35 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXXIII
CICLO C
(8-13)

 

8.

-El mundo tiene fin: En la línea de la esperanza, y en primera línea, encontramos a Jesús de Nazaret con su evangelio. El nos ha revelado que el mundo tiene un fin, que pasa este mundo y llega el reinado de Dios.

¿Qué significa este mensaje?, ¿qué sentido tiene hoy para nosotros? ¿Puede desaparecer el mundo de la noche a la mañana, de esta triste y larga noche de la historia que hacemos y padecemos los hombres al "día del Señor" o a la mañana en que florezcan y den su fruto las más bellas utopías? ¿Significa que estamos emplazados y que el día de la cita con Dios se acerca cada vez más? ¿Es el día del fin del mundo el último día de nuestro calendario? En medio de tantas preguntas, una cosa parece cierta: Si el mundo tiene un fin, el mundo no es Dios. Y nada de lo que hay en este mundo es Dios. El templo tampoco, ni la Iglesia, nada, absolutamente nada de cuanto hay en este mundo puede ser Dios.

Por lo tanto, los que creen en el mensaje de Jesús deben denunciar y desenmascarar todo lo que en este mundo y en esta sociedad se hace pasar por Dios o pretende representarlo de tal manera que los sustituya en la práctica. Pensemos, por ejemplo, en el culto a la personalidad y en el papanatismo, en los personajes que se endiosan, en los generales golpistas que se presentan como salvadores del pueblo, en los terroristas de toda calaña que están dispuestos a sacrificarlo todo y a todos en aras del ídolo que ellos han engendrado de su propio deseo, en el dinero y en el culto al dinero... Cuantas veces una parte de este mundo se sacraliza, esto es, se sustrae de la mano del hombre y del servicio a los hombres, se pone a salvo de toda crítica y de todo cambio y se considera como absoluto y eterno, se niega el fin del mundo. Pero entonces, también, se desatan los cuatro jinetes del Apocalipsis para que devasten la faz de la tierra, y para que este mundo, que se ha apartado de su auténtico fin y sentido, halle de todos modos el fin como destrucción.

MUNDO/FIN En segundo lugar: Si nada de este mundo es Dios, Dios es el Otro del todo y, en consecuencia, el único que puede poner fin a este mundo. Por eso dice Jesús que el Padre es el único que conoce el día y la hora. El día del Señor, el día que Dios se ha reservado para sí, es el día de su santo advenimiento. Ahora bien, el fin que Dios quiere para el mundo no es la destrucción sino "un nuevo cielo y una nueva tierra". El verdadero fin del mundo es el adviento de Dios, es el mismo Dios para el mundo. No es lo que el mundo puede producir, sino lo que puede recibir por la gracia y como gracia de Dios.

-Pongamos la esperanza a trabajar: Este mensaje del fin del mundo no es para quitarnos el sueño de tanto miedo, tampoco para soñar y emprender el viaje sin pena ni gloria a la última utopía. Es un mensaje para espabilar nuestra esperanza, para que pongamos la esperanza a trabajar. La fe en el adviento del Señor y en el fin del mundo nos libera, de una parte, de todos los ídolos, pero de otra nos compromete a derribarlos. Esperar en el santo advenimiento no es estar en el mundo "a verlas venir", sino salir de la estupidez del hombre que se siente "cautivo" por lo inmediato, por lo que tiene delante de las narices, y abrirse de par en par a lo insólito, a lo sorprendente, a lo nuevo, al enteramente Otro y en consecuencia a cualquier otro. Es ir más allá de los propios prejuicios, de los propios intereses egoístas, de las "razonables expectativas". Es fe, es caridad, es esperanza. Es trascender. Es ponerse a punto para el encuentro con Dios y con los otros hombres. Es construir la fraternidad.

PACIENCIA/ESPERANZA: Cuando la esperanza se pone a trabajar se reviste de paciencia, se hace realista y comprometida. Se sitúa al margen del pesimismo y del triunfalismo. Y entonces se halla en capacidad de superar tanto la tentación de no hacer nada como la pretensión de hacerlo todo. Por eso el que tiene esa esperanza, esa paciencia, no conoce el absentismo de los "pasotas" ni el fanatismo totalitario. No abandona a nadie, no atropella a nadie. No se somete al pasado, no impone el futuro. Se hace cargo del presente, con responsabilidad.

EUCARISTÍA 1980/53


9.

Estas palabras del evangelio siempre nos impresionan. Y, según como se mire, incluso dan un poco de miedo: podemos empezar a ver calamidades por todas partes, e incluso podemos llegar a imaginar que cualquier día se nos va a caer el cielo encima. Y quizás ahora deberíamos saber descubrir, de verdad, qué es lo que Jesús quiere decirnos con estas palabras, y cuál es el mensaje que hoy debemos saber captar.

-Los discípulos esperaban para muy pronto el Reino de Dios Porque Jesús, cuando pronuncia las palabras que hemos escuchado, se encuentra ya muy en el término de su vida: pronto lo van a detener, lo juzgarán, y lo clavarán en la cruz. Y ahora, en los últimos días antes de su muerte, cuando el nerviosismo se ha apoderado ya de los discípulos, que ven acercarse acontecimientos decisivos, Jesús -que también vive el desasosiego de su muerte cercana- les quiere hablar del futuro, de lo que tienen delante de ellos, del camino que deben recorrer.

