30 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXXII
DEL TIEMPO ORDINARIO
17-25

 

17.

Cuando el Año Litúrgico está a punto de llegar a su fin, la mirada se vuelve hacia la conclusión de la historia y el retorno de Cristo.

1. Con la mirada puesta en la otra vida.

Ante todo se trata de mantener despierta esta fe en nosotros. Pablo la despierta (segunda lectura) en aquellos que se afligen por sus difuntos como «los hombres sin esperanza», y les hace ver que no se trata de una aniquilación ni de una transmigración de las almas, sino de la participación en la resurrección de Cristo, que ha superado la aparente definitividad de la muerte. Y esta resurrección de los muertos es para el apóstol tan cierta y apremiante que tendrá lugar según él antes incluso de que lleguen al cielo los que aún están vivos. Lo más importante no es, desde luego, esta indicación cronológica, sino la certeza de que todos los que pertenecen a Cristo «estarán siempre con el Señor»; se trata, por tanto (como se recomienda incansablemente en todo el Nuevo Testamento), de velar y de estar preparado para el día y la hora en que vuelva el Señor.

2. La sabiduría como vigilancia.

En este estado de vela permanente consiste precisamente para los cristianos la sabiduría de la que se habla en la primera lectura. El hombre no tiene necesidad de buscar lejos esta sabiduría o prudencia: la hallará sentada a su puerta, no tiene más que dejarla entrar. Pero debe «velar por ella» (Sb 6,1S), y al velar por ella pronto se verá «sin afanes», sobre todo se verá libre de la preocupación por lo que le espera después de la muerte. La sabiduría o prudencia dada por Dios es, en todo el libro de la Sabiduría, lo que consuela, lo que reanima, lo que transmite la bondad de Dios. Ella promete que «los justos vivirán eternamente» (S,15), que obtendrán «la incorruptibilidad» al lado de Dios y «reinarán eternamente» junto a él (6,18.21). «Esperan de lleno la inmortalidad» (3,4).

3. La parábola de la disponibilidad.

Con lo dicho se ha introducido ya la enseñanza fundamental de la parábola de las diez vírgenes, cinco de las cuales eran necias y cinco prudentes. Velar y perseverar en la esperanza, aunque sea de noche, es prudencia; no estar dispuesto para cuando llegue la hora, es necedad. A la hora de la muerte el hombre debe tener consigo, en su alcuza, el aceite de su disponibilidad, y esta vez ya no se puede volver atrás para procurarse en algún sitio la disponibilidad necesaria. En el evangelio se reconoce expresamente que las horas de la noche y de la incertidumbre pueden ser largas, que en el tiempo de la vida puede haber algo así como una cierta «flexibilidad» incluso para los prudentes, pero en el Cantar de los Cantares se dice: «Estaba durmiendo, pero mi corazón vela» (5,2). La disponibilidad para Dios puede estar viva en todo momento, incluso en medio de los asuntos mundanos. La imposibilidad de repartir entre diez el aceite de las cinco vírgenes prudentes no tiene nada que ver con la comunión de los santos, donde cada uno de los santos está dispuesto a compartir con los demás todo lo suyo. Se trata de la obtención de la santidad misma, que como tal no se puede compartir; con las santidades a medias, el Esposo no puede hacer nada: sólo la santidad total es por su esencia comunicable. Sólo el Hijo de Dios totalmente santo podía llevar sobre sí el pecado del mundo. Pero la parábola de las vírgenes necias, que llegan tarde y son rechazadas por el Esposo como desconocidas, no indica que Dios tenga el corazón duro como el pedernal y no quiera perdonar a los pecadores; simplemente indica que debido a nuestra tibieza e indiferencia podría ocurrir que llegáramos «tarde» a nuestra cita con él. Se nos sugiere esta posibilidad para que tomemos en serio la advertencia final: «Velad, porque no sabéis el día ni la hora».

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 116 s.


18.

MUERTE. ACEPTACIÓN. LA MUERTE PARA EL CRISTIANO ES EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR.

"El Señor volverá, Él lo ha prometido", cantaba con gozo, en los años sesenta el trovador religioso P. Aimè Duval. Y oraba con afán: "Dios mío, ¿será esta noche?" El REGRESO DEL SEÑOR, aunque sea en la noche oscura en la que a menudo nos sumerge la vida, es para el cristiano motivo de esperanza y de gozo. La liturgia, siguiendo la lectura continuada del evangelio, nos habla de ello cuando llegamos AL TERMINO DEL AÑO CRISTIANO. Este domingo presenta el encuentro con el Señor, tan deseable como la entrada a una fiesta de bodas y se nos advierte que, para poder entrar, debemos velar.

-La muerte cristiana: encuentro con el Señor

En la carta a los cristianos de la ciudad griega de Tesalónica, Pablo escribe que "los muertos en Cristo resucitarán... los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor". Es el regreso glorioso que esperamos e imploramos: "¡Ven, Señor Jesús!" decimos en cada eucaristía. El último domingo del año litúrgico lo dedicaremos a celebrar este acontecimiento.

