ATRIBUTOS
DC


SUMARIO: I. A modo de introducción.—II. Atributos negativos y positivos.—III. Atributos que se hallan en el NT.—IV. Atributos de la época patrística.—V. Clasificación de los atributos divinos.


1. A modo de introducción

El tema de los atributos o propiedades que se atribuyen a la esencia divina es problemático en nuestros días como lo fue en la época de Maimónides o de santo Tomás. No es sólo la ideología difusa, inmanentista y agnóstica, propia de las actuales sociedades "avanzadas", la que hace difícil situar los atributos divinos en el saber teológico. Es cierto que el agnosticismo tiende a confundir la auténtica teología negativa con una simple y chata ignorancia o con la imposibilidad absoluta de saber algo acerca de Dios. Pero la dificultad mayor seguramente radica en que tanto en la época de la Escolástica, comohoy día, se debe respetar la ley de la analogía, para no convertir los atributos divinos en fórmulas que pretenden saber adecuadamente cómo es Dios en sí mismo.

En efecto, es legítimo decir Dios es infinito, pero 'la realidad infinita de Dios es tan sólo análoga al infinito matemático: no es la misma infinitud de los números o de las magnitudes matemáticas; es legítimo decir Dios es eterno, pero la eternidad de Dios no equivale a un tiempo inmensamente largo, que no se acabará nunca: es, simplemente, transcender el tiempo: estar fuera de él. Por eso es peligroso imaginar realidades teológicas sin tener en cuenta la analogía, con sus tres pasos de afirmación de cualidades en Dios; de remoción de todo lo que es creatural —limitado o imperfecto—, y de eminencia, acto del entendimiento por el que declaramos abiertos y sin límites los términos humanos que designan cualidades divinas'. Por eso, la teología aparece cautelosa: "Nuestra tarea consiste en repensar mediante nuestra forma de pensar y nuestro lenguaje actuales lo que dice la Escritura y lo que la teología ha ido elaborando hasta el día de hoy'''.


II. Atributos negativos y positivos

Los atributos negativos no causan casi ninguno de esos problemas, porque no pretenden calificar ni menos definir la divinidad. Se limitan a remover, respecto de Dios, las imperfecciones y los límites .que hallamos en las criaturas. De los cinco atributos que el Concilio Vaticano 1 atribuye a Dios —"omnipotente, eterno, inmenso, incomprensible, infinito en entendimiento y voluntad, así como en toda perfección"—, cuatro de ellos son negativos, porque remueven respecto de Dios los límites de la temporalidad (eterno), de la espacialidad (inmenso), de nuestro entendimiento (incomprensibilidad), así como cualquiera imperfección, ya que se supone a Dios como el infinitamente perfecto.

Moisés Maimónides, el judío cordobés del s. XII, pretendía que todos los atributos que podemos predicar de Dios son negativos, sin que dijeran nada del mismo Dios. Santo Tomás, más confiado en el uso del lenguaje religioso y más atento a las auténticas mediaciones de Dios que se revela en Jesús, imagen de Dios invisible, afirmaba, en cambio, que los atributos de Dios designan realmente la esencia divina y no son simples sinónimos entre ellos, si bien de ningún modo representan adecuadamente la esencia de Dios y "más sirven para manifestar lo que no es que lo que es" .


III. Atributos que se hallan en el NT

El NT tiene buen cuidado en no atribuir a Dios las imperfecciones y limitaciones que observamos en sus criaturas. Los atributos negativos que emplea el NT no dicen, en efecto, cómo es Dios, sino que no es mortal, no es visible, no es corpóreo, etc. Los textos del NT nos dicen que Dios es inmortal e invisible, es decir, que nadie le ha visto ni le puede ver desde nuestra condición terrestre, si bien Dios ha dejado una cifra o símbolo de sí mismo en lamanifestación de las cosas creadas', Pero el NT no se limita a emplear rígi damente atributos negativos: el conocimiento de Dios siempre es negativo/ positivo (Alfaro). El conocimiento negativo de Dios contiene, en verdad, algo positivo en lo que se apoya. Viceversa, lo que aparece como conocimiento positivo, al no abarcar adecuadamente su objeto divino, tiende a resolverse en un no saber acerca de Dios. El NT recoge además el conocimiento positivo que se desprende de la relación de Jesús con el Padre, quien ha comunicado al Hijo las perfecciones que hay en su propio ser paterno. Por eso, es necesario atribuir a Dios la misericordia y la perfección que Jesús posee y manifiesta. En esta línea, podemos añadir los atributos de santo y justo que la plegaria sacerdotal del IV Evangelio refiere al Padre. Esos atributos son precisamente aquellos que los hombres religiosos pueden y deben imitar (Baruc Spinoza).

