RELACIONES SUBSISTENTES
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SUMARIO: I. Lo absoluto y lo relativo en Dios según S. Agustín y S. Tomás: 1. ¿Cuáles son las categorías que pueden predicarse de Dios?; 2. De Dios no se puede predicar nada que sea accidental; 3. "A veces se habla de Dios según la relación". El camino hacia las relaciones subsistentes; 4. La acción de engendrar, fundamento de la relación entre Padre e Hijo; 5. Lo absoluto y lo relativo en Dios, según santo Tomás de Aquino.—II. ¿Qué es la relacion?: 1. Sujeto, término y fundamento de la relación; 2. Para un entendimiento actual de la relación en Dios; 3. Para una comprensión religiosa de las relaciones en la Trinidad santa; 4. La intuición del ser como amor.—III. Las divinas relaciones: 1 ¿Qué relaciones hay en Dios?; 2. También el Espíritu es un término relativo; 3. Las precisiones tomistas; 4. El sempiterno retorno a la unidad divina; La Teología de las identidades de Tomás de Aquino.


I. Lo absoluto y lo relativo en Dios según S. Agustín y S. Tomás

1. ¿CUÁLES SON LAS CATEGORÍAS QUE PUEDEN PREDICARSE DE DIOS? San Agustín se pregunta audazmente cómo hay que concebir el ser de Dios. Su respuesta sigue con fidelidad el abanico de las categorías aristotélicas: sustancia; cualidad y cantidad; espacio y tiempo; acción y pasión; posición y hábito o revestimiento; y, finalmente, relación. Pero al mismo tiempo que se da esta notable fidelidad a las categorías aristotélicas, Agustín se apresura a decir que el ser de Dios las supera. Dios es el "más allá de todo". De tal manera que Agustín, aún sin mostrar teoréticamente la analogía, la está aplicando cuando piensa que Dios está por encima de la cualidad, de la cantidad, del espacio, del tiempo, etc..

2. DE DIOS NO SE PUEDE PREDICAR NADA QUE SEA ACCIDENTAL. Agustín tiene también muy claro que a Dios no se le pueden aplicar ninguna de las categorías mencionadas, de tal forma que con ellas se signifique algo accidental, por ejemplo, los accidentes de posición, hábito, tiempo, lugar, a menos que se apliquen metafóricamente.

En cambio, a Dios se le debe atribuir la categoría de sustancia y más propiamente la de esencia, ya que el término "essentia" viene de "esse": es decir, del acto de ser. Y a Dios, precisará Agustín, puede llamársele "el Ser", en la línea de Exodo 3, 14`.

Ahora bien: si de Dios se ha de predicar la sustancia pero no los accidentes ¿cómo podremos predicar de Dios las categorías de acción y de relación?

En el artículo "Procesiones", se vió que la acción —la acción intelectual—no se concebía como algo accidental sino como identificada con la naturaleza divina. Tomás afirmaba la identidad entre la naturaleza y la operación, y la expresaba lapidariamente en frases del tipo "Suum esse estsuum intelligere". La acción espiritual inmanente va ligada a la esencia; no es algo accidental, entendiendo por accidente un evento que sucede y que podría no acaecer; un evento que sobreviene como una nueva perfección que se implantara en una sustancia que estuviera en potencia para recibirla. La esencia divina ni está en potencia, porque es acto puro, ni puede recibir nuevas perfecciones adventicias y contingentes. Por eso la acción se identifica con el mismo ser de Dios. Agustín decía ya, como si estuviera intuyendo la analogia fidei: "Hablando de la acción, quizá sólo de Dios pueda decirse verissime que es acción, pues sólo El hace sin ser hecho, ni aún se concibe en Él potencia pasiva, en cuanto es sustancia, en virtud de la cual es Dios ".