Fijémonos hoy en nuestra vida personal, ya que CADA UNO DE NOSOTROS TENDREMOS TAMBIÉN UN DECISIVO ENCUENTRO inevitablemente personal con Jesús al término de nuestra existencia. Sí, los cristianos debemos aprender a contemplar así nuestra muerte. ¡Qué paradoja! La muerte, que tanto nos repugna, si la aceptamos con fe y amor nos abre a compartir la Pascua de JC: morimos con Cristo, que ha muerto por nosotros, para estar con Él, que vive para siempre. Pensar sólo en la tristeza de la muerte nos paraliza; pensar en el Señor con quien nos encontraremos, nos estimula. La muerte, para el cristiano, es el encuentro con el Señor.

-El Señor presente en la vida

Pero el Señor también se hace presente en la vida actual, que es nuestro peregrinaje, entre luchas y esperanzas, hacia Dios. El cristiano que se esfuerza para ser fiel a lo que nos pide la Palabra de Dios, va acercándose realmente al Señor. El cristiano que procura ver con ojos de fe a las personas y los acontecimientos, VA DESCUBRIENDO A JESÚS PRESENTE en las realidades de la vida: responsabilidades y tareas, servicio a los demás y caridad... signos de los tiempos (como decía el Papa Juan)... Más aún, sabe encontrarle en su propio corazón. El cristiano que vela atento sabrá descubrir, gracias a la luz de la fe, al Señor que está cerca de él y le responderá con generosidad.

-La sabiduría cristiana

Todo esto no se improvisa. DEBEMOS ADENTRARNOS EN LA ESCUELA DE LA SABIDURÍA CRISTIANA. La sabiduría que llena las páginas de la Biblia y ha llegado a ser tradición del pueblo de Dios. No se aprende en los libros de ciencia y tecnología, sino que es experiencia de fe y nace en el corazón que está atento a la Palabra de Dios, recapacita, ora y busca cumplir sobre todo la voluntad del Padre.

Los textos de hoy nos hablan de la sabiduría. La primera lectura nos anima a buscarla. El salmo nos sumerge en ella, ayudándonos a expresar el deseo más profundo de nuestra alma: la sed de Dios.

El evangelio nos presenta las cinco doncellas sensatas, sabias, que a pesar del retraso del esposo, supieron ser previsoras para cumplir con la tarea encomendada. Es un signo del creyente: atento, disponible, que vela para acoger al Señor cuando llegará. La sabiduría cristiana implica LA VIRTUD DE LA VIGILANCIA. Vigilancia sin angustia, con anhelo. El cristiano vela porque ama y quiere ser fiel a JC; porque sabe que su camino ahora es provisional y espera la patria definitiva; porque se reconoce pobre y pecador y es consciente de que puede cerrar la puerta a su Señor que viene. La Iglesia, madre, nos exhorta constantemente a tener el corazón despierto y a velar. "Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora". Hoy, ahora mismo, el Señor se hace presente entre nosotros.

J. COLOMER
MISA DOMINICAL 1987/20


19. LA ENFERMEDAD DEL SUEÑO

«Como el esposo tardaba en llegar, se adormecieron aquellas doncellas y se durmieron».

Lo reconozco, Señor, así soy. Cuando no veo la meta, cuando los sucesos que espero se retrasan, me duermo. Debe de ser algo innato. Quizá por eso el evangelio de hoy avisa con intención: «Se durmieron todas». Las necias y las sensatas. Enfermedad contagiosa, por lo visto, ésta del «sueño».

Y no le demos vueltas. El estudiante, al comenzar el curso, suele desplegar un cierto aprovechamiento. Es después, con la monotonía de las clases y la lejanía de los exámenes, cuando baja la guardia y se duerme. El deportista, al que no le llega su oportunidad y tiene que «chupar banquillo», muchas veces hace lo mismo: descuida sus entrenamientos y no tiene a punto sus aptitudes. Todos, en fin, más de una vez, hemos emprendido un camino nuevo, hemos iniciado un viraje de «cambio» en alguna faceta de nuestro actuar. Pero, ¡cuántas veces, al no palpar los frutos inmediatos, hemos vuelto a caer en la rutina, en el «hacer por hacer», quién sabe si en la tibieza! ¡Somos amigos del «llegar y besar»! Y, aunque se nos objete que «Zamora no se conquistó en una hora», fácilmente caemos en el peligroso sopor de los mediocres.

De ese «sueño» nos quiere despertar el evangelio de hoy. La ascética cristiana de todos los tiempos ha resaltado la necesidad de la constancia, de la paciencia, de la perseverancia. Jesús sentenció: «El que perseverare hasta el fin, se salvará». Y aclaró, además, que «el que pone su mano en el arado y vuelve su vista para atrás, no es digno de ser mi discípulo». Debemos comprenderlo muy bien.

Por eso, la más elemental sicología nos recomienda que insistamos una vez y otra vez en una misma y determinada acción. La repetición de los actos crea los hábitos, tanto para bien como para mal. Por lo que, ejercitarse en acciones buenas y ensayarlas constantemente, es asegurar un sistema de vida con garantías de éxito. Incluso ese éxito de los éxitos que consiste en «estar con las lámparas encendidas cuando llegue el esposo».

