Juan Bautista
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SUMARIO: 1. Las fuentes de la historia del Bautista: Marcos, Mateo, Lucas, Juan. -2. Los orígenes del Bautista. - 3. El mensaje de Juan el Bautista. - 4. El bautismo de Juan. -5. El bautismo de Jesús. - 6. Juan el Bautista y Herodes. - 7. Los discípulos del Bautista. - 8. La muerte de Juan el Bautista. - 9. Juan el Bautista y Qumrán.


Juan el Bautista es uno de los personajes del Nuevo Testamento que guarda mayor vinculación con el Antiguo Testamento. Su figura ha sido enmarcada a lo largo de la historia como el puente que une las dos tradiciones, el nexo de unión entre la Biblia Judía y los primeros escritos de la tradición cristiana. Su personalidad esconde un marcado carácter profético como ya lo reflejaron los primeros padres de la Iglesia situándolo como el Ultimo profeta del Antiguo Testamento y el portavoz de la llegada del Salvador. A través de su figura tiene lugar el bautismo de Jesús en el río Jordán, lo que le convierte en una de las figuras clave en el comienzo de la vida pública de Jesús.

El papel que juega Juan Bautista se sitúa en dos momentos iniciales: en el momento de la gestación y nacimiento del Sálvador a través de la imagen de María visitando a su pariente Isabel, y en el comienzo de su vida pública a través de su bautismo en el Jordán. Dos momentos clave en la vida de Jesús que orientaron su vida prefigurada desde el comienzo de los tiempos.

La vida ascética y austera de Juan Bautista lo ha convertido en el prototipo de preparación para la venida de Jesús. Su controvertida figura hace de él un modelo de austeridad y sacrificio que ha estado presente a lo largo de toda la historia de la Iglesia. La literatura del Nuevo Testamento y otros escritos históricos contemporáneos dan testimonio de la opción de vida adoptada por el Bautista. La popularidad de Juan Bautista no sólo tuvo su auge con el nacimiento de las primeras comunidades cristianas que asumieron la figura del Bautista como anunciador de Jesús, sino que su personalidad había adquirido una gran repercusión en la sociedad del período intertestamentario. Juan Bautista era un personaje conocido y hasta admirado por sus contemporáneos como ha quedado reflejado en los escritos evangélicos y en las crónicas del historiador Flavio Josefo. Su testimonio representaba al defensor de la justicia social, de la igualdad y de la libertad social. A estos testimonios se une una larga tradición -que comienza con los Santos Padres-que ha interpretado el estilo de vida del Bautista como un punto de referencia en la vida del cristiano y como baluarte de un tiempo litúrgico como es el adviento.

El sobrenombre con el que se le reconoce desde los primeros tiempos hace honor a su misión espiritual. Juan se dedicaba a anunciar la conversión y la preparación para la venida del Mesías a través del bautismo. Su bautismo con agua tenía lugar en el río Jordán, en las proximidades de su desembocadura en el Mar Muerto. A él se acercaban todo tipo de personas que lo escuchaban y hacían un propósito de conversión de vida a través de la liturgia de la inmersión en las aguas del río. Su mensaje de anuncio y preparación había causado una profunda conmoción social en un momento en el que la sociedad anhelaba la venida de un liberador del pueblo hebreo, un caudillo heredero de la tradición mosaica que sacase a su pueblo del poder de los romanos. El anuncio mesiánico de Juan Bautista provocó que se adhirieran a él un grupo de discípulos que lo seguían como a un profeta.

Juan Bautista o Juan el Bautista es uno de los protagonistas principales de la infancia de Jesús. Aunque sabemos muy poco de su vida, hasta nosotros han llegado testimonios suficientes como para hacernos una idea de la trascendencia de su figura y del contenido de su mensaje. Juan el Bautista es el puente que une el Antiguo con el Nuevo Testamento. El encargado de preparar el camino al Señor y de anunciar a todo el pueblo que el tiempo de su venida estaba cada vez más cerca.