RD/QUE-ES: Porque aquellos discípulos corrían el peligro de dejarse engañar fácilmente. Como vivían tan ilusionados esperando que el Reino de Dios -esa inmensidad de alegría y de paz, de amor y de justicia que Israel esperaba, y que también esperamos nosotros- vendría pronto, que pronto se trastornaría todo y resplandecería la salvación por todas partes, pues con facilidad podían imaginarse que cualquier descalabro que ocurriera, o incluso las persecuciones que con seguridad tendrían que sufrir, eran ya los signos de este reino de Dios.

Incluso les podía suceder que, al ver a Jesús ajusticiado, esperasen que Dios bajase de lo alto como un jefe guerrero, liberase a su Hijo de la muerte, y organizase de golpe aquí en la tierra el Reino de los cielos. Porque en realidad, aquellos hombres que seguían a Jesús creían firmemente en este reino de Dios, y esperaban anhelantes que llegase, y confiaban profundamente que todas sus angustias se iban a resolver pronto por la intervención divina.

-Queda mucho camino por recorrer Por eso Jesús, hoy, les advierte que vayan con cuidado y no esperen que dentro de cuatro días vayan a encontrarse con el Reino de Dios realizado. Que no crean que si ocurren acontecimientos inesperados -o guerras, o persecuciones, o la aparición de cualquier líder que afirme tener la clave de todos los enigmas, o algunas de esas profecías que últimamente vuelven a estar de moda- es signo de que todo termina y viene el Reino. Y que crean firmemente que este Reino vendrá, que el camino de los hombres tiene que llegar a la felicidad que Dios ha prometido, pero que por muchos signos que vean no se asusten, que el fin no va a venir en seguida: queda mucho camino por recorrer todavía, queda mucha constancia y esperanza a mantener, queda una larga historia de seguimiento de Jesús, antes de llegar juntos al día gozoso de la vida.

Y lo que ahora importa, como decía también en la primera lectura el profeta Malaquías, es creer que, si caminamos por el camino de la verdad, si honramos el nombre del Señor, si no somos como los malvados y perversos -los que creen que no necesitan a nadie, que son los dueños de todo-, nos iluminará el sol de la felicidad, que lleva la salud en sus alas. Seamos conscientes, por tanto, de que nuestra vida se juega aquí, día tras día, entre tropiezos y contrariedades, rodeados de esos problemas que cada uno vive y que hacen difícil nuestro camino.

Nuestra situación no es desde luego la de las guerras y persecuciones que el evangelio anuncia y que los primeros cristianos tuvieron que sufrir, pero sí es una situación que también exige valor y entrega, y no dormirse, y esfuerzo por seguir adelante en la fidelidad a Jesucristo. Ahí, en esa situación, en nuestra situación, con constancia y perseverancia alcanzaremos la verdadera vida.

Vivamos vigilante y oremos, mientras esperamos la plenitud del Reino de Dios. La eucaristía que nos reúne todos los domingos sea alimento en nuestro camino. Y ahora, cuando dentro de unos momentos proclamemos nuestra profesión de fe, afirmemos con gozo que esperamos la resurrección y la vida del mundo futuro.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1986/21


10.

EL DÍA DEL SEÑOR

-Perseverar en el sufrimiento para obtener la vida; el Día del Señor (Lc 21, 5-19) El capítulo 13 de san Marcos refiere también este relato pero de una manera bastante diferente. Jesús sale del Templo, y uno de sus discípulos le llama la atención sobre el esplendor del edificio reconstruido por Herodes. Es entonces cuando Jesús predice que de esa construcción que desafía a los siglos no quedará piedra sobre piedra. Un grupo de cuatro discípulos sube con él al Monte de los Olivos y Jesús tiene allí un discurso reservado para ellos.

En san Lucas, Jesús se encuentra en el templo, y es todo el pueblo el que escucha sus reflexiones. En los otros dos evangelistas, la destrucción del templo desemboca en el fin del mundo. La pregunta sobre el momento y las señales precursoras se centra en la ruina del templo solamente. Sin embargo, tanto en Lucas como en Marcos, el discurso de Jesús no se limitará a la destrucción del templo, sino que se extenderá hasta la catástrofe final del mundo y hasta la venida gloriosa del Hijo del hombre. Quizá san Lucas ha querido disociar claramente la ruina del templo, en el año 70, y los acontecimientos predichos del fin del mundo y de la venida del Hijo del hombre, no siendo la destrucción del templo una señal del fin de los tiempos.

Jesús anuncia primeramente los acontecimientos venideros; después, da consejos sobre la manera de abordarlos. Hay que tener cuidado de dos cosas: No confiar en quienes pudieran presentarse en nombre de Cristo diciendo: "Yo soy; el momento está cerca". Y tampoco las guerras y las revoluciones serán señal de los tiempos, ni tienen conexión con lo que ocurrirá al fin de los tiempos. En san Marcos, estos acontecimientos son considerados como el principio de las tribulaciones que habrán de venir.

Cristo describe entonces las catástrofes cósmicas: luchas entre pueblos, terremotos, espantos y grandes signos en el cielo. Poco importa, por otra parte, la descripción de estos acontecimientos. Pero en el momento de su desencadenamiento, el cristiano podrá darse cuenta de que su redención está cerca.

