundo de la magia donde era practicado por un solo individuo aislado, sin ningún vínculo de tipo cultual, hasta llegar a una consideración del misterio en el lenguaje profano, desde donde se pasa al significado religioso. Tampoco pretendemos dar una visión del misterio en el mundo de los gnósticos y su forma de pensamiento. Porque como dice un autor francés, la historia de la palabra misterio está todavía por escribir.

Nos interesa para nuestro propósito, centrado en la persona de Jesús de Nazaret. En primer lugar, contemplamos la evolución de misterio, en el griego profano que tiene dos connotaciones precisas: una de tipo cultual y otra de tipo metafórico. En segundo lugar, qué significa el vocablo misterio en el Judaísmo, sobre todo en la versión griega de los LXX, en la apocalíptica judía y en el movimiento esenio de Qumrán. Así como en Filón y en Flavio Josefo. También observaremos algunas connotaciones del rabinismo sobre esta terminología. En tercer lugar, el juicio aparece en la literatura neotestamentaria. El Nuevo Testamento concede mucha importancia esta palabra sobre todo, en los Evangelios sinópticos, en los grandes escritos de San Pablo y sobre todo, en el último libro de la revelación escrita, el Apocalipsis. Los catálogos de signos y símbolos son muy importantes para comprender el alcance del apocalíptico.

1. El uso del misterio en el griego clásico

Ya hemos indicado más arriba como el vocablo misterio contiene dos acepciones, la primera de tipo cultual, la segunda de tipo metafórico. El misterio es un vocablo que designa numerosos cultos mistéricos antiguos de lo que es posible constatar la amplia influencia desde el siglo VII a. d. C. al siglo IV d. C. El término misterio es usado en la lengua griega clásica siempre en plural y su significado es proferir con los labios cerrados un sonido inarticulado, es decir, una realidad que no puede explicarse en el pensamiento discursivo. Aunque la traducción común otorgado a este término es secreto, es decir, una realidad que pertenece al mundo de los desconocido, lo enigmático. Sin embargo, con esta significación no se cubre todo lo que la palabra misma significa, sino solamente de manera parcial. También el uso metafórico de misterio se inicia en Platón. El filósofo griego pensaba que el camino del conocimiento para percibir la verdad del ser, se describe como una andadura hasta llegar a la contemplación. De otra parte, el misterio es algo que debemos indagar, para llegar a conocer lo que encierra en sí mismo. Por ello, se llega con esta manera de pensar hasta una utilización profana del término, es decir, se denomina misterio, a aquella realidad que debemos guardar en secreto para sí mismos.