1. Las fuentes de la historia del Bautista

La búsqueda de datos sobre la personalidad y figura de Juan el Bautista la tenemos que hacer en primer lugar en los textos sagrados del Nuevo Testamento. Aunque consideremos a Juan como el último profeta de la tradición veterotestamentaria no hay ninguna referencia en el Antiguo Testamento a su figura. El Nuevo Testamento es el primer lugar en donde debemos buscar alusiones a su persona. Los cuatro evangelios y el libro de los Hechos de los Apóstoles son las fuentes principales y, aunque en menor grado, la literatura epistolar. Fuera de los textos sagrados encontramos abundantes datos sobre Juan el Bautista en los escritos históricos y narrativos del historiador judío Flavio Josefo.

Marcos comienza su evangelio con la predicación de Juan el Bautista en el desierto (Mc 1, 2-4) y bautizando en el Jordán (Mc 1, 5-8), antes de relatar el bautismo de Jesús en el río (Mc 1, 9-11). Tampoco faltan las referencias al Bautista y a sus discípulos en las controversias de Jesús con los fariseos con motivo del cumplimiento de las leyes que seguían los discípulos de Juan y los de Jesús no (Mc 2, 18-22). Juan Bautista vuelve a ser recordado por el evangelista Marcos con motivo de la confesión mesiánica de Pedro en Cesarea cuando Jesús pregunta a sus discípulos quién dice la gente que es y ellos le responden: unos que Juan el Bautista. Finalmente, es el mismo Jesús el que alude al Bautista demostrando su carácter social y respeto por parte de la población al afirmar su autoridad cuestionada por los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos; y Jesús les pregunta si el bautismo con el que Juan bautizaba era de Dios o de los hombres (Mc 11, 27-33). Marcos describe ampliamente la muerte del Bautista en su evangelio como un acontecimiento que determinó la opción de Jesús (Mc 6, 14-29).

Mateo comienza su evangelio con la descripción de la genealogía de Jesús, eso hace que la historia de Juan el Bautista pase al capítulo tercero del evangelio. Desde el primer momento Mateo donde deja claro que la misión del Bautista es la de ser el precursor de Jesús (Mt 3, 1-12) para describir, acto seguido, el bautismo de Jesús en el río Jordán (Mt 3, 13-17). Sin embargo el contenido más novedoso para la historia de Juan la encontramos en la primera parte del capítulo once del evangelio en donde tenemos a Juan en la cárcel que envía a sus discípulos a hablar con Jesús (Mt 11, 1-19). Otra referencia que hace el evangelista a Juan el Bautista la tenemos en las palabras finales del acontecimiento de la Transfiguración (Mt 17, 9-13). En Mateo, la discusión sobre el ayuno por parte de Jesús con los fariseos tiene a Juan el Bautista y a sus discípulos como referencia central (Mt 9, 14-17). Como en el caso de Marcos, Mateo pone el modelo de Juan el Bautista y sus discípulos en el relato sobre la autoridad cuestionada de Jesús (Mt 21, 23-27), al que se vuelve a aludir en los versículos siguientes con motivo de la parábola de los dos hijos (Mt 21, 28-32). Mateo describe con detalle la muerte de Juan Bautista (Mt 14, 1-12), y recuerda la figura del Bautista al describir la confesión de Pedro sobre la figura de Jesús y lo que de él dice la gente (Mt 16,14).

Lucas presenta a Juan el Bautista en el comienzo de su evangelio a través del doble anuncio del nacimiento de Juan y de Jesús. El anuncio del nacimiento de Juan tiene lugar en el instante de la descripción de la aparición del ángel a Zacarías (Lc 1, 5-25). Acto seguido y tras la descripción del anuncio a María de su concepción virginal el relato de la visitación se convierte en el punto de conexión entre las dos historias y los dos nacimientos, ambos de carácter espectacular y de dimensiones sobrenaturales, ya que cuentan con la intervención de Dios. A continuación Lucas describe el nacimiento de Juan (Lc 1, 57-80) que incluye la proclamación del Benedictus por parte de Zacarías (Lc 1, 68-79). Para el evangelista el bautismo de Jesús vuelve a ser objeto de interés especial, sobre todo por la presencia del Bautista (Lc 3, 21-22). Un bautismo que el evangelista describe después de habernos presentado la figura de Juan y su predicación en el desierto (Lc 3, 1-20). Lucas no olvida la pregunta sobre el ayuno y el ejemplo que ponen a Jesús sobre la diferencia entre el discipulado de Juan y el de Jesús (Lc 5, 33-39). Finalmente Lucas otorga una especial relevancia a las palabras de Jesús pronunciadas ante la embajada de los discípulos de Juan el Bautista sobre la autoridad de Jesús y si era él al que estaban esperando como Mesías.

