Canon bíblico
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SUMARIO: 1. De la vara de medir, a los criterios de verdad. - 2. El primer canon cristiano. - 3. El canon antes del Canon. - 4. Los primeros libros cristianos. - 5. La Iglesia define su Canon. - 6. Canon y autoridad de la Iglesia. - 7. Trento. - 8. Concepto integral del Canon en el Cristianismo.

Por Canon Bíblico se entiende la lista oficial de los libros tenidos por la Iglesia como inspirados. En este sentido, el Canon Bíblico ha alcanzado una importancia grandísima en la reflexión teológica y la fe de la Iglesia. Sin embargo, este uso semántico no se remonta más allá del Concilio de Laodicea (s.IV). La expresión canon ya había hecho su entrada en el vocabulario cristiano por obra de Pablo (Gal. 6,16; Fil. 3,16; 2Cor 10,12.15.16) con un sentido bien diferente. No obstante, desde el siglo IV el concepto de canon que se ha impuesto en teología, ha sido el que se contiene en el binomio canon bíblico como expresión técnica que designa el conjunto canónico de los libros sagrados. No obstante, el canon es una realidad mucho más amplia, y afecta a ámbitos estructurales de la Iglesia. Para que se comprenda mejor la naturaleza peculiar del canon bíblico, enfocamos el tema desde el valor más abarcante que supone la realidad genérica del canon en la Iglesia, como la parte de una totalidad armónica y equilibrada, cuya alma es el canon. Y dentro del mundo específico de la Biblia, el Canon de las Escrituras.

1. De la vara de medir, a los criterios de verdad

Canon es una palabra que cuenta con una diacronía semántica muy compleja. El sentido etimológico de la expresión acádica knh (caña o junco), pronto sirvió para significar la vara de medir o simplemente cualquier medida.

El original semítico pasó a Grecia bajo la forma de kanon y se convirtió en una de las palabras semitas de uso más universal en toda la cultura occidental. En griego, pierde su connotación etimológica -caña de medir- y mantiene el valor esencial de medida física. Ese uso primario del mundo de las medidas físicas se amplía luego al orden de las realidades humanas. Entonces canon significó simplemente "modelo". En un principio tal uso se ciñó al ámbito de la belleza artística, especialmente del orden plástico. Policleto, con su famosa estatua del Doríforo, estableció el modelo definitivo de escultura. Pero ya antes de la aplicación del término concreto a la escultura, el concepto existía en el ámbito de la literatura, donde Homero fue siempre considerado como el modelo por excelencia, y el auténtico y primer canon literario.

Del orden de la belleza evolucionó el vocablo en dirección a los valores éticos. Así, la ley se consideró como el canon moral; y señaló el modelo al que debe ajustarse el comportamiento ético. Con esto empezó a tener su intervención la autoridad en la fijación del canon, pues ella es la que promulga la ley. Quedaba ya abierto el camino para todos los cánones de naturaleza jurídica o administrativa. La traducción latina "regula/norma" contribuyó a cargar el acento en la normatividad del concepto de canon.

Un ulterior salto semántico se dio cuando el canon se aplicó a la filosofía. Fue Epicuro el que realizó semejante transposición. La "Canónica" filosófica pretendía orientar el ejercicio de la razón en orden a discernir la verdad de la falsedad. Para ello Epicuro elaboró una normativa. En este nuevo uso, el concepto de canon sufrió no pocas alteraciones. Si en la estética el canon buscaba discernir la belleza, en la canónica filosófica su pretensión era discernir la verdad. Este concepto filosófico actuará en forma latente en todos los conflictos de canon en la historia eclesiástica, cuando se busque la razón crítica de la normatividad bíblica.

Esta somera descripción del lugar del canon en la cultura griega pone de relieve el lugar esencial que el canon ocupa en dicho mundo. El equilibrio y la medida como creadores de la armonía que caracteriza a la civilización helénica, fueron posibles por la universal presencia mensurante del canon, desde el arte hasta la filosofía.