Pero hay más: el NT predica de Dios atributos que derivan de su acción salvadora hacia los hombres. Esto lo había advertido ya Moisés Maimónides, quien junto a los atributos negativos, admitía los atributos de acción. El NT da cuenta de que la acción de Dios se realiza en Jesucristo mediador: por eso Dios es Salvador universal, y Señor de los señores.

Entramos así en la categoría de los términos más fuertemente positivos que emplea el NT para designar a Dios. No tratan de ningún modo de definir a la divinidad. Pero expresan algo más que cualidades particulares, como sabio, poderoso, etc. Son maneras de designar o de dar nombre a la divinidad como plenitud. Ejemplos: Dios es Luz y es Vida (o bien, Dios es vivo'). Estos términos de plenitud culminan en el famoso "Dios es Amor' Pero ¿acaso todos estos nombres y atributos no aparecen como expansión del nombre y atribución supremos: Dios es Padre?


IV. Atributos de la época patrística

Los escritos cristianos aplicarán a Dios gran abundancia de epítetos. Como si la evolución doctrinal quisiera probar una ley no escrita en parte alguna, a saber: que el hombre tiene necesidad de dirigirse a Dios, empleando para ello un cúmulo de atributos con los cuales no quiere propiamente ampliar el conocimiento que de Dios tiene, sino ensanchar la confianza con la que a Dios se dirige. Por eso, estos atributos tienen más de invocación que de doctrina. Esta ley explicaría que, apenas terminado el siglo I, aparezca esta gran profusión de atributos que vemos en la la Carta de Clemente:

"Tú, Señor, has creado la tierra; tú, fiel hacia todas las generaciones, justo en tus juicios, admirable en tu fuerza y en tu magnificencia, sabio en la creación y providente cuando sostienes lo que creaste. Tú eres bueno en las cosas visibles, fiel a los que creen en tí; benigno y misericordioso; perdonas nuestras iniquidades, nuestras injusticias, pecados y delitos".

Dos de los Capadocios hacen progresar el tema de los atributos: Gregorio de Nysa, después de una notable justificación filosófica, añade a los atributos de la Timoteo el de apeiron(=infinito)". Y san Basilio el Grande sabe combinar el uso de atributos negativos y positivos: después de evocar la incorruptibilidad e invisibilidad de Dios, (y la propiedad en cierto modo negativa del Padre ingénito) no olvida la atribución positiva:

"Por otra parte, decimos que Dios es bueno, justo, creador, juez y otras cosas parecidas. Así como los términos anteriores indicaban negación de propiedades extrañas a Dios, éstas indican la afirmación y presencia de atributos propios de Dios, que la reflexión oportunamente descubre".

Cirilio de Jerusalén piensa sin duda que el tema de los atributos es propio de la catequesis, y lo trata con sobriedad:

"Basta, para nuestra piedad, saber que hay un solo Dios: que existe desde toda la eternida eI siempre igual a sí mismo. No tiene causa, y nadie es más poderoso que él [...] Tiene muchos nombres: es omnipotente, su sustancia es simple y homogénea. Es llamado bueno, justo, omnipotente, Sabaoth, pero no por eso es diverso ni estos nombres significan cosas diversas. Al contrario, se debe reconocer que, siendo uno e idéntico, realiza todas las operaciones de la divinidad [...] y posee en medida igual sabiduría y bondad"