3. "A VECES SE HABLA DE DIOS SEGÚN LA RELACIÓN". EL CAMINO HACIA LAS RELACIONES SUBSISTENTES. Ahora queda bien enfocado el problema al que Agustín da una respuesta genial: No podemos hablar de Dios según lo que es accidental sino tan sólo de lo que es sustancial, pues a Dios no le puede acaecer nada que sea accidental. "Sin embargo, no todo lo que se predica de Dios se predica según la sustancia'. Entre la predicación según la sustancia y la predicación según lo accidental hay una tercera posibilidad: "A veces se habla de Dios según la relación (ad aliquid). El Padre dice relación al Hijo, y el Hijo dice relación al Padre, y esta relación no es accidente, porque uno siempre es Padre y el otro siempre es Hijo [...] y nunca principió a ser Hijo. Porque si conociese principio o alguna vez dejase de ser Hijo, sería esta una denominación accidental.

Y si el Padre fuera Padre con relación a sí mismo y no con relación al Hijo, y el Hijo dijese habitud a sí mismo y no al Padre, la palabra Padre y el término Hijo serían sustanciales.

Mas, como el Padre es Padre por tener un Hijo, y el Hijo es Hijo porque tiene un Padre, estas relaciones no son según la sustancia, porque cada una de estas personas divinas no dice habitud a sí misma, sino a otra persona: de forma que hay una mutua referencia. Mas tampoco se ha de afirmar que las relaciones, en la Trinidad, sean accidentes', porque el ser Padre y el ser Hijo es en ellos eterno e inconmutable.

En consecuencia, aunque sea algo diverso ser Padre y ser Hijo, no puede decirse que sean sustancias diversas. Porque estos nombres no se dicen según la sustancia sino según lo relativo. Pero eso relativo no es accidental, porque es inmutable".

4. LA ACCIÓN DE ENGENDRAR, FUNDAMENTO DE LA RELACIÓN ENTRE PADRE E HIJO. El fundamento que ciertamente ofrece Dios para que, de El, se pueda hablar según la relación es su fecundidad inmanente (ver art. "Procesiones"). Agustín analiza el problema de los arrianos. Estos no supieron resolver el problema según el cual debe predicarse de Dios que es ingénito (el Padre) y engendrado (el Hijo). Dijeron entonces que el Padre es ingénito de acuerdo con su propia sustancia, y que el Hijo es engendrado de acuerdo con su sustancia, distinta de la del Padre.

He aquí el argumento de Arrio: realidades muy diversas son ser ingénito y ser engendrado. Luego, la sustancia del Hijo es muy otra que la sustancia del Padre. La respuesta de Agustín será paralela a la que dieran los Padres griegos posnicenos: "Una es la sustancia del Padre y del Hijo [porque] ya no es obligado entender las palabras ingénito y engendrado según la sustancia [...] En Dios no todo cuanto se predica es según la sustancia. Luego no es necesario entender según la sustancia las palabras ingénito y engendrado" [...] Luego el Hijo es consustancial al Padre''.

Por eso, es justa la apreciación según la cual el hecho de que en Dios haya una acción semejante a la de engendrar hace que esta acción sea el fundamento de la relación Padre-Hijo y que, por tanto, la fecundidad de Dios no pueda calificarse en términos de sustancia sino de relación. La unidad originaria del Padre es compatible con la fecundidad que supone pronunciar una Palabra filial, esto es, engendrar y enviar un Hijo. Esta realidad tan simple: Dios tiene un Hijo, imagen absoluta y total de sí mismo, sólo puede expresarse en términos de relación subsistente. Y, aunque para el Espíritu Santo "parezca faltar una palabra" que señale el fundamento de su relación con el Padre y con el Hijo, sin embargo "también el Espíritu Santo dice relación": la relación que existe entre el Amor expresado, que es el Espíritu, y aquellos que lo expresan o emiten: el Padre y el Hijo".

5. Lo ABSOLUTO Y LO RELATIVO EN DIOS, SEGÚN SANTO TOMÁS DE AQUINO. Muy rejos del arrianismo, Tomás de Aquino da comienzo a su discurso con una distinción que debía ya ser corriente desde el punto de vista académico: "Todo lo que hay en Dios, o bien es absoluto o bien es relativo (ad aliquid)" .