2. El primer canon cristiano

Un concepto tan rico y esencial en la cultura griega entró en la Biblia, casi por casualidad, por medio de san Pablo. El texto fundamental de este primer uso cristiano se encuentra en Gal. 6,16. "Para todos los que se sometan a este canon". Desgraciadamente, se trata de un lugar de difíciles precisiones semánticas. Sin embargo,el sentido esencial es claro. La alusión a "este canon" tiene como punto de referencia una realidad de vasto alcance: la nueva creación de la cual habla en la frase precedente. Dejando de lado detalles discutidos de interpretación, una cosa es cierta: el canon entra como expresión teológica en el NT bajo el significado de la sumisión a una norma genérica que es la novedad cristiana. Esta normativa de tipo ético universal, la completa Pablo en 2 Cor 10,13.15.16 señalando las condiciones de un canon personal referente al ministerio apostólico. Se trata de un texto complicado en crítica textual y gramática; pero el sentido esencial que aquí nos interesa, es claro. Pablo establece la prueba de legitimidad de su apostolado frente a las pretensiones de sus enemigos; y escribe: "Nosotros, en cambio, no nos gloriamos desmesuradamente midiéndonos a nosotros mismos por el canon que Dios nos ha asignado". Es la primera vez que el canon tiene como referente a Dios, supremo normante del orden cristiano nuevo. El texto alude con claridad a una medida establecida por Dios que mide la misión de Pablo, a la cual es fiel. Pablo se refiere al canon de su apostolado. Lo establece Dios. Pablo entra en ese canon y se mide por él. Es una novedad frente a la canónica griega de la ley. Pablo establece una canónica nueva fundada en la soberanía de Dios; y se somete fielmente a ella. No es como sus enemigos que establecen ellos mismos su canon ministerial, y se miden por él. En el v. 15 se retorna al mismo lenguaje: "Esperamos, mediante el progreso de vuestra fe, engrandecernos cada vez más en vosotros conforme a nuestro canon". Una vez más se trata de un canon al cual Pablo se ajusta en sus apreciaciones respecto de su trabajo apostólico. En esta doctrina sobre el canon del verdadero apóstol Pablo no hace mención de la mediación de Cristo en la colación de la misión apostólica (Gal 1,1.15-16), pero se la sobreentiende fácilmente.

Del uso paulino del vocablo surgió la utilización de la expresión en la Patrística de los primeros siglos. Ya Clemente Romano conoce el canon de la tradición, y del servicio ministerial. Pronto empieza a hablarse del canon de la fe, del canon de la verdad, del canon de la Iglesia o el canon Eclesiástico. Desde Nicea las decisiones dogmático-morales de los concilios se llaman cánones. El uso último de la expresión había de darse en el ámbito bíblico.

3. El canon antes del Canon

En el múltiple uso patrístico del concepto de canon, no aparece en los siglos I-III la aplicación del mismo al ámbito bíblico. Esto se verificó en el siglo IV por una serie de circunstancias convergentes que configuraron la expresión y el respectivo concepto. Ante todo, influía la tradición del AT que no utilizó la expresión canon, para referirse a la Escritura. Lo cual no quiere decir no tuviera su propia canónica bíblica. En realidad el pueblo israelita tuvo una normativa clara que lo medía y lo regulaba todo, en última y definitiva instancia. Era la Palabra de Dios. En un principio, la religión israelita no se preocupó explícitamente de elaborar la lista de sus libros oficiales. Al final del AT diversas circunstancias hicieron necesaria una toma de posiciones sobre el particular. Una muy importante fue la proliferación de la literatura apócrifa. A la literatura clásica más o menos definitivamente editada en el período exílico y postexílico, se añadió una producción abundante de textos religiosos. La segunda causa fue la proliferación de las sectas judías a partir del alzamiento macabeo. Cada una de estas sectas tenía sus propias ideas acerca del Canon: los Saduceos no admitían más que el Pentateuco de Moisés (como los Samaritanos); los Fariseos admitían, además, todo el resto de la literatura profética y sapiencial con la misma fe en un origen divino; otras sectas, como los qumranitas, admitían también el origen inspirado de los libros de su secta. Pero ni siquiera entre los mismos fariseos era unánime el parecer sobre el ámbito de los libros sagrados posteriores a la colección mosaica. En efecto, mientras los fariseos palestinos entendían de un modo el ámbito del Canon, los judíos de la diáspora alejandrina lo entendían de una manera más amplia.