2. El uso de misterio en el judaísmo

La versión de los LXX (la Biblia griega) repite el término misterio veintiuna vez. Todas ellas están presentes en algunos libros redactados en la época griega, es decir, Sabiduría, Judit, Tobías, Eclesiástico, Daniel y 2 Macabeos. En lengua hebrea la palabra corriente es sod que los LXX jamás traducen por misterio. Los diccionarios normalmente traducen el término hebreo por secreto. Sin embargo, la versiones de Simaco y Teodoción traducen sod por misterio, acercan el término a la facultad cognoscitiva. La razón es evidente porque misterio se dice simplemente de "alguna cosa oculta" y esta realidad puede ser un plan divino. Se indican dos razones. De una parte, la palabra misterio al plural designan los cultos paganos secretos y los traductores de los LXX conocen este uso y por eso los hagiógrafos evitarían palabras cargadas de una significación pagano-cultual. Y en segundo lugar, ellos no se sirven de misterio para traducir la palabra hebrea sod, porque esta palabra contiene una nota peyorativa, mientras que en el uso de los LXX la palabra tiene una tonalidad elevada y designa un decreto divino escondido. La palabra hebrea que los autores de la Biblia griega usan para designar secreto es raz, cuya raíz es persa. El libro de la Sabiduría menciona la palabra misterio, como término técnico para designar un culto de un padre desconsolado por la muerte prematura de su hijo. El padre hace fabricar una imagen. El autor subraya el contrasentido que supone fabricar una estatua de alguien que ya no existe. El autor intenta incluir con su ejemplo todos los casos de divinización por iniciativa de las personas privadas (Sab 14, 15. 23). En realidad se trata de los cultos mistéricos que estaban en auge sobre todo en el mundo grecoromano y que al comienzo de la era cristiana estaban extendidos por toda la cuenca mediterránea y eran renombrados los celebrados en honor de Deméter o Ceres, !sis, Serapis, Dionisios o Baco, Orfeo, Mitra. El misterio, el secreto, rodeaba normalmente a las celebraciones litúrgicas, en las que participaban únicamente los iniciados. Al conjunto de doctrinas y de ceremonias religiosas, generalmente secretas, se les llama misterios que tomaban el nombre, como ya hemos indicado de la divinidad a las que estaban consagrados. Iniciaciones eran más bien las ceremonias mismas que consagraban al nuevo fiel y le conducían a la unión mística con el dios. Los iniciados estaban obligados a guardar secreto en todo lo relativo a los misterios con las personas ajenas a las asociaciones mistéricas. Pero la guarda de estos secretos contienen algunas sutilezas que enseguida indicamos. El libro de Judit presenta un pasaje donde el secreto, es decir, el misterio, debe entenderse en un sentido político (Jdt 2, 2). En este pasaje se trata del rey Nabucodonosor que reúne a su consejo de ministros para manifestar la suerte que correrán los pueblos del oeste que rechazan someterse a su autoridad. En ese sentido político también hay un pasaje en el libro de Tobías (Tob 12, 7. 11), cuyo misterio queda oculto para la mayoría de los que pueden gozar de la belleza y dulzura de la luz material. Otros lugares manifiestan el misterio con una tonalidad privada. Es el caso de un pasaje del libro del Eclesiástico (Eclo 22, 22; 27, 16). El que revela secretos se desacredita ante todos y nunca encontrará un amigo de verdad. Ama a tu amigo y pon tu confianza en él, pero si revelas sus secretos, no vayas tras él... Porque no hay esperanza para aquél que ha desvelado un secreto. El libro de la Sabiduría describe el misterio en dos pasajes, pero en plural (Sab 2, 22; 6, 22). El autor habla de los secretos de Dios que deben entenderse los designios misteriosos de Dios acerca del justo y del malvado que la persona humana puede llegar a conocer si su mente no está obnubilada por la maldad. Los planes misteriosos de Dios quedan abiertos a la esperanza (Sab 2, 22). El libro de Daniel presenta algunos lugares donde el término misterio es la palabra aramea razá, derivado del vocablo persa raz "secreto" (Dn 2, 18. 27) que es muy frecuente en los textos de Qumrán. Esta palabra domina todo el capítulo segundo del libro de Daniel y se repite ocho veces, vuelve a aparecer más adelante (Dn 4, 6). Los griegos traducen por misterion.