La sustancia significa para Tomás lo absoluto: lo que no es relativo. El nombre de cada una de las personas divinas significa ciertamente lo relativo, la relación misma. Pero Tomás, el teólogo de las identidades, no puede olvidar que "el Padre es Dios y también la misma divinidad'. Esta realidad le lleva a una de sus habituales sutilezas: el nombre de la persona se refiere a la relación secundum id quod significatur, pero se refiere a la sustancia misma secundum modum significandi.

Es importante que, para Tomás, el término Padre no deje de referirse a la sustancia, "según el modo de significar". Porque es cierto que, para los gramáticos y los lógicos medievales, los modos de significar responden a las preguntas básicas que se pueden hacer acerca de alguien: ¿qué es? ¿quién? ¿en qué se distingue uno de otro? Normalmente, habría que decir que con la palabra Dios empleo un modo de significar la esencia (quod); con la palabra Padre empleo, en cambio, un modo de significar la persona (quis)15. Ahora bien, la sutileza de Tomás consiste en mantener que un término de suyo personal como Padre tiene un modo de significar sustancial. Quiere decir que Tomás no pierde de vista que, en Dios, realiter, lo sustancial se identifica con lo personal. En seguida volveremos a profundizar el concepto que santo Tomás tiene de la relación en Dios.


II. ¿Qué es la relación?

1. SUJETO, TÉRMINO Y FUNDAMENTO DE LA RELACIÓN. Relación quiere decir referencia a otro. Es aquella realidad que no se refiere a sí misma sino a lo otro, entendiendo por "otro" a las personas y aún a las cosas que no son uno mismo.

Tradicionalmente se distingue, en la relación, el sujeto, el término y el fundamento. El sujeto es el ser o la persona que tiene relaciones. El término es el ser o la persona hacia el cual tiende o se refiere el sujeto de la relación. El fundamento de la relación es el hecho sobre el cual está basada la referencia a lo otro o al otro. El fundamento puede ser de muy distinta calidad. En las relaciones meramente objectuales, el fundamento de la relación es la simple posición que ocupan los objetos: a la derecha de...; a la izquierda de...; arriba; abajo. En cambio, en las relaciones personales, el fundamento es de una calidad interpersonal enorme: conocimiento, trato, amistad, parentesco, hasta llegar a la generación paterno-filial y al amor conyugal que serían las formas más altas que puede tomar el fundamente de esas relaciones: entre padres e hijos y viceversa, o entre marido y mujer.

Paradójicamente, no toda relación entre personas puede calificarse de relación interpersonal, precisamente por la baja calidad del fundamento, cuando éste es simplemente posicional y no personal. Uno está, por ejemplo, al lado del otro en el autobús; o bien: asalariados y empresarios están en oposición en el mundo del trabajo; simples ciudadanos y funcionarios aparecen separados más bien que unidos por su posición y función en la administración. En la sociedad moderna, así como en la literatura que es su expresión y refleja su vida y sus debilidades, se pone de manifiesto esta despersonalización de las relaciones entre humanos, debido a la baja calidad de su fundamento que coloca a las personas una al lado de otra o una frente a otra pero sin canales de conocimiento, afecto, implicación, ayuda y vida compartida.

No obstante lo sugerente que pueda ser mostrar que en Dios hay comunión de personas en relación, esto es, comunicación vital y unidad, en cambio, el hecho de que la relación suponga precisamente una complejidad de elementos (sujeto, término y fundamento) pone de manifiesto la dificultad de atribuir a Dios la categoría de relación.Tomás, siempre orientado por la divina simplicidad, se da cuenta de esta dificultad, que obviará con lo que hemos llamado la teología de las identidades.