EVON/PERSECUCION : Lo que ante todo es importante son las persecuciones a las que estarán expuestos los cristianos. San Lucas quiere instruir a su comunidad, que vive entre el momento de su liberación por el bautismo, y el momento de la vuelta de Cristo. Durante este tiempo debe anunciarse el evangelio. Y eso provocará la persecución. Los discípulos no deberán temer nada; el propio Jesús les dará palabras y sabiduría contra las que nada podrán los adversarios. Pero la situación será muy dura, porque habrá traiciones por todas partes, hasta entre los miembros de la propia familia, y los cristianos serán odiados por causa del nombre de Jesús. Pero hasta los cabellos de la cabeza están contados y ningún mal podrá acontecer. El que persevere, se salvará.

Con esto, Jesús exhorta a sus discípulos y a todos los que le escuchan a la perseverancia. Para san Lucas, las persecuciones no son signos del fin del mundo; forman parte de la condición del cristiano que ofrece testimonio en medio de un mundo perverso. Para él, la paciencia, la perseverancia, son cualidades que debe cultivar cada cristiano en la comunidad. La actitud cristiana consiste en la fe firme en la acogida de la palabra del Señor y su puesta en práctica a través de todas las persecuciones.

-El Día del Señor, horno para los malvados, Sol de justicia para los buenos (Mal 3, 19-20)

Este texto se sitúa en una época de grave desaliento para Israel. Los exiliados han vuelto después de 50 años; el templo se ha reconstruido. Sin embargo, hay desilusión: Los que vuelven no han sido precisamente bien acogidos; sus bienes habían sido repartidos y ellos se ven solos, pobres, desatendidos; la ciudad, mal fortificada, es a menudo objeto de incursiones; todo ello tiene graves repercusiones en la vida religiosa. La gente está decepcionada y ya no se cree gran cosa; la fidelidad a la Alianza está claramente amenazada. En unos versículos antes del pasaje hoy proclamado aparece expresada la desilusión. "Cosa vana es servir a Dios" ( Mal 3, 14).

FUEGO/IRA-D: Es entonces cuando Malaquías se esfuerza por despertar al pueblo, y le anuncia que llega el día del Señor. En primer lugar, se habla de la irrupción de la cólera de Dios contra los impíos y perversos. Son como paja que arderá, "y no quedará de ellos ni rama ni raíz". Paja, árbol, son comparaciones ya utilizadas por otros profetas, por ejemplo, Nahúm (l, 10), Am6s (2, 9), o Isaías (5, 24). El fuego indica la cólera represiva del Señor. En el Deuteronomio, el Señor declara que el fuego de su cólera está encendido (Dt 32, 22). En Job, leemos: "Suelta Dios contra el (contra el impío) el fuego de su cólera" (Job 20, 23). El tema del fuego como venganza divina, se encuentra varias veces en Jeremías: "... no sea que brote como fuego mi saña" (Jer 4, 4); "porque un fuego ha saltado en mi ira que sobre vosotros estará encendido" (Jer 15, 14; 17, 4); "so pena de que brote como fuego mi cólera" (Jer 21, 12). Ezequiel emplea la misma imagen: "Soplaré contra ti el fuego de mi furor" (Ez 21, 36); "en el fuego de mi furor los he exterminado" (Ez 22, 31).

La imagen del árbol es también conocida de otros autores. En Job, la iniquidad es desgarrada como un árbol (Job 24, 20). En Jeremías, la cólera de Dios se vuelca sobre los árboles (Jer 7, 20). En el evangelio de san Mateo, Juan Bautista anuncia que "ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles" (Mt 3, 10).

La segunda fase será la aparición del Sol de justicia; con su esplendor trae la curación. Aunque el pueblo de Israel conoció sobre todo en el exilio, los cultos al sol, Malaquías no alude aquí para nada a ello. Se trata de una imagen de la poderosa intervención del Señor para defender a los pobres y a los oprimidos.

¿Resultarán vanas estas palabras de este domingo para los cristianos de hoy día, y tomaremos la proclamación de estas lecturas por poesías de otros tiempos? Sin embargo, es el Señor mismo quien habla, ¿y podría hablar para no decir nada, para no ser escuchado, para ceder a arqueologismos? Sería impensable. Intentemos, pues, en pocas líneas ver cómo esta enseñanza se aplica, indudablemente, a nosotros en la actualidad.

FE/FELICIDAD-NO : Algunos de entre nosotros son consuetudinarios de la desilusión y, como tales, propensos a la laxitud. ¿De qué desilusiones se trata? Con frecuencia han esperado de su fe y de su vida religiosa lo que no puede darles: la felicidad humana; el cristianismo no asegura ninguna felicidad terrena.

La fe y la fidelidad no aseguran la dicha terrena. Por el contrario, con frecuencia es la persecución y los malentendidos, incluso familiares, lo que puede seguirse. Algunas formas de desilusión, por lo tanto, han de atribuirse a una falsa comprensión del cristianismo. En tal caso, la visión del día del Señor puede ser saludable: La religión cristiana no existe más que con vistas a ese día y no adquiere sentido más que en función de él.

Pero hay desilusiones que se deben a otros motivos. A algunos lo que les desilusiona es la carencia espiritual en muchas esferas de la Iglesia. Ven en ella tibieza, abandonos, debilidades en la fe, incertidumbres por todas partes. Hasta en las Ordenes religiosas, las más dedicadas hasta ahora a la espera del Señor, encuentran traición a su propio objetivo. Es una forma insidiosa de tentación de cara al último día. Aunque los motivos a veces son objetivos, la clara visión de nuestro destino en Dios no legitima en modo alguno la huraña desilusión; al contrario, con Malaquías, habría que tomar ánimos y espabilar lo que parece dormido o en peligro.