3. La literatura Apocalíptica

El misterio o los misterios presentan dos características importantes: ante todo llevan la atención sobre Dios que se revela, más que sobre el hombre que lo recibe. Por lo demás su contenido primario es el curso de la historia (Dn 2, 28-30; Ap Bar sir 20, 3; Enoch [et] 68, 1). El misterio es un término propio de esta literatura y también de la literatura sapiencial. Dios aparece muy lejano y el cielo y la tierra, la creación, la historia y su fin son un enigma completo. La esencia y el poder de Dios son insondables (Hen 63, 3), solamente el Hijo del hombre tiene poder sobre todos los misterios de la justicia (Hen 49, 2). La literatura apocalíptica habla de estos misterios en sentido concreto. Se trata de una literatura de "revelación", es decir, la palabra "apocalipsis" significa la revelación que se hace a un humano por medio de un agente de otro mundo. El objeto son realidades que el hombre no puede palpar, pero se refieren a él, es decir, son verdades que se refieren a la escatología tanto individual como colectiva, humana o cósmica que afectan a este mundo y al otro. El libro de Henoc etiópico expresa que existen muchos misterios que se encuentran en el cielo (Hen [et] 63, 3) y estos misterios antiguos se encuentran en las tablas celestiales (Hen [et] 106, 19). Estos misterios se revelarán al fin de los tiempos (Hen [et] 38, 3; 83, 7; 103, 2). A algunos personajes que se encuentran en el Antiguo Testamento se les han revelado esos secretos a través de sueños o visiones (4 Esd 10, 59; Hen [et] 13, 8; 93, 2) pero necesitan ser interpretados. Los misterios son deliberaciones de Dios destinadas a la revelación última, es decir, las vicisitudes y las situaciones extremas que ya existen realmente y puede ser contempladas en el cielo, pero que solo al final saldrán de su estado oculto y llegarán a ser abiertas a los sucesos.

El término misterio aparece en los escritos de Qumrán expresados en dos palabras: raz, casi siempre en plural y sod casi siempre en singular. La comunidad de Qumrán atribuye un gran alcance al conocimiento de los misterios que estaba reservado a los miembros de este movimiento. Los misterios son el conocimiento de los diseños divinos con respecto a la historia de la salvación, pero este conocimiento se adquiere mediante la verdadera comprensión de los escritos proféticos, gracias a la enseñanza del Maestro de justicia, verdadero fundador de la comunidad qumránica que se oponía fuertemente a su enemigo, el Mentiroso. El misterio en los escritos de Qunrám de una parte relaciona el triunfo de los buenos sobre los malos (1 QH 121; 1 QS XI 3-5) y de otra, el sentido de los sucesos (1 Q 27) y su capacidad escatológica (1 QH VIII 11).

También Filón de Alejandría usa el término misterio para referirse a los misterios de Dios que hablan de la creación del cosmos y de la fuerza generadora de Dios y sus cualidades.

Flavio Josefo emplea el vocablo siete veces, de ellas, seis tiene una tonalidad meramente cultual. Encontramos el mismo fenómeno que en Josefo, en su obra Contra Apión. Toda la vida de un judío no es nada más que una observación interrumpida de los misterios.

4. El rabinismo

El vocabulario de estos textos se apoya sobre una tradición que es mucho más antigua. Entre estas doctrinas antiguas vienen enumeradas las explicaciones de las leyes sobre el incesto, pero sobre todo, las especulaciones de género teosófico sobre hechos cosmogónicos y apocalípticos. Su desarrollo está permitido sólo en estrechísimos límites. Pero es considerado misterio también el conjunto de la tradición oral, mediante el cual los israelitas podían legitimar ante Dios su condición de hijos, la circuncisión y los cómputos del calendario. Israel tiene el deber de conservar para sí sus secretos y de protegerlos de las intromisiones de los otros pueblos (Ex. r. 19 sobre 12, 50). Conocimientos cosmológicos y teosóficos vienen prometidos a aquel que se ocupa "de la Torah por amor de la misma Torah" (P. Ab 6, 2): "a él viene revelado el misterio de la Torah". Estos misterios son el fundamento de la Torah, es decir, los fundamentos en base a los que Dios dio cada una de las prescripciones. Strack- Billerberck mencionan a propósito de Mat 13, 11, el término mstyr, como un equivalente hebraico de misterion en la literatura rabínica. Estos conceptos son usados por el sentimiento que han tenido los judíos de ser un pueblo privilegiado y desde ese momento se acercan singularmente del concepto pagano esotérico de misterion. Sin embargo, se encuentra por lo mismo en estos textos después de la era cristiana la supervivencia de sentidos que tenía en los últimos escritos del Antiguo Testamento. El contenido de misterion está en correlación con el plan salvador de Dios. Es que los privilegios de Israel están convencidos de ser los poseedores de una parte de esta salvación que Dios quiere conferir a los hombres. La palabra de préstamo se emplea por ejemplo para designar la circuncisión, pero en su significación la más profunda.