En Occidente, San Agustín acumula los atributos divinos en un célebre pasaje de las Confesiones, convirtiéndolos en superlativos, para ser fiel a la ley de la analogía que exige la aplicación eminente de las cualidades:

"Oh Sumo, óptimo, omnipotentísimo, misericorcdiosísimo, justísimo, muy remoto y muy presente, bellísimo y fortísimo, estable e inaprehensible, inmutable y que todo lo cambia, nunca decrépito y nunca nuevo, renovador de toda cosa. Siempre activo, siempre en reposo: recoges sin necesidad; guías, llenas y conservas; creas, nutres y haces madurar; buscas cuando en realidad nada te falta; amas siempre, celoso y tranquilo; te arrepientes sin sufrir; te sobreviene la ira pero estás en paz; cambias las obras, pero no el designio, recuperas todo lo que encuentras y nunca lo pierdes; nunca indigente, te alegras en la ganancia; nunca avaro, exiges los intereses; te prestamos para tenerte como deudor, pero ¿quién tiene algo que no sea tuyo? Pagas las deudas sin deber nada a nadie, las perdonas sin perder nada" .

San Jerónimo sabe que nada sabe: "Sabemos que hay un Dios y sabemos también lo que él no es. Pero lo que él es y cómo es él, eso no lo podemos saber. Pero tiene tanta bondad y misericordia indulgente hacia nosotros que nos hace conocer algo de sí mismo, y nos es dado comprender su existencia, a través de los beneficios recibidos. Pero es un hecho que ninguna criatura lo puede comprender, efecto del abismo que nos separa. Dicho con más precisión: conocemos lo que Dios no es, pero no podemos saber lo que es". Más preciso, aunque menos genial que Agustín, Jerónimo ofrece, en el mismo Comentario a Isaías, estos atributos: Invisibilidad, omnipotencia, incomprensibilidad, invisibilidad, inaccesibilidad" .

La máxima acumulación de títulos y atributos aparece con Juan Damasceno, como si su figura fuera emblemática de un período final en la patrística:

"Increado y sin principio, inmortal, infinito, eterno, inmaterial, bueno, creador, justo, plenitud de la luz, inmutable, impasible, no circunscrito, incontenible, indefinible, ilimitado, invisible, más grande de cuanto se pueda imaginar. No tiene necesidad de nada, Señor absoluto y árbitro inapelable, Señor de todo, dispensador de la vida, omnipotente, santificante, generoso, circunda y rodea en sí mismo todas las cosas y lo provee todo" .

¿Acaso este torrente de epítetos añade alguna cosa a la humilde intuición del contemplativo? Por eso san Bernardo vuelve a insistir en los atributos negativos —sobre todo en la incognoscibilidad— aunque, en contrapartida, reconoce que, en Cristo-Imagen, se manifesta la realidad misma de Dios:

"¿Qué podía haber pensado el hombre sobre Dios? ¿No se habría fabricado quizás un ídolo en su corazón? Dios era inaccesible, incomprensible, absolutamente invisible e impensable. Pero, ahora, condescendió a ser comprendido, a ser visto a ser pensado: [...] reclinado en el pesebre, sostenido por una falda virginal, predicando en la montaña, rezando durante la noche; también colgado de la cruz [...] y, todavía, resucitando al tercer día...".


V. Clasificación de los atributos divinos

Se dan muy diversas clasificaciones de los atributos divinos. San Francisco de Asís alterna con libertad de espíritu los atributos de altísimo y señor, referidos a la esencia divina, con invocaciones a cada una de las divinas personas que culminan en la invocación: "Padre": "Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, Padre santo y justo, Señor rey de cielo y tierra...