Más grave es el peligro que corren muchos cristianos que no se interesan en absoluto por problema alguno de su propia vida o de la vida de la comunidad cristiana a la que pertenecen. Sin saberlo siquiera, viven un conformismo sin problemas y, sin duda, jamás han sentido cruzar sobre ellos el soplo de la persecución del mundo, precisamente porque su vida cristiana no tiene ningún relieve y no puede hacer impacto sobre su entorno. A esos cristianos que no sienten ningún desgarramiento, las lecturas de hoy deberían inspirarles reflexiones útiles. Nada importante puede desarrollarse sin sufrimiento; cuando en una comunidad cristiana y cuando en sus miembros no se dan rasgos de sufrimiento ante la propia búsqueda de vida religiosa, hay que temer que ésta sea tibia. Sin duda, ha perdido el mordiente de su misión en el mundo; se ha cerrado sobre sí misma, o se contenta con trabajar por el progreso de los valores humanos, desinteresándose del avance de los valores espirituales. Vive de sus rentas y las agota peligrosamente en una época en la que deben movilizarse todas las fuerzas para reivindicar la primacía del Reino de Dios. ¡Sana confrontación con el objetivo final; sana confrontación de la Iglesia, de toda comunidad cristiana y de cada cristiano con el significado profundo de su existencia!

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 106 ss.


11. PACIENCIA/SUFRIMIENTO 

Lucas recoge las palabras de Jesús sobre las persecuciones y la tribulación futuras subrayando de manera especial la necesidad de enfrentarse a la crisis con paciencia. El término empleado por el evangelista (hypomone) significa entereza, aguante, perseverancia, capacidad de mantenerse firme ante las dificultades de la vida, paciencia activa.

Apenas se habla de la paciencia en nuestros días y, sin embargo, pocas veces habrá sido tan necesaria como en estos momentos de grave crisis socio-cultural, incertidumbre generalizada y frustración existencial.

Son muchos los que viven hoy a la intemperie y, al no poder encontrar cobijo en nada que les ofrezca sentido, seguridad y esperanza, caen en el desaliento, la crispación o la apatía.

La paciencia de la que se habla en el evangelio no es una virtud propia del hombre fuerte y aguerrido como en Platón o Aristóteles. Es, más bien, la actitud serena de quien cree en un Dios paciente y fuerte que deja desarrollarse esta historia, a veces tan incomprensible para nosotros, con ternura y amor compasivo.

El hombre animado por esta paciencia no se deja perturbar por las tribulaciones y crisis de la existencia. Mantiene el ánimo sereno y confiado. Su secreto es la paciencia fuerte y fiel de ese Dios que, a pesar de tanta injusticia absurda y tanta contradicción, sigue su obra hasta cumplir sus promesas.

Al impaciente la espera se le hace larga. Por eso se crispa y se vuelve tan intolerante. Aunque aparece violento, agresivo y fuerte, en realidad es un hombre débil y sin raíces. Se agita mucho, pero construye poco; critica constantemente, pero apenas siembra nada; condena, pero no libera. El impaciente puede terminar en el desaliento, el cansancio o la resignación amarga. Ya no espera nada. Ya no espera en nadie.

El hombre paciente, por el contrario, no se irrita ni se deja deprimir por la tristeza. Contempla la vida con respeto y hasta con simpatía. Deja ser a los demás, no anticipa el juicio de Dios, no pretende imponer su propia justicia a su manera.

EP/COMPROMISO: No por eso cae en la apatía, el escepticismo o la dejación. El hombre paciente lucha y combate día a día, precisamente porque vive animado por una esperanza. «Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo» (/1Tm/04/10).

La paciencia del creyente se enraiza en ese Dios Amigo de la vida. A pesar de las injusticias que encontramos en nuestro camino y de los golpes que da la vida, a pesar de tanto sufrimiento absurdo o inútil, Dios sigue su obra. En él ponemos nuestra esperanza.

JOSE ANTONIO PAGOLA
SIN PERDER LA DIRECCION
Escuchando a S.Lucas. Ciclo C
SAN SEBASTIAN 1944.Pág. 123 s.


12. EP-CRA/EP-HUMANA

ESPERANZAS INSUFICIENTES

El hombre tiene esperanza cuando cree que las cosas pueden cambiar y piensa que es posible transformar la situación y llegar a disfrutar de una vida más humana. Por eso son muchas las preguntas que comienzan a despertar en el corazón del hombre moderno: ¿Qué esperanza pueden tener hoy los hombres? ¿Qué es lo que pueden esperar? ¿Dónde se puede apoyar su esperanza? ¿Hay algo que nos puede permitir una vida más liberada y humana?

Todos experimentamos la necesidad de vivir más intensamente, más libremente, con mayor plenitud y seguridad. Y casi instintivamente buscamos «algo» capaz de llenar nuestras aspiraciones.

Y cuando nos parece haber encontrado algo que puede realizar nuestras esperanzas, casi sin darnos cuenta, lo «sacralizamos», lo absolutizamos y le rendimos nuestro ser. Por eso son muchos los que, habiendo abandonado toda religión y toda fe en Dios, «sacralizan» ahora la ciencia, el progreso, la política, el dinero, el bienestar, como nuevos "dioses" que nos pueden ofrecer hoy la «salvación». Como decía Bossuet: «Todo es Dios menos Dios mismo».