La Nueva Alianza expresa el misterio de Dios a través de numerosos lugares. Contamos hasta veintiocho pasajes donde aparece el término misterio (Mt 13, 11; Mc 4, 11; Lc 8, 10; Rm 11, 25; 16, 25; 1 Cor 2, 1. 7; 4, 1; 13, 2; 14, 2; 15, 51; Ef 1, 9; 3, 3. 4. 9; 5, 32; 6, 19; Col 1, 26. 27; 2, 2; 4, 3; 2 Tes 2, 7; 1 Tim 3, 9. 16; Ap 1, 20; 10, 7; 17, 5. 7). Tenemos tres grupos de textos que refieren el término misterio. El primer grupo están descrito en los evangelios sinópticos. El segundo grupo pertenece a los escritos de San Pablo. El tercer grupo pertenece al Apocalipsis según San Juan.

Los Evangelios Sinópticos. Cuando viene la hora decisiva donde Dios quiere manifestarse totalmente al conjunto de la humanidad por la venida del gran kairós mesiánico, se observa una cierta pedagogía del enigma respecto a estos grupos de hombres cerrados, esto aparece bien fundamentado en el Antiguo Testamento, sobre todo en el profeta Isaías. Cuando, por el contrario el corazón del hombre no se cierra por el hecho formal y deliberado a la voluntad propiamente dicha de la revelación, pero que no se ha opuesto por una debilidad de su naturaleza, el está autorizado de esperar de Dios que el sabrá adaptarse y suplir este defecto de preparación suficiente. Todas estas leyes, fáciles de descubrir, de la pedagogía divina aparecen en los evangelios sobre todo en el método que emplea Cristo para revelar progresivamente el Reino de Dios. Esto no es por causalidad que el empleo de misterion no se encuentra en los sinópticos más que en el capítulo de las parábolas y muy particularmente en aquellas parábolas donde se encuentra la imagen de las cuatro destinos de los campos o de las tierra donde se siembra la simiente. Es claro que Jesús en su predicación practica una cierta reserva o por lo mismo reticencia. El conocido biblista F. Fernández Ramos, dice: "Las parábolas, por definición, intentan esclarecer una verdad. El parabolista recurre a ejemplos concretos para hacer asequible una verdad abstracta difícilmente inteligible. Con este procedimiento se facilita la asimilación de la enseñanza intentada. A todo esto tiende toda parábola por su propia naturaleza. Si aquí nos proponemos la cuestión del fin que persiguen las parábolas evangélicas, ellos obedece a un texto del mismo evangelio, según el cual Jesús de Nazaret recurrió a este procedimiento literario con una intención distinta a la que el mismo procedimiento tiene en sí mismo. Nos referimos al célebre texto de Marcos (4, 10-12 y par de Mt y Lc)". Esta diversidad de actitudes del Maestro según el circulo de oyentes a los que se dirige, no aparece solamente en San Marcos (Mc 4, 11), sino que a veces es aún más evidente en San Mateo (Mt 13, 11; Lc 8, 10). Jesús no es el mismo ante sus discípulos que ante el pueblo. A partir de Mt 16 se observa también netamente como San Mateo da a entender que Jesús se desvía del pueblo. No sería una ruptura completa, sino que Jesús concentra su actividad en la formación de sus discípulos. La ruptura comienza ya a aparecer en la reserva que Jesús manifiesta teniendo en cuenta a la muchedumbre y los sinópticos lo explican del mismo modo en el pasaje donde está la cuestion del misterio.