Conviene tener muy en cuenta estas cosas en la época tecnificada y supermoderna en la que vivimos. Hoy todos nos movemos en un torbellino de vértigo, de velocidad y de soluciones inmediatas. Desde el «aprenda usted inglés en 15 días» hasta la increíble rapidez de los medios de comunicación y los transportes, nos vamos acostumbrando a querer presenciar los sucesos antes casi de que se produzcan. Nuestros hijos son hijos del ordenador y de los cerebros. Y lo que nosotros conseguimos aprender en muchos días y horas de hincar los codos, leer, releer, subrayar y repasar, a ellos se les está sirviendo, en bandejas de imagen y contemplación, casi sin detenerse.

Es verdad que, luego, esos mismos logros de las técnicas y la velocidad nos pasan factura y nos sumen en los grandes atascos, las grandes masificaciones y los grandes caos de nuestras modernas ciudades. Es verdad igualmente que la «posmodernidad» no parece estar sirviéndonos un aceite de mayor garantía para nuestras lámparas. Lo que sí va siendo claro es que, cuanto «más hechas» se nos dan las cosas, más «nos dormimos en los laureles».

Por lo cual, atención a lo que dijo Jesús: «A media noche se escucha una voz: Que llega el esposo. Salid a recibirle».

ELVIRA-1.Págs. 92 s.


20.

Frase evangélica: «Velad, porque no sabéis el día ni la hora»

Tema de predicación: SABIDURÍA Y NECEDAD

1. Mateo relata en el capítulo 25 tres parábolas que se han llamado de las revisiones: las vírgenes (ejemplo femenino), los talentos (ejemplo masculino) y el juicio final (ejemplo de todos). La parábola de las diez vírgenes se apoya en el símbolo de una boda, en sus preparativos y cortejo, en la iluminación del camino con lámparas. El novio es Cristo, y la narración hace hincapié en la preparación de su venida.

2. Se hace ver en la parábola el contraste entre las respectivas actitudes de las vírgenes necias y las vírgenes sensatas. Las necias conocen el mensaje, pero no lo ponen en práctica; se quedan en la palabra. En cambio, las sensatas lo llevan a cabo en la vida; son coherentes. Lo decisivo es, pues, la puesta en práctica y el estar preparados o dispuestos. Completan el relato dos aspectos complementarios: el retraso del novio, como si Dios estuviese ausente, y el sueño que produce la espera en unas y en otras, ocupadas todas en las cosas de la vida, aunque no del mismo modo.

3. Según esta parábola, para ser buen cristiano se requiere tener una relación con Cristo, aunque a veces se nos oculta; con el amor, puesto que sin caridad no hay vida cristiana; y con el banquete compartido entre todos, ya que sin donación no hay caridad. «Sensato» es quien obra por sí mismo (no conducido u obligado), es previsor a tiempo (tiene en cuenta) y está atento (sabe lo que pasa). Es «necio» quien se aprovecha de los demás (abusa), no está dispuesto (es inconsciente) y no participa (se encierra en sí mismo). En suma, a Cristo se le encuentra en los hermanos (siendo compañero), en ocasiones decisivas (siendo vigilante), en la comunidad cristiana (siendo fiel) y en la eucaristía (siendo participante).

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Por qué razones somos frecuentemente necios?

¿Nos dormimos en la espera de la llegada del reino y del Señor?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 162


21.

IMPROVISACIÓN Y DEMORA MATAN EL AMOR

Leí un libro que, bajo el pretexto de explicar la fe, presentaba la vida como una ocasión de hacer carrera ante Dios; la vida como el medio de alcanzar la gloria a base de evitar pecados de comisión, omisión, intención, veniales o mortales, leves o graves. Me dio pena y risa a la vez.

No sé si habrán muchos pecados mortales; yo conozco uno que temo con todas mis fuerzas, mente y corazón: desertar de realizarme, cansarme de buscar la felicidad o dejar de lado la santidad. No salir al encuentro con Cristo o no ser como Dios manda.

La parábola de las «vírgenes prudentes y necias» nos pone de manifiesto que se nos da la vida como un quehacer y un porvenir al que estamos atados para que a golpes de fe, esperanza, amor, humor y equivocaciones la vayamos responsablemente sacando adelante. Y somos en esta tarea insustituibles; nadie puede realizarse en nuestro lugar, nadie puede ser santo o feliz en mi lugar.

El verbo vivir, (hacer la vida), es intransitivo. Si no lo realizas tú estás en pecado mortal, eres un muerto en vida.

De todas las definiciones de hombre que conozco yo me quedo con la de ser un animal vocacional, porque en esto sí que es un ser único en la naturaleza. Se le da la vida y en ella encuentra la invitación para llenarla de sentido haciéndose sujeto de una historia. Historia en la que se va a encontrar consigo mismo, con los demás y tal vez con Dios.

Dios no se le va a revelar al margen del acontecer histórico, sino, precisamente, en el seno de ese acontecer y en la medida en que él sea sujeto activo, protagonista, de esa trama histórica.