Juan, el evangelista, utiliza la figura de su homónimo el Bautista en el prólogo de su evangelio y lo presenta como un hombre enviado por Dios encargado de preparar la venida de Jesús (Jn 1, 6). Para el evangelista, el testimonio de Juan el Bautista vuelve a ser crucial a la hora de presentar la identidad de Jesús (Jn 1, 15; 5, 33): El evangelista recurre a la figura del Bautista como argumento literario que se sitúa entre el prólogo de su evangelio y la elección de los primeros discípulos (Jn 1, 19-34). En un segundo momento el evangelista vuelve a utilizar el testimonio de Juan el Bautista como garantía de la palabra y el mensaje de Jesús (Jn 3, 22-30) para justificar el carácter mesiánico de su persona.

El resto de la literatura del Nuevo Testamento alude al Bautista como la figura del precursor de Jesús. El carácter profético de su persona y un peculiar estilo de vida lo han convertido a lo largo de la historia en el prototipo de austeridad y entrega por una causa desconocida a ciencia cierta pero dirigida por una intuición especial y por una inspiración que sólo encuentra comparación con la de la literatura profética del Antiguo Testamento.

2. Los orígenes del Bautista

La historia del Bautista ha de ser comprendida casi exclusivamente a través de las noticias que de su persona han llegado hasta nosotros en los evangelios. Los primeros capítulos de los cuatro evangelios son el escenario literario en el que se desarrollan los principales acontecimientos del precusor mesiánico. Lucas es el evangelista que dedica más líneas a esbozar algunos aspectos de sus orígenes y de los primeros años de su vida. Por otro lado y, aunque no podemos considerar como históricos, hemos de reconocer el talante historicista de los evangelios y de muchos de los datos que contienen. Juan el Bautista tiene, desde este punto de vista, una buena base de datos en la literatura evangélica.

Según parece Juan procedía de familia sacerdotal. El evangelista Lucas presenta a su padre Zacarías como sacerdote del turno de Abías y a su madre Isabel, de la familia de Aarón y pariente de la madre de Jesús (Lc 1, 5). Bien es verdad que el sacerdocio de la clase de Abías no gozaba de un extraordinario prestigio entre la casta sacerdotal. Por esta razón el mismo evangelista da cuenta de que los padres del Bautista, a pesar de su condición social, eran verdaderamente justos ante Dios (Lc 1, 6).

La tradición ha identificado el nacimiento de Juan el Bautista como un acontecimiento extraordinario que se suma al grupo de alumbramientos desclasados que constituyen la teología de la maternidad de la Biblia. La mano de Dios en este tipo de nacimientos otorga una categoría divina al niño engendrado que hace de él un personaje vinculado a Dios para toda la vida y con categorías más propias de un ser divino o angelical que de un ser humano. Dios elige a sus mediadores desde antes de su nacimiento y hace de sus alumbramientos acontecimientos extraordinarios para demostrar el poder sobrenatural.

El nombre del Bautista, Juan, es significativo. Tras él se esconde un trasfondo de carácter sacerdotal especial. Juan era un nombre muy frecuente en el ámbito sacerdotal en la familia sadoquita que había sido perseguida por Antíoco IV Epífanes. La división sacerdotal que había ocasionado esta persecución dio lugar a una de las divisiones de la casta sacerdotal más destacadas durante la época del segundo Templo y a lo largo de toda la literatura intertestamentaria. La separación sacerdotal se convirtió en oposición. Si Juan el Bautista, de familia sacerdotal, muestra su rechazo al sacerdocio institucional del Templo está, en el fondo, demostrando la situación de división institucional que ya había dado lugar a cismas y rupturas con el judaísmo oficial. Esto sucede claramente con el movimiento esenio en un principio y con el grupo de Qumrán posteriormente. Zacarías e Isabel formarían parte, por tanto, de esa oposición al liberalismo sacerdotal ratificada con la elección del nombre del Bautista.