2. PARA UN ENTENDIMIENTO ACTUAL DE LA RELACIÓN EN DIOS. Después que Rahner y Balthasar han reivindicado la actualidad de la noción de relación (cosa muy bien hecha), se podría llegar al exceso de usar esta palabra como un talismán. En cambio, el término persona se habría de purificar hasta el extremo... ¡Como si se pudiera hablar tranquilamente de " relaciones subsistentes" referidas a Dios, y todo el mundo pudiera entender lo que significan esas dos palabras!

La palabra relación ha de pasar también por ese momento de negatividad propio de la ley de la analogía, en el que, de acuerdo con una buena teología negativa, hay que confesar que no se sabe de manera adecuada lo que significa la noción de relación aplicada a Dios.

Santo Tomás se dió cuenta de la composición inherente a la relación, tal como la conocemos humanamente, composición que la simplicidad transparente de Dios excluye. La relación supone un "in se" o sujeto, que tiende "ad aliquid', es decir, al término de esa relación. Y todavía debe contarse un principio y fundamento que dé lugar a la relación, como es el hecho o la acción de la generación en las relaciones entre padres e hijos.

Si trasladamos a Dios el concepto de relación, el Sujeto y el Término deben ser inmanentes a Dios mismo, como lo son el Padre y el Hijo. Pero no cabe imaginar que el Padre tenga una relación con el Hijo, como ocurre con los padres de la tierra, sino que el Padre es todo él relación, como solamente en Dios puede ocurrir.

Los tres elementos de la relación, aplicada a Dios, deben entenderse en simplicidad, pureza y unidad. Ello es posible poniendo el acento de la relación en la referencia al otro —paternidad, filiación, espiración— mientras esa referencia al otro se identifique, a su vez, como lo hará Tomás, con cada una de las personas o "sujetos de la relación" (Padre, Hijo y Espíritu) y, aún, se identifique realmente con la única esencia divina, poseida por las tres relaciones subsistentes.

Esta es la genialidad de la cuestión 28 (a. 2) y de la cuestión 29 (a. 4) de la Primera Parte de la Summa Theologiae, donde se llevan a cabo estas dos identidades mayores. Mientras la cuestión 28 ha dejado en claro que "la relación realmente existente en Dios es, secundum rem, idéntica a la esencia divina", la cuestión 29 aborda la identidad entre persona y relación: El Padre no es un sujeto previo a la paternidad, sino que es la misma paternidad. Es, todo él, relación de paternidad hacia el Hijo. El primer elemento de la relación, el sujeto "in se", se identifica con el segundo elemento "ad aliquid'.

Establecemos una proposición semejante a la que dice: "Los hombres tienen amor pero Dios es Amor". Los hombres tienen relaciones, pero Dios es relación. Mejor dicho, Dios único es: la relación de paternidad entregada al Hijo que la recibe en su filiación, a la vez que la Paternidad y la Filiación resplandecen en la llama viva del Amor espiritual que emana de ellos y a quienes une.

Pero entonces ¿qué semejanza tiene —si no es dentro de una desemejanza mayor— esta noción de relación aplicada a Dios, ya que se escapa a nuestra capacidad de observación y de comprensión?

Y, no obstante: el término relación subsistente en Dios será la luz que iluminará la pantalla humana de las relaciones interpersonales y nos permitirá comprender a qué comunión real de conocimiento y de amor estamos llamados los hijos de Dios. Así se entiende la buena noticia evangélica.

3. PARA UNA COMPRENSIÓN RELIGIOSA DE LAS RELACIONES EN LA TRINIDAD SANTA. Si intentamos, en lo posible, aliqua intelligentia mysterii, intuiremos que en Dios la relación es algo —como el Amor— a la vez muy fuerte y a la vez muy transparente, por no decir tenue: es como las dos caras del dar y del recibir, situadas en la pura expresión del Amor emanado. Como el viaje de ir y volver, realizado no en el espacio sino en el Espíritu en el cual Dar y Recibir es una sola cosa.