La situación confusa en que se encontraba el judaísmo en la época intertestamentaria se fue poco a poco clarificando. En una fecha difícil de precisar, a fines del siglo 1, se llegó a un consenso judío que adoptaba como Canon de las Escrituras. Una fecha decisiva para que los judíos concentraran su atención en la Escritura fue, sín duda, el año 70 cuando tuvo lugar la destrucción de Jerusalén con la pérdida de casi todas las instituciones sagradas. En aquel desastre colectivo, los judíos quedaron con la Escritura como único patrimonio nacional, y único vínculo espiritual entre todos los supervivientes de la gran destrucción. Esta nueva situación obligó a las escuelas rabínicas a concentrar su atención en la Escritura. Y en este interés por la Biblia, un área de gran urgencia era la fijación del Canon. Una tradición de dudosa historicidad colocó en el sínodo de Yamnia (entre los años 95 y 100) la fijación del canon israelita, en los siguientes términos: La LEY, con los cinco libros del Pentateuco; LOS PROFETAS, subdivididos en dos secciones: Profetas anteriores, a saber: Jos., Jue., 1-II Sam., 1-II Re., y Profetas posteriores: Is., Jer., Ez., Os., Joel, Am., Abd., Jon., Nh., Sof., Ag., Zac., Mal., HAGIOGRAFOS o Escritos sagrados: Sal., Job., Pro., Rut., Cant., Ecle., Lam., Est., Dan., Es., Neh., 1-II Cro., en total 39 libros. Estos libros fueron denominados en terminología cristiana, PROTOCANÓNICOS o del primer Canon.

Así fue como el pueblo de Israel elaboró la lista de sus libros sagrados, sin utilizar para nada el vocablo canon.

4. Los primeros libros cristianos

Si a fines del siglo 1 no había entrado en el vocabulario judío la expresión canon, tampoco el cristianismo se servía de la palabra canon para señalar la normatividad de la Escritura, y la lista de sus libros. Pero en la Iglesia actuaba una fuerte convicción, correspondiente a la fe israelita en el absoluto de la Palabra de Dios. Era su fe en la persona de Cristo. Para la Iglesia naciente, el advenimiento de Cristo fue un hecho de suma importancia, incluso en el orden canónico. Para ella Jesús significaba el cumplimiento de todas las esperanzas del AT. El era la palabra total del Padre, el Mediador de una Nueva Alianza, el Sacerdote nuevo y supremo, el sacrificio perfecto, el portador de la Ley Nueva. Todo esto trajo una especie de nuevo comienzo. Como la palabra de Dios era en el AT la realidad absoluta, en el NT el hecho absoluto era Cristo. Este hecho absoluto, se fragmentó muy pronto en diversas direcciones. Una de ellas consistió en la convicción de que los escritos sobre Jesús, compuestos por los testigos auténticos del mismo, eran textos normativos. En efecto, ya desde los primeros decenios del Cristianismo, muchos habían intentado escribir una historia de los hechos y dichos de Jesús (Lc. 1,1). Así se originó una literatura cuyo referente nuevo era Cristo. De entre estos textos cristianos, la Iglesia procedió a realizar una selección como regla básica de fe, de predicación y de lectura litúrgica. Así se confeccionaron las primeras listas de escritos cristianos.

Dos hechos movieron a la autoridad eclesiástica a tomar en serio la selección y codificación de la literatura inspirada: los apócrifos y las arbitrarias simplificaciones del Canon por obra de los gnósticos (Marción y Montano, especialmente), pero no sin ciertas fluctuaciones e incertidumbres.

