IDOLATRÍA
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SUMARIO: I. Definición: 1. La idolatría es una aberración; 2. Su fundamento: el desconocimiento de Dios—II. La idolatría y el AT—III. La idolatría y el NT—IV. La idolatría y el ateísmo. Sus consecuencias—V. Los nuevos ídolos—VI. Superación de toda idolatría—VII. Conclusión.


I. Definición

Normalmente se entiende por idolatría la adoración religiosa que tiene por objeto un ídolo. Éste ocupa el lugar de Dios y se le adora como si lo fuera. De esta manera la idolatría se circunscribe al ámbito del culto religioso. Pero de suyo el concepto de idolatría es más amplio, ya que puede invadir cualquier ámbito de la vida humana, siempre que se sustituya a Dios por algo distinto de él. Así, pues, una buena definición sería: «La idolatría es la absolutización de cualquier realidad creada o de cualquier producto de nuestra imaginación cuando el hombre adopta ante ellos una actitud de temor, de afecto o confianza absolutos»'. De aquí se deduce lo siguiente.

1. LA IDOLATRÍA ES UNA ABERRACIÓN. La idolatría es una verdadera aberración en el orden religioso y moral, ya que en ella se invierte por completo el orden de los valores; lo absoluto: Dios, se relativiza, y lo relativo se absolutiza, por ejemplo, la creación en su conjunto o parte de ella: los elementos, los astros, los seres vivientes; o una idea u obra del hombre; o cualquier otro objeto estimado entre los hombres (poder, dinero, etc.). Es decir, lo que no es Dios, y aun lo que es inferior a los mismos hombres se considera como Dios o algo divino.

2. SU FUNDAMENTO: EL DESCONOCIMIENTO DE DIOS. La idolatría supone necesariamente un desconocimiento de Dios. Este desconocimiento no va ligado sin más a la negación de la existencia de Dios. Con frecuencia los idólatras manifiestan un verdadero sentimiento religioso; su aberración consiste precisamente en identificar a Dios o la divinidad o lo absoluto con lo que no lo es; en realidad no conocen al verdadero Dios, se han quedado presos por las apariencias de los seres sin llegar al que es de verdad y da consistencia a todos los seres; han confundido la obra de arte con el artífice de ella.


II. La idolatría y el AT

Es natural que en todos los cuerpos del A.T. encontremos pasajes que tratan de la idolatría, pues Israel ha sido elegido por Dios para que le siga únicamente a él y no vaya tras dioses extraños, elección que el pueblo ha aceptado. El peligro de que el pueblo quebrante el pacto es permanente, ya que vive entre pueblos idólatras. Condenan cualquier tipo de idolatría la Ley o el Pentateuco, los Profetas y los Sabios. La ley judía y la tradición hasta prohiben que se nombre a los ídolos y que se los invoque en los juramentos'. En el AT Dios se va revelando (revelación) poco a poco al pueblo para que éste lo reconozca como su verdadero y único Dios y Señor, y considere todo lo demás como creación suya y actúe en consecuencia, obedeciéndole y poniendo en práctica su voluntad.


III. La idolatría y el NT

Sabemos que Jesús y la primitiva Iglesia asumieron como sagradas Escrituras lo que nosotros llamamos AT; en consecuencia aceptaron todo lo relativo al rechazo de la idolatría'. Pablo especialmente recuerda la vieja doctrina de la nada de los ídolos y de los falsos dioses, ordena: «Huid de la idolatría» (1 Cor 10,14) y de todo lo relacionado con ella, ya que los que la practican no podrán participar del reino de Dios".


