Cuerpo de Cristo
DJN
 

SUMARIO: 1. El cuerpo de Jesús - 2. El cuerpo eucarístico de Cristo - 3. El cuerpo de Cristo en sentido eclesiológico.


1. El cuerpo de Jesús

La expresión "cuerpo de Cristo" sugiere al lector en primer lugar las palabras de la Cena sobre el pan: "Esto es mi cuerpo", de cuyo sentido sacramental se habla en los art. Eucaristía y Sacrificio de la nueva alianza. En el presente art. profundizaremos algunos puntos de la expresión sacramental "cuerpo de Cristo". Nos recuerda, además, en sentido metafórico el concepto paulino del "cuerpo (místico) de Cristo. También se puede referir al "cuerpo de Jesús" en sentido biológico en oposición al significado de cadáver del que se habla en el art. Cuerpo. Comenzaremos hablando en primer lugar del cuerpo de Jesús en sentido biológico en sentido amplio.

En los evangelios, del cuerpo de Jesús no se habla apenas explícitamente; sólo aparecen aquí y allá rasgos que le describen como verdadero hombre. Dado que Jesús fue la mayor parte de su vida artesano, probablemente carpintero (Mc 6,3), se puede afirmar que su cuerpo tenía que ser de constitución fuerte y vigorosa, de lo cual es prueba, además, la cruel flagelación a que fue sometido en su pasión; del niño Jesús se dice que crecía y se robustecía (Lc 2,40). Jesús poseía un cuerpo como los demás hombres, que se sumerge en el agua del Jordán (Mc 1,9par.), es apretujado por la muchedumbre (Mc 5,31; Lc 8,45), se deja tentar por el demonio y siente hambre (Mt 4,1; Mc 1,12; Lc 4,2; Heb 4,15; Mt 21,18/Mc 11,12), se siente cansado (Jn 4,6), duerme (Mc 4,38par.), se compadece (Mt 14,14/Mc 6,34; Mt 15,32/Mc 8,2), experimenta pavor y angustia (Mt 26,37-39; Mc 14,33-36; Jn 12,27; Heb 5,7-10), en la pasión soporta una brutal fragelación, se le abofetea, escupe y al fin muere dando una gran voz (Mt 20,19; Mc10,34: Lc 18,32-33).

Explícitamente se menciona el cuerpo de Jesús sólo con ocasión de su unción por una mujer, estando en Betania en la casa de Simón el leproso (Mt 26,12; Mc 14,8): según el EvJn la mujer es María, la hermana de Lázaro, que unge no el cuerpo, sino los pies de Jesús (12,3); en Jn 2,21 se refiere Jesús al templo de su cuerpo, que reemplaza el templo de Jerusalén. En este pasaje joánico el cuerpo de Jesús significa toda su persona con su corporeidad, alma y potencias en que habita Dios mismo, el Verbo encarnado (cf. 1,14). En Heb 10,5.10 afirma el autor que Jesús ofreció su cuerpo como sacrificio; un sacrificio que a diferencia de los sacrificios del templo de Jerusalén lo ofreció una vez por siempre como el verdadero sacrificio de la nueva alianza (cf. también 1 Pe 2,24). El ofrecimiento de su cuerpo indica su entrega plena a la muerte por todos los hombres.

En la escena de la transfiguración su cuerpo aparece plenamente poseído por la divinidad: Jesús es el Hijo predilecto del Padre, lleno de poder, al que todos han de escuchar (Mc 9,2-7 par.). En los relatos de los milagros aparece el cuerpo de Jesús con frecuencia como vehículo de fuerza sobrenatural curativa (Mt 8,15/Mc 1,31; 3,10; Mc 5,27par.; Mt 14,3; Mc 6,56; Lc 4,40). Sus miembros, en especial sus pies y manos, tienen una importancia especial en su ministerio público. Sus pies recorren todos los pueblos de Galilea y regiones circundantes. Las manos de Jesús tienen una virtud especial: toca al leproso y se cura (Mt 8,2/Mc 1,41/Lc 5,13); toma la mano de la niña muerta y la resucita (Mt 9,25/Mc 5,41/Lc 8,54); impone sus manos al sordomudo, devolviéndole el oído y el habla (Mc 7,32-35); por la imposición de manos y restregando los ojos devuelve al ciego de Betsaida la vista (8,22-25); impone las manos, abraza y bendice a los niños (10,13-16par.); toca el féretro del joven de Naín y le manda levantarse (Lc 7,14).

2. El cuerpo eucarístico de Cristo

La fórmula "Esto es mi cuerpo" (Mt 26,26c; Mc 14,22c) "que se entrega por vosotros" (Lc 22,19c) o simplemente: "Esto es mi cuerpo por vosotros" (1 Cor 11,24b) presenta dos peculiaridades que no aparecen en ningún otro texto de la antigüedad: los relatos de la Eucaristía son los únicos lugares en que "cuerpo" y "sangre" aparecen correlacionados en forma paralela (cf. también la pareja "carne" y "sangre" en Jn 6,51-58). En segundo lugar, el uso de "cuerpo" con sentido sacrificial no se encuentra en el lenguaje cultual del AT o en otros textos. Como se dice en el art. Sacrificio de la nueva alianza, el aspecto sacrificial de la fórmula consecratoria del pan viene expresado por su referencia al cuarto canto del Siervo de Yahvé, aunque allí no aparezca la palabra "cuerpo" (soma).