- San Mateo y San Lucas presentan una ligera variación respecto a San Marcos poniendo en relieve el significado enigmático de las parábolas que a los discípulos es expresado accesible. San Marcos presenta su pensamiento de manera drástica, porque se trata de una antítesis entre la revelación del misterio ya hecha a los discípulos y la enseñanza en parábolas, establecido para los demás y no una antítesis entre las parábolas explicadas y no explicadas que permanecen oscuras. Pero los tres sinópticos afirman que las parábolas son un modo de hablar velado y que el misterio del Reino de Dios debe permanecer cerrado al pueblo. El misterio del Reino de Dios debe connotar alguna cosa que en las parábolas todavía no está expresado o al menos indirectamente. No se refiere a una significado genérico de "Reino", sino al hecho real de su instauración y su irrupción en la historia. Por tanto el misterio del Reino es una fórmula acuñada ya por un fragmento del lenguaje apocalíptico y que debe manifestarse mediante un acto de revelación. Para los discípulos conocer los misterios del Reino quiere decir tener los ojos abiertos a la instauración del Reino mesiánico (Mt 13, 16). Ese misterio del Reino de Dios es el mismo Cristo en su cualidad de Mesías. El objeto es el Reino de Dios y coincide en el fondo con el que forma el punto culminante del misterio grandioso de Cristo en San Pablo. La significación de la palabra, es decir, el aspecto bajo el que esta gran obra es llamada, misterio, este es el carácter escondido de este reino. Pero el secreto no es absoluto y no golpea más que a los no apóstoles, la gente que no está suficientemente preparada para recibir este mensaje, desde entonces ella es víctima del juicio divino que la castiga quitando la posibilidad de comprender la revelación del reino. Su resistencia había sido ya prefigurada típicamente por aquellos oyentes del profeta Isaías pues el mensaje fue igualmente desconocido. Nada puede, en los textos, hacernos saber si Jesús ha utilizado la palabra de imitación "misterion", o una palabra aramea correspondiente designando también el misterio de su persona, es decir, en relación estrecha con el "misterio del Mesías", tomado en su sentido estricto. Hay de hecho caracterizado toda su persona como siendo un misterio. El texto más significativo es aquel de San Mateo (Mt 11, 25-28). Es claro de otra parte que los evangelios sinópticos atestiguan en algunos pasajes que los discípulos y el pueblo presentarían el misterio concretizado en la persona de Jesús.