Donde primero se llevó a cabo dicha selección y codificación fue en Roma como lo atestigua el famoso Canon de Muratori de fines del s. II descubierto el año 1740. Este documento divide la literatura cristiana primitiva en cuatro series: a) Libros tenidos como sagrados por todos y como tales leídos públicamente en las Iglesias. En esta serie se mencionan los 4 Evangelios, 13 de San Pablo (falta Hb), de los Católicos, sólo 1-l1 Jn., Jud.; probablemente las dos de Pedro y el Apoc.; b) Libros no tenidos por todos como sagrados y que, en consecuencia, no deben ser leídos públicamente en las Iglesias (Apoc. de San Pedro); c) Libros de lectura privada, que no es lícito leer en las Iglesias (Pastor de Hermas); d) Libros que la Iglesia no puede recibir (literatura apócrifa y gnóstica). El canon como hecho existía ya en la Iglesia, mas no la palabra.

5. La Iglesia define su Canon

Cuando la Iglesia empezó a intervenir declarando autoritariamente cuál era la lista auténtica de los libros sagrados, sucedió algo nuevo, que no se había dado en Israel. La sinagoga no actuó fijando el canon del AT. El hecho tenía alguna lejana analogía en la canónica griega de la ley, cuando la autoridad establecía determinadas normas éticas. En efecto, la autoridad eclesiástica decidió por el recurso a la tradición cuáles eran los libros en los cuales se contenía la fe apostólica de la Iglesia; pero no expresó todavía su teología en vocabulario de canon. La novedad se dio en el Concilio de Laodicea (360). Un "canon" del concilio llamó "canónicos" a los libros de la Escritura. En el can. 59 se habla de libros que ya son "canónicos" y se los opone a otros "privados" (salmos). Son libros públicamente leídos como Escritura en la liturgia. En esta primera etapa, "canónico" no significa "conforme a un canon", puesto que tal canon aún no existe. Su sentido es: "público", "auténtico", o "verdadero" en el sentido de "libros tenidos por sagrados". Pero a partir del Concilio -que en el can. 60 elabora una lista de tales libros- el sentido tiene un matiz semántico distinto. Tras el pronunciamiento doctrinal del Concilio, "canónico" significa "conforme al canon" promulgado por el mismo. En Laodicea, nació una realidad nueva; es el canon bíblico. A partir de este momento, ya no se podrá soslayar la existencia de un canon bíblico autoritativo, fijo, clausurado, de los libros sagrados del AT y del NT. Es en este momento histórico cuando la Biblia, que ya se llamaba Libro Sagrado y Escritura inspirada, empezó a ser un texto canónico.

En Laodicea surgió un fenómeno nuevo. La tradición bíblica del AT establecía la base teológica por la cual la Biblia era normativa. Era su constitutivo de palabra de Dios. Grecia ofrecía un vocabulario culto referente a la normatividad de ciertas realidades. Era la palabra canon. Laodicea, actuando en virtud de la autoridad de la Iglesia determinó cuáles eran los libros que, por ser palabra de Dios, eran canónicos. Así surgió el triángulo que forma el concepto cristiano del canon bíblico: a) La palabra de Dios; b) La autoridad de la Iglesia; c) El concepto griego de canon, cristianizado por Pablo.

6. Canon y autoridad de la Iglesia

En la base de la decisión conciliar de Laodicea, estaba la doctrina de Pablo sobre la autoridad apostólica recibida de Cristo. Una prolongación de esa conciencia de autoridad apostólica, prolongada en la Iglesia, hizo posibles sus intervenciones autoritativas al establecer el Canon de las Escrituras. En todo ello hay una línea evolutiva. Partiendo del canon Paulino de la nueva creación y de la misión apostólica se pasó al canon de la autoridad de la Iglesia. Esta autoridad era la que actuaba declarando "canónicos" los libros de la Escritura. Tal definición sólo era comprensible desde un concepto de autoridad en la Iglesia capaz de intervenir oficialmente en materia bíblica.

El concilio de Laodicea no era ecuménico. Su canon bíblico no fue completo. Ulteriores concilios fueron eliminando algunas dudas. Pero ya desde el s. VI quedó claramente constituido el Canon del AT en el seno del cristianismo; y la unanimidad entre Oriente y Occidente era un hecho ya en el siglo VII.