La vida del hombre es apertura de futuro. Todo lo que ha vivido es un tesoro que gravita en su presente y le avala el proyecto de futuro.

De la vida de Jesús, de su santidad y realización, conocemos lo suficiente como para amarlo y desearlo, y lo desconocemos lo justo como para seguir buscándolo. En el amor no cabe la improvisación ni en la búsqueda la demora.

Éstos son los defectos que pone de manifiesto el evangelio de hoy, el de las vírgenes prudentes y necias. Improvisaciones y demoras son enemigos del hombre en busca de su realización, en busca del sentido de su vida y en busca de la santidad. A esto, al no improvisar y no demorar, los cristianos llamamos vivir «velando» y «vigilando». Quien no vela y vigila se duerme. Entonces, la vida en vez de ser fiesta es siesta; es pecado mortal, dejas de vivir, eres un muerto viviente; pierdes el protagonismo y te quedas siendo un pasivo/sufriente de tu propia historia.

El hombre, si quiere alcanzar lo que Dios soñó para él, tiene que plantear su vida en tensión de futuro y aquí una vez más nos encontramos con el evangelio como un libro de terapia.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 130-132


22.

Nexo entre las lecturas

Es indispensable adquirir aquella sabiduría que nos dispone para el encuentro definitivo con Dios Nuestro Señor. La liturgia de hoy nos prepara de modo mediato para la solemnidad de Cristo Rey del Universo. La primera lectura hace un elogio de la sabiduría y subraya que aquel que la busca la encuentra. No está, por tanto, lejos de nosotros. Si queremos, podemos hallarla (1L). Esta sabiduría no consiste propiamente en un grande cúmulo de datos científicos, sino es más bien una sapientia cordis. Es un conocimiento profundo y experiencial de Dios y de su amor; un conocimiento claro de sí mismo y de los hombres, mis hermanos. El evangelio también nos habla de la sabiduría y de la prudencia de las vírgenes bien preparadas para la llegada del esposo. Se compara el Reino de los cielos a un banquete nupcial, y se subraya la necesidad de estar preparados porque no sabemos con exactitud la hora de la llegada del esposo. Las vírgenes son sabias porque han sabido prepararse adecuadamente, llevando consigo una buena cantidad de aceite que mantenga encendida su lámpara. Las otras vírgenes son insensatas porque se lanzaron improvisadamente por los caminos de la vida; no advirtieron que el esposo podía tardar; no se dieron cuenta que el tiempo podía hacer mella sobre sus ilusiones y esperanzas, y así, advirtieron con espanto que cuando ya se oye la voz del esposo, no hay aceite en su alcuza. No están preparadas para emprender la procesión final que conduce a la casa del esposo. (Ev). San Pablo en su carta a los Tesalonicenses les habla de la importancia de mantener la fe, e interpela a aquellos que mueren como si no hubiera otra esperanza. Todos aquellos que creen en Cristo y pertenecen a Cristo, estarán siempre con el Señor. Por esta razón, el cristiano debe vivir consolado con una gozosa y profunda esperanza.


Mensaje doctrinal

1. La verdadera sabiduría.
La sabiduría se podría definir como la capacidad de juzgar y obrar conforme a la verdad y a la voluntad de Dios. La Sagrada Escritura presenta al hombre sabio como aquel que ama y busca la verdad (cf. Si. 14, 20-27). No es, por tanto, la sabiduría la suma de conocimientos científicos por muy amplios, técnicos y diversificados que éstos sean. Más bien, sabio es aquel que hace propios los pensamientos de Dios y los deseos de su voluntad. Sabio es el que posee un conocimiento experiencial del amor de Dios y, a la luz de este amor, juzga todo el acontecer humano; juzga la propia vida y las propias decisiones y obra en consecuencia. Al margen de la verdad y de la búsqueda sincera de la verdad, no hay sabiduría posible. Por eso, se da el caso de personas iletradas, pobres en conocimientos científicos, incluso analfabetas, que son sabias porque conocen experiencialmente a Dios y buscan con sinceridad la verdad. Recordemos a santa Catalina de Siena, que mantenía correspondencia epistolar con el Papa y los grandes de su época, y no sabía escribir. Se da el caso, por el contrario, de personas ricas en recursos intelectuales y en conocimientos científicos que, sin embargo, no poseen la sabiduría del corazón. No conocen, ni aman a Dios y su voluntad.

El evangelio nos muestra a las vírgenes prudentes que saben almacenar el aceite para que no falte luz a su lámpara. Era una tradición judía acompañar a los novios desde la casa de los padres de la esposa hasta el hogar del esposo. Se organizaba una procesión festiva con lámparas y cantos. Era, pues, necesario que las vírgenes o doncellas tuvieran su lámpara encendida para acompañar debidamente al esposo que llegaba. Según la parábola evangélica, ser prudente y sabio significa "estar preparado para la llegada del esposo". Es decir, se trata de una actitud de vigilancia, una disposición del ánimo y del espíritu para salir al encuentro del Señor que está por llegar. El objetivo es mantener la lámpara encendida; mantener la confesión de la fe en Jesucristo nuestro salvador; mantener el gozo de la esperanza; mantener el ardor de la caridad hasta el último instante de nuestra vida. Por el contrario, ser insensato significa "ir al encuentro de los últimos acontecimientos de la vida, sin estar convenientemente preparado", dejando morir en el corazón el amor primero.