Los exegetas no están de acuerdo a la hora de determinar qué palabra aramea habría empleado Jesús en la Última Cena, cuando dijo: "Esto es mi cuerpo [que se entrega] por vosotros" (Lc 22,19c; 1Cor 11,24b) o "Esto es mi cuerpo" (Mt 26,26c; Mc 14,22c). Algunos opinan que empleó la palabra aramea gufa, que significa "cuerpo, persona, individualidad". Análogamente significaría "sangre", no el "órgano que se derrama", sino la "sede de la vida"; "derramar la sangre" sería, pues, sinónimo de "morir, matar". Podríamos parafrasear el pensamiento de Jesús en la última Cena, según esta opinión, de la forma siguiente: "Esto soy yo en mi personalidad"; "esto es mi entrega a la muerte por los muchos". Esta explicación no afecta a la presencia real. Los relatos de la tradición M (marquina: Mt 26,26-28/Mc 14,22-24) han recalcado de manera especial la presencia real de Cristo en los elementos eucarísticos (Dalmann; Schweizer; Roloff), aunque ésta no falte tampoco en los de la A (antioquena: Lc 22,19-20/1 Cor 11,24-25). Otros exegetas no aceptan esa explicación y opinan que la palabra aramea detrás de "cuerpo" (soma) no es gufa, sino bisra ("carne": en hebreo basar). Aducimos algunos argumentos del célebre Joaquín Jeremías (1900-1979), el principal defensor de esta opinón: las palabras arameas gufa ("cuerpo") y dam ("sangre") no aparecen formando pareja en textos arameos o hebreos contemporáneos; el EvJn en la pareja "carne" (sarx) y "sangre" (alma) nos habría conservado más fielmente que los sinópticos las palabras consecratorias originales de Jesús (6,51-58); los sinópticos y P habrían traducido al griego "bisra" por soma, para que "cuerpo" resultase menos chocante a la mentalidad cristianogentil que "carne". Si Jesús se expresó en hebreo habría dicho textualmente: "Esto [es] besar-í [mi carne]; "esto [es] 7dm-í [mi sangre; la partícula aramea i equivale al pronombre español mi/mio].

3. El cuerpo de Cristo en sentido eclesiológico

El cuerpo de Cristo en sentido eclesiológico se encuentra en el NT sólo en los escritos paulinos, si bien hay que hacer una diferencia en cuanto a la concepción de "cuerpo (místico) de Cristo" entre las cartas auténticamente paulinas Rom 12,4-5; 1Cor 12,12-27) y las deuteropaulinas (Col 1,18; 2.17.19; 3,15; Ef 1,23; 2,16; 4,4.12.16; 5,23.30). P ha tomado la metáfora del cuerpo de la filosofía griega que concibe el mundo y la sociedad como un organismo ("macrocosmos" en relación con el "microcosmos"): el cuerpo con todos sus miembros forma una unidad; no constituyen los miembros el todo, sino que el cuerpo constituye la unidad. Aplicado a la Iglesia significa que no son los miembros los que constituyen la Iglesia como "cuerpo de Cristo" al ser incorporados en él o ella por la fe y el bautismo, sino que son incorporados en una realidad ya existente (1 Cor 12,13), que fue fundada por la muerte y resurrección de Cristo (Rom 3,23-24; 4,24-25 y Ef 5,25-27). El "cuerpo de Cristo" sacramental de la Cena del Señor está íntimamente ligado a la Iglesia como "cuerpo (místico) de Cristo". Esta conexión eclesiológico-sacramental se descubre ya en los relatos de la institución de la Eucaristía (Mc 14,22-25 par.), pero, sobre todo, en el contexto en que P refiere las palabras consecratorias de Cristo de la Última Cena (1Cor 11,17-34; cf. también 10,15-22). En los relatos paulinos de la Eucaristía equipara P a la profanación sacrílega del cuerpo eucarístico de Cristo las irreverencia e injurias cometidas contra los más débiles y pobres de la Iglesia (8,10-13 y 10,16-17; 11,22-34). En las expresiones "un solo cuerpo" (10,17b) y "no discernir el cuerpo" (11,29b) es difícil de distinguir si se trata del cuerpo de Cristo en sentido sacramental (eucarístico) o eclesiológico (cuerpo [místico] de Cristo). Esto implica que la Iglesia como "cuerpo de Cristo" está entroncada en la misma realidad cristológica y sacramental.

Hemos hecho alusión anteriormente a una diferente concepción de "cuerpo (místico) de Cristo" entre los cartas auténticamente paulinas y las deuteropaulinas (Col y Ef). En las primeras no se habla de Cristo como cabeza del "cuerpo eclesiológico": toda la Iglesia es el cuerpo de Cristo (1 Cor 12,12-31). En las deuteropaulinas aparece Cristo como cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo (Ef 5,23; Col 1,18; 2,19). Esta diferencia teológica no significa un cambio radical de los discípulos con respecto a la concepción del Apóstol. Se trata sólo de una acentuación de matices cristológicos y eclesiológicos en atención a la segunda época de la Iglesia, cuando ya han desaparecido los apóstoles y comienzan a surgir los primeros brotes de herejías. La primera época en que predominaban los judeocristianos con sus cuestiones acerca de la Ley y circuncisión ha pasado; la segunda época está marcada por el predominio de los gentiles y el enfrentamiento con el mundo pagano. La herejías en ciernes exigen como respuesta una estructura eclesial y jerárquica más definida de lo que era la más carismática de cuando vivían P y los demás apóstoles. Así se comprende que recalquen las deuteropaulinas la estructura jerárquica de la Iglesia, subrayando que Jesús es la cabeza de la Iglesia. -> eucaristía; iglesia; sacrificio.

Miguel Rodríguez Ruiz