En cuanto ata infancia y juventud del Bautista tenemos que reconocer que la literatura evangélica no nos ofrece datos objetivos que nos permitan establecer un calendario y elementos objetivos suficientes para hacer una reconstrucción de sus años jóvenes. Únicamente el evangelista Lucas da a entender que sus padres tuvieron la intención de hacer de él un nazireo -nazir-, esto es, un consagrado a Dios. Una opción que el evangelista sitúa en el momento del anuncio de su naci miento y que indica que fueron los padres los que idearon su voto de nazireato como agradecimiento a Dios por haberles dado un hijo.

La tradición ha identificado a Juan el Bautista con el desierto situado entre la ribera y desembocadura del río Jordán y el Mar Muerto. No han faltado los que han intentado identificar al Bautista con los hombres de Qumrán dado el carácter de oposición sacerdotal del grupo. Otros han llegado a afirmar que el Bautista había pasado su infancia en el monasterio y había sido educado por los miembros de la comunidad. Estas hipótesis carecen de cualquier fundamento sólido. Más bien tenemos argumentos lo suficientemente definitivos como para situarlo al margen de los redactores de los manuscritos del Mar Muerto.

3. El mensaje de Juan el Bautista

Al hablar de Juan el Bautista podemos afirmar que estamos ante una opción de vida fuera de lo habitual en el judaísmo del cambio de era. Las imágenes evangélicas presentan al Bautista como un hombre de ideas claras que adepta una postura frente a la sociedad contemporánea. La dureza de sus palabras -caracterizadas por el tono profético- contrastan con el espíritu mesiánico de su mensaje -como el que prepara el camino al Señor-. El Juan profeta (Lc 7, 26) sería un mensajero de Dios siguiendo la tradición profética del Antiguo Testamento. Su mensaje tenía como centro el anuncio de la plenitud del tiempo y la llegada del Mesías proclamado y esperado por sus predecesores. El manto de pelo de camello es fiel reflejo de su identificación y vinculación con la profecía. Su escasa alimentación de tipo vegetariana -saltamontes y miel silvestre- (Mt 3, 4) lo sitúa al margen de cualquier tipo de identificación social de la época y refleja su austeridad e independencia material. Estos elementos hacen que él mismo se presentase ante los demás como la voz que clama en el desierto y como el precursor del Señor que prepara el terreno para su venida siguiendo la tradición profética de Isaías (Is 40, 3). Para el profeta, la purificación ritual formaba parte de uno de los elementos más importantes para la recepción mesiánica. Una purificación que en Juan no se limita al pueblo de Israel sino que pretende extenderse al mundo entero y, de esta forma, universalizar un rito religioso.

En su predicación, el Bautista anunciaba la conversión, el cambio de vida y una opción radical en favor de Dios. La separación entre el grano y la paja, la justicia y la injusticia, así como el carácter judicial de Dios, son elementos que ponen de manifiesto el carácter dualista de su testimonio, propio de una atmósfera común presente en otros grupos contemporáneos. El dualismo apocalíptico de carácter mesiánico es la característica más destacable del contenido de su mensaje. Una atmósfera apocalíptica que aparece reflejada en otros escritos del período intertestamentario tanto de la literatura canónica como de los escritos apócrifos.

Otra característica de la predicación del Bautista es el carácter mesiánico de sus palabras. Para Juan el tiempo estaba cerca, demasiado cerca como para que cada persona pusiese en marcha un cambio radical y total de vida. La venida del Mesías era inminente aunque no tenemos constancia de que Juan fuera consciente del significado real de su anuncio y aunque de sus palabras mesiánicas no podamos deducir mucho sobre la figura de Jesús en concreto. La penitencia, el ayuno y cualquier elemento de austeridad eran aliados de su mensaje. Las palabras del Bautista pertenecían a un género literario penitencial. Su papel se limitaba a preparar el camino para la llegada del Mesías. Estaba convencido de que su mensaje consistía en cambiar las voluntades de los creyentes para que, llegado el momento, el Mesías encontrase un terreno abonado para su predicación y el anuncio de su mensaje. Juan se consideraba, por tanto, el elegido para preparar un camino que otro tenía que andar. Su misión estaba en anunciar esta venida, sin entrar en el contenido y la trascendencia del mensaje mesiánico. Convencido de su misión, el Bautista no dejó pasar la oportunidad de dar consejos a todos los que se acercaban a él adaptando su anuncio a cada uno. Los textos evangélicos dan testimonio de sus palabras y de la didáctica de su trabajo. Todo parece indicar que su fama y popularidad fue considerable y que atrajo hacia sí a una gran cantidad de seguidores y grupos que se acercaban a escucharlo y que seguían sus consejos.