Pero la humanidad sufre hoy una profunda crisis de realismo. Nuestras esperanzas no se cumplen. Nuestras aspiraciones quedan insatisfechas. Cada vez es más difícil seguir poniendo la esperanza en algo que puede ofrecernos verdadera «salvación». Ya no hay ciencia capaz de garantizar un final feliz de la aventura humana sobre la tierra. No hay sistema económico capaz de ofrecernos un porvenir más seguro. Ninguna ideología capaz de abrirnos un horizonte de esperanza nueva. Ni el colectivismo marxista ni el desarrollo capitalista despiertan una esperanza razonable en las nuevas generaciones. Mientras tanto, el «suicidio colectivo» de la humanidad es ya históricamente posible. Cada vez es más insostenible el «equilibrio de terror» entre los grandes bloques del planeta. La carrera de armamentos crece sin control. Las guerras de hoy pueden desencadenar ya «el holocausto de la especie humana».

La esperanza cristiana no se alimenta del fracaso de otras esperanzas que puede alimentar el hombre. No nace tampoco del resentimiento o el desprecio a los esfuerzos de la ciencia, la economía o la política. Sencillamente descubre que son esperanzas insuficientes.

La fe nos permite descubrir con más claridad que la salvación que buscamos y necesitamos supera todo lo que los hombres nos podemos dar a nosotros mismos. Nuestra tarea es perseverar en esa búsqueda de una salvación final. Orientar todos los esfuerzos de la humanidad hacia esa meta definitiva de una sociedad de fraternidad y libertad. Seguir luchando obstinadamente, pacientemente, incansablemente. Dios nos ha creado creadores. Su promesa nos sostiene: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985.Pág. 353 s.


13.

Jesús ha enseñado en el templo. En el corazón del mundo judío ha lanzado su acusación demoledora contra los intérpretes de la ley (Mt 23). Sale del sagrado recinto después de acabar sus discursos a la masa del pueblo y a sus dirigentes. Y ahora, en los últimos días antes de su muerte, cuando el nerviosismo se ha apoderado de sus discípulos, que intuyen la inminencia de acontecimientos decisivos, Jesús les quiere hablar del futuro, del camino que deben recorrer.

1. El discurso escatológico En casi todas las grandes culturas existieron relatos míticos de una o varias destrucciones del mundo, algunas de ellas sucedidas en los orígenes -como el diluvio- y otras en el final definitivo de este tiempo y de esta historia. Estos mitos reflejan una idea esencial: la instauración de lo nuevo exige la destrucción de lo viejo. Y en cristiano: la historia va caminando hacia un último término, bajo la dirección de Dios; la salvación-liberación definitiva e indestructible está más allá de la historia, en la comunión con Dios.

Los tres evangelistas sinópticos concluyen las enseñanzas de Jesús en Jerusalén con un discurso escatológico, al que Mateo ha añadido las parábolas de las doncellas, de los talentos y del juicio final. Es uno de los textos más difíciles del Nuevo Testamento, y no parece que haya sido pronunciado por Jesús tal como nos es presentado. El discurso se remonta a Jesús y está formado por diversas frases suyas pertenecientes a momentos históricos distintos, y agrupadas aquí por la comunidad cristiana primitiva en razón de su unidad temática, al reflexionar sobre el sentido del camino de la historia humana y aplicarlo a su incipiente vida.

Supone en los tres un origen común, cuya base parece ser el capítulo 13 de Marcos. En él podemos distinguir -con ligeras variantes en los tres evangelistas- una introducción y el discurso de Jesús dividido en tres partes: la gran prueba, la venida del Hijo del hombre y la llamada a la vigilancia. La primera y la tercera parte están redactadas de forma cíclica: comienzan y terminan con el mismo tema, dejando en el centro la enseñanza principal. En la primera, el centro lo ocupa el anuncio de las persecuciones a sus seguidores; en la tercera, la confirmación de la profecía: "mis palabras no pasarán". Todo el discurso gira sobre la venida del Hijo del hombre, eje principal de toda su enseñanza.

Redactado después de la destrucción de Jerusalén, hecho que tuvo lugar en el año 70, es símbolo de la destrucción de un mundo corrompido y de espaldas a la llamada de Dios. Los hechos, ya acaecidos, demuestran que Jesús había visto con claridad lo que iba a suceder; lo que garantiza que también sucederán los acontecimientos aquí narrados y que están por llegar: los referidos al final de los tiempos. La destrucción de Jerusalén y del templo, que aquellos hombres considerarían como un terrible juicio divino, suscitó en la comunidad cristiana la pregunta de si no sería el comienzo del final.

ESCATOLÓGICO APOCALÍPTICA: Es un discurso escatológico de género literario apocalíptico, que no debe interpretarse al pie de la letra. La escatología trata de las realidades últimas, definitivas. La escatología bíblica es un modo de leer y de asumir la historia; tiene una visión grandiosa de la realidad y se despreocupa de la curiosidad del cuándo y del cómo sucederán los acontecimientos que refiere. Apocalipsis significa "quitar el velo", "re-velar". La apocalíptica, en cambio, sí se preocupa del cómo y del cuándo y utiliza con abundancia las imágenes fantásticas, los tonos dramáticos, los elementos catastróficos y terroríficos. Recurre también a los rumores: y son espantosos. Son rasgos apocalípticos las guerras, los terremotos, las carestías, las catástrofes cósmicas... Pero no son los que prevalecen. Forman el marco del cuadro. Hace hincapié en la venida del Hijo del hombre y en la insistente exhortación a la vigilancia, que es llamada al compromiso en la historia. Más que un anuncio de catástrofes es un anuncio de salvación, que se podría resumir así: a pesar de todo lo que suceda, no perdáis la fe, porque Dios os salvará. Una buena recomendación para entonces y para ahora.