Santo Tomás, siempre coherente con lo que significa que la esencia de Dios sea su simple existir, empieza por la simplicidad divina, por la absoluta transparencia de Dios, diríamos hoy. El significado de tal preferencia es que, al empezar por la simplicidad de Dios, Tomás de Aquino puede dejar en claro desde el comienzo de su discurso, que en Dios no hay composición de ninguna clase: ni de materia y forma (es incorpóreo), ni de acto y potencia (es Acto puro), ni siquiera de esencia y de existencia (essentia Dei estsuum esse = su esencia es su propio existir por sí mismo)". Tomás continúa con la omniperfección, la bondad, la infinitud, la omnipresencia, la inmutabilidad, la eternidad y la unidad'. Pero no olvida de tratar del conocimiento o ciencia de Dios, de su voluntad y, por tanto, de su amor. Todo ello le lleva a tratar extensamente (en la cuestión 18) de la vida de Dios, equivalente a la atribución "Dios es vivo". Este atributo, "vivo o viviente", será tematizado por el primer Tratado de Dios Uno y Trino, que es el de Francisco Suárez. En plena modernidad, el tema de la vida en Dios será enfatizado, más tarde, por Hegel".

La clasificación propuesta por J. Auer es, en general, acertada y vale la pena seguirla, con los retoques que parezcan oportunos:

1°. Atributos alrededor de la afirmación 'Dios es el ser por sí mismoa) Dios existe por sí mismo. "La sustancia suprema no existe en virtud de ninguna causa eficiente" dice san Anselmo de Canterbury. Dios ni procede de lanada ni puede tener ningún origen que le sea extrínseco. Tomás de Aquino emplea las dos fórmulas, llenas de significado: "Dios es el Ser mismo" y "La esencia de Dios es su propio existir". Es el "Ser por sí mismo": ens a se, según la famosa fórmula de Suárez.

b) Dios es infinito en toda perfección. Es la fórmula de la Constitución Dei Filius del Concilio Vaticano I. También Kant cree connatural al entendimiento humano la idea de una Causa última, necesaria e infinitamente perfecta. El hecho que Dios sea "superperfecto" (hyperteles) no impide— al contrario, lo funda— el proceso ascensional de la criatura hacia la perfección relativa : "Sed perfectos como el Padre es perfecto...".

2°. Propiedades de Dios alrededor de los transcendentales: verdad, bondad, belleza y unidad. Hay que señalar las referencias bíblicas: "Yo soy el camino, la verdad y la vida"; "Alabad al Señor porque es bueno"; "el autor de la belleza"" , etc.

Nota sobre Dios como Verdad Primera. A Dios pertenece la verdad, transcendiendo incluso el concepto más alto que podamos tener de ella. En este sentido, no nos sirve de mucho aplicar a Dios la definición según la cual, la verdad es la adecuación de la mente a la realidad. Más nos serviría la observación heideggeriana acerca del concepto más profundo que de la verdad tenían los griegos. Platón, dice, explicó con la metáfora de la Caverna (República VII, 514a-517a) lo que los griegos entienden por verdad, a saber, la presencia de lo que está oculto en lo que se pone de manifiesto. Pues bien: Dios es la Verdad oculta que se deja encontrar en las cifras y símbolos manifiestos del mundo y del hombre.

Más allá de esta observación Dios es verdadero, es decir, fiel: en sí mismo y para el hombre que lo ansía. El AT entiende la verdad de una cosa, de una persona y de Dios como mismidad, integridad, fidelidad, lealtad (Emet). Pero la verdad, en Dios, permanece misterio insondable. San Jerónimo, buen conocedor de la mentalidad hebrea, ha insistido suficientemente, como más tarde lo hará Tomás de Aquino, en esa dimensión inabarcable del misterio divino siempre mayor que los conceptos y las palabras que nunca pueden adecuarse a él. Con todo, no debemos olvidar que, si Dios es la Verdad, ha de ser de algún modo inteligible, ya que sería una contradicción una verdad falta de luz. Si Dios es insondable es por exceso de luminosidad, no por deficit de ella.

