Arrepentimiento
DJN
 

No hay en el Nuevo Testamento un único y específico término que equivalga al «arrepentimiento» castellano, sino que este concepto se expresa con diversas palabras.

Hay un arrepentimiento en la esfera meramente humana que aparece circunstancialmente en los Evangelios (Mt 21,30 sobre el hijo que no quiere hacer lo que su padre le pide pero que luego «se arrepiente» y lo hace o Mt 27,32 referido a Judas que se arrepiente de su traición a Jesús). Sin embargo, el arrepentimiento que aquí interesa es el que se da en contexto religioso. Tal arrepentimiento, está de tal forma unido con los conceptos de --penitencia y conversión, perdón, que resulta difícil separarlos.

Penitencia y conversión se piden al pueblo ya en la predicación de Juan el Bautista (Mc 1,4 y par. Mt 3,2 Lc 3,3; Mt 3,8; Lc 3,8-14). También este tema está presente en la presentación evangélica de la inicial predicación de Jesús sobre el Reino (Mc 1, 15; Mt 4, 17).

Como algo distinto de esos conceptos, pero vinculado estrechamente con ellos, el arrepentimiento acentúa el momento de reconocimiento de algo negativo, erróneo o simplemente malo en uno mismo, el tener pesar o dolor de ello y, por tanto, el querer cambiarlo y esforzarse en hacerlo realmente.

Lo característico en la predicación evangélica es suponer que el ser humano vive, en ocasiones al menos, de una forma tal que ofrece materia para arrepentirse de ella y que el reconocimiento de tal situación es una especie de condición indispensable para el cambio hacia una existencia acorde con la predicación de Jesús.

Un texto claro es la parábola de los dos hijos (Mt 21,28-32) donde se reprocha a sus adversarios no haber hecho caso a Juan el Bautista y no haberse arrepentido y cambiado.

Por lo que publicanos y prostitutas, que sí lo hicieron, les precederán en el Reino.

Esta actitud de Jesús supone, como mínimo dos cosas que los seres humanos cometemos errores teóricos y prácticos y aun tenemos claras actitudes y obras negativas, simplemente malas. Y, además, que somos capaces de reconocer esos errores, defectos, pecados... como tales y de cambiar a mejor. El no hacerlo incluye responsabilidad, porque la ayuda de Dios para ese cambio Jesús la da por supuesto.

Para arrepentirse hará falta humildad y realismo para vernos a nosotros mismos tal como somos y actuamos en los aspectos negativos de nuestra vida y esperar y pedir el auxilio divino. -> conversión.

Federico Pastor