¿Cuál es, se pregunta uno, este aceite que mantendrá mi lámpara encendida para la venida de Cristo? Y la respuesta no puede ser otra sino el amor. El amor ardiente y generoso que mantiene el alma vuelta hacia Dios y hacia sus hermanos los hombres. El amor que es donación de sí mismo. El amor que consiste en descubrir en cada hermano la imagen misma de Cristo. Es el amor que triunfa sobre el pecado, el egoísmo y la soberbia. Es el amor que es la "más grande de todas las virtudes". Si deseas estar preparado para la venida del Señor, dispón tu alma para amar, para "permanecer en el amor" (cf. Jn 15,,9), porque al "atardecer de la vida te juzgarán sobre el amor". En efecto, nos dice la Escritura que quien no ama, permanece en la muerte (cf. Jn 3,14).

La parábola también nos indica que esta sabia preparación para la llegada del esposo es un asunto personal. Cada uno debe prepararse, porque cuando llegue el esposo no será posible intercambiar las alcuzas o pasar el aceite de una a otra. Cada uno es responsable de sí mismo y deberá ir preparando su alma para el encuentro definitivo con Dios. Veamos que no es poca la responsabilidad que tenemos en las manos. Hemos sido creados por Dios por amor y nos dirigimos incesantemente hacia Él. Sería insensato vivir como si Dios no existiese, como si nuestra vida no fuera pasando minuto a minuto, como si después de la muerte no estuviese el banquete celestial y la posesión eterna de Dios. Veamos que una de las tentaciones más fuertes del hombre moderno, y también del cristiano, es la de reducir sus esperanzas únicamente a aquello que es terreno y mundano. Un hombre sin horizonte de eternidad. ¡Como si la eternidad no existiese y no estuviese cada momento más cerca de nosotros! Avivemos nuestro espíritu, dejemos toda somnolencia o pereza; mantengamos firme la confesión de la fe porque ¡el esposo está por llegar! Se retrasa, pero llegará. Revisemos nuestras alcuzas, revisemos nuestras almas y si no hay aceite, y si no hay amor, no sigamos adelante, pongamos manos a la obra, porque al atardecer me juzgarán del amor.


¡Qué desgracia la de aquellas almas que pensando caminar sensatamente por la vida llegan a la puerta del esposo y escuchan las terribles palabras: no os conozco, os lo aseguro, no os conozco! Para que no nos suceda esto amemos hoy, entreguémonos hoy, veamos que con nuestro presente construimos nuestra eternidad. Al final de la vida sólo cuenta lo hecho por Dios y por nuestros hermanos.


Sugerencias pastorales

1. Vivir con la lámpara encendida. En los primeros años de la era cristiana al bautizado se le llamaba también "iluminado": aquel que había sido iluminado con la luz de Cristo. Aquel que había pasado de las tinieblas del pecado a la luz admirable del amor de Dios. El cristiano era como una lámpara cuya luz debía alumbrar a todos los de la casa. Esos cristianos seguimos siendo nosotros. También nosotros tenemos la obligación de vivir con la lámpara encendida. Tenemos la gran ocasión de iluminar a este mundo que se bate entre tinieblas. Tenemos la ocasión de ayudar a tantos hermanos nuestros que no conocen a Cristo o lo conocen sólo de oídas, pero no han hecho experiencia de su amor. Vivir con la lámpara encendida significa:

- Hacerse en la propia humanidad un dispensador de bien. Esto es lo que hacen esos grandes santos que irradian a Dios como el beato Juan XXIII que trataba con tanto cariño a los encarcelados, a los pobres, a las personas de otras religiones. Se trata de ser luz y consuelo para todos aquellos que yacen en tinieblas de muerte y de pecado.

- Vivir en actitud de servicio y donación. Se trata de superar el individualismo, el egoísmo, la propia comodidad. Me viene a la mente el caso del beato Laszlo Batthyany_Strattmann (1870_1931) un hombre laico húngaro, padre de 14 hijos, fundador de dos hospitales y un verdadero "buen samaritano" para cientos de enfermos y necesitados. Ante nuestros ojos hay dos opciones: o vivir para nosotros mismos, consumiendo nuestro aceite y guardando nuestra luz como luciérnagas; o vivir para Dios y para mis hermanos los hombres irradiando la luz de Cristo. Lo primero me llevará a la tristeza eterna, lo segundo a la felicidad eterna.

- Vivir de fe. Como san Pablo debemos poder decir al final de la vida: he combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Ahora espero la corona que el Señor me tiene reservada (cf. 2 Tm 4-8).