Sin forzar los límites de la teología negativa, podemos situarnos también en teología de la imagen: intuiremos entonces que todo lo que sabemos de la Trinidad lo sabemos por la contemplación y por el seguimiento de Jesús, el Hijo, el Ungido, que asumió su propia identidad de Mesías y de Hijo porque se entregó hasta el fin. Continúa así la buena noticia del Evangelio: mostrando que el camino de la entrega sencilla, progresiva y plena es el camino estrecho de la fe para que el hombre se encuentre a sí mismo, plenamente reconciliado, perdonado y bendecido por el Amor, que ese sí ha salido totalmente de sí mismo.

No se pueden olvidar estas consideraciones, ni desvalorizarlas como si no fuesen teológicas sino meramente "espiritualistas". Porque, a medida que nos adentramos en fórmulas más abstractas y sistemáticas, que se alejan de la frescura de la revelación realizada en la persona del Hijo Jesús, corremos el riesgo de perder el sentido religioso y contemplativo, atrapados en una suerte de conceptos-límite que provocarían tensión más que claridad, si no se deshinchara esta tensión, con la mirada adorante que abre en nosotros el Espíritu de la Verdad y del Amor: mirada luminosa que queda prendida en la persona concreta de Jesús, imagen viva del Padre del cielo. Bien entendido que unas formulaciones que parecen despegar del mundo sensible porque apuntan a la protología y a la escatología divinas, son necesarias para evitar las herejías y para dialogar con ellas, así como para adquirir aliqua scientia fidei, o claridad del misterio que, sorprendentemente, podrá ser transportado gratuita y análogamente como luz de la interrelación humana.

Volviendo, pues, a lo concreto, vemos que Jesús se relaciona con el Padre como Hijo. Esto es lo que interesa contemplar y —en lo posible— imitar, ya que las relaciones intradivinas son la "causa ejemplar" de nuestras propias relaciones interhumanas, que contienen una cierta imagen de aquellas.

Asimismo: el Padre y Jesús alientan sobre nosotros el Espíritu que de ellos procede. El Espíritu que es el Don de Dios sobre nosotros es expresión del amor del Padre y del Hijo, y como Don de Amor se relaciona con el Dador que no es otro que el Padre y Jesús mismo unidos en la más estrecha unidad. A menos que se prefiera decir, con la tradición oriental: el Dador es el Padre por medio de Jesús.

Así se ofrece a nuestra contemplación y recepción la revelación divina. Por eso, podemos decir una vez más, que el objeto inmediato tanto de la revelación como de la contemplación religiosa es la Trinidad manifestada en la historia de Jesús (Trinidad económica). La especulación sobre la Trinidad inmanente responde o bien a la llamarada que gratuitamente prende en el místico, o bien a la necesidad sentida por la Iglesia de establecer los límites de su propia fe. Por eso, la define, regulando el lenguaje que la expresa.

4. LA INTUICIÓN DEL SER COMO AMOR. En todo caso, la pista que sigue la teología actual al reconocer el Ser como Amor, abre una perspectiva certera hacia la Trinidad inmanente a partir del misterio de Jesús portador del Amor mayor. Esta perspectiva, además de aquietar nuestro entendimiento, como las rationes necessariae de Ricardo de San Víctor aquietaban la mente de sus monjes del siglo XII, muestran que la teología continúa deseando tender puentes de la creencia a la racionalidad: de la entrega de la mente al destello de luz que la vivifica.

En efecto, el ser se da, con un dinamismo y con una fecundidad inmanentes. El ser es oferta, acogida, donación e implicación, fruto del encuentro. En esta línea, Erich Przywara tiene un momento extremadamente lúcido, cuando habla de la naturaleza energética del ser, entendido como relación: entendido no como solidez estática y fría sino como dynamis-enérgeia'. El ser más alto es el ser que sale al encuentro.

Quizás esta consideración podría leer a fondo Ex 3, 14 ("Yo seré el que estaré con vosotros y os acompañe") sin forzar los límites de la filología.