4. El bautismo de Juan

El bautismo es, por su propia naturaleza, un acontecimiento ritual por el que se confiere a una persona un cambio de vida y un estado nuevo. El bautismo de Juan consistía en la inmersión en las aguas del río Jordán a pocos metros de su desembocadura en el Mar Muerto. El marco geográfico es muy sugerente. Por un lado el bautismo se desarrolla en un río. Sumergirse en un río significa que hay una corriente de agua que no permite bañarse dos veces en el mismo lugar porque el agua está en permanente movimiento. Este aspecto tiene un aspecto ritual y simbólico muy interesante desde el punto de vista de la purificación. Quien se bautiza lo hace siempre lavándose en un agua que desaparecerá en su descenso en unos instantes. En segundo lugar el río Jordán está situado a unos metros del desierto en el que la literatura evangélica y la tradición localizan el escenario elegido por el Bautista para vivir en un marco de austeridad y ausencia de las condiciones más elementales. Finalmente, realizar el bautismo en una zona del Jordán situada a unos metros de su desembocadura en el Mar Muerto tiene un nuevo contenido teológico que no podemos pasar por alto. La naturaleza del lugar y las características de la zona hacen que cualquier especie animada, cualquier forma de vida que desciende por el río Jordán, muere a su llegada al Mar Muerto. La densidad y el grado de salinidad que contiene el Mar Muerto no permiten la existencia de vida alguna en sus aguas. Desde este punto de vista, el bautismo realizado a pocos metros de la desembocadura, en un lugar en donde todavía hay vida pero situado a pocos metros del lugar fatal para cualquier especie acuática, otorga al rito un marco teológico -escatológico- inconmensurable.

Juan el evangelista tras su prólogo al evangelio presenta el examen a que sometieron al Bautista los sacerdotes y levitas sobre el tipo de bautismo que realizaba (Jn 1, 19-28). Gracias a este gesto hoy podemos descubrir las razones fundamentales que llevaron a Juan a bautizar en el Jordán. La respuesta "yo no soy el Mesías" refleja una pregunta intencionada por parte de los que cuestionaban su misión pero, al mismo tiempo, pone de manifiesto el convencimiento de Juan el Bautista de que él no era el Mesías y de que en ningún momento tuvo la intención de hacerse pasar por el Mesías. Por otro lado la afirmación de que bautizaba con agua y no con Espíritu refleja esa seguridad de que su papel se limitaba a preparar el camino para alguien que habría de venir detrás de él. Los testimonios evangélicos confirman que algunos fariseos y saduceos acudían al río para recibir el bautismo de Juan. En este punto es en donde se mezclan las dos imágenes del Bautista, por un lado su rito bautismal presenta la cara de religiosidad de su misión; por esa razón, las claves de sus palabras y el mensaje que predica se acercan más al debate político de la época. Las claves de su predicación estaban en la penitencia, la conversión, el cambio en la forma de pensar para que la verdadera conversión diese los frutos esperados.

5. El bautismo de Jesús

Los tres evangelistas sinópticos presentan el bautismo de Jesús como un acontecimiento extraordinario. Esos mismos evangelistas determinan en sus relatos que a través del bautismo de Juan, Jesús es ungido como Mesías (Mc 1, 9-11; Lc 3, 21-22; Mt 3, 13-17). La proclamación de Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29) es la manifestación pública de que Jesús es el Mesías. Todo parece indicar que estamos ante una proclamación mesiánica que hace el evangelista y que pone en labios del Bautista. Por la misma razón la presentación a dos de los discípulos del Bautista -uno de los cuales podría ser el mismo evangelista Juan- de la figura de Jesús nos permite suponer el convencimiento y reconocimiento por parte del Bautista de que Jesús era el Mesías, el esperado que había anunciado (Jn 1, 35ss).