VICIA/ESPERA-CSO  Los primeros tiempos del cristianismo fueron vividos con una fuerte tensión escatológica, con la idea de la vuelta inmediata de Jesús, que destruiría este mundo de pecado para comenzar su reino. Aunque Jesús había sido asesinado y todo parecía seguir como antes, los primeros cristianos caen en la cuenta -no sin vacilaciones y dificultades- de dos cosas que caracterizan justamente su modo de concebir la historia. La primera es que Cristo volverá, la historia tendrá un final en el que se manifestará en toda su plenitud la victoria de Jesús. La segunda es que esa victoria está ya presente, pero a nivel de fe. De ahí la vigilancia, integrada de espera -el cristiano vive orientado hacia el futuro- y de compromiso -el futuro se va construyendo aquí-. Esta tensión fue disminuyendo, y los cristianos se fueron resignando a la idea de una historia humana lánguida que tenía aún mucho camino que recorrer. La misma Iglesia se fue aceptando como una realidad de este mundo, atada a las contingencias históricas y sociales y cada vez más lejana y ajena al tiempo final. Así llegamos a nuestros días, en los que las expectativas de la segunda venida de Cristo y de la renovación final del mundo son casi nulas. Nuestro cristianismo carece de tensión escatológica de dimensiones cósmicas.

Existe una gran diferencia entre el temor actual a un desastre nuclear y la tensión escatológica de que hablan los evangelistas: el hombre moderno considera esta posible destrucción como el final de todo, sin escatología. En contraste con el mensaje de Jesús, el hombre moderno aprendió a autodestruirse sin ninguna esperanza de regeneración, lo que es trágico.

Jesús prevé tiempos difíciles. Nos presenta la historia humana inmersa en el dolor, la lucha, la guerra y la persecución. Nos anuncia que, a través de toda esta tremenda confusión, se está gestando el futuro: un mundo en continuos "dolores de parto" (Rom 8,22) y en continuo nacimiento del hombre nuevo (Ap 12,2.4-5). Quiere infundirnos confianza, para que no decaigamos en la fe en la hora de la prueba y sepamos reconocer en todos los acontecimientos de la historia la mano de Dios, que nos lleva a la plenitud. Nos explica el significado último de su intervención mesiánica. Porque ¿para qué vivir, esperar, creer, amar... si la muerte fuera el final de todo?

Jesús, que una y otra vez nos ha dicho que su reino se comienza a vivir y a construir ahora, al final de su camino nos recuerda que la plenitud de todo sólo vendrá después. Nos dice a los cristianos que debemos disponernos a una larga etapa de espera y de lucha; que las persecuciones serán la principal característica de la vida del cristiano que lo sea de verdad, mientras dure la historia del mundo. Lo mismo que él llegó a la gloria a través de luchas y de tribulaciones, le sucederá a los que sigan su camino.

2. Ocasión del discurso

Los discípulos, que no han estado atentos a gestos pequeños pero significativos como el realizado por la viuda -capítulo anterior-, se dejan sugestionar aún fácilmente por las cosas relumbrantes. Quieren que Jesús se fije en la magnificencia del templo.

El templo, en cuyo embellecimiento y decoración se trabajaba todavía en tiempos de Jesús (habían sido ultimados unos diez años antes de los acontecimientos del 70), era considerado como una de las siete maravillas del mundo antiguo. Representaba lo más sagrado, tanto para los judíos como para los primeros cristianos, nacidos todos ellos en Palestina. Construido por Herodes I y llamado templo de Herodes, era verdaderamente grandioso. Los judíos se sentían orgullosos de él, a pesar de sus antipatías por el idumeo Herodes y sus sucesores.

Dice de él ·Flavio-Josefo: "No había nada en todo el aspecto exterior del templo que no arrebatase los ojos de admiración y no impresionase el espíritu. Estaba todo cubierto de oro, de láminas tan espesas, que desde que el día comenzaba a despuntar aparecía tan deslumbrante como no lo hubiese estado por los rayos del sol. Y en los otros lados que no estaban vestidos de oro, las piedras de ellos eran tan blancas, que esta soberbia masa parecía desde lejos, a los extranjeros que la veían por primera vez, una montaña cubierta de nieve". Y el Talmud: "Quien no ha visto ultimado el santuario en todo su esplendor, no sabe qué es la suntuosidad de un edificio". La palabra griega "exvotos" indica las estatuas, las columnatas, los soportes...

Cuando Israel se encierra en sus fronteras, en sus seguridades y leyes y no admite la renovación interior que Jesús le ha transmitido, su templo -símbolo de su presente religioso- se ha convertido en una pura realidad humana. Con toda su belleza y con su antigua hondura de señal de Dios sobre la tierra, el templo de Jerusalén lleva dentro de sí los rasgos de la muerte. Su destrucción fue una llamada de atención sobre algo que Jesús ya había anunciado: el final de la antigua alianza y el comienzo de una nueva era de adoración al Padre "en espíritu y verdad" (Jn 4.23).