El triángulo canónico estructurado en Laodicea se mantuvo inalterado hasta el siglo XVI. Con la reforma protestante se introdujo un elemento perturbador que deshizo el armonioso triángulo. En efecto, el año 1520 Karlstad propuso el retorno al Canon breve palestinense para el AT. En cuanto a Lutero, en un principio rechazó todos los deuterocanónicos del AT (excepto quizá 1 Mac.). Más tarde aceptó la doctrina de Karlstad y en su traducción alemana de la Biblia incluyó los deuterocanónicos al final del AT a modo de apéndices con el título de Apócrifos. Respecto del NT, las doctrinas protestantes han sido más discordantes. Lutero excluyó del Canon el Apoc. y Hb., Sant. y Jud. Zwinglio sólo rechazó el Apoc. Ecolampadio todos los deuterocanónicos. Los luteranos, hasta el s. XVII adoptaron la doctrina de Chemnitz, que rechazaba todos los deuterocanónicos. Pero a partir del s. XVIII, principalmente por la influencia del pietismo, volvieron a la praxis calvinista que aceptaba el Canon católico íntegro. En cuanto a la Iglesia rusa, desde el s. XIX el Santo Sínodo acordó que en los seminarios se enseñara la doctrina de los protestantes respecto de los deuterocanónicos del AT. En la Iglesia Griega, los teólogos en general se acercan a la misma doctrina.

Esta actitud crítica partía de la negación previa de la autoridad de la Iglesia para establecer oficialmente el Canon de los libros sagrados.

De los tres conceptos esenciales: palabra de Dios, autoridad de la iglesia, canon, se eliminó el segundo. Esta actitud, completada con el rechazo de la Tradición, y de la Iglesia como magnitud visible, provocó lo que se ha llamado la "crisis del canon de la Iglesia". En efecto, rechazada la autoridad de la Iglesia, el canon ya no significaba sino la lista histórica de los libros tenidos como norma de fe. El lugar de la autoridad eclesiástica lo ocupó la crítica teológica. Fue el momento en que empezó a actuar en teología el canon entendido en el sentido de la canónica filosófica: discernimiento histórico-crítico de la verdadera palabra de Dios en los libros tradicionalmente considerados como sagrados.

7. Trento

En esta situación conflictiva intercristiana, intervino Trento. La Iglesia Católica mantiene la tradición de Laodicea, definiendo el ámbito del canon apostólico tradicional. En Trento se fija el definitivo Canon Bíblico que es, para los católicos la lista oficial de libros de autoridad apostólica que regulan la fe de los fieles sobre el ámbito del libro sagrado Cristiano. Ese libro es el canon de fe y costumbres, junto con las tradiciones no escritas en las que se transmite la revelación. Son Canon de fe, porque contienen fielmente la revelación del AT completada en Cristo. La revelación culminada en Cristo, es la que hace a estos libros acreedores a la condición de Canon como concreciones válidas para medir y discernir la verdad de salvación que la palabra de Dios procura al hombre.

En continuidad con la tradición de Laodicea, es decir, recurriendo a la autoridad de la Iglesia, el Concilio de Trento fijó en forma definitiva, la lista oficial de los libros sagrados. En la IV sesión, del día 8 de abril de 1546, estableció la lista siguiente: Son libros sagrados y canónicos: Del AT. 1. Históricos: Gn, Ex, Lv, Num, Dt, Jos, Jue, Rt, 1-II Sam, 1-II Re, I-II Cr., Es, Nh, Tb, Jdt, Est, 1-II Mac. 2. Didácticos: Job, Sal, Pr, Eccle, Cant, Sab, Ecli. 3. Proféticos: Is, Jer, Bar, Ez, Dan, Os, JI, Am, Ab, Jon, Mi, Na, Hab, Sof, Ag, Za, Mal. Del NT. 1. Históricos: Mt, Mc, Lc, Jn, Act. 2. Didácticos: Cartas de San Pablo: Cartas Católicas. 3. Proféticos: Apoc.