2. Juzgar todo conforme a la verdad. No nos engañemos con sofismas, con razonamientos humanos. Busquemos la verdad en todo, seamos sinceros con nosotros mismos y con los demás. Sólo aquellos que buscan la verdad por encima de todo son plenamente libres y no hay doblez en ellos. Recordemos que nosotros no somos los que construimos la verdad, ni decidimos sobre el bien y el mal. Por encima de nosotros está la ley eterna a la cual debemos conformarnos. No debemos, perder de vista que somos creaturas y que debemos humilde sumisión a nuestro creador. El inicio de la sabiduría es el temor de Dios (Prov. 1,7).

P. Octavio Ortiz


23. COMENTARIO 1

ACEITE-AMOR
El aceite de oliva era símbolo de riqueza y bendición de Dios en la antigüedad bíblica. Maravillosa fuente de recursos: ayuda para preparar comidas, medicamento, cosmético tonificante y abrillantador de la piel, combustible de lámparas, componente de los más variados perfumes, artículo importante de exportación al mercado común del Antiguo Oriente; en las excavaciones del palacio real de Samaria (S.IX a.C.) se encontraron óstraca -fragmentos de vasos de arcilla- con la inscripción "shemen rahus", aceite purificado, refinado, podríamos traducir.

Una parábola del Evangelio de Mateo gira en torno al tema del aceite como combustible para lámparas o candiles: "Diez muchachas, cinco sensatas y cinco necias, cogieron sus candiles y salieron a recibir al novio..."

La celebración del matrimonio en Israel era un asunto puramente civil que no culminaba en ningún acto religioso. Civil, pero sumamente festivo. La ceremonia principal consistía en la entrada de la novia en casa del esposo. El novio, con la cabeza adornada por una diadema y acompañado de sus amigos, se dirigía a casa de la novia. Esta lo esperaba ricamente vestida y adornada de alhajas, pero cubierta con un velo que no se quitaba hasta entrar en la cámara nupcial, a la que era conducida acompañada de sus amigas y el cortejo del novio entre panderetas y cantos. El asunto del velo dio motivo, en una ocasión al menos, para meter gato por liebre: recuérdese el caso de Labán que sustituyó bajo el velo a su hija Raquel, la hermana mayor y pretendida de Jacob, por Lía, la menor. Jacob se dio cuenta del cambio a la mañana siguiente, tras dormir con ella... (Gn 29,15-30).

Aquella noche, el novio de la parábola se retrasó más de lo debido, y las muchachas, amigas de la novia, se durmieron esperando. "A media noche se oyó gritar: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Se despertaron todas y se pusieron a despabilar los candiles. Las necias dijeron a las sensatas: Dadnos de vuestro aceite, que los candiles se nos apagan. Pero las sensatas -aparentemente poco amigables y caritativas- contestaron: "Por si acaso no hay bastante para todas, mejor es que vayáis a la tienda a comprarlo". Mientras iban, llegó el novio; las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta". Las necias no pudieron entrar.

La boda de la parábola simboliza la instauración del Reino de Dios en el mundo. Nada se dice en ella del simbolismo del aceite, pero todo hace suponer -por el resto del capítulo del Evangelio donde se encuentra esta narración- que el aceite que permite mantener encendida la lámpara de la vida cristiana es el amor a los que no cuentan en la sociedad, a los de abajo, a los marginados, haciendo producir en bien de ellos los talentos que Dios nos da. Quien tenga esta actitud entrará en el Reino de Dios: "Venid, benditos de mi padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui extranjero y me recogístesis; estuve en la cárcel y fuisteis a verme...

La provisión de aceite-amor nos asegura la entrada en el Reino de Dios. Este aceite no es posible recibirlo de otros ni prestarlo a nadie. Es algo personal e intransferible. Cada uno debe disponer de él para alimentar la lámpara de su propia vida, vida que, sin él, se apaga por instantes.
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24. COMENTARIO 2

SENSATEZ Y NECEDAD
Durante mucho tiempo se ha considerado que lo importante, lo sensato para un cristiano era prepararse a bien morir; se nos ha dicho que lo que al final contaba era alcanzar la vida eterna. Y quizá pensando en la otra vida hemos cometido la necedad de olvidarnos de la vida presente.

FIESTA DE BODAS
En los tiempos de Jesús, después de que la pareja llevara un año de noviazgo oficial, se celebraba la boda. La ceremonia, en sus rasgos más generales, se desarrollaba así: el novio, con sus amigos, que lo acompañaban cantando y tocando instrumentos, se dirigía a la casa de la novia, donde era recibido por las amigas de ésta, que llevaban lámparas encendidas. Después de recoger a la novia, se dirigían juntos, entre cánticos y danzas, al lugar en el que se celebraba el banquete nupcial, con el que se iniciaba la fiesta de bodas, que podía durar varios días.
Desde otro punto de vista, la boda, el banquete o la fiesta de bodas se usa muchas veces en la Biblia para referirse a quienes, antes o después de su muerte, viven junto a Dios. Es un modo de describir la cercanía de Dios como una situación en la que reinan el amor y la alegría.
En la parábola que comentamos hoy, la llegada del novio representa el momento del encuentro definitivo de los creyentes con el Padre.