"Todo será destruido". La respuesta de Jesús es una predicción de ruina total. Dios busca un pueblo en el que se palpe su presencia. Al haberse apartado de él, se han incapacitado para tener un templo y celebrar en él los actos de culto. La destrucción del santuario es para Jesús la consecuencia externa de la obstinación interior del pueblo. Cosas que parecen intocables y eternas deben caer para que sea posible el reino de Dios, el hombre nuevo, la nueva humanidad. Jerusalén y el templo han traicionado su misión y serán destruidos.

Este texto de la destrucción del templo es muy significativo para nosotros. El pueblo judío vivía seguro y satisfecho a la sombra de su templo, orgullo de aquel pueblo pobre y humillado. Será destruida la maravillosa arquitectura del templo de Jerusalén y, con ella, el orden teocrático de Israel, su liturgia sacrificial, su sacerdocio, sus élites directoras y los que vivían a costa de los demás amparados en el desorden que habían establecido en nombre de Dios. De la misma manera debe ser destruido todo lo que no tenga su fundamento en el evangelio de Jesús.

La respuesta de Jesús no provoca ninguna reacción de asombro ni de protesta o dolor por parte de los discípulos, sino una pregunta. No inquieren sobre el porqué o el cómo ni pretenden averiguar quién va a ser el que lleve a cabo la destrucción; sólo les interesa la fecha del acontecimiento y la señal que lo anunciará. Pero el evangelio no satisface nuestra curiosidad acerca del supuesto fin del mundo y otras cuestiones similares, sino que es una llamada a una vida nueva en Cristo.

Es Mateo el que precisa más la pregunta: "Dinos: ¿cuándo tendrá lugar todo esto y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?" Jesús va a dirigir el discurso sólo a sus discípulos, a aquellos hombres que le seguían, que creían en el reino y esperaban anhelantes su llegada.

3. El doloroso alumbramiento de todo lo verdadero En lugar de responder directamente a la pregunta, Jesús orienta su respuesta hacia el destino universal de la creación y de la historia. Nos introduce en un ambiente apocalíptico.

El fin del mundo, en el sentido corriente de la expresión, no es inmediato. Habrá unos signos previos, que nunca deben entenderse como datos indicadores del momento en que tendrá lugar. Siempre que se han ensayado cálculos para determinarlo, se ha podido comprobar el error. El cálculo del momento preciso en que tendrá lugar el fin del mundo va directamente en contra de todos los pasajes evangélicos que exhortan a la vigilancia y que ponen de manifiesto la incertidumbre del momento final. Los signos que apunta Jesús sirven para recordarnos nuestro peregrinar hacia un mundo nuevo, ya que aquí no tenemos morada permanente .

"Cuidado con que nadie os engañe". El discurso de Jesús comienza con la enumeración de las cosas que deben suceder. Las señales afectan a todo lo que rodea al hombre. Todo lo que asegura su vida se tambalea. El orden pacífico entre los pueblos es destruido por guerras; la solidez de la tierra, sacudida por terremotos; la vida del hombre, amenazada por epidemias y hambres: el orden de los cuerpos celestes, trastornado por fenómenos inexplicables.

Surgirán seductores que se presentarán como los portadores de la salvación escatológica, como el cristo de la parusía. La frase "yo soy" es un hebraísmo que indica al mismo Dios. Siempre ha habido -y sigue habiendo- quienes pretenden colocarse en el lugar de Dios: ideologías, estados, regímenes, personas, que aseguran que son el bien último, la victoria definitiva del hombre. La historia bíblica, junto a la genuina experiencia religiosa y profética, registra un pulular de fanáticos e impostores religiosos que, sobre todo en tiempos de crisis, explotan la emotividad popular.

En las guerras espantosas, en las catástrofes de la naturaleza, como epidemias y terremotos, se debe ver "el comienzo de un doloroso alumbramiento" (Mt y Mc), pero no el anuncio del fin del mundo. Son rasgos que se encuentran también en los antiguos profetas y en el Apocalipsis de Juan. Todo son advertencias ante el peligro de seducción, ante el riesgo de errar el camino.

4. Las persecuciones El triunfalismo de muchos cristianos no tiene ningún apoyo en el evangelio. Jesús no engañó a la Iglesia presentándole un camino de facilidades y de seguridades, sino que expresamente nos dio a entender que el camino de sus seguidores estaría lleno de luchas y de dificultades. Nos anuncia la victoria final y, al mismo tiempo, un camino azaroso, difícil. Marcos y Lucas detallan más las persecuciones a que serán sometidos los discípulos. Mateo ya lo había hecho en el capitulo 10. La historia ha verificado la verdad de estas afirmaciones, como lo demuestra todo el libro de los Hechos de los Apóstoles y la historia posterior de la Iglesia. Ya en el año 64 estallará la sangrienta persecución de Nerón. Jesús lanza una seria advertencia a todos los que quieran ser sus discípulos, a todos los que quieran seguir su proyecto de reino. Deben ser conscientes de la dificultad del camino, sobre todo cuando las cosas llegan a situaciones límite, en las que se sigue adelante o se deja todo: cuando los caminos emprendidos son verdaderamente liberadores, y no se quedan en meras palabras o ritos. Deben saber que el camino y las dificultades que él tuvo serán el camino y las dificultades de sus seguidores; tanto más semejantes cuanto mayor sea la entrega a su proyecto.