Finalmente, la Verdad suprema se entiende como comunión. Y, ciertamente, comunión trinitaria. El Espíritu de Dios no es solamente el Espíritu de la Verdad por ser el Espíritu de Cristo (que es la Verdad) sino por ser el "Amor verdadero" , sustrato íntimo que expresa la distinción y la unidad propias de la comunión entre Padre e Hijo. La comunión en la Verdad abre al hombre al otro y a cada una de las tres personas. No es una simple asociación de ideas o juego mental afirmar que la verdad más profunda de la vida se manifiesta como amor y que, en definitiva, el ser se revela dándose y acogiéndonos.

3°. Propiedades esenciales negativas. Ya apuntadas: la simplicidad, inmutabilidad, omnipresencia, que de suyo no pueden ser transmitidas o comunicadas a las criaturas (atributos o propiedades absolutas e incomunicables). También la eternidad.

4°. Atributos relativos a la vida y a la acción de Dios: a) El conocimiento omnicomprensivo de Dios es evocada con una gran fuerza teológica y literaria en el Salmo 139.

b) La voluntad divina es voluntad salvífica universal en 1 Tim 2, 4, que se manifiesta como amor. Así, el Padre centra su amor fiel e infinito en Jesucristo en el cual nos ha bendecido con la efusión del Espíritu

Aunque Auer sitúa la omnipotencia entre los atributos alrededor de los transcendentales, su lugar más adecuado parece ser el de un predicado de la voluntad amante de Dios. Conviene observar:

* La voluntad divina aparecerá mas en la escatología consumada, cuando toda lágrima sea enjugada y Dios sea todo en todos, que en la historia. La omnipotencia de Dios no es simplemente la de quien puede todo lo lógicamente posible, sino la omnipotencia del amor, que en la protología es creador; en la historia aparece crucificado; y en la escatología se manifestará todo en todos.

* La Escritura y la Tradición cristiana nos dan la plena confianza de que, desde la protología, y aún en el peregrinar de la historia, la omnipotencia divina aparece:

— En el acto creador que nos atrae a la contemplación de todo cuanto existe.

— En la conversión de los pecadores, cuando Dios saca hijos de Abraham de las piedras.

— En la perseverancia de los fieles".

— En la realización de las promesas divinas relativas a la filiación divina, que nos permiten, en toda ocasión, rezar, amar, actuar como hijos de Dios, mediante el amor, el perdón, la alegría y la paz, que conducen a la reconciliación (camino propio del misterio pascual o paso "omnipotente" de muerte a vida).

— En la Resurrección de los muertes, ya que poderoso es Dios para llamar a ser todo lo que en el mundo ha perecido.

Está bien acabar todo lo que puede decirse de los atributos divinos con la famosa frase que aparece en la revelación del AT: Dios es amor y fidelidad, que en san Juan parece adquirir este matiz: Dios es amor fiel.

[ -> Agnosticismo; Agustín, san; Amor; Analogía; Anselmo, san; Biblia; Capadocios, Padres; Catequesis trinitaria; Comunión; Concilios; Creación; Escatología; Escolástica; Espíritu Santo; Filosofia; Hegelianismo; Historia; Jesucristo; Jesús; Kant; Misterio; Naturaleza; Padre; Pascua; Suárez, R; Teología y economía; Tomás, santo.]

BIBLIOGRAFIA: J. AUER, Dios Uno y Trino; Herder, Barcelona 1982; B. FORTE, Gesú d! Nazaret. Storia di Dio, Dio della Storia, Paoli: ne, Roma 1982; J. DALMAU, De Deo Uno et Trino, en Sacrae Theologiae Summa, BAC, Madrid 1955; H. KONG, ¿Existe Dios? Cristiandad, Madrid1979. No trata en forma clásica de los atributos pero sí trata en profundidad el tema del Dios uno y único; E. JONGEL, Dios como misterio del mundo, Sígueme, Salamanca 1984; J. MOLTMANN, In der Geschichte des dreieinigen Gottes, Munich 1991; J.M. RoVIRA BELLOSO, La humanidad de Dios, Secretariado Trinitario, Salamanca 1986; TOMAS DE AQUINO, SumTh, I q 13-22; J. Vlves, Si sentissiu la seva veu, Abadia de Montserrat 1987.

Josep M.a Rovira Belloso