IV. La idolatría y el ateísmo. Sus consecuencias

Todo el que practica la idolatría yerra en el conocimiento de Dios (cf. Sab 14,22), y el que yerra en lo más fundamental acerca de Dios, puede llegar a los errores más inimaginables ético-religiosos, empezando por el de la negación de la existencia del mismo Dios. Los autores sagrados están familiarizados con la verdad de fe de que Dios es el Creador y Señor absoluto de los hombres y del universo. Por esto se extraña, por ejemplo, el autor de Sabiduría de que el alfarero profesional no reconozca al Señor que lo ha formado a él (Sab 15,7-13). La misma postura mental se refleja en Sab 13,lss y en Rom 1,18ss. Consecuentemente son reprendidos unos y otros, aunque no de la misma manera. Las criaturas todas son buenas (cf. Gén 1,31; Sab 1,14); si algunas de ellas llegaron a ser abominación no es porque cambiaron de esencia y naturaleza, sino porque el hombre, libre y conscientemente, ha violentado el orden natural, elevándolas al rango de lo divino, pues los ídolos no son nada (cf. Sab 14,13; 1 Cor 8,4). Hablar de ídolos equivale a hablar de idolatría. Con el proyecto o idea de los ídolos, aberración capital, se originan en cadena males de todo orden, en especial de orden religioso y moral: «la corrupción de la vida» (Sab 14,12; cf. 22-31), pues, al poner en lugar de Dios a una criatura se invierte, o mejor, se pervierte el orden de los valores en la vida, se pierde el sentido moral y, paradójicamente, se suprime de la vida toda posible referencia a un orden transcendente. Fácilmente se pasa de la falsedad del politeísmo y de los ídolos a la negación o al menosprecio de lo divino, lo cual ocurrió en el paganismo del mundo antiguo. Con la misma facilidad se pasa de un concepto inadecuado de Dios a su negación, fenómeno bastante frecuente en nuestro mundo moderno, con las consecuencias que se generan. ¿Quién o qué garantizará entonces el recto orden, la justicia y lealtad en la convivencia social? Los actos más transcendentales de la vida en comunidad, las mismas leyes y constituciones de los Estados (Política) ¿en qué se fundamentan? Si no se establece una norma exterior y superior al hombre, individual y colectivamente considerado, el derecho positivo por el que se rigen los pueblos no tiene consistencia en sí. Lógicamente se tendrá que admitir la ley del más fuerte. Cualquier injusticia o perversidad estará justificada si el que la ejecuta es el más fuerte". Los milenios de historia confirman que la humanidad no se humaniza con el paso del tiempo.


V. Los nuevos ídolos.

Un hecho histórico incontrovertible es que en los países y territorios donde el cristianismo se ha ido implantado, en la misma medida ha retrocedido la idolatría en sentido tradicional, es decir, el culto a los ídolos reconocidos como tales y a las falsas divinidades. Esto no quiere decir que el cristianismo haya ganado la guerra a la idolatría. Aún hoy día el hombre rinde culto a ídolos y falsas divinidades en muchos países de alta civilización. Pero es que además se da otro tipo de idolatría que no es precisamente el culto a los ídolos convencionales. Por esto la idolatría no es cosa pasada, propia de los hombres de tiempos oscuros y de civilizaciones primitivas. Puede ser de hoy, como lo era del tiempo de los profetas y del tiempo de Jesús15. Porque los ídolos los lleva el hombre consigo; no son ni de ayer ni de hoy, sino puras creaciones del egoísmo, del miedo, de la inseguridad, de la soberbia del hombre que no ha encontrado todavía su centro y su norte o los ha perdido.


VI. Superación de toda idolatría

Si la idolatría es el producto de la desorientación del hombre que no ha descubierto su puesto y su destino en la vida y el auténtico valor de las cosas, porque falla la base fundamental de todo: la idea que tiene de Dios, es evidente que la superación de la idolatría tiene que empezar por intentar alcanzar un conocimiento no falseado de lo divino. En Jn 17,3 dice Jesús hablando con su Padre: «Esta es la vida eterna:que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo». La vida eterna es la vida auténticamente humana y divina, a la que está destinado y llamado todo hombre según el proyecto de Dios; la cual consiste en el conocimiento de Dios que se manifiesta en la práctica real y diaria de la justicia, de la equidad, del amor al prójimo, especialmente al más necesitado, como lo aprendemos del A. y del NT. Todo ello como fruto de la presencia del Espíritu del Señor en nuestras vidas.


VII. Conclusión

La fuerte crítica que hace la sagrada Escritura de la idolatría no es puramente negativa; su finalidad es muy positiva: preservar de ella a los fieles adoradores del Dios verdadero y, posiblemente, atraer a la verdadera religión a paganos bien dispuestos. Los fundamentos de esta crítica son también positivos: la naturaleza o creación es toda ella buena; la afirmación de la dignidad humana sobre todos los seres creados; la transcendencia del ser divino, cuyo nombre es incomunicable. La aberración de la idolatría está precisamente en la subversión de estos valores imperecederos, subversión que conduce al hombre a la degradación de su propia dignidad y a la suplantación del verdadero Dios. El reconocimiento del Dios verdadero, como nos lo ha enseñado Jesús, dignifica al hombre y lo libera de la servidumbre a que él mismo se ha sometido al crear esos ídolos a su imagen y semejanza. De todo esto no estamos libres ni siquiera los que profesamos seguir a Jesús, como por desgracia se ha demostrado hasta la saciedad en nuestra sociedad y en nuestras comunidades.

[ -> Absoluto; Adoración; Amor; Arte; Ateísmo; Comunión; Conocimiento; Creación; Espíritu Santo; Fe; Imagen; Jesucristo; Naturaleza; Padre; Politeísmo; Política; Reino; Religión; Transcendencia; Vida eterna.]

José Vílchez