- Los escritos paulinos. San Pablo explica el misterio de Cristo en sus escritos. Nosotros exponemos enseguida los pasajes paulinos principales para llegar a una comprensión de lo que el apóstol quiso decirnos de manera aproximada. En primer lugar, San Pablo describe el misterio de Cristo crucificado (1 Cor 1, 23; 2, 2). Este misterio es de Dios y la mente humana no puede llegar a comprenderlo, necesita de las tonalidades de la fe, porque a la razón le parece una locura, sin embargo la cruz es un ofrecimiento libre y gratuito de Cristo a los hombres. Lo que nubla a los hombres judíos y les parece que Cristo crucificado es una ofensa, no es sino que están invitados a creer en ese Cristo y a fiarse de El. Porque los judíos no se preocupan mucho de esta nueva secta judía centrada sobre este Jesús, ni se interesaban mucho por ella. Sobre todo porque parea los judíos un hombre crucificado, estaba bajo la maldición de Dios (Dt 21, 23). Por tanto, un mesías crucificado era un maldito para la mayor parte de los judíos, una contradicción. Ya Tritón el judío dirimía contra Justino: "Prueba que el mesías debía ser crucificado y debía morir de una muerte vergonzosa es innoble, maldito por la ley. Nosotros no podemos ni siquiera tomar en consideración este género de cosas" (Dial. 90, 1). Para San Pablo el único Cristo que conoce es el crucificado (1 Cor 1, 23-25), es al que predica y por el que se interesa y al que ha experimentado como vivencia de fe, haciendo razonable a cada comunidad el misterio del mismo Cristo. Ese es el evangelio del apóstol de los gentiles y ese es al mismo tiempo el motivo de su elocuencia y su predicación. Para él no hay otro misterio que se le iguale. Más adelante, el apóstol prosigue con el tema de la sabiduría (1 Cor 2, 2). El apóstol, es consciente que los gentiles que buscan la sabiduría, la salvación mediante la cruz no podía parecer sino una necedad y el carácter infame de tal suplicio acentuaba el aparente absurdo de la predicación cristiana. San Pablo proclama el misterio de la sabiduría. Pero la sabiduría de la que él habla no es la del mundo, considerado aquí en contraposición a Cristo, ni la de los dominadores del mundo, es decir, los poderosos que han agitado a los hombres bajo el poder de las fuerzas demoníacas y están opuestos a Cristo hasta el punto de crucificarlo. San Pablo la define como "una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra" (1 Cor 2, 7). San Pablo explica el contenido de la sabiduría. Es una "sabiduría escondida". Posiblemente San Pablo acude a los patrones literarios presentes en los libros sapienciales del Antiguo Testamento, es decir, la sabiduría propia de la divinidad, aquella que viene de Dios que nosotros no podemos alcanzar con nuestras fuerzas y que sólo Dios puede revelar (Jb 28, 12-28; Eclo 1, 1-8; Prov 2, 6; Sab 9, 4). Es una "sabiduría ordenada por Dios", es decir, el proyecto salvífico establecido por Dios para todos los hombres de todos los tiempos. Esta economía de la salvación se manifiesta en el hecho redentor, auspiciado por el mismo Cristo, salvador de los hombres. Es una "sabiduría no conocida por los poderosos de este mundo". Sobre todo porque los fuertes de este mundo no han ignorado la existencia y la actividad en hechos y en palabras de Jesús de Nazaret, sino han despreciado la sabiduría de Dios, sin entender el misterio de una muerte, la de Cristo que llega al culmen el misterio de la salvación divina. La manifestación de la salvación se especifica en la crucifixión del Señor de la gloria. Este título divino presente ya en la Vieja Alianza lo aplica San Pablo a Jesucristo, para unir dos perspectivas, la de la cruz y la de la resurrección, según las Escrituras. El apóstol actualiza de manera espontánea dos pasajes veterotestamentarios (ls 64, 3; Eclo 1, 8) que confirman el carácter secreto e inaudito de la sabiduría divina. Las primeras listas de carismas son descritas por San Pablo en la Primera Carta a los Corintios (1 Cor 12-14). El apóstol realiza un discurso extenso sobre este tema y se pueden distinguir fácilmente tres momentos. El primero es amplio para alargar la perspectiva (1 Cor 12, 4-30). El segundo es un movimiento de profundización, es la famosa sección donde se inserta el himno de la caridad (1 Cor 12, 31-13, 13). El tercer movimiento consiste en las explicaciones sobre dos puntos concretos que han provocado dificultades en el seno de la comunidad cristiana, aquél de la glosolalia y la profecía (1 Cor 14, 1-40). San Pablo quiere corregir las ideas de los corintios en materia de los dones espirituales. San Pablo con una fina sensibilidad y sin querer a los de Corinto, comienza hablando de las lenguas de los hombres y contraponiendo "no tengo caridad", soy como un bronce que resuena o un címbalo que repica. Y si tuviera el don de la profecía y conociese todos los misterios y toda la ciencia (1 Cor 13, 2). La ciencia de los misterios y el conocimiento de Dios son considerados en el grado más elevado y están unidos estrechamente a la profecía que podría ser de los aspectos difícilmente distinguibles de ella. Los misterios están relacionados con el don de la profecía; del mismo modo que al final de la Carta al hablar de la Resurrección, el apóstol relaciona el término misterio con la vida y la muerte (1 Cor 15, 36). Un pasaje de la Carta a los Romanos describe el plano misterioso de Dios, para que los hombres no presuman de sabios (Rom 11, 25). El apóstol no quiere que los cristianos de Roma ignoren el misterio, para que no presuman de sabios. La revelación del misterio explicitado por San Pablo proviene de la línea apocalíptica, según la cual la salvación viene solamente cuando el número de los elegidos sea completo. Para ello el apóstol cita continuamente la Escritura. Un pasaje del libro del profeta Isaías une a la Escritura la salvación de Israel (Is 59, 20-21). El Mesías viene a Sión para rescatar a aquellos de Jacob que se conviertan de su rebeldía, purificará a Israel y renovará su alianza con ellos. Pero el Mesías liberador ya ha venido y en este tiempo nuevo en el que vive la comunidad cristiana debe realizarse el retorno de Israel, porque los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Pero Israel se salvará en la manifestación gloriosa de Cristo cuando hayan sido admitidos todos los gentiles.