6. Juan el Bautista y Herodes

La historia del Bautista llega a su recta final con la figura de Herodes Antipas. Los evangelistas dan testimonio del conflicto entre ellos y describen el proceso a que se ve sometido el Bautista. Transgredir la Ley era para el Bautista, que había sido educado en la observancia absoluta a la legislación mosaica, un grave delito que debía de ser denunciado públicamente, sobre todo por tratarse de un personaje de relevancia social como era el caso de Herodes y de su sobrina Herodías, la mujer de su hermano. Herodes había despedido a su mujer árabe que se refugió en la casa de su padre sin esperar la carta de divorcio. El se llevó a su casa a Herodías y a su hija Salomé. El escándalo social saltó cuando Herodes tomó a Herodías, mujer de su hermano, como esposa transgrediendo la ley de Moisés (Lev 18, 16). El Bautista denunció públicamente este delito contra la Ley (Mc 6, 18) por lo que Herodes dio orden de silenciar a Juan con su apresamiento. La tradición sitúa al Bautista encarcelado en la fortaleza de Maqueronte en las inmediaciones del Mar Muerto. Los escritos del Nuevo Testamento dan testimonio del interés de Herodes por la figura del Bautista y el respeto por su persona (Mc 6, 20). Los supuestos ataques personales del Bautista a la persona de Herodes con motivo de su situación matrimonial ilícita, no parecen ser razón suficiente para su encarcelamiento. Más bien el anuncio mesiánico fue, con toda seguridad, argumento definitivo para meterlo en la cárcel. Por otro lado el régimen penitenciario del Bautista era diferente dado que podía recibir y estar en contacto con sus discípulos.

7. Los discípulos del Bautista

Gracias a los discípulos del Bautista conocemos el progresivo crecimiento de la popularidad de Jesús. Ellos son el mejor testimonio de la fama cada vez mayor de Jesús cuando daban cuenta a su maestro en la cárcel de sus hechos y dichos. De ahí el encargo del Bautista a sus discípulos para preguntar a Jesús si era el Mesías o tenían que esperar a otro (Lc 7, 20).

La comunidad de los discípulos del Bautista tenía su mismo carisma. Aquellos hombres esperaban un cambio de vida por el bautismo convencidos de la inmediata venida del Mesías. Los discípulos del Bautista se habían convertido en verdaderos especialistas en la predicación y el anuncio mesiánico. La proclamación de la venida del Mesías era una buena disculpa para que los discípulos del Bautista se repartiesen por los lugares más estratégicos de la zona. Sabemos que Apolo, uno de los discípulos más conocidos del Bautista, predicaba en Éfeso hacia el año 52 (Hch 18-24-26). Al lado de Apolo estaban en Éfeso otros discípulos del Bautista con los que se encontró el mismo Pablo (Hch 19, 1-7). Tenemos constancia de la presencia de más discípulos diseminados por otros pueblos y ciudades.

No sabemos mucho más de los discípulos deI Bautista, sin embargo su presencia no desapareció con la predicación de Jesús, ni tan siquiera la muerte del Bautista fue razón para la disolución del grupo. El nacimiento de las primeras comunidades cristianas, la destrucción de la ciudad de Jerusalén por los romanos y las primeras persecuciones, fueron los motivos que llevaron a la desaparición del grupo en el primer siglo de la era cristiana.

8. La muerte de Juan el Bautista

La tradición ha identificado al Bautista como una persona de lenguaje duro, contundente y consecuente. Su radical opción de vida le llevó a utilizar un lenguaje sin disimulos y a denunciar todas las situaciones irregulares que veía a su paso. Las denuncias de la ilegalidad del matrimonio de Herodes Antipas con Herodías, así como el anuncio de la llegada inminente de un Mesías liberador y judicial, fueron razones suficientes como para dar con sus huesos en prisión. La literatura evangélica da razón de su muerte a través de una de las narraciones mejor elaboradas del Nuevo Testamento.

