EN NAVIDAD

Dios-con-nosotros

Monición de entrada: Para vosotros, familiares que habéis perdido a un ser tan querido como N., esta navidad ha adquirido un matiz especialmente triste. Este templo en el que nos hemos reunido manifiesta signos evidentes de la fiesta navideña. La Iglesia, que celebra el nacimiento del Salvador, se acerca hoy a vosotros, compartiendo vuestro sentimiento de pena, pero invitándoos a mirar la salvación que Cristo nos trae, y que es la misma vida de Dios para todos. La eucaristía pone ante nosotros esa vida de Dios. Esperamos que de ella goce ya nuestro hermano difunto (nuestra hermana difunta).

Oremos (adaptada de la misa de navidad):

Oh Dios, que de modo admirable
creaste al hombre a tu imagen y semejanza,
y de un modo más admirable todavía
restableciste su dignidad por Jesucristo,
concede a nuestro hermano (nuestra hermana) N.,
que ha muerto a la vida de esta tierra,
compartir la vida divina
de aquel que se ha dignado compartir con el hombre
la condición humana.
Por nuestro Señor Jesucristo...

Introducción a las lecturas: Con Cristo, que se ha hecho hermano nuestro, podemos llamar a Dios iPadre! Así lo expresa la lectura de san Pablo. Con Cristo, que va a nuestro lado, iremos seguros: «Caminaré en presencia del Señor», diremos con el salmo. Con Cristo, enviado del Padre, pasaremos de la muerte a la vida, nos asegura el evangelio de san Juan.

Primera lectura: iAbbá!, iPadre! (Rom 8,14-23) [RE, Leccionario, 1219-1220].

Salmo responsorial: Caminaré en presencia del Señor (Sal 114) [RE, Leccionario, 1212].

Evangelio: Quien escucha al que me envió ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5,24-29) [RE, Leccionario, 1247-1248].

Homilía: Esta iglesia, que viene escuchando en navidad el canto gozoso de villancicos porque ha nacido el salvador, escucha hoy los lamentos de quienes lloráis porque ha muerto vuestro ser querido. Pero lejos de resultar una contradicción, el mensaje de la navidad es precisamente el que puede ofreceros el consuelo consistente de la esperanza, queridos familiares (esposa, esposo, hijos...) de N., difunto (difunta). Nosotros, vuestros parientes y amigos, acompañamos vuestro dolor en silencio. Dios os acompaña con palabras de vida y con hechos de salvación.

Dios se ha hecho hombre, se nos repite en la navidad. Este misterio admirable es el comienzo de la salvación portentosa que Dios nos regala a los hombres, aherrojados en este valle de lágrimas en que el pecado convirtió el mundo. Dios se ha acordado de nosotros y nos envía a su Hijo. Si Dios baja del cielo a la tierra, es para que los hombres podamos volver de la tierra al cielo. Si el Hijo de Dios se hace hombre, es para que los hombres podamos ser hijos de Dios y podamos llamarle «iAbbá! (iPadre!)» con todos los derechos: «Si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo», nos decía san Pablo en la primera lectura.

Jesucristo es la luz de Dios que ilumina las sombras. Simbólicamente lo expresa la Iglesia eligiendo como fecha del nacimiento del Señor el día en el que la luz comienza su victoria sobre la noche: a partir de esa fecha, cada día será un poquito más largo y la noche un poquito más corta. Cristo es el nuevo sol sin ocaso.

El es el Verbo, la palabra de Dios que se hace carne y habla a los hombres. Dios no permanece callado e impasible ante los acontecimientos de los hombres. Dios habla y se encarna en nuestras propias situaciones. Con palabras de vida y con hechos de vida, como decíamos. Jesús es el punto de encuentro de Dios con los hombres y de los hombres con Dios.

Jesús es el amor de Dios que se encarna en las entrañas de María, que adopta a José como padre, que late en el corazón del niño nacido en Belén y que crece en el seno de una familia humana, conociendo y viviendo sus avatares: el cariño y la ternura, el trabajo y las dificultades, los momentos de gozo y los de sufrimiento.

Jesús derrama la salvación de Dios a manos llenas: pone luz en un mundo en tinieblas, es palabra de perdón para los pecadores y es palabra de consuelo para los que sufren, y es corazón que se encarna en el dolor humano, y es esperanza que devuelve la confianza en Dios y en la vida, y es comprensión que conoce nuestras debilidades, y esamor que invita al amor. Una de las plegarias eucarísticas recoge expresamente todo este mensaje: «Tú, Señor, te preocupas siempre de nosotros y de todos los hombres y no quieres estar lejos de ellos. Tú nos has enviado a Jesús, tu Hijo muy querido. El vino para salvarnos, curó a los enfermos, perdonó a los pecadores y a todos nos mostró tu amor» (plegaria eucarística para las misas con niños I).

Pero este comienzo de la salvación, había que llevarlo a su final pleno. La pascua de navidad es una llamada a la pascua de resurrección. Las dos forman el misterio íntegro. La luz había de conseguir la victoria más importante: la victoria contra las tinieblas de la muerte. Dios tenía que pronunciar la palabra más definitiva: «Ha resucitado!». Para ello, Jesús debía cumplir la misión para la que había sido enviado: cargar con el pecado y el sufrimiento de la humanidad, clavarlos en la cruz y ofrecer su sacrificio hasta la muerte por la redención del mundo.

Hermanos, ahora mismo, en la eucaristía, renovamos el misterio total de la salvación. No sólo la pascua de navidad, sino la pascua de resurrección, que incluye la Ascensión y la gloria definitiva de Cristo, junto al Padre, con el Espíritu.

Pedimos al Señor que introduzca en ese ciclo maravilloso a nuestro hermano (nuestra hermana) N. Que el Dios que bajó del cielo, se hizo hombre, murió y resucitó, lo (la) tome de la mano y lo (la) lleve de la muerte de la tierra a la vida del cielo. El evangelio lo anunciaba: «Os aseguro que llega la hora —decía el Señor— y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán». Que así sea.

Invitación a la paz: «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres» es el canto de navidad. Que el Señor nos conceda la paz de creer que nuestro destino, tras el paso por la tierra, es el cielo. En Cristo, que nos ha hecho hermanos, daos la paz.

Comunión: Este es Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre para que los hombres seamos con él hijos de Dios y herederos de su reino. Dichosos los que le reciben en la cena del Señor.

Canto o responsorio: El nacimiento del Señor en la pascua de navidad le llevará hasta la pascua de su muerte y resurrección. Las dos pascuas forman el misterio pleno de la salvación que ahora cantamos.

Oremos (adaptada de la misa de Navidad):

Dios de misericordia,
en este tiempo en que celebramos
el nacimiento del Salvador,
humildemente te pedimos
que a nuestro hermano (nuestra hermana) N.
lo (la) hagas partícipe del don de la vida eterna en tu gloria.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Agradecimiento de la familia: Tenían razón al decir que esta navidad iba a tener un signo muy especial y muy triste para nuestra familia. Vuestra compañía nos ayuda a sobrellevarlo un poco mejor. Y sobre todo, esta celebración nos ha ofrecido el consuelo de creer que N. está celebrando su nuevo nacimiento, su navidad definitiva en el cielo.