III. Las divinas relaciones

1. ¿QUÉ RELACIONES HAY EN DIOS? En el NT se encuentran, en régimen de normalidad, los términos Padre e Hijo, términos relativos, que indican no sólo relación sino relación mútua. Esta es la causa de que, desde un principio, la doble relación de Paternidad y de Filiación aparezca con más relieve que las relaciones que se refieren al Espíritu Santo. Este es el reproche que se puede hacer a los Padres apologetas, a Ireneo y a Hilario de Poitiers.

2. TAMBIÉN EL ESPÍRITU ES UN TÉRMINO RELATIVO. Si bien se mira, también el término Espíritu se emplea en sentido relativo. Así lo hace el NT. "[El Padre] os dará otro Paráclito", "Procede del Padre", "os lo enviaré de junto al Padre", "os lo enviaré", "tomará de lo mío", "espiró sobre ellos", "recibiréis la fuerza de lo alto"... Es fácil recordar de qué manera el NT presenta al Espíritu Santo en relación con el Padre y con el Hijo que lo envían. Una de las fórmulas más perfectas se encuentra precisamente en el discurso de Pedro en Pentecostés: "Exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido,y ha derramado lo que vosotros veis y oís"".

Por su parte, Ireneo e Hilario enfatizaban el hecho de que el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios: que procede de Dios [Padre]; que de El viene; que tiene una relación de procedencia o de origen respecto de Dios [Padre e Hijo].

Es bueno analizar y subrayar, por tanto, que el Espíritu se presenta como un término relativo, es decir, al que se le atribuye una procedencia u origen de donde emana. El cristiano, al mismo tiempo que contempla claramente la mútua relación Padre-Hijo, se ha de acostumbrar también a ver con el debido relieve la doble relación que existe entre el Padre y el Hijo por una parte y el Espíritu de la Verdad y del Amor, por la otra: Padre e Hijo unidos espiran, en efecto, el Espíritu prometido. Esta es la espiración activa. El Espíritu procedente de ese origen amoroso es, por su parte, "lo expresado": por eso el Espíritu coincide con la espiración pasiva, fruto del amor mútuo del Padre y del Hijo unidos, a quienes se refiere el Espíritu que de ellos ha emanado, en una relación que podríamos atrevernos a decir que es recuerdo vivo, y que —como memorial— hace recordar a los hombres ese caudal de Amor que es la unión del Padre y del Hijo.

La espiración activa de Padre e Hijo unidos, que emanan o expresan el Espíritu, y la espiración pasiva cuyo fruto es el Espíritu del Padre y del Hijo, constituyen esta otra mútua relación trinitaria. San Agustín tiene una intuición certera y luminosa que vale la pena seguir literalmente:

"Este Espíritu Santo que no es Trinidad, pero que es entendido en la Trinidad y se denomina por antonomasia Espíritu Santo, dice habitud: pues indica referencia al Padre y al Hijo, siendo como es Espíritu del Padre y del Hijo.

Mas la relación no aparece en el nombre, pero se manifiesta cuando se le dice Don de Dios. Y es Don del Padre y del Hijo, pues también procede del Padre, como lo afirma el Señor. Al Espíritu Santo, en efecto, se refieren estas palabras del Apóstol: El que no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de Cristo.

Cuando decimos Don del Dador y Dador del Don, expresamos una relación mútua y formal. Luego el Espíritu Santo es una inefable comunicación del Padre y del Hijo".

Tal como se lee en Juan, el Espíritu emana del soplo que el Ungido espira sobre los suyos reunidos. Lo espira como un símbolo visible del Soplo divino o emanación llameante que desde toda la eternidad procede del Padre, como gloria del Padre y del Hijo unidos en el Amor.

3. LAS PRECISIONES TOMISTAS. Esta doctrina tiene elementos implícitos en Agustín`. Esta doctrina será explicitada por Tomás de Aquino que procede, como siempre, por grados:

1°. "No puede haber en Dios más relación real que la fundada en la acción. No es posible hallar en Dios relaciones reales más que en razón de las acciones según las cuales hay en El procesión no exterior sino inmanente".