NECIAS Y SENSATAS
En la parábola del evangelio, entre las muchachas que esperaban al novio, se presentan dos tipos, cada uno de los cuales describe un modo distinto de prepararse para ese definitivo encuentro con Dios: uno lo constituyen las muchachas necias, el otro las sensatas.
En el evangelio de Mateo se considera sensata aquella persona que escucha el mensaje de Jesús y lo pone por obra; necia, la que conoce el mensaje de Jesús, pero no lo practica:
"Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato... Y todo aquel que escucha estas palabras mías y no las pone por obra, se parece al necio. . . " (Mt 7,24-27). El aceite que las necias habían olvidado no es sino la práctica del mensaje de Jesús.
Las muchachas necias podrían representar a todos aquellos que tienen una cierta fe y una cierta esperanza: creen, en teoría, que Jesús de Nazaret es el Mesías, enviado de Dios, salvador de la humanidad; creen sinceramente que Dios es Padre y que todos los hombres somos hermanos; creen en la Iglesia y en su doctrina, creen lo que dicen el credo y los artículos de la fe... Y esperan; quizá sobre todo esperan, como las muchachas, el encuentro con el Señor; y su esperanza, quizá muy fuerte y muy firme, no tiene otra perspectiva que el más allá, la otra vida, el otro mundo...
Pero, a pesar de que conocen, creen y esperan, no aman. Y eso es lo que caracteriza a la práctica cristiana: el amor.
Las sensatas, no hace falta explicarlo demasiado, simbolizan a quienes viven aquello que creen, a quienes hacen lo posible por anticipar la felicidad que esperan, a quienes procuran que su fe en un Dios que es Padre se manifieste en la práctica del amor a los hermanos...
Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No se trata de egoísmo: es que resulta imposible amar en nombre de otra persona o considerar propias las acciones que otro ha realizado.

Con esta parábola insiste Jesús en que la muerte del discípulo es el fruto de su vida. La muerte en sí misma no tiene nada de terrible ni de decisivo; corona la vida que se ha llevado (13: "Estad en vela").

La figura del novio o esposo designa a Jesús mismo (cf. 9,15).
El uso de los términos "necias, sensatas" pone a esta parábola en estrecha relación con la de las dos casas (7,24-27). Las muchachas necias son las que han escuchado el mensaje, pero no lo han llevado a la práctica; las sensatas son las que lo han traducido en su vida. No se puede improvisar esto en el último momento ni se puede prestar o transferir de uno a otro.

La llegada del esposo es, como antes, el momento de la persecución y de la muerte, presentado en su aspecto de salvación, de entrada en el reino de Dios definitivo, figurado por el banquete de boda. La frase de rechazo: "No sé quiénes sois" (12), recuerda la de 7,23: "Nunca os he conocido", dirigida también a quienes han pertenecido a la comunidad cristiana.
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25. COMENTARIO 3

En estos domingos "finales" del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el "fin" de toda existencia. Éste es considerado como meta en que la vida adquiere realización o acabamiento y también como conclusión del caminar histórico del ser humano.

En el primer sentido, el salmo responsorial nos hace participar de los anhelos de un orante que busca su descanso en Dios, única agua que puede saciar la sed del ser humano. La primera lectura, muestra que en la sabiduría divina se encuentra la única respuesta a esa insaciable búsqueda humana.

En la segunda lectura, se proclama que el creyente es un "hombre de esperanza". Esta lo hace mirar el futuro de manera optimista ya que su destino está íntimamente asociado a la muerte y resurrección de Jesús. De esa forma el creyente es preservado de la aflicción de la muerte que es característica de los "otros".

También la parábola de las vírgenes nos coloca ante ese mismo horizonte, señalando para toda existencia humana un término temporal del que las personas "no saben ni el día ni la hora" (v. 11), término del que depende su participación en un banquete o su exclusión (v. 10).

Los destinatarios de la parábola son todos los integrantes de las comunidades cristianas, expectantes por la venida del Reino de Dios. Su virginidad constituye una probable referencia a "las hijas de Jerusalén" del Cantar de los Cantares, en quienes los rabinos de la época veían representados los grupos de discípulos que esperaban el Mesías, iluminados por la luz de la Ley divina. Pero ante esa venida cada creyente está obligado a elegir entre dos posibilidades, ya que si bien las diez muchachas de la parábola tienen la misma finalidad, se definen claramente dos grupos según el comportamiento asumido por las integrantes de cada uno de ellos.

El grupo de las "sensatas" llevan sus lámparas, antorchas embebidas con aceite. También llevan consigo una cantidad de aceite, que para el judaísmo de la época simbolizaba las buenas obras, pero que puede significar también la alegría de la recepción del mensaje de Jesús como se desprende del empleo de los mismos términos de "sensato" y "necio", que se encuentran en la parábola de los dos tipos de personas que construyen una casa (Mt 7,24-27).

Por consiguiente se trata de aquellos y aquellas que han puesto en práctica la enseñanza de Jesús. Desde el inicio, su actitud es la de acogida y, cuando llega el novio, "entraron con él al banquete de bodas" (v. 10). Su participación al banquete y a la alegría de las nupcias brota de que "estaban preparadas".