En la Carta a los Colosenses San Pablo muestra el misterio de salvación a todos, aunque este gran misterio realizado por Cristo, ha sido manifestado a los cristianos, a los que el apóstol llama "santos" que por voluntad divina se dio a conocer como riqueza de gloria a los gentiles (Col 1, 26-27). San Pablo manifiesta el objeto de esta verdad: la manifestación del misterio. El anuncio no es de orden filosófico, sino que se inscribe en la exigencia propia de la fe cristiana que tiene la misión ineludible de proclamarlo. Este misterio, no tiene nada que ver con el misterio anunciado por las religiones mistéricas del mundo oriental.

La Carta a los Efesios presenta el término "misterio" en seis ocasiones, como ya hemos indicado más arriba (Ef 1, 9; 3, 3. 9; 5, 32; 6, 19). San Pablo describe en la doxología inicial, la revelación del misterio de forma dramatizada, porque el momento presente en el que se da a conocer, se contrapone al pasado, cuando era tenido en secreto (Ef 1, 9). La doxología precisa que el misterio se asocia al poder divino, es decir, lo que Dios ha querido hacer. Esta acción divina estaba anunciada anteriormente que no se impone sino que el mismo Dios se complace en hacer el bien para que resulte benéfico para todos. Esta concreción se hace presente y explícito de manera elocuente con el término "benevolencia". El misterio aparece siempre en conexión con Cristo y este movimiento se encamina hacia la unidad (Ef 1, 9), superando la ruptura que hasta ahora ha tenido a la Iglesia dividida (Ef 3, 3. 6. 10). Pero en este caso (Ef 5, 32) se trata del misterio del matrimonio y se expresa con solemne gravedad, porque pone en evidencia a la persona que habla. Este misterio se realiza en la unión de los esposos y es un misterio grande con relación a Cristo y a la Iglesia. Grande no porque sea difícil comprenderlo, sino en cuanto es un momento de gobierno divino del mundo y toca a la misión confiada a Cristo. Si por el dinamismo interno aparece como una realidad que de oculta se hace manifiesta, en consideración a lo que hemos dicho por la impronta que tiene, es grande. Al final de la Carta a los Efesios, el Apóstol quiere que oren todos por él, a fin de que al abrir su boca le sea dada la Palabra. El gesto de abrir la boca significa anunciar el evangelio. La oración realizada por la comunidad no se limita a pedir que el misterio venga proclamado, sino que debe preguntar que sea conocido con franqueza, es decir, con libertad auténtica. La libertad con que la palabra es inspirada por el mismo Espíritu divino. La persona cristiana ungida en el bautismo por el Espíritu, puede proclamar con alegría y plena libertad el evangelio entero de Jesucristo y hablar con franqueza porque es libre.