Esta definición supuso el fin de todas las controversias entre los católicos. A partir de este Concilio, la canónica bíblica católica está constituida por los siguientes elementos. Terminológicamente: a) Canon bíblico significa dos cosas: la Biblia como regla de fe y costumbres, y la lista o catálogo oficial de los libros tenidos por la Iglesia como sagrados e inspirados. b) Canónico equivale a: 1.°) Regulador de fe y costumbres; y 2.°) Conforme con el canon e incluido en el canon. Así, de un determinado libro bíblico se afirma que es canónico cuando de hecho, la Iglesia lo ha incluido en la lista oficial de los Libros sagrados; c) Canonizar la acción de incluir un determinado libro en el canon; d) Canonicidad es la propiedad por la cual un libro pertenece a la lista total de libros sagrados. Tiene una doble acepción: la canonicidad pasiva y la activa. La primera es la propiedad del libro definitivamente incluido en el Canon. La segunda significa el valor de norma non normata que posee el texto sagrado por su contenido reconocido de Palabra de Dios. e) Protocanónicos-deuterocanónicos: Según la terminología que data de Sixto de Siena (t 1569), reciben el nombre de Protocanónicos (o sea, los del primer canon), aquellos libros sagrados de los cuales nunca hubo discusión sobre su carácter sagrado y canónico. Los deuterocanónicos o del segundo Canon son aquellos cuyo carácter sagrado fue durante algún tiempo discutido, entrando a formar parte del Canon en un segundo momento. En concreto son: Del AT Tob., Jdt., Sab., Eccli., Baruc 1-2; Mac., los fragmentos griegos de Ester (caps. 10, 4-16, 24) y de Daniel (caps. 3, 24-90; 13; 14). Del NT: Hb., Sant., 2 Pe., 2-3; Jn., Judas, Apoc.

8. Concepto integral del Canon en Cristianismo

En el curso de los siglos, la Iglesia ha ido estructurando una canónica muy rica y compleja que atraviesa toda su realidad divino-humana. Del mismo modo que la cuádruple canónica griega formó una cultura toda ella configurada por valores típicos de equilibrio, medida y armonía, gracias a la presencia universal de su múltiple canon, la Iglesia también ha configurado una comunidad creyente de una maravillosa textura armónica. Pablo fue el introductor del concepto de canon en su acepción primordial de orden creado nuevo. Luego vinieron los cinco grandes cánones: 1° El canon o regula fidei formada por las confesiones cristianas y las definiciones dogmáticas de los Concilios; 2° Canon Scripturae o Canon Bíblico. 3° El canon missae o canon litúrgico. 4° El Canon Sanctorum o catálogo de los santos (mártires, confesores, vírgenes). 5° Por fin, el Jus Canonicum o Lex Ecclesiae.

El eje del Cristianismo como religión revelación y fe es el Canon Scripturae, en cuanto norma de fe y costumbres. Como religión personal nacida de Cristo, su canon es la nueva creación, cuya realización modélica son los santos, es decir: las personas históricas, concretas que han medido sus vidas según la regla de Cristo como nueva creación. -> escrituras; inspiración; hermenéutica; interpretación.

BIBL. – ARTOLA, A. M. "El Canon antes del Canon. Los componentes conceptuales del Canon Bíblico", en BIBLIA, EXÉGESIS Y CULTURA. Estudios en honor del Prof. D. José M. María Casciaro, Ediciones Universidad de Navarra, "Colección Teológica" n. 82, Pamplona, 1994, pp. 39-52; MuÑoz IGLESIAS, S. Canon en ENCICLOPEDIA DE LA BIBLIA, vol. II, col. 94-103. Barcelona, 1993; SÁNCHEZ CARO, J. M El Canon de la Biblia, en BIBLIA Y PALABRA DE DIOS, Introducción al Estudio de la Biblia, Edit. Verbo Divino, Estella, 4 ed. 1995, pp. 59-132.

A. M. Artola, CP.