En el grupo de las "necias", por el contrario, hay una actitud ineficaz en vistas a la venida del "novio". Con ellas, llevan también antorchas encendidas pero no se preocupan del aceite, combustible necesario para el mantenimiento de la iluminación. En el fondo, se encuentra en ellas una actitud de rechazo ya que no han puesto en práctica la enseñanza de Jesús.

Esta práctica requerida no se puede improvisar en el momento terminal de la propia vida ni otro puede hacer operativo el mensaje de Jesús en lo que se exige a cada uno. Por ello, cuando se presenta el novio, piden aceite del otro grupo y no pueden obtenerlo. Cada uno es responsable de su propio seguimiento, por ello se exige que vayan a buscar el aceite que no se posee: "vayan a la tienda y se lo compren" (v.9).

El resultado es consecuencia inevitable de la imprevisión con que han actuado en su existencia. Mientras iban a comprar el aceite, llegó el novio y se "cerró la puerta" (v. 10). A su retorno invocan al "Señor" para poder participar en la fiesta. Pero la respuesta de éste es un rechazo definitivo: "No sé quiénes son". Quien, confesando su pertenencia a la comunidad cristiana, no ha adecuado su práctica al seguimiento de Jesús, es excluido del banquete del Reino.

El fin pone de manifiesto la existencia de dos actitudes previas ya existentes. Lo esencial consiste en estar presente con provisión de aceite a la llegada del Novio. Este se hace presente plenamente después de un tiempo, pero debe estar presente en la actuación de cada comunidad y de cada uno de sus integrantes en los momentos previos a ese instante final en el que cada uno es puesto delante de Dios.

El momento final sirve solamente para mostrar los comportamientos de una comunidad y de sus miembros durante el tiempo de la espera. El fin sólo sanciona lo ya existente, es decir, que podemos pertenecer a dos tipos de "vírgenes" según hayamos puesto o no en práctica las exigencias derivadas del mensaje de Jesús.

Se trata, por tanto, de una urgente invitación de asumir el futuro con responsabilidad . De la actuación de una práctica coherente con la esperanza que proclamamos depende nuestra participación o exclusión de la fiesta de bodas del Reino.

Para la revisión de vida:
En el evangelio hay una dimensión de futuro que no se puede ignorar ni disimular. Todo tiende a un más allá, al más allá…
Mi vida: ¿es una vida de futuro, de esperanza…? ¿Cuento con el más allá? ¿Me lo planteo suficientemente, a pesar de su misteriosidad?

Para la reunión de grupo:
- Estos domingos últimos los temas de los evangelios son la esperanza, el futuro, el final… y sus evangelios están tomados del capítulo 25 de Mateo. Repasemos las características de la parte apocalíptica que está al final de los evangelios sinópticos…
- Sabiduría no es erudición, sino saber entender y vivir la vida, saber analizar las cosas, las situaciones y experiencias… con los ojos de Dios. Digamos qué es la sabiduría con palabras y referencias de hoy. ¿Dónde está la sabiduría en nuestra civilización actual?
- La carta a los tesalonicenses dice: "No queremos que vivan ustedes como personas que no tienen esperanza"… Preguntémonos: la esperanza… ¿es sólo de los cristianos? ¿Pueden tener esperanza los ateos? ¿Se puede tener esperanza si no se cree en la resurrección?
- Comentar, si se recuerda, la imagen aquella de "el mártir ateo", de Ernst Bloch
- El llamado a la "vigilancia" es un mensaje recurrente en el evangelio. En el fragmento de hoy es claro. Concretamente en la sociedad de hoy, volcada sobre sí misma, atenta sólo a disfrutar de la vida, ¿qué puede significar el llamado de Jesús a estar vigilantes?

Para la oración de los fieles:
- Por la Iglesia, para que sea fuente de esperanza para toda la humanidad. Oremos.
- Por todos aquellos que buscan conocer la vida en profundidad, para que se encuentren con el Dios Padre que cuida de todos nosotros y nos llama a vivir como hermanos. Oremos.
- Por todas las personas, para que encuentren en su vida la luz que les lleve a discernir y dejar los ídolos que alienan y no salvan. Oremos.
- Por todos aquellos que viven afligidos al ver la muerte como un callejón sin salida, para que la Buena Noticia los abra a la esperanza y dé sentido a sus vidas. Oremos.
- Por todos los que viven instalados en lo superfluo de la vida, para que descubran la hermosa tarea que tenemos todos de transformar el mundo en una sociedad solidaria. Oremos.
- Por todos los difuntos, para que gocen ya de a deseada plenitud de la vida, junto al Padre. Oremos.

Oración comunitaria:
Dios, Padre nuestro, ayúdanos para que sepamos vivir en nosotros la muerte y la resurrección de Jesucristo, de manera que se alejen de nosotros el desánimo, la tristeza y la desesperanza y así podamos trabajar libremente en la construcción de tu Reino. Por Jesucristo.

1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.

3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).