En las Cartas Pastorales hay un pasaje que describe también "el misterio" como el sentido sublime de un comportamiento típicamente cristiano. San Pablo escribe a su fiel discípulo Timoteo acerca de los diáconos (servidores) a fin de que "guarden el misterio de la fe con una conciencia pura" (1 Tim 3, 9). El misterio aquí consiste en hacer viva la vida de la fe, la fundamentación del hecho genuino por excelencia del cristianismo, la resurrección de Cristo. Esta fe debe ser guardada por aquellos que son los auxiliares de los presbíteros y su conducta debe reflejarse en la vida de la comunidad a la que sirven. Es obvio que San Pablo comunica a Timoteo que esta fórmula equivale al mundo de la "fe" que conlleva un misterio, aquel de su realización en la Iglesia. Y de otra parte, más adelante el Apóstol se refiere también a la "piedad" en el himno cristológico (1 Tim 3, 16). En ambos casos se trata de una circunlocución intencionadamente solemne, la cual también recibe aquí su impronta de la relación con la revelación escatológica de Cristo.

Precisamente encontramos este sentido escatológico en un pasaje de la segunda Carta a los Tesalonicenses (2 Tes 2, 7). Este pasaje describe las fases sucesivas de los últimos hechos antes de la Parusía: la apostasía religiosa y la manifestación del Anticristo, con dos imágenes literarias que lo expresan: el hombre de la impiedad y el hijo de la perdición. El tiempo de la apostasía se expresa en este pasaje con una perífrasis muy oscura: de hecho el misterio de la impiedad está operando enérgicamente. Así es como se anuncia el impío, es decir, el Anticristo. El impío se manifestará hasta que el Señor no lo aniquile en su vuelta en gloria, esto es, en la Parusía. Esta acción del Anticristo se conoce bajo la forma de misterio. La afirmación "misterio de la iniquidad" es una expresión que tiene un paralelismo en un pasaje de Flavio Josefo (Bell 1, 470) y también en la literatura qumránica (1 QM 14, 9; 1 QH 5, 36).

Este sentido escatológico es propio del Apocalipsis sobre todo, cuando habla del mal presente en la historia de la humanidad, a partir de la figura literaria de la gran prostituta, la gran Babilonia, como la sede de todas las abominaciones de los reyes y poderoso y también de todo el género humano (Ap 17, 5. 7). El misterio de la "gran prostituta" debe decodificarse, a fin de que los lectores captemos, su verdadero significado. El nombre de la meretriz contiene el misterio de su poder, su fuerza, pero el misterio debe ser desvelado por un ángel (Ap 17, 7). Tanto la bestia, como la mujer que personifica a Babilonia van a la destrucción, vencidos por el Cordero que en unión de los suyos ha logrado la victoria (Ap 17, 14). Cristo, el Señor, con todos sus fieles ha conseguido vencer el mal de la historia de manera definitiva. Los lamentos por Babilonia se producen una vez que el pueblo de Dios huye, ante el anuncio de la caída por parte de un mensajero celeste (Ap 18). Ello da pie a la victoria de Cristo en la imagen literaria del Jinete vencedor que posee títulos y atributos divinos que le hacen acreedor de su señorío y al mismo tiempo de su divinidad. Toda la narrativa del Apocalíptico en éstos capítulos (Ap 17-20) consiste en presentar a la Iglesia, el triunfo de Cristo contra todo tipo de mal en el mundo y el anuncio de los esponsales del Cordero. Cristo está con la Novia (la Iglesia), para que todo tenga un final feliz, el de la esperanza cristiana, aquel de la vida, manifestada en plenitud, es decir, los nuevos cielos y la nueva tierra, caminando hacia el frescor y la aventura de una vida sin fin.

BIBL. — K. PRÜMM, "Le mystére dans la Bible" en: DSB, vol. VI, Paris 1960, 173-225; H. BALZ / G. SCHNEIDER, Diccionario exegético del Nuevo Testamento, II, 342-351; J. P. LÉMONON / P. DE SURGY / M. CARREZ, Lettere di Paolo, 1, Cineselllo Balsamo (Milano) 1999; REYNIER / M. TRIMAILLE / A. VANHOYE, Lettere di Paolo, II, Cinesello Balsamo (Milano) 2000.

Antonio Llamas