Los evangelios sinópticos describen la muerte de Juan el Bautista y la sitúan en la fiesta de cumpleaños del tetrarca que tuvo lugar en la fortaleza de Maqueronte (Mc 6, 14-29; Mt 14, 1-12; Lc 9, 7-9). En aquella fiesta confluyeron elementos romanos, griegos y judíos. La celebración festiva tenía lugar en un escenario judío siguiendo ritos y costumbres hebreas, con vino abundante, especias, música, bailes y cantos para entretener a los invitados a la fiesta. Por esta razón las mujeres comían separadas de los hombres en una sala preparada para ellas.

Salomé, la hija de Herodías, bailó para el tetrarca y todos los comensales. El simple hecho de que Salomé saliese a bailar ante los invitados era ya algo que se salía de las tradiciones judías. El caso es que su baile gustó tanto a Herodes que mandó llamar a la bailarina y le ofreció todo lo que ella quisiera. La muchacha fue a la sala en donde estaban las mujeres y preguntó a su madre Herodías, que presidía el banquete para las mujeres, lo que debía pedir al tetrarca. La respuesta de su madre fue la cabeza de Juan en una bandeja para acabar con todas las recriminaciones y denuncias que le había hecho el Bautista. La imagen de la cabeza de Juan en una bandeja recuerda el uso persa de adornar los banquetes con cabezas de rebeldes. La palabra dada por Herodes a Salomé hizo que Juan el Bautista fuese decapitado y presentado como ofrenda a la hija de Herodías quien la entregó a su madre.

9. Juan el Bautista y Qumrán

La historia de Juan el Bautista cuenta con un último capítulo, el más reciente y novedoso, que ha pretendido justificar muchas de las intervenciones y actuaciones de su persona en el ámbito de la apocalíptica intertestamentaria y del dualismo del movimiento esenio y del grupo de Qumrán.

Ciertamente no faltan argumentos para identificar a Juan el Bautista con los hombres de Qumrán. Su oposición al judaísmo oficial del Templo de Jerusalén, su rechazo a los romanos y su esperanza mesiánica lo sitúan en el ámbito del grupo sectario de Qumrán. El descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto en el año 1947 y el conocimiento de aquel grupo de judíos que se había retirado al desierto en un intento definitivo de recuperar el poder de Dios como pueblo elegido, como hijos de la luz y como salvados, llevaron a algunos biblistas a identificar las enseñanzas del Bautista con las de los hombres de Qumrán a través de sus principales escritos legales y documentos sectarios (Regla de la Comunidad, Rollo del Templo, Documento de Damasco, MMT,...).

Si bien hemos de reconocer que el escenario es el mismo -el desierto de Judá, las inmediaciones del Mar Muerto, la desembocadura del Jordán- y que el Bautista tuvo que tener conocimiento de la existencia de la comunidad de Qumrán por deambular por sus alrededores, estamos convencidos de que -sin negar algún tipo de contacto en un momento determinado- no hay una clara vinculación entre Juan el Bautista y su discipulado con el grupo de Qumrán. El estudio de los documentos encontrados, su identificación y el reconocimiento de los principios que regían la vida de aquella comunidad, nos permiten afirmar con seguridad que Juan el Bautista no sólo no estaba de acuerdo con las normas de vida del grupo sino que no perteneció a la comunidad de Qumrán. La pureza ritual, la alimentación y el comportamiento de los hombres de Qumrán, aferrados al cumplimiento estricto de la ley judía y de sus propias leyes, estaba en contra del estilo de vida que predicaba el Bautista. Nada más lejos e impuro para uno de Qumrán que vestirse con una piel de animal muerto. Nunca un miembro de la comunidad comería miel silvestre que, por el hecho de ser silvestre, está compuesta por elementos impuros y la mezcla de otras flores y plantas que trae la abeja. Tampoco comería un hombre de Qumrán un saltamontes o algún tipo de insecto que anda por el desierto, por el campo y que ha podido alimentarse o estar en contacto con animales muertos y en proceso de descomposición. Por otro lado, la opción de vida del Bautista le llevaba a andar sólo por el desierto sin un lugar fijo de residencia, mientras que para el grupo de Qumrán la permanencia en comunidad y la estabilidad en un lugar concreto, formaban parte de la quintaesencia de su vida y razón de ser de su existencia.

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Jaime Vazquez Allegue