2°. "Estas procesiones no son más que dos: una sigue a la operación del entendimiento y es la procesión del Verbo, y otra sigue al acto de la voluntad y es la procesión del amor".

3°. "En cada una de estas dos procesiones hallamos dos relaciones opuestas: Una, que va desde el que procede hasta su principio, y otra que va desde ese principio hasta aquel que procede.

4°. A la procesión del Verbo o generación le corresponden, pues, la paternidad y la filiación".

5°. A la procesión del amor, que no tiene nombre propio pero se la puede llamar emanación o procesión, le corresponden la espiración [activa] y la "procedencia" o espiración pasiva.

6°. Por eso, aunque las personas divinas sean tan sólo Padre, Hijo y Espíritu, se cuentan cuatro relaciones divinas: Paternidad, Filiación, Espiración activa y Espiración pasiva.

7°. Pero la espiración activa no se opone a las personas del Padre y del Hijo, sino que se identifica absolutamente con ellas, en cuanto exhalan lallama viva del Amor. Por eso, la espiración activa no constituye una cuarta persona, porque no se opone a las personas del Padre y del Hijo unidos sino que es idéntica a ellos dos.

4. EL SEMPITERNO RETORNO A LA UNIDAD DIVINA. LA TEOLOGÍA DE LAS IDENTIDADES DE TOMÁS DE AQUINO. Después de este largo periplo, descubrimos que el sistema trinitario de santo Tomás es, en realidad, una salvaguarda de la divina unidad. A esa unidad se llega una y otra vez poniendo el debido énfasis en que la simplicidad divina reclama la identidad entre esencia y ser divinos, entre el esse de Dios y su acción de entender y de amar; entre "relaciones subsistentes" (por ejemplo, paternidad) y "personas" (por ejemplo, Padre).

a) Las personas se identifican con las relaciones y las relaciones se identifican con la esencia divina: el Padre es Dios: posee la divina esencia y se identifica con ella. Las personas tan sólo se distinguen relativamente, por relación al término opuesto en la relación de origen:

"Es evidente que, en Dios, no es distinto el ser de la relación (esse relationis) y el ser de la esencia divina (esse essentiae) sino uno y el mismo".

Por eso, el Padre es distinto del Hijo, siendo ambos la única divinidad.

b) Tomás admite que es indispensable que en Dios haya distinción real, pero no ciertamente según la realidad absoluta, que es la esencia divina, donde se halla la máxima simplicidad y unidad, sino según la realidad relativa, es decir, según la oposición de las relaciones: como principio y término de las mismas.

c) Finalmente,'las relaciones subsistentes se identifican con las personas: El Padre es la paternidad. Y la relación de paternidad es la persona del Padre. Sabido es el dominio con que Tomás usa el lenguaje abstracto. Pues bien: su teología de la identificación llega casi al límite, cuando en esta misma línea de la identidad de relaciones y personas, Tomás afirma que "en Dios es uno y lo mismo la relación que distingue y aquello que es distinguido por la relación"" .

Es otra manera de decir que, en Dios, la paternidad, es lo mismo que el Padre, así como la filiación es lo mismo que el Hijo, ya que la paternidad y la filiación cuentan entre las "relaciones que distinguen", mientras el Padre y el Hijo son lo "distinguido por la relación": Así Tomás reconduce a la unidad divina la triple polaridad de sujeto, fundamento y término, inherentes a la relación.Todo ello nos lleva ya al misterio de las tres divinas personas y al artículo correspondiente.

[ -> Absoluto; Agustín, san; Amor; Analogía; Arrianismo; Balthasar, H. U. von; Conocimiento; Creación; Escatología; Espíritu Santo; Fe; Hijo; Historia; Ireneo, san; Misterio; Naturaleza; Padre; Padres (griegos y latinos); Personas divinas; Procesiones; Rhaner, K; Revelación; Ricardo de san Víctor; Teología y economía; Tomás, sto.; Trinidad.]

Josep M. Rovira Belloso