Gracia
DJN
 

Gracia es fundamentalmente el amor de Dios, que se da por pura benevolencia, sin mérito alguno por parte del que lo recibe; significa también el testimonio de este amor, la gracia o favor hecho a alguien (Lc 2,52; 4,22), el cual por eso "halla gracia" (Lc 1,30); significa, por fin, el atractivo o la belleza obrada por el mismo favor en el agraciado, que es prenda de nueva gracia. Las tres significaciones se dan en el saludo del Angel a María (Lc 1,28). Toda la obra salvadora de Dios es una gracia de su amor, y expresamente sus dones más señalados. En el A. T., la promesa, la Alianza, la Ley, todo es gracia. La obra de gracia se consuma en Jesús, que es el don sustancial de Dios, su mismo Hijo dado a los hombres. Por eso la gracia es El mismo, que, a su vez, está lleno de gracia y nos da gracia (Jn 1,14.16). Su obra entera es una pura gracia: el Evangelio, por el que actúa la fuerza salvadora de Dios; el mismo ministerio apostólico que lo proclama, y, sobre todo, el Espíritu Santo y su actuación, que es el don primordial de Jesucristo (Jn 14,16-17; 15,26; 16,13-15).

Al hombre se le exige la fe en Jesucristo, es decir, la aceptación de su fe gratuita (Jn 3,36; 5,24; 6,47; 11,26); sin fe no hay salvación posible (Jn 3,36; 8,24). La salvación nos viene por la fe y no por las obras de la Ley, aunque las obras no se excluyen, pues se habla de una fe viva, informada por la caridad. Pero el principio de la salvación es la gracia, un don gratuito, como gratuito es también el don de la fe. A la gracia de Dios debe corresponder en el hombre una continua acción de gracias, como nos enseña Jesús (Mt 15,36; 26,27; Mc 8,6; 14,23; Lc 6,35; 18,11; 22,17.19; Jn 6,11.23; 11,14). Esta acción de gracias se resume y se cumple en plenitud en la Eucaristía, que es "acción de gracias". Se comprende que la gracia y la paz sean un deseo, que tanto se repite en el N. T., sobre todo en las cartas de San Pablo (Rom 1,7; 1 Cor 1,3 2 Cor 1,2; Gál 1,3; Ef 1,2).

E. M. N.