Sabremos si seguimos o no a Jesús si las cosas que le pasaron a él y la respuesta que le dieron los distintos grupos sociales son las cosas y las respuestas que nos van pasando a nosotros. Es el mejor termómetro. A él le seguían los pobres, los sencillos, los hambrientos de pan y de justicia... Le rechazaron los hartos, los ricos... ¿Nos pasa igual a nosotros? ¿Y a la Iglesia?

Jesús tiene una visión de la historia realista y profunda. Sabe por propia experiencia que los que más busquen la justicia, la libertad y la verdad, los auténticos seguidores suyos, serán perseguidos y asesinados por los que teman perder algo en el cambio. Y muchas veces en nombre de Dios, como le sucedió a él mismo (Jn 16,2; Mt 26,65). Hemos de entender correctamente quiénes son los destinatarios de las persecuciones que anuncia Jesús. Incluye a personas que, desde otras ideologías y religiones, trabajan seriamente por un mundo distinto; muchas veces empleando el evangelio que nosotros profesamos de palabra.

Los cristianos tenemos que ser hombres molestos en el mundo. Debemos ser inquietos, porque tenemos que estar siempre intuyendo nuevas metas, criticando situaciones defectuosas, animando a seguir hacia el futuro, tratando de no desfallecer nunca. "Por mi causa os odiará todo el mundo". ¡Cuántas veces nos odian y nos desprecian por no ser fieles al Maestro! Nos deberían odiar los defensores de las insultantes desigualdades sociales, los explotadores, los dictadores -asesinos "al por mayor"-... Nunca los luchadores por la igualdad entre hombres y pueblos, los inconformistas... ¿Sucede así o es lo contrario?

La tribulación será tanto más grande cuanto mayor sea la fidelidad con que se transmite el mensaje de Jesús. Prevalecerá el desenfreno. Se experimentará el escándalo del nombre de Jesús en todos los lugares en que vivan verdaderos discípulos suyos. Una persecución que no sólo procede de fuera, sino también de dentro, de las mismas comunidades cristianas, de la misma jerarquía. Falsos profetas que confundirán a muchos y traicionarán la verdadera misión del cristiano y de la Iglesia: anunciar el reino del amor, de la justicia, de la libertad... Muchos fallarán y se acomodarán al perder fuerza su fe y enfriarse su amor; bastantes, buscando otros objetivos a la sombra de la religión, tratarán de eliminar a los que intenten desenmascararles.

5. Necesidad de la perseverancia

Teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, es lógico que Jesús nos haga una llamada a la perseverancia. No a la paciencia, a no ser que ésta sea entendida en su sentido bíblico de constancia y fidelidad en el camino emprendido.

Nos acecha la tentación de prescindir de las exigencias de Jesús y acomodarnos a los valores de este mundo: violencia, compromiso con el poder, riqueza, apariencia... En medio de la lucha, Jesús nos promete que sólo a su lado encontraremos el sentido de la vida. Una vida que no se confunde con el final feliz de una novela. Desde una perspectiva humana, el fin será un completo fracaso; supondrá probablemente soledad e incomprensión respecto a los antiguos amigos y a los propios familiares, si buscan el éxito en esta vida; supondrá dificultades con respecto a los poderes de este mundo -político, económico y religioso-, siempre en guardia contra los que anuncian otras verdades y exigencias; parecerá que las leyes de la naturaleza y de la historia se ríen de la ilusión y de la utopía del cristiano.

Cuando todo se haya unido para señalar la "insensatez" de la vida cristiana, Jesús nos dice que no perderemos ni un cabello de la cabeza y que la perseverancia nos llevará al triunfo definitivo. Nada verdadero se pierde, sino todo lo contrario: se plenifica y eterniza. El hombre nuevo y la nueva creación se iniciaron con la venida de Jesús de Nazaret. Su desarrollo durará toda la historia humana. El fin individual del ser humano no se identifica con el fin de la historia. La salvación individual no coincide con la social. La maduración del individuo, por su entrega total y su constancia, es más rápida que la de la humanidad en general.

El que se mantenga firme hasta el final obtendrá la salvación- liberación. Clara postura cristiana, virtud escatológica, para vivir en el mundo actual. El evangelio permanecerá aunque muchos, a quienes está confiado, mueran interiormente y ya no estén a la altura de lo que requiere seguir el camino de Jesús. Su conocimiento llegará a todos los pueblos. Mateo se refiere al mundo conocido entonces: el grecorromano. "Y luego vendrá el fin" (Mt 24,14).

Podríamos resumir el anuncio de Jesús: deberemos luchar siempre, nunca podremos pensar que hemos ganado, pero ganaremos. No se trata de una lucha contra nadie. sino entre el bien y el mal, verdad y mentira. amor y egoísmo, justicia e injusticia. Esta lucha está también dentro de nosotros, porque todos tenemos bien y mal, amor y egoísmo... Mal vamos a colaborar en la transformación del mundo si no empezamos por nosotros mismos. Porque no cambiaremos la sociedad sólo por lo que hagamos, sino principalmente por lo que seamos. Es necesario que nuestra acción hacia afuera sea consecuencia de una vida interior profundamente enraizada en el evangelio de Jesús. Lo contrario es hipocresía; y la hipocresía no puede hacer avanzar la sociedad. Nadie está completamente en el bando de la verdad ni en el bando de la mentira. Únicamente Dios está totalmente en el primer bando, porque es ese bando.

FRANCISCO BARTOLOMÉ GONZÁLEZ
ACERCAMIENTO A JESÚS DE NAZARET- 4
PAULINAS/MADRID 1986.Págs. 90-9